lunes, 6 de febrero de 2012

BFL: Good Bye my Lover

Post Epílogo

Good Bye my Lover

— ¿ Bella?

Balbucee y no podía creer que ella estuviera aparada allí, frente a mí. Era como un sueño, un sueño irreal. Se veía preciosa, su vientre abultado, sus mejillas rosas, sus ojos con el brillo propio de una mujer embarazada.

Me levanté de la cama y camine sin dudarlo hasta donde se encontraba. Era de noche, una fría noche de invierno. Cuando llegue frente a ella no me contuve y la estreche entre mis brazos, sentí el bulto entre nuestros cuerpos. Su piel tibia me acariciaba.

— Edward

Musitó en un susurró apenas audible y mi corazón dio un vuelco de alegría. Por primera vez desde aquel día en el hospital cuando había decidido no desconectarla me sentía feliz.

Cuando dije que su muerte me destruiría así fue, a pesar de saber que su cuerpo inerte seguía con vida y que "daba" vida a otro ser. Aún así yo sentía que moría a cada instante, con cada respiro. Era una eterna agonía verla "dormir"

Su cuerpo quiso separarse del mío pero lo impedí. La abracé con más fuerza, cruce mis brazos fieramente como dos garfios reteniendo a su presa.

Lentamente y sin que quisiera las lágrimas que había contenido comenzaron a fluir. Una a una, lentamente nublaron mi visión y cayeron por mis mejillas. Podía sentir la humedad en todo mi rostro pero no me importo.

No pretendía que me viera entero, porque no era así. Hoy era un hombre sin vida, hasta hacía exactamente dos minutos yo era el esposo de un cuerpo que yacía inerte, solo mantenida por una maquina cuyo único propósito era traer a una nueva vida a este mundo.

¿Cómo esperaba que no me destruyera al verla parada, viva y bien?

— Mi amor

Insistió y su cuerpo ahora parecía más fuerte. Tuve que luchar para mantenerme en aquella posición.

— No… quiero… no quiero separarme de ti

Exclamé cerca de la base de su cuello. La besé con la intensión de intoxicarme de aquel perfume de su piel. Una que extrañaba con demasía. En ese minuto sentí un pequeño golpe en la parte baja de mi vientre, a la altura del vientre de ella, justo donde el pequeño bulto nos separaba. Accedí, lentamente deje mi eterno abrazo pero sin soltarla por completo. Aún permanecía atado a su cuerpo sujetando sus manos. Su rostro era sereno, tranquilo y hasta ilusionado.

— Pensé que nunca más despertarías. Pensé… yo pensé…

— ¿Qué moriría? —preguntó completando la frase. Asentí.

— Te dije que viviría para siempre y por siempre junto a ti —fue su respuesta.

Sus ojos chocolates se llenaron de pronto de un amor demasiado profundo. Una mirada que jamás me había dado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entonces. Tomó una de mis manos y la posó en su vientre.

— Ahora y por siempre —exclamó y sentí lo que jamás pensé sentir.

Una patada, fue como si debajo de su piel algo duro pero a la vez suave se levantará. Incluso —sabiendo que no podía ser —me imaginé la mano de mi hijo tratando de tocar la mía. Enmudecí.

— Esto no es real ¿Verdad? —le pregunté pero sus labios seguían dibujando esa sonrisa tan maravillosa. No contestó.

— Estoy soñándolo… ¿Tu en verdad no estas aquí? —le pregunté mirando el resto de mi habitación —nuestra pero que desde hacía un tiempo solo tenía un morador —en ese minuto sentí como, su otra mano, me sujetaba la barbilla haciendo que mi rostro se volviera hacía ella.

— Te amo no lo olvides nunca —balbuceó y sus labios tibios y húmedos se posaron en los míos. No pude evitar corresponder a ese beso tan necesitado. Hoy se cumplirían casi ocho meses desde que había probado por última vez la calidez de su boca.

Perdí la noción del tiempo y del espacio al sentir el sabor de su saliva tibia. Su lengua delicada y sedosa se trenzo con la mía en ese ritual que tan desesperadamente necesitaba. La amaba incluso más que antes, era una sensación extraña y este tiempo sin ella, sin su sonrisa, sin su compañía, sin su piel estaba consumiéndome por dentro.

Era un cuerpo sin vida, como el de ella. Yo vivía porque tenía que vivir, porque era demasiado cobarde para hacer algo distinto a seguir en silencio esta agonía. Cada día volvía a aquel cuarto y pasaba horas contemplándola. Contemplando como el milagro de la vida se habría paso a través de otro que la perdía.

Seguí consumiendo mi egoísmo por tenerla. La besé desesperado como si esa vez fuera la ultima. Tan inmerso estaba en aquel beso y en aquel momento que el dolor fue como secundario. Era como un malestar, algo que estaba lejos pero allí.

Persistente, demasiado persistente como para obviarlo pero yo quería quedarme en aquella sensación que extrañaba. Que creí perdida pero que hoy recuperaba.

Sus labios dejaron de besarme entonces la contemplé.

— Viviré por siempre

Anunció poniendo su mano en mi pecho

— Mientras esté aquí… y aquí —ahora puso su mano sobre la mía que aún reposaba en su vientre.

— ¿Edward?

Mi nombre se sentía tan extraño dicho por alguien más que no fuera ella. Me giré.

— ¿Estás bien? —me preguntó mi hermana y sus ojos verdes tan verdes como los míos se encontraron. Su mirada era de cautela pero también de desconcierto.

Al principio no entendí cual era la preocupación pero luego al sentir como su cuerpo luchaba con algo entendí.

— Te vas a hacer daño —sentí como jaló algo de entre mis dedos. Allí me percaté que tenía entre mis manos el pijama de Bella, lo tenía sujetado con tanta fuerza que mis dedos estaban casi enterrados en la piel de la palma.

¡Todo había sido un sueño!

¡Ella aún seguía sin vida en aquel hospital!

¡Yo aún seguía solo esperando que mi vida se consumiera al igual que la de ella!

¡Todo era tan injusto!

La mueca de dolor no se dejó esperar y esta vez, al igual que durante todos estos largos meses, me largue a llorar sin control.

Rose se acercó y me abrazó al igual que todas los días y todas las noches pero no había consuelo. No hasta que sucedieran dos cosas: O que ella despertara y fuéramos una familia feliz o que yo finalmente muriera junto a ella.

Sumido en ese llanto desesperanzado. Sentí que sonó el teléfono. Un ring, dos ring, tres ring, al quinto mi hermana me soltó y contestó.

— ¿Ahora? —Preguntó bajito — No se sí… —agregó bajando aún más la voz. Enloquecí.

— ¡¿Qué sucede? —pregunté. Rose me miró en pánico. Trató de alejarse de mí pero el cordón del teléfono no era muy largo, me levanté de la cama pensando lo peor o tal vez lo mejor. Sí esa llamada era para decirme que ella había muerto entonces yo por fin podría descansar porque moriría con ella. Le tomé el teléfono.

— ¿Quién habla? —pregunté descontrolado

— Calma hijo soy yo —y la voz de mi madre era serena pero consternada

— Es ella verdad… ella… ella… —tomé aire y de mi mente comenzó a pensar erráticamente apenas podía controlarme — ella… ella.. —y la palabra simplemente no salía.

— Tu hija nació… me acaban de llamar del hospital… Bella ha dado a luz —y mis ojos se abrieron ante tamaña noticia.

— ¿Ella despertó? —la esperanzan embargó mi mente. Sí ella había dado a luz era porque había despertado sino ¿Cómo?

Mi madre guardó silencio.

— ¿Mamá? —insistí

— No… no ha despertado… Edward… ¿Acaso no lo recuerdas? —me preguntó con tristeza.

Entonces fue como si mi vida retrocediera. Era como si estos últimos ocho meses los hubiera pasado muerto en vida y retrocedí hasta el día en que finalmente decliné de firmar la desconexión de las maquinas y permití que nuestro hijo creciera.

¿Puede… crecer? —pregunté con un hilo de voz al grupo de médicos que ahora estaba frente a mí.

¿Aunque ella este…?

¿En coma? —y la frase la completó el Dr. Volturis, quién a esta parte parecía ser mi único aliado o mejor dicho el único que no me miraba con cierta aprehensión — Sí —confirmó con alegría y tristeza.

Guardé silencio hasta que me arme de valor para preguntar lo que a todas luces había sido mi primer cuestionamiento.

¿Cómo… —no finalicé la pregunta puesto que otro médico me la adivinó.

Será por cesárea, la planificaremos un poco antes del término —y todo esto me parecía tan macabro pero al mirar su rostro y al recordar las frases de aquella carta.

¡Yo quiero vivir! ¡Por ti, por mí… por nuestro hijo!

No podía desconectarla y matar algo que ella quería… que en cierta manera era nuestro. Era lo único que me quedaría de ella. El único recuerdo que yo podría tener de nuestro amor.

Le corté. Deje el teléfono en su sitió y me quede contemplándolo en silencio. Yo tenía una hija, una hija de ella. Una hija de ambos.

— Bella… se llamará Bella

Grité y salí como un lunático de mi pieza. Mi hermana me siguió de cerca. Apenas pudo subirse al auto antes que yo partiera sin deseos de esperarla siquiera.

— Por qué mejor no volvemos a la casa… puedes ir a verla mañana… ¡Edward cuidado! —gritó al ver qué pasaba con luz roja.

— La quiero ver ahora —le respondí y me arriesgaba a que no me dejarán pasar. Después de todo era tarde pero aún así fui.

No recuerdo bien donde estacioné. Me bajé del auto sin ponerle alarma. Rose me seguía de cerca. Sabía perfectamente donde estaba la habitación de Bella. Pasaba horas y días enteros sentados allí frente a ella. Sin embargó algo, en esta inmensa locura, me hizo intuir que mi hija no estaría con ella.

Un guardia salio de pronto de una habitación.

— Mi hija... nació… —balbuceé. El hombre me miró raro y miró a mi hermana.

— Neonatología esta en el quinto piso pero no son… —no lo dejé hablar porque literalmente corrí por las escaleras de servicio.

— ¡Edward! Podrías… —le sentí decir a Rose que trataba de alcanzarme por estás.

La ignoré… no me dí cuenta cuando ya estaba abriendo la puerta del quinto piso para entrar al pasillo. Mire a todos lados, solo había habitaciones lo que me estaba desesperando.

Finalmente y cuando pensé que tendría que resignarme divisé a otros "nuevos padres" agolpados en una pared. Caminé hacía allí vacilante.

Se supone que este día debía ser el más feliz de mi vida pero por alguna extraña razón no lo era. No sentía esa alegría que reflejaban los otros. Sus rostros estaban prácticamente distorsionados por la sonrisa embobada que daban mirando detrás del cristal. En cambio mis labios estaban juntos en una fría línea.

Habían varias cunas — todas llenas —y mientras observaba los rostros de aquellos niños me pregunté ¿Por qué no podía reconocer a la mía?

No notaba el parecido con ninguna. Mis ojos se deslizaban frenéticos de cuna en cuna y no podía ubicar a mi hija.

Un sentimiento de desesperación comenzó a invadirme, en ese minuto balbuceé algo al aire.

— ¿Por qué no puedo reconocerla? ¿Cuál de todas es? —y el pánico traspasaban mi palabras.

Entonces el hombre —probablemente de mi edad —que estaba a un lado, sosteniendo una cámara fotográfica se giró para hablarme.

— Tranquilo… yo tampoco pude saber cual de todas es… incluso me equivoque… pero es fácil, en las cunas esta tú apellido —y apuntó con su dedo hacía la cuna de su hijo Stevenson

Entonces mí vista ahora buscó y de manera demasiado asertiva detrás de todas aquellas primeras cunas le vi: Cullen. Era la tercera de la segunda fila.

La sonrisa se esculpió a fuego en mi rostro de solo ver aquel cuerpo pequeño y totalmente desprotegido entre las colchas. Estaba vestida como el resto, era una especie de buzo gigantesco que la cubría —obviamente rosa —y un gorro a juego que cubría su diminuta cabeza. Se estaba chupando la mano pero estaba completamente ajena a todo.

— Bella —murmuró Rose sonriendo a mi lado. Por primera vez sentí una envidia desproporcionada para con mi hermana. Yo había tardado minutos —escasos eso sí pero minutos al fin—en dar con mi Bella y ella en cambio, la reconocía automático.

La miré con cierta furia. Ella me miró confundida pero me ignoró. Estaba claro quién era la protagonista ahora. Volví mi vista al cristal y me perdí en aquella diminuta personita frente a mí. De pronto mi vida comenzó a tener un significado, la oscuridad se disipó —tal vez no por completo —pero ya no era un negro profundo, ahora era un gris.

Me quede allí contemplándola. Estaba con la mano pegada al cristal.

— Gracias —balbucee a mi otra Bella. Entonces me giré dándole la espalda al cristal.

Rose se distrajo y cuando se percató que me acercaba al ascensor me acompañó.

— Tengo que verla —le dije y mi corazón otra vez se nubló.

Bajamos en silencio hasta el tercer piso. Caminé el pasillo lentamente, extrañamente ya no tenía prisa por llegar, y cuando dí con la habitación cavilé.

— No es necesario que entres ahora —me dijo mi hermana — Puedes verla después —agregó.

— Lo sé pero… —dije notablemente más resignado que antes. Extrañamente mi resolución por desaparecer con ella se había disipado por completo provocándome una cierta angustia.

— Nadie esta pidiendo que tomes una decisión ahora… Edward… tu mismo dijiste que ella viviría hasta que quisiera vivir… y al parecer Bella aún quiere vivir

— ¿Llamas a esto vida? —le dije encarando su mirada.

Entonces sentimos unos pasos presurosos. Giré mi vista y eran mis padres. Mi madre se abalanzó hasta mí y me abrazo. La expresión de mi padre me lo dijo todo, su seño fruncido se relajó al ver que estaba "bien" y no podía culparlo. Ver a un hijo destrozado, acabado, incapaz de siquiera salir a la calle sin ponerse a llorar amargamente no era un espectáculo demasiado agradable.

— Se llamará Bella —le dije a mi madre cuando finalmente me soltó. Sonrió.

— Es hermoso —me dijo con optimismo.

— La darán de alta mañana por la tarde…

— ¿Tan pronto? —pregunté interrumpiéndola.

— En condiciones normales los bebés demoran por la ma… —su voz se acalló.

— No tengo cuna —fue todo lo que observé recordando que mi casa era un desorden. Por supuesto no había comprado nada durante todos estos meses. Me había mantenido al margen de cualquier posibilidad de disfrutar "la espera" porque ella era incapaz de aquello.

— No importa… tenemos una en casa… podemos usar esa mientras… de todas maneras pienso que podrías volver a dormir en tu viejo cuarto… aunque…

— No —y al parecer lo dije muy alto porque atraje la atención de unas enfermeras.

Mi familia me miró desconcertada.

— Nosotros tenemos nuestra casa —y me sorprendí al utilizar tan pronto un plural.

— Lo sé pero no crees que sería mejor que… Bella necesitará demasiada atención… —y trató de hacerlo sutil.

¡Claro que necesitaría atención! ¡No tenía a su madre! ¡Era una recién nacida! y tenía a un padre un tanto perturbado pero… no iba a permitir que me robaran a mi hija con el pretexto de ayudarme.

— Siempre serás bienvenida en la habitación de huéspedes —anuncié.

Bajo la mirada inquisidora de mi suegra y mi madre finalmente me llevé a mi Bella a casa. No fue de buenas a primeras pero como legalmente yo tenía la custodia no pudieron hacer nada. Aunque las visitas se intensificaron a tal punto que comenzaron a asfixiarme y otra vez tuve que lidiar con el tema de la paciencia.

Hoy se cumpliría un año desde que Bella — mi esposa —se había sumido en un sueño profundo del que, al parecer, aún no quería despertar. Su cuerpo difícilmente resistía pero para sorpresa no solo mía sino de todos desistía de morir.

Faltaban escasos minutos para que dieran las doce de la noche y yo aún permanecía en aquella habitación con nuestra Bella. Era tan hermosa como su madre. Estaba así inmerso jugando con ella que no sentí la alarma sino hasta que sonó persistentemente.

Los médicos entraron y me quede congelado. Allí con nuestra hija en los brazos a un costado de la habitación. Mi corazón se aceleró y pareció que nadie advirtió la presencia de nosotros —lo que me pareció lógico —puesto que ella Bella quién necesitaba ayuda.

— Mira primero si tiene orden de no resucitación —le anunció la enfermera a quién supuse debía ser su aprendiz. La chica asintió y busco por algo que no había.

Jamás había firmado aquel papel. Esta vez iba a mantener su deseo y sería ella quién comandaría la decisión. Abracé a nuestra pequeña observando impávido la escena. Como si presintiera, nuestra hija se revolvió y tendió a querer llorar, pero ahogue su intento meciéndola entre mis brazos. Le besé la frente sin quitarle la vista de encima a su madre.

La chica le mostró la ficha a la enfermera y esta asintió al resto para que practicarán la resucitación.

Justo cuando fueron las doce de la noche, el corazón de Bella se detuvo. La línea en el monitor se hizo recta y persistente. No pude evitar que mis ojos se llenarán de lágrimas pero en ese mismo instante en que dimensioné que, probablemente el único amor de vida, ya no existía, no desee acompañarla.

Sí tu mueres… moriría contigo

Aquellas palabras hicieron ecos de agonía. Cuando las dije fueron ciertas, en toda la expresión de la palabra durante ocho meses yo moría junto a ella. A cada minuto, a cada segundo, con cada respiro yo me consumía junto a ella. Pero hoy, por el contrario, algo en lo más profundo de mí ser me decía que ella estaba conmigo.

Pestañeé cuando el médico declaró su muerte oficial. Este me miró y me acerque a la cama. El rostro era el mismo, parecía dormida. No había un dejo de angustia o sufrimiento en sus facciones. Era como si estuviera en paz.

La enfermera apagó el monitor y luego de quitarle el censor de su dedo índice, al igual que el resto de personas, se fue dejándonos solo.

Éramos dos cuando comenzamos esta aventura. Hoy a las puertas del final paradójicamente volvíamos a ser dos pero sin duda ella estaría siempre con nosotros. Ella viviría por siempre jamás en nuestros corazones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario