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EN CHICAGO
Después de pagarle al conductor, me bajé del taxi y caminé hacia la puerta de mi casa.
- ¡Edward!- exclamó Maddie apenas me vio entrar y corrió a abrazarme. Le devolví el abrazo torpemente mientras intentaba no botar mis bolsos de viaje.
- Maddie – haciendo un esfuerzo sobrehumano le sonreí, cuando nos separamos.
- ¡Edward! ¡Qué alegría verte!- me dijo sonriente- Esta casa no es lo mismo sin ti.
En un día normal, habría sonreído creídamente, habría dicho "Por supuesto que no, Maddie, sabes que no puedes vivir sin mí" y después le habría guiñado un ojo. Pero hoy no era un día de esos. Andaba con los ánimos por el suelo. Maddie me miró perpleja, cuando en lugar de la reacción acostumbrada, simplemente suspiré pesadamente, y dijo:
- ¡Vaya! Debes estar muy cansado del viaje para no decir tu famosa línea- terminó asombrada.
- Debe ser eso- confirmé, aunque sabía que la verdadera razón para actuar así, tenía nombre y apellido: Bella Swan- subiré mis cosas y dormiré.
- ¿No vas a cenar?
- No, cené en el avión- mentí.
- Como quieras- se encogió de hombros- supongo que mañana las abrirás - agregó señalando con la cabeza a la mesa del vestíbulo, donde se encontraba una pila de cartas.
- Sí, pueden esperar – respondí desinteresadamente mientras subía las escaleras- ¿podrías llamar a mis padres y avisarles que llegué?
- Claro, Edward.
- ¡Ah!- me detuve de pronto- y pregúntales cuando vuelven…
- No hay problema.
- … para no estar acá- murmuré en voz apenas audible y continué mi camino hacia el segundo piso.
- ¡Duerme bien!- gritó Maddie desde abajo.
Abrí la puerta de mi habitación y todo seguía igual que cuando me había ido, exactamente igual, así que supuse que Maddie se había encargado de la limpieza, era imposible que el polvo no se acumulara en todo el tiempo que estuve fuera.
Coloqué el bolso de mi laptop sobre mi escritorio y el otro, que contenía el resto de mis cosas, lo tiré descuidadamente contra el piso. Me saqué la chaqueta, que también la tiré al piso y me tumbé sobre la cama. Cerré los ojos y esperé que el sueño me venciera mientras intentaba alejar mis pensamientos de unos ojos color chocolate que me miraban con decepción.
***
Al día siguiente, me desperté y después de ducharme, bajé a desayunar.
- Buenos días- me saludó alegremente Maddie, cuando me vio bajando las escaleras.
- Buenos días.
- Siéntate, enseguida te sirvo- y salió rumbo a la cocina. Me senté en mi lugar acostumbrado y me concentré en los patrones de dibujo que tenía el mantel, estaba al borde de la desesperación, cualquier cosa servía para mantener mi mente alejada de Bella.
- ¿Encontraste un nuevo hobbie, Edward?- bromeó Maddie mientras colocaba frente a mí, un plato con tostadas, un vaso de jugo de naranja y un recipiente con frutas. Ignoré su comentario y tomé una tostada, la observé durante un largo rato, realmente no tenía ganas de comer, pero sabía que tenía que comer, de lo contrario, me enfermaría y me sentiría peor de lo que ya me estaba sintiendo.
- ¿Te vas a comer la tostada o te dedicarás a contemplarla como si fuese una obra de arte?- preguntó Maddie de nuevo.
- Uhm… -dejé la tostada en el plato- no tengo hambre, quizás más tarde- dirigí mi mirada hacia el arreglo floral que estaba en el centro de la mesa y suspiré pesadamente. Todo estaba perdido, Bella no quería verme más, si no hubiese tenido esa estúpida idea de crear esas fichas, ahora estaría con ella... podría estar regalándole flores y ella me dedicaría una sonrisa, me abrazaría y me besaría… sino hubiese sido un idiota creído, ahora estaría sintiendo sus labios sobre los míos y…
- ¡Edward! - sentí que alguien me llamaba a lo lejos. ¿Sería Bella? No. Yo estaba en Chicago y ella en Forks, a menos que haya venido a hablarme, pero ¿a qué? Ella misma había dicho que necesitaba tiempo… - ¡Edward! – quizás no había necesitado tanto tiempo… o quizás sí había pasado bastante tiempo… quién sabe, el tiempo es tan relativo…. - ¡Edward!- de pronto, sentí que alguien me sacudía y me sacaba de mi ensoñación. Maddie estaba enfrente de mí, mirándome con preocupación:
- ¿Qué te pasa, Edward?- me colocó una mano en la frente- estabas ido… te he estado llamando varias veces y tú sólo murmurabas cosas que no entendía…
- Nada Maddie- le sonreí sintiendo cómo todos los músculos de mi rostro se tensaban.
- ¡Algo te pasa, Edward! Anoche te noté extraño, pero supuse que era por el largo viaje, pero hoy… pareces que no hubieses dormido, te ves demacrado- dijo acariciándome la mejilla cariñosamente-Ahora, levántate y vamos a tu cuarto para que me cuentes qué es lo que te pasa- me tomó del brazo y me obligó a subir con ella.
Una vez que llegamos a mi habitación, Maddie se sentó en mi cama y me indicó que me sentara junto a ella.
- Bien, Edward, habla- ordenó mientras me sentaba a su lado.
- Maddie yo…
- Maddie nada, dime qué es lo que te pasa- insistió. Sabía que no se marcharía hasta que le contara, así que resignado, comencé a hablar:
- Cuando llegué a Forks, además de mis tíos y Alice y Emmett, estaban los Hale, Jasper es el novio de Alice y Rosalie es novia de Emmett…
- Todo en familia, como la mafia napolitana…- bromeó Maddie intentando aligerar el ambiente, pero yo no estaba de humor y la fulminé con la mirada.
- Lo siento- se disculpó- por favor, continúa.
- Y estaba Bella... compañera y mejor amiga de Alice…- tomé aire- todo comenzó cuando…- y empecé a contar la misma historia que le había dicho a Alice y después a Bella. Al terminar, cerré mis ojos esperando el grito "¿Cómo pudiste hacer algo así?", pero esperé y esperé y nada. Abrí los ojos y Maddie me miraba curiosamente- ¿Qué? ¿No me vas a gritar?
- ¿Por qué lo haría?- preguntó con extrañeza- supongo que ya habrás tenido suficientes gritos, ¿o no?
- Sí… - agaché la cabeza al recordarlo. Esperé unos minutos a que Maddie dijera algo, pero después de un rato de silencio, pregunté: ¿Te vas a quedar callada? ¿No tienes algo que decir?
- Supongo que ya te habrán dicho de todo- se encogió de hombros- así que no sé qué agregar, pero te diré algo, Edward- dijo abrazándome por los hombros- por lo que me contaste, Bella es una buena chica y te quiere, es obvio que esté herida, pero tú no puedes cargar con toda la culpa. Tú tenías ese sistema de fichas antes de conocerla y aunque suene retorcido, era parte de ti. Pero con el tiempo, gracias a Bella, tú fuiste cambiando y te diste cuenta que tener fichas de las chicas con las que salías era una mala idea y decidiste terminar con eso.
- Pero ella vio mi laptop y…
- No seas tan duro contigo mismo- me tranquilizó Maddie- tú estabas en tu cuarto y no sabías que ella seguía en la casa. Además, ella fue la que entró a tu cuarto sin avisar y vio tu laptop, perfectamente podría haberlo cerrado teniendo la precaución de no ver lo que aparecía en la pantalla, después de todo, era tu laptop y lo que ahí tengas, es privado, por lo tanto, ella no tenía derecho a verlo- abrí la boca para protestar- así que… basta ya de lamentaciones, si ella te quiere, te perdonará.
- ¿Y si no lo hace?- pregunté desesperanzado.
- Si no lo hace, no te merece- respondió muy segura.
- Pero…
- Vamos, Edward, ¿dónde está Edward Masen, el chico por el que todas las chicas de Chicago mueren?- rió- si no es Bella, habrá otra que te merezca, no seas negativo- me dio unas suaves palmadas en la espalda y se puso de pie- te espero abajo- me dirigió una última sonrisa y caminó hacia la puerta.
- ¿Maddie?
- ¿Sí?
- Gracias- le dije.
- De nada, sabes que siempre estaré aquí para lo que necesites, ahora baja para que abras tus cartas.
Me quedé un rato sentado en la cama, pensando en lo que me había dicho Maddie, quizás ella tenía razón, no debía ser tan duro conmigo mismo ni tan negativo. Y una nueva idea empezó a rondar mi cabeza, tal vez yo no tenía la culpa y todo era producto de la mala suerte…
- ¡Edward! – gritó Maddie desde el primer piso, interrumpiendo mis pensamientos.
- ¡Voy!- le grité de vuelta, me levanté y bajé rápidamente a encontrarme con ella.
Maddie estaba sentada en uno de los sillones del salón, esperándome con todas las cartas sobre su regazo. Aunque ella era el ama de llaves, cuando estábamos solos, nuestro trato era más informal, como si fuéramos un par de buenos amigos.
- ¿Dejaste de postular a alguna universidad del país?- preguntó viendo la larga cantidad de cartas que había recibido.
- Nunca se sabe que podría pasar- respondí restándole importancia- tenía que tener algún plan de emergencia. Además- me volteé a verla- ¿sabes lo que pasaría si no me aceptaran? Prefiero ahorrarme un sermón.
- Yale, Princeton… -empezó Maddie mirando los sobres- Harvard, Columbia, Cornell… ¡vaya! – exclamó sorprendida- ¿Sólo Ivy League? Aspiras alto para… -se detuvo de pronto- ¿Chicago? ¿Postulaste a la Universidad de Chicago? ¿De verdad?- me miró confundida, ella sabía que lo único que quería era alejarme de mis padres.
- Fue un minuto de desesperación- respondí cortante.
- Alguien amaneció de mal humor… - susurró Maddie y me entregó los sobres.
- Empecemos por… Chicago- sonreí, abrí el sobre y comencé a leer- "Estimado Señor Masen, tenemos el agrado de informarle que ha sido aceptado en…"- me detuve y tiré el sobre a un lado- sigamos con la otra.
- Cornell- dijo Maddie.
- Veamos… -abrí el sobre- "Estimado señor Masen, tenemos el agrado de informarle que ha sido aceptado…"
Hicimos lo mismo con el resto de las cartas, dejando Harvard al final.
- No lo puedes posponer más- dijo Maddie entregándome el sobre.
- Lo sé- suspiré, rasgué el sobre y comencé a leer la carta: "Estimado señor Masen, tenemos el agrado de informarle que ha sido aceptado en Harvard Law School…"
- Felicitaciones- interrumpió Maddie.
- Gracias – respondí- bota el resto- le dije señalando el resto de las cartas que estaba abiertas sobre el sofá.
- ¿No se las mostrarás a tus padres?
- Como si les interesara… -rodé los ojos- bótalas todas, sólo dejaré esta – mostré la de Harvard- ¿Cuándo vuelven?
- Mañana
- Genial- respondí irónicamente. Maddie sólo rió y exclamó: ¡Ese es el espíritu!
- Basta ya, Maddie- rodé los ojos.
- Tienes que ver el lado positivo, tus padres estarán contentos- enarqué una ceja- está bien, está bien, estarán… satisfechos de que continúes con la tradición familiar, así que los sermones se acabarán- me sonrió ampliamente.
- Sí, supongo que tienes razón… - contesté- ahora cuéntame, ¿qué tal San Francisco?
Me pasé el resto de la mañana conversando con Maddie, hasta que sonó mi celular.
- Es mi madre- le informé al mirar la pantalla- ¿Aló?- contesté.
- Edward.
- Madre- Maddie rodó los ojos.
- Madeleine dijo que llegaste bien.
- Así es. Ella dijo que vuelven mañana.
- Al mediodía.
- Oh.
- Debo colgar.
- ¿Madre?
- ¿Sí, Edward?
- ¿Ganaron el caso, cierto?
- Por supuesto. Nos vemos mañana.
- Al mediodía.
- Sí. Adiós.
- Adiós.
Maddie me miraba divertida.
- Déjame adivinar, vuelven mañana al mediodía y están ansiosos por verte.
- Claro, como siempre – le seguí el juego- Me extrañan- reí.
Me pasé el resto de la tarde encerrado en mi cuarto, estaba reordenando mis CDs, cuando Maddie se asomó por la puerta.
- ¿Cuál es el criterio esta vez?- preguntó. Cada cierto tiempo, reordenada mis CDs, la última vez había sido por el año en que había descubierto al grupo o solista y después por estilo.
- Género musical y después por orden alfabético.
- Oh, interesante- asintió con la cabeza- es hora de cenar- agregó.
- Enseguida voy- y Maddie desapareció.
Aprovechando la última noche sin mis padres en casa, Maddie y yo cenamos juntos en la mesa. Si hubiesen estado ellos, habrían dicho que era impropio mezclarse con la servidumbre, pero para mí, Maddie más que el ama de llaves, era mi amiga.
- Es irónico, ¿no crees? – dijo Maddie de pronto mientras tomaba una cucharada de helado.
- ¿Qué cosa?
- Cuántas veces has querido tener la casa para ti solo y hacer una gran fiesta… y ahora que tienes la oportunidad…
- Termino cenando contigo- reí.
- Sí… es increíble cómo la falta de sol puede afectar hasta los cerebros más brillantes- se burló Maddie. Yo sólo sonreí torcidamente y disfruté el resto de la cena, olvidándome por unos minutos de Bella.
***
- ¡Edward!- dijo Maddie sacudiéndome un poco.
- Unos minutos más… - me quejé y me tapé la cabeza con la almohada, mientras ella abría las cortinas.
- ¡Tus padres llegan en menos media hora!- chilló al borde del colapso nervioso- ¡Me quedé dormida! ¡Dios! ¡Apúrate! Si se enteran que me dormí…. –se estremeció- ¿Por qué tuvo que ser justo hoy?- se quejó y salió disparada de mi cuarto.
Me duché, me vestí e intenté ordenar mi cabello inútilmente hasta que me di por vencido. Bajé corriendo las escaleras y el reloj de la sala marcaba las 11:58. Maddie se movía de un lado a otro, ordenando la sala, mientras miraba de reojo por la ventana.
Tomé la carta de Harvard, la metí dentro del sobre y lo volví a dejar sobre la mesa.
- ¡Están aquí!- exclamó Maddie y corrió hacia la puerta. Pude oír las voces mis padres cuando entraron, pero me quedé en el salón esperándolos. Después de unos minutos, ambos aparecieron.
- Edward- saludó mi padre acercándose para estrecharme la mano- Qué placer verte.
- Gracias- le sonreí como si fuera un simple conocido, más que Edward Masen Senior.
- Edward- saludó de igual forma, mi madre.
- Madre- le sonreí y me acerqué para darle un beso en la mejilla y leve abrazo.
- Siéntense, tengo algo que mostrarles- dije en tono neutro mientras tomaba la carta y se las pasé.
- Recuerdo como si fuera ayer cuando recibí mi carta… -dijo mi padre sonriendo.
- Lo sé, ese día permanecerá en mi memoria por el resto de mi vida- siguió mi madre también sonriendo, yo bufé exasperado y metí las manos en los bolsillos mientras esperaba.
- Veamos…. – murmuró mi padre sacando la carta del sobre- "Estimado señor Masen…"
- No esperábamos menos de ti, hijo, felicitaciones- me sonrió mi padre cuando terminó de leerla. "¿Hijo?" fruncí el ceño, nunca antes me había llamado así, debía estar muy feliz…
- ¿Te das cuenta, querido? Nuestro Edward continuará con la tradición familiar- dijo mi madre sonriente. "¿Nuestro Edward?" ¿Tanto deseaban que entrara a Harvard?
- Esto hay que celebrarlo… ¡Madeleine!
- ¿Sí, señor?- preguntó Maddie asomándose a la sala.
- Reserva una cena en el mejor restaurant de la ciudad para hoy- le ordenó mi padre.
- Estamos tan orgullosos de ti… -dijo mi madre mirándome emocionada- Llamaré a Esme- agregó contenta y desapareció de la sala.
- Hijo- vaya, al parecer ahora empezarán a decirme así- sé que te regalamos un auto para tu cumpleaños número 18, pero si quieres, te podemos comprar otro mejor- me dijo mi padre abrazándome por los hombros.
- ¿Otro auto?- pregunté aturdido.
- Claro, es lo mínimo que te mereces- me aseguró mi padre.
- Pero… no quiero otro auto- dije rápidamente.
- Era sólo una sugerencia – rió mi padre- pero simplemente pide lo que quieras y lo tendrás. Iré a darme una ducha- y salió de la sala.
Lo observé hasta que se perdió de vista y no pude evitar pensar que, quizás en 20 años, podría lucir igual que él, después de todo, la mayoría de la gente pensaba que era una versión más joven de mi padre, con las únicas diferencias en que él era rubio, aunque tenía el cabello igual de indomable que el mío y de ojos celestes, mientras que yo había heredado de mi madre, el extraño tono broncíneo del cabello y sus ojos verde esmeralda.
- ¡Hijo!- me llamó mi madre mientras entraba a la sala- Esme te quiere saludar- me entregó el teléfono sonriendo. Nunca antes había visto sonreír tanto a mis padres, se sentía tan extraño…
- ¡Edward!- exclamó mi tía al otro lado del teléfono.
- Hola
- Tu madre me contó que fuiste aceptado en Harvard.
- Así es.
- ¡Muchas felicitaciones!
- Gracias
- No te noto muy contento… - empezó a decir ella en voz baja- si no quieres estudiar Leyes, tú sabes que cuentas con nuestro apoyo para lo que necesites.
- Muchas gracias, pero no es eso, es sólo…- miré a mi madre que me miraba con una sonrisa radiante- es que aún estoy sorprendido…
- ¿Lizzie sigue ahí, cierto?
- Sí- reí.
- Ya veo… ¿pero estás seguro que es eso lo que quieres?
- Sí… -me acerqué a la ventana, alejándome así de mi madre- no tengo energía para discutir con ellos- murmuré- además deberías verlos, están tan felices…incluso ahora me llaman hijo….
- Edward…
- Estoy bien, al menos ellos son felices…-la interrumpí- iré a Harvard, estudiaré leyes- me acerqué hacia donde estaba mi madre- y continuaré con la tradición familiar- agregué en tono más alto y le sonreí.
- Si es lo que quieres… Carlisle quiere saludarte también.
- De acuerdo- después de unos segundos, oí su voz:
- Edward, muchas felicitaciones
- Gracias-
- Tus padres están muy emocionados.
- Sí- reí secamente-seguiré sus mismos pasos- miré a mi madre de reojo.
- Bueno, sólo quería felicitarte y reiterar lo que dijo Esme recién, cualquier cosa que necesites puedes contar con nosotros.
- Gracias, lo tendré presente… - de pronto sentí unos gritos familiares que se acercaban.
- Uhm… Emmett quiere saludarte- dijo Carlisle- aquí te…
- ¡Edward!- gritó Emmett- supe que quedaste en Harvard
- Sí- sonreí.
- Muchas felicitaciones
- Gracias, Emmett
- Sólo espero que no te vuelvas tan amargado como ellos
- ¡Emmett!- se sintió la voz de Esme.
- Fue una broma, mamá- se disculpó y añadió en voz baja: es en serio, Eddie, no te vuelvas un amargado...
- Haré todo lo posible- le aseguré riendo.
- Más te vale… -se quedó en silencio unos segundos- la enana quiere saludarte también…
- Está bien… -suspiré con resignación. Alice no me había hablado desde esa vez que me gritó…
- Edward…
- Alice…
- Sólo quería felicitarte por… -empezó a decir.
- Gracias – la corté.
- Y quería… disculparme… no debí haberte gritado así, pero estaba tan furiosa…. – dijo Alice en tono incómodo.
- Alice…
- … sea como sea, tú eres mi primo y debí despedirme de ti cuando volviste a Chicago, lo siento tanto… -siguió diciendo ella- pero Bella es mi amiga… - al oír su nombre, mi cuerpo se tensó.
- Lo hecho, hecho está- respondí en tono grave.
- Edward, por favor, tienes que disculparme- dijo Alice rápidamente antes que la interrumpiera de nuevo.
- Claro, Alice, no hay problema – le aseguré.
- Gracias- contestó aliviada- yo sé que… ¡arg! Emmett está diciendo que estoy hablando demasiado, Edward, nuevamente felicitaciones y espero que nos veamos pronto. ¡Adiós!
- Adiós- se cortó la comunicación y le devolví el teléfono a mi madre.
- Tu padre y yo estamos tan orgullosos de ti, hijo- dijo ella nuevamente.
- Lo sé- le sonreí- vamos a almorzar… - y en un gesto audaz la abracé por los hombros, antes de la carta, me habría rechazado, pero hoy era un día especial y deseaba disfrutar aunque sea por unas horas, tener una relación normal con mis padres.
***
Era septiembre y ya llevaba un par de semanas en Harvard. Aunque inicialmente, había decidido estudiar leyes por no llevarle la contra a mis padres, porque tal como le había dicho a Esme, no tenía las energías suficientes para una pelea con ellos, para mi sorpresa, las materias que estaba cursando me gustaban y aun cuando era consciente que Bella no quería saber de mí (lo cual siempre me deprimía), había encontrado un consuelo en las clases que asistía.
Cuando entré a la universidad, decidí que sería diferente a la persona que era antes. Aprovechando que estaba en Cambridge, una nueva ciudad donde nadie me conocía, tenía la oportunidad de crear una imagen distinta a la de Chicago, así que me había dedicado a pasar mis horas en la biblioteca estudiando, en lugar, de ir a fiestas. Además, mis padres estaban tan contentos que siguiera con la tradición, que mi relación con ellos había mejorado sustancialmente, por lo tanto, otro de los motivos para mi cambio, habían sido ellos, estaba haciendo todos los esfuerzos posibles para no decepcionarlos. Sentía que ya había decepcionado a tantos… que no podría cargar con más personas en mi consciencia.
En cuanto a vida estudiantil, mi círculo social era bastante limitado, sólo me relacionaba con aquellas personas que no tenían como prioridad asistir a tantas fiestas como fuera posible, pero a pesar de todo y sin saber cómo, cada vez que leía alguno de mis libros o apuntes, se deslizaba algún papel con un número telefónico escrito en él.
Y hoy, un viernes a la hora de almuerzo, como se estaba haciendo habitual en mi caso, estaba leyendo un libro tirado sobre mi cama, mientras la mayoría del campus se dedicaba a hacer planes para el fin de semana, cuando sentí unos golpes en la puerta.
- ¿Quién es?- pregunté mientras marcaba la página que estaba leyendo. No hubo respuesta, sólo más golpes en la puerta.
- ¿Quién es?- pregunté de nuevo al mismo tiempo en que me incorporaba de la cama y caminaba hacia la puerta. Pero nuevamente no hubo respuesta. Abrí bruscamente la puerta y miré con los ojos abiertos como platos a la persona que estaba frente a mí.
- Hola- saludó sonriendo.
- ¿Qué estás haciendo aquí?- pregunté asombrado
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EN CHICAGO
Después de pagarle al conductor, me bajé del taxi y caminé hacia la puerta de mi casa.
- ¡Edward!- exclamó Maddie apenas me vio entrar y corrió a abrazarme. Le devolví el abrazo torpemente mientras intentaba no botar mis bolsos de viaje.
- Maddie – haciendo un esfuerzo sobrehumano le sonreí, cuando nos separamos.
- ¡Edward! ¡Qué alegría verte!- me dijo sonriente- Esta casa no es lo mismo sin ti.
En un día normal, habría sonreído creídamente, habría dicho "Por supuesto que no, Maddie, sabes que no puedes vivir sin mí" y después le habría guiñado un ojo. Pero hoy no era un día de esos. Andaba con los ánimos por el suelo. Maddie me miró perpleja, cuando en lugar de la reacción acostumbrada, simplemente suspiré pesadamente, y dijo:
- ¡Vaya! Debes estar muy cansado del viaje para no decir tu famosa línea- terminó asombrada.
- Debe ser eso- confirmé, aunque sabía que la verdadera razón para actuar así, tenía nombre y apellido: Bella Swan- subiré mis cosas y dormiré.
- ¿No vas a cenar?
- No, cené en el avión- mentí.
- Como quieras- se encogió de hombros- supongo que mañana las abrirás - agregó señalando con la cabeza a la mesa del vestíbulo, donde se encontraba una pila de cartas.
- Sí, pueden esperar – respondí desinteresadamente mientras subía las escaleras- ¿podrías llamar a mis padres y avisarles que llegué?
- Claro, Edward.
- ¡Ah!- me detuve de pronto- y pregúntales cuando vuelven…
- No hay problema.
- … para no estar acá- murmuré en voz apenas audible y continué mi camino hacia el segundo piso.
- ¡Duerme bien!- gritó Maddie desde abajo.
Abrí la puerta de mi habitación y todo seguía igual que cuando me había ido, exactamente igual, así que supuse que Maddie se había encargado de la limpieza, era imposible que el polvo no se acumulara en todo el tiempo que estuve fuera.
Coloqué el bolso de mi laptop sobre mi escritorio y el otro, que contenía el resto de mis cosas, lo tiré descuidadamente contra el piso. Me saqué la chaqueta, que también la tiré al piso y me tumbé sobre la cama. Cerré los ojos y esperé que el sueño me venciera mientras intentaba alejar mis pensamientos de unos ojos color chocolate que me miraban con decepción.
***
Al día siguiente, me desperté y después de ducharme, bajé a desayunar.
- Buenos días- me saludó alegremente Maddie, cuando me vio bajando las escaleras.
- Buenos días.
- Siéntate, enseguida te sirvo- y salió rumbo a la cocina. Me senté en mi lugar acostumbrado y me concentré en los patrones de dibujo que tenía el mantel, estaba al borde de la desesperación, cualquier cosa servía para mantener mi mente alejada de Bella.
- ¿Encontraste un nuevo hobbie, Edward?- bromeó Maddie mientras colocaba frente a mí, un plato con tostadas, un vaso de jugo de naranja y un recipiente con frutas. Ignoré su comentario y tomé una tostada, la observé durante un largo rato, realmente no tenía ganas de comer, pero sabía que tenía que comer, de lo contrario, me enfermaría y me sentiría peor de lo que ya me estaba sintiendo.
- ¿Te vas a comer la tostada o te dedicarás a contemplarla como si fuese una obra de arte?- preguntó Maddie de nuevo.
- Uhm… -dejé la tostada en el plato- no tengo hambre, quizás más tarde- dirigí mi mirada hacia el arreglo floral que estaba en el centro de la mesa y suspiré pesadamente. Todo estaba perdido, Bella no quería verme más, si no hubiese tenido esa estúpida idea de crear esas fichas, ahora estaría con ella... podría estar regalándole flores y ella me dedicaría una sonrisa, me abrazaría y me besaría… sino hubiese sido un idiota creído, ahora estaría sintiendo sus labios sobre los míos y…
- ¡Edward! - sentí que alguien me llamaba a lo lejos. ¿Sería Bella? No. Yo estaba en Chicago y ella en Forks, a menos que haya venido a hablarme, pero ¿a qué? Ella misma había dicho que necesitaba tiempo… - ¡Edward! – quizás no había necesitado tanto tiempo… o quizás sí había pasado bastante tiempo… quién sabe, el tiempo es tan relativo…. - ¡Edward!- de pronto, sentí que alguien me sacudía y me sacaba de mi ensoñación. Maddie estaba enfrente de mí, mirándome con preocupación:
- ¿Qué te pasa, Edward?- me colocó una mano en la frente- estabas ido… te he estado llamando varias veces y tú sólo murmurabas cosas que no entendía…
- Nada Maddie- le sonreí sintiendo cómo todos los músculos de mi rostro se tensaban.
- ¡Algo te pasa, Edward! Anoche te noté extraño, pero supuse que era por el largo viaje, pero hoy… pareces que no hubieses dormido, te ves demacrado- dijo acariciándome la mejilla cariñosamente-Ahora, levántate y vamos a tu cuarto para que me cuentes qué es lo que te pasa- me tomó del brazo y me obligó a subir con ella.
Una vez que llegamos a mi habitación, Maddie se sentó en mi cama y me indicó que me sentara junto a ella.
- Bien, Edward, habla- ordenó mientras me sentaba a su lado.
- Maddie yo…
- Maddie nada, dime qué es lo que te pasa- insistió. Sabía que no se marcharía hasta que le contara, así que resignado, comencé a hablar:
- Cuando llegué a Forks, además de mis tíos y Alice y Emmett, estaban los Hale, Jasper es el novio de Alice y Rosalie es novia de Emmett…
- Todo en familia, como la mafia napolitana…- bromeó Maddie intentando aligerar el ambiente, pero yo no estaba de humor y la fulminé con la mirada.
- Lo siento- se disculpó- por favor, continúa.
- Y estaba Bella... compañera y mejor amiga de Alice…- tomé aire- todo comenzó cuando…- y empecé a contar la misma historia que le había dicho a Alice y después a Bella. Al terminar, cerré mis ojos esperando el grito "¿Cómo pudiste hacer algo así?", pero esperé y esperé y nada. Abrí los ojos y Maddie me miraba curiosamente- ¿Qué? ¿No me vas a gritar?
- ¿Por qué lo haría?- preguntó con extrañeza- supongo que ya habrás tenido suficientes gritos, ¿o no?
- Sí… - agaché la cabeza al recordarlo. Esperé unos minutos a que Maddie dijera algo, pero después de un rato de silencio, pregunté: ¿Te vas a quedar callada? ¿No tienes algo que decir?
- Supongo que ya te habrán dicho de todo- se encogió de hombros- así que no sé qué agregar, pero te diré algo, Edward- dijo abrazándome por los hombros- por lo que me contaste, Bella es una buena chica y te quiere, es obvio que esté herida, pero tú no puedes cargar con toda la culpa. Tú tenías ese sistema de fichas antes de conocerla y aunque suene retorcido, era parte de ti. Pero con el tiempo, gracias a Bella, tú fuiste cambiando y te diste cuenta que tener fichas de las chicas con las que salías era una mala idea y decidiste terminar con eso.
- Pero ella vio mi laptop y…
- No seas tan duro contigo mismo- me tranquilizó Maddie- tú estabas en tu cuarto y no sabías que ella seguía en la casa. Además, ella fue la que entró a tu cuarto sin avisar y vio tu laptop, perfectamente podría haberlo cerrado teniendo la precaución de no ver lo que aparecía en la pantalla, después de todo, era tu laptop y lo que ahí tengas, es privado, por lo tanto, ella no tenía derecho a verlo- abrí la boca para protestar- así que… basta ya de lamentaciones, si ella te quiere, te perdonará.
- ¿Y si no lo hace?- pregunté desesperanzado.
- Si no lo hace, no te merece- respondió muy segura.
- Pero…
- Vamos, Edward, ¿dónde está Edward Masen, el chico por el que todas las chicas de Chicago mueren?- rió- si no es Bella, habrá otra que te merezca, no seas negativo- me dio unas suaves palmadas en la espalda y se puso de pie- te espero abajo- me dirigió una última sonrisa y caminó hacia la puerta.
- ¿Maddie?
- ¿Sí?
- Gracias- le dije.
- De nada, sabes que siempre estaré aquí para lo que necesites, ahora baja para que abras tus cartas.
Me quedé un rato sentado en la cama, pensando en lo que me había dicho Maddie, quizás ella tenía razón, no debía ser tan duro conmigo mismo ni tan negativo. Y una nueva idea empezó a rondar mi cabeza, tal vez yo no tenía la culpa y todo era producto de la mala suerte…
- ¡Edward! – gritó Maddie desde el primer piso, interrumpiendo mis pensamientos.
- ¡Voy!- le grité de vuelta, me levanté y bajé rápidamente a encontrarme con ella.
Maddie estaba sentada en uno de los sillones del salón, esperándome con todas las cartas sobre su regazo. Aunque ella era el ama de llaves, cuando estábamos solos, nuestro trato era más informal, como si fuéramos un par de buenos amigos.
- ¿Dejaste de postular a alguna universidad del país?- preguntó viendo la larga cantidad de cartas que había recibido.
- Nunca se sabe que podría pasar- respondí restándole importancia- tenía que tener algún plan de emergencia. Además- me volteé a verla- ¿sabes lo que pasaría si no me aceptaran? Prefiero ahorrarme un sermón.
- Yale, Princeton… -empezó Maddie mirando los sobres- Harvard, Columbia, Cornell… ¡vaya! – exclamó sorprendida- ¿Sólo Ivy League? Aspiras alto para… -se detuvo de pronto- ¿Chicago? ¿Postulaste a la Universidad de Chicago? ¿De verdad?- me miró confundida, ella sabía que lo único que quería era alejarme de mis padres.
- Fue un minuto de desesperación- respondí cortante.
- Alguien amaneció de mal humor… - susurró Maddie y me entregó los sobres.
- Empecemos por… Chicago- sonreí, abrí el sobre y comencé a leer- "Estimado Señor Masen, tenemos el agrado de informarle que ha sido aceptado en…"- me detuve y tiré el sobre a un lado- sigamos con la otra.
- Cornell- dijo Maddie.
- Veamos… -abrí el sobre- "Estimado señor Masen, tenemos el agrado de informarle que ha sido aceptado…"
Hicimos lo mismo con el resto de las cartas, dejando Harvard al final.
- No lo puedes posponer más- dijo Maddie entregándome el sobre.
- Lo sé- suspiré, rasgué el sobre y comencé a leer la carta: "Estimado señor Masen, tenemos el agrado de informarle que ha sido aceptado en Harvard Law School…"
- Felicitaciones- interrumpió Maddie.
- Gracias – respondí- bota el resto- le dije señalando el resto de las cartas que estaba abiertas sobre el sofá.
- ¿No se las mostrarás a tus padres?
- Como si les interesara… -rodé los ojos- bótalas todas, sólo dejaré esta – mostré la de Harvard- ¿Cuándo vuelven?
- Mañana
- Genial- respondí irónicamente. Maddie sólo rió y exclamó: ¡Ese es el espíritu!
- Basta ya, Maddie- rodé los ojos.
- Tienes que ver el lado positivo, tus padres estarán contentos- enarqué una ceja- está bien, está bien, estarán… satisfechos de que continúes con la tradición familiar, así que los sermones se acabarán- me sonrió ampliamente.
- Sí, supongo que tienes razón… - contesté- ahora cuéntame, ¿qué tal San Francisco?
Me pasé el resto de la mañana conversando con Maddie, hasta que sonó mi celular.
- Es mi madre- le informé al mirar la pantalla- ¿Aló?- contesté.
- Edward.
- Madre- Maddie rodó los ojos.
- Madeleine dijo que llegaste bien.
- Así es. Ella dijo que vuelven mañana.
- Al mediodía.
- Oh.
- Debo colgar.
- ¿Madre?
- ¿Sí, Edward?
- ¿Ganaron el caso, cierto?
- Por supuesto. Nos vemos mañana.
- Al mediodía.
- Sí. Adiós.
- Adiós.
Maddie me miraba divertida.
- Déjame adivinar, vuelven mañana al mediodía y están ansiosos por verte.
- Claro, como siempre – le seguí el juego- Me extrañan- reí.
Me pasé el resto de la tarde encerrado en mi cuarto, estaba reordenando mis CDs, cuando Maddie se asomó por la puerta.
- ¿Cuál es el criterio esta vez?- preguntó. Cada cierto tiempo, reordenada mis CDs, la última vez había sido por el año en que había descubierto al grupo o solista y después por estilo.
- Género musical y después por orden alfabético.
- Oh, interesante- asintió con la cabeza- es hora de cenar- agregó.
- Enseguida voy- y Maddie desapareció.
Aprovechando la última noche sin mis padres en casa, Maddie y yo cenamos juntos en la mesa. Si hubiesen estado ellos, habrían dicho que era impropio mezclarse con la servidumbre, pero para mí, Maddie más que el ama de llaves, era mi amiga.
- Es irónico, ¿no crees? – dijo Maddie de pronto mientras tomaba una cucharada de helado.
- ¿Qué cosa?
- Cuántas veces has querido tener la casa para ti solo y hacer una gran fiesta… y ahora que tienes la oportunidad…
- Termino cenando contigo- reí.
- Sí… es increíble cómo la falta de sol puede afectar hasta los cerebros más brillantes- se burló Maddie. Yo sólo sonreí torcidamente y disfruté el resto de la cena, olvidándome por unos minutos de Bella.
***
- ¡Edward!- dijo Maddie sacudiéndome un poco.
- Unos minutos más… - me quejé y me tapé la cabeza con la almohada, mientras ella abría las cortinas.
- ¡Tus padres llegan en menos media hora!- chilló al borde del colapso nervioso- ¡Me quedé dormida! ¡Dios! ¡Apúrate! Si se enteran que me dormí…. –se estremeció- ¿Por qué tuvo que ser justo hoy?- se quejó y salió disparada de mi cuarto.
Me duché, me vestí e intenté ordenar mi cabello inútilmente hasta que me di por vencido. Bajé corriendo las escaleras y el reloj de la sala marcaba las 11:58. Maddie se movía de un lado a otro, ordenando la sala, mientras miraba de reojo por la ventana.
Tomé la carta de Harvard, la metí dentro del sobre y lo volví a dejar sobre la mesa.
- ¡Están aquí!- exclamó Maddie y corrió hacia la puerta. Pude oír las voces mis padres cuando entraron, pero me quedé en el salón esperándolos. Después de unos minutos, ambos aparecieron.
- Edward- saludó mi padre acercándose para estrecharme la mano- Qué placer verte.
- Gracias- le sonreí como si fuera un simple conocido, más que Edward Masen Senior.
- Edward- saludó de igual forma, mi madre.
- Madre- le sonreí y me acerqué para darle un beso en la mejilla y leve abrazo.
- Siéntense, tengo algo que mostrarles- dije en tono neutro mientras tomaba la carta y se las pasé.
- Recuerdo como si fuera ayer cuando recibí mi carta… -dijo mi padre sonriendo.
- Lo sé, ese día permanecerá en mi memoria por el resto de mi vida- siguió mi madre también sonriendo, yo bufé exasperado y metí las manos en los bolsillos mientras esperaba.
- Veamos…. – murmuró mi padre sacando la carta del sobre- "Estimado señor Masen…"
- No esperábamos menos de ti, hijo, felicitaciones- me sonrió mi padre cuando terminó de leerla. "¿Hijo?" fruncí el ceño, nunca antes me había llamado así, debía estar muy feliz…
- ¿Te das cuenta, querido? Nuestro Edward continuará con la tradición familiar- dijo mi madre sonriente. "¿Nuestro Edward?" ¿Tanto deseaban que entrara a Harvard?
- Esto hay que celebrarlo… ¡Madeleine!
- ¿Sí, señor?- preguntó Maddie asomándose a la sala.
- Reserva una cena en el mejor restaurant de la ciudad para hoy- le ordenó mi padre.
- Estamos tan orgullosos de ti… -dijo mi madre mirándome emocionada- Llamaré a Esme- agregó contenta y desapareció de la sala.
- Hijo- vaya, al parecer ahora empezarán a decirme así- sé que te regalamos un auto para tu cumpleaños número 18, pero si quieres, te podemos comprar otro mejor- me dijo mi padre abrazándome por los hombros.
- ¿Otro auto?- pregunté aturdido.
- Claro, es lo mínimo que te mereces- me aseguró mi padre.
- Pero… no quiero otro auto- dije rápidamente.
- Era sólo una sugerencia – rió mi padre- pero simplemente pide lo que quieras y lo tendrás. Iré a darme una ducha- y salió de la sala.
Lo observé hasta que se perdió de vista y no pude evitar pensar que, quizás en 20 años, podría lucir igual que él, después de todo, la mayoría de la gente pensaba que era una versión más joven de mi padre, con las únicas diferencias en que él era rubio, aunque tenía el cabello igual de indomable que el mío y de ojos celestes, mientras que yo había heredado de mi madre, el extraño tono broncíneo del cabello y sus ojos verde esmeralda.
- ¡Hijo!- me llamó mi madre mientras entraba a la sala- Esme te quiere saludar- me entregó el teléfono sonriendo. Nunca antes había visto sonreír tanto a mis padres, se sentía tan extraño…
- ¡Edward!- exclamó mi tía al otro lado del teléfono.
- Hola
- Tu madre me contó que fuiste aceptado en Harvard.
- Así es.
- ¡Muchas felicitaciones!
- Gracias
- No te noto muy contento… - empezó a decir ella en voz baja- si no quieres estudiar Leyes, tú sabes que cuentas con nuestro apoyo para lo que necesites.
- Muchas gracias, pero no es eso, es sólo…- miré a mi madre que me miraba con una sonrisa radiante- es que aún estoy sorprendido…
- ¿Lizzie sigue ahí, cierto?
- Sí- reí.
- Ya veo… ¿pero estás seguro que es eso lo que quieres?
- Sí… -me acerqué a la ventana, alejándome así de mi madre- no tengo energía para discutir con ellos- murmuré- además deberías verlos, están tan felices…incluso ahora me llaman hijo….
- Edward…
- Estoy bien, al menos ellos son felices…-la interrumpí- iré a Harvard, estudiaré leyes- me acerqué hacia donde estaba mi madre- y continuaré con la tradición familiar- agregué en tono más alto y le sonreí.
- Si es lo que quieres… Carlisle quiere saludarte también.
- De acuerdo- después de unos segundos, oí su voz:
- Edward, muchas felicitaciones
- Gracias-
- Tus padres están muy emocionados.
- Sí- reí secamente-seguiré sus mismos pasos- miré a mi madre de reojo.
- Bueno, sólo quería felicitarte y reiterar lo que dijo Esme recién, cualquier cosa que necesites puedes contar con nosotros.
- Gracias, lo tendré presente… - de pronto sentí unos gritos familiares que se acercaban.
- Uhm… Emmett quiere saludarte- dijo Carlisle- aquí te…
- ¡Edward!- gritó Emmett- supe que quedaste en Harvard
- Sí- sonreí.
- Muchas felicitaciones
- Gracias, Emmett
- Sólo espero que no te vuelvas tan amargado como ellos
- ¡Emmett!- se sintió la voz de Esme.
- Fue una broma, mamá- se disculpó y añadió en voz baja: es en serio, Eddie, no te vuelvas un amargado...
- Haré todo lo posible- le aseguré riendo.
- Más te vale… -se quedó en silencio unos segundos- la enana quiere saludarte también…
- Está bien… -suspiré con resignación. Alice no me había hablado desde esa vez que me gritó…
- Edward…
- Alice…
- Sólo quería felicitarte por… -empezó a decir.
- Gracias – la corté.
- Y quería… disculparme… no debí haberte gritado así, pero estaba tan furiosa…. – dijo Alice en tono incómodo.
- Alice…
- … sea como sea, tú eres mi primo y debí despedirme de ti cuando volviste a Chicago, lo siento tanto… -siguió diciendo ella- pero Bella es mi amiga… - al oír su nombre, mi cuerpo se tensó.
- Lo hecho, hecho está- respondí en tono grave.
- Edward, por favor, tienes que disculparme- dijo Alice rápidamente antes que la interrumpiera de nuevo.
- Claro, Alice, no hay problema – le aseguré.
- Gracias- contestó aliviada- yo sé que… ¡arg! Emmett está diciendo que estoy hablando demasiado, Edward, nuevamente felicitaciones y espero que nos veamos pronto. ¡Adiós!
- Adiós- se cortó la comunicación y le devolví el teléfono a mi madre.
- Tu padre y yo estamos tan orgullosos de ti, hijo- dijo ella nuevamente.
- Lo sé- le sonreí- vamos a almorzar… - y en un gesto audaz la abracé por los hombros, antes de la carta, me habría rechazado, pero hoy era un día especial y deseaba disfrutar aunque sea por unas horas, tener una relación normal con mis padres.
***
Era septiembre y ya llevaba un par de semanas en Harvard. Aunque inicialmente, había decidido estudiar leyes por no llevarle la contra a mis padres, porque tal como le había dicho a Esme, no tenía las energías suficientes para una pelea con ellos, para mi sorpresa, las materias que estaba cursando me gustaban y aun cuando era consciente que Bella no quería saber de mí (lo cual siempre me deprimía), había encontrado un consuelo en las clases que asistía.
Cuando entré a la universidad, decidí que sería diferente a la persona que era antes. Aprovechando que estaba en Cambridge, una nueva ciudad donde nadie me conocía, tenía la oportunidad de crear una imagen distinta a la de Chicago, así que me había dedicado a pasar mis horas en la biblioteca estudiando, en lugar, de ir a fiestas. Además, mis padres estaban tan contentos que siguiera con la tradición, que mi relación con ellos había mejorado sustancialmente, por lo tanto, otro de los motivos para mi cambio, habían sido ellos, estaba haciendo todos los esfuerzos posibles para no decepcionarlos. Sentía que ya había decepcionado a tantos… que no podría cargar con más personas en mi consciencia.
En cuanto a vida estudiantil, mi círculo social era bastante limitado, sólo me relacionaba con aquellas personas que no tenían como prioridad asistir a tantas fiestas como fuera posible, pero a pesar de todo y sin saber cómo, cada vez que leía alguno de mis libros o apuntes, se deslizaba algún papel con un número telefónico escrito en él.
Y hoy, un viernes a la hora de almuerzo, como se estaba haciendo habitual en mi caso, estaba leyendo un libro tirado sobre mi cama, mientras la mayoría del campus se dedicaba a hacer planes para el fin de semana, cuando sentí unos golpes en la puerta.
- ¿Quién es?- pregunté mientras marcaba la página que estaba leyendo. No hubo respuesta, sólo más golpes en la puerta.
- ¿Quién es?- pregunté de nuevo al mismo tiempo en que me incorporaba de la cama y caminaba hacia la puerta. Pero nuevamente no hubo respuesta. Abrí bruscamente la puerta y miré con los ojos abiertos como platos a la persona que estaba frente a mí.
- Hola- saludó sonriendo.
- ¿Qué estás haciendo aquí?- pregunté asombrado
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