lunes, 6 de febrero de 2012

BFL: Sexual Healing



Sexual Healing

Había pasado exactamente un mes y seguía su icono en el MSN sin color lo que evidenciaba que estaba desconectado. Mis recuerdos eran ya solo eso recuerdos de una noche mágica pero que no iba a repetirse. Cerré el notebook y suspiré decepcionada era de noche y yo aún no podía conciliar el sueño así que decidí ir a dar un paseo para estirar las piernas y así poder calmar mi ansiedad. Camine por la cuadra y al notar que más gente paseaba a esas horas me dio ganas de comprarme un perro, al menos así tendría a quién pasear y no parecería tan evidente lo sola y desesperada que estaba.

Camine despacio por un largo rato sin darme cuenta que me había alejado demasiado de mi departamento, llego un punto que no supe donde estaba. No reconocía ningún edificio fue ahí que decidí que me devolvería, ya eran casi las doce de la noche no era buena idea que anduviera lejos y sola. Caminé de vuelta por entre las calles hasta que llegue a mi edificio como aún no tenía sueño me senté en la plaza que estaba justo frente de esté, divise a lo lejos unos juegos y caminé hasta uno de los columpios y comencé a mecerme en él con los ojos cerrados hasta que sentí que alguien se sentó a mi lado.

— Un dólar por cada uno de tus pensamientos

Exclamó y esa voz la conocía demasiado bien no solo la había escuchado en videos, entrevistas, televisión y una película sino que la había escuchado en vivo y directo hace un mes atrás. Abrí mis ojos deteniendo el columpió en seco y él me regaló esa sonrisa que traía a medio planeta loco por él.

— ¿Cómo? —inquirí confusa.

— Tengo una invitación a tomar café que jamás acepté ¿aún sigue en pie? —respondió.

Se levantó del columpió que estaba a mi lado, puso sus manos en los bolsillos de sus pantalones y me miró expectante. Recordé sobre aquella invitación y no había sido a él sino que a su alter egopara justamente hablar sobre él. Me sonreí al pensar que "ella" se había excusado diciendo "tal vez algún día la acepte pero ahora no soy en el país" y al principio no había caído en cuenta pero ahora todo encajaba. Me levanté y antes de responderle quería saber algo que estaba matando mi curiosidad y que me había preguntado por todos estos días.

— ¿Por qué yo? —le pregunté con la mirada fija en sus ojos verdes y el curvo sus labios mordiéndoselos traviesamente.

— Porque me gustas —respondió saciando mi curiosidad.

Entramos al ascensor de mi edificio sin decirnos nada, sin tocarnos siquiera pero cuando las puertas se cerraron nos giramos inmediatamente para quedar frente a frente y estrellamos nuestros labios uno sobre el otro de manera desesperada. Estaba nuevamente perdida en lo suave de sus labios y en la tibieza y humedad de su boca, que parecía desquiciada la forma en que nos besábamos desenfrenadamente a tal punto que hasta me olvidaba de respirar. Sentí sus manos en mis caderas y mientras avanzaban los pisos sentí como subió estás por toda mi espalda dibujando una línea imaginaria por toda mi columna vertebral. Rompí el beso enterrando mi rostro contra su pecho y ya me tenía completamente excitada con solo acariciarme la espalda y besarme. Llegamos a mi piso y a duras penas pudimos salir del ascensor. Seguimos besándonos mientras yo lo guiaba hasta la puerta de mi departamento, temblorosa saque de mi bolsillo la llave y no pude dar con la cerradura, al menos no sin dejar de besarlo para concentrarme lo suficiente.

Me giró derrepente, apretándome contra la puerta, quede de espaldas y fue él quien abrió la puerta mientras me sujetaba por la cintura empujando mi cuerpo para con ello abrir la puerta y entrar. Dejo las llaves a un lado caminamos unos pasos y ahora fui yo quién lo recargó contra la puerta para cerrarla de golpe. Besé su cuello desesperada mientras soltaba el botón del pantalón y él me quitaba el suéter que traía puesto. Sus ojos se abrieron cuando descubrió que no traía nada más debajo salvo por el diminuto corpiño negro y después de nuestro encuentro había votado literalmente toda la ropa interior infantil que tenía.

Besó la base de mi garganta y deslizo su lengua para lamer entre la comisura de mis pechos, mi respiración se disparó, atontada le quité la camisa que traía puesta y cuando quedo con su torso desnudo lo besé acariciando cada rincón de su pecho. Metí mis manos por debajo de su pantalón y acaricié su parte sensible al cabo de unos minutos me giró para ponerme de espaldas contra su cuerpo, me apretó tanto contra él que podía sentir muy claramente el nivel de excitación que tenía. Soltó el corpiño y acaricio mis pechos desnudos mientras lamia mi cuello y jugaba con el lóbulo de mi oreja. Comencé a jadear mientras sentía sus manos desabotonar mi pantalón y bajarlo sin mucho preámbulo hasta mis rodillas, lo ayude levantando mis piernas para liberarme de los benditos pantalones y de ahora en adelante usaría faldas por siempre.

Bajó la ropa interior lo necesario y mientras yo me la quitaba sacó un condón de su bolsillo y cuando estuvo puesto me giró para quedar de espaldas a él, mientras hacía que me sujetará contra la pared, puse mis manos y cuando lo sentí introducirse en mi exclamé un gemido rasguñando el cemento bajo mis dedos. Sujeto de mis calderas mientras se movía en mi interior acariciando mis muslos y luego llevó una mano hasta mis pechos haciendo con esto que mi espalda se acercará a su torso desnudo mientras seguía moviéndose endemoniadamente rápido. Procuraba que yo escuchara sus gemidos pues todos los susurraba en mi oído mientras seguía acariciándome, mi respiración era bastante errática y cuando llegue al clímax me arquee alejándome de su cuerpo pero él me apegó mucho más al suyo a este punto ardiente y sudoroso. Estábamos con la respiración agitada y tratando de recobrar el aliento en la entrada de mi departamento cuando sentí como se recargó contra la pared opuesta del pasillo de entrada mientras me sostenía en sus brazos aún en mi interior.

— ¿Gay? —le pregunté y él enarco una ceja incrédulo

— ¿Te queda alguna duda? —me respondió serio

— ¿Podrías ser bisexual? —rebatí y lo miré en pánico ante ese pensamiento, se me revolvió el estomago de siquiera insinuarlo pero debía estar segura no quería un chasco me moriría si después salía del closet y es que imaginarlo con un hombre era demasiado para mí claro que no contaba con su reacción pues él rompió a reír.

— ¡Completamente heterosexual! —me aseguró conteniendo la risa ante mi expresión de pavor aún riéndose se giró acomodando su cuerpo de lado sobre mi cama, sostenía su cabeza con su brazo.

— Mi turno —exclamó retador y me miró, tenía esa sonrisa traviesa de antes

— ¿Cuál es tu fantasía más pervertida conmigo? —me preguntó y me quede petrificada ante su pregunta.

Pase saliva sin saber que contestarle, qué se supone debía decirle y de verdad tenía varias pero cómo saber que considera "él" como pervertido y los hombres en general son muy distintos a las mujeres en cuanto a perversión. Nosotras somos más emocionales ellos más carnales entonces me llene de dudas sobre que sería "pervertido" para él. Las posibilidades que me quedaban eran escasas por no decir nulas y en mi mente comencé a descartar – sexo oral – ya me lo había hecho – sexo anal – pasó rotundamente pensé sería y eso ni a él se lo iba a permitir – que te golpee – y no me veía recibiendo una cachetada, a mi me dolería eso, jamás me causaría placer el dolor así que mi imaginación de verdad era bastante poco alejada a lo carnal y él seguía esperando bastante entusiasmado por mi respuesta. En mi mente no había ninguna, absolutamente ninguna, que calificará como "buena", tal vez tenía fantasías pero no eran pervertidas y de pronto recordé una pero era una blasfemia y seguro me excomulgarían de concretarla, me reí y él me miró interesado.

— No —le dije riéndome nerviosa

— Vamos dímelo —pidió curioso

— ¿Vas a cumplirla? —quise saber tratando de calmar mi deseo lujurioso

— Tal vez —contestó intrigante y estaba claro que no iba a cumplirla, de primero eso lo expondría demasiado y de segunda era descabellada.

— ¡Vamos! tan pervertida es que no quieres contarla —exclamó poniendo cara de conservador y no era pervertida pero sí arriesgada y loca a nadie se le ocurriría hacer algo así eso era de seguro. Me miró y yo sin quitarle la vista de encima la confesé.

— Esta bien te la diré pero no quiero juicios de valor

— Prometido —aseguró solemne y yo no podía creer que estuviera diciéndole una idea loca que había cruzado por mi mente un día donde de verdad había estado demasiado ociosa.

— En un confesionario mientras hacen la misa —rebelé y él abrió su boca sorprendido.

Realmente lo deje como aturdido por la respuesta porque solo me miró anonadado por varios minutos que me parecieron eternos. Me reí nerviosa encogiéndome de hombros

— ¿Durante la misa, tú dices con el curita y las personas allí? —cuestionó tratando de cerciorarse que había entendido bien y asentí riéndome avergonzada. Él sacudió su cabeza y se quedo pensando unos minutos hasta que de pronto se levantó y me tiró mi ropa, lo miré en pánico.

— ¡Vístete! —ordenó entusiasmado

— ¿Estas locos?, casi son la —dije mirando mi reloj — una de la madrugada —exclamé sentándome en la cama y él se rió mientras se ponía la camisa y los pantalones.

— Conozco una iglesia que esta abierta las veinticuatro horas del día no hay misa ni gente pero creo que será igual de emocionante a veces hay indigentes que duermen allí —contestó y me quede helada.

En realidad le había dicho eso como para parecer astuta pero no para hacerlo en verdad, yo era creyente no iba a faltarle el respeto a Dios en su propia casa. Él me miró y la sonrisa no se la podía quitar del rostro de seguro yo tenía una igual pero de nervios.

— ¿O te da miedo? —indagó suspicaz.

Evalué la situación y le iba a llevar el juego para ver hasta donde llegaba no creía que de verdad lo hiciera tal vez, estaba retándome para saber que tan arriesgada podía ser. De los dos él era quién más perdería si esto se llegaba a saber o si alguien nos pillaba con las manos en la masa. Me hinque en la cama y me puse el suéter.

— Espero que no te arrepientas para cuando estemos frente a la puerta —me limité a contestarle saltando de la cama para ponerme mi ropa interior.

Manejo todo el trayecto mirándome de reojo, su mano descanso en mi pierna la mayor parte del rato, yo por mi parte iba con el estomago contraído y le pedía a Dios su intervención en esto porque si él de verdad se atrevía no sabía como iba a detenerlo – Dios por favor – murmuré contra mis dedos lo más bajo posible y no dejaba de ser excitante pero también no quería violar todas mis creencias por una estúpida revolcada.

Llegamos y como él había comentado estaba abierta se bajo y me miró. Yo suspiré mordiéndome los labios ansiosa. Cruzamos mirando a todos lados y la calle estaba desierta, una luz en la entrada indicaba que la iglesia estaba abierta cuando estábamos por entrar quise detenerlo era completamente irracional y me retraje levemente. Él me miró oliendo la victoria de mi arrepentimiento.

— ¿Arrepentida? —cuestionó suavemente y yo no atinaba a decirle nada contrario a lo que él pensaba.

Imaginarme haciéndolo allí a escondidas y esperando que nadie nos viera ya me traía excitada desde que él había planteado la posibilidad de una iglesia abierta las veinticuatro horas pero mi moral y buenas costumbres estaban primando sin mencionar mi respeto por Dios. Lo miré nerviosa pero no iba a dar mi brazo a torcer, mi orgullo a veces era más grande además tenía la esperanza que fuera él quien se arrepintiera y tal vez debía haberle preguntado si era religioso en primer lugar porque no había otra explicación para su comportamiento de – sin remordimiento – que estaba teniendo ahora.

— ¿Traes preservativo? —pregunté finalmente calmando mi corazón y él se llevo su mano al bolsillo de atrás de su pantalón y saco el envoltorio que estaba resultándome tan familiar no me quedo más que asentir no tan convencida de la locura pero mayúscula que iba a cometer – ¿no sería un pecado esto? – me pregunté tratando de repasar la tabla de los mandamientos pero difícilmente me acordaba del primero y eso que eran diez. Finalmente entramos a la iglesia y como él dijo había gente durmiendo en las bancas – estas condenada – me dije mientras caminábamos tratando de no hacer ruido y él se veía bastante decidido y confiado para mí gusto. Encamino sus pasos ávidamente hacía el confesionario, en cambio yo, estaba siendo casi arrastrada por él.

La adrenalina estaba en todo mi cuerpo tanto que sentía entumecida mis manos pero muy despierta otras partes que a esta altura estaban completamente listas para llegar y concretar. Cuando llegamos al confesionario abrió la puerta y ésta crujió apreté mis ojos casi temiendo que el curita nos gritaría en ese mismo instante – ¡son unos inmorales! – sentía esas palabras retumbar en mi mente y con esto tendría mi conciencia sucia completamente ni un millón de Padres Nuestros me salvarían del infierno, eso era seguro.

Tenía la mitad de su cuerpo dentro del confesionario cuando lo sujete del brazo deteniéndolo y tenía literalmente mi corazón en la garganta, estaba temblando pero de miedo. Esto había llegado demasiado lejos y él tenía esa estúpida sonrisa en el rostro de victoria consumada pero no me importó

— No puedo —le confesé en un susurró apenas audible y corrí iglesia afuera sin esperarlo siquiera.

Atravesé la calzada y literalmente no podía respirar. De lo asustada que estaba me salió lo asmática y el pecho se me cerró, llego hasta mi lado justo cuando comencé a ahogarme de verdad.

— ¿Estas bien? —me preguntó preocupado pero apenas podía respirar, me abrazó tratando de calmarme pero era imposible y una vez que me daba la maldita crisis o una de dos: iba a parar a un hospital para que me dieran oxigeno con mascarilla o se me pasaba solo luego de varios minutos y mucha pero mucha adrenalina. Entramos al automóvil y él emprendió el rumbo de regreso.

— No iba a hacerlo solo quería ver hasta donde eras capaz de llegar —aseguró en consuelo tratando de hacer que me relajará pero a esta altura me tenía preocupada otra cosa, estaba ahogada y terriblemente asustada por estar pensando tener sexo de manera desesperada en vez de pensar en que tenía que traer mi inhalador.

De pronto recordé que la única manera de no ahogarme en serio y terminar en una nada sexy sala de urgencias era justamente que la adrenalina recorriera mis torrente sanguíneo para hacer que los bronquios se dilataran, al menos me había funcionado antes. Siempre que me ahogaba me asustada a morir y luego de unos minutos ya sentía que al menos podía respirar. Él me miraba de reojo bastante preocupado yo creo que decidiendo si llevarme a un hospital o no y cuando pasamos por una calle solitaria finalmente me arme de valor y hablé.

— ¡Detente! —le grité de improviso y él lo hizo asustado, me miró abriendo sus ojos pensando que me iba a morir frente a él pero lo besé apasiona y desesperadamente, al principio estaba como atontado correspondiéndome.

— ¿Segura que te encuentras bien? —cuestionó entre cortado separándose unos centímetros de mi rostro.

— Podrías correr el asiento hacía atrás y callarte, necesito tu ayuda —pedí desabotonando mis pantalones, me los quité al igual que la ropa interior y él me miró sorprendido pero con ese brillo de no me voy a negar en los ojos.

— ¿Aquí? —debatió con pudor mirando a todos lados pero más por mí que por él

— Ibas a hacerlo en una iglesia cualquier parte es buena —aseguré besándolo mientras me sentaba en su regazo y lo seguía besando. Abrí su pantalón y comencé a excitarlo.

Sentí como su respiración se hizo entre cortada y poco profunda en cuestión de segundos, me quité el suéter y el corpiño, puse una de sus manos en mis pechos y él beso el otro mientras me acariciaba. Ahora sí sentía la adrenalina fluir libremente por todo mi torrente sanguíneo y había llegado a mis pulmones puesto que experimentaba una mejoría bastante buena respecto a como respiraba cuando estaba afuera de la iglesia y creo que estaba conjugándose el susto de la moral y lo excitante de estar en un lugar solitario pero aún así pudiendo ser descubiertos. Me separé para que se colocará el preservativo y apenas lo tuvo puesto me senté para sentirlo en mi interior, me comencé a mover y él me ayudo sujetando mis caderas atrayéndolas hacía su cuerpo mientras seguía besándome lenta y magnéticamente, nuestras lenguas jugaban y se acariciaban. Me saboreaba la piel mientras me movía más rápido y era exquisito sentir sus manos rasguñar mis nalgas mientras llegamos al clímax me levanté un poco apretando su rostro contra mi pecho desnudo. Nuestras respiraciones eran erráticas y sentía punzar mi corazón dolorosamente ahora.

— Esto estuvo mejor que la iglesia y además puedo respirar mejor —expliqué tomado aire.

Separó su rostro de mí y me miró divertido.

— Definitivamente concuerdo contigo esto fue mucho más divertido y exquisito —coincidió mientras yo me volvía al asiento del copiloto para ponerme la ropa.

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