jueves, 27 de septiembre de 2012

La Bestia del Castillo





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15.- Uno más de lo esperado 

Bella pov 

-Edward… es hora, despierta. Edward… - no tuve respuesta… no de él. 

-Bella, ¿Qué pasa cariño?- pregunto a mi lado Rosalie. 

-¿te sientes mal Bellis?- pregunto Alice desde el sillón. 

-tengo mucho dolor, creo que es hora, llama a Edward - pedí antes de que una punzada me atravesara por completo. 

-cariño Edward no está, creo que… no sé qué paso o porque pero salieron hace unas horas, deberán estar de regreso mañana en la noche, algo de último minuto- agrego Alice. 

- entonces llamen a quien sea pero rápido, duele mucho - pedí de nuevo. 

Los dolores van y regresan, son intensos un momento y se desvaneces en otro pero son repetitivos. Paso una eternidad de tiempo entre que Alice salió disparada por la puerta hasta que la partera, Carmen y ella misma regresaron. 

Rose había encendido el fuego mientras esperábamos y las velas puestas a distancia ofrecían una luz lo suficiente para ver. 

- bueno señora, por lo que puedo sentir está dilatando, pero aun no es suficiente. Debemos esperar que abra un poco más, la daremos un té que le ayudara con los dolores, pero solo un poco ya que pueden afectarle después, a la hora de pujar. No sé preocupe estará bien. Muy bien - dijo la mujer después de revisarme. 

- ¿Cuánto más tardare así? - pregunte apenas. 

- no puedo darle un tiempo especifico señora, los partos son diferentes aun cuando sea la misma mujer, a veces es muy rápido y a veces muy lento, con poco o mucho dolor, depende de la mujer. Pero estaremos aquí en todo momento- tomo mi mano Carmen. 

- Alice pide en la cocina que pongan agua a calentar y la traigan en cuanto hierva, Carmen trae el caldero, pondremos aquí lo demás, Rose consigue mantas y córtalas en tramos más pequeños, Señora voy a desnudarla para que sea más fácil atenderla- indico la mujer. 

Horas después yo sigo gritando y rogando que pronto acabe. Es doloroso, cansado y agonizante. 

- no está dilatando más, será largo. Dale algo más de láudano o no soportara lo que falta- escuche decir a una de ellas. 

¿Cuál de todas? no sé, después de horas de estar así deje de prestar atención a lo que decían. 

Me dieron tanto té como se les ocurrió, pero después de la novena taza no hubo más. Y tuve que soportar los dolores sin ningún tipo de remedio. 

-Bella mi esposo mando un mensajero a buscar a Edward, estará aquí pronto- dijo una mujer a mi lado. 

Por la voz sé que es Esme. 

- ¿te conté alguna vez que Edward se cayó del caballo rompiéndose al menos la mitad de los huesos?- negué apenas mientras se sentaba a mi lado. 

Las mujeres me pusieron unas almohadas en la espalda por lo que me sentía cómoda al menos en ese aspecto y porque dijeron que será más fácil a la hora de pujar. Prácticamente estaba sentada en medio de la enorme cama. 

-bueno, tenía 12 años y su padre acababa de regresar de las tierras del norte, trayendo consigo una buena cantidad de caballos para su entrenamiento. Entre todos esos hermosos ejemplares venía uno blanco totalmente. Mi sobrino se enamoro por completo de él, rogo, suplico, pidió, exigió y por ultimo negocio por el caballo. Mi cuñado sabiendo que era uno de los mejores y que Edward de verdad haría lo que fuera por tenerlo le propuso montarlo en cuanto estuviera entrenado y sí le ganaba en una carrera a campo traviesa podría quedárselo, pero si no ganaba debía trabaja en las caballerizas todo un año…- 

Se interrumpió para que yo dejara de gritar. Apenas pude respirar normalmente regreso con su relato. Su mano nunca soltó la mía. 

- y así fue como dos meses después se armo la carrera, ya que ese trato fue conocido por cada miembro del clan. Verás, Edward fue un niño tan decidido que era de admirarse a pesar de ser tan joven. La distancia se fijo, se prepararon los caballos. Y la carrera empezó. Tardaron cuatro horas en regresar. Justo cuando mi cuñado se dejo ganar, porque así fue, el caballo se encabrito, asustado por una serpiente que cruzaba el camino en ese momento, se levanto sobre sus patas traseras arrojando a mi sobrino muchos metros más allá. Mi cuñado estallo en furia y estuvo a nada de matar al animal. Pero entonces mi sobrino grito desde donde estaba, llorando por la caída, que no se acercara a su caballo. Que no tenía derecho porque ya era propiedad de él y no autorizaba ningún daño a su propiedad. Mi cuñado se quedo con la espada desenfundada y la quijada desencajada - se detuvo de nuevo mientras la puerta se abría de nuevo. 

- traje los tramos de tela…- deje de presta atención cuando vi que no era Edward. 

Mire de nuevo a Esme esperando que continuara. Escuchar de la niñez de mi esposo es mejor que escuchar lo mucho que me falta para terminar con la tortura previa a la inmensa felicidad que me dará tener a mi hijo o hija en brazos. 

-como te decía, mi cuñado se quedo más que asombrado de la respuesta de Edward, así que dejo al animal en paz, pero mi sobrino fue otro asunto, tardo apenas dos semana en cama, no porque solo eso le recomendarán sino porque solo eso lograron mantenerlo quieto, uno de los guardias lo bajaba cargado y estando abajo no faltaba que alguno de los chicos que ayudaban en las caballerizas lo jalará de un lado a otro. Para cuando pudo andar por si solo fue peor, pasaba la mayor parte del día en la caballeriza, con su nueva adquisición…- 

Un grito me hizo interrumpirla de nuevo. Estoy segura que no soportare mucho más. El cansancio, el dolor y el agotamiento físico me están acabando. 

-señora, la revisare de nuevo… quizá sea hora de que finalmente la criatura salga- dijo Rhona mientras me hacía la revisión. 

La cual por cierto es de lo mas incomoda y dolorosa. Mire por la ventana. La noche había caído hacía mucho y la claridad de la luna es visible desde la cama. 

-ya esta dilatada lo suficiente señora, las contracciones son frecuentes y creo que podemos traerlo. Cuando sienta el dolor puje con ganas, es hora de empezar- dijo la mujer. 

Sentí a una de mis amigas abrazarme, aunque no supe con certeza cuál de ellas. 

Y la tortura comenzó, con cada dolor debía pujar pero avanzaba poco y me agotaba demasiado, llevaba casi un día completo con eso. Mis fuerzas se están acabando. 

Sentí que ella, quien fuera, me soltó y las almohadas fueron remplazadas por un cuerpo cálido y fuerte. Edward. Mi esposo está en casa. Pero yo no doy más. 

Ya no. 

- vamos cariño, mira que el bebe no puede salir caminando de ti, anda… sé que estas cansada pero intenta… por favor Bella… por favor amor - susurraba en mi oído, con sus manos en mis rodillas sosteniéndolas y su pecho como mi soporte. 

- ya falta poco señora, la cabeza ha salido, lo demás deberá ser más fácil, puje solo una vez, con muchas ganas- escuche. 

Respire lo más profundo que pude siendo que la siguiente punzada venía. Enterré las uñan en los brazo de mi esposo y puje de nuevo. 

- uno más Señora, apenas salió un hombro, no debe permanecer así mucho tiempo o tendrá problemas, ande señora, por favor no se rinda ahora- 

- ya no puedo - apenas logre decir. 


Edward pov 

Escucharla fue casi un milagro, pues ni fuerza tiene para eso. La abrace delicadamente, mi esposa se ve frágil, diminuta entre tantas almohadas. Diminuta entre mis piernas. 

Moriré si algo le pasa. Porque ahora lo sé, yo renuncio a lo que sea por ella, si tener un hijo le cuesta la vida no me interesa tenerlo, si pierdo mi puesto como señor por tenerla en mi vida con gusto renuncio por iniciativa. 

-señora… mientras más tiempo pase el bebe en esa posición…- el razonamiento de Rhona fue interrumpido por un grito acompañado de un esfuerzo más de mi esposa por sacar a la criatura. 

- lo tengo, es un varón - dijo la mujer mientras el lugar fue llenado con un llanto estridente. 

Mi hijo llora con ganas. 

Me quede como idiota mirándolo. Alice lo envolvió y me lo entrego. Apenas pude sostenerlo sin soltar a mi esposa. Es perfecto. Por fin dejo de llorar. Con esa luz no logro ver el color de sus ojos o de su cabello o nada que no sea su piel arrugada. 

Un grito de mi esposa me hizo brincar y provoco que mi hijo llorara de nuevo. 

- viene otro - dijo la Partera. 

- ¿otro qué? - pregunte mientras Alice se llevaba al bebe y me daba yo a la tarea de abrazar a mi esposa en forma y sostener sus rodillas mientras pujaba una vez más. 

- otro bebe señor, son dos… y este será más rápido, deberá ser más fácil, vamos señora, puje solo una vez, ya salió la cabeza y un hombro. Vamos señora no se me duerma ahora - 

Pero no hubo respuesta. Me gire sobre su rostro, yace sobre mí con los ojos cerrados y sin indicios de abrirlos, despertar o hacer nada más 

- Bella, amor, anda solo uno, cariño, viene otro en camino… no lo dejes ahí… vamos amor- pedí, la moví, la zarandee pero nada paso. 

- ¿Qué hacemos? - pregunte mirando a la mujer. 

-si pujara solo una vez más yo podría jalarlo y sacarlo pero así no puedo, a menos que… la cortemos…- 

- ¿cortarla donde?- pregunte. 

La mujer me miro y después miro hacía donde la otra criatura estaba. Entendí y me dio escalofrío. 

- ¿se puede hacer eso?- 

- será un corte pequeño y cerrare después - 

- no, déjame tratar de despertarla, si no funciona pues… - me encogí de hombros - Bella amor se que puedes escucharme… por favor, puja solo una vez, solo una y no se necesitara mas, podrás descansar el mes entero. Por favor cariño…- pedí hablando cerca de su oído, besándola, abrazándola apenas. 

-¿solo una vez?- apenas pregunto mirándome. 

-sí, solo una vez- dije sonriendo. 

Y lo hizo. Pujo con todas las fuerza que le quedaban. Cerró los ojos. 

Y no los abrió.




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viernes, 21 de septiembre de 2012

Cowboy de mi corazón


Capítulo 14: Autocontrol


Bella bajó las escaleras, después de ponerse las botas de montar; todavía no podía borrar de sus retinas la imagen de su novio, con una toalla liada en sus caderas cómo única prenda y la parte superior de su cuerpo al descubierto... dios, las yemas de sus dedos aún cosquilleaban cómo cuándo acarició lentamente su cincelado pecho, hacía tan sólo unos pocos minutos.

Suspiró frustrada y resignada; sabía que Edward quería lo mejor para ella, y esperar a que estuviera totalmente preparada para dar ese paso... pero no podía evitar que la palabra rechazo se colara en su mente... ¿y si por más que Edward la quisiera, su cuerpo no le resultaba atractivo?

Con esos pensamientos rodando por su cabeza, se adentró en la cocina, para ir calentando el café de nuevo y hacerle una tortilla de queso a su novio, su desayuno preferido. Su mente seguía dando vueltas al dichoso asunto... si por algún casual remoto, llegaba a ese punto de intimidad con Edward pronto, ella no sabía qué hacer... y se negaba en redondo en pedirle consejo a Rosalie, se moriría de la vergüenza. Estaba tan metida en sus cavilaciones, que por poco se le pega la tortilla a la sartén; por suerte la sacó a tiempo de que el estropicio pasara a mayores, y colocó el plato en su sitio; justo en ese momento su novio entró por la puerta de la cocina.

-Hummmm... que bien huele- alabó éste, sonriendo a su pequeña en agradecimiento. Se sentó para saborear su desayuno; Bella decidió ponerse otro café, y esperó apoyada en la encimera, taza en mano, a que Edward terminara, pero el joven notó algo raro en la actitud de su novia, de modo que dejando el tenedor encima del plato, la llamó.

-Bella- ésta giró la cabeza, mirándole con una pequeña sonrisa, pero esa aparente alegría no llegó a sus ojos, y éste lo volvió a notar. Edward se levantó, dejando su plato en el fregadero y acercándose a su novia.

-¿Qué te pasa cariño?- interrogó preocupado; la joven castaña meneó la cabeza, diciéndole en silencio que no le ocurría nada.

Pero Edward no se quedó conforme con la respuesta, y adivinando las inquietudes y dudas de su pequeña, le quitó la taza de las manos, para después tomarla por la cintura y alzarla hasta sentarla en la encimera de la cocina. Se posicionó entre las piernas de la joven, acercándose más a ella y pasando las manos por la espalda de la joven.

-Cariño- suspiró frustrado -mírame, por favor- le suplicó en voz baja. Bella alzó la vista, para encontrarse con esas esmeraldas mirándola de una forma que hizo que su cuerpo de estremeciera.

-Bella... no sé que estará maquinando esa cabecita tuya; pero quiero que tengas una cosa muy clara- su novia le miraba fijamente, intentando frenar las reacciones que las caricias de Edward le provocaban a lo largo y ancho de su espalda -claro que te deseo, y mucho- le susurró mientras juntaba su frente contra la de su pequeña -y no sabes hasta qué punto tengo que controlarme últimamente- la joven castaña bajó la vista de nuevo, sonrojándose por el tema del que estaban hablando.

-¿Entonces... por qué no quieres estar conmigo?- murmuró en voz baja y con tono triste y apagado. Sintió la caricia de una de las manos de su novio en la mejilla, y al levantar de nuevo la vista se encontró con su rostro a centímetros del suyo.

-Bella...- volvió a suspirar -claro que quiero, es lo que más deseo en el mundo- le volvió a repetir -pero quiero hacer las cosas bien para los dos... y sobre todo para ti- le explicó con cariño -cuándo tenga que ocurrir, ocurrirá- su pequeña esbozó una pequeña sonrisa... se preocupaba mucho por ella, a veces demasiado... pero un pensamiento cruzó su mente, y fue incapaz de reternerlo.

-¿Quieres esperar hasta que nos casemos?- la pregunta dejó a Edward tan parado, que tras unos segundo de silencio, soltó una pequeña carcajada, estrechando aún más a su pequeña estrellita entre sus brazos.

-No creo que tenga tanto autocontrol cómo para esperar hasta ese día- murmuró divertido -pero si es lo qué tu quieres, no tengo problema alguno-.

-¡No!- exclamó súbitamente Bella, lo que provocó la risa divertida de Edward, y por consiguiente, que el sonrojo de Bella no llegara a desaparecer de su rostro.

-Tranquila- le susurró en voz baja, muy cerca de su oreja -todo llegará- su cálido aliento hizo que la piel de la joven se erizara -pero no quiero que pienses que no te deseo, porque eso es una vil mentira- Bella cerró los ojos, disfrutando de la sensación de los labios de su novio tan cerca de su cara; no pudo resistir el impulso de juntarlos con los suyos. Edward aceptó gustoso esa dulce invasión de su boca, y cómo si de un acto reflejo se tratara, pegó más a su novia a su cuerpo. El dulce hálito que provenía de la boca de Bella, junto con los pequeños gemidos de la joven le bastó para volverse loco y aprisionarla entre sus brazos, sin dejar que se separara un milímetro de él.

Bella se encontraba en el séptimo cielo; los labios de su novio se movían contra los de ella de forma suave y cariñosa, pero a la vez con firmeza y determinación... pero no pudo evitar un jadeo de sorpresa cuándo cierta parte íntima de la anatomía de Edward se rozó con la suya, debido a la postura en la que encontraban, y aún con la ropa de por medio, Bella sintió que una llama de fuego atravesaba su cuerpo, e inconscientemente, arqueó levemente su cuerpo, bajando sus manos a lo largo del pecho de Edward, pero sin el pudor y timidez que imperó cuándo subió a darle los buenos días.

Su novio recibió encantado esas caricias... y algo se encendió también en su fuero interno al notar ese contacto de sus partes más íntimas... dios... su autocontrol se estaba yendo directo a la alcantarilla... pero no podía parar de besarla. Sus manos, hasta ahora ancladas en su cintura, empezaron a a subir ellas solas por los costados de la joven castaña, llegando incluso a rozar, involuntariamente, el lateral de sus pechos. Dándose cuenta de su atrevimiento, y temiendo que su pequeña se sintiera cohibida, hizo un amago para separarse de ella, pero una manitas en su cuello se lo impidieron.

-No pares, por favor- le pidió entre jadeos, volviendo a posar sus labios en su boca y adentrándose con su lengua sin pudor alguno.

-Bella...- jadeó desesperado -no creo que pueda parar-.

-Eso es lo que quiero- le aclaró ella, dejando libre sus labios y dejando un reguero de besos por su cuello y por su pecho. El joven cerró los ojos, tomando suavemente la cabeza de Bella con sus manos, demostrando así con ese gesto cuánto le gustaban esas caricias. Iba a obligarla a levantar su cabeza, para besarla de nuevo, pero un ruido hizo que ambos se separaran, de repente. Ambos se miraron, con la respiración entrecortada y las mejillas sonrosadas; sus labios hinchados eran la prueba contundente de lo que habían sentido... y una confirmación para Edward... a su autocontrol no le quedaba mucho para desaparecer.

-¿Nos vamos?- interrogó a su novia -no quiero que aparezca nadie por aquí y nos pillen...- dejó la frase inconclusa, guiñándole un ojo a Bella de forma cómplice.

-Será lo mejor- rió ella, bajando de la encimera y tomando la mano que el joven le ofrecía, dispuesta a disfrutar de un agradable paseo a caballo.

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La semana pasaba tranquila para todos los habitantes del rancho. Los encuentros de Edward y Bella fueron más inocentes que el acontecido en la cocina, principalmente porque apenas estaban solos más que unos minutos al día y después de la cena. Abril se abría paso en el calendario, y eso en un rancho se traducía en la época en la que más compra venta de ganado se realizaba. El rancho Killarney se llenó de vendedores y compradores, y Carlisle y sus hijos atendían pacientemente a todo el que se acercaba allí, pero Jake y Edward tuvieron que viajar una semana a varios de los ranchos con los que habían llegado a un acuerdo, de modo que Bella y Edward se tuvieron que despedir por unos días. La joven no pudo ocultar la mueca de tristeza que asomó en su rostro cuándo se abrazó a su novio, pero sabía que ese era su trabajo, y no iba a permitir que descuidara sus obligaciones por estar con ella.

De eso ya habían pasado cuatro largos días; cuándo justo regresaba del pueblo la quinta mañana, se encontró con Alice Brandon, que en ese mismo instante aparcaba su pequeño coche en la parte trasera de los establos. No la había visto desde el incidente en el bar de Félix, y aunque la había llamado un par de veces por teléfono, no había recibido contestación alguna.

-¡Alice!- la llamó, elevando un par de octavas su tono de voz; la aludida se dio la vuelta, esbozando una pequeña sonrisa al ver a su castaña amiga. Bella se acercó a ella, y nada más verla se dio cuenta de su palidez y sus ojeras, señal de que apenas había descansado estos últimos días.

-Hola Bells- saludó con un amago de sonrisa.

-¿Cómo te encuentras?- inquirió ésta, preocupada -te he llamado un par de veces, pero debías estar en el trabajo-.

-Lo siento; en verdad oí los mensajes en el contestador- se disculpó cabizbaja -he tenido mucho trabajo estos días, y llegaba a casa agotada, y ad...- Bella la cortó, tranquilizando a su amiga.

-No pasa nada; después de lo ocurrido el pasado sábado, no quise agobiarte- le explicó con cariño -¿quieres tomarte una café?-.

-No me vendría nada mal, la verdad- meditó la joven morena, casi para sus adentros -pero no quiero hacer esperar a Jake, Edward y al resto- se intentó excusar.

-Edward y Jake están de viaje, y no regresan hasta dentro de dos días- le aclaró Bella -y Carlisle y Jasper han ido al ver al abogado esta mañana, para formalizar unos contratos; todavía no han regresado- Alice meditó la propuesta, hasta que finalmente aceptó el ofrecimiento. Juntas se encaminaron hacia la casa, dónde se encontraron con Rosalie y Esme, haciendo carantoñas al pequeño Owen.

-Qué bueno verte de nuevo Alice- la saludó Esme con una sonrisa cariñosa, lo mismo que Rosalie.

-¿Queréis uniros a la merienda?- interrogó Bella.

-Quedaos vosotras- les ofreció Esme - yo me llevaré a este pequeño a dar un paseo- dijo mientras cogía de brazos de su madre al pequeño Owen, profundamente dormido. Después de acomodarlo en su cochecito, se despidió de las chicas, deseándoles que tuvieran una buena tarde.

Una vez Bella sirvió el café y galletas y bizcocho, Rose clavó su mirada en la joven morena; ya que, inevitablemente, había escuchado lo que había sucedido la pasada noche.

-¿Te encuentras bien?- Alice no tuvo que meditar mucho su respuesta.

-Supongo que he tenido épocas mejores- respondió con un lánguido suspiro.

-Nunca nos habías dicho que estabas separada- dijo Bella con cautela, a modo de pregunta.

-Divorciada- corrigió -por eso me ausenté las pasadas semanas de mi trabajo, para ratificar la demanda de divorcio-.

-¿Te maltrató?- la pregunta tan directa de Rosalie, y que también se preguntaba Bella para sus adentros, hizo que la joven las mirara un poco sorprendida. Al ver su silencio, Bella se apresuró a tranquilizarla.

-No tienes que contarnos nada, si no quieres- la tomó de la mano, infundiéndole ánimo -pero tu cara de miedo cuándo esos impresentables los nombraron...- rememoró enfadada.

-Lo siento Alice, no pretendía ser tan brusca- se disculpó Rose.

-No pasa nada... - se quedó callada un minuto, escogiendo sus palabras -vine a Hunstville con la esperanza de iniciar una vida nueva, pero el pasado siempre vuelve, de una forma u otra- Bella y Rosalie escucharon con atención las palabras de su amiga.

-Conocí a Peter en el instituto- empezó a relatar -él llegó al empezar el último año; recuerdo la primera vez que lo vi... era muy atractivo- musitó en voz baja, con una triste sonrisa asomando en su cara. Bella le dedicó otra de vuelta, dándole valor para seguir.

-Enseguida ambos nos sentimos atraídos mutuamente, y a mediados de curso empezamos a tontear; me gustaba muchísimo, y poco a poco, fui enamorándome de él- rememoraba -y nos hicimos novios al graduarnos; el futuro no podía pintar de mejor forma; habíamos terminado el instituto, y los dos fuimos a la misma universidad-.

-¿Ahí fue dónde empezaron los problemas?- preguntó Rosalie; la joven meneó la cabeza, negando.

-Esos años fueron los mejores de mi vida; nuestros estudios iban bien, y Peter y yo nos queríamos; nos casamos cuándo estábamos en el último curso, y todo seguía bien. Al terminar la universidad nos fuimos a vivir a Portland, en Oregón. Yo conseguí trabajo en poco tiempo... a Peter le costó más; creo que ahí empezaron los problemas- murmuró sin poder retener las lágrimas.

-Tranquila- la reconfortó Rosalie.

-Se graduó el segundo de su promoción; todos los profesores lo decían, sería un prometedora abogado... pero por más que buscaba y buscaba, no encontró trabajo; desde ese momentos cayó en una profunda depresión, y ahí fue cuándo empezó a beber-.

-A todos nos cuesta empezar nada más salir de la universidad- comentó Rosalie.

-Eso es verdad- añadió Bella.

-Si algún defecto tenía Peter, era el orgullo- contaba Alice -no pudo soportar que la que llevara el dinero a casa fuese yo-.

-A eso yo lo llamo machismo- masculló ja joven rubia entre dientes.

-Jamás pensé que fuera a comportarse así... se hundió más en la bebida, debido a su depresión; las peleas se hicieron frecuentes, la convivencia se hizo insostenible... se hundió tanto en su miseria, que ya ni siquiera hacía el esfuerzo por encontrar un trabajo... hasta que una noche todo estalló y...- Alice bajó la cara, tapándose los ojos y llorando.

-Te pegó- iba a ser una pregunta, pero salió cómo una rotunda afirmación de los labios de Bella. La señorita Brandon hizo un imperceptible movimiento de cabeza, sin levantar la vista del suelo.

-La primera vez que sucedió me juró y perjuró que no volvería a hacerlo, pero...-.

-Pero eso no fue así- terminó Rosalie por ella.

-Cada vez iba a más- recordaba Alice entre lágrimas, cerrando los ojos y recordando los gritos, los golpes, las lágrimas que derramó por ese impresentable -cuándo ya no pude soportarlo más, le dije que debíamos separarnos-.

-¿Por qué aguantaste tanto?- musitó Bella, intentando no llorar por ver así a su amiga.

-Le quería- se encogió ésta se hombros -me costó mucho dar el paso, tenía que empezar de nuevo; no me lo puso nada fácil, me amenazó, decía que a él nadie le pegaba una patada en el trasero y le abandonaba; esa noche me dio la peor paliza de todas...- Bella no pudo soportarlo más, y atrapó a Alice en un fuerte abrazo, en un intento de consolarla. Rosalie también se acercó a ella, frotándole la espalda en un gesto cariñoso.

-Hace un año y medio que me fui de Portland, huyendo como una fugitiva- masculló ésta con rabia -ya no podía soportar las amenazas; aunque nos hubiéramos separado, no me dejaba en paz; nadie sabía que estaba aquí, a excepción de mis padres-.

-Tenía una orden de alejamiento- murmuró Rose, suspirando.

-La tiene; por eso aunque fuera a ratificar la demanda de divorcio, sus abogados no saben cómo encontrarme; eso lo dictaminó el juez- corrigió Alice -pero ahora Garret y James saben que estoy aquí; y...-.

-Tienes miedo de que te vuelva a encontrar- terminó por ella Rosalie.

-Si me encuentra de nuevo, no sé de lo que sería capaz...- no pudo seguir hablando, ya que un llanto nervioso e incontrolable se adueñó de su cuerpo.

-Alice, tranquila- la reconfortó Bella.

-No estás sola; nos tienes a nosotras, a Nessie, a los chicos... no estás sola- le susurraba Rosalie en voz baja.

Dejaron que se desahogara tranquila; ninguna se percató de que Jasper estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados y la rabia bullendo por cara poro de su cuerpo. Bella y él se miraron, hasta que su joven cuñada se acercó a su altura.

-¿Cuánto tiempo llevas ahí?- habló en voz baja.

-El suficiente para entender muchas cosas- siseó en voz baja -¿cómo ha podido soportarlo?- se preguntó casi para si mismo; llevaba toda la semana preguntándose qué le habría hecho el impresentable de su ex marido; y lamentablemente, sus sospechas no iban descaminadas.

-¿Cómo se puede ser tan ruin y miserable para hacerle eso a una mujer?- seguía siseando, lleno de rabia -ninguna mujer se merece que un hombre le ponga la mano encima- Alice levantó la cabeza del hombro de Rose, mirando fijamente al joven rubio. Éste se acercó a ella, agachándose a su altura.

-Nadie va a hacerte daño Alice- el tono cariñoso que utilizó no hizo otra cosa que emocionar a la joven, que aún entre lágrimas, intentó esbozar una pequeña sonrisa.

-Ahora nos tienes a nosotros- le recordó de nuevo Bella -no estás sola-.

-No sé qué decir... gracias- musitó en voz baja.

-No las tienes que dar- le aclaró Jasper, dedicándole una mirada cargada de sentimientos; Alice se perdió en esos preciosos ojos grises por unos pocos segundos... él era tan diferente a Peter. El joven Cullen sonrió de forma torcida, y en un intento de aligerar el ambiente, y sobre todo, de verla sonreír, sugirió que fueran hacia los establos.

-Lo había olvidado- se disculpó ella -ya tengo los primeros resultados del estudio- le contó, un poco más animada después de despedirse de las chicas y salir acompañada de Jasper. Éste rodó imperceptiblemente los ojos... seguía sin creer mucho en el dichoso estudio...pero ahora mismo haría cualquier cosa por verla sonreír cómo el duendecillo hiperactivo que era.

-La sangre analizada demuestra que hay un aumento considerable de aminoácidos esenciales- le relató la joven.

-Y eso se traduce... -Jasper hizo un gesto con la mano, instándola a continuar.

-Eso significa que sus músculos están más sanos y fuertes; y eso se traduce en carne de mejor calidad- le explicó la joven.

-Interesante- admitió Jasper, pero Alice negó con la cabeza, sonriendo pícara.

-Sigues sin tenerlas todas contigo- su acompañante le dedicó una sonrisa maliciosa, mientras se acercaban a la barrera de seguridad.

-Me cuesta creer que con sólo ponerles música se consiga una mejor producción alimentaria- meditó en voz alta.

-La música hace que se relajen, y las hormonas encargadas del relax fluyen en cantidades moderadas... eso hace que se produzca mayor cantidad de aminoácidos esenciales- el joven la escuchaba atentamente... pero sus ojos se perdían por el bonito rostro de la joven morena. Había algo en ella que le atraía de una manera sobrehumana; y echaba de menos esas batallas dialécticas tan divertidas que ambos habían intercambiado durante los últimos meses... pero ahora entendía que Alice no estaba bien, y él la quería ayudar a olvidar, la quería proteger de ese canalla.

-Entonces el estudio va viento en popa- aprobó éste -eso se merece una celebración, ¿no te parece?- miró directamente a Alice, elevando las cejas de modo sugestivo.

-¿Vuelves a insistir para que acepte una cita contigo?- respondió, un poco más animada, pero feliz de volver a escuchar ese tono arrogante que tan loca le volvía. En su fuero interno, deseaba darle una oportunidad, pero... tenía miedo. Jasper se giró hacia la joven, quedando enfrente de ella, e ignorando las miradas curiosas de los peones y vaqueros, con uno de sus dedos alzó el rostro de la joven, acariciando imperceptiblemente su barbilla.

-Yo no soy Peter; jamás te haría daño- Alice se quedó sin palabras, y sintió un escalofrío por todo su cuerpo causado por las palabras que le dedicó el joven Cullen. Suspiró largamente, sin saber qué contestar.

-Tengo formas para persuadirte- Jasper volvió a adoptar ese tono arrogante y chulesco, simplemente para verla rodar los ojos o que le diera una de sus divertidas contestaciones.

-¿Cómo cuales?- interrogó divertida.

-Bueno... puedo perseguirte cantando una horrible canción hasta que supliques que pare... canto muy mal- la joven no pudo evitar la carcajada.

-No sé si la artimaña te daría resultado- le devolvió por respuesta; Jasper sonrió ampliamente... esta era la señorita Brandon que el quería ver... la señorita Brandon que le atraía de una manera inexplicable.

-Ponme a prueba- se encogió éste, despreocupadamente de hombros.

-Ya veremos- accedió la joven.

-Te convenceré- afirmó pagado de si mismo, disfrutando de la suave risa de la chica y continuando con su paseo por el establo, con las notas del piano de una obra de Debussy flotando en el ambiente.

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Dos días después de la visita de Alice al rancho, la familia esperaba a Edward y Jake, que llegarían para la hora de la cena. Emmet y Jasper estaban enfrascados en un divertido debate sobre la final de la súper bowl, el mayor acontecimiento deportivo de la temporada que tendría lugar la semana que viene. Carlisle y Esme se deshacían en carantoñas con el pequeño Owen, que acomodado en su sillita, sonreía por las muecas y caras que ponía su abuelo. Bella y Rosalie terminaban de poner la mesa en la cocina, cuándo justo oyeron el motor de un coche.

-Ahí están- anunció Esme. Toda la familia salió al vestíbulo para recibirles. Primero entró Jake, que soltó la maleta en el suelo.

-Por fin en casa- exclamó con un cómico suspiro -estoy hambriento- protestó, después de saludar a todos.

-Menuda novedad- rió divertido Emmet -el día que no tengas hambre será un milagro- repuso burlón.

Bella rió divertida, pero se quedó rezagada cuándo Edward entró seguido de su hermano. Dejó que saludara primero a su padre y hermanos, pero fue el propio Edward el que se acercó a ella presurosamente, envolviéndola en sus brazos y levantándola del suelo en un abrazo. La joven escondió su rostro en su cuello, aspirando de nuevo la familiar esencia de Edward... había sido una semana muy larga para los dos.

-Hola cariño- susurró Edward en voz baja, sólo para ellos.

-Hola- devolvió la joven por respuesta -te he echado de menos-.

-Yo también, mi pequeña estrellita- Bella sonrió, aún con la cara escondida en su cuello. El joven sintió cómo su novia dejaba un pequeño besito en la base de su cuello, y ese gesto hizo que la estrechase más fuerte en su abrazo; cómo la había echado de menos. Separándose un poco de ella, dejó un pequeño y cariñoso beso en sus labios, que su pequeña correspondió de forma tímida.

-Edward bájala al suelo- exclamó Emmet burlón; rodando los ojos la liberó de su abrazo, ante la vergüenza de la joven.

-Después- le dijo Edward, tomándola de la mano y entrelazando sus dedos con los suyos. La joven asintió imperceptiblemente, y todos se dirigieron de nuevo a la cocina, dónde un suculento festín les esperaba.

Después de la cena y de que Edward y Jake pusieran a toda la familia al corriente de las novedades y los tratos que habían cerrado a lo largo de esa semana, Rosalie y Emmet partieron hacia su casa y el resto se retiró a descansar. Bella justo salía del baño cuándo la puerta de su habitación se abrió; la joven esbozó una sonrisa al ver a Edward cerrar sigilosamente la puerta tras de si, ataviado con un pantalón de pijama gris y una camiseta negra, que se pegaba de manera peligrosa a sus músculos. Sin pensarlo un sólo segundo, corrió hacia sus brazos, dónde su novio la recibió gustoso.

Sin decir una sola palabra, sus bocas se encontraron, reconociéndose de nuevo después de esa larga semana. Sus dedos se enredaron en el pelo cobrizo de Edward, agarrándolo con algo de fuerza y queriendo fundir su boca con la suya.

El joven respondió con avidez a ese demandante beso, sintiendo las insinuantes curvas del cuerpo de su pequeña amoldándose al suyo. Algo ardía en su interior, sus manos no paraban de acariciar la espalda y cintura de Bella, y sintió el gemido de la joven morir en su garganta. Con un pequeño movimiento, hizo que la joven enredara sus piernas en su cintura, y con ella encima caminó hasta que sus piernas tocaron el borde la cama. Con toda la delicadeza de la que fue capaz, la acomodó en ella, para justo después tumbarse a su lado y seguir besándola, hasta que no le quedó otro remedio que dejarla tomar un poco de aire. Los brazos de Bella rodeaban su cuello, y una de sus manos reposaba en el estómago de su novia, dándole una suave caricia.

-¿Me has echado de menos?- inquirió con su sonrisa torcida.

-Sabes que sí- rodó los ojos la joven, haciendo un gracioso gesto con la cara, que no hizo otra cosa que arrancar las risas de su novio.

-No te enfades- le dijo mientras la atraía hacia su pecho, dónde su pequeña se acurrucó -yo también te he echado mucho de menos- Bella sonrió de manera tímida al oír esas palabras -cada día se me hace más difícil separarme de tu lado-.

-Se me ha hecho eterna la semana- le confesó en un susurro casi imperceptible -pero ya estás de nuevo en casa- exclamó con una de sus preciosas sonrisas. Su novio dejó un besito en su pelo, y así, en esa postura, Bella le puso al día de todo lo acontecido esa semana, incluida la confesión de su joven amiga.

-¿Cómo puede haber gente así?- siseó enfadado -no hay acto más denigrante y rastrero que maltratar a alguien... y más si se supone que quieres a ese alguien más que nada en el mundo- sintió los ojos de su pequeña mirándole con una mezcla de asombro y admiración -me volvería loco si alguien te hiciera daño... no sé de lo que sería capaz-.

-Tú no eres cómo él, ni cómo esos hombres que se jactan de ello, orgullosos de su hombría- le dijo ella, seria y rotunda -no hay nadie que me cuide cómo tú lo haces- el joven sonrió complacido al escuchar las palabras de la joven. Cambiaron radicalmente de tema, hablando del viaje de Edward y otros asuntos, hasta que el joven sintió que a su novia se le cerraban los ojos, presa del sueño y del cansancio.

Iba a levantarse y arroparla, pero Bella agarró su camiseta con los puños, mirándole con un tierno puchero.

-¿Podrías quedarte a dormir conmigo?- le medio imploró, de forma tímida. El joven sonrió complacido, apartando las sábanas y metiéndose en la cama con ella. Sintió que su pequeña volvía a sus brazos, y la rodeó de nuevo entre ellos.

-Nada me gustaría más... duerme, mi pequeña estrellita- Bella sonrió feliz, escondiendo la cara en su pecho y cerrando sus ojos, sintiéndose segura junto a Edward... el velaría sus sueños.. él la cuidaría.

¿ Y mi final feliz?




Capitulo XIV

¿Ahora qué hago?


Hoy era el día, en menos de doce horas mi hermano estaría en casa y con su familia. 

Todos estábamos emocionados por su regreso. Mis padres y yo habíamos literalmente marcado los días en el calendario de la cocina; ya eran varios años desde que mi hermano había pisado por última vez su país. Su decisión de quedarse en Inglaterra había sido únicamente para terminar su carrera más rápido. 

-Mama, apresúrate – le grite desde el living – papa ya está en el auto. 

-En seguida bajo cariño, solo dame un minuto. 

Faltaban varias horas para que el avión de Edward aterrizara pero aun así quería llegar a tiempo. Alice me veía divirtiéndose con mi desesperación, si, ella iría y también Emmett. Ambos querían conocer al famoso Edward del que nosotros hablábamos tanto. 

Una vez mi madre se había dignado en subir al auto mis padres y yo nos fuimos cada quien en su vehículo en dirección a Port Ángeles, Edward lo había decidido así buscando la mayor comodidad para todos. 

Alice y Emmett hablaban sobre lo graciosa que me veía al intentar con todas mis ansias de no pasarles a mis padres y llegar más rápido al aeropuerto. Ciertamente lo estaba, pero quien no lo estaría si estuviera en mi posición. 

Llegamos con una hora de antelación para mi suerte, no me había perdido nada importante. Caminamos a través dela gente que se encontraba dentro del aeropuerto en busca de la zona de desembarque para esperarlo; todo estaba listo. 

Ya hacia un más de un año que había visto en persona a mi hermano ¿habría cambiado físicamente o seguiría siendo el mismo? 

-Pasajeros del Vuelo 2407 desembarcando por la puerta dos – decía una voz por los parlantes del lugar. Todo en cuestión de segundos se empezó a llenar de personas que venían a recoger a sus parientes como nosotros. No podía ver nada, como odiaba tener una estatura baja en estos momentos. 

Gracias a Dios mi desesperación no fue mucha ya que a lo lejos pude divisar una cabellera cobriza dándome su ubicación, no podía creerlo, finalmente mi hermano estaba aquí. 

Corrí hacia el empujando a todo el que tenía enfrente sin importarme los gritos de mis padres posiblemente reprendiendo mi actuación. Me detuve a dos personas de él ya que mis pulmones no tenían el aire suficiente. 

-Edward – le grite llamando su atención. 

-Bella – contesto el luego de encontrarme con los ojos. Ahora era el quien se acercaba a mí, su sonrisa reflejaba la misma necesidad que yo. Una vez frente a frente nos enfrascamos en un inmenso abrazo cargado de sentimiento y felicidad absoluta. Nada podía perturbarlo. 

-Edward – oi gritar detrás de él. Levante mi vista mientras él se giraba en dirección a las voces. Tres pares de ojos nos veían sonrientes ¿Quiénes eran? Edward no había dicho nada sobre traer invitados a la casa. 

Camino hacia ellos no sin antes tomarme de la mano y llevarme junto a él. Eran dos chicas y un chico. Que decía, dos despampanantes y hermosas rubias con cuerpo de supermodelo y un guapísimo chico dela misma edad de Edward según veía. Viendo la escena con esos cuatro juntos parecía más un comercial promocionando una aerolínea que la de la llegada de un familiar. 

Me sentí flaca, bajita y poco agraciada en ese momento pero intente esconderlo lo mejor posible. No era envidiosa pero mi inseguridad salía a flote. 

-Hola, Soy Tanya Denali – me saludo una de ellas – es un gusto conocerte al fin. Edward solo habla de ti - dijo acercándose y dándome un beso en la mejilla para luego tomarle la otra mano a mi hermano. Mmm… por lo que veía no era la única que tenía secretos que contar. 

-Yo soy Jasper Hale y ella es mi hermana Rosalie – el chico se dirigió a mi extendiendo su mano. No había dicho ni una tan sola palabra hasta el momento. 

-Un gusto – tome su mano aceptando el saludo. Y salude con los ojos a la rubia junto a él. 

-Llámame Rose – dijo está saludándome de la misma manera que Tanya. 

Una vez tomadas todas las maletas que traían, que la mayoría eran de las chicas nos acercamos a mis padres que nos esperaban desde hace rato. 

Mi sorpresa fue ver a Emmett y a Alice, los dos se encontraban como congelados en su puesto y sin parpadear. No creí que Alice pudiera influenciar con eso a Emmett, pero me preocupo. ¿Qué les pasaba? 

Mientras se daban las presentaciones y los abrazos de bienvenida por parte de mis padres le di un pequeño codazo a Alice. 

-¿Qué te pasa? – la mire 

-Oh, por Dios. Bella – dijo en susurro esta – Porque no me dijiste, me veo horrible, si lo hubiera sabido antes. 

-¿Saber qué Alice? 

- Pues que El vendría – miro de reojo a Jasper – sonreí por la ocurrencia de mi amiga. 

-Pero si yo no sabía nada, hasta ahora me doy cuenta al igual que tú. – miro a la Rose que se encontraba junto a él. 

-Pero no importa – bajo la cabeza – la chica junto a él posiblemente es su novia y yo no soy competencia alguna. 

-Es su hermana – sonreí alegre de darle una buena noticia. 

Los ojos de Alice parecía que cambiaban de intensidad, con cada segundo que pasaba un brillo se apoderaba de ellos y por un momento se sonrojo aunque creo que solo yo lo note. 

-¿Y qué le pasa a Emmett? – le pregunte porque su hermano seguía igual de raro pero un poco alejado del grupo. 

- Le gusta la hermana del amigo de tu hermano – sonrió – siempre hace eso cuando una chica le gusta, pero se le pasara en un segundo y después no habrá quien lo aguante. 

Estos dos eran increíbles. Avanzamos hacia la salida hablando sobre cómo nos distribuiríamos para regresar a Forks ya que solo eran dos autos y habíamos nueve personas y muchísimas maletas. 

Edward, Emmett, Alice y yo nos iríamos en mi Beetle, mientras mis padres, Tanya, Jasper y Rose se irían en el Audi. Al final lo único complicado de organizar fueron las maletas. 

-Así que preciosa ¿Qué hay de nuevo? –revolvió Edward mi cabello mientras manejaba. 

-No mucho – mentí. 

-¿De verdad? 

-Si – oí que Alice y Emmett reían quedo en el asiento trasero. 

-¿Qué paso? ¿Saben algo? – les pregunto Edward que también había oído sus risas. 

-No – respondí Alice – es simplemente que mi hermano es un idiota. 

-Hey Alice – sonó ofendido – no es culpa mía. 

Edward no volvió a hacer comentario sobre eso en todo el camino, en cambio hablamos y hablamos sobre lo diferente que nos mirábamos. Según el yo ya no era la niña que jugaba con muñecas, sino que me había convertido en toda una señorita. En cambio yo le decía que ya no parecía una lombriz de delgado. Entre tanto y tanto los hermanos Swan se involucraban en la conversación dando su opinión cuando se la pedíamos o Emmett hacia uno de sus clásicos comentarios haciendo que me sonrojara lo que causaba grandes carcajadas de Edward, al fin y al cabo casi nada había cambiado. 

-Forks es hermoso – dijo este una vez entramos a la ciudad – es muy… verde. 

Alice y yo sonreímos por su apreciación. 

-Bienvenido al país de los duendes – dijo Emmett hablando de la verdura de Forks – te presento a su Reina – apunto con su gran dedo a su hermana. 

-Un placer – dijo está siguiéndole la corriente – y yo te presento a su mascota oficial, el oso – ahora esta apuntaba a Emmett. 

-El placer es mío – Edward tomo la mano de ambos en forma de saludo. 

A lo lejos veíamos a través de los arboles nuestra casa, que por primera vez la llamaría hogar. 

-Es hermosa – me hablo Edward – parece que mi madre no ha perdido su buen gusto. – yo negué con la cabeza sonriendo. 

Todo iba perfectamente bien mientras atravesábamos la vereda que llevaba a la casa hasta que a lo lejos divise una motocicleta estacionada y a Jacob junto a ella. 

Alice toco mi hombro sabiendo la tensión que la escena me producía. ¿Qué hacia el aquí?

lunes, 17 de septiembre de 2012

La Bestia Castillo



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14.- Edward la Bestia 


Edward pov 


Un golpe en la puerta me despertó. 

Con mucho cuidado de no despertar a Bella quien aun duerme en mis brazos me levante, dejándola sobre la almohada. La mire antes de abrir, se ve hermosa a la luz de la vela, dormida y embarazada, estoy seguro que en poco tiempo nacerá la criatura porque de otra manera no puede ser. Mi pequeña esposa carga un vientre enorme. 

-¿Qué pasa?- pregunte al encontrar a Emmet y Rose en la puerta. 

-lo encontramos, encontramos al maldito de James. Esta escondido en un pueblo del sur. Nuestros hombres lo están rodeando, pensé que querrías saber- aseguro mi amigo. 

-no solo quiero saber, quiero ponerle las manos encima- 

-Lo supuse. Vamos, Alice también se quedará con Bella, si partimos ahora, para la noche de mañana estamos de regreso- dijo Jasper de la mano con Alice. 

Emmet lo miro seriamente pero considerando que él mismo trae a Rose de la mano no dijo más. Jasper lo miro de la misma manera. 

-¿alguna vez pedirán a las muchachas o seguirán mirándose raro entre ustedes? -pregunte mirando a los cuatro. 

-bueno es que no hemos tenido tiempo…- dijo Emmet 

-es que no ha habido oportunidad…- se justifico Jasper 

Al mismo tiempo y casi a coro. 

-lo que pasa es que Jasper tiene miedo que Emmet lo masacre a golpes por pretenderme- dijo Alice separándose del rubio. 

-y Emmet tiene miedo que Jasper lo atraviese con la espada por andar conmigo- dijo Rose soltándose de Emmet. 

-vamos Rose, cuando ese par por fin usen la valentía que tienen para enfrentar adversarios, en pedir nuestras mano, les hablaremos de nuevo- dijo Alice molesta entrando con la rubia a la habitación. 

Me quede con dos magníficos guerreros en toda la palabra con la vista al suelo como niños atrapados en una travesura. 

-no tengo tiempo para sus brutalidades justo ahora, tengo un perro que matar pero en cuanto regresemos arreglaremos esto, no estarán con esas mujeres hasta que no hagan las peticiones formales- dije serio. 

-si Edward- fue la respuesta de ambos. 

Entre de nuevo bese a mi esposa y después de encomendarla a sus mejores amigas partí. 

En el patio interior están los hombres esperandome. Nadie hace más ruido del necesario. 

-¿hay alguien que prefiera no ir?- pregunte más que sarcástico, molesto, cuando los escuche murmurar el nombre de mi esposa y lo tarde que es para salir. 

-no señor, no piense eso, es solo que sabemos que la señora está en la segunda recamara de la torre y no queremos hacer ruido para evitar que se despierte, así no se preocupa por vernos listos para salir y no se altera- dijo Garrett. 

Me quede un momento con la boca abierta, la cerré tratando de aparentar normalidad. 

-señor, hemos pensado que si la señora tiene un varón podría ponerle su nombre o el de su suegro, para honrarlo, aunque claro eso es decisión de la señora y suya- dijo uno. 

-aunque si tiene una niña, el nombre de Isabella es muy hermoso y seguramente la niña lo será tanto como su madre. Aunque no es asunto mío- dijo otro bajando la mirada. 

-señor ¿cree que podamos ver a la señora pronto?- pregunto uno de los más jóvenes. 

-señor, Divina esta lista para tener jinete de nuevo y estoy seguro que la Señora apreciara salir de paseo en ella- apunto otro. 

-no seas bruto, la señora no puede ni caminar ahora - exclamo un cuarto hombre. 

-no dije que ahora animal, cuando este mejor. Extraño verla pasear por el patio- dijo de nuevo. 

Y ante ese comentario otros más se sumaron. Mis hombres extrañan ver a mi esposa caminar por el lugar. Yo también lo hago pero la veo todo el día. 

-el señor no tiene tiempo para sus preguntas y comentarios ahora, salgamos en silencio, estamos listos- dijo Emmet antes que yo pudiera responder. 

Ante mí tengo a toda una partida de guerreros despiadados en el combate, mostrando ternura ante mi esposa y la criatura que viene en camino. No porque sea mi hijo o mi esposa, sino porque ella ha logrado enamorar a todos en el castillo. No solo a mí. 

Partimos antes de la media noche. Cabalgamos hasta ver el amanecer. Nos detuvimos para darles a los caballos un par de horas de descanso. Apenas paso el tiempo montamos de nuevo. Pase cerca de Forks. Otro grupo de hombres dirigidos por Jacob, quien ahora se encarga de estas tierras cuando Garrett no esta, se unió a nosotros. 

-¿está seguro que se encuentra ahí?- pregunto Jacob. 

-sí, mis informantes son todo menos ineficaces, si ellos dicen que James está ahí, entonces es verdad- respondió Garrett. 

-bien, ya tenemos un plan de ataque, apeguémonos a él y recuerden que este asunto es cuestión de Edward y nada más de él- dijo Jasper sabiendo cuantas ganas tengo de tenerlo en mis manos. 

Para medio día mis hombres habían sacado a James y estábamos de regreso en Forks. En una de las mazmorras del castillo, que es mucho más pequeño que el mío, lo encerraron. 

-sé que tienes más que ganas de matarlo pero recuerda que no eres un asesino, nunca lo has sido y no debes empezar ahora. Toma tu venganza sin usar la espada- dijo Jasper quitándomela antes de entrar a donde lo tenían. 

-hare algo mejor que eso- dije entrando y cerrando detrás de mí. 

Jacob pov 

Apenas cerro detrás de sí, en todo el lugar se escucharon los gritos, unos por parte de Edward preguntando. 

-¿Por qué lo hiciste?- 

Otros de suplica por parte de James 

-“no me mate señor… me arrepiento” 

Y de nuevo Edward gritando a todo pulmón. 

-“no me es suficiente, cada lagrima que mi esposa derramo por su familia, la que tu mataste, no se quedará así, no se quedará sin castigo”- 

Los gritos de uno y otro, las suplicas de ese maldito bastardo cobarde y las respuestas de la Bestia. Me estremecí de escucharlo gritar y ver como clamaba venganza por la familia que solo vio por unos días y el inmenso amor que sin pena o reserva alguna declara por Bella. 

La puerta se abrió de pronto. Mostrando a un Edward sin camisa y con las manos ensangrentadas, la expresión asesina en el rostro, arrastrando por el pie a un James molido, acabado, prácticamente desfigurado, pero aun vivo. 

-llévalo al patio y reúne a los hombres- dijo mientras Emmet le entregaba una manta para que se limpiara. 

La expresión no ha abandonado su rostro. Es imponente. Nada queda de humanidad en él. Entre Jasper y yo llevamos al maldito a donde nos indicará. Garrett reunió a todos los hombres, tanto los que vinieran con Edward como los propios de Forks. 

-¡¡¡Este hombre, si puede decírsele así, mato a los Swan, a Charlie y Mike…!!! ¡¡¡Pero no solo eso, por sus acciones puso a mi esposa, lady Isabella, al borde de la muerte junto con nuestro hijo!!! ¡¡¡Este bastardo quito la vida de su señor, este peñajo no debe vivir más de lo que ya ha hecho, por lo que… lo dejo en sus manos!!! ¡¡¡Es todo suyo!!!- grito a viva voz Edward en medio del circulo que se formo. 

Con la cucaracha rastrera tirado junto a él. El primero en acercarse fue Jasper, después de patearlo dos veces se retiro no sin antes escupirlo. Emmet siguió. No fue nada considerado. Poco a poco y de a uno en uno fueron pasando. 

-¡¡¡mátenlo!!!- grito uno. 

-¡¡¡que pague por lo que hizo!!!- grito otro. 

-¡¡¡la señora sufre por su culpa!!!- grito un tercero. 

Y antes de saber quien se movió primero, si mi gente o la de ellos se abalanzaron sobre el traidor. En esa bola de golpes, insultos y vociferaciones sobre cuanto lo odiaban por asesino y por lo que causo en la señora del castillo poco a poco fueron alejándose. 

Por increíble que parezca el animal sigue vivo. Apenas, pero vivo. 

-¡¡¡déjame atravesarlo Edward….!!! ¡¡¡Déjame acabar con él!!!- grito Emmet mientras sus hombres lo detenían. 

-no, matarlo sería demasiado fácil, no ha sufrido lo suficiente, no ha pagado el dolor de mi esposa, no estoy satisfecho… no me parece suficiente. Llévenlo al bosque, al centro del bosque - dijo mientras los presentes hacían silencio. 

-señor, esa zona está llena de animales salvajes, oso, lobos y otras bestias… el Señor Charlie no nos dejaba entrar al bosque… es mortal…- 

- justo por eso - dijo antes de darse la vuelta completa mirándonos a todos - nadie en mi clan, en mis tierras, en mis dominios se atreverá jamás a hacerle daño a mi esposa o mi furia no verá fin hasta verle muerto ¿Queda claro para todos?- pregunto sin gritar pero con esa mirada que seguramente el mismo demonio tiene. 

-si señor- dijo a coro sus hombres. 

-¿y ustedes?- pregunto cuando la gente de Forks dudo en contestar. 

-claro como el agua señor- dije por primera vez. 

Y conmigo la gente de Forks, donde Bella siempre fue amada. 

Sé que sus palabras no son dichas por decir, porque por primera vez entendí que ese hombre frente a mi es la bestia a la que todos temen y supe que mi Bella estará bien. Que él se encargara de que así sea. 

-Por Lady Isabella- dijo uno. 

Y esta vez todos los presentes corearon su nombre mientras llevábamos al tipejo a donde se nos indicará. Tardamos media tarde en dejarlo bajo un árbol. A nadie le importo la suerte que correría. Aunque estuvimos a nada de morir en el intento. 

-mañana manda una partida de hombres, solo para asegurarse que no queda nada, no se acerquen, no quiero que se pongan en peligro. Creo que Garrett no será necesario aquí después de todo. Te quedarás a cargo, mandare más hombres para reforzar las fronteras y espero que en cuanto mi hijo nazca vayas, a Bella le dará gusto verte de nuevo y porque quiero saber cómo queda el asunto de los comercios. Confió en que harás un trabajo excelente- término de decirme mientras comíamos en el salón más grande, festejando la venganza. 

-Edward… debemos regresar al castillo… Bella esta en trabajo de parto - anuncio Jasper acercándose a donde estábamos. 

-prepara a los hombre y alcánzame, Emmet nos vamos- dijo mientras corría hacía la salida que lleva a las caballerizas- ¡¡¡¿Qué esperas Jacob?!!! ¡¡¡¿Una invitación con florecitas?!!!- grito antes de salir del edificio. 

Apenas nos subimos a los caballos Emmet, Jasper, Garrett y cinco hombres más nos dimos a la tarea de alcanzarlo. El hombre voló con todo y montura. Los demás nos alcanzarían en el camino o eso intentaría. Cabalgamos sin descanso alguno hasta el castillo donde Bella esta. No hubo un minuto en que Edward se detuviera, el caballo del señor parecía entender la urgencia de su amo pues no bajo el nivel ni la velocidad en ningún momento. 

-Edward por fin llegas tu esposa…- 

Un grito proveniente de la segunda ventana grande de la torre interrumpió al hombre rubio. Todos se encogieron ante eso, todos menos él. Quien aun sin desmontar se lanzo con todo y caballo al interior del castillo mientras su armadura volaba por los aires. 

Nadie lo vio de nuevo, solo el caballo regreso unos minutos después y sin más colapso en la entrada. 

No se levanto.

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martes, 4 de septiembre de 2012

Cowboy de mi corazón


Capítulo 13: Encuentros desafortunados


El tiempo pareció detenerse por completo, formándose una burbuja alrededor de Edward y Bella; en esas dos semanas que llevaban juntos la joven tenía la sensación de estar viviendo un sueño... un sueño del que nunca querría despertar. Y a Edward parecía pasarle lo mismo; siempre tenía una sonrisa pintada en su boca, y sus ojos color esmeralda estaban más brillantes y vivos que nunca.

Todo el mundo en el rancho notó el cambio de carácter de Edward, y Sam y los peones más veteranos del rancho volvieron a ver a ese Edward alegre y tan bromista cómo sus hermanos.

-Te veo contento y feliz- le dijo Jake a su hermano pequeño; estaban en los pastos colindantes a las tierras de los Denali, montados en sus caballos y vigilando cómo varios de los peones conducían el ganado para marcarlo.

-Podría decirte lo mismo- le devolvió Edward por respuesta, sonriendo con malicia.

-Nessie y yo estamos a gusto el uno con el otro- sonrió imperceptiblemente, acordándose de la chica que ahora ocupaba su mente por completo -¿y tú?- volvió a preguntarle.

-Bella y yo estamos a gusto el uno con el otro- repitió las mismas palabras que su hermano, echándose a reír ante la mueca que puso Jake al escuchar la respuesta -ahora en serio- siguió hablando -ella es muy especial- sonrió pensando en su pequeña.

-Nunca te había visto así- expresó Jake un poco asombrado, sujetando las riendas de su caballo.

-La quiero cómo jamás he querido a nadie- musitó en voz muy baja, pero Jake lo escuchó perfectamente.

-¿Ni siquiera a Jessica?- preguntó con cautela. Edward sopesó su respuesta unos minutos, antes de contestar.

-Estaba muy enamorado de ella; te recuerdo que íbamos a casarnos- exclamó Edward -pero puede que estuviera ciego-.

-Lo estabas, créeme- rodó los ojos el hermano mayor, acordándose de la que estuvo a punto de ser su cuñada. Nunca contó con su simpatía, ni con la de Emmet y Jasper... pero era la novia de su hermano, y ante eso guardaron el debido respeto hacia ella durante los años que estuvieron juntos. Edward prefirió ignorar ese comentario de su hermano; eso pertenecía a su pasado... y ahora su presente y su futuro tenía un nombre, Bella.

Cada día que pasaba se enamoraba aún más de ella... era asombrosa, y ni ella misma parecía darse cuenta del efecto que ella ejercía sobre él. Adoraba llegar a la cocina y sorprenderla, abrazándola por la espalda y sintiendo entre sus brazos el gracioso bote que ella pegaba... sus sonrojos, tímidos e inocentes, le daban aún más belleza a la carita de su pequeña... sentir su cuerpo pegado al de él, cada curva de la joven castaña era una especie de tortura placentera para él; la deseaba, y mucho. Pero tenían que ir con calma, y él esperaría hasta que estuviera preparada para dar ese paso, aunque cada vez que besaba a Bella ésta se tirase a atacarle, metafóricamente hablando, y el debiera aplacarla con paciencia y cariño.

-Edward, ¿me estás escuchando?- preguntó por tercera vez Jake en menos de dos minutos -Eddieeeee- llamó con voz burlona.

-No me llames Eddie- refunfuñó éste, saliendo de su trance; su hermano había dicho la palabra mágica para que despertarse.

-Entonces baja de Bellalandia y contéstame- le devolvió su hermano mayor por respuesta -¿qué vais a hacer esta tarde?-.

-Bella quiere acercarse a centro comercial, para comprarle un regalo al hijo de Sam y Emily- le relató -quizá la invite a cenar, y después a tomar algo- Jake asintió con una sonrisa.

-Nessie y yo hemos quedado después de cenar, para tomar algo en el bar de Félix; podemos quedar allí- el bar de Félix era el local más concurrido por la juventud en Hunstville, sobre todo los viernes y sábados.

-Por mi no hay problema; después se lo diré a Bella- respondió.

-Estará encantada; ya era hora de que la sacaras del rancho-.

-Te recuerdo que el fin de semana pasado íbamos a salir, pero con el follón de la tormenta no pudimos- rememoró su hermano pequeño; la tormenta cayó con tanta fuerza que tuvieron que realojar a varias reses, ya que uno de los establos sufrió importantes desperfectos a consecuencia de la lluvia.

-Vale, tocado- suspiró cómicamente Jake; Edward rió divertido, hasta que sintió vibrar en el bolsillo de su pantalón su teléfono móvil. Habló unos segundos para después colgar y volverse hacia Jake.

-Hemos terminado hasta el lunes- informó -papá ya ha regresado, y nos esperan para comer-.

-Entonces vamos- Jake tomó las riendas, girando a su caballo y tomando el camino a casa, mientras que Edward advertía a los vaqueros que la jornada laboral del sábado llegaba a su fin.

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Bella y Esme terminaban de poner la mesa, cuándo escucharon cerrarse la puerta principal de la casa. Bella posó sus ojos en el marco de la puerta, esperando ver a Edward; apenas le había visto unos escasos minutos durante el desayuno, ya que debían terminar con el marcado de ganado sin más premura.

-Hola a todos- canturreó Jake, entrando en la cocina. Dio un beso en la mejilla a Esme y a Bella, y se encaminó hacia los fogones, olisqueando y destapando las ollas.

-Veamos que tenemos de menú...- canturreó cómo un niño pequeño, y llevando uno de sus dedos al interior para probar la salsa de las albóndigas. Iba a halagar el plato, pero una mano pequeña golpeó la suya, haciendo que le escociera.

-¡Ouch!- exclamó, apartando la mano del alcance de su atacante con un movimiento rápido.

-Eso por meter los dedos en mi comida- le regañó Bella, con una graciosa mueca y los brazos cruzados, mirándole fijamente. Carlisle y Esme, testigos mudos de la escena, sofocaron la carcajada que querían soltar.

-Sólo quería probar un poquito- se excusó inocentemente.

-Pues te esperas a que la sirva en la mesa- respondió la joven, rodando los ojos cómo si fuera obvio. Esme ya no podía parar de reír, y Carlisle miraba con gesto de fastidio y resignación a su hijo mayor. Justo en ese momento entraron Jasper y Edward, topándose de bruces con la escena.

-¿Nos hemos perdido algo?- preguntó Jasper al personal, después de saludar.

-Bella defiende su territorio- explicó su padre.

-¿Has vuelto a meter las narices en los fogones? interrogó Jasper, mirando a su hermano mayor -no escarmientas- suspiró divertido, tomando asiento.

-Sólo he probado un poquito- seguía refunfuñando el hermano mayor, imitando el gesto de su hermano y sentándose en su lugar habitual en la mesa -Eddie, menudo carácter se gasta tu chica-.

-Yo qué tú, no la enfadaría mucho; no vaya a ser que te deje a dieta- le devolvió por respuesta el pequeño de los Cullen, para después volverse y saludar a su pequeña -hola cariño- dejó un pequeño beso en sus labios, que Bella correspondió gustosa.

-Hola cowboy- susurró sobre éstos, una vez que se separaron -¿cómo ha ido la mañana?-.

-Bien; hemos terminado, y hasta el lunes no tenemos nada más- le informó con una pequeña sonrisa -soy todo tuyo por lo que resta del fin de semana- canturreó feliz, sin que nadie de la familia le escuchase. Bella sonrió feliz ante las palabras de su novio.

-Te tomaré la palabra- devolvió en respuesta, ligeramente sonrojada. Su novio asintió divertido, tomando asiento.

Bella y Esme se encargaron de servir la comida, que pasó sin novedades notables. Los hermanos respondieron a las preguntas de su padre acerca de cómo iba el marcado de los animales y otros temas en los que estaban inmersos. Al terminar el almuerzo, sirvieron el café, y después de recoger la cocina y de dejar algo de cena en el refrigerador para Carlisle y Esme, que eran los únicos que cenarían en la casa esa noche, Bella y Edward subieron a cambiarse de ropa para ir al centro comercial.

Edward esperó pacientemente a que su novia terminara de arreglarse, a la entrada de la casa y disfrutando de la tarde primaveral que hacía ese día. Los suaves y pequeños pasos de Bella le hicieron darse la vuelta, quedándose embobado mirando a su pequeña, vestida con unos vaqueros de color negro, una blusa en distintas tonalidades de violetas. Una cazadora de piel, también negra, y los botines del mismo color completaban su atuendo.

-Qué guapa- murmuró con una pequeña sonrisa; apenas llevaba maquillaje, y sus rizos castaños caían por sus hombros y su espalda; tomó un pequeño mechón entre sus dedos, disfrutando de su suavidad... era tan delicado y suave cómo había imaginado tantas veces. Bella desvió la vista de la cara de Edward; sonrojada por el espontáneo piropo y se dedicó a estudiar cómo iba él vestido. Los vaqueros oscuros le quedaban de maravilla, junto con esa camisa negra y la cazadora de piel en tonos marrones. Su pelo, todavía húmedo de la ducha, estaba tan desordenado cómo era habitual... cómo a ella le gustaba.

-Tú también estás muy bien- le devolvió con una sonrisa tímida y pequeña -se me hace raro no verte con las botas y las espuelas- dijo con una risa. Edward rió también, divertido por la ocurrencia y mirando los zapatos de vestir que llevaba.

-A pesar de lo que digan Esme y la señorita Brandon, tenemos más ropa- le recordó en bromas -y ahora vamos- le dijo tendiendo su mano hacia ella, que Bella no dudó entrelazar con la suya -tenemos más de media hora de coche hasta el centro comercial-.

Una vez acomodados en el espacioso volvo de Edward, el viaje transcurrió en medio de una divertida y relajada charla, comentando los sucesos de los últimos días.

-De modo que la señora Harris está resfriada- murmuró Edward.

-Eso parece; que no vendrá hasta que se recupere- contestó la joven. Edward asintió, sin apartar su vista de la carretera -de modo que yo ayudaré a Esme con la limpieza de la casa hasta que se recupere-.

-Vaya- susurró Edward, negando con la cabeza y sonriendo divertido -de modo que por fin vas a entrar en mi habitación- su vista se posó en Bella, que frunció el ceño, mirándole en desacuerdo.

-Te recuerdo que ya he entrado una vez- rememoró enojada -sólo para dejar la ropa planchada, y me echaste sin miramiento alguno- las dos últimas palabras las dijo en voz baja, recordando con cierta melancolía y tristeza los primeros días de la joven en el rancho Killarney, cuándo el que ahora era su novio ni la miraba directamente a la cara.

Él mismo se percató del silencio de su pequeña, y frenó el coche en un área de descanso que había en el camino. Bella le miró sin entender, y se quedó con la palabra en la boca cuándo Edward desabrochó su cinturón y después el de ella, para tomarla con cuidado y hacerla sentar en su regazo. Ambos quedaron con sus rostros prácticamente pegados, y el joven subió una de sus manos hacia la cara de la joven, acariciando su mejilla con la yema de sus dedos.

-Fui un completo imbécil- murmuró frustrado -no debí tratarte así-.

-Edward- siseó Bella entre dientes -eso está perdonado, olvidado y enterrado-.

-Ya lo sé... pero a veces no dejo de reprocharme la manera en que te traté- la mano que tenía libre buscó la de su novia, y cuándo la encontró, apretó cariñosamente sus dedos, gesto que ella devolvió.

-Eso me da igual- se encogió ésta de hombros -ahora estás conmigo... a veces me pareces tan irreal- escondió su cara, caliente y roja de los nervios, en el cuello de Edward; sintió que la piel de su novio se erizaba justo por esa zona.

Edward rodó los ojos mentalmente... era tan insegura; pero si era preciosa, dulce, inteligente... cualquier hombre con dos dedos de frente estaría loco por ella. Con un pequeño movimiento, la obligó a que lo mirase. Las manos de Bella se anclaron en la parte de atrás de su cuello.

-No sé por qué te ves de esa manera a ti misma- le reprochó con cariño -eres preciosa- sonrió al ver de nuevo cómo las mejillas de la joven tomaban de nuevo una tonalidad carmesí -tan inocente, tan tímida... -su novia le interrumpió.

-Tan niña...- suspiró con una mueca.

-Y a la vez tan mujer- murmuró su novio en su oreja, dejando un pequeño beso en el lóbulo de ésta; Bella cerró los ojos, y cómo si fuera un acto reflejo echó su cabeza para atrás, gesto que aprovechó Edward para llevar sus labios a su cuello y recorrerlo con besos. Los labios del joven cosquillearon al sentir la piel pálida de su novia bajo ellos, suave cómo la seda. La joven castaña siguió con los ojos cerrados, disfrutando de ese momento tan íntimo; la boca de Edward recorría su cuello con besos cortos y dulces, y sintió que su corazón se desbocaba cuándo una de sus fuertes manos se posó con firmeza en su pierna. Un placentero hormigueo la invadió a lo largo de todo su cuerpo, y no pudo reprimir un gemido. Con la respiración entrecortada buscó la boca de Edward, enredando los dedos en su pelo y acercándola a ella. Sus labios chocaron casi de forma brusca, librando sus lenguas una batalla sin fin.

El ambiente se caldeó de tal manera en el reducido espacio del volvo, que Edward tuvo que cortar el beso. Dios... el deseo de demostrarle a Bella todo lo que sentía por ella cada día crecía más y más; pero le había prometido a Bella, y a si mismo, que esperaría a que ella estuviera preparada... y además, no quería que ésto pasara en el interior de un incómodo coche.

Algo en el interior se contrajo en el cuerpo de Bella al sentir que su novio deshacía el beso de forma cariñosa; no quería pensar en la palabra rechazo... pero ella quería estar con él, y cada día que pasaba lo deseaba más. Desvió la vista hacia su regazo, pero los finos dedos de su novio alzaron delicadamente su mentón.

-No quiero que tu primera vez sea en el asiento trasero de un coche- le explicó con cariño -cuándo tenga que ser, quiero que sea especial para ambos... y sobre todo pata ti- la joven esbozó una sonrisa tímida, y aunque tuviera ganas de dar ese pequeño paso en su relación, sabía que debía esperar a que surgiera el momento. Asintió con un pequeño gesto de cabeza, lo que provocó que Edward sonriera, y dejara un pequeño beso en su nariz, y después en sus labios.

-Todavía nos queda un buen rato de camino hasta el centro comercial- su novia volvió a asentir, esta vez con un suspiro, para después volver a su asiento.

-Ponte el cinturón- le recordó, mirándola mientras encendía el coche.

-Sí, papá- refunfuñó entre dientes; su novio soltó una sonora carcajada, poniendo el coche en marcha y retomando el camino hacia el centro comercial.

La tarde pasó tranquila, y permanentemente agarrada de la mano de su novio, la pareja recorrió las tiendas infantiles, buscando el regalo perfecto para el hijo de Sam y Emily.

-¿Crees que le gustará?- le preguntó ilusionada a Edward, sosteniendo entre sus manos un gracioso juguete. Éste se encogió de hombros.

-No está mal; de todas formas, te recuerdo que Jessie cumple dos años, así que dudo mucho que vaya a apreciarlo-.

-Gracias por la opinión- le devolvió por respuesta, negando con la cabeza y acercándose para pagar, pero antes de que tuviera tiempo de revolver en interior de su bolso y coger su monedero, una mano se adelantó, sosteniendo entre sus dedos una reluciente tarjeta de crédito.

-Edward, no es necesario- exclamó Bella, pero su novio no le dio tiempo a réplica alguna.

-Así el regalo es de parte de los dos- le propuso -además, nunca me dejas comprarte nada- le recordó. Era tan terca en ese tema... pero ahora era su novia, y en esta cuestión no iba a permitir réplica alguna -de modo que al menos, déjame pagar ésto- Bella no pudo evitar ahogar la carcajada, al ver el cómico puchero que puso el joven.

-Está bien- cedió al fin -pero sólo por el pequeño Jessie- añadió. Edward se volvió hacia la dependienta, que mientras hacía su trabajo, estaba atenta a la divertida discusión de la pareja. Una vez le entregó la tarjeta de vuelta y el muñeco cuidadosamente envuelto, por fin salieron de la tienda.

-Y bien, ¿quieres mirar algo más?- le ofreció el joven, pasando su mano por la cintura y acercándola a él. Bella negó con la cabeza, desechando el ofrecimiento.

-Pero podríamos ir a comer algo, tengo hambre- exclamó ella; Edward consultó su reloj, asintiendo.

-Son casi las ocho- afirmó -podríamos cenar algo por aquí, y después regresar a Hunstville y tomar algo con Jake y Nessie; ellos van a estar en el bar de Félix- le explicó.

-Me parece bien- asintió la joven, con una sonrisa. Su novio la regaló un sonoro beso en los labios, encantado por la aceptación de su pequeña.

-Entonces no se hable más; ¿qué prefieres, comida japonesa, china, italiana... una hamburguesa y costillas?- enumeró.

-Creo que me quedo con la comida italiana- eligió después de unos segundos de meditación -pero invito yo-.

-Eso ya lo veremos- le picó de nuevo su novio, tirando de ella hacia la zona de los restaurantes y riendo para sus adentros, al ver la graciosa mueca de desacuerdo que puso su pequeña.

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Dos horas más tarde, y después de haber disfrutado de una estupenda cena, Edward aparcaba el coche en la calle del bar de Félix. La calle estaba a rebosar de automóviles, y al salir del volvo y encaminarse a la puerta, vieron el inmenso todo terreno de Jake aparcado a unos metros del coche de Edward. Al traspasar la puerta, buscaron con la mirada a Jake y Nessie, que desde la barra les hicieron una seña con la mano.

-Ahí están- le señaló Edward a su pequeña, y pasando una mano por su espalda, la condujo hasta dónde estaban. Bella se percató de las miradas extrañadas y ceños fruncidos a su paso, sobre todo de algunas féminas. Ver al pequeño de los Cullen en compañía femenina era toda una novedad, después de tanto tiempo.

-Hola chicos- saludó Nessie animada.

-Hola- devolvieron Edward y Bella al llegar a su posición; Jake se bajó del taburete y se lo ofreció a la joven, ya que el local estaba bastante concurrido y no quedaban asientos libres.

-Gracias grandullón- agradeció con una sonrisa; las chicas quedaron a la lado de la barra, con ambos jóvenes de pie a su lado. Después de que Jake pidiera unas cervezas para todos, empezaron una divertida conversación.

-¿Qué tal la tarde de compras?- interrogó Jake.

-Le hemos comprado el regalo a Jessie, y después hemos cenado- le explicó Bella.

-¿En Domenico´s?- interrogó Nessie -Jake y yo estuvimos allí hace un par de semanas, se come de maravilla-.

-Eso es cierto- corroboró Edward.

-Pero nada se compara a la comida de Bella- dijo el hermano mayor, sonriendo con inocencia.

-No me hagas la pelota- contraatacó ésta, ante las risas de Edward y Nessie.

-Reconozco que en eso te doy la razón- contestó Edward, dejando un beso en la mejilla de su novia, y ante el ceño fruncido de ésta. La charla continuó animadamente; hasta que una joven bajita y morena se acercó a ellos.

-Buenas noches a todos- canturreó Alice.

-Hola- saludaron las chicas -¿con quién has venido?- interrogó Bella.

-Con unas compañeras de trabajo- señaló a dos jóvenes que estaban en otro extremo de la barra, hablando con dos jóvenes -pero creo que ahora mismo están ocupadas- Edward rió negando con la cabeza, al igual que Jake.

-Puedes quedarte con nosotros- le ofreció Nessie.

-También estáis en pareja- señaló Alice, rodando los ojos.

-Vamos, quédate- le imploró Bella -esta semana no te he visto por el rancho-.

-Cierto- apoyó Edward; era extraño, ya que desde que habían empezado el famoso estudio, Alice era fiel a su cita en el rancho Killarney.

-Tuve que pedir unos días por asuntos personales- explicó escuetamente -un asunto familiar sin importancia-.

-¿Todo va bien?- interrogó Nessie, preocupada por el cambio de semblante de su amiga. Edward, Bella y Jake también la miraban.

-Todo va bien- esbozó una sonrisa tranquilizadora.

-Entonces brindemos por eso- exclamó Jake, alzando su botellín de cerveza, gesto que imitó el animado grupo entre risas, hasta que una voz demasiado conocida por todos les hizo darse la vuelta.

-¿Celebraciones familiares sin mi?- todos se giraron al oír la voz de Jasper.

-¿Qué haces aquí?- le preguntó Edward -pensaba que estabas con tus amigos-.

-Hemos ido a tomar algo, pero se han ido a casa- se encogió despreocupadamente de hombros -y al pasar con el coche por aquí, he visto los vuestros; de modo que he decidido parar y tomarme algo con mis hermanos y cuñadas- su vista se posó en la señorita Brandon, y sonrió con un deje de socarronería.

-Vaya... cuánto tiempo, Alice- la saludó con una graciosa reverencia -hace tiempo que no vas por el rancho; te empezaba a echar de menos-.

-Lamento no poder decir lo mismo- le devolvió ésta por respuesta, con una sonrisa maliciosa -¿cómo va el estudio?- preguntó girándose hacia Edward y Jake.

-Las vacas están muy tranquilas- informó Jake, ante la sonrisa divertida de Bella y Nessie.

-¿Cuándo tendremos los primeros resultados?- preguntó Edward a Alice.

-Espero la respuesta del laboratorio para finales de esta semana- le explicó ésta. Jasper iba a preguntar otra cuestión, cuándo una voz burlona le interrumpió.

-De modo que el rancho Killarney está también metido en ese estúpido estudio- los hermanos y las jóvenes se giraron en la dirección de esa voz, y Bella abrió los ojos con sorpresa y horror. Ante ellos estaban los hermanos Denali, mirando a los hermanos Cullen de forma desafiante.

-No es un estúpido estudio- masculló Alice entre dientes, mirando a James y Garret con los ojos entrecerrados; los hermanos sonrieron divertidos, ante la osadía y valentía de la pequeña morena.

-Todavía recuerdo cuándo fuiste a nuestro rancho para intentar convencernos -murmuró James, con una risa burlona -Peter tenía razón, intentas convencer a la gente a toda costa- Alice se puso pálida al oír el nombre que tanto dolor le había provocado en los últimos años.

-¿Estás bien?- Bella la tomó de los hombros, apartándola un poco de ellos y poniéndola entre ella y Nessie, que se habían levantado de sus asientos.

-¿No sabías que Peter y yo fuimos a la misma universidad?- siguió relatando James -se alegrará saber que estás aquí- los ojos de Alice le miraron con un deje de miedo.

-¿Quién es Peter, Alice?- interrogó Jake a la joven morena, preocupado por estado. Ésta abrió la boca para responder, pero lo único que salió de ella fue un sollozo. Al ver a la joven en ese estado, Jasper y Edward se giraron hacia los tediosos hermanos.

-Más os vale que os larguéis y nos dejéis en paz- siseó Edward, con la vena de la sien hinchándose de la furia contenida.

-Relájate Cullen, ahora no estamos en tu territorio- se burló Garret, avanzando un paso y encarándole,

-No estáis en posición de pedir nada- masculló el hermano pequeño -y dile a tu padre que nos debe tres mil ochocientos dólares del arreglo de la cerca-.

-Podéis esperar sentados, no vamos a pagaros- se adelantó James, acercándose a Edward y desafiándole con la mirada.

-Eso lo dirá un juez- intervino Jasper, posicionándose al lado de su hermano -y ahora, más os vale que os perdáis-.

-Os dejamos con vuestras amiguitas; le daré recuerdos a Peter de tu parte, Alice- los ojos de la joven estaban perdidos en algún punto del local, pero de ellos escaparon dos gruesas lágrimas.

-Déjala en paz- siseó Jasper, tomando de las solapas al hermano Denali. Garret iba a salir en defensa de su hermano, pero Edward y Jake le cortaron el paso.

-¿Qué está pasando aquí?- Félix, el dueño del local se acercaba al pequeño grupo, con cara de enfado.

-Nada Félix, ellos ya se iban; ¿verdad Garret?- la sugerencia que salió de los labios de Jake fue hecha en un tono nada amable. James se zafó del agarre de Jasper, y levantando las manos en un gesto de paz, se dieron la vuelta y salieron del local. Félix volvió a su posición detrás de la barra, y Bella y Nessie respiraron aliviadas cuándo sus novios y Jasper se acercaron a su lado de nuevo.

-¿Estás bien?- preguntó con preocupación; Edward le dedicó una pequeña sonrisa a su novia.

-Tranquila, no ha pasado nada- la tranquilizó, dejando un pequeño beso en el tope de su cabeza -¿cómo está Alice?-.

-Está con Nessie en el servició; está muy nerviosa- les explicó a los tres.

-¿Quién es Peter?- preguntó Jasper en voz alta.

-Es mi ex marido- todos se dieron la vuelta al escuchar la voz de la joven morena. Una mueca de sorpresa se instaló en sus rostros... sobre todo en el de Jasper; ninguno quiso preguntar nada más, pero en los ojos de Alice se reflejaban el temor y el miedo a ese nombre.

-¿Quieres qué te llevemos a casa?- le ofreció Jake, Alice asintió lentamente con la cabeza, y se despidieron del resto.

-Pobre Alice- murmuró Bella con pena en su rostro -en verdad se veía asustada-.

-Estaba aterrorizada- la corrigió Jasper; su mente hacía quinielas sobre qué podría haberle hecho el tal Peter. Unos minutos después, debido a lo acontecido esa noche, decidieron dar por concluida la velada, y regresaron al rancho, todavía preocupados por Alice.

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-¿Crees que estará bien?- preguntó Nessie a Jake, una vez dejaron a Alice en su apartamento y bajaron al suyo.

-Necesita estar sola y descansar, Ness; no creo que quiera hablar de eso esta noche- suspiró éste. La joven pelirroja asintió, y se giró para abrir la puerta, pero las manos del joven se posaron en sus caderas, girándola y aprisionándola entre su cuerpo y la puerta. Ella automáticamente llevó los labios hacia la boca de éste, dándole un beso que Jake no dudó en responder con todas sus ganas. Sintió que las manos de la joven desabrochaban los botones de su camisa.

-¿Te quedarás?- murmuró ésta sobre sus labios; Jake sonrió con malicia, bajando su boca y lamiendo y mordiendo el cuello de la joven con cuidado.

-¿Quieres que me quedé?- el aliento de éste le hizo cosquillas, y cuándo por fin terminó con la larga hilera de botones, sus manos fueron directas a los músculos de su estómago y abdomen; cuándo acarició con las yemas de sus dedos la uve que se formaba en su bajo vientre, Jake soltó un sonoro jadeo, levantando la cabeza y mirándola directamente a los ojos. Sin esperar una respuesta afirmativa por parte de la joven, la alzó con sus fuertes brazos, haciendo que ella le rodease la cadera con las piernas y una vez que ella le pasó las llaves y consiguió abrir la puerta, caminó directamente hacia su cuarto, y sin dejar de besarla, ambos cayeron sobre la cama, perdiéndose del resto del mundo y amándose durante el resto de la noche.

A la mañana siguiente Bella desayunó con Esme y Carlisle, ya que Edward y Jasper todavía estaban durmiendo. Los hermanos madrugaban incluso los sábados, de modo que el domingo aprovechaban para recuperar el sueño atrasado.

Una vez terminaron, Carlisle, que nunca descansaba, se despidió de ellas, alegando que en su despacho le esperaba una montaña de papeles. Esme también se fue a sus labores, de modo que Bella decidió ir a despertar a Edward y darle una sorpresa.

Entró con cuidado en la habitación, decorada en tonos claros; una enorme cama con el cabecero de metal la presidía, pero se dio cuenta de que estaba vacía, y todavía con las sábanas revueltas. Oyó unos ruidos en el baño, y supuso que se estaría duchando. Con sigilo se dio la vuelta, para salir de ahí, pero la voz de Edward hizo que se quedara con la mano suspendida en el aire, para ir a agarrar el pomo de la puerta.

-¿Buscabas a alguien?- la suave y sensual voz de su novio hizo que se le erizara hasta el último pelo de su cuerpo... pero eso quedó en nada cuándo se volvió para encararle.

La imagen de Edward, todavía apoyado en el marco de la puerta del cuarto del baño, con una toalla liada a sus caderas y el cuerpo y el cabello mojado, le hizo ponerse más roja que una amapola.

-¿Has venido a darme los buenos días?- le preguntó con su sonrisa torcida mientras se acercaba a ella; Bella no acertó a responder nada. Su vista estaba fija en el torso desnudo de su novio, en los marcados músculos y en la toalla que estaba suspendida en sus caderas, dejando entrever el comienzo de una marcada uve... Sólo salió de su trance cuándo Edward la rodeó con sus brazos y la acercó a su cuerpo.

-Bu... buenos días- tartamudeó nerviosa. Edward negó con la cabeza, sonriendo imperceptiblemente, y bajó su cabeza para buscar los labios de la joven.

La cabeza de Bella dio vueltas cuándo los labios de ambos hicieron contacto; su corazón latía desbocado ante la sensación de la piel mojada de Edward cubriendo la suya, y en un acto involuntario, sus manos se posaron delicadamente en su pecho, y tomando vida propia, bajaron lentamente a lo largó de éste. Sus dedos exploraban de forma tímida cada recoveco de ese torso, incluso se atrevió a bajar un poco más, y llegó a la marcada uve que asomaba por la toalla. Sintió la dureza de esos desarrollados músculos a través de su tacto, y la respuesta de Edward no fue otra que pegarla más a su cuerpo, pasando una mano por su espalda; un gemido salió de la pequeña boca de la joven al notar una prominente dureza en su vientre. Subió las manos por el cuerpo de su novio, colgándose de su cuello y cómo si una fuerza desconocida se hubiera apoderado de ella, abrió los labios para él, permitiendo que la lengua de Edward se enredara con la suya.

Las manos del joven acariciaban la espalda y cintura de su pequeña con ansias; el menudo cuerpo de la joven, tan pegado al suyo, le estaba volviendo loco. Por un momento sopesó cogerla en brazos y tumbarla en la cama, y mostrarle todo lo que sentía por ella con su cuerpo... pero la realidad le golpeó al darse cuenta de que no estaban solos en casa. Cómo siempre tenía que hacer en estas situaciones, poco a poco fue deshaciendo el beso, y una vez liberó a Bella de sus labios, la retuvo firmemente contra él.

-Me gusta esta manera de darme los buenos días- expresó con una sonrisa pícara -pero no estamos solos en casa- la cara de Bella ardió de vergüenza, dándose cuenta del pequeño detalle que había pasado por alto. Escondió su carita en el pecho de Edward, pero siguió abrazada a él. El joven rió encantado ante la adorable timidez de su pequeña, y dejando un pequeño beso en su cabeza, volvió a hablarle.

-¿Te apetece dar un paseo a caballo?- Bella levantó la vista, asintiendo con una sonrisa y deshaciendo su agarre, para que el joven se pudiera vestir.

-Te espero abajo- susurró mientras salía y cerraba la puerta. El joven tomó aire de forma sonora, intentando relajarse; cada vez le costaba más poder controlarse... esa pequeña le había hechizado de tal manera que sabía que tarde o temprano no iba a poder controlarse. Con un largo suspiro pasó las manos por su pelo, hasta que se tranquilizó y se cambió de ropa, dispuesto a pasar lo que esperaba que fuera un agradable e inocente paseo con su novia.