lunes, 6 de febrero de 2012

BFL: Demons from the past


Demons from the past

Frente a mis ojos aún tenía ese par de mar verde esmeralda y pensé que aún seguía tendida en la mitad de mi habitación pero fue un haz de luz el que me comprobó lo contrario. Parpadee rápidamente y aún tenía un fuerte dolor de cabezas punzante. Enfoque mejor mi vista y me percaté que tenía una pequeña linterna frente a mí. Mis ojos se desviaron de la penetrante luz hacia un costado y allí estaba el dueño de esa mirada hipnotizadora con un semblante difícil de definir. Volví mi mirada al frente y ahora reconocí al dueño de la linterna y el lugar donde me encontraba, ambos se habían transformado en una de mis pesadillas repetitivas.

— ¿Cómo te sientes Bella? —me preguntó el Dr. Volturis

— Como si me hubiera pasado un camión encima ¿Hace cuanto que estoy aquí? —le pregunté

— Un par de horas —me aclaro con esa mirada inexpresiva que tanto odiaba en él.

Me quede callada nuevamente mientras él terminaba de hacerme el examen de rutina. Apago la luz y se concentró en tomarme el pulso.

— ¿Ves lo necesario de asistir a los controles médicos? —me reclamó en un susurró y me encogí de hombros.

— La verdad no —le respondí brevemente y suspiró frustrado por mi terquedad con la que luchaba hace años ya.

— Esto podría haberse evitado si me hicieras caso y siguieras mis indicaciones —me reprochó separándose de mí.

Apretó un par de cosas en las maquinas que estaban sobre mí cabeza y tomo entre sus manos la típica manguerita de oxigeno. La mirada de espanto no se dejó esperar pero tuve que resignarme cuando él enarco una ceja. Edward permanecía abstraído al fondo de la habitación sin decir nada, sin hacer nada simplemente contemplándome. Miré al Doctor Volturis y este se acercó a la puerta.

— Los dejaré solos unos momentos mientras busco a una enfermera

— ¿Otra vez? —le pregunté horrorizada y él asintió

— Genial —murmuré arreglando mi ropa de cama, oficialmente había comenzado la pesadilla que pensé había dejado atrás el otoño pasado.

Mantuve mi vista en sus ojos hasta que sentí el golpe de la puerta al cerrarse. Se acercó hasta mí y baje mi vista jugando con el borde de la sabana nerviosa por lo que me diría.

— ¿Queda algún secreto oculto más que quieras contarme? —me preguntó más preocupado que molesto.

— No —confirmé evadiendo su mirada —sin embargo solo para el registro —agregue encarándolo —tú nunca preguntaste al respecto así que no te oculte información —me defendí y puso sus ojos en blanco

— Déjame decir que "enfermedad" no es uno de los tópicos dentro de mi repertorio de preguntas para una segunda cita —exclamó sarcástico y me reí

— Supongo que deberás incluirlo ya ves uno nunca sabe —exclamé divertida y me miró aún más serió que antes.

— Lo único bueno de esto es que fue ahora y no cuando fuera demasiado tarde —reflexionó cabizbajo al cabo de unos minutos interrumpiendo el silencio reinante.

Me quede pensativa ante aquella observación pero la verdad no sabía por donde empezar. Mi enfermedad no era un tema agradable de conversar así que guarde silencio unos momentos analizando mi situación y finalmente hablé.

— Estoy a tiempo prestado —confesé y sí íbamos a practicar esto de la honestidad que mejor que comenzar ahora pensé. Apretó sus labios sorprendido por la noticia y por el brillo en sus ojos creo que lo pillé desprevenido con mi confesión, era muy probable que en su vida haya imaginado toparse con alguien sentenciado a una muerte prematura.

Nos interrumpió la entrada de una enfermera con una bandeja quirúrgica entre las manos detrás de ella venía el Dr. Volturis. La muchacha me sonrió un poco nerviosa pero para mi tranquilidad por primera vez yo no era la causante de esa mirada lo que le agradecí internamente a mi "acompañante"; Mi médico se acercó para "explicarme" algo que ya me sabía de memoria así que lo interrumpí.

— No cree que a esta altura del partido ya se hace innecesario la charla —le hice ver extendiendo mi cuello para que instalaran el dichoso catéter.

— ¿Si me hicieras caso no estarías aquí? —refutó mientras la enfermera acomodaba las cosas sobre una mesita, se me apretó el estomago al ver el largo de la aguja.

— ¿Qué habría de divertido en aquello? —le contesté tratando de volver la conversación menos dura mientras me enderezaba en la cama pero Edward interrumpió nuestra pequeña plática médico-paciente.

— ¿Morirá? —preguntó inquieto y lo miré sorprendida, hacía mucho tiempo que no escuchaba esa palabra, mi familia entera trataba de evitarla a toda costa haciendo con ello que me acostumbrará a saber sin decirlo.

— Veo que no le has contado a tu novio sobre tu enfermedad —regaño el Dr. Volturis convencido que el chico parado a un costado tenía en parte alguna clase de derecho adquirido para saber de mi situación médica.

La enfermera se acercó y mientras me colocaba el catéter en el cuello, el doctor le explicó a Edward toda la verdad y yo escuche una historia para nada nueva.

— Eventualmente si sigue sin obedecer, sí —le contestó y ambos me miraron

— Es fácil decirlo cuando no se esta detrás de la cama —protesté apretando mis ojos cuando sentí el pinchazo.

— ¿Quiere decir que es curable? —preguntó esperanzado mi príncipe de película ignorándome por completo.

— Tratable que no es lo mismo —corrigió el profesional y esté suspiró sin entender.

— Lo que trata de decir es que puedo vivir años enferma —le expliqué yo sin poder evitar el sarcasmo en mi voz. Lo miré de reojo y continúe — ¿Cómo ves me sería muy útil que fueras en estos momentos un vampiro? —ironice.

Mis ojos quedaron fijos en la puerta de entrada de mi habitación contemplando como la enfermera se retiraba sin siquiera haber hablado nada.

— ¿No podrían operarla? —preguntó saliendo del transe inicial que había causado mi pequeño e importuno comentario.

— Su tipo de anemia es una especie de cáncer y lamentablemente —explicó el médico pero decidí interrumpirlo era mejor que lo escuchara sin tanto tecnicismo de por medio.

— No soy candidata para un trasplante de médula, solo estoy esperando a que me lleve la pela —concluí la frase y ambos tanto médico como actor me miraron impactados por mi frialdad

— ¿Qué? —protesté poniendo mis ojos en blanco ante el cinismo en el que la gente cae cuando esta cerca de gente que se va a morir.

Aún no acababa de entender ese sentimiento de querer hablarlo todo utilizando palabras bonitas y menos directas, como evadiendo una realidad que es igual para todos. La muerte es algo que nos sucederá tarde o temprano a todos por igual, por algo somos mortales, la única diferencia era que yo tenía una fecha más o menos cierta para ese evento. Además para ocupar el papel de "aquí no pasa nada" me bastaba con mi madre y mi hermana que lo único que querían era que pensara en mi muerte como en un viaje a un lugar lejano lleno de pajaritos, flores y nubes voladoras donde mi alma se regodearía en paz eterna. Miré al techo en un silencio incomodo que se produjo ya que al parecer la curiosidad de Edward había terminado de momento y yo no sabía que más agregar para ser honesta. Se abrió la puerta y detrás de la enfermera que venía con unos paquetes en las manos entraron mi madre seguida por mi hermana mayor.

— ¡Isabella hija! – exclamó mi madre acercándose hasta la cama para estrecharme entre sus brazos.

— Aún estoy viva mamá no exageres —le pedí en un murmullo contra su cuello tratando de zafarme de sus brazos.

— ¿Por qué siempre tenemos que ser las últimas en enterarnos que algo mal está pasando? —me reprocho mi hermana mirando a Edward —Eres una egoísta —siseó enojada y mi madre la miró.

— No trates así a tu hermana —le pidió mi dulce madre sin quitarme la vista de encima, tenía sus manos en mi rostro y por su expresión supe que contenía el llanto solo porque habían más personas en aquella habitación, una de ellas desconocida aún.

— ¿Y cómo debemos tratar a la princesa? —preguntó mordaz Jessica mirándome con esos ojos inquisidores, pero mi madre la ignoró.

— ¿Cómo te sientes? —me preguntó acariciando mi rostro.

— Viva —le respondí y Edward tosió dándome esa mirada fulminante de "es tu madre por Dios santo" tomé aire y cambie mi expresión — Dentro de todo bien, gracias por preguntar —corregí —solo fue una hemorragia —concluí como si nada.

— Qué podría haber sido mortal —gruñó mi hermana entre dientes

— Cuéntame algo que no sepa —le contesté de vuelta y mi madre tomó entre sus manos mi rostro para hacer que la mirará.

— Basta no quiero que peleen —me dijo con un tejo de tristeza. Sus hermosos ojos azules se llenaron de lágrimas y la abrace.

— Lo siento —me disculpé mirando a mi hermana mayor que permanecía impertérrita a los pies de mi cama.

En eso la enfermera se acercó y el Dr. Volturis termino de firmar unos papeles, se acercó hasta nosotras y le puso una mano en el hombro a mi madre quién se separó de mí.

— Estará bien, le pondremos una dosis más fuerte esta vez y todo volverá a la normalidad

Le explicó el médico a mi madre quién asintió. A su indicación la enfermera colgó las dos bolsas de droga en el atril y tomo entre sus manos la sonda que inserto en el catéter que recién me había puesto ella misma.

— Debes estar cansada por que no duermes un rato —me pidió mi madre —esperaremos afuera —agregó dándome un pequeño beso en la frente.

Mi hermana fue la primera en salir y cuando advertí que él también se iría me levanté.

— ¡No espera! —chillé en pánico y Edward se giró mirándome desconcertado y un poco incomodo porque me preocupará su partida y no la de mi familia —se que tienes cosas que hacer pero podrías quedarte un momento más —le pedí y mi corazón se apretó ante el hecho que tal vez él ya no quisiera estar conmigo después de saber toda la verdad.

— Cariño tal vez él tiene cosas importantes que hacer, debes dejarlo ir —intervino mi madre pero él se acerco y me sonrió.

— Adicta involuntaria —le murmuré y una sonrisa torcida se dibujo en su rostro mientras se sentaba en el borde de la cama. Al verlo allí me relajé apoyando mi espalda contra el colchón. Tomó entre sus manos las mías y suspiré mientras fijaba mi vista en el goteo que se originaba al comienzo de la sonda.

Había perdido la cuenta de cuantas gotas habían pasado, estábamos en silencio, yo seguía absorta contemplando como se vaciaba la bolsa que faltaba de droga que había olvidado por completo la noción del tiempo incluso de la realidad, probablemente ya sería de noche. Tenía mi rostro apoyado contra su pecho y él jugaba con mis dedos.

— No podremos hacerlo en varios días —le advertí

— Eres la persona más extraña que he conocido, no puedo creer que te preocupe la falta de sexo pero que no te preocupe morir —me contestó de vuelta con un tejo de incomprensión y reproche en la voz.

— No solo de pan vive el hombre —le hice ver riéndome mientras me levantaba un poco de su cuerpo. En el segundo que despegue mi rostro de aquel me mareé.

Aspire lento y profundo para contener la nausea que era uno de los desagradables efectos secundarios de la quimioterapia.

— ¿Llamo a la enfermera? —me preguntó cuando se percató que cerré los ojos.

— No estoy bien —le dije y los abrí — ¿Podrías alcanzarme el vaso de agua? —le pedí en un hilo de voz sin dejar de respirar, miré como se incorporó en la cama, me acerco el vaso hasta la boca y me ayudo a tomar.

Usualmente el agua mejoraba notablemente esa sensación de amargura en la lengua y dejaba a raya la sensación de vacío que me provocaba en el estomago.

— Lo que estás haciendo podrías considerarlo como una obra benéfica, algo así como "Make a wish" —le susurré divertida pero a cambio me miró furioso.

— No le veo la gracia —espetó molesto —no hay segundas oportunidades para vivir —agregó melancólico.

— Esa frase es una de mis favoritas —le contesté sonriendo mientras me recostaba en la cama

— La muerte es una condición permanente ¿Realmente quiere morir a los veintidós años de edad? —me preguntó desconcertado

— Sabes por qué me enamoré del personaje —le pregunté en respuesta, sacudió su cabeza y puso sus ojos en blanco levantándose de la cama

— Él es un personaje de ficción, no tengo que aclararte que los vampiros no existen —repuso serio y luego agrego —Aunque puede parecerte una solución muy romántica, no lo es, por el contrario creo que deberías seguir los consejos de tu médico —exclamó mirando por el ventanal de la habitación.

— Y estar permanentemente conectada a esto —rebatí tomando la sonda entre mis manos —No tienes ideas de lo que estas aconsejando —concluí

— Por el contrario tu eres la única que no parece dimensionar la consecuencia de tu actuar irresponsable —rebatió él

— Moriré de todas formas no veo el objeto de dilatarlo —concluí cerrando mis ojos

— ¿No tienes miedo a que sea una muerte lenta y dolorosa? —me preguntó acercándose a mí nuevamente.

— ¿Acaso no estoy drogándome nuevamente? —le contesté de vuelta abriendo mis ojos.

— Me tengo que ir —informó de repente y no pude acallar a mi rostro que se desfiguró por la aprehensión que me provocaba no volver a verlo nunca más —volveré en la mañana, creo que es tiempo que hables con tu familia —aclaró y suspiré.

Me besó en la frente y luego tomo entre sus manos la mía sosteniéndola en el aire, se separó lentamente de mi y camino lejos. Nuestras manos se separaron cuando sus paso llegaron hasta los pie de la cama donde me encontraba. Me miró por última vez desde el umbral de la puerta, sus labios esbozaron una sonrisa tierna, nos quedamos fijos contemplando en silencio, él desde el otro lado de la habitación. Entre sus manos estaba el borde de la puerta y cuando la abrió para salir quise gritarle dos palabra que sentía habían llenado mi corazón por completo y que englobaban ese sentimiento tan mortal pero guarde silencio temiendo que para Edward probablemente fuera demasiado temprano siquiera para sentirlo.


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