Fragility
— ¿Ella es la muchacha con la que apareces en la revista verdad? —me preguntó mi hermana y asentí tímidamente mirando al vacío.
— Sí —confirmé procurando que mi voz sonará fuerte, como la de un hombre y no como la de una niña asustada por lo que estaba sucediendo.
— ¿Te interesa de verdad? —preguntó y la miré.
— Ese es el problema, me interesa demasiado, tanto que siendo como si alguien me hubiera arrancado el corazón y aunque quiero detener este sentimiento de angustia no puedo —le confesé y mis ojos se hicieron otra vez cristalinos, estaban llenos de lágrimas listas para derramarse por mis mejillas.
— ¿Morirá? —me preguntó al cabo de unos minutos y se me contrajo el corazón.
Fui incapaz de siquiera contestar ¿Moriría? ¿Podría salvarse? ¿Podría olvidarme de ella? ¿Sería cobarde y me iría? ¿Volvería mañana? Rosalie se acercó y puso su cabeza en mi hombro, estábamos sentados en la plaza donde solíamos jugar a unas cuantas cuadras de la casa de mis padres. Sentí que mi hermana exhalo aire pesadamente, tal como cuando le piden un consejo y no sabes que decirle; contrario a lo que ella pensaba yo no esperaba que ella me diera la solución pero si me ayudaba que alguien al menos me escuchará, permanecimos en silencio fumando.
— ¿Te alejarás? — preguntó apagando su cigarro
— No quiero —contesté — pero es demasiado para alguien que tiene veintitrés años — agregué y no pretendía demostrar honorabilidad cuando estaba verdaderamente asustado.
— Escucha —agregó encarando su mirada con la mía — es preferible salir lastimado pero al menos saber que es amar de verdad, como creó tú lo estas — explicó sin quitarme la vista de encima — la vida es una sola, el amor pero el verdadero se da una vez y con suerte; hay gente que vive una vida completa sin sentirlo — y su voz sonaba como la de una anciana — no soy buena dando consejos, quisiera poder dármelos a mí misma de vez en cuando, pero te diré algo: disfrútalo mientras dure sobre todo si eres correspondido —concluyó y se levantó de mi lado, me dio una tierna sonrisa y me estiró su mano en el aire — Ven te calentaré algo para que comas — exclamó cuando tomé su mano.
Mañana ya la sangre no estará
Al caer la lluvia se la llevara
Acero y piel combinación tan cruel
Pero algo en nuestras mentes quedara
Dormir en mi vieja habitación me hacía volver a sentirme protegido, era una extraña sensación pero por un par de horas huir a la responsabilidad de ser un "adulto" y sentirme niño nuevamente me ayudó a esclarecer mis perspectivas en la vida. Me levanté temprano procurando no hacer ruido y no quería que la suspicacia de mi madre interviniera aún.
Fui a recoger mi auto al departamento de Bella y luego me fui al mío para cambiarme de ropa. Todo el rato que estuve manejando para llegar al hospital me pregunté si estaba haciendo lo correcto al permanecer en su vida pero la idea de desaparecer de la suya aprisionaba mi corazón de una manera desgarradora, la sensación era la misma cuando alguien desgarra algo arraigado profundamente en tu alma, que me desconcertó. Técnicamente la conocía de hacía un par de meses y la sentía tan mía como si la conociera de toda la vida.
Estacioné el auto y al llegar a la entrada principal del recinto hospitalario me congelé justo en el umbral, un dejo de duda embargó mi decisión — La medicina avanza, ayer la gente moría de neumonía hoy hay niños que nacen por inseminación artificial, cualquier cosa podría pasar — habían sido las últimas palabras de mi filosófica hermana mayor. Apreté el botón para llamar al ascensor en el primer piso y esperé.
Camine por el pasillo del quinto piso sereno pero con muchas preguntas rondando mi cabeza; la realidad pesaba demasiado y de pronto sentí como si hubiera envejecido en cuestión de segundos. Era como si de golpe hubiera madurado teniendo que tomar una decisión que afectaría todo el resto de mi vida. Sabía perfectamente que si volvía a entrar por esa puerta no habría vuelta atrás. Era un hecho irrefutable del cual no necesitaba pruebas para comprobar su veracidad, sin importar como terminará esta historia sabía que saldría lastimado tal vez el consuelo que tenía era que viviría la experiencia más hermosa que un ser humano puede experimentar: sería amado y podría amar a alguien. Cuando llegue a su habitación di un suspiro profundo al tiempo que ponía mis manos en la manilla de la puerta. Seguro de la decisión que descansaba en el fondo de mi alma abrí para entrar.
— Buenos días –saludé torciendo mis labios en una sonrisa y sus ojos se iluminaron de alegría al verme. Bella estaba acompañada por su amiga Alice, quién hizo un gesto al notar la expresión que mi amada había conferido al verme llegar.
— Buenos días –terminó por exclamar Bella dejando la taza de té en la bandeja cuando ya estuve al frente de ella.
— Llego mi relevo –anunció divertida Alice tomando sus cosas del sillón, se giró dándome la espalda, de seguro le hacía algún gesto a Bella puesto que los ojos marrones de está se abrieron ocultado la sonrisa que seguro quería dar —vendré más tarde —aseguró con una solidaridad incondicional al cabo de unos escasos segundos de complicidad entre ambas, claro que a penas ella anunció aquello, la voz de Bella acabo con su intensión.
— No será necesario me darán de alta al medio día –manifestó y ambos, tanto su amiga como yo, la miramos sorprendidos.
— ¿Tan rápido? –alegamos al unísono otra vez y fue tal la sincronía que si lo hubiéramos planeado jamás hubiera resultado.
Alice se encogió de hombros mirándome de forma consciente y en un afán de que yo no pudiera escuchar lo que le diría se acercó sutilmente hasta ella.
— ¿Por qué tan temprano? –murmuró en un hilo de voz pero aún así pude escucharla hablar. Los ojos de Bella se desviaron de los míos para mirar fijamente a su amiga.
— Porque prometí hacer reposo absoluto en la comodidad de mi cama –le explicó con la malicia brillando en esas dos orbes castañas exquisitas. Sus ojos se desviaron hasta mí y sosteniendo su mirada penetrante me enarcó una ceja sugerente que logró hacerme sonrojar.
Por tercera vez, Alice giró levemente su rostro mirando sobre su hombro, en un intento desesperado de espiar mi reacción, el bochorno aumento y sentí mis mejillas arder con furia. La seguí con la vista todo el camino hasta la puerta de la habitación, cuando llego a ella, Alice me miró.
— Dale saludos a Jasper cuando lo veas –me pidió abriendo la pesada puerta y quise contestarle algo pero la verdad no estaba coordinando muy bien las ideas así que nada audaz podría haber salido de mis labios en aquel minuto por lo que preferí callar.
Cuando estuvimos solos me acerqué rodeando la cama donde permanecía quieta observándome, tomé entre mis manos la bandeja que estaba puesta sobre sus piernas, la deje a un lado y me senté al borde de la cama.
— No pensé que vendrías tan temprano –comentó gratamente sorprendida.
— Algunos trabajamos ¿lo sabías? –mentí y no necesitaba confesar mi pequeño debate interno, no valía la pena confesar mi momento de egoísmo.
Sin poder evitarlo y en respuesta automática a esa necesidad creciente que estaba embargando mi corazón por sentirla, por saborearla me aproxime a sus labios a cambio ella se quedo estática sin saber que hacer.
La besé lentamente en los labios, sentí la tibieza de su cuerpo acrecentarse con cada beso que le daba; su halito tibio contra mi lengua era la sensación más placentera que jamás había sentido, se percibía tan correcta, tan natural. La humedad de sus caricias estaba haciendo que mi propio calor corporal aumentará de manera descontrolada.
Entonces mientras la besaba me dí cuenta que mi hermana tenía razón en aquel improvisado consejo que me había dado anoche. Yo debía seguir el camino que mi corazón estaba trazando con tanta claridad y no analizar tanto mis decisiones, simplemente sentir.
No pasaron muchos minutos hasta que sentí como su cuerpo frágil y diminuto se incorporó sobre la cama intrépidamente, sus dedos se deslizaron entre mis cabellos mientras me acariciaba sin romper el beso. Nuestros labios parecían tener vida propia y danzaban sin tener yo control en ellos.
Unidas nuestras bocas sentían hambre la una de la otra y se fundían con tanta naturalidad que hasta parecían haber nacido para hacer aquello. Profundice el beso con la intensión de traspasar, en aquel gesto, una verdad que se hacía a cada segundo más claro, más patente: yo la amaba con una locura de quinceañero y quería que ella lo sintiera a través de este beso. Era justamente este amor descabellado que me hacía necesitarla con desesperación y no renunciaría a esta sensación tan exquisita.
De un movimiento certero acercó su cuerpo contra el mío guiada principalmente por el deseo, mismo deseo que yo estaba sintiendo. Se alzó de rodillas sobre su posición separándose unos centímetros de mi boca, solo fue un segundo lo que demoró en acomodarse nuevamente y en esa misma cantidad de tiempo volví a sentir sus labios capturar los míos en un beso mucho más apasionado que el anterior. Levanté una de mis manos y acaricie su cuello con el hambre de fundir su piel contra la mía. Con la intención de tenerla contra mí, deslice mi mano libre por su espalda, atrayendo su cuerpo hasta el mío. Su respiración se había vuelto errática y estaba completamente seguro que había perdido la noción del tiempo, al igual que yo, estábamos tan absortos degustando el mangar de nuestros labios que sólo el carraspeo seco e insistente de alguien nos hizo reaccionar.
Al mismo tiempo nuestras cabezas rompieron el beso y se giraron para encarar con la mirada de reproche al dueño de ese peculiar sonido que permanecía parado sin entrar a la habitación. En ese minuto en que mi vista se posó en el umbral de la puerta fue que sentí el persistente y estruendoso ruido que inundaba el ambiente y el cual sin duda era el motivo de la interrupción. Era tan profundo y fuerte que prácticamente era increíble que no lo hubiéramos sentido; seguí con la mirada a la enfermera que se aproximaba hasta nosotros.
— Lo siento
Se disculpó mi bella novia roja de vergüenza al tiempo que volvía a sentarse en la cama, logrando crear la distancia necesaria para que su corazón desbocado por la lujuria se calmara. La enfermera paciente y sigilosa se acerco hasta la cama luego de apagar la alarma del monitor, nos dio una mirada cómplice a ambos.
— Creo que apagaremos esto un rato
Exclamó mientras le quitaba el sensor del dedo índice a Bella para luego irse dejándonos solos otra vez.
— ¡Ves que es cierto! cuando todas dicen que causas infartos y combustiones espontáneas, acabas de comprobarlo y con instrumento médico y todo.
Exclamó ella un tanto avergonzada provocando que una risa nerviosa y estúpida se dibujara en mi rostro.
— ¿Te darán de alta por qué el médico así lo índico o por qué tú lo pediste?
Cuestioné alejando la atención de mí, roce con mis dedos su rostro perfecto. Desde que había entrado a la habitación que quería sentir la suavidad de su piel contra la mía.
— Las quimioterapias son hospitalizaciones cortas además tengo que volver la próxima semana
Contestó contemplándome mientras se dejaba acariciar, mi corazón se disparó otra vez y sentí como latía furioso contra mi pecho.
— ¿Volverás a tu departamento o a otro lugar? –pregunté temeroso que su familia la quisiera de vuelta con ellos y no pudiéramos estar tanto tiempo juntos y solos.
— ¿Por qué? –contestó de vuelta jugando con mi mano que estaba apoyada en la cama
— ¿No quedas débil después del tratamiento? –inquirí en un susurró preguntándome si no era demasiada responsabilidad cuidarla yo mismo.
— Sí pero eso es al principio como ves ya me siento mucho mejor –afirmó con una sonrisa serena y llena de amor, con un leve toque de picardía.
— Entonces volverás a tu departamento –insistí encarando su mirada con la mía. Sus ojos marrones se hicieron más profundos.
— Sí –ratificó y no pude ocultar mi alegría por aquella noticia.
Todo el rato que la acompañe no deje de acariciarla y contemplarla, quería memorizar cada gesto, cada expresión, cada palabra. En eso llegó su medico quien le dio las instrucciones finales para firmar el alta médica. Estaba realmente ansiosa de irse de allí que incluso olvido a su familia por completo, cuando advertí que realmente se iría sin esperarlas hablé.
— ¿No esperarás a tu familia? –pregunté vacilante —¿O no vendrán? –agregue mirándola de soslayo.
— Sí vendrán –exclamó segura pero al mismo tiempo temerosa — eso creo –agregó dudativa —pero podemos esperarlas abajo, realmente necesito tomar aire –me pidió y suspiré.
No podía negarme a aquella petición, no cuando me daba esa mirada tan tierna que derretía mi corazón por completo.
— No deberías ser tan cruel con tu hermana tanto ella como tu madre están preocupadas y su reacción es lógica, yo la tendría si fueras mi hermana –le hice ver y se sorprendió que la defendiera. No era que me agradará pero podía entender la preocupación y aprehensión que estás tenían.
— Pues es una suerte que no lo seas –comentó besando sutilmente mis labios —pero ya cambiemos de tema que de verdad me agota el tema de mi hermana, oye ¿No tienes que trabajar? – preguntó evadiendo mi discurso moral, negué con mi cabeza.
— Tengo hasta Agosto cuando empiezan a rodar la otra película ¿Recuerdas? –acoté, ella movió su cabeza un tanto confundida pero finalmente recordó.
Justo cuando íbamos a salir de la habitación entro su hermana.
— Buenos días veo que ya esta lista –exclamó seria mirándonos de pies a cabezas. Al parecer yo no le agradaba pero no la culpaba, no me había conocido en las mejores circunstancias.
— Así es – confirmó dulcemente Bella. No podía negar que estaba haciendo un esfuerzo, la conversación se estaba desarrollando mucho más serena que la de ayer.
— Tienes el alta médica tengo que pasar a pagar la cuenta – pidió su hermana, me quede a un lado observando la escena entre ambas, Bella le entregó un papel blanco doblado.
— Mamá nos alcanzará en tu departamento –informó sucintamente otra vez su hermana mayor – Nos encontramos en el estacionamiento no tardo –agregó y salió de la habitación sin más.
Justo cuando estábamos listos para irnos otra vez entró alguien a la habitación que impidió lo que tanto deseaba Bella que era irse libremente de aquel lugar sin más preámbulo, su mirada impaciente no se dejo esperar. Claro que esta mirada cambio a una de espanto cuando advirtió que debía sentarse en la silla de ruedas que traía justamente la enfermera y que de seguro sería obligatoria como política del hospital.
— ¡No saldré en una silla de ruedas! –advirtió decidida mi dulcinea moderna.
— Es política del hospital –confirmó la enfermera entonces intervine la tomé de la espalda y la acerque a la silla.
— Basta de protestas te sentarás en ella y punto además yo la llevaré –le dije guiñándole un ojo para convencerla, rió.
Se sentó a regañadientes en la silla y tomé su bolso para colgarlo en mi hombro mientras la enfermera sostenía la puerta de la habitación para que saliéramos. Esperamos pacientemente por el ascensor.
— ¿Seguro que no traerá consecuencias que estés aquí? –me preguntó nerviosa observando como una muchacha cuchicheaba con la otra advirtiendo mi presencia allí.
— Olvídate del resto de la gente por un minuto –le pedí mientras hacía entrar al ascensor la silla de rueda, se cerraron las puertas y digité el botón del primer piso.
— ¿Crees que lo de mi enfermedad salga en los periódicos? –preguntó nuevamente al cabo de unos minutos de silencio.
— Supongo, en la era de la tecnología no puedes hacer mucho sin que se enteré a escasos segundos todo el mundo –comente señalando con un dedo una revista que sostenían dos niñas de aproximadamente quince años donde aparecía nuestra fotografía de la otra noche. Ambas la fulminaron con la mirada entonces decidí demostrarle que no me importaba que dijera la gente o que pensara el resto de la humanidad, yo la quería a ella y punto.
Una idea cruzo mi mente traviesa, con una sonrisa en el rostro caminé para ponerme frente a ella, me incliné lo suficiente para quedar a su altura.
— La otra noche dijiste que no te importaba aparecer en revistas ¿Has cambiado de opinión? –pregunté temeroso.
— No –respondió segura - ¿Has cambiado tú? –me cuestionó de vuelta.
Me acerque a sus labios y la bese con tal efusividad que creo haber respondido su pregunta con aquel gesto, sentí como su piel se tensaba cerca de sus labios, estaba sonriendo cómplicemente mientras me correspondía el beso. Sabía que cuando se enterarán de la existencia de Bella más de alguien querría que ocultara mi relación pero no me importaba. Esta vez no sería la marioneta de nadie, después de todo si no les gustaban mis elecciones allá ellos. El problema no sería mío, después de todo tenía dos alternativas una aceptarme u otra cambiarme y no creo que quisieran cambiar al personaje con tantas películas por rodar.
Rompí el beso queriendo no hacerlo pero era necesario llevarla para que hiciera los últimos tramites para poder irnos puse en movimiento la silla de ruedas.
— Muy bien está todo listo ¿Te irás en su auto o en el mío? –preguntó su hermana mientras caminábamos hacía el estacionamiento
— Con él –contestó Bella.
— Bien nos vemos allá –replicó sin objetar está caminando hasta su camioneta
— ¿En qué quedamos? –reproché mientras la ayudaba a subir a mi automóvil. Me sentí responsable por lograr que ellas al menos pudieran hablar sin herirse, después de todo eran hermanas.
— No puedes pedirme tanta nobleza en menos de una hora –me contestó, cerré la puerta moviendo mi cabeza en descontento por su actitud.
El trayecto de regreso fue tranquilo su hermana nos seguía de atrás. Para subir a su departamento la sostuvimos ambos, a regañadientes otra vez acepto la ayuda.
— Deberías recostarte —sugirió su hermana abriendo las cortinas y las ventanas.
Estuvimos un rato mirando como su hermana mayor ordenaba hasta que Bella perfiló sus pasos para dirigirse a su habitación, la seguí e instintivamente levanté las manos a su alrededor como si se tratara de un niño pequeño que recién camina, listo para sujetar su cuerpo si caía. Ella volteó para encararme.
— Estas en modo "vampírico" —preguntó divertida y me relaje un tanto avergonzado.
— Podrías dejar de compararme con el personaje –le pedí mientras entrábamos a su dormitorio.
Al entrar la cama deshecha y la gran mancha de sangre fueron lo que llamaron su atención. Se quedo mirando estática el piso, me adelante y tomé entre mis manos su rostro para abrazarla haciendo que dejara de mirar.
— ¿Cómo supiste donde llevarme? –preguntó contra mi cuello.
— No lo sabía, simplemente llamé a la ambulancia y ese era el hospital más cercano
Le expliqué abrazándola y recordé lo que había sucedido en aquella habitación, las preguntas y como había pensado que se había drogado — Hubiera preferido que fuera una adicta, al menos podría luchar contra aquello pero como lucharía contra la muerte —pensé apretando aún más su cuerpo contra el mío. En eso entró su hermana y se apresuró a tender la cama y abrir las cortinas dejando entrar luz al cuarto.
— No te preocupes pediré que la laven y quedará como nueva
Exclamó al ver que la mancha de sangre. Su cuerpo se tendió a separar del mío y seguro caminaría, así que de improviso alce su cuerpo en el aire entre mis brazos para cargarla, me miró extrañada, me sonreí.
— El personaje tiene algunas cualidades que se podrían imitar —confesé depositando su cuerpo en la cama.
Estaba por separarme de ella cuando me jaló por el cuello de la camisa besándome. Deje que lo hiciera aún cuando sabía que su hermana estaba presenciando la escena para nuestra suerte, salió de la habitación al cabo de unos cortos minutos dejándonos solos.
Bella se sentó en la cama luchando por dejarme tendido a mi contra ella, al principio luche por que no lo logrará pero luego cedí.
— No creo que sea conveniente –protesté al darme cuenta de sus intensiones, obviamente sus hormonas se habían apoderado de ella y me ignoró por completo, besó mi cuello tentando al hombre —tu hermana está afuera – agregué sintiendo la humedad de sus labios en mi oreja, sentí como se rió.
— Pues con mayor razón así toma nota y de una vez se le pasa lo amargada –contestó bajando su mano hasta mi pantalón pero la detuve.
— No me gusta tener audiciencia –exclamé riéndome — Hay mi amor si tu supieras que no me importaría pero tengo que ser el cuerdo de los dos —pensé y me levanté de la cama.
Me dio una extraña mirada de niña traviesa mientras se hincaba en está. Comenzó a quitarse el suéter que traía puesto y no pude evitar que mis ojos se abrieran desmesuradamente al ver su silueta cubierta con esa polera tan ceñida a su cuerpo — Vamos mi amor un poquito de ayuda —pensé otra vez y si seguía quitándose la ropa terminaría por sucumbir y caería en su trampa.
— ¿Qué haces? –exclame pasando saliva y se rió sin contestarme
Mala —pensé.
Noté como deslizó su mano por encima de la polera hasta el borde de su pantalón y lo abrió lentamente bajándolo, su piel tersa quedo expuesta.
— No soy de fierro —proteste indeciso luchando por controlar mi cuerpo.
— Cuento con ello —contestó levantando ahora su camiseta con toda la intención de quitársela. Pero casi cuando iba a lograr mostrar su cuerpo glorioso tomé su mano y la detuve.
— Es en serio –advertí mirándola con deseo y enojo por la poca capacidad de autocontrol - tu hermana está afuera y yo no soy tan noble como el vampiro –expliqué con la voz estrangulada, me observo suspicaz y luego me beso sin más.
Correspondí el beso sabiendo que no me detendría, había quebrado mi voluntad, la deseaba y ella estaba deseosa de algo con lo que había fantaseado desde el minuto que la vi en la cama arrodillada. Iba a quitarle yo mismo la polera pero no alcance a poner un dedo en la tela cuando me susurró algo que me hizo hervir la sangre pero de rabia, una que no pude controlar.
— ¿No quieres cumplirme mi último deseo? –susurró y como en piloto automático quito todo rasgo de lujuria. La sujete por las muñecas sacudiéndola un poco con fiereza y la miré molesto.¿Cómo era capaz de preguntarme semejante estupidez? pensé furioso.
— Puedo pedirte un favor –Magulle entre dientes sin quitarle la vista de encima
— ¿Cuál? –preguntó visiblemente asustada por mi expresión
— Cuando estés conmigo dejarás de ironizar acerca de tu muerte porque no le veo nada pero absolutamente nada de divertido a aquello –siseé aún sosteniéndola contra mi cuerpo.
Sentimos un golpe en la puerta y luego la voz de su hermana mayor.
— Me tengo que ir, debo volver al trabajo. Volveré por la noche –explicó.
— ¿Y mamá? –le preguntó sin quitarme la vista de encima yo aún la contemplaba molesto por su comentario desubicado — ¿Por qué te quieres tan poco? —reproché mientras ella sostenida la conversación con su hermana.
No fue una conversación larga finalmente Jessica se fue dejándonos solos y ella se concentró en mí.
— ¿Puedo pedirte yo ahora un favor? –me preguntó soltando lentamente sus muñecas de mi prisión, asentí.
— No quiero tener sexo contigo –exclamó seria alcanzo una ceja. Me miró detenidamente cautelosa antes de seguir hablando.
¿A qué se debe esa pequeña sutileza mi amor? Pensé al escuchar como marcaba la diferencia entre tener sexo o hacer el amor.
— Quiero que me hagas el amor —me pidió — ya he hecho contigo el amor ¿Cómo no lo has notado? —le pregunté besándola con desesperación.
Volví a amarla con locura tratando de hacerla sentir amada, esta vez no quería que le quedaran dudas al respecto. Me fascinaba mirar sus expresiones, sus labios apretados conteniendo avergonzada los jadeos que sentía. Su piel se volvió sudorosa y calida en cuestión de segundos. Cuando llegamos al orgasmo me recosté a un costado de su cuerpo que temblaba sutilmente, besé su hombro mientras la apretaba contra mi cuerpo, su respiración comenzó a volver a su ritmo normal lentamente hasta que producto del cansancio yo también caí dormido entre sus brazos.
No sabía que hora era pero por la oscuridad reinante de seguro eran más de la ocho de la noche, esta abrazado a su espalda, sujetándola por la cintura. Las sabanas estaban a la altura de su cintura dejando todo su dorso desnudo al descubierto, deslice mis dedos por sus brazos aún medio adormilado cuando sentí un sonido bajo pero persistente. Alce mi rostro hacía la puerta y me quede esperando para captar bien de donde provenía el sonido no pasaron muchos segundos hasta que lo noté. Era el timbre de la puerta.
Me levanté y recogí mi ropa del suelo para vestirme, iba a salir de la habitación cuando me percaté que tal vez era su madre quién golpeaba, aunque dude, no creía que su familia no tuviera llave de su departamento, preferí no correr el riesgo y me acerque para tapar su cuerpo completamente con la colcha. Le di una última mirada para cerrar la puerta y dirigirme a abrir.
Antes de hacerlo me miré en el espejo colgado a un costado de la puerta y me ordene el cabello. Abrí y la sonrisa nerviosa de su madre más la mirada fulminante de su hermana no se dejó esperar. No sabía que decir o que hacer, me sentí un verdadero estúpido parado en el umbral sin articular palabra alguna hasta que finalmente y aunque sonó horrible las salude.
— Hola —exclamé nervioso y su madre se acerco
— Lamento no haber llegado antes — se excusó de inmediato al tiempo que entraba al departamento
— Esta bien no se preocupe —contesté nervioso.
Ambas entraron deteniéndose en la entrada, yo cerré la puerta detrás de ellas.
— ¿Supongo que no interrumpimos nada, después de todo tuvieron toda la tarde para ponerse al día no? —preguntó su hermana y su madre le propinó un pequeño golpe en el brazo incomoda por el comentario de su hija.
Sentí como un calor inundó mi rostro seguro estaba ruborizado producto de la vergüenza a la imagen mental que seguro estaban teniendo ambas.
— ¡Jessica! —regañó — Por favor discúlpala —me pidió dulcemente.
— En realidad estábamos durmiendo —aclaré mirando al piso.
Esta era, sin duda, la situación más extraña en la que había estado involucrado pero nuestra relación era extraña, me quede en silencio hasta que encontré la manera de salir de aquella incomoda situación
— Iré a despertarla —propuse caminando hacía el dormitorio.
— Eres muy desubicada —sentí exclamar a su madre mientras caminaba por el pasillo.
— Por favor madre, Bella dejo de ser una niña hace mucho rato —se defendió la hermana.
Entre a la habitación y traté de despertarla pero parecía tan relajada durmiendo que cuando abrió sus ojos adormilada para luego volver a cerrarlos y balbucear algo incoherente desistí del intento. Sin embargo aproveche que estaba semidespierta para lograr vestirla al menos con el pijama y no era muy conveniente que su madre la viera desnuda en la cama sino comprobaría la teoría de su otra hija y eso sería demasiada información.
Finalmente salí de la habitación para hablar con la madre de Bella de la cual ni siquiera recordaba el nombre. Apenas llegue a la sala de estar me encontré con Jessica que hablaba por teléfono y el olor sutil de comida me demostró donde encontrar a la madre.
Caminé dudoso y en mi mente iba planeando que decirle, casi como si se tratará de una autoridad me sentí intimidado cuando finalmente encaré su rostro. Estaba preparando comida, se giró cuando advirtió mi presencia en la entrada de la cocina.
— Déjame adivinar no lograste despertarla —aventuró tomando entre sus dedos un tenedor.
— No —confirmé un tanto abochornado otra vez y la mirada dulce pero curiosa de ella lograba avergonzarme.
— No te preocupes —consoló.
Se inclinó para apagar el fuego de la cocina, luego de darle un ultimo vistazo a lo que sea estuviera cocinando se concentro en mí secando sus manos húmedas con un paño.
— ¿Tienes hambres? —Me preguntó y vaya que tenía pero no era mi intensión quedarme allí junto a ellas ¿Qué les diría?, resultaba muy patudo que su madre me diera de cenar como si esa fuera su responsabilidad — ¡Preséntate tonto! —me dijo mi voz interior pero era realmente incomodo.
— Señora… —comencé a decir pero me interrumpió
— Mi nombre es Renee y Bella ya me habló de ti —exclamó y respiré aliviado — yo la acompañe a ver la película —agregó y quise enterrarme en lo más profundo de la tierra.
No sé qué expresión le dí pero ella se rió con sutileza. Me tomé un par de minutos antes de decirle lo que en verdad quería decirle y debía aprovechar que no estaría sola para poder ir a dejar a Pat con mis padres, además necesitaba cambiarme de ropa urgente.
— Aprovechando que ustedes están aquí iré a mi departamento, tengo algunas cosas que hacer —le dije tratando de salir del impass vampirico y de su mirada penetrante.
— Claro adelante creo que cancelaré mis reuniones —comenzó a decir pensando en lo que tendría que hacer para acompañar a su hija pero se me disparó la ansiedad por no poder estar junto a ella si se quedaban, sin pensarlo hablé.
— ¡No! —exclamé y ella me miró sorprendida
¡Traicionado por la ansiedad! Me dije arrepentido por mi arrebató
— me refería a que… —guardé silencio, no sabía como decirle que tan solo iría a buscar una muda de ropa para quedarme con ella
¡Estúpido! pensé apretando mis ojos pero si ella o su hermana se quedaban eventualmente tendría que irme todas las noches.
— Me quedaré hasta que vuelvas —anunció finalmente y le sonreí.
Traté de demorarme lo menos posible y cuando volví ellas parecían lista para irse. Apenas entré su madre tomó su chaqueta y me informó que Bella aún no despertaba. Jessica me miraba un poco inquisidora y contrario a lo que estaba haciendo su madre no se había movido ni un centímetro del lugar donde estaba sentada — Tal vez se quedaría —pensé tratando de ocultar la desilusión.
— ¿Así que eres actor? —me preguntó su hermana quebrando el silencio reinante.
— Sí —contesté.
— Jessica, cariño es hora de irnos —exclamó interrumpiéndola, le entregó su chaqueta pero esta me miró a mí y luego a su madre — Él se quedará con ella, nosotras vendremos mañana —exclamó decidida la señora a regañadientes, la hermana se levantó de la silla y se coloco la chaqueta en silencio.
Sentí un alivió cuando finalmente se fueron, me fui a la habitación y me recosté a su lado. Aún dormía y se veía exquisita con ese pijama infantil de un rosa chillón. Le acaricié el rostro, se acercó hasta mí y me abrazó cruzando su brazo por mi torso apegando su cuerpo tibio contra él mío. Su rostro descansaba en mi pecho, estuvo así al menos un par de horas hasta que me venció el sueño y en un movimiento involuntario me giré, nuestros cuerpos se separaron y ella se levantó abruptamente sentándose en la cama un tanto alterada. Miró a todos lados asustada, me acerque para hablarle, erguí mi cuerpo conjuntamente cuando puse la palma de mi mano contra su cuello, roce con mis labios su oreja para que se diera cuenta que estaba a su lado.
— ¿Qué hora es? –me preguntó girando su rostro para encarar el mío.
— Pasado media noche –le respondí
— Te quedaste conmigo –exclamó complacida en un susurró, no me aguante y deslicé entre sus cabellos mis dedos, acomodando unos cuantos mechones detrás de su oreja. Mantuve mi vista fija en ella.
— ¿Querías que me fuera? –le pregunté y me estremecí ante esa posibilidad.
Contemplé como negó con la cabeza, sus mejillas estaban teñidas de un sutil escarlata que evidenciaba una vergüenza, no pasó ni media fracción de segundos cuando me cuestionó por la presencia de su familia, le expliqué que se habían ido pero sabía por donde iba su temor, tenía miedo a que su hermana me hubiera sometido a una especie de "entrevista" poco amigable, despeje sus temores cuando le dije que había aprovechado para hacer mis propios pendientes. Me quede sintiendo como sus dedos se deslizaban por encima de mi camisa sobre mi pecho, estábamos en silencio. Quería decirle tantas cosas que todas se agolpaban en mi mente y no era capaz de decidir por donde comenzar, quería presionarla para que buscará una manera de sanarse pero a la vez sentía miedo a lo que ella me dijera. También quería hacer oficial mi relación con ella, al menos con su familia y con la mía.
Tienes que aprovechar el tiempo
Me dije de repente cuando una idea loca, de las más locas que yo recordará se me ocurrió. Me separé abruptamente de ella y la miré.
— Vístete —le pedí pasándole su ropa — Quiero enseñarte algo —agregué. Ella me miró y luego a la ropa entre sus manos, finalmente se comenzó a vestir.
— La última vez que me pediste esto terminamos en una iglesia y yo con ataque de asma —advirtió escéptica mientras terminaba de ponerse la ropa.
— Confía en mí —le pedí mientras le ayudaba a ponerse el abrigo. Tomé una bufanda que estaba en su closet y se la pase junto con un gorro.
— No crees que estoy demasiado abrigada —reclamó rehusando el gorro.
— Afuera hace frío —exclamé protectoramente y ella sonrió.
— Dejemos al personaje guardado en el cajón ¿Te parece? —me pedió saliendo de la habitación. Caminamos hasta el ascensor para bajar al estacionamiento.
— ¿Dónde vamos? —pregunto mirando sorprendida el letrero de la carretera que anunciaba la salida de la cuidad.
— Ya verás —respondí risueño mientras volvía la vista hacía el frente.
— ¿Por qué estamos saliendo de la ciudad? —cuestionó inquieta mientras miraba el paisaje. La ignoré lo más que pude pero era bastante temerosa al o desconocido.
— ¿Iremos a un parque? ¿A esta hora? —cuestionó al cabo de unos quince minutos cuando doble para entrar a un camino de tierra en cuyo principio se encontraba un letrero que indicaba "Bienvenido al Parque Nacional Forestal".
— Qué impaciente eres —exclamé finalmente riéndome mientras disminuía la velocidad.
No recordaba lo lejos que era el lugar sino hasta que miré de soslayo la hora en el panel de la radio — Tal vez no era buena idea después de todo —pensé pero cuando noté el paisaje familiar respiré satisfecho. Detuve el automóvil donde solía hacerlo mi padre cuado nos traía allí. Habían pasado varios años desde que había ido por última vez pero aún recordaba el lugar.
— ¿Ya llegamos? –preguntó pasando su mano por el vidrio que estaba empañado a causa de la calefacción. Afuera estaba todo el lugar completamente mojado producto de la lluvia que había caído tímidamente hacía un rato.
— Sí –contesté bajándome del auto, ella me siguió.
Caminamos la distancia que faltaba, se quejo y era de esperarse, mis hermanas también se habían quejado — Donde esta tu espíritu aventurero mi amor —le dije mentalmente dándole una mirada de reojo sin que ella lo notará. La ayude a caminar entre la tierra y los árboles.
— No es por quejarme pero ¿a que vinimos aquí? –preguntó apretando mi mano mientras caminábamos en la oscuridad.
— Ya verás –contesté haciendo que pasara primero.
Seguimos caminando entre la vegetación hasta que me detuve. No lo recordaba tan hermoso. Mis labios se curvaron en una sonrisa satisfecha, a ella le gustaría.
— ¿Qué? –preguntó al cabo de unos segundos y luego giró su rostro para mirar lo que yo estaba contemplando. Se soltó de mi mano — la impresione —confirmé a verla caminar el poco trecho que faltaba hasta el borde, donde terminaba el camino.
La contemple mirar extasiada el paisaje, miraba a su alrededor embobada por los colores, en su rostro había dibujada una sonrisa sutil pero tan grande que me fascinó.
— Hoy es el día más largo de todo el año, por eso amanece antes. De pequeño mi padre me traía a acampar, no era algo usual sólo lo hicimos un par de veces y una en particular fue en esta fecha. Me trajo a mí y a mis hermanas para ver el comienzo del solsticio de verano –expliqué abrazándola por la espalda. Protegí su cuerpo con mis brazos y entrelace mis manos con las suyas a la altura de su cintura.
— Jamás había visto un amanecer así –confesó en un hilo de voz.
Complacido le di un pequeño y cariñoso beso en sus cabellos, cuando me sintió se giró quedando de frente a mí. Apoye mi frente contra la suya y puse una de mis manos contra su mejilla para asegurarme que su rostro no se separa del mío hasta que terminará de hablar.
— Hace un año atrás me hicieron una entrevista dónde me preguntaron sí alguna vez había estado enamorado y si había tenido novias, he tenido unas pocas y lo cierto es que las he querido pero jamás había sentido amor de verdad por ninguna de ellas. Equivocadamente pronunciaba dos palabras sin saber o siquiera dimensionar ese sentimiento. Hace un par de horas mientras te tenía entre mis brazos y sentí tu piel tibia y suave contra la mía. Me di cuenta que hoy mi corazón estaba lleno de un sentimiento que no puedo explicarte con palabras, para serte honesto, siquiera se si ese sentimiento durara o no pero lo extraño de todo esto es que realmente no me importa, es como si se bastara a si mismo para existir y jamás dimensione, cuando te contacte la primera vez, que podría decirte esto pero real y honestamente estoy enamorado de ti y siento que si murieras moriría contigo.
Confesé besándola en los labios apasionadamente. Era un hecho yo moriría con ella aunque ella no lo creyera.
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