lunes, 6 de febrero de 2012

BFL: Something to believe

Something to believe

No supe en que minuto me quede dormida durante el trayecto de regreso de la casa de sus padres, ni en que minuto me cargo hasta la cama, tampoco sentí cuando me quito la ropa y me metió bajo las cobijas como todo un novio ejemplar. Pero así soñando en parte con él, mi sentidos me hicieron despertarme cuando sentí a lo lejos un ruido, como un rugido estrepitoso, seguido por un incesante repiqueteo de agua caer sobre el suelo, sumado a un fuerte olor a humedad, me desperté de apoco tal cual cuando no quiero despertar y lucho por mantenerme dormida. Estaba tan calentita bajo la cama, que casi quería perderme por completo en las manos de Morfeo y seguir soñando con mi príncipe azul de teleserie.

No obstante eso, inquietos finalmente mis ojos se abrieron y lo que contemplaron estos me confundió, frente a mi había un ventanal que estaba cerrado pero las cortinas estaban entreabiertas dejando tras de ellas un gran manto negro semejante a una gran boca de lobo, en contraste una luz plata tenue amenizaba iluminando la habitación donde estaba, absorta y perdida en aquel maravilloso e hipnotízante paisaje y volví a sentir el ruido estrepitoso de fondo que me asusto e hizo que me levantará de la cama un poco para poder comprender con cierta claridad el origen el paisaje frente a mí.

¿Cómo demonios llegue a la playa? me pregunté un poco aturdida pensando que tal vez estaba soñando y eso era recurrente en mí, de tiempo en tiempo, lograba materializar tan bien mis sueños que esta última semana juraba estaba metida en uno. Pensando en las posibilidades que este fuera un sueño vivido, me giré y al hacerlo encontré la respuesta o más bien el autor de dicha hazaña.

Acostado a mi lado estaba él, sus facciones eran relajadas, como las de un bebe cuando duerme, sus labios estaban juntos y teñidos de un precioso escarlata vivo, me giré lentamente esta vez para acomodarme y poder observarlo a gusto. Y habían millones de facciones que, las fotografías, no eran capaces de mostrar, sus pestañas eran incluso más grandes de las que hubiera imaginado o mejor dicho de las que mostraba la pantalla grande del cine en los acercamientos, eran de un color miel intenso, sus cejas eran bien definidas y grandes pero tenían un pequeño pelón al final, debajo de sus ojos tenía pequeños quebrajes de piel, semejantes a arrugas, que formaban los pliegues necesarios para verse tan condenadamente sexy cuando se reía, estaba respirando lento, despacio y profundo por lo que supe que estaba profundamente dormido. Deslice mis dedos por su frente con el fin de quitar esos mechones revueltos de su cabello y reí ante el hecho de ser tan predecible.

Sin poder evitarlo deslice la yema de mis dedos por sus labios dibujando todo el contorno de esos, delgados, suaves, tersos y finos labios que me habían vuelto loca y a los cuales había podido tener la suerte de besar. Se me contrajo el corazón al pensar que, hacía un par de horas, había estado acariciando esos labios con los míos desesperada por intoxicarme lo suficiente de su esencia.

Bella, Bellita, Bells respira y contrólate

Me dije a mi misma deslizando mis dedos sutilmente por su garganta, admirando esa capacidad de los hombres de tener la piel tersa aun sin cremas y a diferencia de nuestra suavidad la de ellos es como bruta, es una piel suave pero a la vez osca. Deposite mis dedos en el hueco que se hace en la base de la garganta y toque tratando de no despertarlo los huesos de la base hasta llegar a la clavícula. Su temperatura corporal era bastante más elevada que la mía y supe el porqué de estar tan abrigadita sin prender el calefactor. Tenía uno de sus brazos sobre su cabeza descansando la palma hacía arriba, me mordí la lengua de no tocarle la mano y estaba segura que si lo hacía finalmente despertaría. Me quede contemplándolo dormir y la tentación era tan grande que luchaba conmigo misma para no besarlo, de pronto la curiosidad me inundo y me acerque lentamente hacía su cuello, para oler su piel, seguro estaba inundada por ese perfume del mal que me trastornaba y si bien había quedado con la libido bastante excitada por decir lo menos en su dormitorio, tampoco era que no pudiera controlarme como una persona normal. Pero tenía la tentación de utilizar mejor mí tiempo con él que el pasar durmiendo, aunque tenía claro que, es un proceso vital, tampoco se muere la gente por dormir un par de horas menos.

Su olor era realmente exquisito, porque el perfume se mezclaba al olor de su piel, entonces una idea cruzo mi mente, y debía reconocer que era bastante pervertida. Luche con mi yo interior hasta que finalmente me venció el deseo.

Tomé la ropa de cama y la saque, me incorporé lo suficiente para poder moverme con soltura, me di cuenta que estaba durmiendo con pantalones y una polera. Evalué la situación y la polera era difícil sacarla sin que despertará, pero al menos podría jugar hasta que eventualmente se despabilara producto de las caricias. Me senté suavemente a horcajadas de él, y deslice mis dedos bajo su polera, lentamente acariciando su torso, bajando mis manos hasta su cintura, cuando estuve allí baje un poco su pantalón y enterré mis yemas en su pelvis. Sentí como su respiración se agitó de pronto y justo cuando iba a bajar mucho más mi mano sentí el movimiento de su cuerpo y alce mi vista justo a tiempo para verlo sentado frente a mí. Sus ojos verdes estaban encendidos y no era difícil leer el deseo en ellos, sin decirme nada, tomó la polera que me había dejado puesta a modo de pijamas y la quito de una. Me dejo completamente desnuda de cintura para arriba y se acercó a besarme el cuello al tiempo que sus manos acariciaban mi piel expuesta.

— ¿Por qué estamos en la playa? —le pregunté entrecortado mientras sentía sus labios húmedos contra los pliegues de mi pecho.

— Porque no quiero interrupciones —me contestó bajando sus manos hasta mi cadera tiro de mi pantalón, mientras me tendía sobre la cama pero de frente a él.

La ropa se deslizo rápidamente por mis piernas y sentí su palma tibia recorrerlas hasta mi entrepierna, se me fue un grito ahogado cuando sentí sus dedos en mi parte más intima. Iba a levantarme pero sentí su peso contra mí y comprobé que las pequeñas e insinuantes caricias que había alcanzado a darle habían surtido en parte efecto. No solo me había excitado yo al hacerlo sino que lo había excitado a él.

— Mi turno

Exclamó besándome el hombro y haciendo que me girara para quedar de espaldas a él, al principio fue como susto y luego al sentir sus yemas recorrer mi columna vertebral seguidas de pequeños, húmedos y profundos besos contra mi piel que me hacían sentir millones de descargas eléctricas desesperantes entendí sus intensiones.

— No por favor —balbuceé apretando mis ojos cuando un escalofrío me recorrió al sentir como mordía levemente mi piel mientras la besaba y me acariciaba con tal delicadeza que de solo imaginármelo ya me provocaban ganas de gritar descontroladamente.

Quito la cascada de pelo que tenía de mi cuello dejándome al descubierto la parte trasera de mi nuca, deslizo por al medio un dedo y luego la punta de su húmeda y firme lengua por allí, apreté mi rostro contra la ropa de cama para ahogar el gemido. Sentí sus manos recorrer la parte posterior de mis brazos hasta mis palmas, me ladeo haciendo que quedará de espalda a él pero recostada de lado, dibujo mi figura con sus manos, hasta llegar a mis caderas y justo cuando pensé que bajaría por mis piernas levantó una apegando su cuerpo contra él mío.

Me beso el cuello mientras hacía que mi pierna descansara sobre la suya, con un hilo de voz gemí cuando lo sentí en mi interior, su mano se puso en mi vientre y me pego más contra él y apreté con la mano que tenía libre la ropa de cama desesperada por controlar el grito que finalmente se escapó de mis labios de forma involuntaria y totalmente descontrolada, a cada movimiento de su cuerpo contra él mío gritaba y la sensación de placer era realmente magnifica incluso mejor que en cualquier otra posición. Sentí sus gemidos en mi oído, su voz ronca y distorsionada me incitaban a perderme y dejarme guiar por su manera de amar. Bajé mi cabeza casi rendida cuando llegue al orgasmo y sentía mi cuerpo completo colapsar, incapaz de contener tantas emociones juntas, tantos sentimientos despiertos, tantas sensaciones cumplidas.

Quedamos unidos un buen rato hasta que finalmente me giré para encararlo y besar sus tersos y suaves labios. Me perdí otra vez en sus caricias e hipnotizada por la sensación de sentir su cuerpo fundido al mío, volví a sentarme sobre él mientras sus ojos verdes se fijaban en los míos.

— Quiero amarte toda la noche —susurré en sus labios abiertos.

Y ahora sabía en carne propia lo que había tratado de graficar la escritora en el libro que había capturado mi interés tantos meses atrás - ¿Por qué estoy cubierta de plumas? – se había preguntado la heroína de la historia, y si bien, yo no estaba cubierta de plumas, si estaba adolorida sintiendo cada musculo y hueso que en mi vida había sentido. Me reí como una verdadera sicótica al recordar, mi noche de pasión, y habían sido demasiadas horas fundidas con él. Era casi como si hubiera estado en un "maratónico día de gimnasio".

Me levanté cuando lo sentí salir de la ducha y del cuarto, me apuré y entré al baño. Con la sonrisa estúpida marcada pero a más no poder me metí a bañar y sentir el agua tibia era totalmente distinto a sentir su piel ardiente contra la mía, estuve varios minutos bajo la ducha, sintiendo como esta recorría mi piel hasta que unas manchas en el sumidero de la tina me trajeron de regreso a la tierra. Abrí mis ojos en pánico y contuve el grito, salí de la ducha y me miré al espejo. Un gran hilo de sangre bajaba desde mi nariz y amenazaba por caer al llegar a mi barbilla, desesperada y rogando porque otra vez no me desmayara como la anterior, tomé papel higiénico y lo puse en mi nariz.

— Mi amor el desayuno está listo te falta mucho —sentí que dijo y como agradecí que no hubiera cortado el agua.

— Un poco —le respondí mirando el pomo de la puerta, al notar que estaba sin pestillo, se me apretó el corazón imaginándome que él podía abrirlo y descubrirme.

Si me veía con la hemorragia hasta allí llegaba el fin de semana romántico en la playa. Me acerque y pase el pestillo rogando para que no lo notara. Respiré aliviada cuando sentí el ruido de la televisión. Me giré de vuelta al espejo y mientras trataba infructuosamente de detener el sangrado me pregunté si era mala señal que tuviera otra hemorragia apenas cuatro días desde la última quimioterapia. Después de mucho luchar finalmente se paró, se me quito el miedo a que fuera descubierta y me vestí nuevamente con el pijama. Cerré la ducha y boté el papel envuelto en más para evitar que se diera cuenta.

Salí con una sonrisa digna de una estatuilla del óscar y si él no se daba cuenta estaba pintada para actriz.

— Buenos días —le dije subiéndome a la cama para besarlo

— Tanto rato pensé que tendría que ir a rescatarte —me dijo divertido mientras me pasaba el tazón con té.

— Es segunda vez que me preparas desayuno ¿Habrá almuerzo también? —le pregunté divertida por conocer sus dotes culinarios

— No soy tan perfecto, con suerte y sin incendiar nada frió un huevo —me respondió.

Me beso en los labios y luego concentro su mirada nuevamente en la televisión frente a nosotros, estaban pasando las noticias y de paso el tiempo. Estaba absorta mirando cuando sentí otra vez un liquido recorrer mi nariz y al mirar la taza comprobé que esto de mi enfermedad se estaba complicando más de la cuenta y por qué tenía que ser justo ahora que había conocido a mi amor platónico y estaba haciendo realidad mi deseo más oculto tenía que pasarme esto. Frenética limpie la gota de sangre con el dedo justo cuando él apago la televisión y me miró fascinado como seguí tomando desayuno. Se recostó de lado y deslizo sus dedos acariciando mi pierna, metiendo sus manos por entre la ropa. Sentí el molestoso liquido escurrir por tercera vez y ante el pánico inspiré como cuando se está con romadizo.

— Creo que me resfrié —le dije mientras me levantaba para ir al baño y ocultar la evidencia o más bien tratar de que no pasara a mayores.

— Tal vez no debí traerte a la playa en invierno —comentó levantándose de la cama y justo cuando estaba a mi lado arrugue el papel.

— Créeme que es más divertido en invierno que en verano —le contesté riéndome y me miró sin entender.

— Hace más frio, te dan ganas de estar todo el rato en cama, mucho más interesante y romántico que si fuera en verano —le hice ver fundiendo mis labios contra los suyos.

— Estas haciendo que mire con otros ojos al invierno —exclamó riéndose y cruce mis brazos en su cuello.

— Pues tú estás haciendo que mire la vida de otra manera —le confesé abrazada de su cuello, sentí sus manos bajar hasta mi cintura atrayendo mi cuerpo contra él suyo haciendo que me perdiera en su sonrisa torcida.

Y era realmente divertido estar con él en la playa, caminar bajo la luz de la noche descalzos por la arena, sentarnos a contemplar el sonido del mar, que hasta me había olvidado de mi enfermedad, y había vuelto a vivir mi eterna fantasía junto a él.

— ¿Por qué yo y no otro? —me preguntó de repente y haciendo que saliera del transe hipnótico que me provoco el ruido del mar.

— ¿a qué te refieres? —le pregunté jugando con la arena entre mis dedos.

Estábamos sentados, él en mi espalda y yo entre su piernas, acurrucada en su pecho, protegida por su cuerpo y mirando de frente la noche que nos acompañaba. Se sentía un tenue viento, que a pesar que era frio, no era aún desagradable como para entrar a la casa.

— ¿qué fue lo que te atrajo de mí para que comenzará la locura del fanatismo? —me preguntó derechamente y me giré.

Lo miré a los ojos tratando de entenderlo, como era posible que medio planeta supiera que era hermoso y él no reconociera que obviamente era su atractivo físico lo que me había motivado a pasarme tanta fantasía y tantos órganos mentales. Claro que ahora, pasado agua bajo el puente, podía obviamente enumerar millones de otras cualidades que hacían y estaban haciendo que me enamorara cada día más de él, no del personaje, no del actor.

— Primero fue tu físico, tus ojos —corregí —son tan distintos, tan atrayentes, incluso aún creo que no puedo decidir si son verdes, celestes o grises —le confesé.

— Quiero que te hagas esa terapia, te lo pido como un favor especial, el jueves quiero que la hagas —exclamó en un suspiró y enterró su rostro contra mi pecho abrazándome fuertemente contra su cuerpo. Sujete sus brazos y lo hice separarse de mí.

— ¿Tú realmente me amas? —le pregunté pero en realidad esa no era una pregunta sino más bien una comprobación.

Y tenía claro que para amar se necesitaba más que un par de días, más que un par de meses, más que un par de revolcones como los que nos habíamos dado, tal vez sólo, sentíamos atracción desesperada y acrecentada por el hecho de tener un reloj marcando incesante y sin piedad las horas y minutos que podríamos estar juntos pero no amor, aunque si lo pensaba mejor y dejando a fuera mi lado lógico

¿Quién dice que para amar se necesita conocer a la persona diez años seguidos?, ¿qué acaso uno no puede amar a alguien con solo mirarlo un par de veces? ¿es menos sincero decir te amo a los veinte minutos de conocer a alguien que decirlo al cabo de un par de años?, ¿dónde estaba escrito que debía pasar años, meses, horas, minutos determinados para decirle honesta y sinceramente a la otra persona que la amas?, ¿acaso el amor es privativo o sinónimo de conocimiento, de relación duradera?, ¿qué pasa con quien vive con otro por diez, doce años y al cabo de estos se mira y mira al supuesto ser que ama y le dice: lo siento pero ya no te amo, o tal vez despierta un día y se dio cuenta que nunca la amo sino que solo pensó amarla?

Apreté su mano mientras entrábamos a la clínica y me dio una sonrisa tierna. Era extraño por primera vez desde mis dieciséis años que alguien distinto a mi familia era el encargado, voluntario, de acompañarme. Me registre en recepción y la auxiliar no se dejo esperar con la dichosa silla de ruedas, me senté resignada mientras me llevaba a la habitación donde pasaría el resto del día. Odiaba las hospitalizaciones mientras menos fuera mejor, así que usaría mi poder persuasivo para poder irme apenas terminaran de inyectarme la vendita droga y si no hubiera sido por los sangramientos esporádicos no hubiera venido. Esperé pacientemente que me tomará la temperatura, me pusiera el lector de signos vitales y cuando me tomó la presión y me miró raro al oír mi pulso descontrolado.

— ¿Por qué estas tan alterada? —fue la pregunta y ni siquiera yo lo tenía claro, simplemente estaba con el estomago apretado y con muchas ganas de irme, de hecho estaba dudando de permanecer allí.

— No lo sé —fue todo lo que articule antes que el pánico me inundará. Me sentí horrible, quería escapar, irme lejos, de pronto todo lo que había vivido en toda mi vida paso por mis ojos y pensé

¿Por qué estoy haciendo esto? ¿A quién quiero engañar si de todas formas me moriré?

Miré a la enfermera y cuando esta iba a colgar la bolsa con el líquido translucido para ponerme la sonda miré desesperada a la puerta de la habitación, una idea fugaz recorrió mi mente y agradecí que aun estuviera vestida. Sin mucho sentido, totalmente fuera de mis cinco sentidos, completamente asustada corrí, con ello tiré varias cosas en el proceso, hecha una completa loca y sabiendo que estaba cometiendo toda una irracionalidad me escape. Llegué hasta el ascensor y como no lo alcance baje por las escaleras de servicios presurosa con el corazón latiendo a mil y sintiendo su grito detrás de mí. Quería escapar y lo había logrado pero ¿Podría escapar de mí?

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