The Illusion
Tuc, tuc tuc
Sentí a lo lejos y abrí uno de mis ojos estaba en el lado opuesto de mi cama y lo que veía era el horizonte blanco de las sabanas más la mesa de noche, el reloj despertador y los números en este – 7:30 – era la hora que marcaba en ese minuto abrí mis ojos estupefacta cuan ancho eran.
— La cague me quede dormida —me dije en pánico mirando a todos lados y si llegaba tarde de seguro me correrían de mi trabajo, ya estaba en el ojo de la Señora Newton, esta vez no me la perdonaría menos después de lo que había pasado con la clienta la semana pasada – ¡maldita vieja! – pensé con pavor.
— ¡Maldición, maldición! —grité hecha un energúmeno en el closet buscando ropa, me metí a bañar lo más rápido que pude y me vestí.
Salí corriendo del departamento y tome el primer taxi que encontré disponible de hecho se lo quite a un par de señoras que, poco vivas, no corrieron cuando el automóvil se detuvo unos metros de distancia de donde se encontraban entonces me subí sin mirar atrás.
— Hotel Charleston y si llega en diez minutos le juro que le pago el doble —le dije al chofer quien aceleró al máximo.
Miré mi reloj y faltaban tres minutos para que dieran las ocho de la mañana, seguro está haciendo mi finiquito pensé desesperada y no podía perder ese trabajo, lo necesitaba para estudiar y para vivir.
Eran exactamente las ocho cuando pisé la entrada del hotel, bajé al zócalo corriendo y como era de esperarse el reto no me lo iba a quitar nadie.
— Buenas noches Isabella ¿Son estás horas de llegar? —me dijo la Sra. Newton apenas notó que había entrado a la peluquería.
Suspiré y que iba a hacer, esta señora era la dueña de mi alma, de ella dependía todos los meses para poder pagar la renta y mis estudios así que tenía que armarme de paciencia y agachar el moño como se dice. Le dí una sonrisa a modo de disculpas a cambio ella me fulmino con la mirada. De seguro todavía no me perdonaba que hubiera terminado con Mike.
— Lo siento, le juro que nunca volverá a suceder, el metro estaba lleno —me excusé y tenía claro que no había excusa posible para esa señora pero al menos debía intentar algo.
—Tienes razón, jamás volverá a pasar porque estas despedida —resolvió y me quise morir en ese instante, quise protestar pero la rabia me consumió y simplemente desistí al ver su sonrisa sarcástica dibujada en el rostro, ella quería una escusa para despedirme y se la había dado por mi estupidez.
Salí del hotel pensando como demonios iba a pagar la renta y mis estudios. Cuando me senté en jardinera que estaba a un costado de la entrada recién me acorde de varias cosas como por ejemplo que Edward no había estado junto a mí cuando desperté, me reí al pensar que solo casi una hora después me había percatado de ese pequeño pero gran detalle. Él había dormido conmigo en mi departamento y no me había dado cuenta de cuando se fue – simplemente perfecto – me dije a mi misma mientras caminaba a tomar el autobús.
— ¡¿Te echaron! —grito Alice por el teléfono
— Sí me echaron —confirmé en un susurró
— ¿Pero Por qué? —exclamó sorprendida
— Me traía ganas hoy fue simplemente la excusa perfecta
Le contesté encendiendo mi notebook tenía que empezar a buscar lo antes posible trabajo y aunque me pagarían mi desahucio eso no me iba a durar para siempre.
— Bueno no te apures ya pensaremos en algo —me consoló
— Pues ojala que pienses pronto porque no se que haré con las cuentas y la universidad
Contesté pesimista mirando como cargaban los programas, mi MSN se activaba automáticamente y me quede sin habla cuando un estridente mensaje en mi pantalla anunció lo que yo, esta vez, no me esperaba.
Edward Cullen está escribiendo leí como una tonta mientras la sonrisita Mode On se esculpía a fuego en mi cara y acordarme de lo que había pasado la noche anterior compensaba con creces el mal rato de la mañana.
— Alice debo colgarte —anuncié presurosa con el corazón latiendo a mil, no alcanzó a pasar medio segundo cuando se sintió un zumbido, corté sin más preámbulo y apague el celular, en eso parpadeo la ventanita del MSN
— ¿Trabajando?
Era la pregunta que se leía y mi estomago se apretó.
— ¿Por qué te fuiste sin despedirte? —contesté preguntando para así evadir el tema de mi trabajo.
— Tenía un compromiso temprano —explicó — lo siento —agrego con una carita de pena que me sobrecogió el corazón "demasiado mino" pensé
— ¿con alguien especial? —le pregunté y era mejor aterrizar colisionando que volar con alas prestadas.
— ¿Por qué asumes que era con una mujer? —me contestó casi al segundo
Buen punto pensé y me reí iba a contestarle cuando él se adelantó.
— ¿Estás en tu departamento? —me preguntó.
Y mi estomago se apretó de los nervios, sentía mi sangre punzar en cada parte de mi cuerpo y sentí mis mejillas sonrojarse de solo pensar en él.
— ¿Por qué?
Escribí nerviosa y no pude evitar reírme como una verdadera sicótica.
— ¿Almorzarías conmigo? —me propuso y eso hizo que me imaginará miles de cosas menos almorzar. Demoré en contestarle y estaba frenética tratando de pensar algo coherente, sentí el zumbido que envío pero todo era completamente surrealista
Él quiere almorzar contigo me repetí en mi fuero interno e hiperventile en mala, parecía estúpida mirando la ventana releyendo la frase una y otra vez.
— ¿Estás ahí? —digitó el sonido de otro zumbido me saco de mi mundo de ensueños estaba tan entusiasmada que olvide por completo mi cesantía.
— Sí
Digité pero cuando quise contestarle me impactó el mensaje en la ventana del MSN, mis ojos se cristalizaron y las lágrimas estuvieron a punto de brotar: Edward Cullen aparece desconectado los mensajes que le envíes le llegarán cuando inicie sesión.
Una alcanzo a brotar por la comisura de mi ojo izquierdo cuando sin lograr reaccionar sonó fuerte y claro el sonido del timbre que me trajo de regreso al mundo real y mi ansiedad se disparó, miré estupefacta el notebook, mis piernas me pesaban de solo imaginarme quién llamaba a la puerta.
Me levanté como una sonámbula y caminé hasta la entrada no muy convencida de cual debía ser mi reacción – ¿Cómo pretende que no me ilusione? – me pregunté con el corazón palpitando en mi garganta. Cuando finalmente abrí la puerta sus labios cerezas curvados en esa sonrisa torcida exquisita me dejaron sin aliento, estaba apoyado en el umbral en esa pose interesante sacada de una película romántica con su blackberry en la mano.
— ¿Dónde quieres almorzar? —me preguntó todo galante y me quede de una pieza.
Él nuevamente en mi departamento por segunda vez en menos de veinticuatro horas, vestido condenadamente sexy y con esa proposición explicita que hacía a mi mente vagar a millones de distintas partes menos a una decente.
Cuando me bajé de su automóvil quise que la tierra me tragará
Mala idea había sido responder a su pregunta con un "sorpréndeme". Estaba arrepintiéndome con creces de no haber decidido un lugar yo ¿Por qué de todos los hoteles o restaurantes tenía que ser este en particular? me pregunté tratando de evitar lo inevitable – a quién tratas de engañar – me recriminé mientras miraba hacía la entrada del hotel Charleston, fue ahí cuando me di cuenta que era imposible siquiera poner un pie sin que alguien me reconociera mal que mal había trabajado en ese hotel al menos cinco años – quién no reconocería a la recepcionista de la peluquería – pensé nerviosa.
Entre indecisa y tratando de evitar a cualquier que pudiera reconocerme pero desde que entré el botones y las chicas de recepción me saludaron animadamente a la vez que en sus rostros estaba dibujada la cara de interrogante y sorpresa por mi acompañante
¿Bella tienes día libre? había sido la pregunta más insistente y como decirle que la Señora Newton me había corrido recién en la mañana. Suspiré incomodo y las preguntas por parte de él no se dejaron esperar.
— ¿Día libre? —cuestionó confundido y yo me reí nerviosa.
— Es una larga y triste historia —le contesté mientras caminábamos por el pasillo en dirección al restaurante que estaba a un costado del lobby del hotel y casi se me cayó la cara cuando noté a mi ex jefa sentada en una de las mesas que estaban al principio del restaurante, faltaban unos cuantos metros para llegar y yo ya quería irme de regreso cuando me sujeto del brazo y me jalo hacía un costado.
— ¿Dónde vamos? —le pregunté entre aliviada y un poco asustada al verlo apretar el botón de llamada del ascensor.
— A almorzar —me respondió divertido mientras esperábamos que llegará al primer piso.
Salió la gente y entramos la verdad se me disparó el corazón de nuevo, cuando el digitó el último piso de ese hotel. Según mi poco conocimiento de la organización de ese hotel allí solo estaba las suites presidenciales – definitivamente me puedo acostumbrar a esto – me dije y mi mente pervertida trabajaba a mil.
Me quede mirando al suelo hasta que se detuvo el ascensor y caminamos por el pasillo, caminamos hasta una esquina y suspiré al ver que deslizaba la tarjeta en una de las habitaciones, la puerta se abrió y me quede de una pieza al ver una mesa completamente adornada para la ocasión – Me pego un tiro – pensé entre mí y ya era demasiado tarde para arrepentirme, era tarde para siquiera pensar que él era simplemente humano y no principesco.
Estaba claro que Edward Cullen era el príncipe azul de los cuentos de hadas y si no hubiera sido porque estaba en shock hubiera llorado de la emoción. Si antes me gustaba ahora lo adoraba y extrañamente estaba perdidamente enamorada de la celebridad, del hombre, del niño, del humano frente a mí. Entré como una colegiala en su mejor momento de histeria colectiva y deslice mis dedos por los cubiertos. Igual que la sirenita en la película cuando encuentra a su príncipe azul las piernas me temblaban y más bien creí que iba a caer al suelo si no me sentaba. Sin aire en los pulmones lo miré y se rió.
— ¿Sorprendida? —me preguntó divertido por mi expresión y yo solo atiné a dar el si moviendo mi cabeza.
Ni en un millón de años hubiera pensado algo así, su voz aterciopelada me trajo de regreso a la tierra.
— ¿Qué te gustaría comer? —me preguntó mirándome a los ojos y era increíble como ese hombre me desequilibraba de esa manera, con solo mirarme ya estaba tendida a sus pies.
— ¿Qué pedirás tú?
— Carne —respondió riéndose y lo miré en shock, vacilé por unos momentos.
— ¿Pizza? —pregunté tartamudeando y él se rió aún más fuerte que yo.
— Eres increíble —me contestó aún tratando de contener la risa.
Tan inocente soy me dije sin entender el porqué de la risa. No Bella es el efecto post Cullen, recuerda no han pasado ni doce horas desde que tuviste sexo con él, tu juicio esta nublado y seguro batirás el record de la estupidez me repetí en mi mente sonrojada hasta las pupilas.
El momento fue interrumpido por un pequeño golpe y él se acercó a la puerta para abrir, entro un carrito y un muchacho que para mi mala suerte yo conocía demasiado bien.
Mike entró y corroboré en pánico que el mundo es un pañuelo, me miró desconcertado y yo simplemente baje la vista. Dejo el carrito con la comida y se fue. Después tendría tiempo de arreglar esta impresión. Entonces quedamos solos otra vez y sus ojos verdes se concentraron en mí.
— Ahora es mi turno de hacer las preguntas —exclamó con picardía mientras quitaba la charola del carrito y la ponía sobre la mesa, me sorprendió cuando destapo revelando el contenido dos hamburguesas más papas fritas en un plato diferente.
¿A donde he visto yo esto antes? me pregunté divertida mientras lo seguía con la vista.
— ¿Hija única o más hermanos? —inquirió
— Para mi desgracia una hermana mayor —respondí
— ¿Cuál es la triste y larga historia de hace un rato?
Preguntó de nuevo sirviendo vino en las copas que estaban en la mesa. Dejo una a un lado y se quedo con una entre las manos, acercó el cristal a sus labios torcidos en una sonrisa y le dio un sorbo al contenido mientras ponía una de las hamburguesa en uno de los plato de servicio, en ese minuto quise que me tragará la tierra.
— ¿Se puede pasar en este juego? —respondí y él enarco una ceja.
— Esta bien —dije tomando aire — digamos que de ahora en adelante tendré mucho pero mucho tiempo libre —susurré recordando con nostalgia mi calidad de cesante.
Tomé una papa frita del plato y sus labios se torcieron en una sonrisa malvada.
— Creo que estoy en claro peligro
Respondió en un susurró tomando la hamburguesa que estaba a su costado y se la llevo a la boca sin quitarme la vista de encima, la masticó. Quité el contacto visual notablemente alterada y ya había cachado donde había visto esta escena antes o mejor dicho donde la había leído.
— ¿Peligro por qué? —pregunté con un hilo de voz tratando de controlar mi respiración.
— Si con poco tiempo tu mente trabajaba a mil no quiero ni pensar con veinticuatro horas al día libre
Exclamó fingiendo un tono de preocupación y yo lo miré contrariada.
— ¿Por qué lees esas historias? —le pregunté curiosa fijando mi mirada en él.
— ¿Por qué las lees tú?
Me contestó de vuelta acercando una silla hasta donde estaba yo, cuando estuvo cerca de mi cuerpo su cuerpo me empujo levemente haciendo que me sentará en la silla detrás de mí. Tomó una papa frita y se la llevo a la boca jugando con ella en el aire la introdujo en su boca y me miró cuando se la comió, la sonrisita estúpida se esculpió a fuego en mi rostro y sentí mis mejillas arder en furia – Por dios, necesito aire y muy pero muy frío – pensé recordando el famoso personaje de la historia aquella que había leído alguna vez.
Tomé presurosa y a tientas la copa frente a mí porque necesitaba valor para estar allí así con él sin caerle encima en ese minuto. Mis manos temblaban, sin esperar tomé el vino servido de un solo sorbo y me serví otra vez. Justo cuando iba a terminar la segunda copa él me sujeto la mano impidiéndolo, la separó de mis labios y la acercó a los propios, bebiendo lo que faltaba él. Me quede de una pieza, aún con la copa sujetada en el aire mirándolo con los ojos abiertos como platos sorprendida.
Se rió entre dientes ante mi expresión – ¡Cómo no te das cuenta! – le grite en mi fuero interno y me corregí al minuto, claro que se daba cuenta que me traía loca, sino porque tomarse la molestia de recrear una escena de una de las cuantas historias que se creaban en torno a él y el personaje. Trague una bocaranada de aire en un intento de mantener a raya mis instintos porque si ese hombre se acercaba un centímetro más yo combustionaba espontáneamente frente a sus ojos. Para mi suerte Edward no leía pensamientos y no me hizo caso, inclinó su rostro hasta estar frente a frente al mío y me habló rozando sus labios contra los míos.
— ¿Y bien? —exclamó entre mis labios dejando escapar un aliento mezclado sutilmente con olor alcohol — ¿por qué las lees? —inquirió con esa voz aterciopelada maldita.
— Porque soy pervertida
Confesé en un susurró apenas audible y él se rió, sus ojos se achicaron producto de la sonrisa y se dibujo un pliegue todo sexy en la comisura de estos que no le había descubierto antes.
— Sabes tengo una teoría al respecto —exclamó separándose de mí abruptamente y me quede con la boca entre abierta casi aportas de besarlo, baje la copa y la puse en la mesa.
Mi corazón estaba a mil y sin duda no tenía sangre en el cerebro porque lo único que pensaba era en su cuerpo sobre él mío friccionando hasta desaparecer fundidos en un infierno mutuo.
Atrás Satanás pensé
Ni veinte mil plegarías te salvarán Bella me grito la vocecilla interna mientras lo miraba quitarse la chaqueta y arremangarse la camisa azul oscuro que traía puesta, igual que el personaje que me había obsesionado.
— Así ¿Cuál? —le pregunté saliendo del transe maldito en el que su cuerpo, su figura y su personalidad me hacían caer.
— Primero no creo que seas pervertida al contrario creo que eres muy pero muy tímida
Me indicó sentándose nuevamente frente a mí y me sonrojé – punto a su favor – tenía razón, es decir, yo podía "escribir" y "decir" muchas cosas pero llegado el momento de los "quiubos" moría como Arturo Prat ahogado, en mi caso ahogada por el pudor.
— Lo segundo es que creo que todos esos comentarios son parte de tus "deseos" más carnales, lidibinosos y ocultos y tercero estoy completamente halagado que yo haya y siga siendo parte de estos deseos —agregó rozando la comisura de mis labios con una papa frita.
En ese minuto me sentía como una tímida Bambi acorralada por el predador a punto de clamar por el socorro de mi madre.
— ¿Crees que soy santurrona? —le pregunté armándome de valor
— Digamos que osada no eres sino más bien "calladita"
Me contestó mordaz y algo se apoderó de mí en ese instante. Iba a demostrarle que no era "una calladita" no se como pero abrí la boca y me trague la papa frita de una vez y lo bese aún masticando. Sujete entre mis manos su rostro para acercarlo aún más lo que prácticamente era imposible.
Profundice el beso, salvajemente nuestras lenguas se acariciaban y mi temperatura aumento de manera descabellada para estar solo besándolo. Me separé lo necesario y sus ojos brillaban de lujuria y sorpresa.
— Aún te falta mucho para ser una dominatriz —susurró incitándome y estaba logrando picar el orgullo.
— Cuidado que te puedes quemar, estas abusando de tu suerte y de esa cara de niño bueno que a esta altura no te compro.
Agregue levantándome de la silla. Tomé entre mis manos la botella de vino que permanecía a un costado de la mesa en una hielera y sí iba a transformarme en alguien así desinhibida tenía que tener un aliciente, me acorde de los comentarios de mi amiga Alice: Bella amiga cuando tu estas un poquito mareada te sale lo yegua, y necesitaba justamente eso. Me tomé el resto del vino de un sorbo y desde la botella y lo miré provocadoramente, camine hasta la mitad de la pieza y comencé a quitarme la camisa de espaldas a él.
— Sobre la mesa esta trillado — le dije mordaz — Esta tarde no quiero al personaje… esta tarde te quiero a ti —agregue y él se levantó de la silla para acercarse a mí.
— Soy todo oídos y materia dispuesta —exclamó mirándome desafiante, tenía sus labios juntos pero en una sonrisa perfecta, suspiré profundo y taconee el suelo cubierto por la magna alfombra al mismo tiempo que enarcaba a una ceja sugerente y él se rió.
Me acerque con la blusa entre abierta, con la sonrisa desafiante y perversa dibujada en mi rostro y sin mucho preámbulo puse mis manos sobre su pantalón, deslice mis dedos y roce su muslo hasta la cremallera de su pantalón. Estábamos frente a frente y podía notar como su respiración aumentaba dramáticamente así que me giré pegue mi cuerpo contra el suyo, él puso su cabeza en mi hombro y levanté uno de mis brazos acercando aún más su rostro, sus labios a la piel expuesta de mi cuello.
Jugué con sus finos cabellos entre mis dedos mientras sentía sus delicados y húmedos besos además de su cuerpo reaccionar cuando comprobé que estaba bastante excitado me separé. Comencé a caminar quitándome la ropa —calladita, veamos ahora quién es la calladita — me dije mientras deslizaba la prenda por mi cuerpo como en el mejor rito de exhibicionismo, y la deje caer al suelo lentamente, luego hice lo propio con mis pantalones procurando que mis manos rozaran con la piel que iba quedando expuesta a medida que iba quedando desnuda, cuando llegue al suelo con la prenda, me giré. Sus ojos estaban tan abiertos y fijo en lo que yo hacía que jamás pensé poder causar una expresión así en alguien, así que deslice mis manos por todo el largo de mis piernas, acariciándolas mientras recobraba la postura erguida, deje mi pantalón atrapado en una de mis piernas y cuando estuve totalmente parada se lo aventé al rostro, él lo esquivo con la sonrisa torcida más amplia que le había conocido hasta ahora.
Se acercó casi corriendo y me giré dándole la espalda, él deslizo sus dedos toda la extensión de mi columna vertebral hasta el broche de mi corpiño, lo que hizo que mi respiración se volará hasta el infinito, desabrocho mi ropa interior y me volteo para encararlo. Tomé entre mis dedos los botones de su camisa y comencé a desabotonarlos pero a diferencia de él y de mi propio querer lo hice lentamente cuando finalmente llegue al último, deslice mis manos por su torso desnudo quitando la prenda. Bajé mi mano hasta su pantalón y lo abrí, de un movimiento seco bajé sus pantalones sin quitarle la vista de encima con la sonrisa pintada en el rostro. Me acerque sujete mis manos en su cintura y puse una de mis piernas entre las suyas, pise para bajar el pantalón completamente al suelo y liberarlo de ella.
— ¿Qué tan calladita te parezco ahora? —le pregunté y él me contestó rozando mis labios con los suyos.
— Bastante menos que la primera vez —me respondió besándome profundamente en los labios. Deslizo sus manos por mi cintura hasta mis nalgas y las apretó masajeándolas atrayéndome hacía su cuerpo, unos gemidos se escaparon de mis labios mientras rompía el beso y enterraba mis labios en su cuello.
Deslice mis labios rozando con la punta de mi lengua su piel que estaba ardiente y sentí como bajo sus manos hasta mi ropa interior, hice que se sentará en el borde de la cama y me senté ahorcajadas en sus piernas, deslice mis manos por su pecho desnudo jugando con su piel blanca exquisita.
Friccioné, un par de minutos, mi cuerpo contra él suyo y cuando sentí como estaba listo y deseoso me levanté, me reí mientras deslizaba una de mis manos por mis pechos mirándolo fijamente. Apretó sus labios y se mordió desesperado el inferior sin quitarme la vista de encima. A poco andar se dio cuenta de lo que estaba esperando y se levantó para sacar de su pantalón el ya conocido "accesorio" para estos momentos de intimidad.
Por primera vez en toda mi vida no me dio vergüenza admirar su cuerpo desnudo mientras fundaba parte de ese escultural cuerpo. Me acerque a él cuando estuvo listo y roce sus hombros con mis dedos, deslice la palma de mis manos por estos hasta sus brazos y baje acariciando éstos, cuando llegue a sus manos las tomé entre las mías las puse en mis pechos desnudos, caminamos de vuelta a la cama mientras sentía como me acariciaba.
Me senté sobre él y comencé ese rito tan exquisito que había iniciado hace un tiempo atrás junto al dueño de mis fantasías más perversas y lujuriosas, el Kamasutra se me había agotado de tanto que lo había imaginado. Guíe los movimientos mientras lo miraba, perdida en sus ojos verdes, comencé a jadear y a entregar mi corazón completamente. Hasta ahora tenía claro y había racionalizado que lo nuestro era sexo casual, buen sexo por cierto pero sólo eso un buen momento iniciado por la curiosidad mutua, él de conocer a una fan y yo de conocer al ídolo pero cuando llegue al orgasmo y una lágrima broto de mis ojos supe que inevitablemente había caído rendida en mi propia trampa lo que me asustó.
Sin poder evitarlo caí rendida contra su hombro tratando de controlar mi respiración y buscando en mi mente la razón para poder detener lo que estaba creciendo en mi corazón de forma desgarradora: la ilusión.
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