martes, 29 de enero de 2013

Cowboy de Mi Corazón.

            


            Capítulo 23:                                      Universitaria

Dos horas y unos pocos minutos después de su partida, la pareja por fin abría la puerta del apartamento; el viaje había sido muy tranquilo, pero en el interior de la joven todavía estaba la pena de dejar el rancho.

-Por fin estamos aquí- murmuró Bella mientras Edward introducía la llave en la cerradura.

-Por fin intimidad- replicó satisfecho; su novia hizo amago de pasar al interior, pero con un movimiento rápido, Edward cogió a su pequeña en volandas, y cual pareja de recién casados, cruzaron el umbral.

-¡Edward!- chilló la joven, ya que el gesto de su novio la pilló desprevenida -¿qué haces?- le preguntó con una risa.

-Cuándo una pareja llega a su nuevo hogar, es tradición que el hombre pase el umbral con su mujer en brazos- le explicó éste cómo si fuera obvio, pero con un deje de diversión en su voz, a la vez que con el pie cerraba la puerta principal de un empujón.

-Eso es para los recién casados- le aclaró ella, alzando una ceja.

-Bueno...- meditó el joven -podemos considerarlo un ensayo; además, me hacía mucha ilusión- Bella no pudo evitar reír al ver el puchero lastimoso que puso su novio.

-Eres un romántico- le contestó su pequeña, acomodándose en sus brazos y dándole un besito en el cuello.

-Bella...- advirtió Edward, serio -no me tientes- los labios de su pequeña hicieron que su piel cosquilleara de manera alarmante.

-Te recuerdo que tenemos pendiente una reconciliación- susurró mientras se acercaba a su boca; Edward correspondió a su beso gustoso y sin chistar; el dulce hálito de Bella hacía que besarla fuera un placer delicioso e irresistible... las piernas del joven empezaron a flaquear, debido a que cierta parte de su cuerpo empezaba a despertar, a causa de las caricias y besos que Bella dejaba en sus labios, en su mentón, en su cuello...

-Bella- el nombre de su pequeña salió de sus labios acompañado por un gemido; pero la joven hizo caso omiso de la advertencia de su novio, y una vez liberó de nuevo los labios de Edward, se dedicó a dejar pequeños besos por su barbilla, y de ahí fue bajando hasta que sus labios quedaron firmemente anclado en su cuello; la incipiente barba le hacía cosquillas... una de sus manos estaba apoyada en la parte de atrás de su cabeza, y el joven pudo sentir los dedos de su pequeña agarrando su cabello.

Incapaz ya de sostenerse en pie, y viendo que no iba a llegar al dormitorio, posó a Bella en la isleta central de la cocina.

-¿No vamos a la cama?- susurró su pequeña contra su cuello, mientras que sus manos se dirigían peligrosamente a los botones de su camisa.

-No creo que aguante hasta allí - contestó resuelto Edward, abriéndose hueco entre sus piernas y tomando los glúteos de Bella, acercándola al borde -además... nunca lo hemos hecho en una cocina- la joven se carcajeó divertida.

-Es verdad; en el rancho no podíamos hacer estas cosas- le contestó con voz baja y ronca, para después atraer los labios de su novio contra los suyos propios; el gemido de Edward se perdió en la garganta de su pequeña... sus lenguas danzaban al son de una melodía ardiente; se estaban besando cómo si no se hubieran visto en años.

Los dedos de Bella llegaron al último botón de la camisa del joven; lentamente fue deslizándola por sus hombros, dejando un placentero hormigueo en la piel del joven. Bella se mordió el labio, sonrojándose levemente cuándo recorrió con la mirada el torso desnudo del joven; sus dedos viajaron hasta los músculos que adornaban ese pecho, recorriendo su contorno una y otra vez.

Edward gimió extasiado ante ese contacto; su pequeño aliado hacía tiempo que ya había despertado, oprimiéndole hasta límites insospechados. De un movimiento brusco tiró de la camiseta de su pequeña, sacándosela por la cabeza y arrojándola al suelo. La visión de los pechos de Bella, envueltos en un sugerente sostén de encaje negro, hizo que un gruñido gutural resonase en la habitación... era un regalo para sus ojos, poder contemplar el cuerpo de su novia.

La joven seguía recorriendo el cuerpo de Edward con sus manos; le encantaba sentir su piel a través de las yemas de sus dedos, maravillarse con la firmeza de sus pectorales y de esa uve que seguía un tortuoso e insinuante camino, perdiéndose en el interior de esos vaqueros de talle bajo, que remarcaban las caderas del joven ranchero. Cuándo las pequeñas manos de Bella llegaron a esa parte tan íntima y sensible, sus gemidos pasaron a ser roncos gruñidos de excitación, sobresaltándose cuándo sintió el ruido de una cremallera bajando.

-Bella..- jadeó con fuerza -eres perversa, ¿lo sabías?- murmuró contra su cuello, el cual no pudo evitar morder al sentir la mano de su novia ya rodeando por completo su parte del cuerpo más íntima. Rápidamente se deshizo de ese sujetador, que poco dejaba a la imaginación, atacando con sus labios y su boca los pechos de la joven. Haciéndola recostarse por completo, recorrió su cuerpo una y otra vez. Bella gemía sin control alguno, mordiéndose el labio en algunas ocasiones para no chillar; sus dedos se enredaron en el pelo de Edward, desordenándolo aún más si era posible. Arqueaba su cuerpo, presa de olas y olas de placer.

-Edward... ahhhh... Edward...- repetía y una vez, rogándole que no parara. Pero el joven levantó su cabeza; la joven se incorporó ligeramente, apoyándose en sus codos. Los ojos esmeraldas del joven la recorrieron una vez más, brillando de deseo y lujuria; cuándo se quiso dar cuenta, le había quitado los pantalones y el resto de su ropa interior y zapatos, quedando completamente desnuda a su merced.

Edward se deleitó con la imagen de su pequeña por unos pocos segundos. Sus manos se anclaron en la pequeña cintura de la joven, para después subir por sus costados. El cuerpo de Bella se estremeció, cómo ocurría cada vez que Edward la tocaba de esa manera.

-Eres una delicia- murmuró el joven, para después capturar su labio inferior y succionarlo a sus anchas.

-Edward...- jadeó ésta -te necesito-.

-Paciencia cariño- hizo que se tumbara de nuevo -quiero que mi pequeña disfrute- susurró muy cerca de su boca; la joven cerró los ojos al sentir los labios de su novio bajar por su mentón, su cuello, el nacimiento de sus pechos; pegó un gracioso respingo cuándo clavó dulcemente sus dientes en su abdomen y pasó su lengua por su ombligo... pero al sentir sus manos acariciar sus pliegues, cerró los ojos con fuerza, formando una graciosa o con sus labios.

-Aaaahhhh, dios... - gimió; los largos dedos de Edward salían y entraban una y otra vez, a la vez que el pulgar masajeaba de forma magistral aquel centro lleno de nervios y sensibilidad; la joven subía y bajaba, cómo si estuviera en una montaña rusa, su cuerpo se tensaba y arqueaba cada vez más... lo que Edward le estaba provocando con esos pequeños movimientos era una sensación inigualable, y su cuerpo no tardó mucho en retorcerse bajo los espasmos del orgasmo.

Apenas tenía fuerzas para incorporarse, pero los brazos de Edward la sujetaron por detrás de su espalda; Bella seguía con los ojos cerrados, tratando de regular su respiración; sintió cómo Edward se acercaba a ella, y dejaba pequeños besos por su rostro, todavía envuelto por pequeñas gotitas de sudor.

-Ha sido fantástico- murmuró sobre la piel de su pecho; todavía temblorosa rodeó su cuello con sus brazos, abrazándose a él con fuerza. El repentino acercamiento provocó que las partes íntimas de ambos se rozaran, y eso bastó para que Edward no pudiera contenerse más.

-Bella...- gimió contra sus labios, para después devorarlos con besos -no puedo aguantar más- sin decir una sola palabra, la propia Bella tomó la iniciativa, terminando de bajarle los pantalones y la ropa interior incluida. Entró en ella con un rápido y fluido movimiento; la calidez del cuerpo de su pequeña era una de las cosas que más le gustaba... sentía que podía tocar el cielo en esos momentos.

-Edward...- dijo la joven, seguido de un sonoro suspiro; los lentos vaivenes de sus cuerpos enseguida pasaron a ser rápidos y alocados.

Ninguno podía parar de jadear y gemir, sumidos en un torrente de emociones y placer: jadeos que por parte de Edward fueron en aumento cuándo sintió las piernas de su pequeña cerrarse más en torno a sus caderas, apretándolo contra ella.

-Bella...- gemía sin nombre una y otra vez, y cuándo no lo hacía besaba cada parte del cuerpo de su novia que sus ojos descubrían.

-Déjalo ir...- siseó ella entre dientes -vamos cariño... déjalo-.

-Dios... ¡Bella!- algo explotó en su interior, y cuándo el todavía convulsionaba dentro de ella, Bella llegó al final ahogando un intenso gemido en los labios de Edward.

La joven cayó rendida en la encimera de la cocina, con el cuerpo de Edward cubriéndola por completo. Las piernas del joven temblaban de manera alarmante, ya que seguía de pie... pero los pequeños dedos de su pequeña peinando suavemente sus cabellos hicieron que poco a poco fuera recuperando el aire.

-Edward- le llamó suavemente.

-Dime cariño-.

-¿Nos hemos dejado las maletas en el rellano?- interrogó incrédula. El joven levantó la cabeza, mirando a su novia.

-Me parece que si- sonrió divertido, a la vez que la suave risa de Bella inundó la habitación... cómo adoraba verla reír de aquella manera.

-Deberíamos ir a por ellas... ¿qué pensarán los vecinos de nosotros si las ven ahí?-.

-No quiero moverme- protestó Edward cual niño pequeño -aquí se está muy bien- dijo mientras se acurrucaba en el pecho de su novia. Ella rió divertida ante tan penoso lamento.

-Edward...- le volvió a llamar -tenemos que deshacer las maletas, y algo de cena- le volvió a decir.

Una sonrisa maliciosa se posó en la boca del joven; se separó de su pequeña y se subió los pantalones en un rápido movimiento, Bella lo observaba con una ceja alzada, pero no pudo reprimir el pequeño grito cuándo su novio la volvió a tomar en brazos, dirigiéndose hacia dónde se suponía, estaba el dormitorio principal.

-¿Qué haces?- le reclamó divertida.

-Ya saldré luego a por las maletas... y pediremos algo para cenar; ahora vamos a inaugurar oficialmente nuestro cuarto- le explicó en voz baja y sugerente -y no pienso dejar que salgas de la cama más que lo justo y necesario; ¿no me has escuchado decirles a nuestra familia que este fin de semana no iríamos?- un hormigueo de placer se instaló en el cuerpo de la joven al escuchar semejante proposición salir de la boca de Edward... definitivamente, no estaba nada mal eso de inaugurar casas.

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Según fueron pasando los días, y después de esa peculiar celebración de bienvenida, la joven pareja se dispuso a organizar la casa. Salieron varias tardes, para comprar diversas cosas que les hacían falta, cómo ropa de cama, toallas y un sinfín de objetos que poco a poco, fueron haciendo más hogareño el apartamento. La casa estaba completamente amueblada, con un toque moderno y actual. Poco a poco las estanterías y cajones se fueron llenando de libros, fotos, Cds de música, la ropa y un largo etcétera. Bella estaba encantada con la cocina; era grande, espacios y muy moderna, con electrodomésticos de última generación; poco a poco fue colocando todos los utensilios en su área de trabajo, cómo la llamaba ella.

Tres días antes del comienzo de las clases, ya con todo preparado para ello, estaba preparando el almuerzo cuándo oyó voces en la entrada, y la puerta cerrándose. Edward apareció por la cocina.

-¿Ya han terminado?- le preguntó, mientras daba la vuelta a los filetes de ternera.

-Sip- contestó su novio -ya estamos conectados con el resto del mundo- exclamó satisfecho -ya funcionan tanto la línea de teléfono cómo el módem de internet-.

-De modo que ya podrás empezar a trabajar- comentó su pequeña.

-Mañana mismo- le dio la razón -así que vamos a inaugurar el teléfono; tengo que llamar a casa para darles el número, y el del fax- le explicó mientras cogía el inalámbrico y marcaba el número del rancho; al de seis tonos, cuándo ya estaba por colgar, por fin contestaron.

-Rancho Killarney- dijo una voz que conocía a la perfección.

-Hola Jake- saludó a su hermano.

-¡Edward!; por fin dais señales de vida- replicó burlón.

-Hablé con papá hace dos días, así que no exageres- contestó resignado el joven -¿cómo va todo por ahí?-.

-Sin novedades en el frente; nosotros estamos bien, papá y Esme también, Alice y Jasper también, Emmet y familia bien... las vacas y los toros están divinas- acabó de explicarle, con una risita divertida.

Hablaron durante unos minutos, mientras Bella ponía la mesa; le dio los números y un par de indicaciones más acerca de unos albaranes que se había olvidado. Su pequeño le tocó suavemente el brazo, para indicarle que la comida estaba ya en la mesa.

-Jake, te voy a tener que dejar; la comida espera en la mesa- le dijo, a modo de despedida.

-¿Qué tienes de menú?- le preguntó su hermano mayor.

-Pues...- echó un vistazo rápido -ensalada y filetes de ternera en salsa- le dijo, con el ceño fruncido -¿por qué...?-.

-Ahhhh... amo esos filetes en salsa que cocina mi pequeña cuñada- exclamó con un suspiro lastimoso.

-Te recuerdo que dejó comida en el congelador cómo para un batallón de artillería- suspiró Edward, dándose paciencia así mismo -deberías aprender a manejar el microondas- le aconsejó, sarcástico.

-No es lo mismo- protestó Jake -aaahhhh... esa tarta de manzana que preparaba...-.

- Y que seguro vuelve a preparar cuándo vayamos los fines de semana- respondió cansado Edward.

-Más os vale; sino iré yo mismo a buscar a Bellie Bells- respondió pagado de si mismo.

-Seguro- rodó los ojos su hermano pequeño -escucha Jake, te tengo que dejar, sino se enfriará la comida; dile a papá que le llamaré esta noche para hablar sobre el nuevo proveedor del pienso-.

-Está bien; dale un beso a Bella-.

-Otro para todos vosotros- finalmente cortó la llamada, y pudo sentarse a la mesa, dónde su pequeña ya le estaba esperando.

-¿Cómo va todo por allí?- interrogó su pequeña mientras servía la ensalada.

-Bien; creo que Jake echa de menos tu comida- le explicó, con una pequeña risa.

-Eso seguro- le dio la razón ésta, para después proseguir con el almuerzo en una animada charla.

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El primer día de clase llegó, y Bella no podía ocultar sus nervios. Su novio le había prometido que la acompañaría, para después dirigirse al centro a resolver unas cuestiones bancarias. Fuertemente agarrada a la mano de Edward, en menos de diez minutos llegaron a la facultad de magisterio. La joven miraba el imponente edificio mordiéndose el labio inferior; su novio notó su estado de nervios, y tomándole la otra mano hizo que le encarara.

-No estés nerviosa; lo vas a hacer muy bien- la animó; su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole sus palabras.

-Tengo clase hasta la una- le recordó -estaré enseguida para comer- Edward sonrió mientras negaba con la cabeza.

-Tranquila por eso; estaré en casa esperándote- la tranquilizó antes de inclinarse y besar suavemente sus labios.

-Gracias por animarme tanto- susurró su pequeña, escondiendo su cara en su cuello; sintió las manos del joven acariciando suavemente su espalda.

-Siempre estaré para ti- le recordó éste -que tengas un buen día- se despidió de ella, besando brevemente su boca de nuevo.

-Tú también- le deseó ésta, para después echar a andar hacia el interior del edificio. Edward la siguió con la mirada, y cuándo vio que pasaba la puerta se marchó rumbo al centro.

Los pasillos estaban atestados de alumnos; muchos de primer año, al igual que Bella. La joven sacó de su bolso la carpeta, intentado encontrar el horario y el número de aula que le correspondía a primera hora; finalmente pudo orientarse y llegar al aula 16, para su primera clase, sociología de la educación.

Tomó aire ruidosamente antes de traspasar el marco de la puerta; llegaba dos minutos antes de la hora, así que la clase estaba ya estaba bastante concurrida. Encontró una silla vacía y allí se sentó; justo en ese momento entraba el profesor.

Una hora después la joven abandonaba ese aula, para encaminarse a su siguiente clase con paso apresurado. El señor Hillmen, el profesor de sociología les había entretenido unos minutos más de la cuenta, y apenas tenía tiempo para llegar a la próxima asignatura, desarrollo psicomotor. Por suerte los salones de esas dos asignaturas estaban casi pegando, de modo que lo encontró sin problemas. Llegó a tiempo, y cuándo buscaba un sitio libre para sentarse, una chica morena, con el pelo liso y negro y claros rasgos nativos hizo una seña con su mano, en su dirección. Bella frunció el ceño... era imposible que la seña fuera dirigida para ella, no la conocía; miró hacia atrás, pensando que ese gesto iba dirigido a alguien que estaba detrás suyo, pero no había nadie.

La joven morena volvió a hacerle el gesto, y Bella se acercó a ella, extrañada.

-Hola- saludó jovialmente la chica al llegar a su altura -te he visto antes en clase de sociología; estabas sentada al lado de la ventana- le explicó. Bella asintió con una sonrisa tímida.

-Es verdad; me llamo Isabella Swan, pero todos me llaman Bella- se presentó con timidez.

-Yo me llamo Leah, Leah Tompson- se presentó de regreso -te he visto entrar y te he guardado un sitio- le explicó -si quieres sentarte- le ofreció.

-Claro- asintió contenta Bella, para después tomar asiento -no me había dado cuenta de que estábamos en la misma clase- se medio disculpó.

-No te preocupes; había mucha gente- la tranquilizó ésta -no tienes acento texano, ¿de dónde eres?-.

-De un pequeño pueblo del estado de Washintong, llamado Forks- le explicó -hace un año que vine a Texas- le relató escuetamente. Leah asintió, y ambas conversaron distendidamente hasta que entró en escena la señora Vods, la profesora. Leah resultó ser muy simpática y abierta, y a Bella no le costó mucho perder su timidez inicial; además, era bueno conocer a gente ya el primer día.

-Vaya- musitó la joven morena cuándo la señora Vods dio por finalizada la clase -esta profesora es un hueso-.

-Parece seria y exigente- le dio la razón Bella -yo ahora tengo hora libre- le dijo, cambiando de tema.

-¿En serio?; yo también- exclamó Leah -debemos revisar los horarios; creo que prácticamente son iguales-.

-Seguro que sí- contestó Bella con una sonrisa -¿vamos a tomar un café?- le propuso.

Las jóvenes se dirigieron a conocer ese rincón del campus vital para cualquier estudiante; la cafetería, que por cierto, estaba abarrotada de gente. Consiguieron encontrar una mesa vacía entre tal marea humana, y por fin pudieron acomodarse delante de dos deliciosos capuccinos.

Efectivamente, los horarios de ambas eran prácticamente idénticos, así que iban a coincidir en la mayoría, a excepción de una optativa, que Bella tenía los jueves por la tarde, y Leah los martes. El resto de los días sólo tenían clase hasta la una del mediodía.

-¿Vives cerca del campus, en alguna residencia?- interrogó Leah.

-Vivo en un apartamento en Jefferson Street- le explicó -está a diez minutos andando; -¿y tú?-.

-Mi marido y yo nos acabamos de mudar al barrio de Kendall- la joven castaña abrió los ojos por la sorpresa, y disimuladamente buscó la mano derecha de Leah; no se había fijado, pero efectivamente, en el dedo corazón destacaba una alianza de oro. Ésta adivinó los pensamientos de Bella.

-Sé que soy muy joven; tengo veintidós años- le explicó, adelantándose a la pregunta.

-Eso no tiene nada que ver- añadió Bella -cada uno tenemos unas circunstancias... y cada cual decide a qué edad quiere casarse y formar una familia-.

-Eso mismo pienso yo- aprobó Leah -un día te presentaré a Randall; trabaja en una empresa de construcción- le siguió contando -¿y tú?, ¿hay alguien en tu vida?- Bella sonrió cómplice.

-Se llama Edward; y también vivimos juntos- le contó -nos hemos mudado aquí desde Huntsville para que yo pueda estudiar-.

-¿A qué se dedica?-.

-Su familia tiene un rancho allí; él ahora va a trabajar desde casa, llevando la contabilidad y atendiendo a los clientes de esta zona- Leah la escuchaba atentamente, hasta que fueron interrumpidos. Al volverse se encontraron con una chica y dos chicos.

-Disculpad que os interrumpamos- se excusó uno de los jóvenes -os hemos visto en la clase de la señora Vods... -.

-No pasa nada- sonrió Leah.

-¿Queréis sentaros con nosotros?- les ofreció Bella; los chicos tomaron asiento, y enseguida entablaron conversación.

Los chicos se llamaban Henry y Zack; Henry era alto, rubio y muy simpático y afable; Zack también era alto, con el pelo castaño y un gran sentido del humor, cosa que a Bella le recordó sin duda alguna a sus cuñados.

La chica se llamaba Annie, y era guapísima; con unos rizos color castaño preciosos, y grandes ojos color avellana. Al principio se mostró un poco reservada, pero poco a poco se fue abriendo. Los cinco estudiaban la misma carrera, por lo que coincidirían en la mayoría de las clases. La charla se alargó un buen rato, y cuándo dio la hora los chicos se dirigieron a su siguiente asignatura.

Al mediodía Bella se despidió de sus nuevos compañeros para emprender el camino de regreso a casa. Deseaba ver a Edward y contarle todas las novedades e impresiones... pero al atravesar la verja principal del campus, lo vio apoyado en una pared, con las manos metidas en los bolsillos. Apresuró el paso para ir a su encuentro; Edward giró la cabeza, y apareció una sonrisa inmensa en su rostro mientras veía a su pequeña estrellita acercarse.

-Hola- musitó su pequeña nada más llegar a su altura, para después refugiarse en sus brazos.

-Hola cariño- la saludó de vuelta -¿cómo ha ido el primer día de clases?- interrogó con verdadera curiosidad.

-Muy bien; he conocido a la mayoría de los profesores... y he hecho migas con varios compañeros- le explicó contenta. Edward la escuchaba feliz; era tan tímida y retraída cuándo la conoció que le preocupaba que le costara adaptarse; pero parecía que había superado su primer día sin problemas.

-¿Y cómo es que te ha dado por venir a buscarme?; pensé que me esperarías en casa- le preguntó Bella, después de unos minutos de charla.

-Se me ha hecho tarde en el banco, y no he ido a casa; he venido directamente aquí- le explicó -y de paso, te invito a comer- le propuso.

-Me parece una idea estupenda- aprobó la joven, rodeando su cuello y besando sus labios, gesto que Edward correspondió gustoso. Cuándo se dio cuenta de que Bella le costaba respirar, fue separándose de ella, dejando tiernos y cortos besos en sus labios y rostro.

-Respira- murmuró en voz baja, viendo que su pequeña hacía esfuerzos por tomar aire. Ella fue a protestar, pero Edward la silencio con otro beso, para después tomar su mano y perderse ambos por la ciudad.

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Listop Muñecas, cumpli con otro capi!  Las quiero Mucho, comenten... :D

martes, 22 de enero de 2013

Cowboy de Mi Corazón.

        


          Capítulo 22:                                      Nueva etapa

Después de ese sábado inolvidable del mes de agosto, la tranquilidad se instaló en el rancho Killarney. Dos días después de la celebración de sus esponsales, los flamantes señores Black cogieron un avión rumbo a Hawai, dónde les esperaban tres semanas de merecido y necesitado descanso.

Rosalie y Emmet también se tomaron unos días de vacaciones, aunque de menor duración, y partieron hacia las playas de California, dónde el pequeño Owen descubrió el mar y se dio su primer baño veraniego.

Dado que no podían dejar el rancho desatendido, Jasper y Edward se quedaron, después sería su turno para el descanso. Jasper y Alice no tenían intención alguna de irse a ningún sitio, pero a la vuelta de Emmet, disfrutaron de unos días tranquilos, dando paseos y saliendo al cine, a cenar; poco a poco y desde la boda, Alice fue abriéndose al joven, y permitiendo que la conquistara más aún, si era posible. Jasper sonreía cómo un tonto enamorado cuándo iban por las calles de Hunstville y ella, en un gesto espontáneo, le tomaba de la mano para caminar juntos. Ella se derretía entre sus brazos cada vez que la dejaba en su casa y la besaba hasta quedarse sin aliento... definitivamente, ese hombre arrogante le estaba devolviendo las ganas de vivir.

A principios de septiembre, Emmet tuvo que reincorporarse a su trabajo de informático, por lo que Jasper volvió a la rutina del rancho; Jake y Nessie ya habían regresado de su viaje de novios, retomando también sus respectivas jornadas laborales, por lo que fue el turno del hermano pequeño.

Edward y Bella se enfrascaron en la búsqueda del que sería su hogar. Las clases empezaban la primera semana de octubre, y querían estar allí unos días antes, instalándose tranquilos.

Su novio contrató los servicios de una agencia inmobiliaria, así que se pasaron allí tres días, viendo apartamentos. Finalmente lo encontraron; grande y luminoso, completamente amueblado y con tres dormitorios. Ya que Edward trabajaría la mayor parte del tiempo en casa, el apartamento estaba muy cerca de la facultad, tanto que en diez minutos a pie se llegaba. Después de acordar un precio de alquiler, que a Bella le pareció un poco elevado, su novio firmó el contrato y dejó la fianza; se sentía incómoda, Edward cargaba con todos los gastos del piso. Casi todo el dinero que Bella había ganado en el rancho se fue para pagar la matrícula. Pensó en buscarse un trabajo a media jornada, aunque fuera para contribuir un poco, pero Edward se negó en redondo, aludiendo que de lo único que tenía que preocuparse ella era de estudiar. Los hermanos Cullen tenían cada uno un tanto por ciento de las acciones del rancho... y era un hecho que el rancho originaba miles y miles de dólares al año. Si Edward quisiera, podría hasta comprarse un par de casas sin necesidad de pedir un crédito al banco.

Esa cuestión les acarreó la primera discusión más o menos fuerte desde que eran pareja; incluso una noche Edward se fue a dormir a su cuarto, realmente enfadado... él sólo quería que su pequeña estudiara y cumpliera sus ilusiones... y por el dinero no tenía que preocuparse... para eso estaba él; llevaba años trabajando y ahorrando, y no le importaba en absoluto compartirlo ahora con su novia; pero Bella no cedió, y se pasó dos días sin apenas hablarle.

La joven estaba que se moría por dentro; no le gustaba estar así con Edward... pero sentía que se estaba aprovechando de él y de su generosidad. Al tercer día se levantó más disgustada aún... era trece de septiembre, su cumpleaños. Cumplía veinte años, casi no se lo podía creer. Mientras se duchaba y vestía hizo un repaso mental de todo lo que le había sucedido en ese año... en otras dos semanas sería el primer aniversario de la muerte de su padre y de su llegada al rancho Killarney.

Desde que abandonó Forks, no había vuelto a tener noticias de su abuela; supuso que no la echaba de menos en absoluto, pero ella tampoco. Recordó su llegada al rancho, cómo la acogió toda la familia... la primera vez que vio a Edward, esos primeros meses tan difíciles en la convivencia de ambos, cómo poco a poco ambos fueron enamorándose perdidamente el uno del otro, el momento en el cual él se le declaró, bajo las estrellas... y también la primera vez que hicieron el amor... la dulzura y el cuidado de Edward esa noche.

También repasó, con una pequeña sonrisa, las vivencias con las chicas, los momentos divertidos que había pasado con ellas y por supuesto, con sus cuñados; los momentos felices de la boda de Jake y Nessie... en definitiva, había sido un año lleno de cambios en su vida.

Mientras bajaba las escaleras, se preguntó con pena si Edward la felicitaría por su cumpleaños... qué distinto era ese día al veinte de junio, día en el que despertó a su novio con un beso de felicitación por sus veintinueve primaveras. A Edward no le gustaba celebrar el día de su nacimiento, ya que eso trajo consecuencias fatales para la familia... pero entre todos lograron convencerlo, incluido su padre, pero sólo accedió a una cena en el rancho, íntima y familiar.

Y hoy también había cena en familia, para celebrar su cumpleaños y por así decirlo, su despedida temporal del rancho; dentro de una semana Edward y ella se mudaban a San Antonio. La mayoría de sus cosas ya estaban allí, junto con las de su novio; torres de cajas esperaban apiladas en su ahora casa para ser desembaladas.

Nada más atravesar la puerta de la cocina, unos brazos enormes la levantaron en el aire, en un gigantesco abrazo.

-¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliiizzzz...!- cantaba Jake, a la vez que la giraba en el aire. Bella reía divertida.

-Me voy a marear, déjame en el suelo- le pidió.

-Jake, no seas bruto- nada más oír las palabras de su esposa, éste posó a su cuñada en el suelo, pero la propia Nessie se adelantó para abrazarla y felicitarla.

-Felicidades Bells; de parte mía y de los renacuajos- le dijo divertida mientras se separaban y ambas miraban el vientre de la joven, que a pesar de haber entrado en el cuarto mes de gestación ya era notorio, al llevar dos.

-Muchas gracias a los dos- agradeció la joven, con una pequeña sonrisa. En ese momento entraron Carlisle, Esme y Jasper por la puerta.

-Muchas felicidades hija- le deseó Esme con uno de sus maternales abrazos, al igual que hizo Carlisle. Jasper también la felicitó... pero Bella echó de menos a una persona.

-Sam ha venido a buscar a Edward- Jake se adelantó a los pensamientos de Bella -vendrá dentro de unos minutos para desayunar- la joven asintió con una pequeña sonrisa, y se concentró en su tarea de preparar el desayuno, con la ayuda de Nessie y Esme. Preparó tortitas, una de sus especialidades, huevos revueltos, el café, té para Nessie y sacó un trozo de bizcocho que sobró del desayuno de ayer.

A los cinco minutos de estar sentados en la mesa, apareció Edward, que dio los buenos días de forma general. Bella se mordía el labio nerviosa mientras observaba cómo su novio tomaba asiento a su lado.

-Feliz cumpleaños- le susurró Edward, inclinándose hacia ella y dejando un suave beso en su mejilla. Su pequeña respiró aliviada... pensaba que al estar enfadados, no le felicitaría.

-Gracias- musitó de manera tímida y un poco sonrojada.

Esa fue la única vez que se dirigió a ella, ya que su novio se enfrascó con su padre y hermanos en los asuntos del rancho. Nessie y Esme se percataron de la escasa interacción de la pareja, pero esperaron a que los hombres se levantaran y se despidieran de ellas para preguntarle a la joven.

-¿Pasa algo?- interrogó Esme a Bella, realmente preocupada.

-¿Por?- interrogó a su vez Bella, levantándose y llevando platos al lavavajillas.

-Habéis estado un poco ausentes el uno del otro- le explicó Nessie a su cuñada -es más... lleváis unos días raros; ¿habéis discutido por algo?- Bella suspiró resignada, pero era cierto que se les notaba que estaban enfadados... pero no sabía si debía hablar de ello.

-A veces es bueno desahogarse- le recordó Esme, con una sonrisa tranquilizadora. Dándose por vencida, volvió a la mesa para tomar asiento entre ambas.

-¿Se nota demasiado, verdad?- preguntó con una mueca de tristeza.

-Bueno- sopesó Nessie -Edward no se corta en cuánto a muestras de cariño se refiere- Bella le dio la razón para sus adentros.

-¿Qué ha pasado, cielo?; sabes que puedes confiar en nosotras- la intentó animar Esme.

-No le diremos nada a los chicos, tranquila por eso- sonrió cuándo Nessie le guiñó un ojo, de manera cómplice.

-Edward carga con todo el asunto económico... y yo me siento una inútil y aprovechada- les explicó, abatida y cabizbaja. Nessie frunció el ceño, señal de que no entendía nada... pero Esme sabía por dónde iban los tiros, e intentó tranquilizar a Bella.

-Cariño... creo que es lógica la postura de Edward; tú bastante haces con pagar la matrícula de la universidad-.

-Pero siento que abuso- se quejó de nuevo la joven -si mi abuela no hubiera malgastado todo el dinero que nos mandaba mi padre...- siseó frustrada y rabiosa.

-Bella- la llamó Nessie, para que la mirara -no creo que Edward piense eso... y menos de ti; lo único que quiere es que seas feliz, y que estudies-.

-Además, sí tu no estuvieras con Edward y hubieses querido estudiar... ¿crees que Carlisle no hubiera hecho lo mismo?- la pregunta de Esme dejó fuera de combate a la joven castaña -Carlisle se prometió a si mismo, y a tu padre- le recordó -que él cuidaría de ti-.

-Sólo que ahora es Edward- Bella sonrió ante la aclaración de Nessie -háblalo con él, es lo mejor que puedes hacer-.

-Y no debes preocuparte por el tema económico- le explicó Esme -habla con Edward, con calma y tranquilidad; escucha su versión y sus motivos-.

Después de escuchar los consejos de ambas, Nessie se despidió para irse al trabajo, y Esme se fue al pueblo, para resolver diversas gestiones.

Cuándo terminó de recoger la cocina y de recoger su habitación y la de Edward, decidió ir a visitar a su padre. Iba siempre una vez al mes, pero desde la semana anterior a la boda y después, con la búsqueda de apartamento y mudanza apenas había tenido tiempo. Quería despedirse de él, contarle un poco la nueva vida que iba a empezar... y necesitaba reflexionar a solas sobre cómo pedirle disculpas a Edward, y explicarle su punto de vista.

Se cambió de ropa y se encaminó al garaje; cogió las llaves del volvo de Edward, y suavemente salió para coger la carretera que llevaba al cementerio. Compró unas flores en el establecimiento de enfrente, cómo siempre solía hacer, y se adentró hasta el lugar dónde reposaba Charlie.

Permaneció más de media hora frente a la lápida, contándole a su padre en voz casi inaudible los acontecimientos que estaban por suceder. También le habló de la discusión que había tenido con su novio, y por un momento deseó tener a su padre frente a ella; añoraba sus abrazos, su manera de dirigirse a ella... y por supuesto, sus consejos y su consuelo. Pero por desgracia, nadie tenía el poder de dar marcha atrás en el tiempo; ella recordó la única ocasión en que su padre y ella discutieron. Bella odiaba estar enfadada con la gente que quería, y más en este día tan especial que ella esperaba pasar junto con Edward.

Decidida, se despidió de su padre, para ir en busca de su novio e intentar aclarar la situación.

No tuvo que ir a buscarlo muy lejos, ya que nada más parar el motor en el garaje, se topó cara a cara con Edward. Respirando profundamente y dándose ánimos ella misma, se dispuso a bajar del automóvil... pero una mano fuerte y grande abrió la puerta por ella, para después ayudarla a salir.

El mismo Edward cerró la puerta del coche, y sin soltar la mano de su pequeña, hizo un movimiento para que ella quedara frente a sus ojos. El joven estudió el aspecto de su novia... se le notaba la tristeza a kilómetros; sus ojeras revelaban una, o quizá varias, noches de insomnio; él tampoco lo había pasado bien estos días pasados. Acostumbrado a dormir fuertemente agarrado a ella, sintió un vacío inmenso; y por supuesto, no podía estar enfadado con ella por más tiempo... hoy era el cumpleaños de su pequeña estrellita, y quería que ella estuviera contenta y feliz.

Bella le miraba con una mezcla de nerviosismo y expectación en sus ojos; venía pensando todo el camino cómo sacarle el tema... y ahora que lo tenía delante, no sabía ni por dónde empezar; de modo que optó por lo más fácil.

-Hola- susurró, sintiendo que la sangre subía a sus mejillas de manera alarmante.

-Hola- le contestó el joven de vuelta, con un amago de sonrisa -¿a dónde has ido?-.

-A ver a mi padre- le contestó ella -he cogido tu coche, espero que no te importe- dijo con cautela.

-Claro que no, cariño- el corazón de la joven se alteró al oír el apelativo con el que se dirigió a ella -sabes que no necesitas pedirme permiso para eso; todo lo mío es tuyo-.

Ahí estaban las palabras por las que tanto habían discutido estos días anteriores; agachó la mirada, pero Edward enseguida puso su dedo debajo de su barbilla, alzándole el mentón y haciendo que lo mirara.

-Ese es problema- musitó con pena -todo lo tuyo es mío y lo mío es tuyo...- recitó la típica frase -pero yo no tengo nada-.

-¿Qué quieres decir?- interpeló Edward -Bella...-.

-Tengo la sensación de que abuso de ti; renuncias a tu vida para venirte conmigo, lejos de tu hogar; te ocupas de buscar una casa- hizo una pausa, tomando aire -te vas a ocupar de todos los gastos que eso conlleva... y yo nada...- Edward la calló de la única forma que sabía... tomando su carita entre sus manos y besándola. Necesitaba sentir los tibios y suaves labios de su pequeña... demasiadas horas sin apenas tocarla, sin besarla... y necesitaba esas muestras de amor cómo el comer.

Bella cerró los ojos, dejándose llevar y se abrazó a él con fuerza, devolviéndole el beso; sus dedos se enredaban en el cabello cobrizo de su novio, desordenándolo más todavía, si era eso posible...sentía su corazón palpitar en su garganta, no quería separarse de él; pero la necesidad de respirar hizo que la pareja tuviera que romper el beso.

-Bella- Edward todavía jadeaba en busca de aire cuándo pronunció su nombre -no puedes decir que no tienes nada que ofrecerme- ella lo miró sin entender a dónde quería llegar -desde que has llegado aquí me has dado cosas que antes no tenía-.

-Edward...- éste la interrumpió de nuevo, negando con la cabeza y cogiendo una de las manos de su novia la posó en su pecho, a la altura de su corazón. La joven sintió una rápida pulsación a través de su palma.

-Me has dado ganas de vivir de nuevo; me has dado confianza, cariño, complicidad, amistad... amor; por eso mi corazón late de esa manera- Bella no esperaba para nada esas palabras; se esperaba reproches, diferencia de opiniones y por qué no, otra discusión. Se quedó tan sorprendida que abrió los labios, pero no acertó a articular palabra alguna. Edward miró fijamente esos ojos color chocolate, que empezaban a brillar debido a la emoción, y prosiguió explicándole.

-Tú eres la persona que me da todo eso, día a día... y mi deber es cuidar a esa personita tan maravillosa- su novia le escuchaba emocionada; seguía sin poder articular una sola palabra -no me importan las cosas materiales Bella; me importa lo que me das día a día-.

-Pero tu también me das esas cosas, Edward- consiguió decir con un hilo de voz -y bastante haces por mi... habéis hecho todos por mi- se corrigió ella misma -siempre me he sentido sola, el único que me quería un poco era mi padre... y se me hace muy raro que ahora venga alguien y me colme de cariño y atenciones, y siento que es abusar demasiado de la generosidad de las personas-.

-Bella, desde que estás conmigo es cómo si fuéramos uno solo; eres todo para mi... y es lógico que quiera darte lo mejor; si por mi fuera, te habría pagado hasta la universidad- la joven rodó levemente los ojos, lo que provocó que el joven sonriera divertido -sólo es dinero; el dinero que yo he ganado todos estos años, y quiero compartirlo con la persona que más quiero en el mundo- le siguió explicando.

-Es demasiado- musitó ella.

-Nada es demasiado cuándo se trata de ti; Bella por favor... no quiero que pasemos más tiempo enfadados- le medio suplicó.

-Yo tampoco- admitió la joven -intentaré hacerme a la idea... pero me costará- dijo con un puchero, que a Edward le pareció gracioso. Atrapó la fina cintura de su pequeña entre sus brazos, acercándola a él todo lo que pudo, tanto que hasta sus frentes se juntaron.

-Sólo tienes que preocuparte de estudiar estos tres años- le recordó él -no necesitas trabajar; además... ¿crees que mi padre va a dejar de pagarte tu sueldo?- le interrogó divertido.

-Pues debería- exclamó ella -ya no voy a trabajar más-.

-Es el regalo de cumpleaños de mi padre, Bella- le confesó. La joven abrió los ojos, sorprendida por tal confesión -recuerda la promesa que le hizo a tu padre; ayudarte y cuidarte... y aunque ahora compartamos esa tarea él y yo... no sería Carlisle Cullen si no la cumpliera-.

-¿Me va a dar dinero?- interrogó, todavía con la sorpresa todavía palpable en su cara.

-Te hemos abierto una cuenta a tu nombre; allí depositará cada mes una cantidad de dinero... y aparte, te he incluido en la mía, por si pasa algo y necesitas echar mano- le relató tan tranquilo.

Bella permaneció varios minutos en silencio, procesando la información... si discutir con Edward acerca de estos temas era perder el tiempo, con Carlisle Cullen era misión imposible; no conocía a un hombre tan generoso cómo a él. El patriarca no iba a ceder ni un ápice, al igual que su hijo.

-No puedo luchar contra los dos- se dio por vencida -pero en cuánto tenga un trabajo, una vez finalice la carrera, os lo devolveré centavo a centavo- le previno.

-Eso se verá cuándo llegue el momento- Edward sonrió, por fin ella cedía un poco, y se dejaba cuidar y mimar por alguien... su pequeña se merecía todo eso y más -¿significa eso que podemos hacer las paces?- le susurró contra sus labios.

-Por favor- le suplicó ella, rodeando su cuello con sus manos y bajando su cabeza, en busca de sus labios; labios que el joven ranchero no dudó en besar. Cogiéndola más fuerte por las caderas, la alzó lo suficiente hasta sentarla en el capó del coche, para poder quedar entre sus piernas.

La pareja se sumergió en una burbuja, no sabían el tiempo que pasaron en esa posición, sin apenas moverse... simplemente disfrutaban de todos los besos que no se habían dado esos días.

-Sólo una cosa más- le dijo Edward, mientras dejaba suaves besos por su barbilla -cuándo mi padre te entregue su regalo esta noche, pon cara de sorpresa- ella rió divertida.

-Chivato- susurró, de nuevo contra sus labios -me cobraré este secreto-.

-Y yo te lo pagaré encantando- le devolvió por respuesta; su pequeña escondió su cara en su cuello.

-No quiero que nos enfademos más... y perdóname por todos estos días- el aliento de la joven le produjo esas familiares cosquillas por su cuello.

-Te lo prometo, cariño mío- la tranquilizó, acariciando su espalda -y perdóname a mi también-.

-No tengo nada que perdonarte- le respondió con firmeza; las palabras que le había dedicado antes eran un regalo para ella... a pesar de los meses que llevaban juntos, a veces todavía le costaba creer que un hombre cómo Edward Cullen pudiera quererla de esa forma.

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La reconciliación de la pareja fue un hecho; por fin Bella pudo disfrutar de su cumpleaños tranquila. Nessie y Esme se lo notaron cuándo la joven entró por la puerta de la cocina, para dar los últimos retoques a la cena. Jasper se había ido a buscar a Alice, los chicos y Carlisle se habían ido a la ducha, para quitarse el olor a ganado y ponerse algo más decente que vestir. Rose y Emmet estaban de camino.

Tanto Nessie cómo Esme no preguntaron nada; sólo tenían que fijarse en los ojos de la joven, que tenían un brillo totalmente opuesto al de esta mañana.

Por fin toda la familia estuvo reunida, y la cena dio comienzo. Se respiraba un ambiente feliz y relajado, dónde los hijos de Carlisle Cullen, cómo no podía ser de otra manera, se encargaron de amenizar con bromas y divertidas conversaciones. En el momento de la tarta le cantaron el cumpleaños feliz, e incluso le pusieron una vela en su tarta, que por supuesto, no dudó en soplar. Estaba muerta de la vergüenza por ser el centro de atención... pero a la vez estaba emocionada; nunca había tenido una celebración de cumpleaños así.

Después llegó el momento de los regalos. Edward sonrió malicioso, pero a la vez con disimulo, cuándo su padre anunció en que consistía su regalo; definitivamente, su pequeña no tenía ningún futuro cómo actriz... pero parece ser que el resto no se percató de nada. Por parte de Esme recibió una cazadora de piel, muy estilosa y bastante cara, por lo que le dijo después Alice. Los hermanos le regalaron, en conjunto, un portátil de última generación, para sus trabajos y estudios. Las chicas le compraron, también entre las tres, una pulsera de plata preciosa, a juego con unos pendientes.

La joven agradeció los regalos, abrumada por el momento. Después de los agradecimientos las chicas sirvieron el café, y Jake hizo la pregunta que todo el mundo se hacía.

-¿Y Edward qué te ha regalado?- indagó con verdadera curiosidad. Bella giró la cara cómo un resorte; le había pedido expresamente a Edward que ni se le ocurriera comprarle nada... y por una vez, esperaba que sus protestas sirvieran para algo.

-No me ha regalado nada- se explicó tan tranquila -porque yo se lo pedí-.

-¿Es eso cierto?- preguntó Jasper a su hermano, mientras que rodeaba los hombros de Alice -no me lo creo-.

-Pues así es- dijo la joven castaña, muy convencida... pero cuándo enfocó a su novio, y vio su sonrisa maliciosa, gimió para sus adentros.

-Edward...- murmuró; pero su novio hizo caso omiso, y de alguno de sus bolsillos extrajo una pequeña caja, adornada con un lazo de raso.

-No te enfades- le dijo con un deje de súplica, a la vez que le tendía la caja.

-No tenías que comprarme nada- le recordó -pero muchas gracias- le dijo con una pequeña sonrisa.

-Feliz cumpleaños cariño- le respondió este, para después dejar un pequeño beso en sus labios. Cuándo la abrió y descubrió su contenido, se llevó una mano a la boca, ahogando un pequeño grito. Dentro de ésta descansaban unos preciosos pendientes de diamantes; eran muy sencillos, tan sólo las pequeñas piedras redondas.

-Te has pasado- le reprochó, todavía alucinada -pero son preciosos; muchas gracias- le dijo mientras se abrazaba a él.

-Me alegra que te gusten- susurró él en su oído, y devolviéndole el abrazo con fuerza; Edward respiró aliviado para sus adentros; sabía que le harían ilusión, aunque al principio su pequeña pusiera el grito en el cielo. Después de enseñárselos a las chicas y de que éstas elogiaran el buen gusto de Edward, llegó el otro motivo de celebración de la cena... la próxima mudanza de la pareja.

-Todavía no puedo creer que ya os vayáis- exclamó Rosalie, con un puchero de pena.

-Te vamos a echar de menos, Bellie- le dijo Nessie, tomándola de la mano.

-Y yo a vosotras- le respondió Bella.

-¿Y a mi no me vais a echar de menos?- preguntó Edward, haciendo una graciosa mueca.

-Admito que si- contestó Emmet -pero seguro que lo que no echamos de menos es tu cara de pasa a primera hora de la mañana-.

-Ni tu mal humor cuándo no te cuadren las cuentas- añadió Jasper, provocando las risas del resto.

-Ten hermanos para ésto- siseó el aludido entre dientes.

-Pero a Bellie Bells es otro cantar- canturreó Jake, con una sonrisa maliciosa.

-¿A mi o a mis guisos?- le devolvió ésta por respuesta.

-Ehhh- protestó Jake; pero al ver la cara de Bella lo admitió -vale, echaremos de menos tus comidas también-.

-Lo admitimos- reconoció Jasper -nos has acostumbrado demasiado bien-.

-Creo que ya tenemos el regalo perfecto para estas navidades- canturreó Alice, con su sonrisa pilla -un cursillo de cocina para los chicos- Carlisle soltó la carcajada al ver las caras de sus hijos, al igual que Edward.

-No te rías demasiado- le aconsejó Rosalie a su cuñado -que tú también vas incluido en el lote-.

-Yo tengo a la cocinera- dijo de forma posesiva, pero a la vez de broma, atrayendo a Bella a sus brazos. Su pequeña le miró arqueando una ceja.

-Pues tampoco te vendría mal- la respuesta de Bella hizo que toda la mesa estallara en risas ante la cara de póquer de Edward; Bella observaba a su familia... tanto ella cómo Edward los iban a echar de menos, aún sabiendo que volverían los fines de semana... pero era hora de afrontar una nueva etapa... y si era al lado de Edward, estaba dispuesta a todo.

Pero no pudo reprimir las lágrimas cuándo, una semana después, la familia en pleno despedía a la joven pareja. Carlisle no dejaba de darles consejos y recomendaciones tanto a su hijo cómo a ella; las chicas y Esme rodeaban a Bella, que tenía a Owen en brazos, dándole millones de besos en su sonrojada mejilla.

Los hermanos alzaron a la joven en brazos, abrazándola con fuerza y agradeciéndole, por supuesto, toda la comida que había dejado preparada.

-Cuidaos mucho hijo- Edward palmeó la espalda de su padre mientras le abrazaba.

-Tranquilo papá; estaremos bien- le aseguró éste. Carlisle se giró hacia Bella, que ya había soltado a Owen y se había despedido de las chicas y de Esme.

-Estudia mucho... y cuidaos- le murmuró su suegro, mientras la abrazaba.

-Ambos nos cuidaremos- le aseguró la joven -gracias por todo Carlisle-.

-No se merecen hija- le contestó con una sonrisa sincera.

-La próxima semana no vendremos, pero sí a la siguiente- recordó Edward a su familia.

Unos minutos después, el volvo de Edward traspasaba la reja principal del rancho, camino de San Antonio; Bella se apoyó en el hombro de su novio y cerró los ojos... ahora sí que empezaba una nueva etapa.

La Bestia del Castillo





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25.- Una carrera contra la muerte 

Edward pov 

Apenas fui consciente de correr hacía el cerco, apenas fui consciente de romper las estacas que hacen de encierro, apenas fui consciente de nada que no sea la canasta. Pero por más que corrí no llegue a tiempo. 

Se estrello contra el suelo. El llanto ceso. 

Lo siguiente que supe fue que algo me cayó encima, enterrándome en la espalda pequeñas dagas, cortando mi piel y desgarrándola al pasar. No sentí dolor, no sentí miedo, solo sentí la creciente necesidad de saber si mi hijo ha sobrevivido a la caída. 

En algún momento deje de sentir las dagas en mi cuerpo, me arrastre hasta donde mi hijo esta. El silencio que hay después de la gritadera de mis hombres es de muerte. 

Solo el sonido de mi corazón retumba en mis oídos. 

Por fin llegue. La canasta cubre el cuerpo de mi Charlie, la quite despacio y con terror creciendo por lo que encontrare... 

Mi niño… está muerto. 

Y deje que la oscuridad lo invadiera todo. 


Bella pov 

-señora… señora despierte, hay noticias de su esposo, señora…

Por fin abrí los ojos. A mi lado Marco duerme plácidamente. 

-¿noticias de Edward, de Charlie?- pregunte mientras me incorporaba rápidamente y Carmen me ayudaba con el vestido. 

-si señora, abajo hay un hombre que dice venir de Forks, pero no nos dijo más- salí antes que terminara de hablar. 

Baje corriendo, aun descalza, mientras Carmen corría con mis botas cortas, esas que Edward me regalara después de la matanza de serpientes. 

-José… ¿Qué noticias me traes de mi esposo y mi hijo?- pregunte apenas llegue al salón. 

-señora no puedo decir mucho, pero su hijo… su esposo… niña ¿quiere sentarse?- pregunto. 

Ante eso me sentí morir, no pueden ser buenas noticias si necesito sentarme. 

-dímelo de una vez y déjate de pendejadas - dije por primera vez dejando mi papel de señora. 

El hombre me miro con los ojos muy abiertos. 

-están muy mal los dos señora, quizá no sobrevivan- dijo sin rodeos. 

El grito que se escucho en toda la torre salió de mi antes de darme cuenta que soy yo quien grita. Las piernas me fallaron, el corazón se detuvo en medio de mi pecho. Y las lágrimas no esperaron. 

-Isabella tranquilízate, ¡¡¡reacciona por Dios!!!- 

No logre respirar hasta que sentí el ardor en mi mejilla. Inspire profundamente. Esme arrodillada frente a mi me sostiene de los hombros. 

-tengo que ir- dije. 

Limpie mis lágrimas. 

-Carmen, dile a Sam que prepare a Divina, ¡¡¡ahora!!!- camine hacía donde Alice estaba de pie abrazando a Marco - te encargo a mi hijo, con tu vida me respondes por él Alice, con tu vida- dije tomándola de los hombros. 

-con mi vida- respondió -Bella… Jasper… se lo dices, que regrese vivo y de preferencia completo- dijo mi amiga reteniendo mi mano. 

Asentí. 

-¿A dónde crees que vas? Estás embarazada, no puedes solo salir corriendo como si nada, es mucho camino, al menos son tres días en carruaje- dijo Esme. 

-llegare hoy en la noche- dije mientras por la ventana alta veía el cielo aun oscuro. 

Me acerque a Alice, bese a mi hijo y me dirigí hacia afuera apenas después de ensartarme las botas. Me siguieron, el llanto de Marco me rompe el alma, pero su hermano y padre me necesitan. 

-Bella… no lo hagas- dijo Carlisle tomando mi brazo. 

-es mi esposo y mi hijo, no puedo solo quedarme aquí... no puedo- dije soltándome. 

-señora la yegua esta lista y su escolta también- dijo Laurent. 

-vamos entonces- respondí. 

Así, con un vestido que no es para montar, mis botas favoritas para estar en casa, el cabello suelto y con nada más que la determinación de llegar a donde están mis hombres, salí. 

-vamos Divina, mis hombres me necesitan- susurre al oído del animal. 

Pareció entender mi desesperación porque nunca bajo el ritmo. Monte en mi caballo y no voy a parar hasta ver las torres de Forks. 

En las pocas ocasiones que mire hacia atrás, los hombres me seguían con algo de distancia, solo Laurent parecía ir a mi ritmo. Pero igual iba detrás. Tal como dije, llegue cuando el sol se ocultaba. Apenas entramos con los caballos salte frente a la entrada del castillo. 

¡¡¡Edward!!!- grite nada más entrar. 

-¡¡Bella!!- escuche. 

Mire en dirección a donde la voz provenía. Jacob de pie con cara de asombro. 

-¿donde están? ¿Están vivos? ¿Llegue tarde? ¿Los perdí?- pregunte mientras las lagrima aparecían por primera vez desde que me subiera a Divina. 

-acompáñame, te llevare con tu hijo- dijo sin responderme. 

Entre en la habitación que fuera la mía. En medio de la cama esta mi niño, empatado completamente. 

Un grito ahogado salió de mí. Tuve miedo de acercarme, de tocarlo. 

-no lo lastimaras si no lo presionas fuerte, Edgar lo reviso, cuando cayó del árbol aterrizo sobre una oveja que estaba muerta justo debajo, pero aun así el golpe le rompió varios huesitos. Estuvo inconsciente lo que duro el camino de regreso y parte de la noche, hace unas horas se despertó pero en la comida el dieron unas gotitas de láudano para que el dolor no lo torture. No podrás levantarlo de la cama en un mes- dijo mi amigo sosteniéndome. 

-Jacob ¿Qué paso?- pregunte cuando sus palabras parecían no tener sentido. 

-siéntate, te contare todo- 

Me senté en la cama, me acomode abrazando a mi pequeño apenas, tiene unos moretones en su mejilla. Me negué a ver que más hay. Estoy segura de no soportarlo. 

Dos horas después lloraba con ganas al terminar de escuchar lo que ha pasado. 

-¿Dónde está Edward?- pregunte. 

-en la recamara que era de tu padre. Bella debes de saber que antes que pudiéramos darles muerte a las panteras, una de ellas lo ataco, lo dejo muy mal. No sabemos si sobrevivirá- dijo mientras salíamos de la recamara y una de las mujeres entraba para quedarse con Charlie. 

Caminamos rápidamente a donde Edward esta, Jacob abrió la puerta y me quede en el umbral, no estoy segura de superar lo que habrá adentro. Aspire profundamente antes de entrar del todo. 

-Bella ¿Qué haces aquí?- pregunto Jasper levantándose. 

Lo mire un momento antes de entender que es a mí a quien habla. 

-Jasper… ¿Cómo esta?- pregunte regresando la mirada hacía la cama. 

Donde mi esposo yace acostado sobre su pecho y estomago. Lienzos cubren su espalda, empapados de sangre. 

-señora… no lo toque, necesita tener las manos limpias o la infección lo matara definitivamente- dijo un hombre cortándome el paso. 

Me detuve justo donde me interceptara. 

-¿vivirá?- pregunte. 

-eso solo Dios lo sabe, hemos hecho todo lo posible, lave, cure, desinfecte y costure la piel de nuevo pero… hay demasiado daño los cortes fueron muy profundos, lo siento señora... no puedo hacer nada más- dijo Edgar. 

-iré a lavarme- dije saliendo sin responder las preguntas que Jasper seguía haciéndome e ignorando todo lo demás. 

Por suerte Jacob había ordenado que me preparen una tina en la habitación donde mi hijo esta. En media hora me bañe, vestí y estuve lista para hacerme cargo de mi familia. 

-señora, revisare al niño- dijo Edgar, el curandero del castillo. 

Asentí mientras las dejaba entrar. Con mucha delicadeza lo desenvolvió. Lo fue tocando por todo el cuerpo mientras mi alma lloraba al ver la cantidad de moretones que mi hijo tiene. 

-Dios… ¿estás seguro que sobrevivirá?- pregunte llorando. 

-su hijo cayo de una altura considerable, decirle ahora que sí o no sería adivinar, está reaccionando bien, sigue respirando y al parecer por ser tan pequeño sus huesos soldarán bien, pero no puedo decirle como este por dentro, siempre existe la posibilidad de que este reventado por dentro… no lo sabremos hasta dentro de unos días. ¿Señora no ha sangrado?- me pregunto mirándome seriamente. 

Lo mire sin entender. 

-el señor Jasper me dijo que estaba usted esperando y Jacob dijo que llego a caballo, ¿me permitirá revisarla?- pregunto. 

Me quede pensando que ningún otro hombre más que mi esposo me ha visto jamás desnuda y no empezare ahora. 

-solo tocare su vientre, no necesita quitarse nada, solo acuéstese y si está más cómoda, puedo llamar a alguna de las mujeres- dijo al notar mi indecisión. 

-sí, eso estará bien- dije. 

-bien, iré por mi esposa, es partera solo que ahora mismo está embarazada y no le dejo hacer demasiado esfuerzo, ella le revisara en caso de que algo no esté bien, Margarita, ¿se acuerda de ella?- pregunto el hombre antes de salir. 

Asentí apenas y con eso se marcho. 

Me quede mirando a mi niño aun dormido por el láudano. Sin saber cómo logre tomar su mano, el miedo a lastimarlo es enorme pero mi deseo de tenerlo entre mis brazos es aun más grande. Me aferre a su calor mientras lloraba a su lado. 

Me perdí en el tiempo hasta que un toque en la puerta me hizo reaccionar. Me seque el rostro lo mejor que pude y abrí. 

-Margarita- dije abrazando a una de las mujeres que viviera y sirviera en el castillo mientras viví ahí. 

No es muy grande, apenas 8 años mayor que yo. Luce un vientre nada despreciable. 

-mi niña, lamento verte en estas condiciones, pero es bueno verte, anda, recuéstate para que mi esposo te revise. Veamos cómo va ese pequeñín- Dijo colocando su mano en mi cuerpo. 

-aun no se nota nada, según la mujer de allá, llevo 13 semanas, 14 quizá, hace días que me lo dijo- respondí mientras me quitaba el vestido y me acostaba. 

Me cubrió las piernas con una manta y los senos con otra. Se acerco a la puerta y llamo a su esposo. 

-veamos señora, le tocare solo lo necesario- dijo Edgar sonriendo. 

Lo mire mientras me revisaba, no es joven, tendrá unos cuarenta y mucho… cincuenta y nada pero es muy atractivo. Entendí porque Margarita se había casado con él aunque le lleva la delantera. 

-pues está en lo correcto señora, tiene entre 14 y 15 semanas le daré un té para que se mantenga tranquila y no le afecte demasiado todo esto- dijo antes de salir. 

Su esposa me sonrió y se marcho también. Me quede ahí acostada, media desnuda, llorando. Aun esta el asunto de que Edward no lo quiere. 

Aunque tal vez con esto cambie de parecer, tal vez el horror de casi perder a un hijo le dé una perspectiva de lo que para mí será perder este. 

Pesando en eso, cansada del viaje, aterrada por lo que viene y que no pinta halagadoramente me acosté. Un toque en la puerta me despertó de nuevo. Me puse el camisón y abrí sin prestar atención a nada. 

-quizá quieras ver a Edward… esta peor Bella- dijo Jasper mirándome directamente a los ojos. 

Asentí mientras hacía por salir. 

-¿no te vestirás primero?- pregunto si apartar sus ojos de los míos. 

Entonces caí en cuenta que sigo solo con el camisón transparente que uso debajo de mis vestidos. Me di la vuelta y entre de nuevo. 

Genial. Edward me matara cuando lo sepa que su primo me vio casi desnuda, pero… al menos estará vivo. Ruego que siga vivo. 

Me puse un vestido rápidamente y note que me apretaba un poco a la altura del vientre. Mi criatura se hace notar, mal momento para eso. Quise ponerme otro pero… mi esposo me necesita, además ninguno me quedará, todos los que hay son de cuando era soltera, o sea hace unos tres o cuatro kilos atrás. 

Me puse un chal por encima de los hombros para cubrir mi vestido abierto. Y salí con Jasper pegado a los talones mientras una de las sirvientas se quedaba con Charlie. 

-señora que bueno que vino, me temo que su esposo no está respondiendo a las remedios, la fiebre le ha empezado y no sé si sea capaz de resistir. Ayudaría mucho si usted le habla, quizá al saber que está usted aquí se anime y ponga de su parte - 

-no entiendo, ¿qué tiene eso que ver con la fiebre?- pregunte acercándome a la cama. 

-cuando paso lo de tu padre y hermano tu estuviste igual, Rhona recomendó animarte, dijo que tus ganas de vivir debían ser grandes para que superaras las fiebres, creemos que con Edward es lo mismo, cuando perdió el conocimiento, el niño estaba inconsciente y lleno de sangre, pero no de él sino del animal sobre el que cayó, lo que Edward vio fue a tu pequeño, callado, con los ojos cerrados y cubierto de sangre, estoy seguro que cree que Charlie esta muerto y eso… se dejara morir pensando que…- 

-que lo perdimos- dije mientras lloraba antes la escena que me describía porque de haberlo visto yo también habría querido morir. 

-sí, exacto- dijo Jasper de nuevo. 

-¿Dónde está Emmet?- pregunte cuando recordé que no lo había visto. 

Ese hombre no se despega de mi esposo. 

-en la otra recamara, la de Mike, peleo con un oso y digamos que no salió tan ileso, pero está en mejores condiciones que Ed, solo tuvo cortes en brazos y piernas y una dentellada en el hombro derecho- dijo Jasper. 

-¿nada más?- pregunte sarcástica. 

-sí, nada más, considerando que el oso termino muerto- dijo con una media sonrisa. 

-siempre imagine a Emmet como uno de los osos negro de ese bosque- dije. 

-bueno, mi hermana seguro que se ha ganado un abrigo, así como el tuyo, tu esposo pidió el primer oso que matamos, ahora mismo están haciendo la prenda- dijo Jasper. 

-¿y qué le llevas a Alice? Debes regalarle algo muy bueno porque lo que ella tiene para ti es… invaluable- dije. 

Me miro serio hasta que mis manos sobre mi vientre le hicieron entender. Su cara paso de seria a feliz en un parpadeo. 

-¿de verdad?- pregunto tomando mis manos. 

-sí, me pidió que lo dijera, quiere que te cuides un poco y que regreses, de preferencia, completo- dije. 

Me abrazo sin más y después de dejarme un beso salió a todo correr. 

Mi realidad regreso al ver a mi esposo entre la vida y muerte. 

-señora, puede acercarse, venga quizá usted pueda hacer más que mis remedios. Estamos en una carrera contra la muerte y quizá su mera presencia nos haga ganar- dijo Edgar tomándome de la mano y llevándome junto a Edward. 

-Edgar, pide que traigan a mi hijo a esta habitación- dije tocando la mano de Edward. 



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