miércoles, 13 de junio de 2012

Cowboy de mi corazón

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Capítulo 6: Bajo el muérdago


El frío llegó con un poco de retraso a Hunstville, pero cuándo hizo acto de presencia, lo hizo con todas las de la ley .Bella miraba asombrada cómo los copos de nieve cubrían los pastos del rancho Killarney a tan solo unos días de las celebraciones navideñas; jamás pensó ver nieve en el estado de Texas... y resulta que la zona sureste del estado texano tenía uno de los inviernos más crudos del país.

Edward regresaba a la noche, después de una larga semana en San Antonio. Bella estaba un poco nerviosa, pensando en el dichoso amigo invisible; ¿qué haría si le tocaba regalarle a Edward?; apenas conocía sus gustos, y seguro que comprara lo que comprara, no le gustaría, por el simple hecho de qué venía de ella. Esme ya estaba ideando hacer el sorteo, dado que hoy estarían todos los miembros de la familia a cenar, incluidos Emmet y Rosalie. ¿O qué pasaría si a Edward le tocaba ella en el sorteo?; aunque se habían despedido con cordialidad antes de que se fuera a ese congreso en San Antonio, Bella temía hacer o decir algo que pudiera volver a molestarlo.

Suspiró frustrada, tirando de la riendas para que Mistie girara en dirección al rancho. La mínima capa de nieve que había cubierto las tierras prácticamente se había derretido, de modo que Bella pudo disfrutar de un agradable paseo a caballo; le gustaba galopar, y sentir el aire frío golpeando su cara, y haciendo que sus mejillas se sonrojaran.

En poco menos de diez minutos llegó a los establos, y bajando con un pequeño saltito, tomó las bridas para conducir a Mistie a su sitio; allí se encontró con Jake, que la saludó contento.

-Bellie Bells- canturreó con una sonrisa -¿qué tal el paseo?-.

-Muy bien- le respondió la chica; Jake la observó detenidamente. En realidad, llevaba varios días haciéndolo, y ya la empezaba a conocer lo suficiente para saber que algo le rondaba por la cabeza.

-¿Estás triste?- le preguntó Jake sin rodeos. Bella ensanchó sus ojos, sorprendida por la pregunta.

-¿Por qué dices eso?- le interrogó, frunciendo levemente el ceño.

-Estás muy callada estos días- le explicó Jake -¿es por la llegada de las navidades?- siguió preguntando Jake, deduciendo que Bella estaría triste por no estar con su padre en unas fechas tan familiares.

-En parte- le explicó la joven, sonriendo con pena -pero tengo que acostumbrarme a su ausencia- Jake la rodeó por los hombros, intentando sonsacarle una pequeña sonrisa.

-Verás cómo lo pasamos muy bien todos- intentó animarla. Bella agradeció sus palabras con una sonrisa, y no pudo evitar preguntarle sobre la dichosa cuestión.

-Esme me ha contado que cada navidad hacéis lo del amigo invisible- dijo a modo de pregunta, pero intentando imprimir en su tono de voz un aire casual.

-Así es- empezó a explicarle Jake -es una tradición familiar de los Cullen- se encogió de hombros -pero lo más divertido para mi, es intentar averiguar quién ha regalado a quién- le explicó con una risa -además, este año tenemos un integrante más- le dijo mientras la miraba con una sonrrisilla malévola. Bella hizo un amago de sonrisa, no muy convencida con el sistema de regalos de la familia Cullen. Iba a preguntarle algo, cuándo Jasper se acercó corriendo hacia ellos,

-¿Qué ocurre?- preguntó Bella cuando el otro hermano paró enfrente de ellos, jadeando por la carrera.

-Rosalie está de parto, Emmet acaba de hablar con Esme- les informó.

-¿Ya?- preguntó incrédulo Jake -todavía faltan diez días para que salga de cuentas- murmuró con el ceño fruncido.

-El nacimiento de un niño no es una ciencia exacta- le recordó Bella, rodando los ojos -¿podemos ir?- se volvió hacia Jasper mientras le preguntaba; quería mucho a Rose, y le encantaban los niños.

-Para eso he venido a buscaros- les informó Jasper -papá y Esme salen ya para el hospital-.

-Pues no perdamos tiempo- expresó Jake; los tres se dirigieron hacia la casa, en dónde dos coches estaban ya preparados.

La media hora de trayecto desde el rancho Killarney hasta el hospital de Hunstville se hizo interminable, debido a que por la nevadas no podían acelerar mucho. Bella iba en el asiento trasero, en el coche que conducía Jasper; Jake iba de copiloto; por detrás, el coche en el que iban Carlisle y Esme les pisaba los talones. Por fin, aparcaron enfrente del pequeño hospital, y presurosos se dirigieron hasta la planta de maternidad, dónde encontraron a un muy histérico Emmet paseando de arriba a abajo, que nada más ver a su familia se acercó a ellos.

-¿Ya ha nacido?- interrogó Esme.

-Todavía no; el doctor la está revisando, a ver si ha conseguido dilatar algo más- les explicó.

-Nuestro sobrino se hace de rogar- refunfuñó Jake.

-¿Y Rose, cómo lo lleva?- interpeló Carlisle a su hijo.

-Desde que le pusieron la anestesia epidural bastante mejor- les explicó -por lo menos no tiene dolores- nada más decir la última palabra, un hombre con una bata blanca se acercó al pequeño grupo, indicándole a Emmet que había llegado el momento, y que por favor, lo acompañara. Éste voló hacia la habitación de su esposa, y el resto decidió irse a la sala de espera, después de desearle buena suerte.

Bella y Jasper fueron a por unos cafés y unos bollos, que todos agradecieron.

-¿Habéis avisado a Edward?- cayó de repente Jake, removiendo el contenido de su taza.

-Tiene el móvil apagado, ya habrá salido el vuelo- le explicó Esme -de todas formas, en una hora volveré a llamarle, no es un viaje largo- les explicó.

Todavía tuvieron que transcurrir cuarenta y cinco largos minutos; los cuales transcurrieron en medio de una divertida charla acerca del nuevo miembro que iba a ingresar en la familia. Justo en ese momento, la puerta de la sala se abrió, apareciendo Edward acompañado de un matrimonio de mediana edad. Después de saludarse todos, Carlisle le presentó a la pareja.

-Bella, ellos son Vincent y Patricia Hale, los padres de Rosalie- la joven les saludó con una pequeña sonrisa, estrechando sus manos. Patricia era una versión madura de Rosalie, con sus mismos ojos azules y su pelo rubio hasta los hombros.

-Es un placer conocerte, Bella; Rose nos ha hablado de ti- le dijo el hombre, con una mirada amable y una sonrisa simpática.

-El placer es mío- devolvió por respuesta. Esme y Patricia se sentaron en una esquina, mientras que Carlisle y Vincent se dirigían a la cafetería, acompañados por Jake y Jasper, iniciando una pequeña conversación. Bella se acercó a la ventana, observando que la noche ya había hecho acto de presencia. No sintió que alguien se acercaba a ella, hasta que el sujeto se paró a su lado.

-Hola; todavía no te había saludado- esa voz cálida y suave penetró en sus oídos, cual dulce caricia. Su vista se posó en Edward, que la miraba con simpatía. Cómo siempre, guapísimo con traje y camisa, y sin corbata, cómo era costumbre.

-Hola- devolvió con tono nervioso -¿cómo ha ido el congreso?- interrogó con su timidez y sonrojo característicos, cosa que a Edward le volvía loco.

-Un poco aburrido- le confesó con complicidad; ella sonrió tímida, agachando los ojos unos instantes -¿y cómo han ido las cosas por el rancho?- le preguntó, apoyándose en el cristal, con las manos en los bolsillos de sus pantalones.

Bella le empezó a relatar todo lo que había hecho, a menudo interrumpida por Edward, que le hacía preguntas en tono amigable. Se sentía extraño, pero a la vez era una sensación agradable, poder hablar con él así.

Edward la escuchaba ensimismado; interiormente, se recreaba y grababa en su memoria las graciosas muecas y expresiones que Bella utilizaba. El jersey de cuello alto que llevaba tapaba ese cuello de cisne que tan loco le volvía, y su cascada de rizos marrones enmarcaba ese rostro que tanto se le aparecía en sueños. Dios... si no fuera tan joven, se lamentaba una y otra vez.

Bella no podía evitar que su corazón de desbocara cada vez más; era increíble cómo el sonido de su voz, tan suave cómo un arrullo, la perturbaba. Inconscientemente, su vista se dirigía una y otra vez a hacia ese pelo cobrizo, hacia esa barbilla recta y pómulos exquisitamente delineados... hacia ese mar verde que eran sus ojos, que la invitaban a adentrarse en ellos de una manera enloquecedora.

Estaban tan enfrascados en la conversación, que sólo los gritos de júbilo y alegría de Jasper y Jake les consiguieron sacar de su trance. Cuándo giraron sus cabezas, vieron a los dos hermanos abalanzarse contra Emmet, ataviado con una bata verde y con un gorro del mismo color en la mano.

-¡Somos tíos!- aulló Jake, saltando cual niño pequeño y riendo feliz de la vida. Edward se acercó también a sus hermanos, uniéndose también al abrazo colectivo. El resto de los presentes les miraban con una gran sonrisa, parecían un equipo antes de salir al terreno de juego.

-Tranquilidad- pidió Emmet, una vez se liberó de sus hermanos.

-Dejadle que nos cuente- pidió Carlisle.

-Cuatro kilos de peso; cincuenta y un centímetros; diez dedos en las manos y otros diez en los pies- el resto reía divertido ante esto último -rubio cómo su madre y guapísimo- les explicó.

-Carlisle, amigo mío... ¡somos abuelos!- exclamó Vincent contento, mientras ambos se abrazaban y se palmeaban la espalda. Patricia y Esme, ésta última emocionada cómo si fuera la abuela paterna del niño, coparon de preguntas al feliz y estrenado papá.

Bella se sintió por feliz por Emmet y Rosalie, pero le daba la sensación de que era una intrusa en esa íntima celebración familiar. Cuándo iba a salir por la puerta, una mano morena y fuerte la tomó del brazo, haciendo que parara.

-¿A dónde te crees que vas?- la interrogó Emmet.

-Quería dejaros un momento de intimidad y...- Emmet la cortó, negando con la cabeza.

-¿No quieres ver a Owen?- le ofreció sonriendo -apuesto a que el pequeño se muere por conocer a su tía Bella- esas palabras hicieron que una sonrisa emocionada apareciera en la cara de la joven.

-No soy su tía- recalcó divertida.

-A todos los efectos lo eres- le recordó Emmet -aunque no lo seas técnicamente; eres como nuestra hermanita pequeña- Bella rió divertida, al igual que Carlisle, Esme y los padres de Rose.

-Gracias- agradeció al hermano, mientras que Esme la tomaba de los hombros, dirigiéndose a la habitación de Rosalie, seguidos por el resto.

-Y técnicamente, dentro de poco tiempo será su tía- murmuró divertido Jasper para si mismo... pero Jake escuchó el comentario. Agarró a Jasper del hombro, quedándose rezagados del grupo que caminaba por el pasillo del hospital.

-¿Cómo que dentro de poco?- interrogó a su hermano pequeño -¿me estás diciendo que te gusta Bella?- murmuró incrédulo. Jasper bufó resignado... ¿acaso era él el único que tenía ojos en el rancho?.

-Le tengo mucho cariño- admitió -pero no ese cariño- se apresuró a aclarar -no hablo de mi- esperó pacientemente a que su hermano mayor captara por dónde iban los tiros. Los ojos de Jake se agrandaron, relampagueando furiosos.

-¿Me estás contando que a Emmet le gusta Bella?; ¿y qué pasa con Rosalie?- siseó cabreado.

Jasper miraba a su hermano arqueando las cejas... ¿se podía ser mas tonto?.

-No, idiota- le sacó de la duda y se quedó callado, mientras que Jake procesaba la nueva información. Ahora los ojos negros de su hermano mostraban asombro... y una sonrisa pícara apareció en su cara.

-Vaya, vaya... con razón Edward está de lo más raro- dedujo por fin -pues yo creo que a Bella también le gusta... se sonroja demasiado y se pone muy nerviosa en su presencia-.

-Eso creo yo también- añadió Jasper, sonriendo divertido.

-¿Pero sabes que tu hermano no va a hacer nada al respecto, verdad?- siguió teorizando Jake -no lo va a admitir tan fácilmente... se llevan casi diez años- le recordó su hermano.

-Con eso ya contaba- respondió Jasper -pero...- se quedó callado, meditando lo que iba a decir.

-¿Pero qué?- le instó Jake.

-Sinceramente... creo que se está enamorando de ella... y sabes que el corazón no atiende a razones- meditó en voz alta -de modo que tendremos que actuar- resolvió satisfecho.

-Ésto se pone demasiado interesante- expresó Jake, cual niño pequeño, frotándose las manos -¿qué has pensado?-.

-Por el momento... hablaremos con Emmet a solas- le informó éste -y creo que habrá que vigilar eso del amigo invisible...- dejó la frase inconclusa, y la sonrisa de su hermano le indicó que sabía por dónde irían los tiros.

-Jazz, eres un genio- le palmeó el hombro Jake.

-¿Acaso lo dudas?- le devolvió por respuesta -pero ya hablaremos de eso más tarde; ahora vamos a conocer a nuestro sobrino- con la sonrisa cruzando sus caras, los hermanos se encaminaron hacia la habitación, dispuestos a conocer al nuevo miembro de la familia Cullen.

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Después de una intensa semana, la rutina volvió al rancho Killarney. Rosalie y el pequeño Owen ya estaban en su casa, y Bella y Esme pasaban allí largos ratos, ayudando a Rose. Los padres de Rosalie también iban con frecuencia, ya que se irían a Nueva York, a pasar las navidades con Peter, el hermano de Vincent; volverían para pasar el fin de año con ellos en Hunstville.

Por supuesto, en cuánto Rosalie estuvo en casa, y aprovechando una tarde en la que toda la familia estaba en casa de Emmet, Esme preparó los papelitos para hacer el sorteo... pero el lloriqueo de Owen hizo que dejara la tarea, levantándose para ayudar a Rosalie, que agotada, se había quedado medio adormilada en el sofá.

Con el mayor sigilo del mundo, Jasper se adentró en la cocina, y enseguida encontró los papeles con los nombres. Jake y Emmet, ya puesto al corriente de la situación y encantado de hacer de celestino, vigilaban que nadie se acercara.

-Date prisa- le advirtió Emmet -Esme volverá en cualquier momento-.

-Ya voy- masculló Jasper entre dientes; al encontrar los que ponían el nombre de su hermano y Bella, por detrás del papel hizo una pequeña marquita. Volvió a dejarlos en el bote, y salió disparado de la cocina, seguido de los dos hermanos.

-Bien, este es el plan- les recordó de nuevo -he marcado las papeletas con los nombres de Edward y Bella, y por si acaso, los he puesto al fondo del bote- instaremos a papá y a Esme para que cojan primero y...- la voz de Jake le interrumpió.

-Nosotros estamos advertidos de no coger esos- meditó ¿pero y si papá o Esme los cogen antes?- Emmet miró a Jasper, con una ceja alzada, apoyando la teoría de su hermano.

-Si eso ocurre, pensaremos un plan alternativo- resolvió -y ahora recordad, no debéis coged los que tienen la rayita pequeña por detrás, ¿estamos?-.

-Estamos- respondieron sus hermanos. Volvieron a acomodarse en el salón, dónde Bella tenía a Owen en brazos, meciéndolo con cariño, ante la atenta mirada de Carlisle y Esme.

Edward leía una revista, ajeno a todo. Cuándo el pequeño estuvo de nuevo en su cuna y Rosalie bajó, ya despierta, Esme fue a por el bote.

-Hora del sorteo- exclamó cual niña pequeña- le tendió el bote a Emmet, pero éste declinó el ofrecimiento.

-Primero el patriarca y después tú- le aclaró -para algo sois los mayores... no os ofendáis- pidió con una risilla, al ver sus caras de incredulidad.

-Gracias, hijo- replicó Carlisle con un poco de retintín. Ambos tomaron dos papelitos, y los hermanos sonrieron triunfantes al ver que no habían cogido los de Edward y Bella. Acto seguido, los hermanos se abalanzaron sobre el bote.

-Tranquilidad- les advirtió Esme -dejad que Edward y Bella se acerquen también- les reprendió. Rose tomó otro, y por fin los aludidos sacaron sus papeletas; los hermanos sonrieron para sus adentros... ambos tenían sus papeles con las marquitas; por el momento, el plan marchaba a las mil maravillas.

Jasper estudió las reacciones de ambos; para sus adentros, rezaba porque no hubieran cogido sus propios nombres; la cara de Edward no mostraba reacción alguna... pero el ver a Bella mordiéndose imperceptiblemente el labio inferior le hizo respirar aliviado. Intercambió una imperceptible mirada con Jake y Emmet, que también se habían percatado del asunto, y antes de que sirvieran la cena, los tres hermanos se escabulleron al estudio de Emmet, chocando las manos y haciendo gestos de victoria.

-Primera parte en marcha- exclamó Emmet entusiasmado.

-Veremos a ver cómo se las apañan- meditó Jake, rascándose la barbilla. Los hermanos esperaban que al tener que regalarse mutuamente, ambos intentarían averiguar, con cierto disimulo, los gustos del otro... y eso les obligaría a hablar.

Esa noche, ya de vuelta en el rancho, Bella daba vueltas y vueltas en su cama... ¿cómo podía tener tan mala suerte?; de todos los integrantes de la familia, le había tocado el que menos le entusiasmaba. Después de maldecir al menos treinta veces en voz baja, vino otra cuestión, ¿qué le compraba a Edward?; aunque ahora parecía que podían mantener una conversación más o menos civilizada, sentía verdadero pánico a la reacción de éste; aparte, otro tema eran los gustos de Edward... tendría que intentar averiguar algo al respecto.

A la mañana siguiente, mientras preparaba la mesa para el desayuno, seguía pensando en el dichoso amigo invisible; estaba tan distraída pensando en el tema, que no se dio cuenta de que alguien la observaba desde el marco de la puerta.

Edward miraba a su dulce tormento con el ceño fruncido; pero en el fondo, le hacía ilusión poder regalarle algo a Bella. Había pasado parte de la noche pensando... pero todavía no había dado con el regalo para ella.

-Buenos días- la saludó al fin; contuvo una risilla al ver cómo la chica, todavía de espaldas a él, pegaba un pequeño salto. Se giró con rapidez, llevándose una mano al corazón.

-Buenos días- respondió con esa voz tímida y dulce, tan peculiar de ella -me has asustado-.

-No era mi intención asustarte- se disculpó con esa sonrisa torcida que tanto le gustaba a Bella -¿necesitas ayuda?- se ofreció.

-Ya está todo, gracias- le dijo con amabilidad, señalando la mesa. Justo en ese momento, entró el resto de la familia, y la rutina del desayuno empezó cómo todos los días.

-Hoy no comeré en casa- anunció Carlisle, una vez terminaron el desayuno- comeré con Vincent y el señor Jenkins en el pueblo- les avisó.

-¿De que vais a tratar esta vez?- interrogó Edward, curioso.

-De los terrenos colindantes al lago- le respondió su padre -el señor Howard ha puesto un precio, y quiero consultarlo con Blake-.

-Llevamos años detrás de esos terrenos- le informó Edward a Bella, ante la cara de interrogante de la chica -están al lado de los pastos del sur... ¿quieres ir a verlos?- le ofreció. Bella saltó de gozo interiormente, pero contuvo sus ansias al responderle.

-Si no te importa llevarme- le dijo, un poco sonrojada y bajando la vista.

-No me importa- se encogió despreocupadamente de hombros, pero para sus adentros, no pudo reprimir una sonrisa de júbilo. La tendría para el sólo un rato... y podría hablar con ella.

-¿Venís con nosotros?- les preguntó la joven a Jasper y Jake. Éstos, que se habían percatado del ofrecimiento, declinaron la propuesta... el plan marchaba viento en popa,

Una vez se levantaron todos de la mesa, Bella se apresuró a recoger y a ponerse las botas de montar y un abrigo. Cuándo llegó a los establos, Edward ya había ensillado a Concord y a Mistie, y la esperaba con las riendas de ambos caballos en la mano. Una vez montaron, Edward la guió a un paso suave a través de los terrenos del rancho.

-¿Para qué queréis comprar ese terreno?- le preguntó, llena de curiosidad.

-Simplemente para unirlos a nuestros pastos y así hacerlos más grandes- le contó, mirando hacia el horizonte; el pequeño lago se abría en medio de unos árboles, ahora desnudos por el invierno.

-Es curioso- Edward se apoyó en la silla del caballo, echándose un poco hacia atrás -recuerdo haber venido muchas veces a este lago, de pequeño- le empezó a contar con una pequeña sonrisa.

-¿Con tus hermanos?- le preguntó la joven, girando las riendas y posicionando a Mistie más cerca del caballo de Edward.

-Sí- afirmó, recordando con una sonrisa -en esta pradera hemos jugado muchas veces a indios y vaqueros- le confesó con complicidad.

-Casi podría adivinar quienes eran los indios- dijo Bella con una risa -Jake y Emmet-.

-Adivinas bien- respondió Edward, negando con la cabeza y sonriendo divertido -Jasper y yo hacíamos de soldados de la confederación- Bella rió divertida, imaginando en su cabeza a los cuatro hermanos corriendo de un lado para otro. Había visto algunas de las fotos que estaban por la casa, de cuándo ellos eran pequeños.

-Ademas- prosiguió Edward -este era uno de los lugares favoritos de mi madre- Bella observó la reacción de Edward; su cara mostró un sentimiento de melancolía al mencionar a Meredith.

-Nunca te había oído nombrarla- le respondió ella, tímidamente.

-Yo no la conocí, y Jasper tenía apenas dos años- le explicó -Jake y Emmet se acuerdan más de ella-.

-¿Y no os han hablado de ella?- inquirió curiosa Bella.

-Algo sí- le dijo, con la vista fija en algún punto del paisaje -pero no me gusta hablar de ella- murmuró en voz baja. En un gesto de atrevimiento por su parte, Bella acercó a Mistie a Concord, y posó su mano en el brazo de Edward, haciendo que éste volviera su vista hacia ella. Ese roce mandó una descarga a todo su cuerpo, e hizo que en su estómago se formara un nudo imposible de soltar.

Su mirada, al principio, fue de total asombro y perplejidad... pero Bella creyó que se había enfadado, e hizo amago de retirar su agarre... pero la sorprendida ahora fue ella, ya que Edward capturó su mano con la suya... y no la soltó. Bella no alzó la vista de sus manos unidas, y Edward, dejando escapar un suspiro impreso de melancolía y tristeza, siguió hablando.

-En parte me siento culpable de su muerte- la joven levantó la vista, horrorizada ante esos pensamientos.

-No digas eso, Edward- le intentó reconfortar ella -tu familia no piensa eso, estoy segura de ello-.

-Ella sabía que el embarazo era muy arriesgado- siguió contándole en voz baja -y aun así, siguió adelante con ello... para que yo viniera a este mundo, ella pagó un precio muy alto- Bella sintió cómo apretaba dulcemente sus dedos; parecía que un ejército de pequeñas hormigas nacía de ella, ya que sentía un placentero cosquilleo por toda la mano y parte del brazo.

Bella no sabía qué decir; nunca lo había visto así, tan hundido y triste. Deseaba aplacar ese dolor fuera cómo fuese... pero no sabía qué hacer o decir.

-¿Sabes una cosa?- le preguntó de repente; Edward la encaró, mirando a través de esos ojos color café, esperando a que ella hablara -sé que no es lo mismo... pero si te sirve de consuelo, yo también tengo esa sensación- el silencio de Edward la instó a continuar -antes de venir aquí, no tenía nada... a excepción de mi padre- musitó con una triste sonrisa -y ahora tengo una familia- exclamó, mirándole con cariño -pero para que eso haya pasado... mi padre se ha tenido que ir- una furtiva lágrima escapó de sus ojos, y tuvo que apartar su mano de la de Edward para poder secársela.

-¿Le echas de menos, verdad?-.

-Mucho- admitió con una mueca de tristeza.

-Yo también hecho de menos a mi madre- confesó, suspirando ruidosamente -me hubiera gustado conocerla, y poder atesorar algunos recuerdos, cómo pueden hacerlo Jake y Emmet-.

-Puedes preguntarle a tus hermanos, o incluso, a tu padre- le ofreció Bella -seguro que estarán encantados de poder hablarte un poco de ella... y poder conocerla un poco más, aunque sea a través de ellos- Edward giró la cara, dedicándole una imperceptible sonrisa de agradecimiento.

-Nunca había hablado de ésto con nadie- confesó.

-¿Ni siquiera con...?- Bella no se atrevió a pronunciar su nombre, temerosa ante la reacción de Edward, pero gracias a dios, no se enfadó.

-Ni siquiera con ella- le sacó de la duda -ella nunca tenía tiempo para escuchar a nadie que no fuera ella misma- rezongó frustrado.

Bella decidió no hacer ningún comentario al respecto... pero una cosa tenía clara; esa chica no sabía lo que había dejado escapar. Aquella tarde Edward le había mostrado una faceta desconocida suya... y debajo de aquella coraza de hierro, se escondía un chico sensible, simpático y cariñoso.

Edward la miró de reojo mientras ella se acomodaba en la silla, poniéndose recta y tomando de nuevo las riendas. Sabía que al contarle ésto, había dejado una parte de sus personalidad al descubierto, la que siempre se escondía detrás de esa máscara de indiferencia... pero algo en su interior le impidió callar... y ella le había escuchado con tanto cariño...

-Bien- dijo éste, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos -todavía nos queda un rato de paseo- la joven afirmó con la cabeza, y reanudaron su marcha, hablando de otras cosas.

Dos horas después, dejaban a Mistie y Concord perfectamente ubicados en sus pesebres y comiendo pausadamente. Bella volvió a casa, ya que tenía que empezar a preparar la cena, y Edward fue reclamado por uno de los peones... pero la sonrisa no se borraba de la cara de la joven, cuándo él, antes de despedirse, le dio las gracias por haberle escuchado.

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Los días pasaron con rapidez, y Esme y Bella se sumieron en la preparación de las navidades. Cuándo Bella se quiso dar cuenta, ya era el día de Nochebuena, y desde primera hora de la mañana, con la ayuda de Esme y Rosalie, que se quedarían a dormir allí, se encerró en la cocina, preparando una de las cenas más importantes del año para la familia Cullen.

Los chicos tenían mucho trabajo estos días, ya que la mayoría de los vaqueros habían regresado a sus casas para pasar tan señaladas fechas con la familia. Desde aquel paseo apenas pudo volver a hablar con Edward de la forma que habían hablado, pero siempre la saludaba con una pequeña sonrisa al entrar, o se despedía de ella guiñándola un ojo. Esos pequeños gestos hacían que el corazón de la joven saltase de alegría... sabía que nunca podría ser más que una especie de hermana pequeña, o una amiga... pero no podía evitar que ese chico calara cada vez más hondo dentro de su pecho.

-Bella, la salsa para el pavo ya está- la voz de Rosalie la sacó de su mundo; limpiándose las manos, probó un poco, asintiendo con la cabeza y ofreciéndole a Rose y Esme que la probaran.

-Deliciosa- alabó Esme.

-Ahora hay que taparla y dejarla reposar unas cuatro horas- les explicó -así quedará mejor- Rose se dispuso a ello, cuándo entraron los chicos y Carlisle en la cocina, para comer. Emmet portaba el cuco, dónde el pequeño Owen dormía plácidamente, ajeno a todos. Jake y Jasper no pudieron resistirse a husmear lo que habían preparado.

-¿Qué es ésto?- interrogó Jake, metiendo un dedo y saboreando una masa dulce, con sabor a chocolate- esta delici...¡ouch!- se quejó, cogiendo su dedo índice entre la mano derecha. El resto estalló en carcajadas ante la divertida imagen; Bella, armada con una cuchara de palo, le había dado un pequeño golpe.

-Ni se os ocurra- les amenazó a los cuatro hermanos, apuntándoles uno a uno con la cuchara -en cuánto comáis, os quiero fuera de la cocina, o no cenaremos esta noche- les advirtió.

-¿Y si queremos beber algo?- preguntó Emmet de forma inocente.

-Me lo pedís; pero os quiero a diez metros de la nevera y la comida- siguió amenazando Bella. Edward no pudo evitar esbozar una sonrisa, al ver a Bella, con su peculiar arma y regañándolos.

-Jooo... me has hecho daño- Jake puso un lamentable puchero -papá...- Carlsile lo cortó, negando con la cabeza.

-Estoy con Bella- dijo, ante la la fingida indignación de sus hijos mayores -sino no cenaremos- rodó los ojos con resignación.

Después de una divertida comida, los chicos se relajaron un rato en casa, y por fin, a eso de las siete y media, después de dejar casi todo preparado, Bella pudo subir a cambiarse. Se decidió por unos pantalones negros de vestir, un poco anchos, con una blusa de raso color lavanda. Después de maqillarse muy sutilmente y dejar sus rizos sueltos, se enfundó sus inseparables bailarinas negras y bajó al salón, dispuesta a encontrarse con el resto de la familia. Ayer por la noche con el mayor sigilo del mundo y la casa entera durmiendo, dejó sus regalos al pie del árbol. Para Owen había comprado un gracioso trajecito; un gracioso peto vaquero, con una minúscula camisa de cuadros, para que fuera a juego con su padre y sus tíos.

Para el regalo de Edward le había costado tiempo decidirse... tenía serias dudas de que aquello fuera a gustarle; pero no había encontrado otra alternativa, de modo que se arriesgó. Cuándo dejó sus regalos, no pudo evitar buscar el suyo... era una pequeña caja cuadrada, envuelta en papel dorado y un lazo rojo en un extremo; desde que lo vio, se preguntaba que contendría.

Se reunió con la familia en el salón. Los chicos se habían quitado sus vaqueros y sus botas, y hora iban enfundados en pantalones de vestir y camisas, sin chaqueta y sin corbatas. No pudo evitar posar su vista en Edward, vestido con un pantalón negro y la camisa, negra también, arremangada a la altura de los codos.

Edward la siguió disimuladamente con la mirada mientras se acercaba a Rosalie, que tenía a Owen en brazos. Su pelo estaba suelto, y al pasar por su lado, el aroma a fresas que desprendía le nubló los sentidos. Mientras se recreaba en esa bella visión, no se percató de que Jake le miraba de reojo, que para sus adentros sonreía satisfecho.

La cena se desarrolló en un ambiente agradable y hogareño; Bella, sentada entre Esme y Rosalie, participaba de forma desenfadada en la conversación, girando de vez en cuándo su vista hacia el otro extremo, dónde los ojos verdes de Edward la miraban con complicidad. Un par de veces sus ojos se encontraron, y mordiéndose el labio inferior y sonrojándose ligeramente, apartó la mirada.

Apenas sirvió el café y la tarta de chocolate, cuándo un muy exaltado Jake anunció que era la hora de abrir los regalos. Bella no pudo evitar la carcajada cuándo vio al mayor de los hermoso acomodándose en el suelo, al lado de los regalos, proclamándose un improvisado repartidor. Había muchos regalos para Owen , de modo que Rosalie y Emmet se pasaron casi media hora abriendo los regalos para su pequeño. Había ropa, juguetes... incluso un precioso caballito balancín, regalo del orgulloso abuelo Carlisle.

-Pero si apenas tiene un mes- rezongó Emmet.

-Enseguida pasará el tiempo y podrá jugar con él- protestó divertido el abuelo, cogiendo a su nieto en brazos -y dentro de un par de años, vendrá el de verdad- replicó satisfecho, hablándole al pequeño y acomodándolo en el pecho. Rosalie y Emmet suspiraron resignados... pero no podían evitar que malcriaran al primer nieto de la familia.

-Bien, ahora empieza el espectáculo- Jake se frotó las manos, cogiendo un paquete pequeño -papá- le tendió el paquete al Carlisle, y al abrirlo, descubrió unos gemelos de plata, muy modernos.

-Vaya, me encantan- dijo admirándolos -a quién haya sido, muchas gracias- Esme le guiñó imperceptiblemente un ojo, dejando constancia quién se los había comprado. El reparto siguió, y la familia fue abriendo los regalos; un perfume para Esme, un bolso de piel para Rose, varias recopilaciones de jazz para Jasper, que le encantaba ese estilo musical, un cinturón de piel para Jake... y un vale para una tele de plasma de última generación, para Emmet, que lo recibió con desorbitada alegría.

-¿Por qué te dejan el vale, y no la tele de plasma?- interrogó Jake, alzando una ceja.

-Porque era muy pesada, de modo que está en mi garaje- explicó tan pancho. Los ojos de Rosalie se salían de sus órbitas, mientras que el resto de la familia volvían sus caras, intentando sofocar la risa.

-¿Qué?- cogí mi propio nombre, de modo que me he auto regalado, cómo mandan las reglas- se encogió de hombros.

-¿Y cuánto nos ha costado tu auto regalo, cariño?- siseó Rosalie, con un cabreo impresionante.

-Bah, me hicieron un buen precio- le quitó importancia, con un gesto de su mano -de cuatro mil a tres mil quinientos dólares- replicó satisfecho. Jasper, rojo de la risa, no pudo evitar el ataque de risa que le sobrevino, y que el resto coreó. Jake se revolcaba por el suelo.

-Emmet, me parece que esta noche duermes en el sofá- consiguió decir Edward, quitándose una lágrima que caía de su ojo.

-¿Por qué voy a dormir en el sofá?- se giró hacia su esposa, con los brazos en jarras y mirándole con una de sus perfectas cejas arqueadas.

-Creo que sí, me toca sofá- murmuró en voz baja, rascándose la nuca y mirando hacia otro lado. Una vez que la familia se calmó, Jake siguió con el reparto de regalos. Había dejado a Edward y Bella para el final aposta, para poder estudiar sus reacciones.

Edward abrió el suyo, y su mirada se ilunimó al descubrir un enorme libro con fotografías antiguas, todas ellas de Irlanda y sus ciudades, pueblos y parajes.

-Who, qué sorpresa- musitó con una sonrisa -llevaba mucho tiempo buscando este libro-. Bella sonrió y suspiró aliviada para sus adentros; esa tarde, aparte de hablar de sus respectivas familias, Edward le había contado a Bella la curiosidad y las inmensas ganas que tenía de conocer la tierra de sus antepasados. Jake y Jasper se miraron con disimulo... Bella había acertado de lleno.

-¿No abres el tuyo?- le interrogó Esme a la joven. Los dedos de Bella rasgaron suavemente el papel, y su respiración se quedó atorada en la garganta al descubrir una caja de terciopelo negro, de joyería. Sus dedos se trabaron, hasta que pudo abrir la caja; en ella, reposaba un precioso colgante de plata, con una fina cadena del mismo material. El colgante representaba una estrella, con las puntas de plata y un reluciente y pequeño brillante en medio de éste. La joven se llevó las manos a la boca, admirando el que sin duda, era el regalo más bonito que había recibido en su vida.

-Waw... vaya vaya- admiró Carlisle, poniéndose a su lado, al igual que Esme y Rose, que lo tomó delicadamente entre sus manos. Los hermanos estaban estupefactos... jamás se les habría podido ocurrir, ni por todo el oro del mundo, que Edward le regalaría una joya a Bella. Sólo había hecho ese tipo de regalos a una persona... a Jessica.

Edward escrutó el rostro de la joven y pudo ver un atisbo de emoción en sus ojos. Días después de ese paseo a caballo, una noche después de cenar, se encontró con Bella en el jardín trasero de la casa, sentada en un banco y mirando el cielo estrellado; ella le confesó que de pequeña le encantaba poder sentarse a la luz de la luna, y ver las diminutas y relucientes estrellas que coronaban el cielo... así fue cómo supo qué regalarle.

-¿Quién habrá sido?- canturreó Jake, con fingida inocencia. Bella posó su vista en Carlisle y después en Esme, que negaron con una sonrisa. Fue recorriendo a cada miembro con la mirada, hasta que sus ojos se detuvieron en Edward... entonces recordó aquella noche en el jardín trasero. Los labios de Bella se abrieron, formando una pequeña o... no podía creerlo, se lo había regalado Edward.

-¿Te gusta?- le sondeó, sonriéndola.

-Es precioso... no sé qué decir- murmuró, todavía incrédula -muc... muchas gracias- tartamudeó, sonrojándose cómo una amapola.

-Me alegra que te guste; y muchas gracias por el libro- le guiñó un ojo, sonriéndola más abiertamente.

Jake y Jasper, que habían puesto especial atención a la escena, no podían creer lo que sus ojos veían. Se disculparon y salieron rumbo a la cocina, con la excusa de servirse otro café. Allí estaba Emmet, atacando de nuevo al pastel; entornando un poco la puerta, los tres se pusieron a cuchichear.

-Wau... nunca pensé que mis ojos verían lo que han visto esta noche- murmuró Jake, frotándose la barbilla.

-Le gusta Bella, no hay duda alguna- corroboró Emmet, sentándose con el plato y el tenedor en la mano.

-El plan no puede ir mejor- replicó Jasper, satisfecho cómo nunca.

-No te emociones Jazz- le advirtió Jake -puede que simplemente la vea cómo nosotros la vemos-.

-Jake, ¿tú estabas en la misma sala que nosotros?- replicó Emmet, con sorna. Jake rodó los ojos, ignorando a su hermano pequeño.

-Jake tiene razón, Emmet... por fin han conseguido llevarse bien; pero que admita que hay algo más...- meditó Jasper en voz alta.

-Veremos a ver cómo avanzan los acontecimientos por unos días- sentenció Jake -si ésto no avanza nada, podemos poner en marcha la segunda fase de tu plan...- dejó la frase inconclusa, y los hermanos chocaron las manos. Al salir los tres, de nuevo rumbo al salón, se fijaron que Edward y Bella estaban en el marco de la puerta, debajo del muérdago que Esme se empeñaba en colocar en cada rincón de la casa.

-Bendito muérdago- susurró Emmet a sus hermanos, al entrar en el salón -a ver cómo reaccionan...-. Jake y Jasper lo miraron con un interrogante mientras se acomodaban de nuevo en el salón. Carraspeando ligeramente, llamó la atención de los presentes.

-Chicos... ¿sabéis que estáis debajo del muérdago?- interrogó Emmet a Edward y Bella, que admiraban los regalos que habían recibido hace unos momentos. Jake le instó a que callara, ante el sonrojo de la muchacha y la ceja arqueada de Edward... peo era parte del plan, y debían ver la reacción de su hermano pequeño.

-¿Y?- interpeló éste, mirando a su hermano.

-Pues... eso; estáis debajo del muérdago... no sé si recordáis la tradición...-.

-Emmet- le reprochó Carlisle; lo único que faltaba era que Edward se enfadara y le diera uno de sus arrebatos de furia.

-¿Qué?- se encogió inocentemente de hombros, sin inmutarse lo más mínimo. Jasper observaba atento la reacción de su hermano... si sus sospechas se confirmaban y Edward lo hacía, pondría en marcha su otra parte del plan.

Bella sentía que su corazón iba a estallar de un momento a otro, imaginando esos labios suaves y finos envolviendo los suyos... pero sólo se quedaría en eso, en una imagen en su cabeza... Edward nunca la besaría. Sentía su penetrante mirada verde clavada en su rostro, escrutándola; apenas pudo levantar la cabeza... pero tuvo que alzarla, impresionada y helada por las palabras que escuchó salir de los labios de su amor secreto.

-Bueno... es una tradición... ¿por qué no?- las palabras brotaron con tanta naturalidad de la boca de Edward, Sabía que en cuánto su boca rozara a Bella, sería su perdición... pero no podía contenerse... no podía... llevaba casi dos meses viajando fuera del rancho, intentando no caer en el embrujo que esa chica le había lanzado... pero no podía. Bella cerró los ojos, sintiendo el suave y cálido aliento de Edward cada vez mas cerca de su cara, nublándole los sentidos... su corazón se colapsaba por momentos... cada vez estaban mas cerca el uno del otro...

Bella cerró los ojos, sintiendo cómo unos suaves y cálidos labios, se posaban dulcemente en su mejilla... pero muy, muy cerca de la comisura de sus labios... su piel ardía... toda ella se derretía bajo ese sutil y placentero contacto. Edward se maravilló con la tersura de su pálida piel, y cerrando también sus ojos, disfrutó de ese ínfimo pero anhelado contacto... sabía que sería su perdición... y efectivamente, lo había sido.

Cuándo Edward retiró sus labios, la familia, feliz y alucinada por el cambio para bien de Edward, estalló en aplausos y vítores. El joven estudió la reacción de Bella, que apenas podía levantar la vista del suelo, roja cómo un tomate. Bella necesitaba salir de esa sala, antes de que su corazón se parara, debido a la sorpresa.

-Voy un momento a la cocina- sus pasos apresurados no la llevaron a la cocina, sino al jardín, ante la atenta mirada de Edward y del resto de la familia. Todavía con la respiración agitada, llevó sus dedos hacia la zona que los labios de Edward habían presionado... pero no pudo evitar que una pequeña lágrima cruzase su rostro.

-Ojalá no fuera una tradición- susurró con pena.

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Chicas aki esta el fic de hoy.. tarde pero seguro!!! 

3 comentarios:

  1. OMG...tarde, pero valio la pena esperar...excelente capitulo...maravilloso, ojala Edward se decida de una vez...

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  2. adoroooooo está historia y en verdad vale la pena la espera...Gracias nenas...Besos..

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  3. me encanto me encanto me encantoooooooooooo!!!! ainsss(suspiro) he dicho ya que me encanta esta historia??? jajajaja ese paseo a caballo... esa cogida de manos.... esa entrega de regalos... y ese beso ya me mató!!!

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