viernes, 21 de septiembre de 2012

Cowboy de mi corazón


Capítulo 14: Autocontrol


Bella bajó las escaleras, después de ponerse las botas de montar; todavía no podía borrar de sus retinas la imagen de su novio, con una toalla liada en sus caderas cómo única prenda y la parte superior de su cuerpo al descubierto... dios, las yemas de sus dedos aún cosquilleaban cómo cuándo acarició lentamente su cincelado pecho, hacía tan sólo unos pocos minutos.

Suspiró frustrada y resignada; sabía que Edward quería lo mejor para ella, y esperar a que estuviera totalmente preparada para dar ese paso... pero no podía evitar que la palabra rechazo se colara en su mente... ¿y si por más que Edward la quisiera, su cuerpo no le resultaba atractivo?

Con esos pensamientos rodando por su cabeza, se adentró en la cocina, para ir calentando el café de nuevo y hacerle una tortilla de queso a su novio, su desayuno preferido. Su mente seguía dando vueltas al dichoso asunto... si por algún casual remoto, llegaba a ese punto de intimidad con Edward pronto, ella no sabía qué hacer... y se negaba en redondo en pedirle consejo a Rosalie, se moriría de la vergüenza. Estaba tan metida en sus cavilaciones, que por poco se le pega la tortilla a la sartén; por suerte la sacó a tiempo de que el estropicio pasara a mayores, y colocó el plato en su sitio; justo en ese momento su novio entró por la puerta de la cocina.

-Hummmm... que bien huele- alabó éste, sonriendo a su pequeña en agradecimiento. Se sentó para saborear su desayuno; Bella decidió ponerse otro café, y esperó apoyada en la encimera, taza en mano, a que Edward terminara, pero el joven notó algo raro en la actitud de su novia, de modo que dejando el tenedor encima del plato, la llamó.

-Bella- ésta giró la cabeza, mirándole con una pequeña sonrisa, pero esa aparente alegría no llegó a sus ojos, y éste lo volvió a notar. Edward se levantó, dejando su plato en el fregadero y acercándose a su novia.

-¿Qué te pasa cariño?- interrogó preocupado; la joven castaña meneó la cabeza, diciéndole en silencio que no le ocurría nada.

Pero Edward no se quedó conforme con la respuesta, y adivinando las inquietudes y dudas de su pequeña, le quitó la taza de las manos, para después tomarla por la cintura y alzarla hasta sentarla en la encimera de la cocina. Se posicionó entre las piernas de la joven, acercándose más a ella y pasando las manos por la espalda de la joven.

-Cariño- suspiró frustrado -mírame, por favor- le suplicó en voz baja. Bella alzó la vista, para encontrarse con esas esmeraldas mirándola de una forma que hizo que su cuerpo de estremeciera.

-Bella... no sé que estará maquinando esa cabecita tuya; pero quiero que tengas una cosa muy clara- su novia le miraba fijamente, intentando frenar las reacciones que las caricias de Edward le provocaban a lo largo y ancho de su espalda -claro que te deseo, y mucho- le susurró mientras juntaba su frente contra la de su pequeña -y no sabes hasta qué punto tengo que controlarme últimamente- la joven castaña bajó la vista de nuevo, sonrojándose por el tema del que estaban hablando.

-¿Entonces... por qué no quieres estar conmigo?- murmuró en voz baja y con tono triste y apagado. Sintió la caricia de una de las manos de su novio en la mejilla, y al levantar de nuevo la vista se encontró con su rostro a centímetros del suyo.

-Bella...- volvió a suspirar -claro que quiero, es lo que más deseo en el mundo- le volvió a repetir -pero quiero hacer las cosas bien para los dos... y sobre todo para ti- le explicó con cariño -cuándo tenga que ocurrir, ocurrirá- su pequeña esbozó una pequeña sonrisa... se preocupaba mucho por ella, a veces demasiado... pero un pensamiento cruzó su mente, y fue incapaz de reternerlo.

-¿Quieres esperar hasta que nos casemos?- la pregunta dejó a Edward tan parado, que tras unos segundo de silencio, soltó una pequeña carcajada, estrechando aún más a su pequeña estrellita entre sus brazos.

-No creo que tenga tanto autocontrol cómo para esperar hasta ese día- murmuró divertido -pero si es lo qué tu quieres, no tengo problema alguno-.

-¡No!- exclamó súbitamente Bella, lo que provocó la risa divertida de Edward, y por consiguiente, que el sonrojo de Bella no llegara a desaparecer de su rostro.

-Tranquila- le susurró en voz baja, muy cerca de su oreja -todo llegará- su cálido aliento hizo que la piel de la joven se erizara -pero no quiero que pienses que no te deseo, porque eso es una vil mentira- Bella cerró los ojos, disfrutando de la sensación de los labios de su novio tan cerca de su cara; no pudo resistir el impulso de juntarlos con los suyos. Edward aceptó gustoso esa dulce invasión de su boca, y cómo si de un acto reflejo se tratara, pegó más a su novia a su cuerpo. El dulce hálito que provenía de la boca de Bella, junto con los pequeños gemidos de la joven le bastó para volverse loco y aprisionarla entre sus brazos, sin dejar que se separara un milímetro de él.

Bella se encontraba en el séptimo cielo; los labios de su novio se movían contra los de ella de forma suave y cariñosa, pero a la vez con firmeza y determinación... pero no pudo evitar un jadeo de sorpresa cuándo cierta parte íntima de la anatomía de Edward se rozó con la suya, debido a la postura en la que encontraban, y aún con la ropa de por medio, Bella sintió que una llama de fuego atravesaba su cuerpo, e inconscientemente, arqueó levemente su cuerpo, bajando sus manos a lo largo del pecho de Edward, pero sin el pudor y timidez que imperó cuándo subió a darle los buenos días.

Su novio recibió encantado esas caricias... y algo se encendió también en su fuero interno al notar ese contacto de sus partes más íntimas... dios... su autocontrol se estaba yendo directo a la alcantarilla... pero no podía parar de besarla. Sus manos, hasta ahora ancladas en su cintura, empezaron a a subir ellas solas por los costados de la joven castaña, llegando incluso a rozar, involuntariamente, el lateral de sus pechos. Dándose cuenta de su atrevimiento, y temiendo que su pequeña se sintiera cohibida, hizo un amago para separarse de ella, pero una manitas en su cuello se lo impidieron.

-No pares, por favor- le pidió entre jadeos, volviendo a posar sus labios en su boca y adentrándose con su lengua sin pudor alguno.

-Bella...- jadeó desesperado -no creo que pueda parar-.

-Eso es lo que quiero- le aclaró ella, dejando libre sus labios y dejando un reguero de besos por su cuello y por su pecho. El joven cerró los ojos, tomando suavemente la cabeza de Bella con sus manos, demostrando así con ese gesto cuánto le gustaban esas caricias. Iba a obligarla a levantar su cabeza, para besarla de nuevo, pero un ruido hizo que ambos se separaran, de repente. Ambos se miraron, con la respiración entrecortada y las mejillas sonrosadas; sus labios hinchados eran la prueba contundente de lo que habían sentido... y una confirmación para Edward... a su autocontrol no le quedaba mucho para desaparecer.

-¿Nos vamos?- interrogó a su novia -no quiero que aparezca nadie por aquí y nos pillen...- dejó la frase inconclusa, guiñándole un ojo a Bella de forma cómplice.

-Será lo mejor- rió ella, bajando de la encimera y tomando la mano que el joven le ofrecía, dispuesta a disfrutar de un agradable paseo a caballo.

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La semana pasaba tranquila para todos los habitantes del rancho. Los encuentros de Edward y Bella fueron más inocentes que el acontecido en la cocina, principalmente porque apenas estaban solos más que unos minutos al día y después de la cena. Abril se abría paso en el calendario, y eso en un rancho se traducía en la época en la que más compra venta de ganado se realizaba. El rancho Killarney se llenó de vendedores y compradores, y Carlisle y sus hijos atendían pacientemente a todo el que se acercaba allí, pero Jake y Edward tuvieron que viajar una semana a varios de los ranchos con los que habían llegado a un acuerdo, de modo que Bella y Edward se tuvieron que despedir por unos días. La joven no pudo ocultar la mueca de tristeza que asomó en su rostro cuándo se abrazó a su novio, pero sabía que ese era su trabajo, y no iba a permitir que descuidara sus obligaciones por estar con ella.

De eso ya habían pasado cuatro largos días; cuándo justo regresaba del pueblo la quinta mañana, se encontró con Alice Brandon, que en ese mismo instante aparcaba su pequeño coche en la parte trasera de los establos. No la había visto desde el incidente en el bar de Félix, y aunque la había llamado un par de veces por teléfono, no había recibido contestación alguna.

-¡Alice!- la llamó, elevando un par de octavas su tono de voz; la aludida se dio la vuelta, esbozando una pequeña sonrisa al ver a su castaña amiga. Bella se acercó a ella, y nada más verla se dio cuenta de su palidez y sus ojeras, señal de que apenas había descansado estos últimos días.

-Hola Bells- saludó con un amago de sonrisa.

-¿Cómo te encuentras?- inquirió ésta, preocupada -te he llamado un par de veces, pero debías estar en el trabajo-.

-Lo siento; en verdad oí los mensajes en el contestador- se disculpó cabizbaja -he tenido mucho trabajo estos días, y llegaba a casa agotada, y ad...- Bella la cortó, tranquilizando a su amiga.

-No pasa nada; después de lo ocurrido el pasado sábado, no quise agobiarte- le explicó con cariño -¿quieres tomarte una café?-.

-No me vendría nada mal, la verdad- meditó la joven morena, casi para sus adentros -pero no quiero hacer esperar a Jake, Edward y al resto- se intentó excusar.

-Edward y Jake están de viaje, y no regresan hasta dentro de dos días- le aclaró Bella -y Carlisle y Jasper han ido al ver al abogado esta mañana, para formalizar unos contratos; todavía no han regresado- Alice meditó la propuesta, hasta que finalmente aceptó el ofrecimiento. Juntas se encaminaron hacia la casa, dónde se encontraron con Rosalie y Esme, haciendo carantoñas al pequeño Owen.

-Qué bueno verte de nuevo Alice- la saludó Esme con una sonrisa cariñosa, lo mismo que Rosalie.

-¿Queréis uniros a la merienda?- interrogó Bella.

-Quedaos vosotras- les ofreció Esme - yo me llevaré a este pequeño a dar un paseo- dijo mientras cogía de brazos de su madre al pequeño Owen, profundamente dormido. Después de acomodarlo en su cochecito, se despidió de las chicas, deseándoles que tuvieran una buena tarde.

Una vez Bella sirvió el café y galletas y bizcocho, Rose clavó su mirada en la joven morena; ya que, inevitablemente, había escuchado lo que había sucedido la pasada noche.

-¿Te encuentras bien?- Alice no tuvo que meditar mucho su respuesta.

-Supongo que he tenido épocas mejores- respondió con un lánguido suspiro.

-Nunca nos habías dicho que estabas separada- dijo Bella con cautela, a modo de pregunta.

-Divorciada- corrigió -por eso me ausenté las pasadas semanas de mi trabajo, para ratificar la demanda de divorcio-.

-¿Te maltrató?- la pregunta tan directa de Rosalie, y que también se preguntaba Bella para sus adentros, hizo que la joven las mirara un poco sorprendida. Al ver su silencio, Bella se apresuró a tranquilizarla.

-No tienes que contarnos nada, si no quieres- la tomó de la mano, infundiéndole ánimo -pero tu cara de miedo cuándo esos impresentables los nombraron...- rememoró enfadada.

-Lo siento Alice, no pretendía ser tan brusca- se disculpó Rose.

-No pasa nada... - se quedó callada un minuto, escogiendo sus palabras -vine a Hunstville con la esperanza de iniciar una vida nueva, pero el pasado siempre vuelve, de una forma u otra- Bella y Rosalie escucharon con atención las palabras de su amiga.

-Conocí a Peter en el instituto- empezó a relatar -él llegó al empezar el último año; recuerdo la primera vez que lo vi... era muy atractivo- musitó en voz baja, con una triste sonrisa asomando en su cara. Bella le dedicó otra de vuelta, dándole valor para seguir.

-Enseguida ambos nos sentimos atraídos mutuamente, y a mediados de curso empezamos a tontear; me gustaba muchísimo, y poco a poco, fui enamorándome de él- rememoraba -y nos hicimos novios al graduarnos; el futuro no podía pintar de mejor forma; habíamos terminado el instituto, y los dos fuimos a la misma universidad-.

-¿Ahí fue dónde empezaron los problemas?- preguntó Rosalie; la joven meneó la cabeza, negando.

-Esos años fueron los mejores de mi vida; nuestros estudios iban bien, y Peter y yo nos queríamos; nos casamos cuándo estábamos en el último curso, y todo seguía bien. Al terminar la universidad nos fuimos a vivir a Portland, en Oregón. Yo conseguí trabajo en poco tiempo... a Peter le costó más; creo que ahí empezaron los problemas- murmuró sin poder retener las lágrimas.

-Tranquila- la reconfortó Rosalie.

-Se graduó el segundo de su promoción; todos los profesores lo decían, sería un prometedora abogado... pero por más que buscaba y buscaba, no encontró trabajo; desde ese momentos cayó en una profunda depresión, y ahí fue cuándo empezó a beber-.

-A todos nos cuesta empezar nada más salir de la universidad- comentó Rosalie.

-Eso es verdad- añadió Bella.

-Si algún defecto tenía Peter, era el orgullo- contaba Alice -no pudo soportar que la que llevara el dinero a casa fuese yo-.

-A eso yo lo llamo machismo- masculló ja joven rubia entre dientes.

-Jamás pensé que fuera a comportarse así... se hundió más en la bebida, debido a su depresión; las peleas se hicieron frecuentes, la convivencia se hizo insostenible... se hundió tanto en su miseria, que ya ni siquiera hacía el esfuerzo por encontrar un trabajo... hasta que una noche todo estalló y...- Alice bajó la cara, tapándose los ojos y llorando.

-Te pegó- iba a ser una pregunta, pero salió cómo una rotunda afirmación de los labios de Bella. La señorita Brandon hizo un imperceptible movimiento de cabeza, sin levantar la vista del suelo.

-La primera vez que sucedió me juró y perjuró que no volvería a hacerlo, pero...-.

-Pero eso no fue así- terminó Rosalie por ella.

-Cada vez iba a más- recordaba Alice entre lágrimas, cerrando los ojos y recordando los gritos, los golpes, las lágrimas que derramó por ese impresentable -cuándo ya no pude soportarlo más, le dije que debíamos separarnos-.

-¿Por qué aguantaste tanto?- musitó Bella, intentando no llorar por ver así a su amiga.

-Le quería- se encogió ésta se hombros -me costó mucho dar el paso, tenía que empezar de nuevo; no me lo puso nada fácil, me amenazó, decía que a él nadie le pegaba una patada en el trasero y le abandonaba; esa noche me dio la peor paliza de todas...- Bella no pudo soportarlo más, y atrapó a Alice en un fuerte abrazo, en un intento de consolarla. Rosalie también se acercó a ella, frotándole la espalda en un gesto cariñoso.

-Hace un año y medio que me fui de Portland, huyendo como una fugitiva- masculló ésta con rabia -ya no podía soportar las amenazas; aunque nos hubiéramos separado, no me dejaba en paz; nadie sabía que estaba aquí, a excepción de mis padres-.

-Tenía una orden de alejamiento- murmuró Rose, suspirando.

-La tiene; por eso aunque fuera a ratificar la demanda de divorcio, sus abogados no saben cómo encontrarme; eso lo dictaminó el juez- corrigió Alice -pero ahora Garret y James saben que estoy aquí; y...-.

-Tienes miedo de que te vuelva a encontrar- terminó por ella Rosalie.

-Si me encuentra de nuevo, no sé de lo que sería capaz...- no pudo seguir hablando, ya que un llanto nervioso e incontrolable se adueñó de su cuerpo.

-Alice, tranquila- la reconfortó Bella.

-No estás sola; nos tienes a nosotras, a Nessie, a los chicos... no estás sola- le susurraba Rosalie en voz baja.

Dejaron que se desahogara tranquila; ninguna se percató de que Jasper estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados y la rabia bullendo por cara poro de su cuerpo. Bella y él se miraron, hasta que su joven cuñada se acercó a su altura.

-¿Cuánto tiempo llevas ahí?- habló en voz baja.

-El suficiente para entender muchas cosas- siseó en voz baja -¿cómo ha podido soportarlo?- se preguntó casi para si mismo; llevaba toda la semana preguntándose qué le habría hecho el impresentable de su ex marido; y lamentablemente, sus sospechas no iban descaminadas.

-¿Cómo se puede ser tan ruin y miserable para hacerle eso a una mujer?- seguía siseando, lleno de rabia -ninguna mujer se merece que un hombre le ponga la mano encima- Alice levantó la cabeza del hombro de Rose, mirando fijamente al joven rubio. Éste se acercó a ella, agachándose a su altura.

-Nadie va a hacerte daño Alice- el tono cariñoso que utilizó no hizo otra cosa que emocionar a la joven, que aún entre lágrimas, intentó esbozar una pequeña sonrisa.

-Ahora nos tienes a nosotros- le recordó de nuevo Bella -no estás sola-.

-No sé qué decir... gracias- musitó en voz baja.

-No las tienes que dar- le aclaró Jasper, dedicándole una mirada cargada de sentimientos; Alice se perdió en esos preciosos ojos grises por unos pocos segundos... él era tan diferente a Peter. El joven Cullen sonrió de forma torcida, y en un intento de aligerar el ambiente, y sobre todo, de verla sonreír, sugirió que fueran hacia los establos.

-Lo había olvidado- se disculpó ella -ya tengo los primeros resultados del estudio- le contó, un poco más animada después de despedirse de las chicas y salir acompañada de Jasper. Éste rodó imperceptiblemente los ojos... seguía sin creer mucho en el dichoso estudio...pero ahora mismo haría cualquier cosa por verla sonreír cómo el duendecillo hiperactivo que era.

-La sangre analizada demuestra que hay un aumento considerable de aminoácidos esenciales- le relató la joven.

-Y eso se traduce... -Jasper hizo un gesto con la mano, instándola a continuar.

-Eso significa que sus músculos están más sanos y fuertes; y eso se traduce en carne de mejor calidad- le explicó la joven.

-Interesante- admitió Jasper, pero Alice negó con la cabeza, sonriendo pícara.

-Sigues sin tenerlas todas contigo- su acompañante le dedicó una sonrisa maliciosa, mientras se acercaban a la barrera de seguridad.

-Me cuesta creer que con sólo ponerles música se consiga una mejor producción alimentaria- meditó en voz alta.

-La música hace que se relajen, y las hormonas encargadas del relax fluyen en cantidades moderadas... eso hace que se produzca mayor cantidad de aminoácidos esenciales- el joven la escuchaba atentamente... pero sus ojos se perdían por el bonito rostro de la joven morena. Había algo en ella que le atraía de una manera sobrehumana; y echaba de menos esas batallas dialécticas tan divertidas que ambos habían intercambiado durante los últimos meses... pero ahora entendía que Alice no estaba bien, y él la quería ayudar a olvidar, la quería proteger de ese canalla.

-Entonces el estudio va viento en popa- aprobó éste -eso se merece una celebración, ¿no te parece?- miró directamente a Alice, elevando las cejas de modo sugestivo.

-¿Vuelves a insistir para que acepte una cita contigo?- respondió, un poco más animada, pero feliz de volver a escuchar ese tono arrogante que tan loca le volvía. En su fuero interno, deseaba darle una oportunidad, pero... tenía miedo. Jasper se giró hacia la joven, quedando enfrente de ella, e ignorando las miradas curiosas de los peones y vaqueros, con uno de sus dedos alzó el rostro de la joven, acariciando imperceptiblemente su barbilla.

-Yo no soy Peter; jamás te haría daño- Alice se quedó sin palabras, y sintió un escalofrío por todo su cuerpo causado por las palabras que le dedicó el joven Cullen. Suspiró largamente, sin saber qué contestar.

-Tengo formas para persuadirte- Jasper volvió a adoptar ese tono arrogante y chulesco, simplemente para verla rodar los ojos o que le diera una de sus divertidas contestaciones.

-¿Cómo cuales?- interrogó divertida.

-Bueno... puedo perseguirte cantando una horrible canción hasta que supliques que pare... canto muy mal- la joven no pudo evitar la carcajada.

-No sé si la artimaña te daría resultado- le devolvió por respuesta; Jasper sonrió ampliamente... esta era la señorita Brandon que el quería ver... la señorita Brandon que le atraía de una manera inexplicable.

-Ponme a prueba- se encogió éste, despreocupadamente de hombros.

-Ya veremos- accedió la joven.

-Te convenceré- afirmó pagado de si mismo, disfrutando de la suave risa de la chica y continuando con su paseo por el establo, con las notas del piano de una obra de Debussy flotando en el ambiente.

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Dos días después de la visita de Alice al rancho, la familia esperaba a Edward y Jake, que llegarían para la hora de la cena. Emmet y Jasper estaban enfrascados en un divertido debate sobre la final de la súper bowl, el mayor acontecimiento deportivo de la temporada que tendría lugar la semana que viene. Carlisle y Esme se deshacían en carantoñas con el pequeño Owen, que acomodado en su sillita, sonreía por las muecas y caras que ponía su abuelo. Bella y Rosalie terminaban de poner la mesa en la cocina, cuándo justo oyeron el motor de un coche.

-Ahí están- anunció Esme. Toda la familia salió al vestíbulo para recibirles. Primero entró Jake, que soltó la maleta en el suelo.

-Por fin en casa- exclamó con un cómico suspiro -estoy hambriento- protestó, después de saludar a todos.

-Menuda novedad- rió divertido Emmet -el día que no tengas hambre será un milagro- repuso burlón.

Bella rió divertida, pero se quedó rezagada cuándo Edward entró seguido de su hermano. Dejó que saludara primero a su padre y hermanos, pero fue el propio Edward el que se acercó a ella presurosamente, envolviéndola en sus brazos y levantándola del suelo en un abrazo. La joven escondió su rostro en su cuello, aspirando de nuevo la familiar esencia de Edward... había sido una semana muy larga para los dos.

-Hola cariño- susurró Edward en voz baja, sólo para ellos.

-Hola- devolvió la joven por respuesta -te he echado de menos-.

-Yo también, mi pequeña estrellita- Bella sonrió, aún con la cara escondida en su cuello. El joven sintió cómo su novia dejaba un pequeño besito en la base de su cuello, y ese gesto hizo que la estrechase más fuerte en su abrazo; cómo la había echado de menos. Separándose un poco de ella, dejó un pequeño y cariñoso beso en sus labios, que su pequeña correspondió de forma tímida.

-Edward bájala al suelo- exclamó Emmet burlón; rodando los ojos la liberó de su abrazo, ante la vergüenza de la joven.

-Después- le dijo Edward, tomándola de la mano y entrelazando sus dedos con los suyos. La joven asintió imperceptiblemente, y todos se dirigieron de nuevo a la cocina, dónde un suculento festín les esperaba.

Después de la cena y de que Edward y Jake pusieran a toda la familia al corriente de las novedades y los tratos que habían cerrado a lo largo de esa semana, Rosalie y Emmet partieron hacia su casa y el resto se retiró a descansar. Bella justo salía del baño cuándo la puerta de su habitación se abrió; la joven esbozó una sonrisa al ver a Edward cerrar sigilosamente la puerta tras de si, ataviado con un pantalón de pijama gris y una camiseta negra, que se pegaba de manera peligrosa a sus músculos. Sin pensarlo un sólo segundo, corrió hacia sus brazos, dónde su novio la recibió gustoso.

Sin decir una sola palabra, sus bocas se encontraron, reconociéndose de nuevo después de esa larga semana. Sus dedos se enredaron en el pelo cobrizo de Edward, agarrándolo con algo de fuerza y queriendo fundir su boca con la suya.

El joven respondió con avidez a ese demandante beso, sintiendo las insinuantes curvas del cuerpo de su pequeña amoldándose al suyo. Algo ardía en su interior, sus manos no paraban de acariciar la espalda y cintura de Bella, y sintió el gemido de la joven morir en su garganta. Con un pequeño movimiento, hizo que la joven enredara sus piernas en su cintura, y con ella encima caminó hasta que sus piernas tocaron el borde la cama. Con toda la delicadeza de la que fue capaz, la acomodó en ella, para justo después tumbarse a su lado y seguir besándola, hasta que no le quedó otro remedio que dejarla tomar un poco de aire. Los brazos de Bella rodeaban su cuello, y una de sus manos reposaba en el estómago de su novia, dándole una suave caricia.

-¿Me has echado de menos?- inquirió con su sonrisa torcida.

-Sabes que sí- rodó los ojos la joven, haciendo un gracioso gesto con la cara, que no hizo otra cosa que arrancar las risas de su novio.

-No te enfades- le dijo mientras la atraía hacia su pecho, dónde su pequeña se acurrucó -yo también te he echado mucho de menos- Bella sonrió de manera tímida al oír esas palabras -cada día se me hace más difícil separarme de tu lado-.

-Se me ha hecho eterna la semana- le confesó en un susurro casi imperceptible -pero ya estás de nuevo en casa- exclamó con una de sus preciosas sonrisas. Su novio dejó un besito en su pelo, y así, en esa postura, Bella le puso al día de todo lo acontecido esa semana, incluida la confesión de su joven amiga.

-¿Cómo puede haber gente así?- siseó enfadado -no hay acto más denigrante y rastrero que maltratar a alguien... y más si se supone que quieres a ese alguien más que nada en el mundo- sintió los ojos de su pequeña mirándole con una mezcla de asombro y admiración -me volvería loco si alguien te hiciera daño... no sé de lo que sería capaz-.

-Tú no eres cómo él, ni cómo esos hombres que se jactan de ello, orgullosos de su hombría- le dijo ella, seria y rotunda -no hay nadie que me cuide cómo tú lo haces- el joven sonrió complacido al escuchar las palabras de la joven. Cambiaron radicalmente de tema, hablando del viaje de Edward y otros asuntos, hasta que el joven sintió que a su novia se le cerraban los ojos, presa del sueño y del cansancio.

Iba a levantarse y arroparla, pero Bella agarró su camiseta con los puños, mirándole con un tierno puchero.

-¿Podrías quedarte a dormir conmigo?- le medio imploró, de forma tímida. El joven sonrió complacido, apartando las sábanas y metiéndose en la cama con ella. Sintió que su pequeña volvía a sus brazos, y la rodeó de nuevo entre ellos.

-Nada me gustaría más... duerme, mi pequeña estrellita- Bella sonrió feliz, escondiendo la cara en su pecho y cerrando sus ojos, sintiéndose segura junto a Edward... el velaría sus sueños.. él la cuidaría.

2 comentarios:

  1. fantastico ,me encanta ....Gracias nena...

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  2. ohh pobre Alice... lo debió pasar muy mal, por suerte fue a parar al rancho kinarley donde le han cogido tanto cariño y sin duda la protegeran, me encantó!!! gracias linda!!!

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