Capítulo Final
Already Gone
Verla bajar por las escaleras de aquel lugar fue impresionante, como un golpe bajo que me dejo sin aliento, estaba fundada en un vestido blanco ajustado que destacaba sus curvas de manera sutil pero exquisita, no necesitaba estar cerca de ella para percibir como su cuerpo temblaba producto de los nervios, no era la única, tomé aire y traté de hacerlo despacio, de pronto sentí mis mejillas arder pero no me importó estar sonrojado frente a tantas personas.
Mis labios se abrieron formando una sonrisa perfecta mientras la veía caminar por el pasillo dispuesto para este ritual tan viejo, sus pasos eran temerosos pero a la vez seguros, sus ojos estaban fijos en mí y por primera vez quise tener el poder de leer lo que Bella estaba pensando en ese preciso momento. Sus labios pintados de un carmesí tenue estaban estirados también en una sonrisa nerviosa, sus ojos brillaban y contrario a lo que ella misma un día había dicho estaba a punto de llorar.
Podía ver como su pecho se contraía un poco más alterado de lo normal y era increíble que me fijara en tanto detalle, aún no entendía como podía tener cabeza para concentrarme en algo más aparte de no olvidar respirar. Pasé saliva instintivamente cuando finalmente llegó a mi lado, en realidad, nunca supe que debía hacerse en esta clase de ceremonias, no habíamos ensayado, ni siquiera había preguntado pero por alguna extraña razón lo sabía. Alce la mano como si conociera los pasos y tomé su mano entre las mías. Estaban frías y temblorosas. Entrelace mis dedos y envolví su pequeña y frágil mano con la mía, protegiéndola.
Nos quedamos mirándonos por un breve momento y cuando la voz del oficial se escucho nos giramos para encararlo. Había un silencio solemne solo interrumpido por sus palabras, y aunque no escuche mayor parte de su discurso capto toda mi atención y expectación cuando hizo la pregunta de rigor. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo al escucharla dar el sí de manera firme y decidida, mi corazón brinco en gusto y con esa misma excitación provocada por su aceptación di la mía.
Era irreal jamás me había planteado casarme con alguien, lo veía extrañamente lejano sin embargo en ese minuto todo me pareció tan correcto como si esto hubiera estado destinado a pasar.
Nos besamos frente a la multitud y se sintieron los grititos de rigor, oficialmente ella era mía para siempre.
Recordar ese día me hizo olvidar en parte mi angustia. El ambiente era frío, extrañamente más frío de lo normal. Suspiré apoyando mi espalda contra el respaldo de la silla, cerré mis ojos por un momento en un intento de acallar mis temores, debía ser fuerte por mí, por su familia, por la mía, por ella. Apoye mis codos sobre mis piernas y mis manos en mi mentón sosteniendo el peso de mi cabeza, mi vista se concentró en el piso de aquel pasillo de hospital. Era completamente blanco, frente a mí pasaban distraídos y apresurados los pies de medio centenar de personas, las voces se confundían entre enfermeras, médicos y familiares de pacientes que como yo que esperaban noticias.
Para cuando alce mi mirada tenía absolutamente memorizada la cantidad de azulejos que componían el piso de esa parte de la sala de espera. Los minutos se me hacían eternos y las horas parecían no pasar, incluso llegue a pensar que era un capricho del destino que sintiera que el tiempo no avanzaba, que se había congelado desde que ella había entrado a ese pabellón.
La voz de mi hermana me distrajo y me saco de mis cavilaciones, sentí como su cuerpo se sentó a mi lado y solo fui conciente de lo que la había motivado a acercarse cuando sentí el fuerte olor a café emanar del vaso que puso frente a mis narices.
— Ten —dijo extendiendo al vaso hacía mi cuerpo, lo tomé entre mis dedos — no sabía si querías algo más —se disculpo cuando me paso el delgado palito para revolverlo.
— No tengo hambre gracias —exclamé tomando un sorbo y lo hice para evitar que comenzara la reprimenda, en verdad no quería escuchar regaños de parte de nadie, solo había una cosa que deseaba con fervor y era escuchar del Dr. Volturis dos simples palabras: Esta a salvo; quería escuchar que ella estaba bien, que mi esposa estaba bien.
Jamás había visto esa mirada aterradora en ella, apenas se sintió la tradicional música sus ojos marrones se clavaron en los míos y esa sonrisa tan grande que había tenido gran parte de la ceremonia y durante los minutos que llevábamos en la fiesta cambió, sus labios se juntaron en una línea gruesa.
¿Bailar? ¿Frente a todos? —balbuceo mientras caminaba de mi mano hasta el centro de la pista dispuesta para ello — ¿Edward? —inquirió temerosa y me sonreí, la sujete por la cintura apegando su cuerpo al mío y tomé con la mano libre su mano entre las mías.
Tradición es tradición —murmuré acercando mi rostro al suyo para besarla en los labios — no te dejaré caer —le prometí besando sus labios mientras comenzaba a moverme al compás de la música, lentamente fuimos danzando, ensimismados en nuestro propio mundo, mis ojos estaban fijos en los de ella.
Te amo —murmuró Bella al tiempo que puso su cabeza contra mi cuello apegando incluso más su cuerpo al mío y dejándose guiar por quién ahora era su esposo.
— ¿Nada aún? —sentí preguntar a mi madre y salí de mi recuerdo perfecto.
Aún podía incluso sentir la tibieza del cuerpo de mi esposa entre mis brazos, aquella noche había sido la mejor noche de todas, una experiencia que había sobrecogido mi corazón por completo y lo había embargo, si eso era posible, de un amor incomprensible, indescifrable, indescriptible.
Negué con mi cabeza y ella se agacho separándose del cuerpo de mi padre, me beso en los cabellos y me acaricio como cuando era pequeño y me consolaba por haber tropezado y caído al suelo.
— Estará bien cariño, ya lo verás —balbuceo mientras deslizaba su tibia mano por mi mentón.
En ese minuto sentí mi nombre ser pronunciado de forma sobresaltada y repetitiva, un destello en mi rostro me comprobó que esta pesadilla incluso podía tornarse peor. No alcance a reaccionar cuando los pasos de los guardias se sintieron y el cuerpo de mi padre se interpuso frente a mí.
— ¡Déjenlo en paz!
Murmuró bastante irritado apartando al molesto periodista que había logrado infiltrarse al interior del hospital. Me levanté pero mi madre me retuvo de intervenir sujetándome por el brazo. Entre ella y mi hermana me giraron para darle la espalda a la pelea que se había formado entre los guardias y el insistente periodista.
— Sólo queremos una declaración —protestó — ¿Va a morir?
Preguntó insistente y me congelé ante sus palabras, deje de caminar y perdí el norte de mis pensamientos, de pronto todos mis procesos mentales se desordenaron y era incapaz de coordinar nada, mi corazón se apretó y deje de respirar, fue como un balde de agua fría escuchar esa posibilidad de los labios de alguien más. ¡No! ella no puede morir, yo no podría sobrevivir sin ella pensé desesperado.
— Edward hijo —exclamó mi madre mirándome en pánico pero yo fui incapaz de hablar, sentía como si todo pasara fuera de mí, como si yo no estuviera allí.
Estaba lloviendo sutilmente pero hacía calor, demasiada para ser de noche, nos bajamos del pequeño e indeble bote en que nos traían, ayude a mi esposa y sonaba raro llamarle así pero me gustaba, a bajar apoyada en mi mano dio el paso certero para subir por la escalerita que reposaba en el agua y que llevaba a la habitación de aquel peculiar pero romántico hotel.
Le dí la propina al señor que nos había llevado y abrí la puerta de la cabaña que sería nuestra habitación. Su expresión fue lo mejor, entró en un silencio sepulcral, sus ojos estaban abiertos desmesuradamente y contemplaba todo como una niña extasiada
¿Te gusta? —le pregunté en un susurró al oído abrazándola por detrás. Me traicionó el deseo pero verla vestida solo con esa solera delgada de verano me traía desesperado.
Me encanta, esto es un sueño —Exclamó con alegría — Gracias mi amor —agregó aún con la vista perdida en la habitación y había que, en realidad, agradecerle a Alice. Ella había sido mi informarte ¡Aquí, esté es el hotel del que solíamos hablar cuando éramos niñas! Gritó ese día Alice cuando le mostré todos los folletos de los hoteles "paradisíacos" que había encontrado en la agencia de viajes.
Por supuesto las fotos no le habían hecho justicia a ese lugar, era maravilloso, realmente de ensueños. Nuestra habitación estaba en la mitad del océano, rodeado de agua verde esmeralda, tan trasparente que la arena blanca de fondo se dejaba ver, el único acceso era a través de pequeñas canoas desde el complejo principal del hotel que estaba en la orilla. Eso había sido fundamental para finalmente tomar la decisión de traerla aquí. En realidad no quería molestos periodistas y que fuera un poco inaccesible era maravilloso, además lo último que quería era interrupciones en nuestra luna de miel.
Sentí que cerraron la puerta y miré de reojo, estábamos oficialmente solos, se separó de mí y camino hasta la cama, deslizo sus dedos por la colcha blanca y esponjosa, me reí ante su curiosidad. La cama estaba sutilmente abierta y había una rosa con un pequeño paquete junto a ella. Ella tomó entre sus dedos la flor y la tarjeta, me acerque.
Qué disfruten su estadía —era lo que estaba escrito con letras doradas en el papel mantequilla que permanecía entre sus dedos. Sus dedos comenzaron a temblar al sentirme cerca y aunque no era la primera vez que íbamos a estar juntos de esa manera. Era diferente ahora, hoy yo era su esposo y ella era mi mujer, ante la ley y ante Dios.
Rocé mi nariz por la parte de atrás de su cuello, y le di un pequeño beso en la parte baja de su nuca entre sus hombros, inspiré profundo y el aroma de su perfume me intoxico por completo dándole rienda suelta a mi deseo. La bese una vez más en la base del cuello y la giré mientras quitaba de sus manos la tarjeta con flor incluida, automáticamente al verse libre de ellas, cruzó sus manos en mi cuello, y la levanté del suelo, sus piernas se cruzaron en mi cintura aferrandose con fuerza.
Eres mía para siempre —murmuré contra sus labios mientras rompía el beso y ella sonrió, deslizo sus dedos quitando unos mechones de pelo de mi rostro. Me estremecí ante su contacto.
Y tu eres mío, solo mío —contestó volviendo a besarme, sentí la humedad de su lengua rozar la mía y me entregue por completo. La temperatura de su piel se acrecentó mientras nos besábamos lentamente, saboreando y disfrutando del momento, sus labios finos se acoplaban a los míos de una manera maravillosa.
Camine un paso y subí a la cama con ella aferrada a la cintura fieramente, deposite su cuerpo en la mitad de está y me separé lo suficiente para tomar entre mis manos los tirantes de su vestido. Los deslice hasta bajarlos y dejar su piel expuesta.
Te amo no sabes cuanto —murmuré contra el arco de su cuello, baje recorriendo su piel con pequeños besos hasta el borde de su escote. Sentí el gemido entrecortado y me sonreí. Metí una mano bajo su espalda y levanté su peso para hacer que se sentará sobre mí, tenía sus piernas puestas una a cada lado y su mirada era embriagadora. Sus ojos estaban entreabiertos, su pecho se movía lentamente mientras se mordía sus labios, comenzó a desabotonar mi camisa mientras yo acariciaba sus muslos, deslice mi palma contra su piel hasta llegar al hueso de la pelvis y ella se levantó arqueando su espalda. Levantó su cabeza mirando hacia el techo, su respiración se hizo errática al sentir como metía mis dedos bajo su ropa interior. Su corazón comenzó a latir desbocado cuando tomé entre mis manos el borde del vestido y lo saque completamente, sus manos estaban estiradas en el aire, nuestras palmas se encontraron mientras me apoderaba de sus labios exquisitos que estaban de un rojo furioso y sabia perfectamente que toda su sangre estaba circulando desesperadamente por sus venas en ese minuto.
— ¡Edward! —gritó histérica mi madre y me zamarreó, las lágrimas comenzaron a brotar sin control y aún sentía mi pecho encogido, de pronto la realidad fue abrumadora, demasiado. ¿Por qué tenía que pasarme a mí? ¿Por qué ella? ¿Por qué tenía que estar enferma? ¿Por qué? me pregunté.
No había llorado frente a mi familia, particularmente frente a mi madre, desde que tenía once años. Ese había sido mi última vez de vulnerabilidad — los hombres no lloran —era lo que había escuchado incesantemente y eventualmente había fingido llorar millones de veces pero mi llanto ahora era real, estaba llorando como un niño abrazado a mi madre incapaz de soltarme, me sentía protegido por sus brazos y no quería dejarla. Lloraba descontrolado en la mitad de un pasillo de hospital, cuando yo debía ser el fuerte y no el compungido.
— Ella va a estar bien —murmuró contra mi oído mi hermana Rosalie quién me abrazó por la espalda — Estará bien —repitió casi con la voz quebrada apoyando su rostro en mi hombro ¿Realmente iba a estar bien? pensé al recordarla.
Te amo —gritó descontrolada mientras clavaba su vista en mí, su pecho subía y bajaba tan rápido que no lograba enfocarlo bien. Sentí un sutil movimiento de sus caderas iba a levantarse, iba a separarse de mí pero la retuve aprisionándola. Aún no quería dejar de sentir su cuerpo fundido al mío. Aún quería tener la tibieza de su cuerpo contra el mío. Me beso la punta de la nariz mientras regularizaba su pulso. Cerré mis ojos y mi mejilla estaba pegada a su pecho, sentía el latir de su corazón que se iba calmando con el paso de los minutos.
Me quede fijo mirándola desayunar, comía con tanta ansia que incluso me sentía satisfecho con los escasos sorbos de café que había tomado de la taza frente a mí. Me sonreí al pensar en sus gritos mientras hacíamos el amor, estaba absorto mirando su expresión cuando de pronto una gota de sangre corrió por su nariz, abrí mis ojos en pánico — No, otra vez no —me dije contemplando como se llevó sus dedos hacía la nariz y como con el dorso de la palma eliminaba la evidencia de que no todo iba a estar bien.
Faltaban dos días para que nuestra luna de miel se terminará. Se levantó de la mesa y caminó hasta el baño la seguí, sin decir nada, mi corazón latía furioso esperando que se desmayará en cualquier momento.
Estoy bien —me aseguró sonriendo mientras con una toalla secaba su rostro y traté de relajarme, no había sentido en comenzar una discusión, quise pedirle, rogarle porque aceptará hacerse las terapias pero me contuve.
¿Segura? —fue todo lo que le pregunté mordiéndome la lengua por no presionarla.
Sí ven vamos quiero conocer a los delfines —exclamó risueña mientras tomaba de mi mano y me arrastraba fuera de la habitación.
Era cuarta vez que se metía al baño y hacer como si no supiera que estaba ocurriendo me traía desesperado. Miré el reloj y eran exactamente las once de la noche, aguardé unos minutos y me embargó el miedo de que finalmente se hubiera desmayado pero cuando sentí la cadena del baño y luego el agua de la ducha me relajé. Recogí del suelo el pantalón de mi pijama y tomé entre mis manos el celular que estaba en la mesa de noche, salí hacía la terraza de la habitación y busque entre los contactos el número de su hermana.
Bueno
Esta sucediendo otra vez—fue lo que anuncié atropelladamente y suspiré tratando de controlarme.
Pero ella esta bien o…
Esta en el baño tratando de ocultar lo evidente desde ayer, fingir que no se lo que ocurre es cínico —reclamé y Jessica se había transformado en algo así como un chivo expiatorio de mis culpas, de mi falta de indecisión.
Sabías que sería así, ese es el resultado de permitir que ella no se haga la terapia, podríamos remediarlo sabes, he investigado —me dijo y me quede expectante ¿Había una alternativa para sanarla? me pregunté y me aleje del ventanal, miré al interior de la habitación y la luz por debajo de la puerta del baño me indicó que ella aún estaba duchándose.
¿De que estas hablando?
Tu podrías obligarla, en realidad esta posibilidad siempre ha estado, mi madre nunca quiso hacerlo por miedo a que Bella huyera de nosotras y finalmente no consiguiéramos nuestro propósito pero no creo que huya de ti
No creo que sea buena alternativa obligarla —refuté no tan convencido que de que lo que estaba diciendo era verdad, más bien era cuestión de honor, había prometido dejarla tomar sus propias decisiones a cambio que ella se había casado conmigo
Esta muriendo ¿Te quieres quedar viudo sin siquiera haber cumplido un año de matrimonio? —me preguntó sarcástica y reprimí la respuesta, a veces mi cuñada podía ser bastante hiriente si se lo proponía.
Pensé que la terapia era para aliviar el dolor no para sanarla —reclamé en un siseo
Tal vez –comenzó a decir y mi corazón brinco de esperanza, pude ver una luz en esas dos silabas pronunciadas.
¿Talvez qué? —pregunté entusiasmado y de pronto la idea no parecía tan mala, un minuto de odio por años de felicidad podría ser un precio justo.
¿Volverán pasado mañana? —me preguntó cambiando el tema
Sí tomaremos el vuelo mañana por la tarde —alcancé a decirle cuando sentí el movimiento de las cortinas y colgué.
¿Qué haces aquí afuera? —preguntó intrigada mi esposa acercándose a mí — ¿A quién llamabas? —agregó y me quede en blanco
Entré al baño y me mojé la cara, miré el reloj en mi muñeca y habían pasado dos horas y media de operación — ¿Cuándo se acabaría? —me pregunté mirando fijo al espejo. En eso se abrió la puerta y miré hacía allí.
— Salió de pabellón
Exclamó mi padre y corrí con la toalla de papel entre mis manos hacía afuera. Camine por los pasillos flanqueado por mi padre y por Jessica. Llegué a la sala de espera y allí estaba el Dr. Volturis conversando con la madre de Bella, lo miré.
— ¿Puedo verla? —pregunté y medio sonrió serio.
— Estará en cuidados intensivos las primeras doce horas luego, según como reaccione, la pasaremos a un cuarto.
— ¿Pero ella está bien, verdad? —interrogué ansioso de que su respuesta fuera un sí, para que toda esta pesadilla se terminará de una vez.
— Aún no podemos decir nada, por ahora, esta viva. Sedada eso sí —me aclaró.
Lo seguí en silencio y tenía claro que él no estaba muy de acuerdo con mi pequeño arrebató de tomar la decisión a pesar que su madre se había opuesto fieramente, mi primera discusión con mi suegra no había sido de las mejores para mi suerte tenía una aliada en la familia. El pasillo me pareció eterno, demasiado eterno para recordar.
Hacía un mes que habíamos llegado a esa casa, era nuestra casa. La había comprado principalmente porque ella había hablado de que le gustaría vivir en una casa que tuviera piscina y esta tenía una enorme. Cumpliríamos tres meses de casados el próximo viernes y era extraña la sensación de "hombre casado" pero estaba feliz.
Lo único que opacaba mi felicidad era su enfermedad y a esta altura me había convertido en un experto detective privado, había perfeccionado mis técnicas para descubrir que tanta mentira me decía que tanta verdad me ocultaba. Por suerte y para mi tranquilidad había pasado casi un mes sin que tuviera sangrados, esa nube negra acechante se estaba disipando de apoco y lo agradecía. Claro que siempre estaba el plan de contingencia aunque tenía mis aprehensiones al respecto.
— No puedo obligarla a un tratamiento experimental –reclamé por teléfono y Jessica era un hueso difícil de roer.
— Es una alternativa que puedes considerar –recalcó ella y suspiré.
— Si llega el momento lo consideraré pero creo que las cosas están mejorando, cumplió un mes sin una gota de sangre, creo que esta mejor –le explique y guardo silencio.
— ¡Eso es genial! –exclamó en un tono fingido de alegría, ahora fui yo el que guardo silencio.
— Solo considéralo sí –aconsejó y estaba claro que era una opción, el problema era que mi lado noble estaba comandando mis decisiones no mi lado egoísta.
Me sonreí al verla entrar llena de bolsas, guarde mi celular y camine para ayudarla.
— ¡Mi amor! – exclamó abrazándome efusiva al percatarse de mi presencia - ¡Llegaste! ¿¡Pero pensé que volverías el fin de semana? –cuestionó separando su cuerpo del mío, la besé para acallarla.
Me correspondió el beso, sentí sus manos en mi barbilla, acaricio mi rostro mientras seguíamos besándonos, bajo su mano hasta mi cuello lo que provoco una reacción casi involuntaria pero quería con todas las fuerzas. Se rió entre dientes al sentir mi cuerpo reaccionar por su proximidad.
— Terminé de gravar ayer y tomé el primer vuelo de regreso –expliqué –te extrañaba –confesé capturando su labio inferior entre los míos, volvimos a besarnos, deslizo sus manos por mi espalda a cambio subí lentamente su vestido dejando expuesta sus piernas, las toque lentamente mientras seguía concentrado en el beso, sentí un fuego recorrer mi garganta hasta inundar mis mejillas sin control.
— Tengo que preparar comida, no hay nada, porque no sabía que volverías hoy –exclamó entre cortado dándome besos
— Podemos ordenar comida para que vengan a dejar –exclamé tirando de su ropa interior.
Contrario a lo que podía pensar alguien no me saciaba de hacerla mía, literalmente podía pasar todo el día amándola y no me cansaría. Jamás me cansaría de tenerla entre mis brazos, de sentirla estremecerse contra mi pecho desnudo, sus gemidos eran adictivos, como también lo era su piel.
— ¿Crees que podremos pasar la navidad juntos? –me preguntó jugando con su dedo en mi pecho.
— Claro ¿Por qué no? –le contesté - ¿O piensas pasarlo con alguien más? –agregue fingiendo enojo.
— Tonto –exclamó apoyando su mejilla contra mi pecho.
— Pensé que querrías pasarla con tus padres -dijo suavemente – Es nuestra primera Navidad juntos y como matrimonio –agregó pero aún no le veía el punto a su preocupación
— ¿Quieres pasarla con tu madre y tu hermana? –le pregunté y aunque lo aceptaría si ese era su deseo igual se me apretó el pecho al pensar que no lo pasaría junto a ella
— Quiero pasarla contigo –exclamó y sus ojos brillaron con deseo, me reí y le bese la frente.
— Estaré aquí si esa era la pregunta, no creo que me llamen hasta después de Navidad, de todas formas si lo hacen diré que no –le aseguré guiñándole el ojo.
Se quedo dormida en mis brazos, al principio me quede mirando el techo acariciando su espalda, su respiración era acompasada, por lo cual no sospeche en un comienzo. Su rostro estaba apoyado en mi pecho y no había ningún cambio de temperatura, al menos que yo hubiera percibido. No fue hasta que deslice mi mano por su rostro que me percaté al ver la sangre en las yemas de mis dedos.
— ¡Bella, Mi amor! –grité alzando su cuerpo y estaba completamente lacio, de su nariz frotaba sangre y entré en pánico. La recosté contra la cama y tomé el teléfono de la mesa de noche.
La ambulancia no se demoró pero ella recobró la conciencia cuando el paramédico la estaba atendiendo
— Estoy bien –aseguró entrecortado cuando estaban tomando sus signos vitales
— Aún así es mejor que te vea el Dr. Volturis –exclamé y porque debía ser tan terca. Me miraba asustada, a los pies de la cama estaba su madre que miraba al paramédico y a Alicia que me fulminaba con la mirada por no ser enérgico.
— Ya me siento mejor y no estoy sangrando –refutó en un susurró. Y era cierto pero aún así quería que la viera alguien. Estaba pálida, apenas respiraba y aunque trataba de hacerse la sana su expresión no era la mejor.
— Solo será para que te revisen, luego volveremos ¿Por favor? –le pedí.
— Necesito ir al baño –exclamó evadiendo mi pregunta. Miré al paramédico y este accedió, me acerque para ayudarla a levantarse. Entre él y yo la llevamos al baño y el hecho que no pudiera sostenerse en pie me daba la razón a que debíamos llevarla al maldito hospital.
— ¡Imponéte con un demonio! –me dijo mi yo interior.
— ¿Mi amor por favor? –le pedí antes que entrará al baño y ella me miró
— No quiero ir, no quiero pasar navidad en el hospital –me dijo y suspiré. Jessica se acercó y tomó entre sus brazos a su hermana, juntas entraron al baño.
Miré al paramédico y finalmente decliné de trasladarla al hospital, estaba firmando los papeles cuando se sintió un ruido seco y la puerta se abrió.
— ¡Hay que llevarla! –gritó Jessica y tanto paramédico como yo nos agolpamos por entrar al baño, estaba apoyada en el suelo, de rodillas, seguía sangrando y casi estaba perdiendo la conciencia.
— Ella no quiere ir –exclamó su madre fieramente pero la ignoré – por qué hacerle sufrir más de lo que ya sufre –agregó sujetando de mi brazo - no podemos evitar lo que sucederá –alegó al ver como subían a Bella a la camilla.
— No puedo verla morir –contesté nervioso y era cierto.
— Esa justificación es ¡Egoísta! –Reflexionó su madre — ¿Crees que para mí es fácil ver morir a mi propia sangre? — cuestionó
— Edward— Interrumpió en un balbuceo mi adorada Bella enfocando su vista en mí — Por favor… mi amor, no quiero ir, no pueden… — suplicó entrecortado y apenas podía mantenerse despierta, sus ojos se cerraban lentamente, su respiración estaba entrecortada, su voz se extinguió.
— Lo siento pero es mi decisión ahora — le expliqué y no supe si alcanzo a escucharme, justo allí sentí a su madre intervenir.
— Ella no quiere ir, eso debe contar, usted la escucho — cuestionó al paramédico y este me miró
— Yo soy su esposo, ella no está capacitada para tomar una decisión — refuté y eso era evidente apenas podía estar consciente.
— Pues yo soy su madre y digo que no, ¡bájela! — desafió está desesperada.
— Irá, punto final de la historia — agregue enérgico, puso en movimiento la camilla pero su madre no iba a desistir tan rápido.
— Pensé que se lo habías prometido –cuestionó molesta por mi actitud y era cierto, con esto estaba contradiciendo todo lo que había prometido pero ahora, al verla así, mi lado egoísta estaba en piloto automático yo no lo controlaba.
— Madre por favor si –intervino Jessica que me miró sujeto a su madre quitando sus manos de la camilla – Esta es la oportunidad si vas a hacerlo debe ser ahora –instó y tenía razón si quería obligarla a someterse a una terapia este era el minuto para tomar la ventaja.
— No la veré morir no si puedo evitarlo — me justifique mirando a su madre y miré al paramédico que esperaba mi decisión.
— ¿Qué hospital? –preguntó esté cuando la subieron finalmente a la ambulancia.
— Ella confió en ti — fue lo último que sentí decirle a la madre de Bella mientras entraba a la ambulancia
— Centro Oncológico Pierce –instruí al tiempo que cerraban la puerta.
La puerta se abrió y le vi, conectada a mil tubos, su piel era blanca casi traslucida de lo pálida que estaba. Su pelo negro estaba disperso en la almohada, me acerque lentamente.
— Le quitaremos el respirador artificial apenas despierte mientras tanto no podrá hablar –me indicó el médico con cierto desazón en la voz – Si despierta avisa a la enfermera ella me llamará –agregó dándome una palmada en el hombro y luego salio de la habitación.
Tenía sus manos entrelazadas en su pecho, en su dedo índice estaba el detector de latidos, en su mano izquierda estaba el catéter del suero conectado. Se veía tan frágil su piel que me dio nervio tocarla, no obstante me arme de valor y tomé entre mis manos su mano, la apreté levemente.
— Tienes que luchar por ti, por mí – murmure besando su mano — por favor mi amor no me dejes — agregué.
No sé cuánto tiempo paso pero sentí unos tibios y finos dedos deslizarse por mi oreja acariciándola, luego por mi cuello y de allí volvían a subir para perderse entre ellos, ese movimiento sutil me hizo despertar al fin, alce y enfoque mi vista, sus ojos chocolates me observaban.
— ¿Cómo te sientes? –Fue mi primera pregunta al notar que ya no tenía el tubo en su boca y que extrañamente estaba inclinada en la cama en una posición de semisentada – no debiste dormite–me regañe mentalmente.
— Bien –exclamó a duras penas, parecía cansada. Apoyo su cabeza contra la cama, y fijo su vista en el vacío.
— ¿Estás molesta? — le pregunté en un hilo de voz y todo el remordimiento se me vino a la mente.
Giró su rostro hacía mí. Su mirada era indescifrable, no podía saber que representaban sus gestos, si olían a resignación o a esperanza.
— ¿Puedo pedirte un favor? — me preguntó y sus labios se curvaron en una sonrisa, desganada pero sonrisa al fin, esa alegría extrañamente inundo sus ojos y regocijo a mi corazón.
— Lo que quieras — respondí y sus ojos brillaron. Era de noche casi cerca de las doce de la noche para ser exacto.
— Sácame de aquí — me pidió y mis ojos se cristalizaron, mi corazón se apretó y eso era lo único que no podía hacer. Busque en mi mente las millones de razones que tenía para no hacerlo, y las tantas para complacerla pero mi razón me grito, no podía cumplir ese deseo cualquier otro menos ese.
— No puedo — respondí — yo… lo siento — fue todo lo que dije a duras penas y ella miró hacía la ventana, pude ver como dos lágrimas rodaban por sus mejillas, quitó su mano de entre las mías y se la llevó al rostro secándolas.
— Mi amor — la llamé pero ella esquivo mi contado — Bella… yo… — trate de explicarle pero ella siguió mirando hacía el vacío
— Déjame sola — exclamó y se me congelo el corazón — Vete Edward — me dijo encarando mi mirada — por favor — pidió en un susurró y a pesar de que quería permanecer junto a ella, me fui y la deje sola como quería.
— ¿Te gustan? — le pregunté y la expresión de Bella era cautelosa, sostenía una de las argollas entre sus dedos y la miraba acuciosamente. Extrañamente sentía que no le iban a gustar pero eran simple, sin nada estrambótico, como ella había pedido, simplemente eran de oro con una inscripción en el interior.
— Son perfectas, gracias — exclamó al cabo de unos minutos de exhaustiva inspección. Me reí. Era extraño mirar su mano y ver el anillo de compromiso puesto en su dedo, más extraño era sostener esa pequeña caja con las dos argollas que nos entregaríamos en cuestión de horas, mucho más extraño era la expresión "marido de…; señora de…" y aún creía que era surrealista todo lo que había pasado.
Deje la pequeña caja en la mesa de noche y camine hasta el espejo puesto a un costado del closet. Me contemple por última vez y dentro de poco ya no sería solo yo, sino que sería el esposo de alguien, el esposo de ella y ella sería mi mujer. De pronto ya no sería el soltero más cotizado del mundo pero no me importaba, estaría por siempre con la mujer que amaba, mi corazón estaba lleno de un amor desbordante, demasiado para que solo fueran meses de conocerla. Estaba distraído recordando nuestra peculiar primera cita cuando sentí golpear la puerta.
— Pase — balbucee mientras deslizaba mis dedos por el pelo y como lo odiaba jamás quedaba bien.
— Ya es hora, el novio no puede llegar tarde — me informó mi madre y me giré se veía preciosa en ese vestido de fiesta y creo que tenía un tejo de esperanza que yo fuera él último en hacerla suegra contradictoriamente, aún siendo el menor, era el primero en casarme. Me sonrió y me arreglo la corbata sin mirarme a los ojos.
Hizo una mueca con su boca y supe que quería decirme algo pero noté como guardo silencio apropósito, a cambio me abrazo fuertemente y me apretó contra su pecho de una manera especial, jamás lo había hecho así antes.
— Mamá cualquiera creería que me voy a ir para nunca más regresar — exclamé entre risas separándome de su abrazo materno. Ella me sonrió pero había un brillo especial en sus ojos. Deslizo sus manos finas y dulces por mi rostro, sus labios estaban curvados en una sonrisa dulce.
— Sí la amas debes respetarla sin importar que tan doloroso puedan ser para ti sus decisiones — aconsejó y fue mi risa la que se apago.
— ¿A qué va todo esto? — le pregunté serio e incomodo separándome de ella.
— En eso consiste amar, no puedes controlar todo — exclamó mirándome, yo estaba de espaldas a ella.
— No quiero controlarla — me defendí — yo la amo — y ese era el motivo de porque estaba casándome con ella, quería compartir mi vida con ella, quería que ella fuera mía por siempre, todos los días, todas las noches, toda mi vida.
— Nadie esta dudándolo, simplemente — agrego pero en eso entró mi hermana
— Faltan diez minutos para las siete si no nos vamos ahora, llegaremos tarde los invitados ya deben ir en camino — informó interrumpiéndonos.
— ¿Por qué no soy suficiente motivo para que quiera vivir? — le pregunté a Alice y ella me miró sorprendida, sus ojos se desviaron de los míos y de pronto el suelo fue más interesante, dejo de tomar jugo de la bombilla, hubo un silencio incomodo.
— Es complicado — me contestó finalmente, un resentimiento embargo mi corazón y no entendía porque Bella, la mujer que se supone me amaba estaba siento tan egoísta al querer morir y no querer salvarse.
— ¿Tan complicado es querer vivir? —le rebatí y desde que la había conocido, más bien, desde que había sabido de su enfermedad y su pensamiento que no entendía como una persona joven quiere morir tan rápido y ojala viendo sufrir a todos sus seres queridos, extraña manera de llamar la atención pensé cerrando mis ojos, junte mis manos frente a mi rostro y descansé esté en ella, estaba cansado, estaba agotado, agotado de luchar por alguien que no quería pelear.
— Ella te ama –aseguró al cabo de unos minutos con convicción que yo ya no tenía, levanté mi vista para encararla — te ama como nunca pensé que podría hacerlo — agregó tratando de convencerme.
— Extraña manera de amar –contesté – Me destruirá sabes, si ella muere me destruirá –le confesé.
Alice iba a exclamar algo cuando el sonido de una voz por el altoparlante nos interrumpió.
Código azul habitación 413 – Doctor Volturis favor dirigirse a la Habitación 413.
Escuche el nombre del médico y nos paramos en conjunto. Al principió caminamos para salir de la cafetería pero luego corrí sin detenerme hasta el ascensor, mi corazón latía doloroso en mi pecho, cuando llegue a esté sentí una puntada recorrer mi cuerpo, miré el indicador de los pisos del ascensor y esté estaba detenido en el piso once. Miré de reojo como pasaban unos enfermeros y médicos corriendo y me desesperé, se me contrajo el corazón de la angustia. Abrí la puerta de servicio que estaba a un lado y subí corriendo desesperado por las escaleras para llegar al cuarto piso. Alice me siguió.
Por favor, por favor, por favor
Me repetí internamente caminando temeroso por el pasillo que llevaba hasta su cuarto, al ver salir y entrar gente de su habitación quise correr pero luego me arrepentí y me detuve en la mitad. Alice tropezó conmigo. Ambos estábamos a unos cuantos pasos de su habitación sin poder caminar hasta allá. De pronto salió mi madre de la habitación y me miró. Se acerco, su expresión era de cautela, justo unos segundos después salió la madre de Bella, mi suegra, llorando con Jessica que la sujetaba.
— ¿Edward? — me llamó mi madre y su cara estaba conteniendo el llanto, su mentón tiritaba sutilmente
— ¡No! — exclamé retrocediendo un paso cuando mi madre estiro sus brazos hacía mí
— Edward — llamó ella — por favor — susurró acercándose a mí
— ¡No! — agregué sacudiendo mi cabeza, sentía que iba a caerme, que mis piernas no iban a sostenerme.
— Tienes que saberlo —trató de convencerme
— ¡No quiero! — dije más enérgico — ¡No quiero escucharlo! — exclamé y mis ojos se llenaron de lágrimas, ella trató de abrazarme — ¡No! — Le pedí pero ella me tomo de los brazos acercando mi cuerpo al suyo, me aferro contra sus brazos con una fuerza impresionante, los tomé para separarme de ella pero se aferro más a mí.
— Hijo — musito contra mi cuello serena pero triste, demasiado para que todo andará bien.
— ¡No quiero escucharlo, no! — interrumpí tomando sus muñecas.
Mañana nos casaríamos, estábamos acostados en su cama, ella jugaba con sus dedos sobre mipecho mientras yo acariciaba su mano impidiendo su propósito. Había un silencio profundo, tan profundo como la oscuridad que reinaba en la habitación, sería nuestra última noche de solteros. De pronto su voz se escucho, alzo su cabeza y me quedo mirando y habló:
— Si pudiera congelar el tiempo lo haría justo aquí junto a ti;
Congelaría cada caricia;
Cada gesto de tu rostro;
Cada beso;
Cada expresión que das cuando me amas;
Congelaría cada uno de tus gemidos;
Congelaría cada latir de tu corazón;
Congelaría cada roce de tu cuerpo contra el mío;
Congelaría mi corazón lleno de este sentimiento indescriptible;
Congelaría mi amor por ti.
Un alma gemela ¿Eres tú la mía?;
Si la respuesta a esa pregunta descansa en que mi corazón deja de latir cada vez que estas cerca,
En que cada vez que siento tu aroma, que siento el roce de su piel ardiente contra la mía todos mis procesos mentales se desordenan,
En que olvido respirar solo porque tú ya lo haces
En que olvido quien soy o que quiero porque se lo que tú eres o lo que tú quieres
Entonces sí
Por primera vez puedo mirar a los ojos a otra persona diferente a mí y perderme en ellos;
Por primera vez puedo mirar el alma de alguien a través de ellos;
Por primera vez puedo sentirme amada;
Por primera vez no tengo miedo a morir, porque ya no me queda nada más que ver o sentir
Porque lo he sentido todo contigo y sé que donde quiera que vaya lo seguiré sintiendo
Así como tú me seguirás sintiendo a mí —exclamó
— ¡Hijo! — susurró contra mi oído trayéndome de regreso a la realidad. Pestañeé y las lágrimas contenidas escurrieron por mi rostro.
— Calla mamá por favor — le supliqué
— Bella está viva —exclamó finalmente y me quede perplejo, mis manos se soltaron de sus muñecas y desistí de separarla.
Miré hacía la habitación. Ella estaba viva ¿Entonces por qué estás llorando? ¿Por qué estas triste? le pregunté mentalmente aún con la vista perdida en aquella habitación ¿Por qué lloran si ella está viva? me pregunté encarando la mirada con Jessica
— Ambos están vivos — agregó al cabo de unos minutos. Me separé de su abrazo y la miré desconcertado ¿Ambos? Cuestioné sin decirle nada — lo siento — se disculpó con pena y una tristeza que no le conocía
¿Qué es lo que sientes mamá? Le pregunté nuevamente con la mirada, sus ojos se concentraron en los míos. Caminé hacía la habitación apoyándome en la pared, de pronto no me sentía tan seguro de querer entrar en aquella habitación, menos al recordar aquel día en particular.
— Mi amor no te oyes bien ¿Sucede algo? — le había preguntado por teléfono aquella vez, ese día cumplíamos un mes de casados. Se me apretó el corazón dejarla pero había firmado para hacer esta película antes de conocerla, además sin ella no nos hubiéramos conocido.
— Tengo indigestión eso es todo –contestó y sentí como respiraba entre cortado, no alcance a decir nada cuando escuetamente me hablo – lo siento, tengo que ir al ba… te llamo luego –dijo a duras penas y colgó. Tomé aire y miré de reojo al director que me miró un poco exasperado por mi tardanza, marque otra vez pero no contesto nadie. ¡Maldición! magullé frustrado mientras caminaba para terminar de hacer la escena que faltaba.
— Vamos mi amor contesta, contesta –me dije y según mis cálculos no era tan tarde como para que no contestará. Estaba a punto de perder la paciencia y tomar el primer avión que saliera destino a casa cuando finalmente contesto
— ¿Bueno? — su voz sonaba adormilada
— Cariño soy yo… ¿Qué paso en la tarde, estas bien?
— ¿Edward?- exclamó aturdida – estoy bien, solo que me recosté un rato ¿Qué hora es?—preguntó y era una experta en cambiarme el tema de conversación cuando no la beneficiaba.
— Las diez de la noche –le contesté - ¿Segura que estas bien?— insistí
— Solo vomité Edward, no fue nada grave, ayer comí sushi con Alice debió caerme mal eso es todo — me contestó un poco molesta por mi insinuación.
Llegue hasta la puerta de su habitación y dude en entrar por unos largos minutos, luche fieramente por no hacerlo pero finalmente lo hice. Estaba tendida en la cama, conectada a millones de tubos, eso no era inusual, las mismas maquinas de siempre.
¿Qué es lo que anda mal? pensé y parecía que dormía. No me había percatado de la presencia del Dr. Volturis sino hasta que él me toco el hombro. Lo miré asustado.
— No nos dimos cuenta porque llego de emergencia y el trasplante se hizo de inmediato aún así es procedimiento del hospital hacer el test y el resultado me llegó hace un par de minutos, justo cuando iba a informárselos ella presentó la crisis… — y su voz se acalló
— ¿Qué trata de decirme? — le pregunté con la vista perdida en mi esposa, se veía tan hermosa, tan tranquila, tan serena que me impactó su expresión.
— Ella está embarazada — confirmó lo que yo ya sospechaba, trague saliva y encaré su mirada, porque sabía, mi corazón me decía que no había terminado allí. Esté latía furioso contra mi pecho.
— ¿Cuándo despertará? — le pregunté en un susurró
— Nunca — contestó y se me escapó el aire de los pulmones.
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