jueves, 28 de junio de 2012

¿Y mi final feliz?



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Capitulo VI
Noticias… y algo más


No podía creerlo… 

Sin dar ninguna explicación salí disparada hacia mi habitación, en cualquier momento mi hermano me llamaría y yo debía contestarle. Era extraño que se hubiera enojado conmigo por algo así. 

Llegue jadeando a mi cuarto y con la poca fuerza que me quedaba por la carrera que había dado cerré la puerta, no quería más interrupciones. 

Mientas tomaba mi celular y revisaba las no diez, sino que quince llamadas que Edward me había hecho recordé las únicas dos veces que me había celado. La primera vez fue a mis doce años. 

Amo el chocolate y un día accidentalmente (como siempre) rodé las últimas dos gradas del instituto, en ese momento llevaba una barra de chocolate en la mano y esta quedo aplastada sobre el suelo. Llore, si, lo hice, pero no fue por el golpe, sino por mi chocolate; mi hermano me lo había regalado esa mañana antes de salir de la casa. Cuando deje de hacerlo sentí la mirada de alguien sobre mí y al levantar la vista un niño con unos preciosos ojos azules me veía con su mano extendida intentando ayudarme. 

-Gracias - fue lo único que pude decirle antes de sonrojarme. 

- No te preocupes – me dijo sonriendo – y ya no llores. 

No pude decirle nada porque un auto pitaba y salió corriendo hacia él. Dos días después, tocaron el timbre de nuestra casa, Edward y yo jugábamos en el jardín trasero. 

-Señorita Bella, alguien la busca- me dijo el ama de llaves. 

No pregunte quien era, se me hacía extraño que alguien me buscara pero aun así entre a la casa para ver quién era. 

-Hola – me dijo tímidamente el niño de ojos azules. 

-Hola – conteste mientras sentía mis mejillas sonrosarse. 

- te he traído algo. Espero no te moleste – se acercó extendiendo su mano. Baje la mirada hasta ella y vi una cajita rosada con un listón. Me había traído un regalo y no pude más que abrir la boca de la impresión. 

- Por favor ábrela – me dijo colocándola sobre mi mano. Su rostro estaba decorado con una sonrisa 

Temerosa de lo que podría ser solté lentamente el listón; cuando vi lo que era lleve mi mano desocupada a la boca para evitar un grito. Una enorme, no, gigante barra de chocolate me daba la bienvenida. 

Sentí mi rostro iluminarse, ningún chico además de Edward y mi padre me había regalado chocolate, nunca. 

-Gracias- le dije dándole un beso en la mejilla – esto es tan dulce de tu parte. 

- de nada- hizo una reverencia. Hay, que educado. 

- ¿Quién eres y que quieres aquí? – sentí la voz de Edward, estaba furioso. 

Se acercó junto a mí dando grandes zancadas. Nunca lo había visto así, estaba asustada. 

-Soy Alex Schwartz y vine a dejarle un regalo a Bella- le contesto el extendiendo su mano para saludarlo. Edward simplemente lo ignoro. 

-Ya lo hiciste, ahora vete – se giró hacia mi tomándome fuertemente del brazo. 

-Lo siento – fue lo único que alcance a decirle. 

Edward me había encerrado en mi cuarto y quitado mi regalo diciendo que no conocíamos a ese tal Alex y que tal vez podría tener malas intenciones conmigo porque se veía mucho mayor. Me moleste mucho con él y no le dirigí la palabra el resto del día (El chocolate no tenía la culpa) 

Habían pasado ya cinco minutos y no llamaba… ¿Por qué no lo hacía? 

Seguí recordando mientras esperaba, impaciente. 

La segunda vez fue cuando cumplí mis quince años, antes de que Edward se fuera a Inglaterra. 

Había listones, globos, regalos y pasteles. Por todos lados una y otra persona me felicitaba. Mis quince años, que felicidad (se nota). Mi madre me había rogado hacer la fiesta (literalmente) alegando que yo era su única hija y que la merecía por ser una buena niña. Y como siempre, ella gano. 

Había muchos chicos de mi edad, hijos de colegas de mi padre y de empleados de mi madre. Todos ellos me miraban y yo como siempre me convertía en un camaleón cambiando mi tono de piel de un rosa pálido a un rojo fresa. Edward simplemente me observaba con una sonrisa burlona, si tan solo fuera él el que estuviera enfundado en un vestido y siendo observado por todos tal vez no sería tan molesto. 

Todo iba igual hasta que observe que un chico se le acerco a mi hermano y le susurro algo, no sé lo que le dijo pero su cara se transformó, sus ojos entrecerrados, sus labios con una fría y lineal forma y sus puños cerrados me indicaron que algo no estaba bien. Luego todo sucedió muy rápido, oí a una mujer gritar y a mi padre caminar rápido en dirección a la salida. Una hora después y no había nadie en el salón; un Edward con el labio reventado y un joven con mas que el ojo morado estaban siendo sermoneados por mi padre. Tiempo después gracias al ama de llaves me di cuenta de la razón de la pelea. El chico creyó que mi hermano era otro más que estaba invitado a la fiesta y le dijo que yo me miraba tan bien en el vestido que llevaba que le daban ganas de probarme. Que ser más repugnante, y mi hermano como el gran hombre que era defendió mi honor. 

Diez minutos y nada que llamaba… ¿Se habría molestado mucho? 

Sabía que Alice, Emmett y…. iuuuu, Jacob se encontraban abajo pero no podía irme de mi cuarto. ¿Y si llamaba? Me senté en mi cama a esperar. 

Ring, ring, ring… - sonó mi celular, finalmente. 

-Edward – le hable, pero no contesto. 

- Lo siento – seguía sin contestar 

- Edward ¿Estás ahí? – le pregunte ya que no oía nada del otro lado de la línea. 

- Te tengo una buena noticia – me dijo casi en susurro. Uff… creí que se había muerto. 

- ¿Y cuál es? – pregunte cautelosa 

- Regreso a casa 

- Siiiiiii – grite emocionada - ¿Cuándo lo haces? ¿Pronto? ¿Por qué? ¿En serio? ¿Terminaste la universidad? 

- Bella… Bella, espera – me detuvo – una pregunta a la vez que no te entiendo. 

- oh… lo siento – sonreí 

- Es posible que me tarde más o menos un mes ya que tengo que arreglar cierto papeles en la facultad pero no será mucho problema. ¿Crees que puedes esperar mientras tanto? 

- Sip – estaba brincando sobre mi cama como una loca. 

- Esta bien preciosa – su tono de voz se oía tranquilo, ya no estaba molesto, yupi. Y no le iba a preguntar. 

- Bellaaa – oí gritar a Alice del otro lado de la puerta – puedo pasar – dijo ya más tranquila. Por lo que abrí la puerta. 

- claro, pasa 

- Mmm… ¿Con quién hablas? – me miro ladeando la cabeza 

- Con Edward – le dije sonriendo 

- ¿Edward? – pregunto curiosa. 

- Edward, mi her-ma-no – le aclare. Oí una risa del otro lado del teléfono. 

- oh… tu hermano – entendió y se acercó a mi quitándome el teléfono. ¿Tan poco lo habíamos mencionado que ella no recordaba quien era él? 

- Hola Edward, soy Alice, la amiga de Bella. 

- El placer es mío - solo oía la voz de Alice. Si tan solo activara el altavoz –yo también. Si sería agradable – la duende simplemente sonreía mientras yo le entrecerraba los ojos preguntándole lo que decía – no te preocupes. Yo la cuido muy bien – negaba mi petición. 

- Sí, adiós… yo le diré – término de decir ella y colgó. 

- Alice – le recrimine 

- ¿Qué? Me dijo que tenía que levantarse temprano mañana y no podía seguir hablando – estaba que la mataba – ah, y dijo que saludaras a tus padres de su parte, que los llamaría pronto para darles la noticia. Me pidió que no les dijeras nada. 

Suspire, no me quedaba de otra. Al final no todo había sido tan malo. Edward volvía ¿en qué mundo cabria que eso podría ser malo? 

-Bellita, ya nos vamos – me dijo Emmett desde la puerta de mi habitación – todo estuvo excelente y Esme dijo que podría regresar cuando quisiera – tenía una sonrisa boba en su cara – así que, te veo mañana. 

Alice lo vio feo y luego se volteo hacia mí moviendo la cabeza en señal de descontento. 

-Ok 

Me acerque a ella y le di un gran abrazo. No podía abrazar a mi hermano pero si a mi amiga. 

-Que no te moleste lo de Emmett – le susurre – mama es más que feliz con este tipo de cosas. 

- Pero es que él es tan confiado –seguía negando 

- Mira quién habla – empuje suavemente su hombro. Ella sonrió pícaramente. Sabía que era cierto 

- Vamos – les dije saliendo de mi habitación. 

Bajamos los tres a la sala entre risas. Jacob se encontraba sentado y mi madre frente a él platicándole. 

-Jakie, nos vamos – le hablo Emmett 

- Esta bien – se levantó y le extendió la mano a mi madre despidiéndose – Esme, fue un placer. 

- Igualmente – contesto ella. 

Yo estaba tan feliz, mi hermano regresaría a casa. Ya ni siquiera la presencia de Jake me molestaba, es más, hasta me acerque a él y le di un beso en la mejilla despidiéndome. Emmett me vio raro y Alice movió su vestido intentando no sonreír. 

-Adiós Jake, gracias por la visita. 

-Nos vemos Bella, fue un gusto – repitió lo que yo había hecho. 

Alice y Emmett se despidieron de mi madre con un abrazo. Cuando salí a despedirlos vi que Jake no se subía al jeep sino que a una moto estacionada junto al él, no me lo imaginaba. 

Entre a mi casa dispuesta a ir a dormir después de todas las emociones de ese día pero una seria Esme me esperaba sentada. 

-Te pedí que me lo pasaras – me reclamo 

-Lo siento mama, pero él me dijo que no tenía mucho tiempo para hablar que los llamaría después… solo a ustedes – aclare al final, tal vez eso la consolaría – te mando saludos 

- Está bien - se levantó – que pases buenas noches cariño. 

-Buenas noches mama 

Definitivamente iba a ser una buena noche. en un mes volveríamos a ser mi hermano y yo; bueno y Alice y Emmett.


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Cowboy de mi corazon


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Capítulo 7: Ojalá fuera cierto


Edward se removía inquieto en la cama; los últimos acontecimientos de la noche le impedían conciliar el sueño... no sabía qué misteriosa fuerza le había impulsado para acceder a esa tradición.

Pero no se arrepentía en absoluto; en cuánto sus labios hicieron contacto con la nívea y delicada piel de Bella, un electrizante y a la vez maravilloso hormigueo se adueñó de cada célula de su cuerpo; sintió que su corazón, por primera vez en muchos años, palpitaba de nuevo, rebosante de vida... y todo por aquella chica, que se había ido adueñando, poco a poco, del cariño de todos los habitantes del rancho... y de él.

Su dulce tormento... eran tan frágil, tan delicada, tan joven... su conciencia le gritaba a voz en grito, atormentándolo sin descanso; se llevaban diez años, era prácticamente una niña que, por desgraciadas circunstancias de la vida, había crecido de repente, topándose de bruces con la cruda realidad... pero su corazón clamaba sin descanso por obtener su cariño, por obtenerla a ella entera.

Suspirando con paciencia, de nuevo se revolvió inquieto en la cama; siempre le oía decir a Esme que el corazón no atiende a razones, y ahora lo comprobaba en primera persona... pero la súbita huida de Bella le cayó cómo un jarro de agua fría; se quedó petrificado al verla salir despavorida, pero la familia no le dio más importancia a la cosa. Rodó los ojos ante los aplausos y vítores de sus hermanos, que le felicitaron, sin pudor alguno, por haberse acercado a alguien del sexo opuesto por su propia voluntad. Quiso correr detrás de ella, preguntarle si su atrevimiento la había molestado; cierto es que en las últimas semanas se habían acercado bastante, ya fuera hablando o haciendo cualquier otra cosa; sabía que su presencia no le era indiferente a Bella. Ella se comportaba con sus hermanos de otra manera, y aunque ella misma se encargara de disimularlo, ese sonrojo tan adorable en sus mejillas, o su repentino nerviosismo y tartamudez que se adueñaban de ella la delataban a todas luces.

Pero después de lo ocurrido hace unas horas, la ínfima esperanza que se había encendido en el interior de Edward se desvanecía por momentos.

Poco a poco, se fue quedando dormido, decidiendo antes de caer en la inconsciencia, que mañana le pediría disculpas si el beso la había molestado.

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A la mañana siguiente, una ojerosa Bella encendió las luces de la cocina, dispuesta a preparar el desayuno de navidad sin muchos ánimos. La noche en vela le había pasado factura, y su cuerpo agradeció el café caliente y cargado que se preparó lo primero de todo.

Una tradición... la había besado simplemente por cumplir una tradición... por lo menos, había podido sentir por una vez esa descarga que sufrió su corazón nada más sus labios la rozaron; que sensación tan maravillosa...

El pequeño corazón de la joven se estrujó por la pena... amaba a Edward, ya no tenía duda alguna de ello... no sabía desde cuándo, puede que desde que entrara por primera vez en esa casa, desde que sus ojos lo vieron allí parado junto a sus hermanos... o puede que desde aquel paseo a caballo, dónde él destapó sus sentimientos, dónde el sostuvo su mano tanto rato mientras le hablaba de su madre.

Gimió con frustración, con rabia, con pena... ¿por qué tenía que enamorarse de él?; en comparación con él era una niña; Edward nunca pondría sus ojos en ella, ni la vería cómo algo más que una especie de hermanita pequeña, al igual que el resto de los hermanos Cullen... o puede que ni eso. Que alguien tan cerrado cómo Edward le hubiera abierto su corazón una vez no significaba que fuera a ser así siempre.

Así que después de estar toda la noche dándole vueltas a la cabeza, decidió que enterraría ese sentimiento en el fondo de su corazón, y no permitiría que saliera; dolía, y mucho, pero se conformaría con amarlo en silencio, y en cierta medida, cuidar en la distancia de él, escuchándole y animándole cómo ya lo había hecho.

-Buenos días Bella- la alegre voz de Esme hizo que la muchacha agitara la cabeza, saliendo de sus cavilaciones; esbozando una pequeña sonrisa, le devolvió el saludo.

-Buenos días Esme, feliz navidad-.

-Feliz navidad para ti también, Bella; ¿lo pasaste bien anoche, en la cena?- le interrogó mientras se servía otra taza de café.

-Muy bien- reconoció Bella, recordando lo divertida que estuvo la cena, animada por las ocurrencias de los hermanos -si te soy sincera, es la primera cena de nochebuena que he celebrado en muchos años-.

-Me alegra oír eso, hija- le respondió, devolviéndole la sonrisa -por cierto, el colgante es precioso- Bella elevó su mano, acariciando la estrella con sus dedos. Por lo menos, tendría siempre con ella un pedacito de Edward.

-Es muy bonito- alabó ella también.

-Me sorprendió de Edward, no lo puedo negar- meditó la mujer en voz alta -pero creo sin ninguna duda que es cómo una ofrenda de paz- Bella escuchaba atenta sus palabras -además, se os ve mucho mejor; por lo menos podéis llevar a cabo una conversación-.

-Eso es cierto- susurró Bella, bajando la mirada hacia su taza -bueno... voy a empezar con el desayuno-.

La sabia atención de Esme no pasó por alto el tono melancólico que, inconscientemente, había adquirido la voz de Bella. Hace unos días, los pilló hablando animadamente en el jardín, y lo que vieron sus ojos no ofrecía lugar a dudas. Y ayer, esa estrella de plata le confirmó que lo que vio esa tarde era cierto... solamente esperaba que tarde o temprano Edward cediera a su corazón y que por fin, fuera feliz.

En una animada charla, ambas prepararon el desayuno, y el resto de la familia bajó media hora después. El desayuno fue realmente incómodo, ya se sentía esa penetrante mirada verde fijamente en ella, observando cada uno de sus gestos.

Hoy no se trabajaba en el rancho, de modo que una vez terminaron, Bella se quedó recogiendo la cocina, mientras que el resto de la familia disfrutaba de su día libre. Emmet y Rosalie salieron a pasear con el pequeño Owen aprovechando que no hacía mucho frío; Carlisle y Esme se unieron a la pequeña familia, y Jake y Jasper se perdieron cada uno en sus aficiones.

No sintió los pasos que se acercaban a ella, y el suave toque en su hombro hizo que pegara un respingo, llevándose la mano al corazón y girando abruptamente.

-Lo siento, no quería asustarte- se disculpó Edward, con tono amigable.

-No pasa nada- le quitó importancia Bella; se quedó absorta mirándole, y los sucesos de la noche anterior golpearon su memoria, haciendo que esa ola de pena y desamor se instalaran en su cuerpo.

-¿Quieres dar un paseo conmigo?- le propuso, esbozando esa sonrisa tan bonita.

-Lo siento, tengo cosas que hacer por aquí todavía- se excusó Bella; nada le hubiese gustado más, pero no quería estar a solas con él, se ponía muy nerviosa... demasiado. Edward contuvo la mueca de desilusión, pero esbozó una pequeña sonrisa, que no le llegó a los ojos.

-No importa- tranquilizó a la joven -verás, Bella... yo quería pedirte disculpas por lo de ayer- le explicó con cautela.

-No pasa nada- se encogió indiferentemente de hombros -es una tradición... no hay por qué darle más vueltas al asunto- Edward escuchaba esas palabras, que se clavaban cómo flechas en su corazón... de nuevo se le rompía a pedazos.

-Claro- soltó con un sonoro suspiro -te veo en la comida- salió de la cocina cómo el alma que llevaba el diablo; necesitaba salir de aquella casa. Sin decir una sola palabra, enfiló hacia los establos, ensillando a Concord y saliendo al galope sin rumbo.

A través de la ventana de la cocina, Bella lo vio salir a toda velocidad, espoleando furiosamente a su caballo... no pudo verle la cara, y si lo hubiera hecho, se hubiera dado cuenta del rictus que imperaba en el rostro de Edward.

Cabalgó durante toda la mañana, sin rumbo fijo, hasta que paró enfrente del pequeño lago en el que ambos habían estado hace unos días; sus sospechas se confirmaban después de esa breve pero concisa conversación... ella no quería nada con él, aunque no le fuera indiferente. Su corazón volvió a sufrir un fuerte revés, y era igual o incluso, más intenso de lo que había sentido cuándo rompió su compromiso con Jessica.

Verla a partir de ahora sería una completa tortura; cada vez que la tenía delante, su cuerpo se consumía por el deseo... su mente volvió a recrear el delicado cuerpo e la joven, su piel de porcelana, sus estrechas caderas, la curvatura de sus pequeños pero bien formados pechos... notó que cierta parte de su anatomía despertaba, después de mucho tiempo dormida... dios... si sólo imaginarla era así... ¿cómo sería tocarla de verdad... y hacerle el amor hasta que ambos se consumieran?

Pero a los pocos segundos desechó ese pensamiento de su cabeza... no quería terminar de nuevo con el corazón hecho añicos... aunque ya lo tuviera.

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Las fiestas navideñas siguieron su curso, y pasaron sin sobresalto alguno. En la celebración de nochevieja y año nuevo, Emmet y Rosalie no estuvieron presentes, ya que la pasaron con la familia de ella. De modo que cenaron únicamente Jake, Jasper, Edward, Carlisle y Esme, junto con Bella.

Desde el día de navidad, Bella y Edward apenas cruzaron palabra alguna, aunque cuándo se dirigían el uno al otro lo hacían con educación; por lo menos, las peleas quedaron en el olvido. Edward apenas podía cruzar más de dos palabras con ella a solas, ya que en cuánto la chica sentía su presencia, salia huyendo con cualquier excusa. Carlisle y Esme no notaron nada extraño, ya que esos días había mucho trabajo en el rancho, pero si los hermanos.

-¿No has notado raro a Edward desde navidad?- le interrogó Jasper a Jake, medio escondidos en el establo de los caballos.

-Pues ahora que lo dices... un poco- le dio la razón su hermano, apoyándose en una columna y cruzando los brazos -apenas se miran-.

-Cierto- aprobó Jasper -es cómo si se estuvieran escondiendo el uno del otro-.

-Siento decírtelo... pero nuestro plan de amañar el amigo invisible para acercarlos no está resultando- le recordó Jake, arqueando una ceja.

-Gracias por tu apreciación, Sherlock- rodó los ojos con fastidio -pero yo sigo en mis trece... estos dos suspiran en uno por el otro-.

-Ahí te doy la razón; el otro día pillé a Edward mirando a Bella mientras ponía la mesa con Esme- sonrió burlón -se le caía la baba-.

-¿Por que demonios no le confiesa lo que siente?- bufó Jasper, pegando con la punta de su bota en el suelo -Bella también le quiere, se le nota demasiado-.

-¿Te has parado a pensar que Bella no capta todas esas señales?- le aclaró Jake -es demasiado inocente... en parte estoy con Edward, es una niña- meditó en voz alta.

-Es mayor de edad- le recordó de vuelta su hermano -y puede que tengas razón, y que Bella no sepa captar esas señales, ni la del regalo... apenas ha salido con chicos, a excepción de ese medio novio que tuvo en el instituto-.

-¿Y eso nos lleva a...?- Jake hizo un gesto con la mano, instando a su hermano a continuar.

-Nos lleva a seguir con la segunda fase del plan- resolvió Jasper satisfecho.

-Te escucho-.

-Pasado mañana me voy con Edward a Montana durante dos semanas, a ese comité agrario- le empezó a explicar -y pienso sacarle el tema- Jake meditó antes de hablar.

-De poco te va servir; te lo va a negar y lo sabes... parece que no conoces a Edward- masculló entre dientes.

-Jake... ¿nunca has oído ese dicho... de que los niños y los borrachos siempre dicen las verdades?- le contestó Jasper a la vez que una amplia sonrisa malévola cruzaba su rostro. La carcajada del hermano mayor no se hizo esperar.

¿Vas a emborracharlo para que confiese?; pero si Edward apenas bebe- le recordó.

-Eso dejámelo a mi- replicó éste de vuelta.

-Vale doctor amor- se burló Jake de su hermano -y una vez que lo confiese... ¿qué diablos piensas hacer?; ¿raptarlos a ambos y encerrarlos en una habitación hasta que se declaren sus sentimientos?-.

-No, idiota... piensa un poco... si de algo peca tu hermano es de...- dejó la frase inconclusa, esperando a que Jake la completara.

-¿A qué te refieres?- preguntó confuso. Jasper rodó los ojos.

-Jake... ¿recuerdas que te conté cómo una vez que estabais tú y Bella hablando en los establos, te miraba cómo si quisiera fulminarte?- la mente de Jake seguía en blanco, de modo que Jasper siguió hablando.

-Celos- aquella simple palabra resultó iluminar la mente de Jake, que esbozó una sonrisa lobuna.

-De modo que tu plan es ponerle celoso hasta que confiese- resolvió éste.

-Sip- afirmó, pagado de si mismo -recuerda que Edward es celoso con lo que más quiere... cuándo el y Jessica eran novios, la protegía por encima de todo-.

-De modo que le vas a poner celoso y...- las palabras de Jake fueron interrumpidas por la voz de Emmet, que justo entonces se dejaba ver.

-Le vamos a poner a prueba... todos-.

-¿Lo sabías?-.

-Jazz me lo contó el otro día- le aclaró, secándose el sudor de la frente con la palma de la mano -en cuánto Edward vea que nos acercamos demasiado a Bella...-.

-Inocentemente- acotó Jasper, mirando a Jake -nadie va a seducir a nadie-.

-Eso lo daba por sentado- le recriminó Jake -me parece que nos vamos a divertir... contad conmigo- respondió satisfecho. Los tres hermanos chocaron sus manos, y Jazz sonrió para sus adentros... si dentro de unos meses no eran los tres testigos de la boda de Edward y Bella, dejaría que la encantadora señorita Brandon instalara un escenario en el establo para las reses, con una orquesta en directo.

Unos días después, Edward y Jasper se encontraban en Montana, dónde los congresos y seminarios ganaderos coparon la mayor parte de su atención. Después de cenar, Jasper sugirió a Edward acercarse al bar del hotel, a tomar una copa... a pesar de sus renuencias, finalmente aceptó, dejándole claro a Jasper que una copa y se subía a la habitación.

Después de que las bebidas estuvieran en la mesa, ambos se enfrascaron en un debate acerca de ampliar o no el establo para las reses preñadas. Sin darse cuenta, los minutos fueron pasando... y Edward, que se relajó considerablemente, no se dio cuenta de que su hermano iba pidiendo más copas según se las iban bebiendo. La conversación se vio interrumpida cuándo unas risas femeninas resonaron en el solitario bar del hotel. Dos chicas reían alegres mientras compartían confidencias. Edward giró la vista, observándolas. Una de ellas tenía el pelo color castaño, y le caía hasta media espalda... cómo su Bella.

-¿No están mal, verdad?- Edward giró de nuevo la vista hacia su hermano, que tenía una sonrisa cómplice en la cara.

-No- se encogió de hombros. Jasper notó el tono de voz de su hermano, afectado por el alcohol.

-Edward- le llamó con cautela -¿no crees que estás muy solo?-.

-Así estoy... hip... estoy muy bien, hermanito- arrastró las palabras.

-Son guapas- volvió a señalar a las chicas, pero éste apenas las miró -vamos Edward- le palmeó el hombro -no puedo creer que en todos estos años no te hayas fijado en ninguna- le intentó sonsacar.

-¿Y tú?- le recriminó Edward de vuelta -que yo sepa, tú tampoco tienes ninguna novia a la vista-.

-Tampoco he encontrado ninguna que me interese de verdad- musitó entre dientes, pero la imagen de la señorita Brandon apareció de repente en su cabeza.

-Pues estás mejor as... así- le consoló Edward, agarrando de nuevo el vaso -si te fijas en una que luego no te hac... hace caso es mucho peor- Jasper aplaudió para sus adentros, observando cómo su hermano bebía la copa de whisky casi de un trago.

-¿Por qué dices eso?- interrogó, muy interesado por el giro que tomaba la conversación.

-Por nada- Edward se puso de pie, y tuvo que agarrarse ala mesa, ya que se tambaleó ligeramente -he bebido demasiado, me voy a dormir-.

-Mierda- siseó Jasper, levantándose y dejando unos billetes en la mesa -Edward, espera- alcanzó a su hermano casi a la altura de los ascensores. Al intentar entrar en el interior, Edward por poco arrolla a una pareja que salía de éste, así que pasó un brazo por la cintura de su hermano.

-¿Sabes una cosa, pequeño Jazz?- le preguntó Edward, sonriendo y pasando su brazo por los hombros de su hermano, apoyándose -de hecho... yo sí que me he fijado en una... pero no me hace ni el más mínimo caso- Jazz suspiró resignado... su hermano estaba cómo una cuba, y conociendo los efectos que tenía el alcohol en él, mañana no se podría ni levantar de la cama... pero por otra parte, estaba a punto de confesar.

-No me puedo creer que alguien se resista a Edward Cullen- se burló inocentemente -¿la conozco?- preguntó cómo si tal cosa.

-Ah ah...- le señaló Edward con su dedo índice -es un secreto- soltó con una risita.

Jasper bufó cabreado mientas conducía a Edward a la habitación doble que ambos compartían. Normalmente pedían una para cada uno, pero esa vez no pudo ser, el hotel estaba al completo. Dejó caer a su hermano en la cama, y le quitó la chaqueta y los zapatos; Edward se quedó dormido nada más que su cabeza tocó la almohada.

Jasper se quitó la ropa e imitó a su hermano... había estado a punto de confesar... y por más que lo intentó desde el ascensor hasta la puerta de su cuarto, Edward le taladró los oídos con que era secreto.

Le costó conciliar el sueño, debido al café tan cargado que se había tomado después de cenar, y al cabo de un rato, sin conseguir dormirse, se levantó y se fue al pequeño salón que tenía la habitación. Vio la tele un rato, pero los anuncios comerciales no eran demasiado interesantes, de modo que la apagó y regresó de nuevo a la cama... cuándo un nombre salió de los labios de su hermano.

-Bella...- Edward se removió inquieto, dándose la vuelta y abrazando uno de los cojines que estaba en su cama.

-Edward, ¿estás bien?- le preguntó su hermano en un susurro, pero no recibió respuesta alguna... hasta que éste volvió a murmurar, perdido en sus sueños.

-Bella... mi Bella...- Jasper no insistió más, pero una sonrisa afloró en su cara, a la vez que cerraba los ojos. Mañana llamaría a casa... para informar a Jake; el plan estaba en marcha.

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La semana pasaba tranquila en el rancho Killarney; después de las navidades volvió la frenética actividad de todos los días, y ahora que Jasper y Edward no estaban, apenas tenían un minuto de respiro.

Carlisle revisaba los albaranes y firmaba cheques sin parar... deseaba que Edward volviera de una vez, los números y los papeles no eran lo suyo. Un suave golpe en la puerta de su despacho le sacó de esa tediosa tarea.

-Pase- dijo en voz alta. Esbozó una sonrisa al ver la silueta de Esme, que lentamente cerró la puerta, acercándose a su mesa.

-Venía a ver si podía echarte una mano- se ofreció. Carlisle le abrió los brazos, y ella entendiendo el gesto, se sentó en su regazó, acurrucándose contra él y suspirando satisfecha.

-Apenas te veo estos días- se quejó ella.

-Yo también te hecho de menos- le respondió él, levantando su cara y besándola con ansias. Ella pasó las manos por su cuello, acercándola más hacia su cuerpo y devolviéndole el beso con ganas.

-Carlisle- le reprendió Esme, riendo contra sus labios -nos van a pillar-.

-Es que no puedo contenerme- le respondió éste, con voz ronca -siempre necesito más y más...-le explicó, subiendo una de sus manos hasta el contorno de su seno derecho, trazando su forma con uno de sus dedos. Esme jadeó por el toque, atacando sus labios de nuevo. Sin romper ese pasional beso, Carlisle introdujo una de sus manos debajo de la blusa de ella, acariciando la piel de su estómago... pero unos golpes en la puerta hicieron que Esme saltara de su regazo.

Carlisle esperó unos segundos para responder, atusándose el pelo y poniendo bien su camisa; miró a Esme, que después de imitar su gesto, le indicó que ya podía contestar, poniéndose a leer uno de los papeles que estaban por la mesa.

-Adelante- la cara de Bella asomó por el marco.

-Perdón por la interrupción- a la joven no se le pasó por alto el sonrojo de Esme, ni los labios hinchados de ambos; pero ahogando una risita, hizo cómo si no hubiera notado nada -está aquí la señorita Brandon- explicó -quiere hablar contigo-.

-Hazla pasar- le pidió con una sonrisa. Bella salió de la vista de ambos, y Esme soltó un sonoro suspiro de alivio.

-Por poco- Carlisle la observaba con una sonrisa, tomándole la mano.

-Perdona... pero eres irresistible- la piropeó divertido. Esme sonrió, dejando un pequeño y rápido beso en sus labios, antes de salir.

-Esta noche- le susurró, abriendo la puerta y saliendo. Justo en ese momento, Bella llegaba con la señorita Brandon.

-Adelante, por favor- le indicó amablemente el hombre, poniéndose de pie -creo que las otras veces ha hablado con mis hijos; soy Carlisle Cullen- le ofreció su mano, que la joven tomó, sonriendo educadamente.

-Alice Brandon, es un placer conocerle en persona por fin-.

-¿Quiere un té, café...-.

-Un café, si no es molestia- aceptó la joven, impolutamente vestida con un traje chaqueta gris y una blusa morada.

-Enseguida- Bella salió para preparar el tentempié, y ambos tomaron asiento.

-¿En qué puedo ayudarla, señorita Brandon?- inquirió amablemente.

-Verá, he estado hablando con su hijo Jasper un par de veces, y no sé si le habrá explicado la proposición que le hice- empezó a explicarle, sin más rodeos.

-Algo me comentó- le aclaró Carlisle -pero creo que mi hijo le dejó claro que no estamos interesados en ese tipo de estudios-.

-Pero casi todos los ranchos del condado han aceptado participar- contratacó Alice -ustedes sólo tendrían que poner su ganado y sus establos... y las condiciones económicas son a tener en cuenta-.

Una vez que Bella sirvió el café, Alice le explicó todo lo que le había contado anteriormente al hijo de Carlisle Cullen; éste abrió los ojos cuándo la señorita Brandon le dio la cifra que percibirían por "prestar", por así decirlo, su ganado e instalaciones para ese experimento... además, no suponía riesgo alguno para sus animales, y estarían puntualmente informados sobre los resultados del laboratorio, que analizarían las muestras de carne en el matadero.

-¿Doce mil dólares al mes por participar en el experimento?- preguntó una vez más, patidifuso.

-Eso es- le respondió Alice, esbozando una sonrisa -se ha invertido mucho dinero en estos estudios, y la comisión opina que es un precio justo, dado que invadimos su lugar de trabajo; aparte, si los resultados del laboratorio son favorables, esa cifra se incrementará sustancialmente-.

-Vaya... ¿y ésto se lo explicó a mi hijo Jasper?- preguntó éste, cruzando sus manos encima de la mesa.

-No me dejó terminar, de modo que no llegué a la cuestión de las cantidades- bufó cabreada la señorita Brandon, acordándose del asno integral que era Jasper Cullen. Carlisle meditó unos minutos, hasta que cogió su teléfono.

-He llamado a mi hijo- le aclaró a ésta, una vez colgó. Alice se revolvió inquieta, pero cuándo vio que solo Jake entraba, respiró con alivio.

-Creo que ya conoce a mi hijo Jake-.

-Así es, un placer verle de nuevo- saludó Alice.

-Un gusto volver a verla, señorita- Jake ahogó una carcajada, recordando la primera visita de la señorita Brandon al rancho. Una vez sentados los tres, Carlisle le relató a su hijo todo lo que la señorita Brandon le había explicado.

-Los beneficios son a tener en cuenta- murmuró pensativo, recostándose en la silla; miró a su padre, sonriendo complacido -podemos intentarlo-.

-Perdonen que me inmiscuya; ¿sus otros hijos no pondrán pegas?- interrogó temerosa.

-Bueno... técnicamente, soy el dueño- le aclaró Carlisle -y aunque mis hijos también tienen participaciones en el rancho...- Jake lo interrumpió, acabando la frase por él.

-La decisión final es suya- señaló a su padre con un divertido gesto, que hizo reír a la chica.

-Entonces...- interpeló ansiosa Alice.

-Aceptamos- Carlisle se puso en pie, gesto que imitaron Alice y Jake; le tendió la mano a la joven , que la estrechó complacida. Una vez aclarados los términos, la señorita Brandon quedó en volver dentro de dos días, con el contrato listo para firmar y el equipo para instalar el sistema de audio en los establos.

Una vez Alice Brandon abandonó el rancho, Carlisle llamó a Emmet, contándole su decisión, cosa que también hizo con Bella y Esme en la cena. Bella sonrió divertida ante el rumbo que tomaban los acontecimientos.

-De modo que al final los animales comerán y se relajarán al son de la música- expresó divertida, ya en la cocina, recogiendo y en compañía de Jake.

-Eso parece- le confirmó Jake -el inútil de mi hermano no la dejó terminar de explicarse... si hubiese escuchado tales cantidades, ya tendríamos ese sistema instalado en los establos- Bella cayó en la cuenta... ¿cual sería la reacción de Jasper?; pero Jake pareció leerle la mente.

-Te aseguro que nos lo vamos a pasar muy bien Bells- canturreó con una sonrisa -además, la señorita Brandon pasará dos veces a la semana por aquí, para supervisar el asunto-.

-No me quiero ni imaginar la reacción de Jasper- murmuró Bella, ante la diversión de Jake.

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Una semana después, Jasper y Edward regresaron a casa; llegaron a media tarde, y cuándo cruzaron el umbral de la casa principal, se fijaron en el intenso silencio que reinaba en ella.

-Deben de estar en los establos- se encogió Edward de hombros. Subieron a cambiarse, y ya con los vaqueros y las botas, salieron al encuentro de la familia. Observaron que en la puerta había dos furgonetas blancas, que no pertenecían al rancho, y tampoco les eran conocidas. Bella y Esme estaban en la puerta, y ambas se acercaron a saludarles.

-Bellie Bells- expresó contento Jasper, levantándola del suelo y dándole un cariñoso abrazo; Edward, que estaba abrazando a Esme en esos instantes, se quedó clavado en el sitio, observando la efusividad de su hermano... y una punzada de pena asoló su interior cuándo Bella simplemente le dirigió un simple "hola Edward", que a poco atina a devolver. Después de saludar a Emmet, Jake y a su padre, Jasper se adentró en el establo, seguido de Edward y del resto, quedándose en la puerta, observando trabajar a unos hombres desconocidos, colocando algo en las paredes.

-¿Qué es todo ésto?- interrogó a Jake.

-Verás hijo... al final he decidido aceptar la propuesta de la señorita Brandon- le confirmó su padre, acercándose a él. Los ojos de Jasper se salieron de sus órbitas, mirando a su familia con cara de póquer.

-¿Cómo dices?- preguntó confuso.

Después de informarles sobre el acuerdo alcanzado con la señorita Brandon, y sobre todo, de las cantidades que percibirían, Edward, el encargado de las cuentas, soltó un silbido de admiración.

-Interesantes beneficios- musitó pensativo -nos vendrán muy bien- Jasperlse dirigió una mirada envenenada, ante la diversión de Jake y Emmet.

-Pero bueno... ¿nos hemos vuelto todos locos?- interrogó a su familia -no puedo creer que ahora nuestras vacas vayan a tener nanas para dormirse- inquirió, molesto.

-Vamos Jazz, no es para tanto- le intentó consolar Emmet.

-¿Qué será lo próximo, ponerles camas con sábanas de algodón egipcio?- siguió relatando, moviéndose de un lado para otro -pues yo sigo pensando que esos estudios no valen para nada... dudo mucho que la calidad de la carne dependa en si las vacas están o no menos extresadas-.

-Eso lo averiguaremos en unos dos meses, que se tomarán las primeras muestras- le informó su padre -la señorita Brandon pasará por aquí dos veces a la semana, para supervisar que todo vaya bien- Jasper se giró para mirar a su padre, incrédulo por lo que oía -y quiero que la ayudéis en todo lo que os pida-.

-Estupendo, magnífico- siseó cabreado; ahora tendría a la psiquiatra de los animales metida en el rancho... lo que le faltaba. Justo en ese momento, la música suave de Chopin resonó en el inmenso establo.

-Perfecto- alabó Sam, el capataz- se oye muy bien- dijo, ante la mirada furibunda de Jasper y el divertimento del resto los hermanos Cullen.

Edward observaba a Bella de reojo, colocada entre Jake y Emmet, comentado las novedades que iba a experimentar el rancho Killarney a partir de ahora. Oyó la suave risa de la chica... y una punzada de celos se instaló en su pecho... ¿por qué no podía ser él el causante de su alegría?

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Ahora si nenas, el capi correcto, lo siento, subir tres fics me pone algo bastante perdida...

domingo, 17 de junio de 2012

La bestia del Castillo

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7.- Firmando una tregua
Bella pov


La luz que entra por el ventanal esta matándome. Apenas logre moverme, me sentí tiesa del cuerpo y la cabeza esta a nada de estallarme. 

¿En que estaba pensando cuando decidí tomarme la botella? 

Ah sí… pensaba que nada podía ser peor que seguir acostada a su lado. Sintiendo su calor, su olor. Bueno, esto no es peor, es diferente. 

Gemí de dolor. 

-¿te sientes mejor?- pregunto a mi lado. 

Como invocado de mis pesadillas al abrir mis ojos, con mucho trabajo por cierto, mi esposo me miraba divertido con la cabeza apoyada en un brazo y aun acostado en la cama, a mi lado. 

-¿sigo viva?- pregunte apenas. 

-sí, aunque debo decir que no te ves como una mujer viva, te ves mas como… una mujer que paso la noche en el suelo después de tomar la botella de Whisky- dijo sonriendo. 

-sí… bueno… eso fue lo que hice ¿no tiene nada que hacer? ¿Asuntos que arreglar? ¿Otras camas qué visitar?- pregunte sin importarme que se enfadara otra vez. 

Ya estoy acostumbrada, además no tengo idea de cómo lidiar con él cuando no grita. Porque sus gritos y sus insultos me dan fuerzas para seguir odiándolo. Pero si me mira justo como ahora lo hace, mi cerebro se hace puré y tampoco sé cómo lidiar con un esposo… atento. 

-No. He decidido quedarme hoy todo el día en la cama- dijo sin asomo de enfado. 

-¿esta cama? ¿Quién es usted y que hizo con mí… con el señor de este castillo? Porque obviamente no es usted- dije sin importarme nada y tratando de hacerlo enojar para que se fuera. 

Estoy harta de callar, comer y abrir las piernas, si me va a matar que sea rápido y sin dolor. Tres meses llevo en su castillo y el infierno me parece un mejor lugar para vivir. 

-vaya… veo que has aprendido el sarcasmo de Jasper y la altanería de Emmet, en cuanto a tu primera pregunta la respuesta es sí, me quedare en esta cama y tú te quedarás conmigo- dijo con una media sonrisa. 

Una hermosa y perfecta media sonrisa pintada en su hermoso y perfecto rostro. 

-no, iré al pueblo hoy, tengo ganas de conocerlo. Carmen me llevará - dije llevándole la contraria. 

Este esposo me da más miedo que el otro. Este podría convencerme de vender mi alma si sigue sonriendo de esa manera. Podría convencerme de lo que quiera. 

-no me harás esto fácil ¿verdad? Bella, intento mejorar nuestro matrimonio, sé que no he sido exactamente el mejor esposo o el mejor compañero pero… ya no sé cómo serlo. Llevas tres meses aquí, siento que no te conozco de nada. Por favor, ayúdame con esto. Si vamos a tener una vida juntos al menos hagamos que sea lo más pacífica posible para ambos. Por el bien de los hijos que lleguemos a tener- pidió con un tono de voz que no le conocía. 

Me quede pensando un momento. En otras palabras me ofrece una tregua indefinida, un papel diferente del que ahora desempeño. Quizá algo de respeto de su parte. Si no me atrajo la idea en general, sí me convenció su forma de pedirlo. El hombre frente a mi no se parece en nada a la bestia con la que me case. 

- sí ya soporte lo peor de usted no creo que intentar llevarnos mejor me mate- dije sarcástica. 

-lo dicho… el sarcasmo de Jasper se te pego- dijo con una mueca parecida a una sonrisa - maravilloso, entonces…. ¿Cómo te sientes? - pregunto una vez más. 

- como si una estampida de caballos salvajes hubiera pasado por mi cabeza - dije cerrando los ojos de nuevo. 

- le pediré a Carmen que te traiga algo para que te sientas mejor - dijo acercándose a la cuerda que conectaba a la campanilla en la cocina. 

Unos minutos después de que pidiera algo para mí, regreso Carmen. No la dejo entrar, recibió la bandeja y la dejo en el buro junto a mi lado de la cama. 

- déjame ayudarte- dijo mientras me abrazaba hasta dejarme sentada contra las almohadas. 

Me tendió el vaso con leche caliente. 

Estuvo pendiente de mi lo que duro la tarde, entre sonrisas, algo muy parecido a la ternura y un algo más que dudo sea, porque no creo que él sea capaz de sentirlo… cariño. 

-¿Por qué hace esto?- pregunte desconcertada en la noche, mientras se disponía a bañarse. 

En mi tina. 

-porque… eres mi esposa- dijo sin más. 

Me quede con sus palabras en la cabeza mientras lo veía desnudarse. Es increíblemente atractivo. Su cuerpo musculoso y marcado es digno de admirarse. Me sentí húmeda de excitación. Aunque no entendí porque. No es agradable el acto. No suelo disfrutar casi nada. De acuerdo… nada en absoluto. 

-vamos… las damas primero- dijo mientras desnudo como esta y duro como esta, camino hacia mí y me llevo en brazos hasta dejarme junto a la tina. 

Me desnudo despacio. 

Por un momento solo se dedico a quitarme las prendas. El contacto con sus manos y su cuerpo desnudo y excitado me pusieron peor. Mi cuerpo traicionero se estremeció haciendo que mis pezones se irguieran. 

-¿frio?- pregunto con una sonrisa, apenas asentí- déjame ayudarte con eso también- 

Acto seguido sus labios se apoderaron de mi seno izquierdo mientras su mano cubría el derecho, sin entender bien que pasa me deje llevar, esto sí me gusta. Me tomo de la cintura y me pego a su cuerpo, enterrando su miembro justo entre mis piernas pero sin entrar. Siguió chupando… hasta que sentí sus dientes mordisqueándome. 

Gemí de gusto, es completamente increíble. La humedad creció de manera exponencial. Por primera vez lo toque. Un roce apenas de mis dedos en sus hombros, intensifico las caricias hasta que me colgué de él, las piernas se me hicieron trapo. No me aguantaría de pie más tiempo. 

-hoy te enseñaré como debe ser la interacción entre los esposos… hoy te hare el amor de verdad- dijo susurrando contra mi oído mientras sus manos se quedaban en mi espalda. 

-creí que eso ya lo había experimentado…- dije con lo que me quedaba de coherencia. 

-no… ni siquiera has pasado de lejos por ahí- dijo mientras bajaba sus manos por mis costados y se quedaba en mis caderas. 

Con suavidad me dejo sola en la tina, el agua esta caliente, un poco más de lo que me gusta pero decidí no hacer caso a eso y sí poner atención a lo que me hace con sus manos. 

Las cuales están ahora en mis senos. 

Fue bajando con sus labios por mi cuello, paso por mis senos, bajo por uno y regreso por el otro para después bajar por en medio de ambos. Siguió por mi torso hasta mi vientre. Me quede ahí parada mientras él hacía de mi lo que se le daba la gana. Baje la vista para verlo de rodillas besando mi cuerpo. Mis manos se movieron solas hacía su cabello. Me tomo de las manos y me jalo suavemente hasta dejarme frente a él, hincada también. 

-eres absolutamente hermosa… lamento no habértelo dicho antes- susurro mirándome fijamente. 

No supe que contestar, pero la cercanía de su cuerpo con el mío me hizo moverme en su dirección hasta besarlo. Apenas un roce de mis labios en su pecho. Pero al parecer fue suficiente para él. Se sentó por completo y me jalo con él haciendo un verdadero reguero de agua. Me levanto apenas hasta dejarme a horcadas sobre él. 

-¿qué hace?- pregunte cuando sentí su dureza en mi cuerpo, por fuera aun. 

-no tengas miedo… se siente mucho más de esta manera, al menos tu sentirás mucho más - dijo al tiempo que me levantaba de la cintura y su miembro entraba en mi. 

Gemí sin poder evitarlo, pero no de dolor, sino de gusto, tal como me dijo… la sensación es placentera de una manera que nunca imagine. 

Me movió despacio al principio con sus manos en mis caderas. Pero en poco no necesite que lo hiciera. Mi cuerpo se movía por voluntad y buscando más placer todavía, buscando su miembro aun más adentro de mí, me moví llevada por el deseo, persiguiendo eso que parecía dejarse alcanzar solo para alejarse de nuevo. 

-así Bella… sigue así…- lograba decir con su rostro hundido en mi cuello, sus manos en mi cadera y las mías en sus hombros. 

Por fin me sentí estallar. Apenas pude dejar de gritar y moverme. Apenas pude entender que me pasa. 

Esto jamás lo había sentido, no de esta manera. Nunca de esta manera. Unos minutos después de que él tomara el control de mi cuerpo moviendo a su antojo lo escuche gemir y se estremeció bajo mi cuerpo. No lo había hecho nunca antes. 

-¿ahora vez la diferencia?- pregunto aun con la respiración entrecortada y su mirada en la mia. 

A la luz de las velas me pareció el hombre más hermoso del mundo y pro esta noche parecía mío, solo mío. 

-si… ¿se puede repetir?- pregunte rompiendo el contacto visual, no estoy segura de porque pero necesito tener más de esto. 

-sí, tanto como tú quieras… ¿quieres repetir?- pregunto tocando mi rostro en busca de mis ojos. 

-sí… si aún quiere…- dije sin mirarlo. 

-Bella ¿Por qué nunca me llamas por mi nombre?- pregunto mientras me abrazaba. 

-no sé… no… no sé- dije de nuevo. 

Pero si sé, la verdad es que no me siento en confianza con él, no quiero cruzar los límites que me puse cuando se marcho de mi cama la primera noche. 

No confió en él. 

Aún no lo hago. 

-no confías en mi lo suficiente…- dijo adivinando mi sentir pues no creo que lea mentes - lo entiendo y no te culpo… pero ¿puedes decirlo solo una vez?- pidió con ese tono de voz que me convencería de arrancarme el corazón. 

-¿quiere que lo diga? ¿Por qué?- pregunte mientras me separaba de su cuerpo, por completo hasta sentarme frente a él en la misma tina. 

-porque… no hay nada más excitante que escuchar a la mujer con quien estas… decir tu nombre mientras… ya sabes… llega- dijo sin mirarme esta vez. 

Medite sus palabras, no es una petición que sea muy difícil de cumplir, solo debo decir su nombre… una sola vez. 

-Edward- dije apenas. 

Me miro y una sonrisa perfecta y enorme se dibujo en su rostro. Esa simple sonrisa hizo que se viera mucho más joven de lo que realmente es, que se viera mucho más atractivo de lo que pensé que era. 

-gracias- 

No supe que responder. Así que salí de la tina bajo su atenta mirada. 

-¿viene?- pregunte cuando llegue a la cama, desnuda y mojada. 

Me miro sonriendo de nuevo. Camino hasta mí y me abrazo una vez más. Me sedujo otra vez, me puso al límite de nuevo. 

Esta noche aprendí que montar es mucho más que solo subirse a un caballo. Esta noche no hice otra cosa más que estar sobre él. 

Y él no hizo otra cosa que dejarme estar arriba, moverme cuando ya no podía hacerlo más y llevarme aun más lejos con nada más que sus labios en mi cuerpo, en mis senos y sus manos en mis caderas. 

Edward pov 

Para cuando termino conmigo… porque literalmente termino conmigo, el sol se asomaba por su ventana. Recordé una de muchas mañanas, en otra habitación, en otra cama, con otra mujer. 

Deseche el pensamiento de inmediato. 

Si ya tengo el firme propósito de hacer bien las cosas con esta esposa no debo dejar que los buenos recuerdos opaquen el momento. 

-Señora… abra, tengo que arreglarla para el desayuno… vamos señora… ya despiértese - escuche del otro lado de la puerta a Carmen. 

-Carmen, no saldremos hoy tampoco, deja la bandeja con el desayuno afuera y toca solo una vez cuando lo hagas, no nos molesten y sí alguien me busca… a menos que sea de muerte, no estoy para nadie - dije asomándome apenas por una rendija entre la puerta y la pared. 

-si señor… como usted ordene- dijo la mujer con la sonrisa pintada en su moreno rostro. 

Cerré de nuevo y al darme la vuelta encontré a mi muy rápida aprendiz de esposa despierta y sentada en la cama con su muy hermosa cabellera cubriendo sus muy hermosos senos, mientras la sabana cubría su cadera y su espalda descansaba en el cabezal de la cama, mirándome con una sonrisa casi completa. 

-¿Qué me enseñara ahora?- pregunto mientras quitaba la sabana de una patada. 

-hum… interesante pregunta… veamos que sale - dije caminando hacia el lado donde estaba. 

Uno podría pensar que después de pasar la noche en las lecciones relegadas del arte de amar, nos encontraríamos cansados, adoloridos o algo por así, pero me descubrí deseoso de tomarla de nuevo. Me descubrí impaciente por tomarla de cada manera posible que mi cabeza ideara… 

Apenas la he dejado dormir menos de una hora y solo porque al abrazarla me sentí tan cómodo que no quise arruinar el momento haciéndolo carnal y mundano, para cuando intente meter mis dedos traviesos en su entrepierna, note que dormía. 

La contemple por no sé cuánto tiempo hasta que Carmen interrumpió en la puerta. 

-¿la cama es el único lugar aparte de la tina donde se puede hacer?- pregunto cuando me senté a su lado. 

-no… cualquier sitio que no sea a la vista de los demás es bueno… ¿tienes algo en mente?- pregunte sabiendo que su respuesta probablemente me gustaría. 

Su mirada se desvió hacía el tocador de madera solida. Como dije, su respuesta me gusto. 

Y la respuesta de su cuerpo a mis caricias previas me gusto aun más. 

Apenas a puse sentada sobre la madera abrió sus piernas dejándome acercar tanto como pude a su cuerpo. Bese el hombro despacio mientras mis manos jugaban con sus pezones, acariciando sus senos, arrancándole gemidos pequeños. 

-¿Qué quieres que te haga Bella?- pregunte. 

Quería saber si me pediría algo en específico o solo me dejaría llevarla por donde yo quiera. 

-tóqueme- dijo apenas. 

Baje mi mano hasta su centro, acaricie solo un poco, se separo de mi colocando sus manos atrás y apoyándose en ellas, dejando su centro expuesto y es espera de que yo hiciera más que solo tocar. 

Esa simple acción me puso loco. 

La tome de la cadera acercándola hasta la orilla y sin más espera, mojada como esta y goteando como estoy, entre sin demoras. 

La escuche gemir más alto y sus ojos se agrandaron. Pensé que la había lastimado, hasta que cerró los ojos y separo sus labios pidiéndome más. 

Y la complací. Me moví dentro de ella mientras con una mano la sostenía de la cadera y con la otra acariciaba su botón, sensible y mojado. 

-más… por favor más... no tardare nada en…- y con un último grito me hizo saber que había llegado. 

Me moví un par de veces más antes de correrme en ella. Gemí sin quiere evitarlo, tomarla así es increíble. 

Me quede en su cuerpo hasta que la respiración de ambos fue casi normal, mi verga por un momento sin vida salió de ella haciendo sentir frío. Retire un mechos rebelde de su rostro y la vi sonreír de lo que espero sea satisfacción. 

-¿regresamos a la tina?- pregunto mientras me miraba con los labio entreabiertos. 

Con sus pezones duros y las claras ganas de hacerlo de nuevo.


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listo nenas el capi siguiente

¿Y mi final feliz?


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Capítulo V

Quiero desaparecer a un duende...



Uh… un escalofrió paso por mi espalda, tenía que ser educada y no quería. 

-Un placer – salude disimuladamente. Oh, Alice me las pagaría y con creces. 

- Bienvenidos a nuestro hogar, soy Esme Cullen, la mama de Bella – se acercó mi madre presentándose. 

- Ay, eres tan linda – vi saltitos 

- Gracias Alice, tu igual. Eres una preciosura – no la alabes mama, por favor, que quiero que me ayudes a esconder un crimen. 

Mi padre y Emmett veían la escena con gracia, mientras que… uff, Jake me veía solo a mi (que incomodo). En cuestión de segundos la duendecilla salto a los brazos de mi madre dándole un enorme abrazo. 

-Oh Alice – los ojos de mi madre brillaban de emoción. 

- Bueno, siento interrumpir pero… ¿ya está la cena? Tengo hambre -

- Emmett – lo reprendió Alice, mientras yo me reía. 

- No, Alice, Emmett tiene razón, es hora de comer , ven por aquí – mi madre le extendió la mano, la cual Emmett agarro gustoso como si fuera un niño pequeño al que le decían que santa había llegado – vamos al comedor. Es más vamos todos – se dirigió a nosotros. 

Mi padre lidero el camino al comedor, una vez ahí vi la cara de Emmett pasando de asombro a pura felicidad, era lo menos que podía obtener mama con tanta golosina. Luego de quince minutos entre pláticas (y yo intentando ignorar a Jacob el mayor tiempo posible) mi madre nos llamó a cenar. Entre una ensalada francesa, rollos en salsa de hongos y fetuccini en salsa Alfredo se diría que pase una maravillosa cena, pero no fue así, por pedido de Alice mi posición habitual en la mesa paso a ser de ella dejándome junto a Jacob. 

¿Es que las miradas no iban a acabar nunca? 

Me estaba convirtiendo en una quisquillosa, pero no me gustaba que me miraran tanto, me pone los pelos de punta. 

Ni siquiera me dirigió la palabra mientras nos encontrábamos en la mesa y yo daba gracias a Dios. Se la paso conversando con Emmett sobre Beisbol y con mi padre sobre autos. 

-Mmm… delicioso, jamás había probado cena tan rica – si Emmett, sigue alabando a mama y terminara adoptándote. 

- me alegra que te haya gustado. 

- Yo iré por el postre – les dije, quería salir de ese asiento – regreso en un minuto. 

- Yo te ayudo – Alice se levantó siguiéndome. 

- Así que… - me dijo 

- Así que, ¿Qué? – le pregunte molesta por lo que me había hecho. 

- Bella, no te enojes – se acercó a mi haciéndome su puchero, muy chantajista. – no fui yo, te lo aseguro. Él se acercó a mí después de que te fuiste y me pregunto tu dirección y teléfono y yo pues… lo siento, se me zafó que vendría esta noche. 

¿Le creía? Mmm… tenía que pensarlo. 

-Alice, ya te dije que no me busques novio, no lo necesito. – entre tanto cortaba un delicioso selva negra en trozos. 

-No lo hago – sonrió, que falsa – pero no seas grosera con él, tuve una seria conversación y es una buena persona, ya lo veras. Tan siquiera intenta ser su amiga, ¿sí? 

- Esta bien Alice, pero a la primera señal que se olvide de mí. 

-Siiii – empezó a dar saltitos, ahora entendía a Emmett cuando decía lo de canguro con vestido. 

- Postreeeee… postre, postre, postre – oímos gritar desde el comedor. 

- Emmett – dijimos al unísono. 

Eran las ocho y quince y todos los platos estaban vacíos. Mi padre se había excusado alegando que tenía trabajo que terminar y Alice, mi madre y yo ordenábamos la cocina. No sé dónde se encontraban Emmett y Jacob en ese momento, posiblemente en la sala. 

Ring, ring, ring… timbro el teléfono de la casa. 

-Yo contesto – avance hacia él. 

- ¡Alo! 

- Bella, te he llamado unas diez veces al celular – Ayyyy…. Grite emocionada 

- Edward, Edward. Perdón, lo deje en mi habitación – me excuse 

- Me imaginaba. ¿Y cómo has estado preciosa? 

- bien… pero mucho mejor, gracias a ti 

- Bella, ¿quién es? ¿Por qué gritaste? – mi madre me hablaba desde el umbral de la cocina 

- Es Edward – le dije moviendo el teléfono. 

- Edward – dijo feliz – me lo pasas antes de que corte. 

- Si mama. 

- Entonces ¿Qué tenías que decirme? – fui al grano 

- ¿Es tu novio? –sentí hablar a alguien detrás de mí y muy cerca. 

- eh… No – porque no se desaparecía y me dejaba ser feliz hablando con mí hermano. 

- Bella ¿Quién está contigo? ¿Y porque te pregunta eso? –oí a Edward hablarme con una voz seria del otro lado ya que todavía tenía pegado el auricular al oído. 

- Es Jake, alguien que conocí hoy – omití la segunda pregunta. 

-¿Jake? – pregunto… ¿Molesto? 

- Sí, el. 

- Contesta tu celular – me ordeno y colgó. 

Yo estaba que mataba a Jake y de paso a Alice por haberlo traído. Mi hermano se había enojado conmigo sin yo tener culpa alguna.


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Chicas con mucho atraso pero aqui esta el capi de esta semana... besososososos