lunes, 6 de febrero de 2012

BFL: Yes… She is the one who I love


Yes… She is the one who I love

siento que si murieras, moriría contigo…

— ¡Maldito Casting! — reclamé cuando miré la larga fila de vehículos detenidos por la congestión, era cerca de medio día y al parecer a todos se les había ocurrido salir a almorzar a la misma hora y todo en vehículos.

— ¡Demonios! — Exclamé cuando me percaté que el vehículo que estaba dos más adelante que el mío ponía intermitente de emergencia — ¡Por favor! — grité exasperado tratando de salir del embotellamiento que estaban causando y como odié a mi representante al haberme hecho venir a esta audición supuestamente en mis vacaciones.

Tomé una calle alternativa y logré salir de la tremenda fila que se había formado y la congestión además de las esperas lograba sacarme de mis casillas. Mire el reloj y eran pasadas las doce del día, estacione mi automóvil y camine hasta su edificio.

Subí al ascensor con una ansiedad desconocida, la impaciencia se estaba haciendo patente a cada minuto que miraba como el indicador de los pisos cambiaba a mi juicio mortalmente despacio — Relájate — fue lo primero que pensé — ella está bien — me dije para auto convencerme todos los escasos minutos que me demoré en llegar hasta la puerta de su departamento.

Iba a golpear cuando me di cuenta que debía dejar esa ansiedad de lado y mostrarme sereno. Tomé aire tratando de acallar a mi corazón que latía furioso contra mi garganta, y golpeé finalmente la puerta. Pasaron dos, tres, cuatro minutos y nadie abrió. Volví a intentarlo, llamé a su puerta, con golpes más fuertes e insistentes pero no cayendo en pánico — Tal vez este bañándose, tal vez este en el baño, tal vez esta aún durmiendo — comencé a pensar pero los minutos pasaban y nada, tomé mi celular y marque el número de su casa, sentí como sonó el teléfono pero nadie hizo ningún amago de contestarlo — tal vez esté con Alice — finalmente pensé y podía ser una alternativa.

Caminé hasta el ascensor nuevamente, venía subiendo, traté de mantener a raya la inexplicable aprehensión que estaba sintiendo y también deje de lado los pensamientos que no fueran positivos, no quería pensar en alguna otra posibilidad pero mi corazón se contraía con una leve sospecha de que algo malo le hubiera pasado, ¿algo malo como qué?, me preguntó mi voz interna y baje la vista al suelo, me puse las manos en la cintura — Podría estar inconsciente en la mitad de la habitación y tú no estuviste allí — recriminó mi yo interior y se disparo la culpa, su madre contaba con que yo la estaba cuidando si algo le pasaba no iba a perdonármelo jamás. En eso se sintió el pitito de la puerta del ascensor, se abrieron las puertas y alce mi vista.

— Mi amor — murmuré demasiado bajo para que ella lo notará, venía pensativa con su ceño fruncido y con la vista pegada en el suelo. Respiré aliviado sonriéndome por lo pasado de películas que podía ser a veces.

Sus ojos chocolates brillaron y me sonrió también ella, se acercó a mí y sin poder siquiera decirle algo capturo mis labios con los suyos en un beso. Sentí la presión de sus brazos rodeando mi cuello y alce su cuerpo en el aire, acomode mis manos para sostenerla mejor.

— ¿A dónde fuiste? –pregunté entrecortado apretándola contra mí.

— A caminar –contestó separándose de mi rostro juntando su frente contra la mía - ¿Cómo te fue en la audición? –inquirió cambiando de tema.

— Supongo que bien –respondí —ahora tengo que esperar a que me llamen, así son estas cosas –expliqué enterrando su cabeza contra mi cuello — ¿Qué día debes estar en el hospital para la quimioterapia? –pregunté al cabo de unos minutos.

Su cuerpo se separó de mi abrazo y me contemplo, sostuvo su mirada fija en mí, sentí que dudo en darme su respuesta lo que me entristeció, ella estaba empecinada en hacer todo lo contrario¡Qué terca eres! Recriminé en mi fuero interno — ¿Por qué no ves que estas haciéndome sufrir?pregunté otra vez pero en mi interior encarando su mirada hasta que finalmente contestó a mi pregunta.

— Jueves –exclamó. Y fue la mejor noticia que ella podría darme, aún tenía tiempo para convencerla de ser sensata, tenía tiempo para demostrarle mi amor por ella, para que sintiera lo que yo sentía, para hacerla participe de mi vida, y darle un sentido a la suya y lograr un milagro.

Entré de vuelta al ascensor decidido a que la vida de Bella tuviera un sentido, algo a que aferrarse, un motivo para vivir. No sería fácil pero tampoco era un imposible.

— ¿Dónde quieres ir a almorzar? –le pregunté poniéndola en el suelo y apretando el botón para ir a la planta baja.

No pude evitar mirarla desconcertado cuando finalmente llegamos al lugar donde almorzaríamos. Era un restaurante de comida orgánica — ¿ensaladas? — me pregunté sosteniendo la puerta para que entrará. Nos sentamos y el menú no era nada alentador, no había comida real en ese lugar, salvo por pasto y más pasto ¿Quién dijo que esto es saludable? me pregunté ¿Carne deshidratada?Esto no es comida — reclamé para mi interior por segunda vez, dándole una mirada y ella parecía bastante concentrada en decidir qué comer ¿Hay alguna diferencia entre lechuga y más lechuga? Mire alrededor y para ser un restaurante nuevo había mucha gente.

— ¿No crees que deberías alimentarte con algo más que pasto? –pregunté dándole otra ojeada el menú, rió ante mi cuestionamiento.

— Podemos ir al Mc Donnald si prefieres –contestó en burla, suspiré.

— ¿No creerás que estas gorda verdad? –cuestioné poniendo a un lado el menú. Tome un sorbo a la bebida que había pedido.

— El hecho que esté enferma no quiere decir que no me cuide –refutó sin despegar la vista del menú.

— La próxima vez yo elegiré el lugar –concluí.

Habiendo tanto restaurante tenía que elegir el que menos comida tenía. El mesero nos tomo las órdenes, estuvimos conversando mientras esperábamos que nos trajeran lo que habíamos pedido. Empecé a hablarle sutilmente sobre la vida pero de forma metafórica, en realidad no sabía cómo abordar el tema de la muerte sin herir susceptibilidades y lo que menos quería era que se pusiera a la defensiva con el temita de — Para ti es fácil tú no eres quién está llena de agujas —. Los ojos de Bella se desviaron hacía la ventana al cabo de un par de minutos al principio la deje y pensé que era su "mecanismo" para parecer interesada pero ciertamente no estaba escuchándome. Seguí hablando pero cuando ella dejo de prestarme por completo la atención y en su rostro se dibujo un gesto de preocupación volteé.

— ¿Qué? –pregunté de repente girando mi rostro hasta el ventanal.

Allí me di cuenta de lo que preocupaba ahora a Bella. Un montón de fotógrafos, todos disparando sus cámaras para captar el momento. Se me desencajo el rostro de rabia, impotencia. ¡Cuándo me dejarían en paz! ¿¡Qué no podía siquiera almorzar sin que me tomaran una fotografía! Me pregunté aburrido y a punto de perder la paciencia.

— ¡Genial! –exclamé audiblemente y me arrepentí al minuto, cuando sentí sus manos en mi rostro, me obligó a dejar de mirar al ventanal.

— No son mis fotos las que quieren, a tu lado solo soy un mal accesorio –respondió.

Quise protestar a su comentario pero nos interrumpió el mesero que llego con nuestro almuerzo.

— ¿Desde cuándo estas enferma? –pregunté cambiando el tema e ignorando que seguirían tomando fotos sin cansarse.

— Desde los dieciséis –contesto masticando parte de su ensalada.

— ¿Cuántas novias has tenido realmente? –preguntó al cabo de unos minutos curiosa y quise reírme, me gusto esa curiosidad mezclada con los celos, porque muy en el fondo su pregunta iba más a saber con cuantas me había acostado antes.

— Varias –contesté mirándola misterioso y eso era un tema que no debía preocuparle, ni cuantas habían pasado por mi cama ni a cuantas había llamado erróneamente novias — pero tú eres la primera en entrar a mi corazón — contesté en silencio mirándola, puso en blanco sus ojos.

— ¿Cuántas son varias? –insistió.

— ¿Cuántos novios has tenido tú? –pregunté finalmente evadiendo una respuesta directa.

— Oficiales ninguno –contestó –extraoficiales varios –agregó riéndose.

— ¿Yo soy oficial o extraoficial? –pregunté curvando mis labios en una sonrisa suspicaz.

Era primera vez que alguien hacía la diferencia entre oficial o no oficial, entonces tenía mi respuesta, yo jamás había tenido una novia oficial. Hasta ahora eran chicas que me habían gustado y con las cuales había saciado algún impulso carnal pero nadie como ella.

— No sabía que éramos novios –contestó.

Me quede pensando en aquello de oficial o extraoficial. Ella tenía razón jamás le había propuesto ser mi novia, yo había asumido esa condición cuando finalmente había entrado aquel día a esa habitación del hospital pero otra vez mantenía mis pensamientos para mí y difícilmente ella sabría que la quería para siempre si no se lo decía. La miré a los ojos por unos momentos hasta que la idea se vino a mi mente.

— Tienes razón no te lo he pedido formalmente –contesté parándome de la silla, su boca se abrió de inmediato formando una gran "o", miré su expresión y era de pánico absoluto.

Justo cuando iba a arrodillarme para hacerlo al estilo "principesco" me detuvo por el brazo. Sus labios estaban blancos, había perdido el color del rostro pero a diferencia de si lo hubiera perdido en otra circunstancia, ahora me encantó y o me preocupé en lo absoluto.

— ¿Qué haces? –preguntó con un hilo de voz mirando de reojo por si alguien se había percatado de mis intenciones ahogue la risa – ¿Quieres aparecer en otro titular? –inquirió rígida en su posición, aferrando mi brazo con fuerza.

— Me encanta cuanto te avergüenzas –le confesé sentándome nuevamente a la mesa. Sentí como respiró aliviada.

Al salir del restaurante otra vez fuimos acechados por los periodistas y las preguntas, el sonido del disparador de las cámaras era abrumador y no nos abandonaron hasta que nos fuimos – ¡Déjenme en paz! –grité por lo bajo pero nadie aparte de mí lo escucho. Caminamos rápido hasta el automóvil y nos subimos al mismo tiempo. Nos fuimos del lugar sin emitir ni una palabra, al cabo de unos minutos, se acerco a la radio y la encendió, la contemple de reojo como cambiaba de estación en estación.

— ¿Tienes algo que hacer el resto de la tarde? –le pregunté y no sabía como reaccionaría, normalmente esto lo hubiera dilatado lo más posible pero hoy quería que la conociera mi familia, específicamente mi madre y no tenía idea de porque me entusiasmaba tanto la idea pero sentía esa necesidad.

— No que yo sepa –contestó – ¿Por qué?, ¿Estarás ocupado? –agregó aunque me sonrió esa sonrisa no llego a sus ojos.

Definitivamente era el minuto propició para que la conociera mi familia. Después de todo, ya habíamos aparecido en una revista — ¿Por qué ya no me cuentas nada? — Me había preguntado por teléfono mi madre apenas vio mi rostro acompañado de una chica que ella no conocía ni ubicaba — Mamá no hay nada que contar — le respondí — Aún —agregue en el pensamiento medio indeciso, quería decírselo pero ¿Cómo lo tomaría? Si le confesaba que amaba a una completa desconocida y si entraba en el detalle poco ortodoxo de nuestros primeros encuentros se vendría el sermón, no tomarían de buenas a primeras este arrebato de amor como lo llamaría ella muy en serio y al final no mirarían con buenos ojos a Bella y no quería crear prejuicios sobre ella, tenía que pasar un tiempo al menos.

— ¿Qué es lo más loco que has hecho alguna vez? –pregunté de repente evadiendo su pregunta, pensando en cómo se llevaría Bella con mi madre, en realidad con todos.

— Entrar al auto de un desconocido a la mitad de la noche –respondió, levantando las cejas mientras se mordía el labio avergonzada, sus mejillas se tiñeron de un rojo exquisito y aún no comprendía cómo era posible que aun avergonzada se viera tan hermosa.

Los edificios conocidos de la casa de mis padres se alzaron al frente y entonces detuve el automóvil justo frente a la puerta principal. Bella miró a todos lados confundida y luego se concentró en mí, sus ojos castaños estaban un poco impacientes y nerviosos.

— ¿Dónde estamos? –preguntó al fin.

— Es la casa de mis padres –contesté señalando la puerta que daba justo frente a nuestra posición.

— No creo que sea buena idea –confeso temerosa sin quitar la vista de la entrada.

— ¿Por qué no? –pregunté divertidísimo con su ataque de pánico.

— ¿Qué tal si no les gusto? –contestó un poco hiperventilada quitando la vista de la casa para encarar la mía.

No pude evitar sonreírme, de hecho la sonrisa la tenía dibujada desde que había planeado presentarla a mi familia. Aún así puse mis ojos en blanco al oír sus temores. En realidad me importaba poco si no les gustaba, sino me entendían, ella iba a ser parte de mi vida aunque se opusieran claro que siempre es mejor que al menos mi madre estuviera de parte mía, todo sería más fácil.

— Al que tienes que gustarle es a mí no a ellos –le aclaré volviendo a sentarme correctamente – y creo que ese tema está superado –agregué abriendo la puerta para bajarme. Di la vuelta y abrí su puerta para que bajará. Dudo pero al fin resignado lo hizo, claro que la cara de enojo estaba pintada y lista para el reproche pertinente.

— Debiste avisarme que me traerías –increpó arreglándose la ropa y el pelo. Lo que no era necesario, era hermosa así como estaba.

— ¿Qué habría de divertido en aquello? –contesté besándola en los labios.

Nos besamos y debo reconocer que para nada medí la intensidad o el tiempo, simplemente me deje llevar por la forma en que estábamos besándonos, hasta que otra vez, sentí a lo lejos un carraspeo persistente. Por el tono de voz adivine de quién se trataba claro que Bella se separó asustada de mí mirando a mi hermana como si hubiera hecho algo poco decoroso o moralmente mal visto.

— Siempre quise hacer esto –confesé en una carcajada y ella me miró sorprendida.

— ¡Rose! No sabía que estarías aquí –exclamé abrazando a Bella por la cintura y atrayéndola hacía mi cuerpo.

— Yo tampoco sabía que tú vendrías –respondió mi dulce hermana hasta encontrarse con nosotros, como siempre se acerco a saludarme, claro que esta vez, fue dándole un pequeño vistazo a mi acompañante y murmurando algo que no entendí.

Hubo un breve intercambio de miradas entre ellas dos y aunque me dio cierta aprehensión puesto que era la primera "novia" a la que llevaba oficialmente a mí casa. Ambas se saludaron y aunque Bella estaba como incomoda, ese gesto fue realmente sincero de ambas partes, así que respiré aliviado y el nervio se me fue de a poco. Rosalie nos dijo que iría a comprar y también nos dijo quienes estaban, la expresión de mi dulce novia cambio a horror cuando se percató que había más gente de mi familia y no solo mis padres.

— No es nada del otro mundo —aseguré tomando de su mano para hacerla entrar a la casa.

Apenas entramos mis "primos" hicieron su aparecida y claro siempre se puede contar con ellos para dar la bienvenida oficial a la familia. Noté como Anthony torció sus labios traviesamente contemplándonos.

— Te dije que era su novia, ahora págame –exclamó satisfecho a su hermano.

— Anthony otra vez con las apuestas, le diré a la tía Carmen –le advertí lo más serio que pude.

— Al menos gane esta vez –me contestó desafiante.

No alcanzo a pasar medio segundo cuando la madre de mis primos se acerco a pasos agigantados hasta nosotros, mis primos al verla se hicieron humo en cuestión de abrir y cerrar los ojos.

— Edward, tu madre dijo que no vendrías.

Dijo sonriéndose al tiempo que me abrazaba. Bella se separó de mí y no pude evitar aquello por que los brazos de mí tía me rodeaban.

— Tía Carmen –le salude y ella debió su vista hacía la visita, que después de hoy no sería tan visita, sería parte de la familia y esperaba de todo corazón que ella quisiera serlo.

— Tía, ella es Bella —presenté con un orgullo poco conocido para mí hasta ahora, era extraña esa sensación pero podría acostumbrarme —mi novia —agregué finalmente apretando su mano.

— Carmen, soy la hermana de su madre –contestó ella a Bella que seguía absorta contemplándola, estaba nerviosa. La saludo tímidamente y luego me volvió a tomar la mano como si fuera un salvavidas.

El ruido de un vidrio roto nos distrajo y el grito agudo de uno de mis primos que apostaba era Eleazar se sintió desde el segundo piso.

— ¡Eleazar baja en este mismo instante! –gritó mi tía molesta dándonos una mirada a nosotros —lo siento pasen están todos atrás, voy enseguida solo bajaré a este par de huracanes antes que rompan algo más –agregó al tiempo que subía las escaleras apresuradamente, cuando llego hasta el segundo piso y se sintieron unas risas cómplices seguida por unos portazos.

— ¿Terrible? —pregunté empujándola para caminar hasta el interior.

Llegamos hasta la parte posterior de la casa y salimos hasta el patio trasero. Frente a nosotros estaba mí familia en pleno, bueno no todos faltaban algunos pero era gran parte. Todos dejaron de hablar para mirarnos y sentí la mano de ella apretar la mía, seguro tenía la ansiedad disparada y eso acrecentó cuando mi madre se paro para saludarme. Como era de esperarse me miró a los ojos esperando que hablara y le presentará a Bella. Cuando dije "novia" la miré de reojo y sus mejillas se tiñeron otra vez de un escarlata para nada sutil, mi madre abrió los ojos sorprendida cuando pronuncie aquello pero aún así, a pesar que estaba boquiabierta, la saludo muy amena lo que me agradó.

La tarde paso entre las típicas interrogaciones de ¿Dónde se conocieron? ¿Cómo? ¿Cuándo? Y disfruté poniéndola en aprietos para que contestara algunas. Después de eso mi padre me hizo un gesto sutil desde la puerta de la casa así que me paré para ver que quería. Bella estaba entretenida y distraída mirando a mi tío hacerse el gracioso con sus típicos comentarios y anécdotas de esas que ya me sabía de memoria. Así que simplemente entre una vez que estuve a su lado, me paso una bolsa grande con embases de bebidas y lo miré extrañado.

— Ven acompáñame a comprar

Me pidió y miré a mi hermana Rose que me levantó la ceja suspicaz, como cuando éramos niños y nos avisábamos si habría "regaño" o si nuestros padres estaban "molestos". Así que supe que se venía la "conversación". Salí detrás de él.

— ¿Ya te vas? —preguntó mi primo desde las escaleras ¿tú novia no se irá contigo? —increpó y mi padre lo miró.

— Ve donde tu madre que te esta buscando —respondió mi padre y algo que no le gustaba de sus sobrinos era justamente ese ademán que tenían los hijos de la hermana de mi madre, según él se parecían a su concuñado.

— La juventud —exclamé tontamente al cerrar la puerta para tantear terreno ¡Graso error! Mi padre no estaba para hacerse el gracioso, arrugo su entrecejo mientras me miraba.

— Tú eras igual así que no te admires —respondió serio.

Fuimos en silencio mayor parte del trayecto hasta que él me habló. Lucía bastante serio y a juzgar por su expresión no era nada bueno lo que me diría.

— No puedes jugar con ella —exclamó deteniéndose — eso es cruel y ella no se lo merece, menos si está agonizando —agregó.

— ¡No estoy jugando con ella! —me defendí de inmediato y sin dudarlo y era increíble que mi propio padre pensara aquello — y no está agonizando —refuté entre dientes — ¿De dónde sacas eso? –pregunté un tanto aturdido pero evidentemente molesto, retumbaba en el fondo de mi mente la palabra "agonizar" y se clavaba como una espina, ese fue como si me hubiera clavado un puñal en el corazón sin más.

— No mientas Edward, tú hermana lo…. —rebatió y quise matarla. Rosalie me va a oír pensémirando a mi padre y tratando de calmarme después de todo le debía respeto sin embargo me sentía traicionado por mi propia sangre, así que lo interrumpí.

— Ya veo — dije tratando de respirar y gritarle o formar una discusión en plena vía pública no iba a ayudarme — ahora no puedo tener una conversación con ella sin que me "acuse", por dios si ya no tenemos cinco años —reclamé furioso y mi hermana había rebasado todos los limites de la confianza.

— Espera ella no me dijo nada —la disculpó en seguida que me escucho y lo miré confundido — Tu madre la escucho hablar y me lo contó, en realidad no me lo dijeron directamente a mí — y eso incluso lo hacía peor desde cuando nuestros padres nos espiaban, ese rasgo no lo conocía.

— ¿Y tú piensas que yo quiero jugar con ella por el hecho que esta enferma? ¿Qué clase de hombre me crees? ¿Tan mal me criaste que piensas eso de mí? —exclamé en un grito exasperado por su silencio pero lejos lo peor fue la mirada de indeciso con la que me contestó ¡Genial! pensé — Gracias por el voto de confianza papá —agregue dolido pero sarcástico, me fastidiaba su precipitada conclusión.

Nos quedamos mirando, en realidad más que molesto estaba dolido. Como mi propia familia era capaz de pensar en aquello, me lo imaginaba de la familia de ella, incluso creía que su hermana pensaba eso pero mi padre. Mi propio padre eso si que era suficiente ¡Hasta aquí!, me dije y paciencia no era una de mis virtudes. Como no dijo nada más, simplemente me di media vuelta dispuesto a volver la casa y sacar a Bella de allí, alcance a dar un par de pasos pero me sostuvo del brazo impidiéndolo.

— Edward — exclamó pero me safé de su brazo, era increíble que mi propia familia me creyera un patán — Hijo espera —pidió y ahora me sujeto más fuerte.

— ¿Qué? —le pregunté al fin encarándolo.

— No pienso eso, claro que no —contestó a la pregunta que le había hecho antes y la cual jamás contestó, baje la vista al suelo y me puse mis manos en la cintura — no obstante eso vuelvo a insistir que no es bueno "encariñar" a alguien por quien no se está seguro sentir algo — agregó y volvió la furia.

— ¿Qué es lo que te preocupa? — le pregunté.

— Tú, tu eres quien me preocupa — contesto y lo quede mirando sin contestarle — ¿Qué quieres que pensemos? jamás te habíamos conocido a una "novia", tu mismo decías que eras joven y que eran solo "amigas" y aunque a tu madre le hubiera encantado conocer a más de alguna, de las que le parecían "simpáticas y bonitas" pues jamás antes te habían interesado las reuniones familiares hoy llegas a una y la presentas como una novia y entonces sumado a lo que tu madre escucho pues francamente nos confundes — aclaró un poco desesperado y le concedí el beneficio de aquello, ni yo mismo entendía ese interés repentino por hacer partícipe a mi familia de aquella locura, guarde silencio que fue interrumpido por su voz dudosa — ¿Acaso está embarazada? —me preguntó finalmente y no supe si reírme o echarme a llorar.

— Incluso cuando crees que estas arreglando tu falta sigues empeorándola ¿Ahora cada vez que presente a una novia es porque la embarace? —le pregunté riendo de lo molesto que podía estar. Mis padres no me conocían en lo más mínimo y eso era una lástima.

— Pues la verdad no se qué pensar — se defendió un poco molesto por mí risa burlesca — ahora estas inmerso en esto de la farándula y aunque a tu madre le parezca "entretenido y divertido" pues la verdad no lo sé, los artistas….

— No soy artista –interrumpí seco.

— Bueno los actores —exclamó pero le interrumpí nuevamente

— No soy actor, jamás he estudiado actuación —le hice ver y medio una mirada fulminante estaba a punto de hacerlo perder la paciencia. Pues somos dos yo la perdí por completo pensé contemplándolo.

— Lo que seas — corrigió alzando la voz y como odiaba que hiciera eso para hacer notar quién era el "adulto" de los dos — en el circulo que estas, las cosas son un poco extrañas, ciertamente no es como nos conocimos tu madre y yo — agregó bajando el perfil a su "conversación" y hubiera deseado no tenerla nunca.

— ¿Y como sería para ti normal? — inquirí deseoso que me explicará cómo era que mi hermana mayor tenía 28 años y ellos tenían 27 años de matrimonio.

— ¿Dónde la conociste? — cuestionó leyendo entre líneas y en eso me parecía a él.

— Tenemos un amigo en común — contesté manteniendo la mentira.

— ¡Edward! —exclamó un poco molesto por mi mentira.

— ¿Acaso eso importa? — le contesté harto de sus cuestionamientos, aún no entendía a que venía todo este sermón gratuito.

— Si estas realmente "interesado" con ella claro — contestó bajando el tono con el cual lo dijo, claro que en la palabra interesado se notó una diferencia en su fonética, increíble aún seguía dudando de mi interés o capacidad de amar a alguien.

— Claro que esto interesado es más yo la amo — confesé utilizando esa palabra apropósito y era verdad yo la amaba pero claro para mi padre eso era imposible a mi edad.

— ¿Amarla? ¿Algún interés especial para ese "amor tan profuso" — cuestionó.

— No esta embarazada —le aclaré y pareció relajarse — simplemente me enamore de ella ¿Hay algo de malo en aquello?

— Tienes veintitrés —y lo hizo parecer como si estuviera hablando con alguien que tiene tres.

— Y eso me hace menos digno de hacerlo o hay una edad "prudente" para enamorarse —le pregunté sarcástico y de él era de quién menos me esperaba esta conversación.

— Eres un niño jugando a ser hombre —espetó — ¿Está enferma no? — Cuestionó pero no contesté — ¿Crees que hacerla feliz un par de días te hará noble? eso es demasiada responsabilidad para alguien de tu edad — agregó y casi caí de espaldas, esta discusión no tenía pies ni cabezas, estaba todo confuso por una parte me sonsacaba verdad sobre posibles embarazos y ahora metía la enfermedad de ella, daba palos de ciego.

— ¿Mamá te dijo que hablaras conmigo? —le pregunté al fin y eso de niño a ser hombre sonaba a un comentario de ella, ahora sabía de donde provenía el talento y yo que había pensado, por su actitud para con ella, que Bella le había caído bien pero me había equivocado.

— Al contrario ella está entusiasmada con — me miró pero no contesté sin poder evitar abrí mis ojos desmesuradamente y fruncí el ceño — ¿cómo se llama? — cuestionó

— Bella —contesté entre dientes y no podía ser cierto ¿dónde estaba mi padre? me pregunté

— Contrario a lo que piensas fue ella la más entusiasmada en conocerla de hecho te llamaría mañana para hablar contigo pero como te adelantaste, sumado al entusiasmo no solo de Rose sino de todos incluido el tuyo decidí intervenir —aclaró y parecía un poco nervioso por mi supuesto arrebato de amor

— No me esto burlando de nadie, yo la amo en verdad, aunque no me creas, es tanto que incluso creo que me duele — confesé sentándome en la cuneta de la calle de pronto sentía como si me fuera a caer.

— Tenía veintitrés cuando nació tu hermana y créeme que cuando llegaste tú con tu madre no estábamos tan bien como pareja — confesó y no sabía que quería hacerme ver — lo que pretendes hacer es demasiado para alguien de tu edad — exclamó sentándose a mi lado.

— Entonces tu consejo es que me aleje y la deje completamente enamorada y moribunda ¿Eso me haría más hombre? — le pregunté

— Entonces era cierto, está agonizando — inquirió

— Sí está enferma, tiene cáncer — contesté con un hilo de voz se me hizo un nudo en la garganta acordarme de aquello

En eso mi padre se paró y me extendió la mano. Me levanté a su altura y luego lo miré caminar con la bolsa en sus manos.

— ¿Y eso es todo? ¿No habrá consejo ni más sermones? — inquirí en un grito, detuvo sus pasos y me miró.

— No puedo evitar que salgas lastimado como tampoco puedo dudar que estés diciéndome la verdad, de hecho lo aseguras con tanta vehemencia que me recuerdas a como yo era a tú edad. ¿Consejo? — Preguntó sonriendo — Haz tu vida como yo hice la mía — agregó entrando al negocio al que íbamos.

Entré a la casa y otra vez mi primito me facilito la tarea — Esta en el baño — gritó apenas me vio cruzar por la puerta. Me sonreí, subí y pase por su lado no sin antes hacer algo que él odiaba le hiciera.

— Gracias enano — exclamé pasando mi mano por su pelo y desordenándolo.

— Noooo hagas eso — reclamó furioso apartándose de mí.

Abrí la puerta y ella ni lo notó, de hecho utilice mi experiencia adquirida cuando era un adolescente, lo había hecho tantas veces para espiar a Rosalie que era demasiado fácil. Estaba absorta curioseando las cosas que estaban en el baño que solo se percató de mi presencia cuando le puse una de mis manos en su cintura. Nuestras miradas se encontraron.

— ¿Cómo supiste que estaba aquí? –preguntó girándose para quedar frente a frente no me pude contener y la bese en los labios.

— Anthony –exclamé – fue lo primero que grito cuando me sintió llegar –agregó fundiendo mis labios otra vez contra los de ella.

— ¿Dónde fuiste? –preguntó separándose de mis labios

— A comprar bebidas –respondí y la miré - ¿Qué? ¿Piensas que no voy a comprar? –inquirí apoyándome contra el lavamanos mientras ella se separaba de mí.

— ¿A dónde llevan esas puertas? –preguntó curiosa girándose a mirar en esa dirección.

— Una al que era dormitorio de Rosalie –contesté acercándome nuevamente a su cuerpo, puse mis manos en su cintura la apreté contra mi cuerpo, deslice mis labios por su cuello y me detuve en su oreja.

— ¿Y la otra? –cuestionó entrecortado tratando de calmar su respiración que delataba cuan excitada estaba.

— A mi viejo dormitorio –contesté llevando una de mis manos hasta su cuello, lo tomé con fuerza acercándola a mí rostro y la besé otra vez, me perdí en la tibieza de sus besos, en lo terso de sus labios, estaba disfrutando del momento cuando sentí sus manos en mis hombros haciendo que rompiéramos el beso.

— ¿Qué? –protesté medianamente interesado en su actuar.

— Quiero ver tu cuarto –solicitó y me reí. Definitivamente estábamos en sincronía. Tenía todas las ganas de sentir su cuerpo contra él mío y aunque inicialmente no se me había pasado por la mente hacerlo bajo el techo de mis padres no era menos excitante e interesante su proposición.

Entramos a mi viejo cuarto y ella miró todo curioso, se separó de mí examinando con una lentitud impresionante y francamente no veía que tanto podía llamarle la atención. Prácticamente no había nada mío allí mi madre había hecho una limpieza profunda luego que me había mudado a vivir solo. Tomó un peluche y me miró cuestionando el origen, me encogí de hombros riéndome nervioso. Me apoye en la repisa mientras ella terminaba de curiosear. Al cabo de unos minutos se acerco hasta donde yo estaba.

— ¿Hace cuanto no duermes aquí? –preguntó.

— A veces lo he hecho, sobre todo cuando no tenía para pagar la luz y al agua de mi departamento –exclamé y me miro incrédula – antes los trabajos eran más esporádicos –le aclaré y no siempre fui famoso como lo era ahora.

— Pareciera como si aún fuera el cuarto de un adolescente –notó sorprendida y me reí.

Se acercó lentamente mientras corría de mi rostro unos mechones de pelo desordenados, acarició mi rostro mientras volvía a besarme lentamente. Fue allí al sentir sus caricias cuando perdí la perspectiva y sin mucho tapujo ni muchas cavilaciones la acerque a mi cuerpo y le di en parte rienda suelta a mi osadía. Sentí sus dedos temblorosos en los botones de mi camisa, besó mi cuello enterrando sus labios contra mi piel expuesta, entonces sentí como apoyo su pelvis contra la mía, poseído por la lujuria baje mis manos por encima de su pantalón acaricie sus nalgas y cuando iba a perder la cordura por completo sentí las risitas de mis "entrometidos" primos ¡Los asesinaré!, pensé. Bella se separó automáticamente de mí.

— ¡Eleazar! – grité saliendo detrás de mi primo de doce años que bajo las escaleras gritando.

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