Capítulo 30: Mil y una maneras de trinchar el pavo
El rancho se vio envuelto en el ajetreo habitual propio de las fiestas navideñas; todos notaron el delicioso aroma que brotaba del interior de la cocina, y eso sólo ocurría cuándo Bella estaba en casa; y aunque Esme y el resto de las chicas se defendieran en la materia.. no era lo mismo.
Los días previos a la cena de Nochebuena transcurrieron tranquilos, excepto para los hermanos. Carlisle insistía en que sus trabajadores debían pasar estas fechas con la familia, de modo que sus hijos se organizaban entre ellos para atender al ganado. Entretanto, Bella y las chicas se afanaban en las últimas compras y en tener todo listo para las celebraciones.
Y la cena de Nochebuena llegó; la joven castaña, ayudada por Esme y el resto de sus cuñadas preparó un elaborado menú, para alegría de sus glotones cuñados. Poco antes de la cena, y con la mesa ya esperando a los comensales, todos se reunieron en el salón, cómodamente sentados y rodeando al pequeño Owen, que jugaba feliz en su mantita de juegos.
-¿Cómo van esas clases, Bellie Bells?- le preguntó Jake, sentado al lado de Nessie -¿ya has aprendido la primera regla de los maestros?- la interpelada arqueó una ceja, sin entender la pregunta.
-Ya sabes, eso de poner faltas de asistencia y puntos negativos- le aclaró su cuñado, con una pequeña risa.
-Seguro que tú eras el alumno estrella en eso- rodó los ojos Nessie, ante la sonrisa cómplice de Bella.
-Todavía no, Jake... pero creo que para eso no tenemos una asignatura concreta-.
-Ya lo creo que era el experto en eso- afirmó Emmet, ante las risas contenidas del resto -seguro que la maestra Watson todavía te recuerda con cariño- expresó burlón. Alice, Rose y la propia Nessie sofocaron la carcajada, aunque con poco éxito.
-Heyyyyy- exclamó el aludido, con cara ofendida -simplemente era un poco travieso-. Ahora era su padre el que le miraba con una ceja alzada.
-¿Un poco?- repitió Carlisle, estupefacto -todavía recuerdo las innumerables veces que tuve que acudir a hablar con tu maestra y el director-.
-Ahhhhh- Jasper dejó escapar un cómico suspiro melancólico -me preguntó que será del señor Romstey-.
-Seguro que estará muy feliz, disfrutando de su jubilación- le pinchó Alice a su novio -con alumnos cómo vosotros, se la habrá ganado a pulso- Bella y Rose rieron abiertamente, ante la cara que pusieron los hermanos.
-Espero que las peques sean más tranquilas- dijo Nessie, acariciando su ya más que notorio vientre.
-Owen lo es- dijo Rose, mirando con cariño a su hijo -los genes Cullen del carácter no han hecho acto de presencia... todavía-.
-Pues será lo único, porque es clavado a Emmet- afirmó Esme; el niño, con el pelo moreno, hoyuelos y ojos azules, buscó con la mirada a su padre al escuchar su nombre.
-Dadá- pronunció con su vocecilla infantil y señalándole con el dedito, lo que causó las delicias de toda la familia.
Bella admiraba al pequeño con una sonrisa inmensa adornando su rostro... se preguntó cómo sería el pequeño o pequeña que Edward y ella tendrían en el futuro... ¿tendría el cabello indomable, al igual que su padre, y con ese inusual tono cobrizo?... ¿o bien heredaría el color café de su pelo y ojos...? Tan ensimismada se quedó mientras observaba el juego de su pequeño sobrino, que perdió un poco la noción del tiempo, hasta que la voz de su novio la devolvió a la tierra.
-¿Dónde estaba tu mente?- le susurró Edward en voz baja, tomando una de sus manos.
-Nada- se encogió su pequeña de hombros -estaba pensando...- exclamó con un pequeño suspiro; Edward le iba a preguntar acerca de ello, pero la voz de Esme se le adelantó.
-Va siendo hora de sentarse- automáticamente todos se levantaron, para acomodarse en torno a la enorme mesa; Edward lo dejó pasar... y con un pequeño tirón de su brazo ayudó a Bella a levantarse del sofá.
La mesa lucía espléndidamente adornada y repleta de los suculentos platos que Bella y las chicas habían preparado con tanto esmero.
-Tiene todo una pinta estupenda, hija- la felicitó Carlisle.
-Nuestra Bella es toda una chef- la piropeó Alice, guiñandole un ojo. Los deliciosos entrantes empezaron a desaparecer de las fuentes y platos, y llegó la hora de trinchar el enorme pavo que Esme y Bella transportaron desde la cocina.
-Es más grande que el del Día de Acción de Gracias- exclamó alborozado Jasper.
-Pero el relleno y las salsas son distintas- le aclaró Bella con una sonrisa.
-Tiene una pinta estupenda, cariño- alabó Edward, dejando un pequeño beso en la mejilla de su pequeña cuándo ésta tomó asiento a su lado. Carlisle se puso de pie, y toda la familia esperaba que el patriarca trinchara el pavo, pero en vez de agarrar el cuchillo, carraspeó.
-Discurso- anunció Emmet, frotándose las manos, ante la sonrisa general del resto.
-No es otro discurso, querido hijo- le aclaró, mordaz -simplemente este año quería ceder a Jake el honor de trinchar el pavo, dado que pronto será cabeza de familia-.
-¿Por qué yo no tuve ese honor?- resopló Emmet, ofendido y a la vez divertido.
-¿Por qué tu hijo nació antes de navidad?- le recordó Edward, con una sonrisa burlona.
-Increíble- negaba con la cabeza Rosalie, armándose de paciencia.
-Será un honor- aceptó Jake, levantándose y poniéndose al lado de su padre; cogió los utensilios y se dispuso a pinchar, pero se quedó en un vano intento.
-Lo estás haciendo mal- le advirtió Jasper; su hermano mayor le miró, frunciendo el ceño.
-¿Por qué?- interrogó confuso.
-Tienes que pincharlo por medio, y filetearlo de manera horizontal- contestó de nuevo su hermano.
-¿Y qué mas da?- protestó Jake.
-Si lo cortas de manera horizontal a la cabeza, destrozarás las alas- le dio la razón Edward a Jasper.
-Pues papá siempre empieza a cortarlo por las alas- añadió Emmet. Los cuatro hermanos se enzarzaron en un divertido intercambio de opiniones.
-Ni que hubiera que hacer un doctorado para trinchar un pavo- exclamó Nessie, mirando con fastidio a su marido.
-En esta familia, parece ser que así es- contestó Alice, frustrada y mirando a Jasper, que se había levantado y le indicaba a Jake cómo cortarlo.
-Estos chicos... - suspiraba Esme, cruzándose de brazos – a este paso se va a enfriar-. Bella y el resto de la familia eran mudos testigos del insólito debate que se había organizado... y todo por un pavo...definitivamente, esta casa era divertidísima.
-Señor, dame paciencia- siseó entre dientes Carlisle... en qué hora se le había ocurrido la genial idea.
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Dos horas después del divertido incidente, las chicas estaban en la cocina, sentadas en torno a la mesa y riendo a carcajadas a cuenta del dichoso pavo. Afortunadamente, y para asombro de unos cuantos, habían conseguido terminar de cenar y ahora los chicos estaban en medio de una partida de póker. El pequeño Owen hacía rato que dormía, y las chicas decidieron reunirse ellas solitas.
-¿Cómo va todo?; no hemos podido hablar a solas todos éstos días- le preguntó Esme a Bella. La joven sabía a lo que se refería, y llevaba todos estos días en el rancho debatiéndose en contarles a las chicas o no el encontronazo de Edward y Henry; ella misma se lo había contado por encima a Esme por teléfono, hace unos días.
-¿Todo bien con Edward?- inquirió Rosalie, mirando preocupada a la más joven de sus cuñadas; ella sabía acerca de ese lado celoso que a veces era superior a las fuerzas de su cuñado.
-Todo va bien- la tranquilizó Bella, pero Rose no se quedó del todo satisfecha.
-¿Ha pasado algo?- la animó a hablar Nessie.
-Sabes que estamos para escucharte; las cuñadas unidas jamás serán vencidas- recitó Alice de manera graciosa, haciendo reír suavemente al resto.
Esme le infundió ánimos con su mirada y una pequeña sonrisa, de modo que les relató de manera breve el incidente del día de la dichosa fiesta. Las jóvenes la escuchaban atentas, abriendo los ojos muchas veces, debido a las palabras de la joven castaña.
-Vaya- murmuró Rose -¿es que ese niñato no sabe lo que significa la palabra no?-.
-Parece ser que no se dio por aludido- siseó Bella entre dientes -y lo peor de todo fue que Edward y yo tuvimos una buena bronca gracias a él-.
-Cuándo se obcecan en algo, no atienden a razones- murmuraba Alice, furiosa; por todo lo que le había tocado vivir, odiaba a ese tipo de hombres.
-Leah te dio un buen consejo, Bella- reconoció Nessie, dando vueltas a su infusión -si te vuelve a decir algo incómodo o a molestar, corta por lo sano-.
-Lo sé- contestó la joven castaña -espero de verdad que haya entendido que las cosas son así-.
-Edward se lo dejó bien clarito, créeme- comentó Rose.
-Pero me preocupa Edward y sus temores- les confesó la joven, con tono apesadumbrado -a veces es cómo sino creyera en mis sentimientos-.
-Eso lo provocan los celos, Bellie- le explicó Rosalie.
-Te quiere tanto que tiene miedo a perderte- añadió Esme, sonriéndole con cariño -Jessica le hizo mucho daño- hizo una pausa, meditando y escogiendo muy bien sus palabras -y aunque hayan pasado años de aquello, él todavía tiene sus temores-.
-Lo comprendo- susurró la joven castaña, con un poso de tristeza en su voz -simplemente quiero que entienda que conmigo no tiene nada que temer-.
-Y lo entenderá Bella; pero para que eso suceda, debía enfrentarse de nuevo a una relación; el no duda de tus sentimientos... pero debes tener en cuenta que se juntan muchas cosas- dijo Alice.
-Sus temores, pensar que te convendría alguien más cercano a tu edad...- enumeró Esme.
-Pero tú, y sólo tú- recalcó Nessie -debes demostrarle lo equivocado que está... hacerle ver que no tiene nada que temer-.
-Y tus palabras el otro día lo reafirman- le dijo Rose, guiñándole un ojo de manera cómplice.
-El tiempo hará que esos miedos desaparezcan; ya verás Bella- la animó Esme.
-Ojalá sea así- susurró la joven; desde que arreglaron sus diferencias, habían vuelto a estar bien... pero Bella rogaba por que no le diera otro ataque de celos, porque eso supondría otra discusión -supongo que todas las parejas tienen baches que superar- expresó con una pequeña sonrisa.
-Y si los dos ponéis de vuestra parte, los superareis- le dijo Nessie -¿lo ves?; hasta tus pequeñas sobrinas me dan la razón- dijo con una risa mientras se tocaba parte superior de su vientre, dónde una de las pequeñas había dado una patadita. Las manos de todas las allí congregadas se movieron para posarse en el vientre de Nessie, y Bella sonrió cuándo sintió otra patadita.
-Se mueven muchísimo- les contó la joven, enderezando un poco la espalda.
-¿Ya has planeado la decoración de su habitación?- le interrogó Alice.
-Mas o menos- contestó -pero las obras de la casa van un poco atrasadas; y hasta que no terminen no podemos hacer nada- murmuró con fastidio.
-¿Para cuándo tenéis previsto la mudanza?- Bella por fin se pudo relajar un poco ante la pregunta de Rosalie, y disfrutó del giro que había tomado la charla. Le encantaba hablar con sus cuñadas, y pedirles consejo... y aunque allí tenía a Leah, no era lo mismo.
-Nos gustaría hacerlo antes de que yo diese a luz, pero no sé si será posible-.
-Jake y Carlisle deberían hablar con el contratista- opinó Esme en voz alta -y que al menos justificara el retraso; os dijeron que estaría terminada para últimos de enero-.
-Se lo dije a Jake la semana pasada- le explicó -pero con el lío de las navidades, no creo que vayamos a ver al contratista hasta que pasen las fiestas-.
La conversación siguió desarrollándose en torno a la casa y a las futuras integrantes de la familia Cullen, hasta que Emmet apareció por la cocina, levantando los brazos y estirándose.
-¿Cómo va la partida?- se interesó su mujer.
-Jake y mi padre nos están desplumando- les contó con un gracioso mohín -se están haciendo de oro- Bella y Alice rieron ante la cara de circunstancias de su cuñado.
-Cada nochebuena el mismo cantar- rió Esme -menos mal que las deudas quedan en familia-.
-Me alivia recordarlo- declaró Emmet, abriendo el refrigerador y sacando unas cervezas, para después volver a dirigirse al salón.
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A la mañana siguiente, Bella abrió lentamente los ojos a eso de las nueve de la mañana. Al final la tertulia de las chicas se alargó hasta bien entrada la madrugada, incluso se acostaron más tarde que los chicos. Parpadeó un par de veces y se estiró de manera perezosa; para haberse acostado casi a las cuatro de la mañana, se había despertado relativamente pronto.
Giró la cabeza, para toparse con la graciosa estampa de Edward, acostado poca abajo y abrazando la almohada cómo si su vida dependiera de ello. La joven observó con una pequeña sonrisa el respirar tranquilo de Edward, con los labios entreabiertos. Sin querer despertarlo, saltó silenciosamente de la cama, y en pijama se dirigió hacia la cocina, en busca de su necesario café matutino... o chocolate, cómo era la tradicón en el rancho Killarney el día de Navidad.
La casa estaba sumida en el más absoluto de los silencios, señal inequívoca de que todo el mundo estaba todavía durmiendo. Mientras bajaba las escaleras iba organizándose mentalmente para preparar la comida... pero al llegar al amplio hall de la casa, se dio cuenta de que la luz de la cocina estaba encendida; extrañada, apresuró el paso, y se quedó apoyada en el marco de la puerta, mirando cómo Alice trasteaba en los fogones.
-Buenos días- la saludó -la joven morena se giró al escuchar la voz de su cuñada -¿preparando el desayuno?- interrogó con una sonrisa.
-Al menos intentándolo- contestó, riendo suavemente; Bella se acercó a ella, y el olor a tostadas hizo que su estómago gruñera.
-Huele muy bien- alabó.
-Al menos me defiendo- se encogió la joven morena de hombros -pero no puedo igualar tu tortilla de queso-.
-Te enseñaré, no te preocupes- le prometió Bella; después de preparar tostadas para todo el que se fuera levantando, y una enorme jarra de chocolate caliente, las jóvenes se sentaron, disfrutando del festín.
-Ayer apenas hablamos de ti- le dijo Bella, mirándola -¿cómo va todo?-.
-Bien; ahora tenemos mucho trabajo en la Comisión- empezó a relatarle.
-¿Y cómo te tratan en esta casa?- le volvió a preguntar Bella, con una sonrisa cómplice, que la joven morena correspondió.
-Demasiado bien- le guiñó un ojo -Esme y Carlisle son un encanto... y Jake y Nessie; nunca pensé que esta casa fuera tan divertida- le confesó con una risa.
-En eso llevas razón- dijo Bella -¿no sabes nada de él, verdad?- interrogó, ya con tono serio y preocupada, refiriéndose al ex marido de Alice.
-Nada- negó con la cabeza -puede que los Denali sólo dijeran eso para provocar a Jasper- meditó en voz alta.
-Pero no hay que fiarse- advirtió Bella.
-Eso es cierto- afirmó la joven -¿sabes una cosa?- la joven castaña le dedicó una sonrisa, instándole a continuar -jamás pensé que después de todo lo que me ha ocurrido, fuera a confiar en alguien de nuevo- el brillo en la mirada de Alice cambió al hablar de su novio -es estupendo, y me cuida tanto...-.
-¿Te volverías a casar, si él te lo pidiese?- la joven morena la miró, esbozando una pequeña sonrisa.
-Si te soy sincera, hace unos meses te habría dicho que no; y creo que todavía no estoy preparada para dar ese paso- confesó -pero nunca puedes decir de ese agua no beberé... ¿y tú?- le preguntó de vuelta -¿te casarías con Edward si él te lo pidiera?-.
-Sí- respondió de manera rotunda -sé que soy muy joven, per...-.
-Eso da lo mismo; cada uno tiene unas circunstancias, y unos deseos- le cortó Alice -y si eso es lo que ambos queréis, adelante con ello- interrumpió su pequeño discurso unos segundos -¿Edward quiere dar ese paso, después de lo de Jessica?-.
-Siempre dice que algún día lo haremos- se encogió de hombros. Sus ojos se tornaron melancólicos, y Alice adivinó los pensamientos de Bella.
-Todo llega- le recordó, dándole un ligero apretón en la mano -y estoy segura de que ese día no está muy lejano- Bella la miró extrañada; su amiga y cuñada parecía muy pagada de si misma al hacer esa afirmación -créeme, tengo un sexto sentido para esas cosas... hazme caso- la joven castaña rodó los ojos, gesto que hizo que las dos estallaran en carcajadas.
Pocos minutos después, escucharon ruidos por encima de sus cabezas, y ambos se levantaron de la mesa, dispuestas a preparar el resto de la mesa.
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Los días pasaron, y con ellos el día de Navidad. Los peones volvieron a sus quehaceres, y el rancho poco a poco recuperaba la rutina. Después de días comiendo, descansando y abriendo regalos, la familia se dispersó para la celebración de Nochevieja y Año Nuevo.
Nessie y Jake viajaron hasta Tucson, para pasar unos días con los padres de la joven; Alice y Jasper hicieron lo propio, al igual que Emmet y Rosalie, que cenarían en casa de los señores Hale. Por lo tanto, Carlisle, Esme, Edward y Bella disfrutaron de una agradable e íntima cena, y la joven recibió gustosa el beso que le dio Edward, justo después de medianoche.
-¿Quieres ir a un sitio conmigo?- le susurró el joven a su pequeña, que sentada al lado suyo, había apoyado la cabeza en su hombro. Ésta levantó la vista, frunciendo el ceño de manera graciosa.
-¿A estas horas?-.
-A estas horas- repitió las palabras su novio; Bella iba a decir algo, pero la sonrisa que le dedicó Edward hizo que se levantara de manera decidida. Subió rauda al dormitorio, y tomó su chaqueta y la de Edward, que ya la esperaba en el hall, con las llaves del volvo en la mano.
-¿A dónde vamos?- le interrogó extrañada, pero el joven simplemente la tomó de la mano, tirando de ella hacia el exterior.
-¡Edward!- exclamó divertida, ya que la condujo hacia los garajes con paso apresurado. Éste paró, rodeándole los hombros y señalándole una de las ventanas de la casa. La sonrisa apareció en el rostro de la joven, a ver a Carlisle rodear el cuerpo de Esme con sus brazos, para empezar a mecerse con suavidad, suponiendo la pareja que al son de una canción.
-También se merecen un poco de intimidad- inquirió Edward, divertido.
-Cierto- le dio la razón su pequeña -también se lo merec... ¡Edward!- chilló sorprendida, ya que su novio la cogió en brazos, pillándola por sorpresa -¿a dónde vamos?- le volvió a preguntar, pasando los brazos por su cuello y aferrándose a él.
-Ya lo verás- respondió simplemente éste; Bella se acurrucó en sus brazos, dejando que la llevara hacia el garaje; por ella podrían irse al fin del mundo. Se metieron en el coche, y quince minutos después, ambos estaban frente al lago.
La joven se bajó del coche, acercándose a la orilla y admirando el paisaje. Las estrellas que poblaban el cielo invernal creaban unos reflejos plateados en la superficie... este sitio le traía a la muchacha los recuerdos más bonitos de su relación. Sonrió para sus adentros, y sintió los brazos de Edward rodear su cintura y pegarla a su fuerte pecho.
Besó con delicadeza los cabellos de su pequeña, deleitándose con su olor y suavidad. Habían pasado una temporada difícil, y aunque habían pasado casi dos semanas desde la tremenda discusión que habían tenido, todavía recordaba el disgusto tan grande que se llevó su pequeña.
-Bella- la llamó, prácticamente en voz baja; ésta se volvió, pasando los brazos por su cuello y alzando la cabeza, buscando los labios de Edward, que inmediatamente salieron a su encuentro. Sus bocas se acariciaron con paciencia y ternura, y Bella quería atesorar todas esas sensaciones. Estaba tan guapo, con el traje y la camisa negra... y estos días, con el trabajo del rancho, apenas habían hablado de sus cosas. Cuándo Edward vio que Bella necesitaba tomar aire, poco a poco liberó la boca de la joven, que se acurrucó en su brazos, suspirando satisfecha.
-Feliz año nuevo, cariño- murmuró ésta, con los ojos cerrados.
-Feliz año nuevo, mi pequeña estrellita- la joven levantó la vista, levemente ruborizada.
-Hacía mucho que no me llamabas así- confesó, mordiéndose el labio inferior; su novio negó con la cabeza mientras que con su pulgar liberaba y acariciaba a la vez ese labio tan suave.
-Nunca has dejarlo de serlo- le aclaró, lo que hizo que el sonrojo de su novia aumentara considerablemente -quería estar a solas contigo, y poder besarte sin tener que mirar de reojo que nadie nos espíe- ésta rió ante la divertida mueca que puso el joven.
-En estas ocasiones es cuándo echo de menos San Antonio- repuso ésta; Edward rió, estrechándola más fuerte entre sus brazos. Cuánto tiempo hacía que no veía reírse así, feliz y despreocupada, sin pelear un día no y dos sí.
-Cariño... siento mucho lo ocurrido las últimas semanas- la joven abrió los ojos, debido a la sorpresa -lo último que quiero es que no seas feliz, y a veces creo que no lo eres- susurró de manera casi imperceptible y desviando sus ojos verdes de los de ella. Su pequeña le miraba conmovida; él también lo había pasado mal, y ya conocía lo suficiente a Edward cómo para darse cuenta de lo callado y pensativo que había estado los últimos días. Respirando profundamente, buscó la palabras adecuadas.
-Edward... sé que tienes miedo- tragó saliva antes de continuar -y poco a poco iremos superando los obstáculos- le animó su pequeña.
-Juntos- susurró éste, tomándola de las manos.
-Juntos- repitió su pequeña; una suave melodía empezó a sonar, prominente del equipo de música del automóvil. La joven miró en la dirección de dónde venía el sonido, sonriendo levemente. Edward la contemplaba embelesado... su pequeña era tan bonita. Arrullados por las notas musicales, tomó suavemente su cintura, haciendo que se recostara en su pecho.
-¿Bailas?- le ofreció, dejando un suave beso en su mejilla. Sin decir una sola palabra, los brazos de la joven rodearon su cuello de nuevo. El espacio entre sus cuerpos se estrechó... y así, lentamente, sin decir una sola palabra más en toda la noche, disfrutaron de su intimidad y mutua compañía; dejando los problemas a un lado y concentrándose en ellos mismos.
fascinante...
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