martes, 29 de enero de 2013

Cowboy de Mi Corazón.

            


            Capítulo 23:                                      Universitaria

Dos horas y unos pocos minutos después de su partida, la pareja por fin abría la puerta del apartamento; el viaje había sido muy tranquilo, pero en el interior de la joven todavía estaba la pena de dejar el rancho.

-Por fin estamos aquí- murmuró Bella mientras Edward introducía la llave en la cerradura.

-Por fin intimidad- replicó satisfecho; su novia hizo amago de pasar al interior, pero con un movimiento rápido, Edward cogió a su pequeña en volandas, y cual pareja de recién casados, cruzaron el umbral.

-¡Edward!- chilló la joven, ya que el gesto de su novio la pilló desprevenida -¿qué haces?- le preguntó con una risa.

-Cuándo una pareja llega a su nuevo hogar, es tradición que el hombre pase el umbral con su mujer en brazos- le explicó éste cómo si fuera obvio, pero con un deje de diversión en su voz, a la vez que con el pie cerraba la puerta principal de un empujón.

-Eso es para los recién casados- le aclaró ella, alzando una ceja.

-Bueno...- meditó el joven -podemos considerarlo un ensayo; además, me hacía mucha ilusión- Bella no pudo evitar reír al ver el puchero lastimoso que puso su novio.

-Eres un romántico- le contestó su pequeña, acomodándose en sus brazos y dándole un besito en el cuello.

-Bella...- advirtió Edward, serio -no me tientes- los labios de su pequeña hicieron que su piel cosquilleara de manera alarmante.

-Te recuerdo que tenemos pendiente una reconciliación- susurró mientras se acercaba a su boca; Edward correspondió a su beso gustoso y sin chistar; el dulce hálito de Bella hacía que besarla fuera un placer delicioso e irresistible... las piernas del joven empezaron a flaquear, debido a que cierta parte de su cuerpo empezaba a despertar, a causa de las caricias y besos que Bella dejaba en sus labios, en su mentón, en su cuello...

-Bella- el nombre de su pequeña salió de sus labios acompañado por un gemido; pero la joven hizo caso omiso de la advertencia de su novio, y una vez liberó de nuevo los labios de Edward, se dedicó a dejar pequeños besos por su barbilla, y de ahí fue bajando hasta que sus labios quedaron firmemente anclado en su cuello; la incipiente barba le hacía cosquillas... una de sus manos estaba apoyada en la parte de atrás de su cabeza, y el joven pudo sentir los dedos de su pequeña agarrando su cabello.

Incapaz ya de sostenerse en pie, y viendo que no iba a llegar al dormitorio, posó a Bella en la isleta central de la cocina.

-¿No vamos a la cama?- susurró su pequeña contra su cuello, mientras que sus manos se dirigían peligrosamente a los botones de su camisa.

-No creo que aguante hasta allí - contestó resuelto Edward, abriéndose hueco entre sus piernas y tomando los glúteos de Bella, acercándola al borde -además... nunca lo hemos hecho en una cocina- la joven se carcajeó divertida.

-Es verdad; en el rancho no podíamos hacer estas cosas- le contestó con voz baja y ronca, para después atraer los labios de su novio contra los suyos propios; el gemido de Edward se perdió en la garganta de su pequeña... sus lenguas danzaban al son de una melodía ardiente; se estaban besando cómo si no se hubieran visto en años.

Los dedos de Bella llegaron al último botón de la camisa del joven; lentamente fue deslizándola por sus hombros, dejando un placentero hormigueo en la piel del joven. Bella se mordió el labio, sonrojándose levemente cuándo recorrió con la mirada el torso desnudo del joven; sus dedos viajaron hasta los músculos que adornaban ese pecho, recorriendo su contorno una y otra vez.

Edward gimió extasiado ante ese contacto; su pequeño aliado hacía tiempo que ya había despertado, oprimiéndole hasta límites insospechados. De un movimiento brusco tiró de la camiseta de su pequeña, sacándosela por la cabeza y arrojándola al suelo. La visión de los pechos de Bella, envueltos en un sugerente sostén de encaje negro, hizo que un gruñido gutural resonase en la habitación... era un regalo para sus ojos, poder contemplar el cuerpo de su novia.

La joven seguía recorriendo el cuerpo de Edward con sus manos; le encantaba sentir su piel a través de las yemas de sus dedos, maravillarse con la firmeza de sus pectorales y de esa uve que seguía un tortuoso e insinuante camino, perdiéndose en el interior de esos vaqueros de talle bajo, que remarcaban las caderas del joven ranchero. Cuándo las pequeñas manos de Bella llegaron a esa parte tan íntima y sensible, sus gemidos pasaron a ser roncos gruñidos de excitación, sobresaltándose cuándo sintió el ruido de una cremallera bajando.

-Bella..- jadeó con fuerza -eres perversa, ¿lo sabías?- murmuró contra su cuello, el cual no pudo evitar morder al sentir la mano de su novia ya rodeando por completo su parte del cuerpo más íntima. Rápidamente se deshizo de ese sujetador, que poco dejaba a la imaginación, atacando con sus labios y su boca los pechos de la joven. Haciéndola recostarse por completo, recorrió su cuerpo una y otra vez. Bella gemía sin control alguno, mordiéndose el labio en algunas ocasiones para no chillar; sus dedos se enredaron en el pelo de Edward, desordenándolo aún más si era posible. Arqueaba su cuerpo, presa de olas y olas de placer.

-Edward... ahhhh... Edward...- repetía y una vez, rogándole que no parara. Pero el joven levantó su cabeza; la joven se incorporó ligeramente, apoyándose en sus codos. Los ojos esmeraldas del joven la recorrieron una vez más, brillando de deseo y lujuria; cuándo se quiso dar cuenta, le había quitado los pantalones y el resto de su ropa interior y zapatos, quedando completamente desnuda a su merced.

Edward se deleitó con la imagen de su pequeña por unos pocos segundos. Sus manos se anclaron en la pequeña cintura de la joven, para después subir por sus costados. El cuerpo de Bella se estremeció, cómo ocurría cada vez que Edward la tocaba de esa manera.

-Eres una delicia- murmuró el joven, para después capturar su labio inferior y succionarlo a sus anchas.

-Edward...- jadeó ésta -te necesito-.

-Paciencia cariño- hizo que se tumbara de nuevo -quiero que mi pequeña disfrute- susurró muy cerca de su boca; la joven cerró los ojos al sentir los labios de su novio bajar por su mentón, su cuello, el nacimiento de sus pechos; pegó un gracioso respingo cuándo clavó dulcemente sus dientes en su abdomen y pasó su lengua por su ombligo... pero al sentir sus manos acariciar sus pliegues, cerró los ojos con fuerza, formando una graciosa o con sus labios.

-Aaaahhhh, dios... - gimió; los largos dedos de Edward salían y entraban una y otra vez, a la vez que el pulgar masajeaba de forma magistral aquel centro lleno de nervios y sensibilidad; la joven subía y bajaba, cómo si estuviera en una montaña rusa, su cuerpo se tensaba y arqueaba cada vez más... lo que Edward le estaba provocando con esos pequeños movimientos era una sensación inigualable, y su cuerpo no tardó mucho en retorcerse bajo los espasmos del orgasmo.

Apenas tenía fuerzas para incorporarse, pero los brazos de Edward la sujetaron por detrás de su espalda; Bella seguía con los ojos cerrados, tratando de regular su respiración; sintió cómo Edward se acercaba a ella, y dejaba pequeños besos por su rostro, todavía envuelto por pequeñas gotitas de sudor.

-Ha sido fantástico- murmuró sobre la piel de su pecho; todavía temblorosa rodeó su cuello con sus brazos, abrazándose a él con fuerza. El repentino acercamiento provocó que las partes íntimas de ambos se rozaran, y eso bastó para que Edward no pudiera contenerse más.

-Bella...- gimió contra sus labios, para después devorarlos con besos -no puedo aguantar más- sin decir una sola palabra, la propia Bella tomó la iniciativa, terminando de bajarle los pantalones y la ropa interior incluida. Entró en ella con un rápido y fluido movimiento; la calidez del cuerpo de su pequeña era una de las cosas que más le gustaba... sentía que podía tocar el cielo en esos momentos.

-Edward...- dijo la joven, seguido de un sonoro suspiro; los lentos vaivenes de sus cuerpos enseguida pasaron a ser rápidos y alocados.

Ninguno podía parar de jadear y gemir, sumidos en un torrente de emociones y placer: jadeos que por parte de Edward fueron en aumento cuándo sintió las piernas de su pequeña cerrarse más en torno a sus caderas, apretándolo contra ella.

-Bella...- gemía sin nombre una y otra vez, y cuándo no lo hacía besaba cada parte del cuerpo de su novia que sus ojos descubrían.

-Déjalo ir...- siseó ella entre dientes -vamos cariño... déjalo-.

-Dios... ¡Bella!- algo explotó en su interior, y cuándo el todavía convulsionaba dentro de ella, Bella llegó al final ahogando un intenso gemido en los labios de Edward.

La joven cayó rendida en la encimera de la cocina, con el cuerpo de Edward cubriéndola por completo. Las piernas del joven temblaban de manera alarmante, ya que seguía de pie... pero los pequeños dedos de su pequeña peinando suavemente sus cabellos hicieron que poco a poco fuera recuperando el aire.

-Edward- le llamó suavemente.

-Dime cariño-.

-¿Nos hemos dejado las maletas en el rellano?- interrogó incrédula. El joven levantó la cabeza, mirando a su novia.

-Me parece que si- sonrió divertido, a la vez que la suave risa de Bella inundó la habitación... cómo adoraba verla reír de aquella manera.

-Deberíamos ir a por ellas... ¿qué pensarán los vecinos de nosotros si las ven ahí?-.

-No quiero moverme- protestó Edward cual niño pequeño -aquí se está muy bien- dijo mientras se acurrucaba en el pecho de su novia. Ella rió divertida ante tan penoso lamento.

-Edward...- le volvió a llamar -tenemos que deshacer las maletas, y algo de cena- le volvió a decir.

Una sonrisa maliciosa se posó en la boca del joven; se separó de su pequeña y se subió los pantalones en un rápido movimiento, Bella lo observaba con una ceja alzada, pero no pudo reprimir el pequeño grito cuándo su novio la volvió a tomar en brazos, dirigiéndose hacia dónde se suponía, estaba el dormitorio principal.

-¿Qué haces?- le reclamó divertida.

-Ya saldré luego a por las maletas... y pediremos algo para cenar; ahora vamos a inaugurar oficialmente nuestro cuarto- le explicó en voz baja y sugerente -y no pienso dejar que salgas de la cama más que lo justo y necesario; ¿no me has escuchado decirles a nuestra familia que este fin de semana no iríamos?- un hormigueo de placer se instaló en el cuerpo de la joven al escuchar semejante proposición salir de la boca de Edward... definitivamente, no estaba nada mal eso de inaugurar casas.

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Según fueron pasando los días, y después de esa peculiar celebración de bienvenida, la joven pareja se dispuso a organizar la casa. Salieron varias tardes, para comprar diversas cosas que les hacían falta, cómo ropa de cama, toallas y un sinfín de objetos que poco a poco, fueron haciendo más hogareño el apartamento. La casa estaba completamente amueblada, con un toque moderno y actual. Poco a poco las estanterías y cajones se fueron llenando de libros, fotos, Cds de música, la ropa y un largo etcétera. Bella estaba encantada con la cocina; era grande, espacios y muy moderna, con electrodomésticos de última generación; poco a poco fue colocando todos los utensilios en su área de trabajo, cómo la llamaba ella.

Tres días antes del comienzo de las clases, ya con todo preparado para ello, estaba preparando el almuerzo cuándo oyó voces en la entrada, y la puerta cerrándose. Edward apareció por la cocina.

-¿Ya han terminado?- le preguntó, mientras daba la vuelta a los filetes de ternera.

-Sip- contestó su novio -ya estamos conectados con el resto del mundo- exclamó satisfecho -ya funcionan tanto la línea de teléfono cómo el módem de internet-.

-De modo que ya podrás empezar a trabajar- comentó su pequeña.

-Mañana mismo- le dio la razón -así que vamos a inaugurar el teléfono; tengo que llamar a casa para darles el número, y el del fax- le explicó mientras cogía el inalámbrico y marcaba el número del rancho; al de seis tonos, cuándo ya estaba por colgar, por fin contestaron.

-Rancho Killarney- dijo una voz que conocía a la perfección.

-Hola Jake- saludó a su hermano.

-¡Edward!; por fin dais señales de vida- replicó burlón.

-Hablé con papá hace dos días, así que no exageres- contestó resignado el joven -¿cómo va todo por ahí?-.

-Sin novedades en el frente; nosotros estamos bien, papá y Esme también, Alice y Jasper también, Emmet y familia bien... las vacas y los toros están divinas- acabó de explicarle, con una risita divertida.

Hablaron durante unos minutos, mientras Bella ponía la mesa; le dio los números y un par de indicaciones más acerca de unos albaranes que se había olvidado. Su pequeño le tocó suavemente el brazo, para indicarle que la comida estaba ya en la mesa.

-Jake, te voy a tener que dejar; la comida espera en la mesa- le dijo, a modo de despedida.

-¿Qué tienes de menú?- le preguntó su hermano mayor.

-Pues...- echó un vistazo rápido -ensalada y filetes de ternera en salsa- le dijo, con el ceño fruncido -¿por qué...?-.

-Ahhhh... amo esos filetes en salsa que cocina mi pequeña cuñada- exclamó con un suspiro lastimoso.

-Te recuerdo que dejó comida en el congelador cómo para un batallón de artillería- suspiró Edward, dándose paciencia así mismo -deberías aprender a manejar el microondas- le aconsejó, sarcástico.

-No es lo mismo- protestó Jake -aaahhhh... esa tarta de manzana que preparaba...-.

- Y que seguro vuelve a preparar cuándo vayamos los fines de semana- respondió cansado Edward.

-Más os vale; sino iré yo mismo a buscar a Bellie Bells- respondió pagado de si mismo.

-Seguro- rodó los ojos su hermano pequeño -escucha Jake, te tengo que dejar, sino se enfriará la comida; dile a papá que le llamaré esta noche para hablar sobre el nuevo proveedor del pienso-.

-Está bien; dale un beso a Bella-.

-Otro para todos vosotros- finalmente cortó la llamada, y pudo sentarse a la mesa, dónde su pequeña ya le estaba esperando.

-¿Cómo va todo por allí?- interrogó su pequeña mientras servía la ensalada.

-Bien; creo que Jake echa de menos tu comida- le explicó, con una pequeña risa.

-Eso seguro- le dio la razón ésta, para después proseguir con el almuerzo en una animada charla.

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El primer día de clase llegó, y Bella no podía ocultar sus nervios. Su novio le había prometido que la acompañaría, para después dirigirse al centro a resolver unas cuestiones bancarias. Fuertemente agarrada a la mano de Edward, en menos de diez minutos llegaron a la facultad de magisterio. La joven miraba el imponente edificio mordiéndose el labio inferior; su novio notó su estado de nervios, y tomándole la otra mano hizo que le encarara.

-No estés nerviosa; lo vas a hacer muy bien- la animó; su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole sus palabras.

-Tengo clase hasta la una- le recordó -estaré enseguida para comer- Edward sonrió mientras negaba con la cabeza.

-Tranquila por eso; estaré en casa esperándote- la tranquilizó antes de inclinarse y besar suavemente sus labios.

-Gracias por animarme tanto- susurró su pequeña, escondiendo su cara en su cuello; sintió las manos del joven acariciando suavemente su espalda.

-Siempre estaré para ti- le recordó éste -que tengas un buen día- se despidió de ella, besando brevemente su boca de nuevo.

-Tú también- le deseó ésta, para después echar a andar hacia el interior del edificio. Edward la siguió con la mirada, y cuándo vio que pasaba la puerta se marchó rumbo al centro.

Los pasillos estaban atestados de alumnos; muchos de primer año, al igual que Bella. La joven sacó de su bolso la carpeta, intentado encontrar el horario y el número de aula que le correspondía a primera hora; finalmente pudo orientarse y llegar al aula 16, para su primera clase, sociología de la educación.

Tomó aire ruidosamente antes de traspasar el marco de la puerta; llegaba dos minutos antes de la hora, así que la clase estaba ya estaba bastante concurrida. Encontró una silla vacía y allí se sentó; justo en ese momento entraba el profesor.

Una hora después la joven abandonaba ese aula, para encaminarse a su siguiente clase con paso apresurado. El señor Hillmen, el profesor de sociología les había entretenido unos minutos más de la cuenta, y apenas tenía tiempo para llegar a la próxima asignatura, desarrollo psicomotor. Por suerte los salones de esas dos asignaturas estaban casi pegando, de modo que lo encontró sin problemas. Llegó a tiempo, y cuándo buscaba un sitio libre para sentarse, una chica morena, con el pelo liso y negro y claros rasgos nativos hizo una seña con su mano, en su dirección. Bella frunció el ceño... era imposible que la seña fuera dirigida para ella, no la conocía; miró hacia atrás, pensando que ese gesto iba dirigido a alguien que estaba detrás suyo, pero no había nadie.

La joven morena volvió a hacerle el gesto, y Bella se acercó a ella, extrañada.

-Hola- saludó jovialmente la chica al llegar a su altura -te he visto antes en clase de sociología; estabas sentada al lado de la ventana- le explicó. Bella asintió con una sonrisa tímida.

-Es verdad; me llamo Isabella Swan, pero todos me llaman Bella- se presentó con timidez.

-Yo me llamo Leah, Leah Tompson- se presentó de regreso -te he visto entrar y te he guardado un sitio- le explicó -si quieres sentarte- le ofreció.

-Claro- asintió contenta Bella, para después tomar asiento -no me había dado cuenta de que estábamos en la misma clase- se medio disculpó.

-No te preocupes; había mucha gente- la tranquilizó ésta -no tienes acento texano, ¿de dónde eres?-.

-De un pequeño pueblo del estado de Washintong, llamado Forks- le explicó -hace un año que vine a Texas- le relató escuetamente. Leah asintió, y ambas conversaron distendidamente hasta que entró en escena la señora Vods, la profesora. Leah resultó ser muy simpática y abierta, y a Bella no le costó mucho perder su timidez inicial; además, era bueno conocer a gente ya el primer día.

-Vaya- musitó la joven morena cuándo la señora Vods dio por finalizada la clase -esta profesora es un hueso-.

-Parece seria y exigente- le dio la razón Bella -yo ahora tengo hora libre- le dijo, cambiando de tema.

-¿En serio?; yo también- exclamó Leah -debemos revisar los horarios; creo que prácticamente son iguales-.

-Seguro que sí- contestó Bella con una sonrisa -¿vamos a tomar un café?- le propuso.

Las jóvenes se dirigieron a conocer ese rincón del campus vital para cualquier estudiante; la cafetería, que por cierto, estaba abarrotada de gente. Consiguieron encontrar una mesa vacía entre tal marea humana, y por fin pudieron acomodarse delante de dos deliciosos capuccinos.

Efectivamente, los horarios de ambas eran prácticamente idénticos, así que iban a coincidir en la mayoría, a excepción de una optativa, que Bella tenía los jueves por la tarde, y Leah los martes. El resto de los días sólo tenían clase hasta la una del mediodía.

-¿Vives cerca del campus, en alguna residencia?- interrogó Leah.

-Vivo en un apartamento en Jefferson Street- le explicó -está a diez minutos andando; -¿y tú?-.

-Mi marido y yo nos acabamos de mudar al barrio de Kendall- la joven castaña abrió los ojos por la sorpresa, y disimuladamente buscó la mano derecha de Leah; no se había fijado, pero efectivamente, en el dedo corazón destacaba una alianza de oro. Ésta adivinó los pensamientos de Bella.

-Sé que soy muy joven; tengo veintidós años- le explicó, adelantándose a la pregunta.

-Eso no tiene nada que ver- añadió Bella -cada uno tenemos unas circunstancias... y cada cual decide a qué edad quiere casarse y formar una familia-.

-Eso mismo pienso yo- aprobó Leah -un día te presentaré a Randall; trabaja en una empresa de construcción- le siguió contando -¿y tú?, ¿hay alguien en tu vida?- Bella sonrió cómplice.

-Se llama Edward; y también vivimos juntos- le contó -nos hemos mudado aquí desde Huntsville para que yo pueda estudiar-.

-¿A qué se dedica?-.

-Su familia tiene un rancho allí; él ahora va a trabajar desde casa, llevando la contabilidad y atendiendo a los clientes de esta zona- Leah la escuchaba atentamente, hasta que fueron interrumpidos. Al volverse se encontraron con una chica y dos chicos.

-Disculpad que os interrumpamos- se excusó uno de los jóvenes -os hemos visto en la clase de la señora Vods... -.

-No pasa nada- sonrió Leah.

-¿Queréis sentaros con nosotros?- les ofreció Bella; los chicos tomaron asiento, y enseguida entablaron conversación.

Los chicos se llamaban Henry y Zack; Henry era alto, rubio y muy simpático y afable; Zack también era alto, con el pelo castaño y un gran sentido del humor, cosa que a Bella le recordó sin duda alguna a sus cuñados.

La chica se llamaba Annie, y era guapísima; con unos rizos color castaño preciosos, y grandes ojos color avellana. Al principio se mostró un poco reservada, pero poco a poco se fue abriendo. Los cinco estudiaban la misma carrera, por lo que coincidirían en la mayoría de las clases. La charla se alargó un buen rato, y cuándo dio la hora los chicos se dirigieron a su siguiente asignatura.

Al mediodía Bella se despidió de sus nuevos compañeros para emprender el camino de regreso a casa. Deseaba ver a Edward y contarle todas las novedades e impresiones... pero al atravesar la verja principal del campus, lo vio apoyado en una pared, con las manos metidas en los bolsillos. Apresuró el paso para ir a su encuentro; Edward giró la cabeza, y apareció una sonrisa inmensa en su rostro mientras veía a su pequeña estrellita acercarse.

-Hola- musitó su pequeña nada más llegar a su altura, para después refugiarse en sus brazos.

-Hola cariño- la saludó de vuelta -¿cómo ha ido el primer día de clases?- interrogó con verdadera curiosidad.

-Muy bien; he conocido a la mayoría de los profesores... y he hecho migas con varios compañeros- le explicó contenta. Edward la escuchaba feliz; era tan tímida y retraída cuándo la conoció que le preocupaba que le costara adaptarse; pero parecía que había superado su primer día sin problemas.

-¿Y cómo es que te ha dado por venir a buscarme?; pensé que me esperarías en casa- le preguntó Bella, después de unos minutos de charla.

-Se me ha hecho tarde en el banco, y no he ido a casa; he venido directamente aquí- le explicó -y de paso, te invito a comer- le propuso.

-Me parece una idea estupenda- aprobó la joven, rodeando su cuello y besando sus labios, gesto que Edward correspondió gustoso. Cuándo se dio cuenta de que Bella le costaba respirar, fue separándose de ella, dejando tiernos y cortos besos en sus labios y rostro.

-Respira- murmuró en voz baja, viendo que su pequeña hacía esfuerzos por tomar aire. Ella fue a protestar, pero Edward la silencio con otro beso, para después tomar su mano y perderse ambos por la ciudad.

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Listop Muñecas, cumpli con otro capi!  Las quiero Mucho, comenten... :D

1 comentario:

  1. que hermoso capitulo ,me alegro que Bella se esté adaptando bien a sus clases...Gracias preciosa por este nuevo capitulo....

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