jueves, 21 de marzo de 2013

La Bestia del Castillo



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Capitulo 30.- Bienvenida 

Edward pov 

La comida estuvo llena de sorpresas, apenas termino la entrega de regalos, varios de los hombres que entrenaban con Emmet, quitaron las mesas del centro y realizaron una representación muy cómica, según mi esposa, de mí, Emmet y Jasper dominados por nuestras mujeres embarazadas. 

Estaba a nada de infartarme y mandarlos a azotar cuando note que mi esposa se rie con muchas ganas, seguida de Jasper y Rose. El único que parece indignado es Emmet. Pero una mirada a su mujer le basto para cambiar la cara de oso furioso. 

Tienen razón los bromistas, nuestras mujeres nos dominan, embarazadas o no. 

-trabajaran todo el año en las caballerizas después de entrenar- dije en cuanto terminaron de burlarse de mí. 

-si señor- dijo uno de ellos sonriendo. 

Vaya, me estoy ablandando. Antes de Bella solo por eso los habría matado. Pero la cosa mejoro cuando las mujeres hicieron una representación de Alice, Rose y Bella… embarazadas e insoportables. Las risas aumentaron aunque mi esposa está entre la furia y la risa. 

-yo no me pongo así- dijo cuando una de las mujeres puso una expresión parecida a la que tiene justo ahora. 

-si lo haces amor- dije en su oído. 

Me miro con cara de asombro. 

-te conviene no preñarme de nuevo…- dijo sonriendo dulcemente. 

Me quede pensando en sus palabras, tres hijos son más que suficiente. Yo no comparto la idea de que mientras más hijos tengan más hombre soy. Con hacer gritar a mi esposa por las noches, mañanas, medias tardes o medios días, en otras palabras cada que la tome, me es suficiente para sentirme el más hombre de todos. 

Ella me hace sentir así. 

-¿podemos evitarlo sin dejar de…?- no termine la pregunta pero fue obvio. 

-sí, podemos- dijo seria esta vez. 

El día dio paso a la tarde. De verdad estaba siendo ameno el cumpleaños de mis hijos. 

-los llevare a dormir, están realmente cansados- dijo Carmen llevando a Huracán mas dormido que despierto. 

-voy con ustedes- dijo mi esposa. 

Quien se nota igual o más cansada. Considerando que apenas una hora después de hacerle el amor de manera poco considerada estuvo despierta y en pie de nuevo, me pareció buena su idea. 

-vamos, te llevo a la recamara- dije. 

-me quedare con los niños- dijo. 

-no, te quedaras en nuestras recamara, los niños estarán bien, tú necesitas dormir- dije sereno pero seguro. 

-Edward…- 

-Emmet, manda a dos hombres a la puerta de la habitación de los niños y dejas a otros dos en la parte del descansillo y otros dos en la escalera, asegúrate que sean relevados en tres horas y que no estén bebiendo- dije en alto para que mi esposa lo escuchara. 

-como ordenes Edward- dijo mi primo dejando a su hija en las piernas de Esme y saliendo del salón. 

-gracias- dijo mi esposa con su hermosa sonrisa. 

-vamos, estas cayéndote de sueño- 

Nos despedimos de los ahí presentes. El sol ahora a medio camino de bajada, aun brilla en el cielo así que decidí llevarla y regresar. Tengo mucho que hablar con mi tío y los demás miembros del consejo. 

-me despiertas para la cena y por favor discúlpame con los del consejo, de verdad estoy muy cansada- dijo al entrar en la habitación. 

-anda, olvídate de todo y solo preocúpate por ti, ya no debe faltar mucho para que nazca- dije acariciando su vientre. 

Me respondieron con un leve golpe seguido de un movimiento. 

-sí, ya no debe tardar mucho…- no termino la frase. 

-¿estás bien?- pregunte cuando se puso algo pálida. 

-sí, solo fue un dolorcito, ya paso. Estaré así me imagino hasta que nazca, con los niños fue igual ¿recuerdas?- pregunto. 

Claro que me acordaba, dormía con el pantalón puesto y las botas en la puerta por si me agarraba a media noche con que ya era hora, lo cruel del caso fue que le toco mientras no estaba. Justo la noche que no estaba. Bueno, no pasara de nuevo. No pienso separarme de mi esposa hasta que mi tercer hijo este fuera. 

-si me acuerdo… ya duérmete Bella- dije cuando se dio la vuelta de un lado a otro en la cama. 

-¿te irás?- pregunto. 

-no muy lejos, estaré abajo con los invitados, pero le diré que Carmen que se quede contigo si eso te hace sentir más tranquila- 

-no, mándala con los niños, eso me dejara tranquila- dijo tratándose de acomodar de nuevo. 

Últimamente no lo consigue no importa cuánto trate y su constante movimiento me tiene en vela a mi también. No es que me moleste, pero si me parece que ella lo pasa mal. Le deje un beso en la frente y salí. Me tope con uno de los hombres que Emmet mandara. 

-El señor Emmet dice que me quede aquí, afuera de la habitación de la señora- explico ante mi mirada interrogante. 

-bien, si escuchas algo que no sea o no suene normal me avisas de manera inmediata, ahora mismo está dormida- dije. 

Asintió y me dirigí a las escaleras. 

-¿te relato los avances ahora?- dijo mi tío en cuanto llegue a la puerta del salón. 

-sí, vamos al estudio, no quiero nadie nos escuche, Bella no debe enterarse de nada aun- dije sonriendo 

Le tengo una sorpresa y estoy seguro que le gustara. Dos horas después cuando terminamos de arreglar ese asunto regresamos a la fiesta. 

-Edward, me da gusto ver que estas bien y vivo, tu esposa tan hermosa como siempre y… suerte con ese par. Me temo que es hora de irnos- dijo Rodrigo, uno de mis tantos primos. 

-gracias por venir, sé que es una distancia considerable desde tu castillo a este- dije abrazándolo. 

-no tienes que darlas, cuando supimos del secuestro de tu hijo y lo que desencadeno estuvimos muy preocupados, nadie como tú está preparado para atender el clan. Y perder un hijo es… - calló de pronto - pero me da mucho gusto saber que no fue así- término por sonreír. 

Él y su esposa habían enterrado a su hijo de ocho años cuando se ahogo en el rio, en las tierras altas, del otro lado del mar apenas dos años atrás. 

Con Rodrigo se despidieron todos lo que vinieran en el mismo navío. Su hermana Patricia y su cuñado William, hermano de su esposa y la esposa del último. 

-señor… la señora lo necesita- llego corriendo el guardia que dejara en la puerta. 

Solo podía ser algo relacionado con el bebe o el hombre no estaría blanco como la sal. 

-¡¡¡Carmen…!!!- recordé que esta con los niños -¡¡¡Rose, saca a mis hijos de las habitaciones, llévalos al salón, Jasper manda a la partera!!!- grite mientras corría escaleras arriba. 

Cuando llegue mi esposa estaba a los gritos, las sabanas mojadas y en claro alumbramiento. Detrás de mi entro Esme, Alice y Berenice, la esposa de Rodrigo. 

-yo te ayudo, mi partera me enseño mucho cuando mi hermana estuvo embarazada- dijo mientras olvidándose de su vestimenta arranco las mangas que colgaban casi hasta el suelo. 

-Alice será mejor que salgas, sé que es tu amiga y que esto no es nuevo pero mientras menos gente haya mejor, ayuda a Rose- dijo Esme tomando unas sabanas y entregándoselas a Alice. 

-¿Qué hago?- pregunte. 

-lo mismo que la ultima vez, abrázala, ayúdala- dijo Esme mirándome. 

Por un momento me congele, mi esposa grita con ganas y esta sudando. Me senté con ella y la apoye en mis brazos. 

-ya estoy contigo cariño, en poco tiempo te sentirás mejor- susurre en su oído. 

-cuando esta criatura salga, te matare- dijo entre grito y grito. 

Eso es nuevo. 

Preferí no hacer caso al comentario, sobre todo cuando Esme dijo que eso es normal y entendible considerando que esta vez la tristeza no le había minado el carácter. Decidí creer eso y seguir con lo que hacía. 

-Vamos Bella, esta coronado, ya veo su cabecita, puja con ganas- dijo Berenice. 

Sentada entre las piernas de mi mujer, con Esme a su lado y lista para cualquier cosa, en una mano sostenía una palangana con agua, las tijeras y en el brazo una manta. 

-¡¡¡¿Qué madre crees que hago?!!! ¡¡¡Echando una siestecita!!!- grito mi mujer entre pujido y pujido. 

Su respuesta hizo que Esme se riera, mientras Berenice abría los ojos tan grandes como sus parpados permitía. 

-cariño, cálmate… solo intenta ayudar- pedí tratando de no reír. 

-¡¡¡esto es tu maldita culpa Edward idiota Cullen!!! ¡¡¡No me dejaste en paz hasta que me preñaste…!!! Pero es la ultima… ¡¡¡la ultima!!!- dijo mientras enterraba sus uñas en mis brazos y pujaba de nuevo. 

Un llanto fino y agudo inundo la habitación. Esme envolvió a la criatura y espero a que Carmen abrazara a mi esposa mientras yo cortaba el cordón. Me entrego a mi hijo… no… no es un hijo, es… 

-tenemos una niña Bella- dije mientras caminaba con mi hija en brazos. 

Me senté junto a mi esposa y deje que abrazara a nuestra nena. En cuanto Bella la tomo, la abrace de nuevo. 

-falta la placenta… no está saliendo, Bella tendrás que pujar de nuevo- dijo Berenice. 

En ese momento entro Margarita, la partera. 

-lo siento… estaba atendiendo un parto del otro lado del pueblo, he venido tan rápido como he podido- se excuso. 

-no sale la bolsa- dijo Berenice. 

-eso no es bueno- dijo la mujer. 

Mi atención paso de mis mujeres a Margarita. 

-¿puedes sacarla?- pregunte. 

-puedo intentarlo…- dijo mientras Berenice se levantaba y dejaba el espacio. 

-me duele mucho…- se quejo Bella casi blanca. 

-Esme lleva a mi hija para que la vean y quédate allá- pedí mientras tomaba a mi nena y la dejaba en sus brazos. 

Me senté con mi esposa mientras pujaba una vez más, con las mismas ganas que antes. Pero parecía no estar funcionando. 

-Dale láudano o no soportara lo demás, creo que tardara en sacarla- dijo la mujer. 

-¿Qué pasa?- exigí. 

Me pasó una taza que de inmediato le ofrecí a mi esposa, se tomo el contenido y se quedo casi dormida en prácticamente nada de tiempo. 

-no está sacando la bolsa en la que creció la nena, eso no es bueno, no debe quedarse ahí o se desangrara… así perdieron a su madre- dijo la mujer. 

El terror me aporreo con ganas. 

Esto es lo que temí cuando me entere de su estado, esta situación es la que me aterro cada noche durante el segundo en que pensaba en el alumbramiento y que todo lo que podía salir mal, saldría mal. 

-¿Qué hacemos?- pregunte tratando de no entrar en pánico. 

-esperaremos un ratito, a veces la bolsa sale sola en un dolor- dijo de nuevo. 

El silencio se instalo en la habitación. Hasta que un grito lo rompió. Mi esposa estaba pujando de nuevo. La abrace mientras la parte le daba instrucciones. 

-salió, por fin salió la bolsa… esta completa…- dijo. 

Mi alma regreso. Abrace muy fuerte a mi esposa mientras la notaba respirara con más calma. 

-te dije que no te dejaría- susurro. 

No encontré palabras y solo me dedique a abrazarla. 

Dos horas después, con una bata limpia y la ropa de cama cambiada, dormía profundamente. Me senté con mi hija en el sillón junto a la chimenea como aquella noche un año atrás. Se quedo dormida y la deje en su camita, con Carmen al pendiente de ambas baje al salón. 

Mis hijos ya no dormían, con toda la excitación de los eventos pasados estaban jugando de nuevo en la sala donde los amigos más cercanos y mi familia estaban celebrando el nacimiento de mi hija. 

-¡¡¡felicidades papa!!!- gritaron Emmet y Jasper apenas me vieron cruzar la puerta. 

-gracias… es hermosa- dije con la cara de imbécil. 

-lo sé, ese cabello rojo te hará pasar problemas… vas a tener a los tipos volándole como moscas- dijo Emmet. 

Me puse serio, es cierto, mi hija será tan hermosa como su madre, el poco cabello que tiene se le había rizado apenas se seco y con la poca luz de las velas juro que es rojo. Carajo. 

-bueno, no seré el único- dije mirándolo. 

Mi amigo se puso serio, su hija es rubia de ojos azules como su madre. Ahora todos reíamos menos él. 

-¿crees que la cuiden mucho?- pregunto Jasper señalando a mis desastres. 

-claro que lo harán, ellos se encargaran de que ningún pendejo se le acerque, yo me asegurare que así sea- dije serio. 

Mi posición como señor de un clan enorme me ha dado la facilidad de planear y realizar estrategias tanto de defensa como de guerra y las usare para ver que ningún hombre indigno se acerque a mi hija y mis hijos serán mis ojos y oídos, mis hijos serán los eternos guardianes de mi hija.


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Mis niñas les tengo abandonas, lo sé pero en mi defensa diré que termino tan cansada del trabajo que solo quiero relajarme y dormir....

pero como me olvido de ustedes aquí les tengo el capi... quedan menos, por favor no dejen de leer la historia.

Ya tengo la que se quedará en su lugar y espero les guste y me apoyen como en el pasado.

Les quiero niñas, repórtense más seguido  ;)!!!!

miércoles, 20 de marzo de 2013

Cowboy de mi Corazón.


   Capítulo 30:                  Mil y una maneras de trinchar el pavo

El rancho se vio envuelto en el ajetreo habitual propio de las fiestas navideñas; todos notaron el delicioso aroma que brotaba del interior de la cocina, y eso sólo ocurría cuándo Bella estaba en casa; y aunque Esme y el resto de las chicas se defendieran en la materia.. no era lo mismo.

Los días previos a la cena de Nochebuena transcurrieron tranquilos, excepto para los hermanos. Carlisle insistía en que sus trabajadores debían pasar estas fechas con la familia, de modo que sus hijos se organizaban entre ellos para atender al ganado. Entretanto, Bella y las chicas se afanaban en las últimas compras y en tener todo listo para las celebraciones.

Y la cena de Nochebuena llegó; la joven castaña, ayudada por Esme y el resto de sus cuñadas preparó un elaborado menú, para alegría de sus glotones cuñados. Poco antes de la cena, y con la mesa ya esperando a los comensales, todos se reunieron en el salón, cómodamente sentados y rodeando al pequeño Owen, que jugaba feliz en su mantita de juegos.

-¿Cómo van esas clases, Bellie Bells?- le preguntó Jake, sentado al lado de Nessie -¿ya has aprendido la primera regla de los maestros?- la interpelada arqueó una ceja, sin entender la pregunta.

-Ya sabes, eso de poner faltas de asistencia y puntos negativos- le aclaró su cuñado, con una pequeña risa.

-Seguro que tú eras el alumno estrella en eso- rodó los ojos Nessie, ante la sonrisa cómplice de Bella.

-Todavía no, Jake... pero creo que para eso no tenemos una asignatura concreta-.

-Ya lo creo que era el experto en eso- afirmó Emmet, ante las risas contenidas del resto -seguro que la maestra Watson todavía te recuerda con cariño- expresó burlón. Alice, Rose y la propia Nessie sofocaron la carcajada, aunque con poco éxito.

-Heyyyyy- exclamó el aludido, con cara ofendida -simplemente era un poco travieso-. Ahora era su padre el que le miraba con una ceja alzada.

-¿Un poco?- repitió Carlisle, estupefacto -todavía recuerdo las innumerables veces que tuve que acudir a hablar con tu maestra y el director-.

-Ahhhhh- Jasper dejó escapar un cómico suspiro melancólico -me preguntó que será del señor Romstey-.

-Seguro que estará muy feliz, disfrutando de su jubilación- le pinchó Alice a su novio -con alumnos cómo vosotros, se la habrá ganado a pulso- Bella y Rose rieron abiertamente, ante la cara que pusieron los hermanos.

-Espero que las peques sean más tranquilas- dijo Nessie, acariciando su ya más que notorio vientre.

-Owen lo es- dijo Rose, mirando con cariño a su hijo -los genes Cullen del carácter no han hecho acto de presencia... todavía-.

-Pues será lo único, porque es clavado a Emmet- afirmó Esme; el niño, con el pelo moreno, hoyuelos y ojos azules, buscó con la mirada a su padre al escuchar su nombre.

-Dadá- pronunció con su vocecilla infantil y señalándole con el dedito, lo que causó las delicias de toda la familia.

Bella admiraba al pequeño con una sonrisa inmensa adornando su rostro... se preguntó cómo sería el pequeño o pequeña que Edward y ella tendrían en el futuro... ¿tendría el cabello indomable, al igual que su padre, y con ese inusual tono cobrizo?... ¿o bien heredaría el color café de su pelo y ojos...? Tan ensimismada se quedó mientras observaba el juego de su pequeño sobrino, que perdió un poco la noción del tiempo, hasta que la voz de su novio la devolvió a la tierra.

-¿Dónde estaba tu mente?- le susurró Edward en voz baja, tomando una de sus manos.

-Nada- se encogió su pequeña de hombros -estaba pensando...- exclamó con un pequeño suspiro; Edward le iba a preguntar acerca de ello, pero la voz de Esme se le adelantó.

-Va siendo hora de sentarse- automáticamente todos se levantaron, para acomodarse en torno a la enorme mesa; Edward lo dejó pasar... y con un pequeño tirón de su brazo ayudó a Bella a levantarse del sofá.

La mesa lucía espléndidamente adornada y repleta de los suculentos platos que Bella y las chicas habían preparado con tanto esmero.

-Tiene todo una pinta estupenda, hija- la felicitó Carlisle.

-Nuestra Bella es toda una chef- la piropeó Alice, guiñandole un ojo. Los deliciosos entrantes empezaron a desaparecer de las fuentes y platos, y llegó la hora de trinchar el enorme pavo que Esme y Bella transportaron desde la cocina.

-Es más grande que el del Día de Acción de Gracias- exclamó alborozado Jasper.

-Pero el relleno y las salsas son distintas- le aclaró Bella con una sonrisa.

-Tiene una pinta estupenda, cariño- alabó Edward, dejando un pequeño beso en la mejilla de su pequeña cuándo ésta tomó asiento a su lado. Carlisle se puso de pie, y toda la familia esperaba que el patriarca trinchara el pavo, pero en vez de agarrar el cuchillo, carraspeó.

-Discurso- anunció Emmet, frotándose las manos, ante la sonrisa general del resto.

-No es otro discurso, querido hijo- le aclaró, mordaz -simplemente este año quería ceder a Jake el honor de trinchar el pavo, dado que pronto será cabeza de familia-.

-¿Por qué yo no tuve ese honor?- resopló Emmet, ofendido y a la vez divertido.

-¿Por qué tu hijo nació antes de navidad?- le recordó Edward, con una sonrisa burlona.

-Increíble- negaba con la cabeza Rosalie, armándose de paciencia.

-Será un honor- aceptó Jake, levantándose y poniéndose al lado de su padre; cogió los utensilios y se dispuso a pinchar, pero se quedó en un vano intento.

-Lo estás haciendo mal- le advirtió Jasper; su hermano mayor le miró, frunciendo el ceño.

-¿Por qué?- interrogó confuso.

-Tienes que pincharlo por medio, y filetearlo de manera horizontal- contestó de nuevo su hermano.

-¿Y qué mas da?- protestó Jake.

-Si lo cortas de manera horizontal a la cabeza, destrozarás las alas- le dio la razón Edward a Jasper.

-Pues papá siempre empieza a cortarlo por las alas- añadió Emmet. Los cuatro hermanos se enzarzaron en un divertido intercambio de opiniones.

-Ni que hubiera que hacer un doctorado para trinchar un pavo- exclamó Nessie, mirando con fastidio a su marido.

-En esta familia, parece ser que así es- contestó Alice, frustrada y mirando a Jasper, que se había levantado y le indicaba a Jake cómo cortarlo.

-Estos chicos... - suspiraba Esme, cruzándose de brazos – a este paso se va a enfriar-. Bella y el resto de la familia eran mudos testigos del insólito debate que se había organizado... y todo por un pavo...definitivamente, esta casa era divertidísima.

-Señor, dame paciencia- siseó entre dientes Carlisle... en qué hora se le había ocurrido la genial idea.

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Dos horas después del divertido incidente, las chicas estaban en la cocina, sentadas en torno a la mesa y riendo a carcajadas a cuenta del dichoso pavo. Afortunadamente, y para asombro de unos cuantos, habían conseguido terminar de cenar y ahora los chicos estaban en medio de una partida de póker. El pequeño Owen hacía rato que dormía, y las chicas decidieron reunirse ellas solitas.

-¿Cómo va todo?; no hemos podido hablar a solas todos éstos días- le preguntó Esme a Bella. La joven sabía a lo que se refería, y llevaba todos estos días en el rancho debatiéndose en contarles a las chicas o no el encontronazo de Edward y Henry; ella misma se lo había contado por encima a Esme por teléfono, hace unos días.

-¿Todo bien con Edward?- inquirió Rosalie, mirando preocupada a la más joven de sus cuñadas; ella sabía acerca de ese lado celoso que a veces era superior a las fuerzas de su cuñado.

-Todo va bien- la tranquilizó Bella, pero Rose no se quedó del todo satisfecha.

-¿Ha pasado algo?- la animó a hablar Nessie.

-Sabes que estamos para escucharte; las cuñadas unidas jamás serán vencidas- recitó Alice de manera graciosa, haciendo reír suavemente al resto.

Esme le infundió ánimos con su mirada y una pequeña sonrisa, de modo que les relató de manera breve el incidente del día de la dichosa fiesta. Las jóvenes la escuchaban atentas, abriendo los ojos muchas veces, debido a las palabras de la joven castaña.

-Vaya- murmuró Rose -¿es que ese niñato no sabe lo que significa la palabra no?-.

-Parece ser que no se dio por aludido- siseó Bella entre dientes -y lo peor de todo fue que Edward y yo tuvimos una buena bronca gracias a él-.

-Cuándo se obcecan en algo, no atienden a razones- murmuraba Alice, furiosa; por todo lo que le había tocado vivir, odiaba a ese tipo de hombres.

-Leah te dio un buen consejo, Bella- reconoció Nessie, dando vueltas a su infusión -si te vuelve a decir algo incómodo o a molestar, corta por lo sano-.

-Lo sé- contestó la joven castaña -espero de verdad que haya entendido que las cosas son así-.

-Edward se lo dejó bien clarito, créeme- comentó Rose.

-Pero me preocupa Edward y sus temores- les confesó la joven, con tono apesadumbrado -a veces es cómo sino creyera en mis sentimientos-.

-Eso lo provocan los celos, Bellie- le explicó Rosalie.

-Te quiere tanto que tiene miedo a perderte- añadió Esme, sonriéndole con cariño -Jessica le hizo mucho daño- hizo una pausa, meditando y escogiendo muy bien sus palabras -y aunque hayan pasado años de aquello, él todavía tiene sus temores-.

-Lo comprendo- susurró la joven castaña, con un poso de tristeza en su voz -simplemente quiero que entienda que conmigo no tiene nada que temer-.

-Y lo entenderá Bella; pero para que eso suceda, debía enfrentarse de nuevo a una relación; el no duda de tus sentimientos... pero debes tener en cuenta que se juntan muchas cosas- dijo Alice.

-Sus temores, pensar que te convendría alguien más cercano a tu edad...- enumeró Esme.

-Pero tú, y sólo tú- recalcó Nessie -debes demostrarle lo equivocado que está... hacerle ver que no tiene nada que temer-.

-Y tus palabras el otro día lo reafirman- le dijo Rose, guiñándole un ojo de manera cómplice.

-El tiempo hará que esos miedos desaparezcan; ya verás Bella- la animó Esme.

-Ojalá sea así- susurró la joven; desde que arreglaron sus diferencias, habían vuelto a estar bien... pero Bella rogaba por que no le diera otro ataque de celos, porque eso supondría otra discusión -supongo que todas las parejas tienen baches que superar- expresó con una pequeña sonrisa.

-Y si los dos ponéis de vuestra parte, los superareis- le dijo Nessie -¿lo ves?; hasta tus pequeñas sobrinas me dan la razón- dijo con una risa mientras se tocaba parte superior de su vientre, dónde una de las pequeñas había dado una patadita. Las manos de todas las allí congregadas se movieron para posarse en el vientre de Nessie, y Bella sonrió cuándo sintió otra patadita.

-Se mueven muchísimo- les contó la joven, enderezando un poco la espalda.

-¿Ya has planeado la decoración de su habitación?- le interrogó Alice.

-Mas o menos- contestó -pero las obras de la casa van un poco atrasadas; y hasta que no terminen no podemos hacer nada- murmuró con fastidio.

-¿Para cuándo tenéis previsto la mudanza?- Bella por fin se pudo relajar un poco ante la pregunta de Rosalie, y disfrutó del giro que había tomado la charla. Le encantaba hablar con sus cuñadas, y pedirles consejo... y aunque allí tenía a Leah, no era lo mismo.

-Nos gustaría hacerlo antes de que yo diese a luz, pero no sé si será posible-.

-Jake y Carlisle deberían hablar con el contratista- opinó Esme en voz alta -y que al menos justificara el retraso; os dijeron que estaría terminada para últimos de enero-.

-Se lo dije a Jake la semana pasada- le explicó -pero con el lío de las navidades, no creo que vayamos a ver al contratista hasta que pasen las fiestas-.

La conversación siguió desarrollándose en torno a la casa y a las futuras integrantes de la familia Cullen, hasta que Emmet apareció por la cocina, levantando los brazos y estirándose.

-¿Cómo va la partida?- se interesó su mujer.

-Jake y mi padre nos están desplumando- les contó con un gracioso mohín -se están haciendo de oro- Bella y Alice rieron ante la cara de circunstancias de su cuñado.

-Cada nochebuena el mismo cantar- rió Esme -menos mal que las deudas quedan en familia-.

-Me alivia recordarlo- declaró Emmet, abriendo el refrigerador y sacando unas cervezas, para después volver a dirigirse al salón.

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A la mañana siguiente, Bella abrió lentamente los ojos a eso de las nueve de la mañana. Al final la tertulia de las chicas se alargó hasta bien entrada la madrugada, incluso se acostaron más tarde que los chicos. Parpadeó un par de veces y se estiró de manera perezosa; para haberse acostado casi a las cuatro de la mañana, se había despertado relativamente pronto.

Giró la cabeza, para toparse con la graciosa estampa de Edward, acostado poca abajo y abrazando la almohada cómo si su vida dependiera de ello. La joven observó con una pequeña sonrisa el respirar tranquilo de Edward, con los labios entreabiertos. Sin querer despertarlo, saltó silenciosamente de la cama, y en pijama se dirigió hacia la cocina, en busca de su necesario café matutino... o chocolate, cómo era la tradicón en el rancho Killarney el día de Navidad.

La casa estaba sumida en el más absoluto de los silencios, señal inequívoca de que todo el mundo estaba todavía durmiendo. Mientras bajaba las escaleras iba organizándose mentalmente para preparar la comida... pero al llegar al amplio hall de la casa, se dio cuenta de que la luz de la cocina estaba encendida; extrañada, apresuró el paso, y se quedó apoyada en el marco de la puerta, mirando cómo Alice trasteaba en los fogones.

-Buenos días- la saludó -la joven morena se giró al escuchar la voz de su cuñada -¿preparando el desayuno?- interrogó con una sonrisa.

-Al menos intentándolo- contestó, riendo suavemente; Bella se acercó a ella, y el olor a tostadas hizo que su estómago gruñera.

-Huele muy bien- alabó.

-Al menos me defiendo- se encogió la joven morena de hombros -pero no puedo igualar tu tortilla de queso-.

-Te enseñaré, no te preocupes- le prometió Bella; después de preparar tostadas para todo el que se fuera levantando, y una enorme jarra de chocolate caliente, las jóvenes se sentaron, disfrutando del festín.

-Ayer apenas hablamos de ti- le dijo Bella, mirándola -¿cómo va todo?-.

-Bien; ahora tenemos mucho trabajo en la Comisión- empezó a relatarle.

-¿Y cómo te tratan en esta casa?- le volvió a preguntar Bella, con una sonrisa cómplice, que la joven morena correspondió.

-Demasiado bien- le guiñó un ojo -Esme y Carlisle son un encanto... y Jake y Nessie; nunca pensé que esta casa fuera tan divertida- le confesó con una risa.

-En eso llevas razón- dijo Bella -¿no sabes nada de él, verdad?- interrogó, ya con tono serio y preocupada, refiriéndose al ex marido de Alice.

-Nada- negó con la cabeza -puede que los Denali sólo dijeran eso para provocar a Jasper- meditó en voz alta.

-Pero no hay que fiarse- advirtió Bella.

-Eso es cierto- afirmó la joven -¿sabes una cosa?- la joven castaña le dedicó una sonrisa, instándole a continuar -jamás pensé que después de todo lo que me ha ocurrido, fuera a confiar en alguien de nuevo- el brillo en la mirada de Alice cambió al hablar de su novio -es estupendo, y me cuida tanto...-.

-¿Te volverías a casar, si él te lo pidiese?- la joven morena la miró, esbozando una pequeña sonrisa.

-Si te soy sincera, hace unos meses te habría dicho que no; y creo que todavía no estoy preparada para dar ese paso- confesó -pero nunca puedes decir de ese agua no beberé... ¿y tú?- le preguntó de vuelta -¿te casarías con Edward si él te lo pidiera?-.

-Sí- respondió de manera rotunda -sé que soy muy joven, per...-.

-Eso da lo mismo; cada uno tiene unas circunstancias, y unos deseos- le cortó Alice -y si eso es lo que ambos queréis, adelante con ello- interrumpió su pequeño discurso unos segundos -¿Edward quiere dar ese paso, después de lo de Jessica?-.

-Siempre dice que algún día lo haremos- se encogió de hombros. Sus ojos se tornaron melancólicos, y Alice adivinó los pensamientos de Bella.

-Todo llega- le recordó, dándole un ligero apretón en la mano -y estoy segura de que ese día no está muy lejano- Bella la miró extrañada; su amiga y cuñada parecía muy pagada de si misma al hacer esa afirmación -créeme, tengo un sexto sentido para esas cosas... hazme caso- la joven castaña rodó los ojos, gesto que hizo que las dos estallaran en carcajadas.

Pocos minutos después, escucharon ruidos por encima de sus cabezas, y ambos se levantaron de la mesa, dispuestas a preparar el resto de la mesa.

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Los días pasaron, y con ellos el día de Navidad. Los peones volvieron a sus quehaceres, y el rancho poco a poco recuperaba la rutina. Después de días comiendo, descansando y abriendo regalos, la familia se dispersó para la celebración de Nochevieja y Año Nuevo.

Nessie y Jake viajaron hasta Tucson, para pasar unos días con los padres de la joven; Alice y Jasper hicieron lo propio, al igual que Emmet y Rosalie, que cenarían en casa de los señores Hale. Por lo tanto, Carlisle, Esme, Edward y Bella disfrutaron de una agradable e íntima cena, y la joven recibió gustosa el beso que le dio Edward, justo después de medianoche.

-¿Quieres ir a un sitio conmigo?- le susurró el joven a su pequeña, que sentada al lado suyo, había apoyado la cabeza en su hombro. Ésta levantó la vista, frunciendo el ceño de manera graciosa.

-¿A estas horas?-.

-A estas horas- repitió las palabras su novio; Bella iba a decir algo, pero la sonrisa que le dedicó Edward hizo que se levantara de manera decidida. Subió rauda al dormitorio, y tomó su chaqueta y la de Edward, que ya la esperaba en el hall, con las llaves del volvo en la mano.

-¿A dónde vamos?- le interrogó extrañada, pero el joven simplemente la tomó de la mano, tirando de ella hacia el exterior.

-¡Edward!- exclamó divertida, ya que la condujo hacia los garajes con paso apresurado. Éste paró, rodeándole los hombros y señalándole una de las ventanas de la casa. La sonrisa apareció en el rostro de la joven, a ver a Carlisle rodear el cuerpo de Esme con sus brazos, para empezar a mecerse con suavidad, suponiendo la pareja que al son de una canción.

-También se merecen un poco de intimidad- inquirió Edward, divertido.

-Cierto- le dio la razón su pequeña -también se lo merec... ¡Edward!- chilló sorprendida, ya que su novio la cogió en brazos, pillándola por sorpresa -¿a dónde vamos?- le volvió a preguntar, pasando los brazos por su cuello y aferrándose a él.

-Ya lo verás- respondió simplemente éste; Bella se acurrucó en sus brazos, dejando que la llevara hacia el garaje; por ella podrían irse al fin del mundo. Se metieron en el coche, y quince minutos después, ambos estaban frente al lago.

La joven se bajó del coche, acercándose a la orilla y admirando el paisaje. Las estrellas que poblaban el cielo invernal creaban unos reflejos plateados en la superficie... este sitio le traía a la muchacha los recuerdos más bonitos de su relación. Sonrió para sus adentros, y sintió los brazos de Edward rodear su cintura y pegarla a su fuerte pecho.

Besó con delicadeza los cabellos de su pequeña, deleitándose con su olor y suavidad. Habían pasado una temporada difícil, y aunque habían pasado casi dos semanas desde la tremenda discusión que habían tenido, todavía recordaba el disgusto tan grande que se llevó su pequeña.

-Bella- la llamó, prácticamente en voz baja; ésta se volvió, pasando los brazos por su cuello y alzando la cabeza, buscando los labios de Edward, que inmediatamente salieron a su encuentro. Sus bocas se acariciaron con paciencia y ternura, y Bella quería atesorar todas esas sensaciones. Estaba tan guapo, con el traje y la camisa negra... y estos días, con el trabajo del rancho, apenas habían hablado de sus cosas. Cuándo Edward vio que Bella necesitaba tomar aire, poco a poco liberó la boca de la joven, que se acurrucó en su brazos, suspirando satisfecha.

-Feliz año nuevo, cariño- murmuró ésta, con los ojos cerrados.

-Feliz año nuevo, mi pequeña estrellita- la joven levantó la vista, levemente ruborizada.

-Hacía mucho que no me llamabas así- confesó, mordiéndose el labio inferior; su novio negó con la cabeza mientras que con su pulgar liberaba y acariciaba a la vez ese labio tan suave.

-Nunca has dejarlo de serlo- le aclaró, lo que hizo que el sonrojo de su novia aumentara considerablemente -quería estar a solas contigo, y poder besarte sin tener que mirar de reojo que nadie nos espíe- ésta rió ante la divertida mueca que puso el joven.

-En estas ocasiones es cuándo echo de menos San Antonio- repuso ésta; Edward rió, estrechándola más fuerte entre sus brazos. Cuánto tiempo hacía que no veía reírse así, feliz y despreocupada, sin pelear un día no y dos sí.

-Cariño... siento mucho lo ocurrido las últimas semanas- la joven abrió los ojos, debido a la sorpresa -lo último que quiero es que no seas feliz, y a veces creo que no lo eres- susurró de manera casi imperceptible y desviando sus ojos verdes de los de ella. Su pequeña le miraba conmovida; él también lo había pasado mal, y ya conocía lo suficiente a Edward cómo para darse cuenta de lo callado y pensativo que había estado los últimos días. Respirando profundamente, buscó la palabras adecuadas.

-Edward... sé que tienes miedo- tragó saliva antes de continuar -y poco a poco iremos superando los obstáculos- le animó su pequeña.

-Juntos- susurró éste, tomándola de las manos.

-Juntos- repitió su pequeña; una suave melodía empezó a sonar, prominente del equipo de música del automóvil. La joven miró en la dirección de dónde venía el sonido, sonriendo levemente. Edward la contemplaba embelesado... su pequeña era tan bonita. Arrullados por las notas musicales, tomó suavemente su cintura, haciendo que se recostara en su pecho.

-¿Bailas?- le ofreció, dejando un suave beso en su mejilla. Sin decir una sola palabra, los brazos de la joven rodearon su cuello de nuevo. El espacio entre sus cuerpos se estrechó... y así, lentamente, sin decir una sola palabra más en toda la noche, disfrutaron de su intimidad y mutua compañía; dejando los problemas a un lado y concentrándose en ellos mismos.



martes, 12 de marzo de 2013

Cowboy de Mi Corazón.




Capítulo 29:                             Miedo, celos y arrepentimiento

El viaje de vuelta hacia el apartamento era una sucesión de silencios encadenados, a cada cual más inquietante. La pareja mantuvo las distancias, cada uno de ellos sumidos en sus propios pensamientos.

Bella observaba las silenciosas calles de San Antonio a través de la ventanilla; retorcía una y otra vez sus dedos y se mordía el labio en un gesto inquietante. Edward había dejado más que claro que había escuchado la mayoría de la conversación... pero viéndole apretar los nudillos mientras agarraba el volante, su ceño fruncido y la mandíbula dibujando un rictus tenso y furioso, estaba más que segura de que una discusión se avecinaba.

El joven no le dirigió la palabra a su novia mientras aparcaba en el garaje, ni cuándo ambos tomaron el ascensor. Nada más cruzar el umbral la joven vio las maletas, todavía en el recibidor. Dedujo que Edward había pasado por casa antes de personarse en la fiesta. Se dio ánimos para sus adentros, y después de que un largo y pesado suspiro saliera de sus labios, se giró para encararle.

-Edward... yo...- no sabía por dónde empezar, y aunque las palabras se arremolinaban en su cabeza y en su garganta, pugnando por salir, no era capaz de articularlas. El joven la miraba con incertidumbre, y la castaña respiró un poco más aliviada al ver cómo las facciones de éste se suavizaron cuándo la miró -lo siento Edward- murmuró pesarosa y agachando la cabeza. Éste frunció el ceño, extrañado por las palabras de su pequeña; lentamente se acercó a ella, tomando sus pequeñas manos, que colgaban inertes de los costados de la joven.

-Bella- la llamó; su tono de voz no reflejaba en absoluto enfado; pero aún así, la joven era incapaz de mirar los ojos verdes que tan enamorada la tenían -Bella cariño...- la apremió de nuevo el joven, apretando con delicadeza una de sus manos -no tienes de qué disculparte; tú no has hecho nada malo- la joven por fin levantó los ojos, y su novio la sonrió cómo sólo sonreía para ella; respiró más tranquila, para poder tomar la palabra.

-Yo sólo intentaba explicárselo, Edward... me cae bien, es mi amigo... per...- el joven negó con la cabeza, interrumpiéndola.

-Ya lo sé cariño; sé que le has explicado la situación; pero ver cómo insistía, sin atender a razones- el tono del joven ranchero volvió a ser colérico y furibundo -y ver cómo te ha agarrado- terminó de mascullar, rabioso.

-No me ha hecho daño, simplemente me tomó por sorpresa-.

-Eso me es indiferente, Bella- contestó serio -no puedo permitir que nadie te haga daño o te toque sin tu consentimiento... per...- se quedó callado, y la joven lo miró extrañada.

-¿Qué pasa?; Edward...-.

-Aunque no me han gustado sus palabras... puede que tenga razón- los ojos de la joven se abrieron por la sorpresa; no podía creer lo que estaba escuchando.

-¿Se puede saber de qué estás hablando?- le reclamó, mosqueada.

-Él se acerca más a tu edad- empezó a enumerar -yo no pienso dejarte, porque tengo claro que no podría vivir sin ti- le explicó pesaroso, bajando ahora la mirada él -per...- la joven se soltó de su agarre, dándole la espalda. Se mantuvo en esa posición unos segundos, para darse la vuelta y quedando frente a él de nuevo.

-¿Esa es la percepción que te doy?- le reclamó furiosa -¿piensas que para mi ésto es un juego, un capricho inmaduro e infantil?-.

-Sé que ahora no lo es- espetó Edward; el enfado de Bella aumentó... ¿tanto miedo tenía de que ella le fuera a dejar?; ¿esa era la confianza que tenía en ella?-.

-¡¿Ahora?- gritó ésta -¿después de todo lo que hemos pasado, todavía te rondan por la cabeza esas estúpidas teorías?-.

-¡Yo sólo sé que eres joven, y te mereces disfrutar de tu juventud!- ahora el joven también gritaba -a veces pienso que te estoy cortando las alas-.

-¡Y la disfruto, y la quiero seguir disfrutando contigo!- respondió, ya hecha un mar de lágrimas.

El corazón de joven se apretujó de manera alarmante en su pecho; si había una cosa que odiara, era ver a su pequeña llorar; por una parte los celos le carcomían de ver a ese moscón molestarla una y otra vez... y por otro lado, tenía un miedo atroz a perderla. Sus debates internos fueron interrumpidos por los sollozos de su pequeña, que se había sentado en el sofá, cubriendo su rostro con las manos y ahogando las lágrimas.

-Bella...- se acercó con cautela a su novia, pero ésta alzó la cabeza, mirándole seria.

-¿Esa es la confianza que tienes en mi... en nuestra relación?- susurró con dolor -te repito por milésima vez que estoy disfrutando de mi juventud- negó dolida con la cabeza -y la estoy disfrutando de la manera que yo quiero... y esa es contigo-.

-Cariño.. yo no...- la muchacha levantó la mano, interrumpiéndole.

-Y yo decido cómo quiero vivir- le explicó, seria cómo nunca antes la había visto -y con quién quiero vivir mi vida... sabes que si me lo pidieras, estaría dispuesta a casarme contigo, independientemente de mi edad; no me importa el que dirán, hace mucho tiempo que dejó de importarme. Y nada ni nadie va a hacer cambiar un ápice mis sentimientos... excepto una persona-.

-Perdóname Bella- le suplicó -tú no tienes la culpa de nada- malditos temores y celos... pensó para sus adentros.

-Edward- llamó su atención para que le escuchara -la única persona que puede hacer que mis sentimientos cambien eres tú mismo; si no tienes la suficiente confianza en mi... en lo nuestro...- la joven dejó la frase inconclusa, negando pesarosa con la cabeza; se levantó sin decir una sola palabra, y se encaminó con paso lento hacia el dormitorio, pero se volvió una vez más, para hablarle -yo no soy Jessica, Edward... y lo último que quiero es hacerte daño-.

Edward la observaba sumido en el silencio; maldijo mentalmente para sus adentros al ver a su pequeña; estaba tan guapa esa noche... y sus malditos miedos y celos lo habían estropeado todo... pero había veces que no podía evitar que esos pensamientos le azotaran.

-Bella...- la llamó -lo siento cariño- susurró con la voz ahogada.

-No lo sientas Edward- contestó ella, en tono monocorde; soltando un lánguido suspiro, pronunció unas palabras que nunca creyó que iban a salir de sus labios -te agradecería que esta noche durmieras en el cuarto de invitados- los ojos de Edward se ensancharon, debido a lo que estaba escuchando; lo único que quería era abrazarla, besarla... y pedirle perdón por sus estúpidos miedos y celos, que hacían que su mente pensara tonterías.

Hizo un amago de seguirla, pero Bella cerró la puerta del dormitorio. Frustrado y furioso a la vez, en un acto reflexivo, dio media vuelta para salir del apartamento; necesitaba respirar aire fresco... y pensar.

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Durante más de dos horas, Edward vagó por las solitarias calles de San Antonio. Sus palabras habían hecho mucho daño a su pequeña, y se golpeaba mentalmente por ser tan estúpido. Pero de nuevo ese sentimiento de miedo había resucitado cual ave fénix; por supuesto que Bella no era cómo Jessica, gracias a dios.

Desde el principio sabía que la diferencia de edad era un escollo complicado de superar; hasta ahora lo habían llevado bien... pero había ocasiones en las que se sentía culpable. Aunque habían salido un par de veces con los amigos de su novia, otras veces en las que él no había podido o no le apetecía ir ella no había querido salir, y se quedaba en casa con él. Imaginaba los esfuerzos que Leah y el resto habrían empleado para convencerla de que fuera a la fiesta; hasta él mismo había insistido.

Y después estaba el asunto de Henry; había estudiado la forma en la que él miraba a su pequeña, y se notaba a leguas que sentía algo por ella. No le culpaba por ello; aunque su novia no se diera cuenta, era dulce y hermosa... muy hermosa; era tan dulce y buena con todos los que la rodeaban; cuándo quería sacaba un genio de fierecilla que a él le volvía loco... era amable, educada, y aunque ella no lo viera, muy valiente. Había sobrellevado con mucha entereza su niñez y adolescencia... el abandono de su madre, la separación forzosa de su padre, vivir con una abuela que no la quería en absoluto... sí, definitivamente, su pequeña era muy valiente.

Cualquier hombre con dos dedos de frente caería rendido a sus pies... pero jamás imaginó que, pese a las negativas de Bella, el otro imbécil siguiera erre que erre; puede que el Henry de los demonios fuera más apropiado para Bella por la edad... pero para desgracia del muchacho y su propia suerte, Bella era su novia. Y lo primero que debía hacer, con premura, era pedirle perdón por el dolor que le habían causado sus palabras.

Giró en redondo, para volver hacia el apartamento con paso apresurado; mientras subía en el ascensor le dio por mirar su reloj de pulsera, y descubrió con asombro que pasaban de las tres y media de la madrugada; maldijo entre dientes... su pequeña de seguro que estaba ya dormida. Con mucho cuidado abrió y cerró la puerta; decidió respetar sus deseos y de puntillas se dirigió hacia la habitación de invitados... pero al pasar por la puerta de su dormitorio, escuchó los sollozos de su novia.

Se quedó parado en mitad del pasillo, apoyando la frente en la fría madera; no soportaba oírla llorar, era superior a sus fuerzas. Con cuidado abrió la puerta, y a pesar de que la luz estaba apagada, pudo distinguir la figura de Bella, encogida cual bebé, abrazada a una de las almohadas, ahogando sus lágrimas en ella. Se le encogió todavía más el corazón al verla así, tan triste y hundida. Dándose valor a sí mismo, puesto que no estaba seguro de la reacción de su pequeña, avanzó despacio hacia ella, sentándose en el borde y acercando una de sus manos para acariciar la melena castaña.

-Bella...- el corazón de la joven pegó un brinco al escucharle; no le había oído entrar ni sentarse en la cama... pero no tenía fuerzas para volver a discutir de nuevo con su novio. No movió un músculo, pero sintió unas caricias cariñosas en su pelo.

-Cariño... lo siento- oyó que decía Edward -mírame al menos... por favor- quiso hacer oídos sordos a la petición de su novio -Bella... por favor- le volvió a pedir.

Bella se quedó inmóvil todavía unos pocos minutos; no quería hablar con él, no se lo merecía... ¿acaso no confiaba en ella?. Pero el tono de voz de Edward en verdad mostraba arrepentimiento; lentamente se incorporó, y su novio se sintió todavía más culpable al ver su carita congestionada, y sus preciosos ojos marrones rojos e hinchados.

-Cariño...- el joven no sabía que decir para amortiguar la expresión de dolor que surcaba ese rostro que tanto adoraba -no quise decir lo que dije- rodó los ojos para sus adentros... vaya explicación de pacotilla que le estaba dando a su novia.

-¿Por qué no confías en mi, Edward?- le reclamó ésta, dolida -¿acaso no te lo he demostrado esta noche?- preguntó, haciendo alusión a la explicación que le había dado a Henry hace unas pocas horas -¿no te parece suficiente todo lo que aguanté al llegar al rancho?- el joven ranchero la escuchaba, incapaz de mirarla a la cara... su pequeña tenía toda la razón del mundo, y merecía su actitud dolida y todos y cada uno de los reproches. Bella suspiró al ver el aspecto derrotado de Edward, y poniéndose de rodillas frente a él, siguió hablando.

-¿De qué tienes miedo, Edward?- le interrogó con suavidad. Éste levantó la vista, y esbozó una sonrisa tímida al ver cómo la expresión de su novia se había relajado; le miraba con cariño, animándole a explicarse.

-Supongo que tengo miedo a perderte- la joven abrió la boca, en una perfecta o, debido a la sorpresa... todavía le costaba digerir, y sabía que le pasaría siempre, qué vería Edward Cullen en ella. Él, que podía tener a cualquier mujer a sus pies con sólo un chasquido de sus dedos... asombrosamente, la había elegido a ella -muchas veces me he preguntado que pasaría si encontraras un chico de tu edad, cómo sería tu vida...- le explicó. Bella le escuchaba pacientemente, dejándole terminar su charla.

-Edward...- le interrumpió en una de las frases -no me vas a perder... no quiero estar con otro que no seas tú- alzó una de sus manos, pasándola por la mejilla del su novio; esté la tomó, besando la palma y manteniéndola de nuevo contra su cara -tienes que dejar de atormentarte con eso, tienes que confiar en mi, en mis sentimientos...- le pidió.

-Y lo hago Bella, créeme- suspiró frustrado -pero el verte allí con él... la forma en la que te ha agarrado...- masculló con rabia.

-La culpa ha sido mía Edward, no debí haber salido con él fuera del gimnasio- murmuró la joven, agachando de nuevo los ojos -debí haberme dado cuenta antes de sus intenciones- susurró, con rabia... ¿cómo había podido ser tan tonta, y no verlo antes?; el episodio del abrazo no hizo otra cosa que confirmarlo, pero no le dieron mayor importancia.

-No cariño, no tienes la culpa de nada- le volvió a repetir -pero no lo quiero cerca de ti- masculló enfadado. Bella sonrió divertida, acercándose a él y rodeando su cuello con sus manos.

-Celoso- susurró contra los labios de Edward.

-En lo que respecta a ti, sí- admitió el joven cómo si tal cosa -no quiero que nos enfademos cariño- admitió pesaroso, rodeando la cintura de su pequeña, haciendo que se sentara a horcajadas encima de él.

-Yo tampoco- admitió la joven; miró de nuevo los ojos verdes de Edward, y por fin vio algo de ese amor que siempre tenía cuándo ella estaba al alcance de su vista.

-Y aunque te lo diga un poco tarde, estabas preciosa esta noche... muy sexy con esos pantalones tan ajustados- la joven rió azorada, y su novio comprobó cómo sus mejillas se tornaban en un delicioso color cereza -adoro tus sonrojos- susurró el joven en voz baja, acercándose a la cara de su novia y acariciando su mejilla con sus labios y su nariz; el corazón de la joven se aceleró con ese simple gesto, y supo que era el momento de hacer las paces.

Retiró su cabeza para ir en busca de los labios de Edward, que no dudó un segundo en corresponder a los deseos de su pequeña. Las bocas de la pareja bailaron una danza perfectamente sincronizada, colapsada de multitud de sentimientos; las lenguas de cada uno se fundieron en la boca del otro... y cómo si fuera la primera vez que ambos se besaban y descubrían, el beso pasó a cotas más intensas. No se dieron cuenta del tiempo que pasó, estaban en una burbuja... estaban en su paraíso personal.

Edward dejó los labios de su pequeña, ávido de recorrer con los suyos propios otras partes de su nívea piel; Bella enredó los dedos en su pelo cobrizo, atrayendo la cabeza de Edward hacia ella. Lo quería tan cerca de ella cómo fuera posible.

-Perdóname cariño- atinaba a decir su novio, dejando cortos y amorosos besos en su barbilla y en su cuello, dejando una increíble sensación de hormigueo allá dónde sus labios tocaban la piel de la joven.

-No tengo nada que perdonarte mi amor- contestó ella en un jadeo -soy tuya- murmuró contra su boca.

-Mía- repitió Edward...-mía, mía... mía- recitaba una y otra vez mientras la empujaba suavemente contra el colchón. Se acomodó entre sus piernas, y su pequeña le facilitó la tarea, recibiéndole en un íntimo abrazo. Todavía con la ropa puesta, la pareja se besaba cómo si el mundo fuera a acabarse. La joven gimió de manera audible cuándo la mano de su novio colocó una de sus piernas encima de sus caderas, acariciando y amasando tiernamente su muslo en el proceso.

-Edward... hazme tuya- consiguió decir Bella, en un momento que Edward dejó de besarla -déjame demostrarte qué sólo eres tú- el joven se quedó estático unos segundos; se apoyó en sus codos, admirando obnubilado a su novia, entregándose a él sin reservas y temores; después del mal rato que la había hecho pasar, de todo lo que le había dicho, ella lo miraba con tanto amor y deseo a la vez, que le parecía increíble que ella fuera suya.

La joven se mordía nerviosa el labio inferior, esperando la reacción de Edward, que no fue otra que besarla de nuevo; la cabeza de Bella daba vueltas, y los suspiro abandonaban su garganta de manera alarmante. Lentamente sus pequeñas manos fueron a los botones de la camisa negra que llevaba; la desabrochó lo más rápido que pudo y la bajó lentamente, acariciando a la vez los fuertes brazos de Edward; la parte de arriba de su pijama tampoco tardó mucho en desaparecer, y Edward se recreó unos segundos en la visión que tenía delante de sus narices.

Los pechos de su novia, coronados por dos rosados e impacientes pezones, esperaban con verdaderas ansias sus caricias y todo lo que quisiera darles. Su boca pasó a recorrer su cuello de cisne, y sus grandes manos acunaron sus pechos a la vez; la joven sintió un escalofrío cuándo los expertos dedos del joven pellizcaron con moderada fuerza los pequeños botones rosas. Se retorcía de manera alarmante, frotaba su parte más íntima contra la del joven, y aunque todavía estaban vestidos de cintura para abajo, ese roce hizo que el bajo vientre de Edward mandara espasmos de placer directamente a su miembro, que cada vez crecía más.

-Bella... dios cariño, me enloqueces- jadeó directo en su oído, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja, apresándolo con sus dientes y tirando de él.

Se incorporó para quitarse el resto de ropa que le sobraba, y con los pantalones del pijama de su novia repitió la acción. Volvió a cernirse sobre ella, y ambos disfrutaron del contacto de sus pieles sin restricción alguna. Las manos de ambos dibujan patrones y dibujos en sus cuerpos, y sus labios saboreaban y transmitían la necesidad y el deseo que ambos sentían el uno del otro. Rodeándola fuertemente con sus brazos, Edward los giró a ambos en la cama, quedando él debajo de su pequeña. La boca de Bella se aventuró a recorrer su fuerte y cuadrada mandíbula, su cuello, sus maravillosos pectorales... mordió con sutileza sus pezones, ganándose un gruñido de satisfacción por parte de su novio, que acariciaba el cabello y la espalda de su pequeña con sus manos.

Pero los labios de Bella siguieron su camino, besando y lamiendo su piel; atravesó su estómago y su lengua le proporcionó unas placenteras cosquillas en la hendidura de su ombligo; se dio un festín, besando y mordiendo con cuidado, la magnífica uve que nacía de sus caderas y terminaba en esa parte excepcional de su anatomía. Siguió bajando, hasta encontrarse de bruces con toda su masculinidad, erguido y excitado hasta más no poder.

-Bella...- jadeó el joven, en un intento por llamar su atención; tenía tanta urgencia de ella que hizo un amago por darse la vuelta, aprisionar a su novia contra el colchón y enterrarse tan profundo en ella cómo fuera posible... pero ésta se adelantó, tomando su miembro con sus pequeñas manos, bombeándolo con firmeza. Las consecuencias de esas caricias no se hicieron esperar, Edward gruñía y gemía de manera audible, por lo que la joven prosiguió con su tarea, con sus manos y posteriormente, su boca.

El placer que recorría el cuerpo del joven era semejante a olas de fuego, que abrasaban todo a su paso; sintió calambres en la zona de su bajo vientre, y en un impulso, agarró los brazos de su novia por sorpresa, tumbándola y entrando en ella de una sola vez.

-Ooooohhhh...-gimió Bella, cerrando fuertemente los ojos; la masculinidad de Edward la llenaba por completo; entraba y salía de su cuerpo, para volver a clavarse una y otra vez de manera lenta y tortuosa, arrancando gemidos y espasmos del cuerpo de su pequeña. Dios... era cómo entrar en su hogar... el hogar que le ofrecía el cuerpo de Bella.

-Mía...- susurraba Edward en su oído, entrelazando las manos de ambos por encima de la cabeza de Bella.

-Tuya mi amor... tuya...ahhhhh... sí- jadeaba palabras entrecortadas, que no hacían otra cosa que excitar todavía más al joven -más fuerte Edward... más duro...- le pidió ésta, incapaz de soportar el placer que llegaba a cada rincón de su cuerpo. El lento y delicado vaivén dejó paso a uno desenfrenado; la fuerza con la que el joven se cernía sobre ella hizo que los pliegues de la joven se contrajeran con fuerza, anuncio incipiente del orgasmo. Entonces ambos se dejaron llevar, y en pocos minutos ambos gritaban el nombre del otro, convulsionándose y llegando a un clímax increíble y placentero.

Pudieron pasar minutos, quizá horas... estaban agotados y sudorosos, con los ojos cerrados e intentando regular sus respiraciones; Edward descansaba su cabeza entre los pechos de Bella, y ella acariciaba sus musculosos brazos. El joven salió de ella con cuidado, y sin decir una sola palabra, su pequeña se acurrucó entre sus brazos, escondiendo su rostro en el cuello del joven y respirando su aroma.

-Te quiero Edward, nunca más lo dudes- le susurró ella en voz baja, dejando un pequeño beso en su cuello.

-Yo también te quiero, cariño mío- la joven sonrió emocionada, cerrando los ojos y dejándose guiar hacia el camino de los sueños.

Su novio acariciaba la suave piel de su espalda, y la arrimó más a su lado.. mientras tuviera a su pequeña entre sus brazos, respiraba tranquilo... ese era su hogar, y dónde quería permanecer durante el resto de su vida.

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Los días que siguieron a esa noche fueron relativamente tranquilos; a la mañana siguiente hablaron de nuevo del tema, con calma y tranquilos, sin discutir ni elevar el tono de voz. Ambos repitieron una y otra vez su parte de culpa, y se prometieron, para el futuro, aclarar y hablar los malentendidos.

Bella afrontó, por fin, la última semana de clases antes de las vacaciones de navidad; el viernes, justo después de la última clase, le contó a Leah su repentina desaparición de la fiesta, y el encontronazo de Edward y Henry. La morena se mostró sorprendida, ya que el joven no había dicho ni una palabra al volver al interior del gimnasio, y comprendió perfectamente la actitud de Edward, más aún después de la negativa amable y firme de su amiga.

-No lo comentes al resto, por favor- le rogó la joven castaña. Por lo que le había contado Zack, Henry había regresado a casa una semana antes, adelantando las vacaciones; y en verdad lo prefería así.

-Tranquila Bells, no saldrá una sola palabra de mi boca- le aseguró Leah -es increíble- decía, incrédula -si quieres un consejo Bells- la joven asintió con la cabeza -si Henry no puede aceptar la amistad que le ofreces, corta por lo sano; sino tu relación con Edward se verá afectada-.

-Y eso es algo que no estoy dispuesta a permitir- exclamó con firmeza; todavía no habían cerrado el tema, pero vieron el volvo plateado aparcar frente a la verja de entrada.

-Es puntual- dijo Leah con una sonrisa -¿te has despedido del resto?- Bella asintió; de aquí se iban directamente a Huntsville, a pasar las vacaciones de navidad. Edward bajó del coche, acercándose a ellas con una sonrisa... y buscando con la mirada por si el tal Henry estaba revoloteando alrededor de su novia. aunque Bella le había dicho que no había asisitido a clase durante toda la semana, no se fiaba en absoluto.

-Hola mi vida- besó castamente sus labios -hola Leah- se dirigió hacia ella con una sonrisa.

-Hola Edward, ¿preparado para el viaje?- interrogó esta última.

-Todo liso; y no, no me he dejado ninguna de las bolsas que dejaste preparadas- se adelantó Edward a la pregunta de su pequeña. Se despidieron de su amiga, deseándole unas felices navidades y mandándole recuerdos a Randall.

El viaje transcurrió tranquilo; y después de una parada para tomar un café y estirar un poco las piernas, la sonrisa se dibujó en el rostro de Bella al traspasar la verja del rancho Killarney, y aumentó todavía más cuándo vio a toda la familia en la escalinata de la entrada, esperando para darles la bienvenida. Apenas le dio tiempo a Edward de quitar la llave del contacto, cuándo Jake se abalanzó hacia la puerta del copiloto, para sacar a su novia prácticamente en volandas y darle uno de sus abrazos.

-¡Por fin!- exclamó su hermano, dando vueltas con Bella -ahora comeremos cómo es debido- soltó por su boca mientras dejaba a Bella en el suelo. Edward y su novia le miraron con una ceja arqueada cada uno, ante las risas de la familia.

-Hijo, bienvenido a casa- le palmeó el hombro Carlisle a su hijo, e intentando contener la carcajada.

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Bueno mis Chiquillas, aca esta otro Capi! Muy puntual! 
Las Quiero!! <3