martes, 22 de enero de 2013

Cowboy de Mi Corazón.

        


          Capítulo 22:                                      Nueva etapa

Después de ese sábado inolvidable del mes de agosto, la tranquilidad se instaló en el rancho Killarney. Dos días después de la celebración de sus esponsales, los flamantes señores Black cogieron un avión rumbo a Hawai, dónde les esperaban tres semanas de merecido y necesitado descanso.

Rosalie y Emmet también se tomaron unos días de vacaciones, aunque de menor duración, y partieron hacia las playas de California, dónde el pequeño Owen descubrió el mar y se dio su primer baño veraniego.

Dado que no podían dejar el rancho desatendido, Jasper y Edward se quedaron, después sería su turno para el descanso. Jasper y Alice no tenían intención alguna de irse a ningún sitio, pero a la vuelta de Emmet, disfrutaron de unos días tranquilos, dando paseos y saliendo al cine, a cenar; poco a poco y desde la boda, Alice fue abriéndose al joven, y permitiendo que la conquistara más aún, si era posible. Jasper sonreía cómo un tonto enamorado cuándo iban por las calles de Hunstville y ella, en un gesto espontáneo, le tomaba de la mano para caminar juntos. Ella se derretía entre sus brazos cada vez que la dejaba en su casa y la besaba hasta quedarse sin aliento... definitivamente, ese hombre arrogante le estaba devolviendo las ganas de vivir.

A principios de septiembre, Emmet tuvo que reincorporarse a su trabajo de informático, por lo que Jasper volvió a la rutina del rancho; Jake y Nessie ya habían regresado de su viaje de novios, retomando también sus respectivas jornadas laborales, por lo que fue el turno del hermano pequeño.

Edward y Bella se enfrascaron en la búsqueda del que sería su hogar. Las clases empezaban la primera semana de octubre, y querían estar allí unos días antes, instalándose tranquilos.

Su novio contrató los servicios de una agencia inmobiliaria, así que se pasaron allí tres días, viendo apartamentos. Finalmente lo encontraron; grande y luminoso, completamente amueblado y con tres dormitorios. Ya que Edward trabajaría la mayor parte del tiempo en casa, el apartamento estaba muy cerca de la facultad, tanto que en diez minutos a pie se llegaba. Después de acordar un precio de alquiler, que a Bella le pareció un poco elevado, su novio firmó el contrato y dejó la fianza; se sentía incómoda, Edward cargaba con todos los gastos del piso. Casi todo el dinero que Bella había ganado en el rancho se fue para pagar la matrícula. Pensó en buscarse un trabajo a media jornada, aunque fuera para contribuir un poco, pero Edward se negó en redondo, aludiendo que de lo único que tenía que preocuparse ella era de estudiar. Los hermanos Cullen tenían cada uno un tanto por ciento de las acciones del rancho... y era un hecho que el rancho originaba miles y miles de dólares al año. Si Edward quisiera, podría hasta comprarse un par de casas sin necesidad de pedir un crédito al banco.

Esa cuestión les acarreó la primera discusión más o menos fuerte desde que eran pareja; incluso una noche Edward se fue a dormir a su cuarto, realmente enfadado... él sólo quería que su pequeña estudiara y cumpliera sus ilusiones... y por el dinero no tenía que preocuparse... para eso estaba él; llevaba años trabajando y ahorrando, y no le importaba en absoluto compartirlo ahora con su novia; pero Bella no cedió, y se pasó dos días sin apenas hablarle.

La joven estaba que se moría por dentro; no le gustaba estar así con Edward... pero sentía que se estaba aprovechando de él y de su generosidad. Al tercer día se levantó más disgustada aún... era trece de septiembre, su cumpleaños. Cumplía veinte años, casi no se lo podía creer. Mientras se duchaba y vestía hizo un repaso mental de todo lo que le había sucedido en ese año... en otras dos semanas sería el primer aniversario de la muerte de su padre y de su llegada al rancho Killarney.

Desde que abandonó Forks, no había vuelto a tener noticias de su abuela; supuso que no la echaba de menos en absoluto, pero ella tampoco. Recordó su llegada al rancho, cómo la acogió toda la familia... la primera vez que vio a Edward, esos primeros meses tan difíciles en la convivencia de ambos, cómo poco a poco ambos fueron enamorándose perdidamente el uno del otro, el momento en el cual él se le declaró, bajo las estrellas... y también la primera vez que hicieron el amor... la dulzura y el cuidado de Edward esa noche.

También repasó, con una pequeña sonrisa, las vivencias con las chicas, los momentos divertidos que había pasado con ellas y por supuesto, con sus cuñados; los momentos felices de la boda de Jake y Nessie... en definitiva, había sido un año lleno de cambios en su vida.

Mientras bajaba las escaleras, se preguntó con pena si Edward la felicitaría por su cumpleaños... qué distinto era ese día al veinte de junio, día en el que despertó a su novio con un beso de felicitación por sus veintinueve primaveras. A Edward no le gustaba celebrar el día de su nacimiento, ya que eso trajo consecuencias fatales para la familia... pero entre todos lograron convencerlo, incluido su padre, pero sólo accedió a una cena en el rancho, íntima y familiar.

Y hoy también había cena en familia, para celebrar su cumpleaños y por así decirlo, su despedida temporal del rancho; dentro de una semana Edward y ella se mudaban a San Antonio. La mayoría de sus cosas ya estaban allí, junto con las de su novio; torres de cajas esperaban apiladas en su ahora casa para ser desembaladas.

Nada más atravesar la puerta de la cocina, unos brazos enormes la levantaron en el aire, en un gigantesco abrazo.

-¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliiizzzz...!- cantaba Jake, a la vez que la giraba en el aire. Bella reía divertida.

-Me voy a marear, déjame en el suelo- le pidió.

-Jake, no seas bruto- nada más oír las palabras de su esposa, éste posó a su cuñada en el suelo, pero la propia Nessie se adelantó para abrazarla y felicitarla.

-Felicidades Bells; de parte mía y de los renacuajos- le dijo divertida mientras se separaban y ambas miraban el vientre de la joven, que a pesar de haber entrado en el cuarto mes de gestación ya era notorio, al llevar dos.

-Muchas gracias a los dos- agradeció la joven, con una pequeña sonrisa. En ese momento entraron Carlisle, Esme y Jasper por la puerta.

-Muchas felicidades hija- le deseó Esme con uno de sus maternales abrazos, al igual que hizo Carlisle. Jasper también la felicitó... pero Bella echó de menos a una persona.

-Sam ha venido a buscar a Edward- Jake se adelantó a los pensamientos de Bella -vendrá dentro de unos minutos para desayunar- la joven asintió con una pequeña sonrisa, y se concentró en su tarea de preparar el desayuno, con la ayuda de Nessie y Esme. Preparó tortitas, una de sus especialidades, huevos revueltos, el café, té para Nessie y sacó un trozo de bizcocho que sobró del desayuno de ayer.

A los cinco minutos de estar sentados en la mesa, apareció Edward, que dio los buenos días de forma general. Bella se mordía el labio nerviosa mientras observaba cómo su novio tomaba asiento a su lado.

-Feliz cumpleaños- le susurró Edward, inclinándose hacia ella y dejando un suave beso en su mejilla. Su pequeña respiró aliviada... pensaba que al estar enfadados, no le felicitaría.

-Gracias- musitó de manera tímida y un poco sonrojada.

Esa fue la única vez que se dirigió a ella, ya que su novio se enfrascó con su padre y hermanos en los asuntos del rancho. Nessie y Esme se percataron de la escasa interacción de la pareja, pero esperaron a que los hombres se levantaran y se despidieran de ellas para preguntarle a la joven.

-¿Pasa algo?- interrogó Esme a Bella, realmente preocupada.

-¿Por?- interrogó a su vez Bella, levantándose y llevando platos al lavavajillas.

-Habéis estado un poco ausentes el uno del otro- le explicó Nessie a su cuñada -es más... lleváis unos días raros; ¿habéis discutido por algo?- Bella suspiró resignada, pero era cierto que se les notaba que estaban enfadados... pero no sabía si debía hablar de ello.

-A veces es bueno desahogarse- le recordó Esme, con una sonrisa tranquilizadora. Dándose por vencida, volvió a la mesa para tomar asiento entre ambas.

-¿Se nota demasiado, verdad?- preguntó con una mueca de tristeza.

-Bueno- sopesó Nessie -Edward no se corta en cuánto a muestras de cariño se refiere- Bella le dio la razón para sus adentros.

-¿Qué ha pasado, cielo?; sabes que puedes confiar en nosotras- la intentó animar Esme.

-No le diremos nada a los chicos, tranquila por eso- sonrió cuándo Nessie le guiñó un ojo, de manera cómplice.

-Edward carga con todo el asunto económico... y yo me siento una inútil y aprovechada- les explicó, abatida y cabizbaja. Nessie frunció el ceño, señal de que no entendía nada... pero Esme sabía por dónde iban los tiros, e intentó tranquilizar a Bella.

-Cariño... creo que es lógica la postura de Edward; tú bastante haces con pagar la matrícula de la universidad-.

-Pero siento que abuso- se quejó de nuevo la joven -si mi abuela no hubiera malgastado todo el dinero que nos mandaba mi padre...- siseó frustrada y rabiosa.

-Bella- la llamó Nessie, para que la mirara -no creo que Edward piense eso... y menos de ti; lo único que quiere es que seas feliz, y que estudies-.

-Además, sí tu no estuvieras con Edward y hubieses querido estudiar... ¿crees que Carlisle no hubiera hecho lo mismo?- la pregunta de Esme dejó fuera de combate a la joven castaña -Carlisle se prometió a si mismo, y a tu padre- le recordó -que él cuidaría de ti-.

-Sólo que ahora es Edward- Bella sonrió ante la aclaración de Nessie -háblalo con él, es lo mejor que puedes hacer-.

-Y no debes preocuparte por el tema económico- le explicó Esme -habla con Edward, con calma y tranquilidad; escucha su versión y sus motivos-.

Después de escuchar los consejos de ambas, Nessie se despidió para irse al trabajo, y Esme se fue al pueblo, para resolver diversas gestiones.

Cuándo terminó de recoger la cocina y de recoger su habitación y la de Edward, decidió ir a visitar a su padre. Iba siempre una vez al mes, pero desde la semana anterior a la boda y después, con la búsqueda de apartamento y mudanza apenas había tenido tiempo. Quería despedirse de él, contarle un poco la nueva vida que iba a empezar... y necesitaba reflexionar a solas sobre cómo pedirle disculpas a Edward, y explicarle su punto de vista.

Se cambió de ropa y se encaminó al garaje; cogió las llaves del volvo de Edward, y suavemente salió para coger la carretera que llevaba al cementerio. Compró unas flores en el establecimiento de enfrente, cómo siempre solía hacer, y se adentró hasta el lugar dónde reposaba Charlie.

Permaneció más de media hora frente a la lápida, contándole a su padre en voz casi inaudible los acontecimientos que estaban por suceder. También le habló de la discusión que había tenido con su novio, y por un momento deseó tener a su padre frente a ella; añoraba sus abrazos, su manera de dirigirse a ella... y por supuesto, sus consejos y su consuelo. Pero por desgracia, nadie tenía el poder de dar marcha atrás en el tiempo; ella recordó la única ocasión en que su padre y ella discutieron. Bella odiaba estar enfadada con la gente que quería, y más en este día tan especial que ella esperaba pasar junto con Edward.

Decidida, se despidió de su padre, para ir en busca de su novio e intentar aclarar la situación.

No tuvo que ir a buscarlo muy lejos, ya que nada más parar el motor en el garaje, se topó cara a cara con Edward. Respirando profundamente y dándose ánimos ella misma, se dispuso a bajar del automóvil... pero una mano fuerte y grande abrió la puerta por ella, para después ayudarla a salir.

El mismo Edward cerró la puerta del coche, y sin soltar la mano de su pequeña, hizo un movimiento para que ella quedara frente a sus ojos. El joven estudió el aspecto de su novia... se le notaba la tristeza a kilómetros; sus ojeras revelaban una, o quizá varias, noches de insomnio; él tampoco lo había pasado bien estos días pasados. Acostumbrado a dormir fuertemente agarrado a ella, sintió un vacío inmenso; y por supuesto, no podía estar enfadado con ella por más tiempo... hoy era el cumpleaños de su pequeña estrellita, y quería que ella estuviera contenta y feliz.

Bella le miraba con una mezcla de nerviosismo y expectación en sus ojos; venía pensando todo el camino cómo sacarle el tema... y ahora que lo tenía delante, no sabía ni por dónde empezar; de modo que optó por lo más fácil.

-Hola- susurró, sintiendo que la sangre subía a sus mejillas de manera alarmante.

-Hola- le contestó el joven de vuelta, con un amago de sonrisa -¿a dónde has ido?-.

-A ver a mi padre- le contestó ella -he cogido tu coche, espero que no te importe- dijo con cautela.

-Claro que no, cariño- el corazón de la joven se alteró al oír el apelativo con el que se dirigió a ella -sabes que no necesitas pedirme permiso para eso; todo lo mío es tuyo-.

Ahí estaban las palabras por las que tanto habían discutido estos días anteriores; agachó la mirada, pero Edward enseguida puso su dedo debajo de su barbilla, alzándole el mentón y haciendo que lo mirara.

-Ese es problema- musitó con pena -todo lo tuyo es mío y lo mío es tuyo...- recitó la típica frase -pero yo no tengo nada-.

-¿Qué quieres decir?- interpeló Edward -Bella...-.

-Tengo la sensación de que abuso de ti; renuncias a tu vida para venirte conmigo, lejos de tu hogar; te ocupas de buscar una casa- hizo una pausa, tomando aire -te vas a ocupar de todos los gastos que eso conlleva... y yo nada...- Edward la calló de la única forma que sabía... tomando su carita entre sus manos y besándola. Necesitaba sentir los tibios y suaves labios de su pequeña... demasiadas horas sin apenas tocarla, sin besarla... y necesitaba esas muestras de amor cómo el comer.

Bella cerró los ojos, dejándose llevar y se abrazó a él con fuerza, devolviéndole el beso; sus dedos se enredaban en el cabello cobrizo de su novio, desordenándolo más todavía, si era eso posible...sentía su corazón palpitar en su garganta, no quería separarse de él; pero la necesidad de respirar hizo que la pareja tuviera que romper el beso.

-Bella- Edward todavía jadeaba en busca de aire cuándo pronunció su nombre -no puedes decir que no tienes nada que ofrecerme- ella lo miró sin entender a dónde quería llegar -desde que has llegado aquí me has dado cosas que antes no tenía-.

-Edward...- éste la interrumpió de nuevo, negando con la cabeza y cogiendo una de las manos de su novia la posó en su pecho, a la altura de su corazón. La joven sintió una rápida pulsación a través de su palma.

-Me has dado ganas de vivir de nuevo; me has dado confianza, cariño, complicidad, amistad... amor; por eso mi corazón late de esa manera- Bella no esperaba para nada esas palabras; se esperaba reproches, diferencia de opiniones y por qué no, otra discusión. Se quedó tan sorprendida que abrió los labios, pero no acertó a articular palabra alguna. Edward miró fijamente esos ojos color chocolate, que empezaban a brillar debido a la emoción, y prosiguió explicándole.

-Tú eres la persona que me da todo eso, día a día... y mi deber es cuidar a esa personita tan maravillosa- su novia le escuchaba emocionada; seguía sin poder articular una sola palabra -no me importan las cosas materiales Bella; me importa lo que me das día a día-.

-Pero tu también me das esas cosas, Edward- consiguió decir con un hilo de voz -y bastante haces por mi... habéis hecho todos por mi- se corrigió ella misma -siempre me he sentido sola, el único que me quería un poco era mi padre... y se me hace muy raro que ahora venga alguien y me colme de cariño y atenciones, y siento que es abusar demasiado de la generosidad de las personas-.

-Bella, desde que estás conmigo es cómo si fuéramos uno solo; eres todo para mi... y es lógico que quiera darte lo mejor; si por mi fuera, te habría pagado hasta la universidad- la joven rodó levemente los ojos, lo que provocó que el joven sonriera divertido -sólo es dinero; el dinero que yo he ganado todos estos años, y quiero compartirlo con la persona que más quiero en el mundo- le siguió explicando.

-Es demasiado- musitó ella.

-Nada es demasiado cuándo se trata de ti; Bella por favor... no quiero que pasemos más tiempo enfadados- le medio suplicó.

-Yo tampoco- admitió la joven -intentaré hacerme a la idea... pero me costará- dijo con un puchero, que a Edward le pareció gracioso. Atrapó la fina cintura de su pequeña entre sus brazos, acercándola a él todo lo que pudo, tanto que hasta sus frentes se juntaron.

-Sólo tienes que preocuparte de estudiar estos tres años- le recordó él -no necesitas trabajar; además... ¿crees que mi padre va a dejar de pagarte tu sueldo?- le interrogó divertido.

-Pues debería- exclamó ella -ya no voy a trabajar más-.

-Es el regalo de cumpleaños de mi padre, Bella- le confesó. La joven abrió los ojos, sorprendida por tal confesión -recuerda la promesa que le hizo a tu padre; ayudarte y cuidarte... y aunque ahora compartamos esa tarea él y yo... no sería Carlisle Cullen si no la cumpliera-.

-¿Me va a dar dinero?- interrogó, todavía con la sorpresa todavía palpable en su cara.

-Te hemos abierto una cuenta a tu nombre; allí depositará cada mes una cantidad de dinero... y aparte, te he incluido en la mía, por si pasa algo y necesitas echar mano- le relató tan tranquilo.

Bella permaneció varios minutos en silencio, procesando la información... si discutir con Edward acerca de estos temas era perder el tiempo, con Carlisle Cullen era misión imposible; no conocía a un hombre tan generoso cómo a él. El patriarca no iba a ceder ni un ápice, al igual que su hijo.

-No puedo luchar contra los dos- se dio por vencida -pero en cuánto tenga un trabajo, una vez finalice la carrera, os lo devolveré centavo a centavo- le previno.

-Eso se verá cuándo llegue el momento- Edward sonrió, por fin ella cedía un poco, y se dejaba cuidar y mimar por alguien... su pequeña se merecía todo eso y más -¿significa eso que podemos hacer las paces?- le susurró contra sus labios.

-Por favor- le suplicó ella, rodeando su cuello con sus manos y bajando su cabeza, en busca de sus labios; labios que el joven ranchero no dudó en besar. Cogiéndola más fuerte por las caderas, la alzó lo suficiente hasta sentarla en el capó del coche, para poder quedar entre sus piernas.

La pareja se sumergió en una burbuja, no sabían el tiempo que pasaron en esa posición, sin apenas moverse... simplemente disfrutaban de todos los besos que no se habían dado esos días.

-Sólo una cosa más- le dijo Edward, mientras dejaba suaves besos por su barbilla -cuándo mi padre te entregue su regalo esta noche, pon cara de sorpresa- ella rió divertida.

-Chivato- susurró, de nuevo contra sus labios -me cobraré este secreto-.

-Y yo te lo pagaré encantando- le devolvió por respuesta; su pequeña escondió su cara en su cuello.

-No quiero que nos enfademos más... y perdóname por todos estos días- el aliento de la joven le produjo esas familiares cosquillas por su cuello.

-Te lo prometo, cariño mío- la tranquilizó, acariciando su espalda -y perdóname a mi también-.

-No tengo nada que perdonarte- le respondió con firmeza; las palabras que le había dedicado antes eran un regalo para ella... a pesar de los meses que llevaban juntos, a veces todavía le costaba creer que un hombre cómo Edward Cullen pudiera quererla de esa forma.

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La reconciliación de la pareja fue un hecho; por fin Bella pudo disfrutar de su cumpleaños tranquila. Nessie y Esme se lo notaron cuándo la joven entró por la puerta de la cocina, para dar los últimos retoques a la cena. Jasper se había ido a buscar a Alice, los chicos y Carlisle se habían ido a la ducha, para quitarse el olor a ganado y ponerse algo más decente que vestir. Rose y Emmet estaban de camino.

Tanto Nessie cómo Esme no preguntaron nada; sólo tenían que fijarse en los ojos de la joven, que tenían un brillo totalmente opuesto al de esta mañana.

Por fin toda la familia estuvo reunida, y la cena dio comienzo. Se respiraba un ambiente feliz y relajado, dónde los hijos de Carlisle Cullen, cómo no podía ser de otra manera, se encargaron de amenizar con bromas y divertidas conversaciones. En el momento de la tarta le cantaron el cumpleaños feliz, e incluso le pusieron una vela en su tarta, que por supuesto, no dudó en soplar. Estaba muerta de la vergüenza por ser el centro de atención... pero a la vez estaba emocionada; nunca había tenido una celebración de cumpleaños así.

Después llegó el momento de los regalos. Edward sonrió malicioso, pero a la vez con disimulo, cuándo su padre anunció en que consistía su regalo; definitivamente, su pequeña no tenía ningún futuro cómo actriz... pero parece ser que el resto no se percató de nada. Por parte de Esme recibió una cazadora de piel, muy estilosa y bastante cara, por lo que le dijo después Alice. Los hermanos le regalaron, en conjunto, un portátil de última generación, para sus trabajos y estudios. Las chicas le compraron, también entre las tres, una pulsera de plata preciosa, a juego con unos pendientes.

La joven agradeció los regalos, abrumada por el momento. Después de los agradecimientos las chicas sirvieron el café, y Jake hizo la pregunta que todo el mundo se hacía.

-¿Y Edward qué te ha regalado?- indagó con verdadera curiosidad. Bella giró la cara cómo un resorte; le había pedido expresamente a Edward que ni se le ocurriera comprarle nada... y por una vez, esperaba que sus protestas sirvieran para algo.

-No me ha regalado nada- se explicó tan tranquila -porque yo se lo pedí-.

-¿Es eso cierto?- preguntó Jasper a su hermano, mientras que rodeaba los hombros de Alice -no me lo creo-.

-Pues así es- dijo la joven castaña, muy convencida... pero cuándo enfocó a su novio, y vio su sonrisa maliciosa, gimió para sus adentros.

-Edward...- murmuró; pero su novio hizo caso omiso, y de alguno de sus bolsillos extrajo una pequeña caja, adornada con un lazo de raso.

-No te enfades- le dijo con un deje de súplica, a la vez que le tendía la caja.

-No tenías que comprarme nada- le recordó -pero muchas gracias- le dijo con una pequeña sonrisa.

-Feliz cumpleaños cariño- le respondió este, para después dejar un pequeño beso en sus labios. Cuándo la abrió y descubrió su contenido, se llevó una mano a la boca, ahogando un pequeño grito. Dentro de ésta descansaban unos preciosos pendientes de diamantes; eran muy sencillos, tan sólo las pequeñas piedras redondas.

-Te has pasado- le reprochó, todavía alucinada -pero son preciosos; muchas gracias- le dijo mientras se abrazaba a él.

-Me alegra que te gusten- susurró él en su oído, y devolviéndole el abrazo con fuerza; Edward respiró aliviado para sus adentros; sabía que le harían ilusión, aunque al principio su pequeña pusiera el grito en el cielo. Después de enseñárselos a las chicas y de que éstas elogiaran el buen gusto de Edward, llegó el otro motivo de celebración de la cena... la próxima mudanza de la pareja.

-Todavía no puedo creer que ya os vayáis- exclamó Rosalie, con un puchero de pena.

-Te vamos a echar de menos, Bellie- le dijo Nessie, tomándola de la mano.

-Y yo a vosotras- le respondió Bella.

-¿Y a mi no me vais a echar de menos?- preguntó Edward, haciendo una graciosa mueca.

-Admito que si- contestó Emmet -pero seguro que lo que no echamos de menos es tu cara de pasa a primera hora de la mañana-.

-Ni tu mal humor cuándo no te cuadren las cuentas- añadió Jasper, provocando las risas del resto.

-Ten hermanos para ésto- siseó el aludido entre dientes.

-Pero a Bellie Bells es otro cantar- canturreó Jake, con una sonrisa maliciosa.

-¿A mi o a mis guisos?- le devolvió ésta por respuesta.

-Ehhh- protestó Jake; pero al ver la cara de Bella lo admitió -vale, echaremos de menos tus comidas también-.

-Lo admitimos- reconoció Jasper -nos has acostumbrado demasiado bien-.

-Creo que ya tenemos el regalo perfecto para estas navidades- canturreó Alice, con su sonrisa pilla -un cursillo de cocina para los chicos- Carlisle soltó la carcajada al ver las caras de sus hijos, al igual que Edward.

-No te rías demasiado- le aconsejó Rosalie a su cuñado -que tú también vas incluido en el lote-.

-Yo tengo a la cocinera- dijo de forma posesiva, pero a la vez de broma, atrayendo a Bella a sus brazos. Su pequeña le miró arqueando una ceja.

-Pues tampoco te vendría mal- la respuesta de Bella hizo que toda la mesa estallara en risas ante la cara de póquer de Edward; Bella observaba a su familia... tanto ella cómo Edward los iban a echar de menos, aún sabiendo que volverían los fines de semana... pero era hora de afrontar una nueva etapa... y si era al lado de Edward, estaba dispuesta a todo.

Pero no pudo reprimir las lágrimas cuándo, una semana después, la familia en pleno despedía a la joven pareja. Carlisle no dejaba de darles consejos y recomendaciones tanto a su hijo cómo a ella; las chicas y Esme rodeaban a Bella, que tenía a Owen en brazos, dándole millones de besos en su sonrojada mejilla.

Los hermanos alzaron a la joven en brazos, abrazándola con fuerza y agradeciéndole, por supuesto, toda la comida que había dejado preparada.

-Cuidaos mucho hijo- Edward palmeó la espalda de su padre mientras le abrazaba.

-Tranquilo papá; estaremos bien- le aseguró éste. Carlisle se giró hacia Bella, que ya había soltado a Owen y se había despedido de las chicas y de Esme.

-Estudia mucho... y cuidaos- le murmuró su suegro, mientras la abrazaba.

-Ambos nos cuidaremos- le aseguró la joven -gracias por todo Carlisle-.

-No se merecen hija- le contestó con una sonrisa sincera.

-La próxima semana no vendremos, pero sí a la siguiente- recordó Edward a su familia.

Unos minutos después, el volvo de Edward traspasaba la reja principal del rancho, camino de San Antonio; Bella se apoyó en el hombro de su novio y cerró los ojos... ahora sí que empezaba una nueva etapa.

2 comentarios:

  1. biennnnnnnnnnnn que no siguieron enojados ,me encantaaaaaa...Gracias linda....

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  2. Muak! Nydia...
    Eres la mas linda, siempre comentas y tienes opiniones muy cheveres!¡

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