RECUERDOS
Abrí lentamente los ojos, acostumbrándome a la luz que entraba en mi habitación. Giré la cabeza para mirar mi despertador. Decía que eran algo más de la 1 de la tarde. Aunque eso no podía ser. Tenía que estar en el trabajo a las 11 y sabía que había puesto el despertador a las 9. Intenté moverme, pero entre la cabeza de Edward apoyada en mi estómago y la escayola, estaba pillada.
Le sacudí un poco el hombro. "Edward." No pasó nada. "Edward," repetí algo más fuerte.
Suspiró y abrazó mi cintura más fuerte. ¡Genial! ¡Ahora iba a llegar tarde al trabajo y necesitaba hacer pipí! Empecé a soltar risitas. Lo tonta que era la situación no se me escapaba. Tenía una escayola y estaba atrapada en mi cama por mi novio. Si seguía riéndome así, claramente mojaría la maldita cama. Me mordí la mejilla por dentro; funcionó. Las risitas cesaron y se me humedecieron los ojos. Respiré temblorosamente para tranquilizarme.
"Edward," dije, sacudiéndole el hombro.
Murmuró algo, pero no se movió. Este hombre sí que estaba muerto para el mundo mientras dormía.
"¡Edward!" grité mientras le empujaba el hombro.
Se levantó de un salto y empezó a mirar por la habitación para saber la causa de mi grito.
"¡Perdón!" le dije. "No te despertabas."
"¿Qué te tiene tan agobiada?"
"Necesito desesperadamente un viaje al cuarto de baño y estabas entorpeciendo mis movimientos," bromeé.
Se levantó y rodeó la cama. Me ayudó a levantarme y nos movió hasta la puerta de mi cuarto. "Siento ser un obstáculo para ti, preciosa."
"Estás perdonado," dije mientras él abría mi puerta y me ayudaba por el pasillo. "¿Pero tienes alguna idea de por qué voy a llegar tan tarde al trabajo?"
Se rió por lo bajo mientras me llevaba al baño. "No llegas tarde, Bella. Alice apagó tu despertador cuando estaba sentada a tu lado anoche. Ya ha hablado con tu jefe y entiende tu lesión."
"Recuérdame que le dé las gracias."
"¿Te ha molestado?"
"Déjame ver... tengo una escayola, el idiota de mi hermano me despertó en mitad de la noche, siento dolor, ¡y acabo de estar atrapada en mi cama temiendo hacer algo que no he hecho desde que tenía dos años! Este día sólo empeoraría si estuviera cerca de más gente."
"Mientras estás aquí, voy a bajar a por tus pastillas. ¿Quieres algo en particular para beber? ¿O comer?"
"Si no te causa muchos problemas, tostada y zumo de naranja sería perfecto."
"Sin problemas, cariño," contestó Edward con una sonrisa. Me besó en la frente y cerró la puerta del baño por mí.
Conseguí moverme por la pequeña habitación y encargarme de mi más urgente necesidad. Con eso hecho, cojeé hasta el lavabo y me hice una cola en el pelo. Pensé en lavarme los dientes, pero iba a comer pronto.
Edward llamó a la puerta. "¿Lista para volver a tu habitación?"
Me alejé de la puerta. "Sí."
La abrió y le sonreí. Sonrió mi sonrisa favorita y me cogió por la cintura. Me llevó de vuelta a mi habitación, donde mis cojines ya estaban apoyados contra la cabecera. Me ayudó a acomodarme y me tapó, asegurándose de que había un cojín bajo mi pie. Me besó en la frente y me dio un plato y un vaso lleno de zumo.
Rodeó la cama y se sentó a mi lado. Cogí mis pastillas del plato primero y me las tomé con el zumo. Quería que el dolor de mi tobillo se fuese lo antes posible. Miré mi plato. La tostada tenía mermelada de fresa.
"¿Cómo lo has sabido?" pregunté, agradablemente sorprendida.
"Siempre hueles a fresas, así que me imaginé que el bote gigante de mermelada era tuyo," se encogió de hombros.
"Gracias, Edward. Por todo."
"Es un placer, Bella."
Le di un bocado a la tostada y sonreí de alegría por mi buena suerte. Puede que tuviese una escayola, pero tenía al hombre más maravilloso sentado a mi lado y cuidándome.
"¿En qué estás pensando?" preguntó.
"Estoy pensando en lo agradable que es tenerte aquí ayudándome. ¿En qué estás pensando tú?"
"Me preguntaba si a Alice y a Rosalie se les habrá ocurrido algo bueno que hacer a mis amigos."
"¿Ya se ha ido el pitido?" pregunté.
"Sí. Me duele un poco la cabeza, pero mi oído está bien."
"Tenemos Tylenol en el baño. Deberías tomártelo." (a.n.: es una medicina para los dolores, de esas que sirven para todo.)
Asintió y se fue de la habitación. Volvió un minuto más tarde con las pastillas en la mano. "¿Puedo?" preguntó, señalando mi zumo.
Puse los ojos en blanco mientras le daba el vaso. "Ya hemos establecido que no tienes piojos."
"Sí, pero lo educado es preguntar."
"Verdad." Le vi frotándose la sien izquierda. "¿Tienes planes para hoy? ¿O debería decir para esta tarde?"
"No tengo planes," contestó.
"¿Estarías completamente aburrido si te pidiese que te quedases en la cama conmigo, entonces?"
"En absoluto. ¿Te gustaría ver una película o escuchar música?"
"Música por ahora." Acabé mi tostada y puse el plato en la mesita de noche.
Edward se levantó y fue hasta mi equipo de música. Probó emisoras hasta que encontró una en la que había 'Into the Mistic' de Van Morrison. Se estiró en la cama y cerró los ojos, escuchando la música fluyendo por la habitación.
Era consciente de él, pero mi mente estaba lejos. Conocía esta canción. Estaba viviendo otra vida la última vez que la escuché. Era una chica de quince años observando a sus padres desde una oscura escalera. Charlie y Renee estaban en el salón con una sola vela como luz. Llevaban ropa normal del día a día ya que era una noche normal y no una ocasión especial. Charlie estaba sujetando a mi madre cerca de él, un brazo alrededor de su cintura y el otro sujetando sus manos contra su hombro. Mi madre le estaba mirando a los ojos, elegantemente haciendo pequeños círculos con él. Sabía que era un momento privado, pero no pude evitar mirar. Estaba sobrecogida por mis padres y el amor que compartían con un acto tan simple en mitad de un día normal sin una razón en particular.
Este recuerdo me llegó con más fuerza que alguno de los otros que había tenido en las últimas semanas. Nunca había podido entender por qué nos habían quitado a nuestros padres. Se querían, amaban sus vidas, y a Emmett y a mí. Habían sido tan buenas personas. Si el otro conductor hubiese cogido un taxi, si se hubiese quedado en casa, o si hubiese llegado algunos segundos más temprano o más tarde, mis padres estarían aquí. Con una pequeña elección, mis padres se habrían salvado. Pero si estuviesen aquí, ¿habría podido conocer a Edward? Lloré por mí y mis padres. ¡Era horrible por pensar así! ¡Nada debería ser más importante que sus vidas! ¡Eran mis padres! Estarían tan decepcionados si supiesen que había pensado así.
Lentamente salí de mis pensamientos y me di cuenta de que Edward me estaba sujetando fuertemente, acariciándome el pelo y susurrándome suavemente. ¿Qué pensaría de mí si supiera lo que acababa de estar pensando? ¿Estaría decepcionado? ¿Pensaría que era tan egoísta como me sentía?
"Bella," me arrulló Edward al oído. "Por favor, dime que te ha disgustado tanto."
Sacudí la cabeza, escondiendo mi cara contra su hombro.
"Sabes que puedes confiar en mí, Bella. Puedes contarme cualquier cosa."
"Esto no," susurré para mí.
De alguna manera me escuchó. "Sí. Esto, también. Sea lo que sea lo que esto es, puedes contármelo. Déjame ayudarte, Bella."
"Esa canción... estaba sonando una de las últimas veces que vi a mis padres juntos. Estaban bailando en el salón. Era tarde de noche y no sabían que los estaba viendo. Pensé en cuando les echaba de menos y como estarían aquí si ese tío que chocó contra ellos hubiera cambiado alguna de las decisiones que hizo esa noche. Es sólo que les echo de menos."
"Bella, estás editando."
Me separé un poco, mirándole. Nunca nadie se había dado cuenta antes de que estaba dejando algo fuera. "¿Cómo lo sabes?" nunca mentiría a este hombre. Le rompería su corazón y el mío.
"Todavía estás muy tensa. Cuando te abres a mí, siempre te relajas después de haberlo explicado todo."
Respiré temblorosamente. "Durante algunos segundos, los segundos más pequeños, me pregunté si tener a mis padres aquí significaría que tú no estarías. Pero incluso pensar eso durante un solo segundo está mal y es egoísta."
"Bella, ese pensamiento que has tenido es perfectamente normal. No pensaste que te alegrabas de que se hayan ido. Sólo te preguntaste si aún así nos hubiésemos encontrado. No estabas siendo egoísta, sólo curiosa."
"Es verdad," lloriqueé.
"No te dejas recordarles, ¿verdad?"
Negué con la cabeza. "Al principio dolía demasiado, así que les empujé al final de mi mente. Y de repente habían pasado cinco años y los estoy recordando en momentos raros por razones extrañas."
"Bella, puedes confiar en mí sobre tus recuerdos y pensamientos. No necesitas temer mi reacción. No hay nada que puedas decir que me hará correr. Puede que no siempre lo entienda, pero siempre te consolaré lo mejor que pueda."
"Edward, ¿te gustaría saber más cosas sobre mis padres?"
"Mucho, Bella." Edward me soltó para que pudiésemos vernos. "Pero sólo si quieres compartir tus recuerdos conmigo. No quiero que te sientes obligada a hacerlo."
"Me gustaría de verdad," dije, sonriendo y cogiéndole la mano. "Si vas abajo, hay una pequeña estantería a un lado del sofá. Allí hay algunos álbumes de fotos. Coge el grande de cuero negro."
"De acuerdo, Bella." Edward me besó en la frente y se fue de la habitación. Volvió algunos minutos más tarde con el libro en sus manos. Cuidadosamente lo dejó en mi regazo.
Pasé una mano por el lomo, quitándole el polvo que se había acumulado durante los años. Mantuve una mano en la tapa y miré a Edward. "Mi madre tenía muchas aficiones. No siempre las acababa. Empezó este álbum un año antes de que muriesen, dejándolo unos siete meses más tarde. La noche que los oficiales vinieron y nos dijeron lo del accidente, me quedé despierta toda la noche, acabándolo. Emmett debió pensar que me había vuelto loca. Tenía cajas de fotos esparcidas por toda la habitación. Cogía una foto, la miraba atentamente, y decidía que hacer con ella. Había tres pilas. La primera era de posibilidades, fotos de las que no tenía una decisión oficial. La segunda eran las de ninguna manera; cualquiera demasiado embarazosa o borrosa para incluirla. Mi madre no siempre tenía la paciencia suficiente para sujetar firme la cámara antes de hacer la foto. La última pila era de las que iba a usar seguro. Emmett intentó hacerme parar y le amenacé con mis tijeras. Después de eso me dejó sola. Trabajé durante toda la noche y la mañana siguiente. Cuando acabé, me fui a dormir. Me disculpé a Emmett más tarde ese día cuando me desperté."
Edward se quedó cayado, frotándome círculos en la espalda. Le miré fijamente, esperando algún tipo de reacción. Se inclinó y me besó en la frente. Miré el libro y abrí la portada.
"Puse el libro en algún tipo de orden, pero la verdad es que no puedo explicarlo." Recorrí con la mano la foto en la esquina superior izquierda. "Esta es mi madre de bebé." Moví mi mano a la esquina derecha. "Esta soy yo."
"Te pareces mucho a ella, Bella."
Asentí. "Me parecía de bebé." Señalé la esquina superior derecha. "Este es Charlie." Me moví a la esquina inferior izquierda. "Este es Em."
"Era tan escuálido," Edward se rió por lo bajo. "¡Nunca hubiese creído que ese es él!"
Pasé la página a una foto en blanco y negro. "Estos son Charlie y Renee el día de su boda." Señalé el vestido de Renee. "Ese pequeño bulto justo ahí, es Em. Estaban locamente enamorados y habían estado planeando su matrimonio durante casi todo su último año de instituto."
Sonreí, recordando a mi madre contándome su historia. "Las hormonas pudieron con ellos y Em fue creado la noche del baile de fin de curso. Dijo que todo fue tan cliché. Pero dijo que nunca se pensaron dos veces lo de casarse y mantener el bebé. Sabían que se querían. Y dijo que dudaba que alguna vez hubiera encontrado a alguien que aceptase su excentricidad como Charlie lo hacía. Sus padres no estaban muy contentos, pero no se metieron en su camino. Esperaron hasta graduación ya que estaba tan cerca. Se casaron en el palacio de justicia y un amigo de mi madre les hizo una pequeña fiesta e hizo esta foto."
Señalé la foto en la otra página. "Esta es la barriga de mi madre cuando estaba embarazada de ocho meses con Emmett. Dijo que quería recordar lo perfectamente redonda que era su barriga por si no tenía más hijos. Dijo que él daba patadas por la noche."
Pasé un montón de páginas, contándole a Edward todas las historias detrás de las fotos de mis padres y Emmett. Paré antes de pasar la siguiente página. Mis fotos empezaban en este punto. Muchas de ellas me mostraban con distintos vendajes.
Pasé la página y la primera foto era de mí, mirando a la cámara desde mi cuna. "Esta soy yo."
"Puedo decirlo," Edward se rió por lo bajo. "Nadie tiene unos ojos tan profundos como los tuyos." Me besó en la mejilla.
Señalé otra foto. "Mamá pensó que dejar a Emmett coger al nuevo bebé era una buena idea. Emmett pensó que yo estaba rota ya que no estaba haciendo ningún ruido. Le preguntó si podían devolverme y conseguir un bebé nuevo."
Edward se rió con lo bajo y sonreí con él.
"Esta..." dije, señalando una foto mía en una silla alta, llorando, "... es de mi primer cumpleaños; incluso entonces, no me gustaban los regalos y la atención."
"Sorprendente," dijo Edward suavemente. "Normalmente pasa un tiempo antes de que el niño desarrolle una personalidad independiente a la de los miembros de su familia. Pareces haber tenido la tuya desde el principio."
"Te dije que mi madre decía que nací con treinta y cinco años." Le enseñé una foto mía con una venda enorme en la rodilla. "La primera vez que intenté andar. Estaba agarrándome a la mesa del salón, me tropecé con mis pies, y caí sobre un juguete de Emmett. Se me clavó directamente en la pierna."
"Ay," comentó Edward. Me reí por lo bajo.
Pasé algunas de las fotos más aburridas y encontré una foto de mí con seis años. Estaba sonriendo y enseñando que me faltaba un diente. "Perdí ese cuando me caí del columpio del patio."
"Espero que el ratoncito Pérez se compadeciera de ti."
"¡Cinco dólares!" solté una risita. Me moví hasta una foto de mí con ocho años. Estaba sujetando mi guitarra por primera vez. "Este es el primer regalo de cumpleaños por el que no me quejé. Era casi más grande que yo. Emmett solía amenazarme con golpearla contra la pared. Era su manera favorita para conseguir que no dijera nada sobre cosas que él no debería hacer."
Fui hasta la última página del libro. "Este es mi último cumpleaños que celebramos. Creo que incluso fue la última vez que los cuatro estuvimos juntos. Emmett estaba viviendo en el campus para entonces."
Miré a Edward y sonreí. "Él nunca lo admitirá si alguien le pregunta, pero solía llamarme cada noche para preguntar como me había ido el día. Estaba aquí para nuestra tradicional película del viernes por la noche. Venía todos los viernes y estábamos los dos solos. Si tenía una cita o una fiesta, aparecía antes. Pero siempre estaba aquí. Cuando abrió la puerta y vio al oficial, sabía que iba a ser algo malo. Intentó hacerme ir a mi habitación, pero estaba siendo cabezota. Ni siquiera se pensó dos veces lo que tenía que hacer. Salió mientras yo estaba trabajando en un libro. Volvió con su compañero de habitación y dejó todas sus cosas en el salón. Creo que le dolió de verdad tener que dejar de jugar al fútbol, pero nunca me ha dicho si es así o no. Em consiguió un trabajo de turno de noche para poder seguir yendo a la universidad. Se levantaba temprano, hacía sus deberes, iba a la universidad, iba al trabajo, venía a casa para hacer más deberes, dormía, y empezaba de nuevo al día siguiente." Sonreí con tristeza. "Y en medio de todo eso, se aseguró de que yo iba al instituto y sacaba buenas notas, y comía y dormía bien. Las cosas fueron más fáciles después de que se graduara. Pudo conseguir ese trabajo genial de entrenador de fútbol en la universidad y ha estado allí desde entonces."
Cerré el libro, sin mirar nada en particular. "Emmett ha hecho mucho por mí. Sacrificó mucho por mí. Nunca me ha pedido nada a cambio, excepto que fuera feliz. Por eso nunca le devuelvo las bromas. Por eso nunca me enfado con él cuando hace algo realmente tonto. Jugamos a pelearnos todo el tiempo, pero siempre me aseguro de que él sabe que sólo estoy bromeando. Nunca podría soportar que él pensase que estoy molesta con él de verdad. También es la razón por la que no puedo aceptar dinero de él para la universidad. Ya me ha mantenido bastante." Giré la cabeza y miré a Edward.
"Gracias por compartir eso conmigo, Bella." Me besó en la frente y me sostuvo contra su pecho.
Nos sentamos en silencio durante mucho tiempo, disfrutando de la compañía del otro y pensando en nuestras cosas. Me sorprendía que hubiese podido hablar sobre ellos durante tanto tiempo sin llorar. El siempre presente dolor por ellos en mi corazón no era tan malo como había sido durante los últimos días.
"¿Edward, en qué estás pensando?"
Me abrazó más fuerte. "Estoy pensando en lo sorprendente que eres. Estoy pensando en todo lo que has pasado y todo lo que has perdido. Estoy pensando en la suerte que tengo por estar aquí contigo ahora mismo. También estoy pensando en lo preciosa que eres y cuanto te amo."
Sonreí, agarrándome a su brazo y apoyándome más contra él. "Yo también te amo."
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