martes, 5 de marzo de 2013

Cowboy de mi Corazón.


      
          Capítulo 27:                              Amar y proteger es lo mismo

Jasper Cullen no pronunció palabra alguna una vez se resolvió, por así decirlo, la trifulca en el hall de los juzgados. La situación llegó a tal extremo, que a Emmet, Jake y Edward les costó un esfuerzo sobrehumano sujetar a su hermano, que lo veía todo rojo en esos momentos, y no atendía a razones.

Durante todo el camino no dijo nada; ni una palabra, ni un gesto... toda la rabia que sintió en aquellos tensos instantes se transformó en un sentimiento de ansiedad y pánico. Si esos impresentables, porque no tenía otro calificativo más amable para ellos, cumplían su amenaza y Peter se acercaba a su Alice... no respondería de sus actos.

La familia lo miraba preocupada mientras almorzaban en torno a la mesa; apenas acertó a llevarse a la boca un par de cucharadas de la sopa de verduras que Bella había preparado, y sin apenas probar la ternera guisada, se levantó silenciosamente de la mesa, subiendo a su dormitorio para cambiarse de ropa. En medio de una sarta de maldiciones y juramentos, lanzó el traje a la cama, para enfundarse sus vaqueros y botas, y encaminarse después rumbo a los establos. Ensilló a Bings, ante la atenta mirada de Sam y algunos peones, que con buen juicio decidieron no molestar al joven ranchero.

Espoleando al animal con un poco de fuerza, Jasper Cullen cabalgó durante más de una hora sin rumbo fijo, hasta que sintió que el animal bajaba un poco la intensidad del galope. Dándole un pequeño descanso, desmontó y se apoyó en el tronco de un árbol, pensando en todo lo acontecido.

¿Cómo podían ser tan vengativos?; nunca pensó que las rencillas entre ambas familias llegaran a ese punto. Ya no se conformaban con hacerles daño a ellos mismos, sino que extendían sus tentáculos hacia las personas que más querían... no podía hablar por Jessica, la ex prometida de su hermano, ya que ella se metió por propia voluntad en la cama de James... pero sabía que Nessie había tenido que lidiar con ellos, siempre por temas laborales, antes de que su relación con Jake se estabilizara, incluso una vez molestaron a Bella, justo cuándo ésta acababa de llegar al rancho.

Por lo que Alice le había contado acerca de su ex marido, sabía que era un tipo cruel y sin escrúpulos, pero esperaba que lo suficientemente inteligente cómo para no quebrantara la orden de alejamiento y se acercara a ella... porque entonces el que terminaría en la cárcel sería él mismo... dios... nunca había sido un hombre violento, pero la realidad era que ya no podía imaginar su vida sin la peculiar e irresistible señorita Brandon en ella.

Se revolvió inquieto contra el tronco del árbol dónde estaba apoyado, pensando en todas las posibilidades que tenía para proteger a su novia... y después de un buen rato, se levantó para regresar al rancho, con una firme decisión rondando por su cabeza.

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Nada más poner un pie en los establos, vislumbró la menuda figura de Alice, que silenciosamente acariciaba el hocico de un pequeño ternero. Todavía llevaba el pantalón de traje negro y la blusa blanca, pero observó con una pequeña sonrisa que lucía unas bailarinas planas por calzado.

La joven, al oír los pasos de Bings, se dio la vuelta; el joven se percató de la expresión mortificada de su rostro, y supo al instante que ella ya sabía lo que había pasado en los juzgados. Tomando aire de manera profunda, bajó de su caballo, y después de dejar al animal perfectamente acomodado, se volvió hacia su novia, que lo había estado observando en silencio todos esos interminables minutos.

-¿Te lo han contado, verdad?- le preguntó éste, acercándose lentamente hasta quedar frente a frente con la joven morena. Ella asintió silenciosamente, y el corazón de Jasper se estrujó al ver una pequeña lágrima bajar lentamente por su mejilla. Sin decir una sola palabra, la tomó de la cintura, para estrecharla fuertemente entre sus brazos, y ella misma se aferró a su cuello, sollozando cada vez más, hasta que explotó en un desgarrador llanto. El joven simplemente la refugió entre sus brazos, meciéndola con suavidad y dejando que descargara todos sus sentimientos en forma de lágrimas.

-Tengo que irme de aquí; no puede encontrarme- hipaba la joven; Jasper tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no replicar de manera brusca, y con tacto y suavidad la apartó de su abrazo, lo justo para poder quedar cara a cara.

-De ninguna manera, Alice- exclamó firme y rotundo -ahora no estás sola, no tienes que huir de nuevo- le explicó... no podía irse; quizá era egoísmo, pero no quería apartarse de su lado. Ella negó tristemente con la cabeza mientras miraba esos ojos grises que la habían cautivado.

-No lo entiendes, Jasper- murmuró pesarosa -Peter no se dará por vencido, y no sería la primera vez que quebranta la orden de alejamiento-.

-No voy a consentir que te pase algo- le dijo éste, muy serio -ni mi familia- añadió.

La joven se emocionó ante esas palabras; durante años se había sentido sola, y así había afrontado todo su matrimonio, hasta que la situación se hizo insostenible, y pidió ayuda a una asociación contra el maltrato. Sus padres sentían una adoración cegadora por Peter, y cuándo quisieron darse cuenta de la situación, su hija ya estaba muy herida física y psicológicamente. Pero ahora la situación cambiaba radicalmente ante sus ojos; tenía a Jasper, y detrás de él a todos los miembros de la familia Cullen... pero no podía permitir que ellos se metieran en problemas por ella.

-Alice, por favor cariño... sólo quiero protegerte- le rogó -no tienes nada que temer, ni ellos ni ese individuo se van a acercar a ti-.

-Tengo miedo- admitió, todavía llorando; Jasper la volvió a rodear con sus brazos, en un abrazo tranquilizador.

-Comprendo que estés asustada, cariño... pero te prometo que no se va a acercar a ti, y que no te va a hacer daño de nuevo- Alice se mantuvo en silencio, aferrándose a él, por lo que el joven ranchero prosiguió -no quiero que estés sola un sólo minuto-.

-¿Qué quieres decir?- exclamó la joven morena. Jasper tomó aire, dándose valor para decir lo que iba a decir.

-Quiero que vengas a casa una temporada- dijo serio y completamente convencido; su novia iba a abrir la boca, en un amago de protesta -déjame terminar- le advirtió éste, al ver la cara desconcertada de la joven -sólo hasta que estemos seguro de que pasa el peligro-.

-Jasper- suspiró frustrada -yo te lo agradezco mucho; pero creo que ya sois bastantes en casa, cómo para que yo me mude aquí. ¿Por qué no te trasladas tú a mi apartamento?- le ofreció; inexplicablemente y para sorpresa propia, la idea de sentirse acompañada y protegida hizo que un entrañable sentimiento la recorriera de la cabeza a los pies.

-Porque yo tendría que venir a trabajar al rancho, y ya sabes que no tenemos horario fijo- le recordó su novio -tú sales del trabajo a las cuatro, y pasarías mucho tiempo sola hasta que yo regresara por la noche-.

-Jasper... per...- el joven ignoró el intento de comentario de Alice, y siguió con su pequeño discurso.

-Aquí estarías siempre acompañada; están los chicos- dijo en alusión a Sam y al resto de los peones -Esme, mi hermano, Nessie... mi padre... ¿y qué pasaría si tengo que ausentarme por negocios?- le interrogó cual maestro de escuela -sabes que algunos de los viajes pueden durar más de una semana-.

-Jasper, escúchame- le pidió -yo te lo agradezco mucho, pero no puedo mudarme aquí así, cómo si nada; aquí vive más gente, a la que le puede incomodar mi presencia; sería dar mucho más trabajo, y...-.

-Alice, Alice...- intentó tranquilizarla el joven -tú no molestas- le recalcó cada palabra despacio -y sabes que ésta es tu casa- la joven sonrió levemente, desviando sus ojos -y creo que ya conoces de sobra a mi familia cómo para saber que ellos estarán encantados de que pases una temporada aquí- alzó el mentón de su novia, con uno de sus dedos.

-Supongo que es una batalla perdida, ¿cierto?- murmuró resignada.

-Supongo- repitió Jasper con una pequeña risa, que ella acompañó también; el joven suspiró para sus adentros al ver un pequeño atisbo de paz en los ojos de su novia... pero no podía relajarse en absoluto; sabía que ella no estaba para nada tranquila, y él se encargaría de que estuviera segura.

-Todavía me resulta raro que alguien me apoye y protega de esa forma- murmuró incrédula, casi para sus adentros.

-Puede que sea porque me he enamorado de ti, Alice Brandon- la respuesta del joven hizo que el corazón de ésta palpitara cómo nunca lo había hecho -y los Cullen protegemos lo que amamos-.

Jamás en su vida se habría esperado una declaración así por parte de Jasper Cullen; siempre tan arrogante, tan bromista... pero le había demostrado, durante todos estos meses que debajo de esa fachada socarrona se escondía un hombre bueno, leal y cariñoso... un hombre que había conseguido que, poco a poco, volviera a creer en el amor.

Emocionada por esas palabras, y rodeando su cuello con sus delgados brazos, por fin las palabras abandonaron la garganta de la joven morena.

-Yo también te amo... Jasper Cullen- murmuró contra sus labios, para después unir su boca a la de él, en un beso cargado de agradecimiento, ilusiones renovadas... y amor.

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Los dos últimos días fueron bastante ajetreados en el rancho; Carlisle y toda la familia en pleno apoyaron al cien por cien la idea de Jasper, y a la joven señorita Brandon no le quedó otro remedio que aceptar tan generoso ofrecimiento. Acompañada por Nessie, Jake y su novio, empaquetó casi la totalidad de su ropa y objetos personales más necesarios. Pasó la tarde del viernes y la mayoría del sábado, mientras Jasper y sus hermanos estaban liados en los establos, acomodando su ropa y enseres en el dormitorio de su novio. Las chicas y Esme le ayudaron en la tarea, y sintió una sensación agradable al ver sus cosas mezcladas con las de su novio.

Bella estaba feliz, al igual que toda la familia, de que su amiga no hubiese puesto mucha resistencia; todos ellos se sentían más aliviados al ver a Alice segura entre los muros del rancho. Y la reciente incorporación a la familia fue celebrada con una copiosa cena que hizo las delicias de los hermanos, y que sirvió para que el patriarca Cullen diera uno de sus ya famosos discursos, dándole la bienvenida a Alice al que ahora sería su hogar. Las breves y concisas palabras de Carlisle emocionaron a las chicas, sobre todo a una muy hormonal y embarazada Nessie, y sirvió para que sus hijos hicieran bromas y chistes al estilo Cullen, para fastidio de Jasper y de su propio padre.

Pero las vacaciones por Acción de Gracias terminaban ese fin de semana, y el domingo dos de los miembros de la familia se despidieron para volver a San Antonio; Bella y Edward dijeron adiós a la familia con un poco de pena, pero les quedaba el consuelo de que apenas faltaban tres semanas para las vacaciones de navidad, y pasarían dos semanas enteras de nuevo en el rancho Killarney.

Una vez en carretera, Edward observó el rostro pensativo y preocupado de su pequeña; alargando su mano, entrelazó sus dedos con los de Bella, que giró su rostro para dedicarle una pequeña sonrisa.

-Tranquila cariño- susurró éste en voz baja -ella estará bien; en casa está protegida- Bella relajó su semblante, acomodándose en el asiento; la voz de su novio siempre conseguía calmarla y tranquilizarla.

-Ojalá- exclamó ella en un suspiro; permaneció algunos minutos en silencio, aferrando con firmeza la mano de Edward y admirando el paisaje, que dentro de unos pocos días estaría cubierto de nieve.

-¿Cómo llevas el trabajo?- Bella volvió su vista al escuchar la voz de su novio; él la sonrió con cariño... quería distraer a su pequeña, y que relajara su mente de todas las preocupaciones del rancho.

-Mi parte ya está casi terminada- le contó -mañana a la tarde quedaré con Leah para echar un vistazo a su parte, y le daremos los últimos retoques; espero que salga bien- soltó la última frase con un suspiro; aparte de presentar el trabajo, debían exponer oralmente una parte, y le preocupaba ese punto. Edward adivinó los pensamientos de su novia... le daba mucha vergüenza hablar ante tanta gente.

-Relájate- murmuró con una sonrisa -Leah y tú lo vais a hacer muy bien- la animó.

-Espero que la profesora Vods opine lo mismo- rodó la joven los ojos.

-Ensaya en casa- le sugirió Edward -yo me presto para ello; apuesto a que Leah también ensaya delante de Randall-.

-Eso es un hecho- exclamó Bella, casi a carcajadas -gracias por el ofrecimiento- le susurró, inclinándose y dejando un suave beso en la mejilla de su novio; siempre estaba ahí para ella, para ayudarla en todo lo que fuera.

-No me tienes que agradecer nada- le recordó éste, sintiendo todavía un pequeño hormigueo en la zona dónde la joven había posado sus labios.

-Entonces mañana por la noche empezaremos con los ensayos- repuso la joven -así que ya sabes... cambiaremos las actividades nocturnas- sugirió cómo si nada; y no pudo evitar reírse a carcajadas al ver la cara de circunstancias de Edward.

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Los días volvieron a su rutina habitual, y la euforia por las vacaciones de Acción de Gracias dejaron paso a una nueva, en esta ocasión por la cercanía de las vacaciones navideñas, para las que restaban apenas un mes.

Después de más de una semana ensayando el trabajo, hoy era el día en el que Leah y Bella lo exponían. Su pequeña se había esforzado mucho; lo había repetido tantas veces que hasta el mismo podría repetir la exposición acerca de los modelos educativos casi tan bien cómo ella.

Esa mañana Bella se había levantado muy nerviosa, y su estómago apenas admitió alimento sólido alguno; era toda nervios, y Edward prometió ir a buscarla para saber de primera mano cómo había ido; además, en dos días tenía que partir hacia San Diego, en California, para atender a unos clientes. Jake le acompañaba, y tenían previsto su regreso una semana después, por lo que quería pasar todo el tiempo que pudiera junto a su pequeña.

Miró de nuevo su reloj con impaciencia, pero aún quedaban más de cinco minutos para la hora de salida. El frío ya había hecho acto de presencia en todo su esplendor, y decidió moverse para no quedarse congelado en el sitio. Dio una vuelta bordeando la entrada principal del campus, hasta que una voz interrumpió el pequeño paseo.

-Hola Edward- al girar su vista se topó de bruces con Henry; el ranchero se percató del tono de voz del joven, un poco seco e incluso con un toque de hostilidad, pero decidió morderse la lengua e ignorarlo.

-¿Qué tal, Henry?- le devolvió el saludo, de manera cortés.

-Supongo que vienes a buscar a Bella- dijo éste, cómo si tal cosa. Edward afirmó con la cabeza.

-Le prometí invitarla a comer- explicó de manera escueta... ¿por qué tenía que darle explicaciones?... se preguntó el ranchero para sus adentros; a Henry le daba igual lo que él y su pequeña hicieran o dejaran de hacer.

Ambos se sumergieron en un incómodo silencio; los pocos minutos que pasaron hasta que las clases finalizaron le parecieron milenios a Edward. Por suerte, la pequeña y perfecta silueta de su novia pronto apareció ante sus ojos; iba conversando con Leah, y por la expresión y la sonrisa que adornaba su rostro dedujo que todo había salido bien.

Iba a adelantarse unos pasos, para salir a su encuentro... pero Henry se adelantó, dirigiéndose directamente hacia su novia. Vio cómo ésta le explicaba algo, y para su sorpresa, Henry la abrazó de manera efusiva; se quedó congelado en su sitio, procesando lo que sus ojos estaban viendo, y debatiéndose qué hacer.

Pero por la reacción de su pequeña, supo que esa muestra de afecto lo le hizo ni pizca de gracia; el rostro de Bella se tornó de un color cereza intenso, y a los pocos segundos se zafó de manera firme de los brazos del joven. Aún así, no pudo evitar pensar cómo apartar a ese moscón de un manotazo... ¿quién se creía que era ese chico para tomarse esas confianzas con su novia?... de nuevo la lava denominada celos recorrió todas y cada una de las venas de su cuerpo, que en esos instantes era un cráter a punto de entrar en erupción. Pero se obligó a si mismo a tomar un par de respiraciones profundas, intentando sosegarse... y lo hizo en cuánto vio que su pequeña se acercaba a él con paso apresurado. La recibió con una cariñosa sonrisa y abriéndole los brazos.

La joven se colgó de su cuello, y él la estrechó firmemente contra su cuerpo; por encima del hombro de Bella pudo ver la mueca de fastidio que esbozó Henry.

-¡Un nueve Edward!- exclamó alborozada -¡la señora Vods nos ha puesto un nueve!-.

-Enhorabuena cariño- susurró en voz baja, dejando un pequeño beso en sus labios -sabía que lo haríais muy bien-.

-Estaba muy nerviosa- le confesó ésta, rodando cómicamente los ojos -pero cuándo Leah ha terminado su parte, y me ha tocado a mi... ufffssss... creo que nunca me había sonrojado tanto- el joven rió divertido ante la explicación de Bella.

-Pero lo ha hecho muy bien- dijo Leah, que se había acercado a ellos, junto con Henry.

-Parece que todo el mérito es mío... y sabes que eso no es cierto- rodó los ojos Bella; su novio sonrió para sus adentros... a su pequeña no le gustaban demasiado los halagos; quizá fuera por vergüenza, o porque nunca había sabido que era recibirlos.

-En cualquier caso, eso se merece una celebración; te invito a comer- le propuso mientras rodeaba la pequeña cintura de Bella; por el rabillo del ojo se dio cuenta de cómo Henry miraba atentamente ese gesto cómplice y cariñoso de la pareja, y no le gustó demasiado... pero decidió dejarlo pasar, y enfocarse en su novia.

-Entonces que lo paséis bien, chicos- les deseó Leah -me voy corriendo; Randall está en casa esta semana- les contó.

-Salúdalo de mi parte- le dijo Edward; la joven se despidió de la pareja, al igual que Henry.

El restaurante que había escogido Edward estaba bastante alejado de los alrededores del campus; por suerte, el reluciente volvo plateado los esperaba, perfectamente estacionado. Una vez subieron y se pusieron en camino, Bella se dio cuenta de que, desde que despidieron de los chicos, su novio se había sumido en un raro e inusual silencio.

-¿Pasa algo?- le preguntó en un murmullo, mirándole preocupada. Al oír la suave voz de su pequeña, la sonrisa volvió a instalarse en la cara del joven ranchero.

-Nada cariño- la tranquilizó, llevando una de sus manos desde el volante hasta el regazo de la joven, para envolver con cuidado una de las de su pequeña.

-Estás muy callado- volvió a insistir -¿te ha molestado el abrazo de Henry?- adivinó -de verdad que no era mi intención, Edward- empezó a disculparse -nunca se había comportado así, me ha pillado de sorpresa y yo no...- el joven la cortó de inmediato.

-Eso ya lo sé; se te veía muy incómoda- aclaró éste -no te preocupes por eso, olvídate de ello; vamos a celebrar que mi pequeña es una estudiante muy aplicada... y una magnífica oradora- la sugerencia de su novio hizo que Bella sonriera, a modo de asentamiento.

Aferrado firmemente a la mano de su novia, Edward esperaba que pudieran pasar un día tranquilo, y ellos dos solos; pero la reacción de Henry no se le iba de la cabeza; masculló para sus adentros, tragándose las palabras, y deseando que el tema no tuviera consecuencias mayores.

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