lunes, 6 de febrero de 2012

CN77: Capitulo 15: Navidad

Disclaimer: Los personajes no nos pertenecen, la historia tampoco xD Solamente nos han dado el derecho de subirla en este Blog para divertir a nuestras seguidoras!! Jajaja ^^

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NAVIDAD

Aunque mi idea original era pasar las vacaciones de Navidad en Cambridge completamente solo. Mis padres habían insistido en que volviera a Chicago porque, según ellos, me extrañaban, pero no fue hasta que hablé con Maddie que me decidí a volver.

Y ahora estaba aquí, mirando el techo de mi habitación mientras maldecía el momento en que había aceptado la ayuda de Alice. Habían pasado más de tres meses desde su "brillante plan" de la fiesta de cumpleaños y era claro que esa enana se había equivocado. Maldita Alice. Maldito yo por haber confiado en ella para que me ayudara a volver con Bella. Solté un suspiro exasperado. Debí haber tomado el asunto en mis propias manos, pero estaba tan ocupado lamentándome que, al final, hice nada. Y ahora era demasiado tarde para hacer algo.

Un golpe en la puerta, me sacó de mis pensamientos.

- Adelante.

- Edward…-me informó Maddie mientras entraba a mi habitación- los Cullen vendrán a pasar la Navidad acá.

- Genial…-refunfuñé entre dientes.

- Vamos…-me dijo sentándose en mi cama- tienes que pensar más positivo.

- ¡No puedo, Maddie!- exclamé furioso al tiempo que me ponía de pie- ¡Confié en Alice! ¡Confié en que me ayudaría a recuperar a Bella! – me pasé una mano por mi cabello y comenzaba a caminar de un lado a otro por mi habitación- Pero me equivoqué…-añadí en voz más baja- y todo por culpa de Alice y sus ínfulas de sabelotodo, de grandeza, de…- me detuve cuando Maddie rió- ¿qué?

- Lo siento- me dijo aún sonriendo- pero esas ínfulas de sabelotodo y de grandeza no las tiene sólo Alice.

- ¿Qué estás insinuando?-le pregunté en tono cauteloso.

- No te lo tomes a mal, pero esas ínfulas-remarcó la palabra colocando los dedos en el aire- es algo familiar…-hizo una pausa para evaluar mi expresión antes de continuar- que tú también tienes.

- ¡¿Yo?!- le espeté incrédulo.

- Sí, tú, Edward- Maddie rodó los ojos y luego me miró condescendientemente- ¿por qué crees que inventaste eso de las fichas? – al ver que no respondía siguió hablándome desde donde estaba sentada- esa cantidad de fichas te hacía sentir grande… que tú tenías el control, que podías tener a la chica que quisieras… además…-agregó con una sonrisa aún más grande- terminaste tu secundaria con notas excelentes y tu culminación de tu rebeldía la diste cuando te empeñaste en celebrar tu cumpleaños a lo grande, porque Edward Masen tenía que destacarse por sobre el resto, demostrar que él era mejor…

- Maddie…

- Tenías que demostrar que tú sabías lo que hacías.

- Maddie…- insistí.

- Ahora dime, ¿eso no es tener ínfulas de sabelotodo y grandeza?- me preguntó levantando una ceja.

Me detuve junto a la ventana y comencé a darle vueltas a todo lo que había dicho Maddie. No me creía un sabelotodo ni tampoco tenía esas ínfulas de grandeza de las que ella hablaba… ¿o sí? No, no era posible que yo, Edward Anthony Masen, fuera así. No, no podía ser así. ¡Ja! Maddie estaba equivocada, ¿quién se creía que era? ¿Acaso creía que ella me conocía mejor que yo mismo? Bufé molesto y continué con mi paseo por la habitación. Maddie tenía idea de nada, el único que realmente me conocía totalmente era yo. Y de pronto, vino el momento del descubrimiento, detuve mis pasos y me dejé caer pesadamente sobre la cama.

¡Maddie tenía razón! Era un maldito sabelotodo y creído. Apoyé los codos en mis piernas y oculté mi rostro entre mis manos. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Jasper ya lo había insinuado y yo no había sido capaz de asimilar la información en ese momento.

- ¿Edward? Tierra llamando a Edward- decía Maddie.

- ¿Huh?

- Me voy

- ¿Irte? ¿Adónde?- pregunté confundido.

- A preparar la cena- respondió Maddie rodando los ojos- arriba ese ánimo y baja en media hora- se levantó y se fue.

Tomé mi almohada, hundí el rostro en ella y grité con todas mis fuerzas. Odiaba a Maddie. Ahora me sentía peor que antes. Ella y sus estúpidos intentos de hacerme sentir mejor. Aunque a Alice la odiaba más. Arg. Debí haberme quedado en Cambridge. Moraleja: No confíes en tus familiares para arreglar tus asuntos amorosos.

Una hora más tarde, ya había cenado con mis padres y me disponía a subir para encerrarme nuevamente. Cuando mi padre habló:

- ¿Por qué no vamos un rato a la sala?

- Buena idea- apoyó mi madre.

- ¿A la sala? ¿Para qué?

- Para conversar un poco- rió mi padre entre dientes al ver mi expresión de asombro.

- Oh, está bien- me levanté de la mesa y mis padre me siguieron camino a la sala. Me senté en el sofá, mi madre a mi lado y mi padre en el sillón delante de nosotros.

- Y dime hijo, ¿cómo van las clases?- preguntó él interesado.

- Bien- sonreí- tenía mis dudas al comienzo, pero… al parecer tengo talento- sonreí aún más.

- Eres un chico inteligente, tienes un gran futuro por delante- me aseguró.

- Gracias.

- Y dime… ¿has conocido a alguna chica que llame tu atención allá?- preguntó mi madre suavemente.

- Uhm… no…- contesté incómodo.

- Es curioso… Madeleine no se ha quejado por el teléfono, antes solía reclamar porque sonaba cada cinco minutos y ahora prácticamente nadie llama…- dijo mi madre.

- ¿Curioso? ¿Por qué?

- Con tu padre pensamos que tenías a alguien en Harvard y por eso no te interesaban tus… amigas de Chicago- respondió mi padre.

- Ahm… uhm. no, no es eso- contesté levantándome del sofá y caminé hacia la ventana.

- ¿Entonces qué es?- preguntó mi madre.

-Es… complicado, muy complicado- me pasé una mano por el cabello mientras caminaba por la sala. Mis padres me observaron en silencio y esperaron que yo siguiera hablando- me gusta una chica… no, no, no me gusta, la quiero, sí, la quiero- aceleré el paso y me pasé nuevamente una mano por mi cabello- realmente la quiero, pero ella no quiere verme. Lo arruiné todo. ¡Soy un idiota!- bufé exasperado y pateé la alfombra.

- Hijo… - susurró mi madre tomándome de la mano y guiándome de vuelta hacia el sofá- ¿por qué no nos cuentas qué es lo que pasó?

- No…-me negué- es demasiado horrible…

- Vamos, Edward- me animó mi padre y se levantó de su sillón para sentarse junto a mi madre y yo- como futuro abogado, debes saber que antes de juzgar a alguien es necesario conocer todos los antecedentes- me sonrió.

- Está bien- me resigné. Era imposible que yo, un simple estudiante de leyes, ganara una discusión frente a dos abogados tan talentosos.

Cuarenta y cinco minutos más tarde, ya había relatado mi historia incluido y mis padres me miraban con una expresión calmada. Quizás había sido ingenuo al pensar que me mirarían reprobatoriamente, después de todo, llevaban décadas oyendo cosas mucho más horribles que lo mío resultaba casi infantil. Inmediatamente me invadió un sentimiento de vergüenza, lo que hizo que ocultara mi rostro entre las manos.

- Hijo- mi padre fue el primero en romper el silencio- tuviste tus propias motivaciones para actuar de la forma en que lo hiciste, quizás en ese momento, no dimensionaste las consecuencias, pero lo importante es que te diste cuenta.

- Lo único que tienes que hacer es seguir adelante y arreglar las cosas- me aconsejó mi madre mientras me abrazaba por los hombros.

- ¿Pero cómo lo haré, mamá?- pregunté desesperanzado mientras apoyaba las manos sobre mi regazo y mi padre se levantaba- Bella no quiere verme, no quiere.

- Escúchame bien, Edward Anthony Masen- dijo mi madre en tono serio mientras me tomaba por los hombros y me obligaba a mirarla- no te hemos educado para que seas así de fatalista.Tienes que seguir adelante.

- Pero mamá…

- Pero nada, Edward, tu madre tiene razón- se sentó detrás de mi madre y ambos me miraron serios- Enfócate en hacer bien las cosas de ahora en adelante, la vida da muchas vueltas y no faltará la ocasión en que te cruces con Bella nuevamente.

Y- cuando eso suceda, ella estará dispuesta hablarte- dijo mi madre en tono seguro.

- ¿Cómo puedes saberlo?- le pregunté.

- Intuición- contestó simplemente.

- Claro… -rodé los ojos.

- La intuición de tu madre es infalible- la defendió mi padre- ya verás cómo tiene razón.

- Las cosas se solucionarán pronto, hijo- me tranquilizó mamá.

- Eso espero...

- Lo harán, Edward, te lo podemos garantizar- dijo mi padre.

- ¿En serio?- pregunté más animado.

- En serio. Si quieres te lo firmamos ante notario para que nos creas- bromeó él y todos reímos.

- No es necesario- sonreí, me levanté y caminé hacia la puerta para regresar a mi habitación, pero me detuve junto al marco y me volteé a ver a mis padres, ambos seguían sentados en el sofá y me observaban- y gracias- ambos me sonrieron y así, con la esperanza renovada, volví tranquilo a mi cuarto.

Era el día de Navidad y yo tenía el mismo nivel de alegría navideña que el Grinch. Para mi incredulidad, mis padres habían decidido que la cena fuera formal, algo bastante estúpido en mi opinión, considerando que estaríamos en familia y no era necesaria tanta parafernalia. Pero donde manda capitán, no manda marinero.

Faltaba una hora para llegaran los Cullen y pudiera ahorcar el delgado cuello de Alice con mis propias manos, y no encontraba mi corbata. Bajé rápidamente en busca de Maddie y la encontré haciendo los toques finales a la mesa.

- Maddie, ¿dónde está…?- empecé a preguntarle, pero me detuve al darme cuenta que habían ocho puestos colocados sobre la mesa. Levanté las cejas sorprendido, por fin Maddie cenaría con nosotros- No sabía que…

- ¡Edward!-me interrumpió Maddie levantando la vista del arreglo floral que estaba colocando al centro de la mesa- Tu corbata está junto al traje de tu padre que llegó de la tintorería.

- Oh… gracias- contesté- Maddie, ¿por qué…?- empecé a preguntar otra vez.

- El traje está en el cuarto de tus padres-. ¿Necesitas algo más?-me preguntó en tono duro- me faltan muchas cosas por hacer.

- No- contesté levantando las manos en gesto de disculpa- no te preocupes- y salí disparado hacia el segundo piso.

Minutos después estaba de vuelta en mi habitación con la corbata entre las manos. La observé y sonreí tristemente. Siempre me había gustado el color verde que tenía, además solían decirme que combinaba con mis ojos, así que decidí usarla para la cena, además era de un color navideño también… pero ahora no podía dejar de asociar el color con lo verde de Forks y así, rápidamente mis pensamientos volvieron a su lugar habitual: Bella.

Estaba terminando el nudo de mi corbata, cuando sentí unos golpes en la puerta.

- Adelante- respondí.

- Edward, los Cullen deben estar por llegar y tus padres quieren que todos estén ahí para recibirlos.

- Está bien…-contesté mientras me volteaba. Fruncí el ceño cuando la vi.

- ¿Qué?

- ¿Todavía no estás lista?

- Estoy lista- agachó la vista hacia su atuendo y me miró con expresión confundida.

- No entiendo, conté ocho puestos en la mesa… -susurré.

- ¿Y?- preguntó Maddie.

- Pensé que cenarías con nosotros.

- ¿Qué te hizo pensar eso?

- Conté ocho puestos en la mesa y…- empecé a decir, pero la risa de Maddie me detuvo.

- Sí, pero no soy yo la octava persona- dijo mientras se acercaba a mí para darle los toques finales al nudo de mi corbata.

- ¿Entonces quién es?- pregunté confundido.

- No lo sé- se encogió de hombros y luego me miró con atención- deberías intentar peinarte un poco…

- Ya lo hice- repliqué molesto mientras intentaba domar, inútilmente, mi desordenado cabello.

- Perdón –rió- pero no te preocupes, tu padre tiene el mismo problema- me consoló.

- Gracias, con eso me siento mejor- ironicé.

- Ve abajo- me dijo Maddie ignorando mi comentario- tus padres te esperan.

- ¿Y tú qué harás?- pregunté con algo de enojo en mi voz.

- Bajaré contigo…

- Oh.

- Baja- ordenó Maddie- ahora- y me empujó hacia la puerta.

- ¡Ya voy!- exclamé malhumorado.

Unos minutos más tarde, estaba entrando a la sala donde ya se encontraban mis padres.

- ¡Ah, hijo! Qué bueno que estás listo- me sonrió mi madre apenas me vio.

- Sí…- intenté acomodarme nuevamente mi cabello.

- Déjalo ya, Edward- me dijo mi padre- es inútil, es parte de ser un Masen.

- ¿Qué cosa?- pregunté sentándome en el sofá.

- Tu cabello- rió él- es imposible ordenarlo más.

- Recuerdo que cuando te conocí esa fue una de las cosas que me atrajeron de ti- le dijo mi madre a mi padre y luego rió despreocupadamente.

- ¿En serio?- preguntó él pasándose una mano por su cabello en un gesto inconsciente. Ladeé la cabeza mientras lo observaba. Cada vez que estaba nervioso hacía eso, recuerdo que alguna vez me comentó que eso lo delataba al momento de defender a sus clientes. Fruncí el ceño. ¿Yo también haría lo mismo? No…

- … pero lo que más me atrajo fue ese aire rebelde que tenías- seguía diciendo mi madre- supongo que Edward también debe causar esa impresión- agregó mirándome.

- ¿Cuál?- pregunté aturdido y ambos rieron. Iba a insistir, pero Maddie me interrumpió:

- Está todo listo para la cena, Sra. Masen- informó.

- Gracias, Madeleine. Puedes retirarte- vi cómo Maddie desaparecía de mi vista y recordé el invitado que tendríamos.

- ¿Mamá? ¿Por qué hay ocho puestos en la mesa? Si somos ocho

- Esme dijo que serían 5- me respondió simplemente.

- ¿Cinco?

- Hijo, suficiente preguntas- sonrió mi padre- deben estar por llegar- dijo mirando de reojo el reloj- así que pronto sabremos con quién vienen.

- Paciencia- dijo mi madre sentándose a mi lado y dándome un apretón cariñoso en el brazo. Si algo bueno había salido de todo, es que después de entrar a Harvard, mis padres, por fin, estaban mostrando afecto por mí.

- Linda decoración- comenté observando los adornos de la sala.

- Es obra de Madeleine- señaló mi madre.

- La felicitaré más tarde- sonreí.

- Ya llegaron- informó mi padre mientras observaba a través de la ventana.

- Perfecto- dijo mi madre levantándose del sofá. Unos segundos después sentimos el sonido del timbre.

- Vamos, Edward, levántate para recibir a nuestros invitados- me ordenó mi padre. Me puse de mientras las voces de los Cullen se iban escuchando cada vez más cerca. Apenas habían pasado unos segundos cuando Maddie nuevamente entró para anunciarlos:

- Los Cullen están aquí- informó y se hizo a un lado para dejar pasar a los demás.

- ¡Carlisle! ¡Esme!- exclamó mi madre- qué gusto verlos.

- Igualmente, Lizzie- dijo Esme sonriendo y acercándose a darle un afectuoso abrazo a mi madre.

- ¿Todo bien, Edward?- saludó Carlisle a mi padre dándole la mano.

- Perfectamente- sonrió.

- ¡Eddie!- gritó la inconfundible voz de Emmett.

- Hola Emmett, ¿qué tal?- lo saludé con una sonrisa forzada.

- Bien, bien ¿y tú?

- Podría estar mejor- contesté con un encogimiento de hombros.

- Arriba ese ánimo, no dejé de pasar la Navidad con Rose sólo para ver tu cara de amargado.

- Lo siento- reí.

- Así, está mejor- sonrió y fue a saludar a mis padres. Me giré para buscar a Alice, pero una voz a mis espaldas me lo impidió.

- ¡Edward!- me volteé y Carlisle me sonreía amablemente.

- Hola- lo saludé con un apretón de manos- ¿todo bien?

- Fenomenal- me sonrió.

- Edward, cariño, ¿cómo estás?- dijo Esme acercándose a saludarme.

- Bien, gracias- sonreí lo más natural posible, levanté un poco la cabeza para buscar a Alice, un intento algo tonto considerando la escasa estatura de ella- ¿dónde está, Alice?-les pregunté.

- Están detrás de ti- me contestó Carlisle, dirigiéndole una mirada de complicidad a su esposa. "¿Dijo están? ¿Quién era la otra…?" pensé mientras me volteaba a ver. Apenas me giré vi a Alice parada junto al marco de la puerta quien me sonreía ampliamente y a su lado estaba… Bella. No. Debía estar soñando. ¿Qué hacía Bella acá? Ella no quería verme. Parpadeé un par de veces, pero ambas seguían ahí.

- Hola Edward- me saludó Alice y se acercó a darme un abrazo.

- Hola Alice- saludé tenso.

- ¡Tía Lizzie!- exclamó ella y corrió a saludar a mi madre, dejándome a mí solo frente a Bella. Me armé de valor y me acerqué a saludarla, después de todo, yo era el anfitrión.

- Hola Bella-le sonreí.

- Hola – me respondió ella tímidamente.

- Ven, te presentaré a mis padres- le dije con tono tranquilo, aunque internamente mis hormonas estuvieran de fiesta.

- Claro- contestó nerviosa y avancé hacia mis padres.

- Papá, mamá, ella es Isabella Swan, es compañera y amiga de Alice- la presenté. Había que reconocer que eran excelentes actores porque en ningún momento mostraron indicio alguno de conocerla, aun cuando era obvio que ya sabían por todo lo que les había contado.

- Un placer conocerlos, Señor y Señora Masen- dijo Bella educadamente.

- El placer es nuestro Isabella- dijo mi madre. Sonreí, definitivamente era buena actriz, también les había comentado que a Bella no le gustaba que la llamaran por su nombre completo.

- Prefiero que me digan Bella, si no les importa- susurró Bella.

- Oh, de acuerdo- dijo mi padre sorprendido. Volví a sonreír. Ahora entendía por qué eran tan buenos en lo que hacían, eran unos actores fantásticos. ¿Yo también lo sería?

- Y… ¿qué tal Harvard?- me preguntó Bella en un intento de romper el hielo.

- Bien- respondí incómodo, aunque era un alumno destacado no me gustaba presumir.

- Qué bueno- dijo ella en el mismo tono.

- ¡Madeleine!-la llamó mi madre, notando la tensión que había entre Bella y yo.

- ¿Sí, Sra. Masen?- preguntó Maddie entrando a la sala.

- Puedes servir la cena.

- Sí, Sra. Masen- y desapareció.

Nos dirigimos al comedor, mis padres se sentaron como cabeceras de mesa. Alice y Esme se sentaron a los costados de mi madre, mientras que Carlisle y Emmett hicieron lo mismo al lado de mi padre, dejando sólo los puestos al centro de la mesa disponibles. Corrí la silla y le indiqué a Bella que sentara, ella y todas las mujeres presentes sonrieron.

- Gracias- le sonreí a Bella y rodeé la mesa para sentarme en el puesto enfrente de ella.

La cena transcurrió sin sobresaltos, aunque requirió todo mi autocontrol aparentar una tranquilidad que no sentía y un esfuerzo enorme tragar la comida cuando sentía un nudo en el estómago. Bella no parecía estar pasándolo bien tampoco, apenas había probado la comida y mantenía una postura tensa mientras hablaba con Alice.

Era tan frustrante tener a Bella frente a mí y no poder hablarle… sentía una enorme curiosidad por saber qué era lo que la había motivado a venir a Chicago, era claro que no estaba disfrutando su estadía acá y además podría estar con su madre en Phoenix o con su padre en Forks, a menos que hubiese venido acá por mí. Sacudí la cabeza para alejar ese pensamiento de mi mente, no podía ser tan egocéntrico, quizás Alice la había arrastrado hacia acá para continuar con su "brillante" plan y la pobre Bella no había tenido otra opción. Sí, debía ser eso. Ahora tenía otro motivo para querer estrangular a la enana. Pero no podía hacerlo habiendo tantos testigos.

Un rato más tarde, estábamos todos sentados en la sala conversando animadamente, excepto Bella, que trataba de sonreír con lo que Alice le decía, y yo, que me esforzaba por ponerle atención a Emmett, cuando mi padre dijo:

- Estaré con Carlisle en mi estudio.

- Estoy ansioso por saber con qué libro me sorprenderás esta vez, Edward- dijo él y juntos se fueron de la sala. Emmett retomó la conversación y no pasaron más de dos minutos cuando mi madre murmuró en mi oído:

- Iré con Esme al invernadero, atiende bien a nuestros invitados- asentí con la cabeza y un minuto después, Alice llegó hacia donde estábamos y dijo:

- Emmett, ¿viste las decoraciones del jardín?

- No- él frunció el ceño sin entender hacia donde quería llegar Alice.

- ¡Hay incluso un trineo!- exclamó entusiasmada, miré de reojo por la sala, pero no encontré a Bella. ¿En qué minuto se había ido?

- ¿Un trineo?- preguntó ilusionado.

- ¡Sí!- ¡Vamos a verlo!- lo tomó del brazo- ¡Vamos!

- Está bien- rió- ¡Vamos!- tomó a Alice, la colocó sobre su hombro y ambos se fueron de la sala riéndose. Suspiré y me tiré pesadamente sobre el sofá. Si hace unos meses me hubiesen dicho que pasaría la Navidad solo y enfurruñado en mi casa no lo habría creído.

- Edward…-susurró.

- ¿Bella?- me sobresalté y me puse de pie rápidamente, al voltearme pude verla de pie junto a la ventana. De manera casi automática, la atmósfera de la sala se volvió más densa.

- Edward, yo…-levanté una mano y le indiqué que se sentara en el sillón.

- Así está mejor- sonreí- tengo que atender bien a los invitados- bromeé en un intento de aligerar el ambiente. Bella me sonrió nerviosa antes de comenzar a hablar:

- Edward, yo...- se detuvo brevemente y continuó: te preguntarás por qué estoy acá…

- Sí, nunca me imaginé que podrías estar acá… me sorprendió- confesé.

- Lo siento, no debí venir así… - se disculpó algo avergonzada.

- No hay problema, apuesto que todo esto es culpa de Alice…-murmuré entrecerrando los ojos.

- ¿Alice?- preguntó confundida.

- Ella te obligó a venir, ¿cierto?

- Es algo que Alice haría- rió- pero no lo hizo, no fue necesario- y añadió en tono serio- vine por voluntad propia… yo… quería hablar contigo- abrí mi boca para hablar, pero ella no me dio la oportunidad- personalmente…- levanté las cejas sorprendido y sentí curiosidad por saber lo que tenía que decirme.

- Te escucho- dije y pude notar su nerviosismo- tranquila, no creo que lo tengas que decirme sea tan malo ¿o sí?- le pregunté.

- No…

- Además, Navidad es un tiempo de alegría y felicidad- bromeé.

- ¡Hey!- dijo ella y ambos reímos.

- Veo que también te sabes la canción- sonreí.

- Sí, pero no más distracciones- sacudió la cabeza- vine acá porque necesitaba hablar contigo, sé que te dije que necesitaba tiempo para pensar en todo lo que pasó y…-fijó su vista en sus manos- y… ya pensé- suspiró ella y yo me tensé. Quise preguntar "¿Y?", pero preferí no presionarla y esperar que hablara, además ya había dicho que no vino a decir algo malo, así que me animé un poco- Edward… yo estaba muy dolida y durante varios meses intenté ignorar lo que sentía por ti y…-sonrió tristemente- tuve éxito durante un tiempo hasta mi fiesta de cumpleaños.

- Oh- atiné a decir.

- Alice me contó que tú eras Erik, no sé cómo no me di cuenta- dijo avergonzada.

- Esa era la idea- reí- si hubieses sabido que era yo, no habrías sido tan amable.

- Buen punto- accedió ella- pero esa noche, cuando estaba con Erik empecé a sentir cosas que sólo había sentido contigo…

- Bueno, era obvio, era yo- dije en un susurro apenas audible.

- Y… cuando miraba a Erik, había algo en él que me hacía recordarte… y… desde ese día no podía dejar de pensar en él y… -comenzó a mover las manos nerviosamente- y… me sentí confundida porque…. Ahí me di cuenta –levantó la vista y me miró durante varios minutos como si esperara que yo entendiera el significado oculto detrás de sus palabras, pero yo la miré sin saber realmente qué es lo que estaba tratando de decir.

- ¿Te diste de qué, Bella?- pregunté suavemente. Ella tomó aire antes de decir:

- De que sigo enamorada de ti, Edward.

Después de oír su declaración, pasé por diferentes emociones: perplejidad, asombro, incredulidad, alivio y finalmente alegría. Bella me observaba atentamente esperando alguna reacción de mi parte, pero yo no podía moverme, mi cabeza me daba vueltas mientras intentaba ordenar mis pensamientos.

- Yo…-empezó a decir Bella avergonzada- entiendo que tú no sientas lo mismo, yo no debí venir, lo siento- y caminó hacia la puerta. "¡No!" gritó mi mente. Corrí detrás de Bella y la tomé del brazo cuando estaba por salir.

- No te vayas…- ella se giró y me miró con la duda reflejada en sus ojos. Cuando noté que no huiría de mí, la solté.

- Lamento no haber reaccionado- me pasé una mano por mi cabello- estaba demasiado… sorprendido por lo que me dijiste y me bloqueé- reí y una pequeña sonrisa alcanzó el rostro de Bella- yo… -suspiré- uhm… - suavemente la empujé hasta que su espalda quedó apoyada en el marco de la puerta- no te imaginas el alivio que siento ahora, pensé… que no querías verme… y verte ahora aquí….- suspiré contento- no sé qué decir- reí.

- Creo que sí sabes…- me dijo Bella en tono juguetón.

- Puedo tener una idea… pero no sé si estoy equivocado - le seguí el juego mientras tomaba su rostro entre mis manos.

- Podrías comprobarlo y salir de dudas- sonrió y rodeó mi cuello con sus delgados brazos- estoy segura que estás en lo correcto- me guiñó un ojo.

- Quizás…- acorté la distancia entre nosotros y la besé.

En ese instante, toda la amargura, el dolor y la impotencia que había sentido durante todos estos meses desapareció. ¡Ah! ¡Cómo había extrañado a Bella! Sólo sentir sus labios contra los míos, provocaba que sintiera tanta felicidad que temía explotar de un minuto a otro. Después de un largo beso, nos separamos:

- Te amo, Bella- dije casi sin respiración.

- Yo también te amo, Edward- me contestó ella, levantando ligeramente la cabeza para mirarme a los ojos.

- Deberías sacar una baya…- dijo de pronto, indicándome con la cabeza los adornos que colgaban encima de nosotros.

- ¿Qué?- pregunté frunciendo el ceño.

- ¿Sabías que con cada beso que se da bajo el muérdago se deba sacar una baya?- al ver mi expresión se largó a reír- creo que no. También dicen que si el beso es en Nochebuena, el amor durará.

- ¿Por cuánto tiempo?- pregunté.

- No lo sé- se encogió de hombros.

- Mm… -levanté la vista hacia el muérdago que adornaba el marco de la puerta y lo tiré completo.

- ¡Edward!- me reprochó Bella.

- Me encargaré que dure para siempre, aunque tenga que besarte por cada baya que hay acá- le indiqué la rama que aún tenía en mis manos.

- Eso no me molestaría- sonrió ella.

- A mí tampoco- comencé a besarla apasionadamente, pero me detuve.

- ¿Qué ocurre?- preguntó preocupada.

- Olvidé decir algo.

- ¿Qué cosa?

- Feliz navidad- le dije sonriendo.

- Feliz navidad- sonrió y ella se acercó para besarme, pero me alejé:

- Y otra cosa…

- ¿Qué pasa ahora?- preguntó impaciente.

- Te amo, Bella Swan.

- Ven aquí- dijo riendo, enredó sus manos en mi cabello y me atrajo hacia ella para enfundarnos nuevamente en un apasionado beso. ¡Era una Navidad perfecta!

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