jueves, 15 de diciembre de 2011

CUC - CAP 7. Cita reveladora



Autora: Sarah Crish Cullen

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Meyer.
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CURANDO UN CORAZON

Capítulo 7: Cita reveladora

Por fin viernes... y de nuevo fin de semana libre, podría descansar y estar con mi pequeña, ya que mucho me temía que no tendría otro fin de semana libre en su totalidad durante muuucho tiempo. Regresé de nuevo a reanimación, firmé los últimos informes y me despedí de mis compañeros.

Al tomar mi bolso y girarme para salir, vi a Edward, apoyado en la pared. Me acerqué para despedirme de él.

-Hola- saludé animada.

-Hola Bella, ¿ya te vas?- me preguntó mientras empezamos a caminar hacia la salida.

-Si, basta por hoy; ha sido una mañana agotadora- suspiré.

Fuimos charlando de lo que nos había pasado durante la semana; nos habíamos visto muy poco, tan sólo unos minutos a las ocho, para tomar el primer café.

Según salía por la puerta, mi autobús arrancaba de la parada. -Genial, he perdido el autobús.- bufé cabreada.

-Si quieres te llevo, así no tienes que esperar- se ofreció amablemente Edward, con una pequeña sonrisa. -No quiero molestarte, además creo que no te pilla de camino- le dije un poco desilusionada.

-No, por favor, no es ninguna molestia, no tengo nada importante que hacer – me dijo mientras me deslumbraba con otra de sus sonrisas y me conducía hacia su coche.

El trayecto hasta casa fue ameno, hablando del trabajo y de los últimos cotilleos de hospital.

-¡No me puedo creer que el Dr. Sinclaire salga con Madison, la chica de recepción!, ¿por qué no me entero de estas cosas?- me pregunté a mi misma con fingida indignación. Edward se reía, mientras me miraba.

-No creas, yo no suelo enterarme de nada; pero si tienes un hermano como Emmet, entonces es fácil enterarse; el me resume la vida amorosa del hospital- me explicaba divertido.

Reímos mientras atravesábamos San Francisco. No me di cuenta de que a cincuenta metros ya estaba mi bloque de apartamentos.

Edward aparcó y me acompañó hasta el portal; había llegado en la mitad de tiempo que con el autobús, y una idea surgió de mi cabeza.

-¿Qué vas a hacer ahora?- le pregunté curiosa.

-Pues... nada interesante; llegar a casa, comer algo y sentarme un rato en el sofá- me dijo resuelto.

-Ya...- me mordí el labio inferior, signo de que los nervios me carcomían; decidí decírselo de sopetón.

-¿Quieres subir a comer?- sus ojos mostraron sorpresa -cómo vas a comer solo, y así me dejas agradecerte la comida del otro día, y el haberme traído hoy a casa- terminé por decir, roja de vergüenza y mirando el suelo, que sin querer se había convertido en algo que admirar.

-No tienes que agradecerme nada Bella...- empezó a decir, ya que lo corte.

-No pasa nada, lo entiendo- esbocé una sonrisa leve, diciéndome a mi misma lo torpe que era para invitar a un chico.

-Pero me encantaría- terminó su frase. Alcé la vista sorprendida, mientras él me miraba divertido, esperando que yo hiciera o dijera algo coherente.

-Estupendo, vamos entonces- contesté animada.

Al llegar a mi piso, pude escuchar la risa suave de mi hija antes de abrir la puerta. Esperaba que se echase un poco la siesta, para poder comer tranquila.

Tardé un poco en atinar con la llave en la cerradura, que al final cedió.

Edward me cedió el paso, muy amablemente, mientras Leah, que venía con Megan, se quedaba de piedra al ver a Edward.

-Hola Leah; hola cariño, ¿te has portado bien?- saludé a mi hija, que me tendía los bracitos para que la cogiese. Me giré hacia el, para presentarle a mi cuñada.

-Edward, ella es Leah, la mujer de mi hermano- le indiqué, mientras éste avanzaba para darle dos besos.

-Encantado, Bella me habla mucho de Jake y de ti- le dijo.

-Un placer conocerte, sabes, Bella también me ha hablado de ti, mucho- respondió mi cuñada con una sonrisa inocente. Si hubiera podido hacerlo, la habría estrangulado en ese mismo instante. Edward soltó una pequeña carcajada, mientras le contestaba.

-Espero que todo lo que haya dicho sea bueno- contestó mientras me miraba de reojo, divertido por mi rostro colorado.

-Seguro que si- le respondió esta, que se giró para hablarme -te he dejado la lasaña en el horno, no tienes más que calentarla Bella, por suerte he hecho más de una ración- dijo divertida, mientras me tendía a mi niña.

-Bien, debo irme al trabajo, un placer Edward, estoy segura de que nos veremos pronto- dijo despidiéndose de él.

-Te acompaño a la puerta- mascullé entre dientes, mientras la asesinaba con la mirada. Una vez allí, y de que hubiera dado un beso a Megan, me dijo por lo bajini.

-Dios Bella, es guapísimo, aprovecha-.

-Leah Anne Swan...- empecé, iba a charle una bronca monumental,

No pude decirle nada más, ya que corrió hasta el ascensor, para desaparecer en un santiamén. Suspiré y cerré la puerta. Edward estaba mirando unas fotos que tenía en una de las mesillas auxiliares. Básicamente eran fotos de Megan y yo, desde que nació hasta ahora. Al sentirme, se giró, mientras que le cogía a Megan una manita.

-Hola pequeña, ¿cómo has estado?- le preguntaba, mientras mi hija lo miraba curiosa.

Me encantaba observarlo mientras estaba con la niña, se veía muy tierno.

-Ya que eres buen niñero, ¿te importaría encargarte de ella?; sino, a este paso no comeremos- le dije mientras le tendía a la niña.

-Claro, que no, ven aquí- dijo satisfecho, mientras la cogía y la acomodaba en sus brazos.

Me dirigí a la cocina, mientras los oía reír en el salón. Una vez preparé la ensalada y puse la mesa, saqué la lasaña del horno, fui a avisar a Edward de que la comida estaba lista.

Estaba de pie, meciendo a la niña, que estaba casi dormida, a la vez que tatareaba una una suave melodía.

Me quedé apoyada en el marco de la puerta, escuchando la canción, era muy bonita. Verlos así me encogía el corazón, en el futuro Edward sería un padre estupendo...y por unos momentos, deseé que el hubiera sido el padre de mi hija.

Al girarse quedamos frente a frente; se sonrojó por la vergüenza de que le hubiera pillado.

-La canción es preciosa... nunca la había escuchado- le dije, acercándome para comprobar que Megan dormía.

-Nos la cantaba mi abuela a Emmet y a mi cuándo éramos pequeños- me explicó suavemente. -Será mejor que acostemos a esta señorita- añadió divertido, mirando a Megan, que ya estaba completamente dormida.

Le guié hasta su habitación, y el mismo la puso en la cuna y la tapó.

Me quedé embobada de nuevo, cómo siempre hacía; ¿se podía ser tan tierno y sexy a la vez?.

Una vez que salí de mi ensoñación, nos sentamos en la mesa a comer. Mantuvimos una animada charla durante todo el rato, contándome anécdotas de su niñez y sus travesuras con Emmet.

Me habló de sus padres; a Carlisle ya le conocía, y de Esme, su madre. Ellos tres fueron su mejor apoyo después del fallecimiento de Sophie.

-¿No tienes relación con su familia?- pregunté extrañada.

-Muy poca; no tenía hermanos, y sus padres estaban divorciados. Ella siempre vivió con su madre, no tenía muy buena relación con su padre, sólo lo he visto dos veces, una de ellas en su funeral- explicaba con un pequeño deje de pena en la voz.


Me sentía mal por hacerle recordar momentos dolorosos... pero una parte de mi quería saber todo lo referente a Sophie. Decidí no hacer más grande la herida, así que cambié radicalmente de tema.

-¿Por qué cirujano?; es decir, deduzco que la vocación por la medicina te viene de familia, pero... ¿por qué escogiste concretamente esa especialidad?- era algo que me preguntaba, no sabía por qué.

-Bueno...- pareció meditar unos momentos su respuesta, para después proseguir -mi abuelo paterno, también era médico; el era cirujano, y cuándo yo tenía unos catorce años, me empezó a contar cosas de su profesión. Me explicaba los procedimientos de las operaciones, y se lamentaba de que no iba a vivir lo suficiente para ver todos los avances que hay hoy en día. Aparte de eso, me motiva el poder ayudar a la gente, y dar esperanza para vivir a quiénes la han perdido- me explicaba amablemente.

-¿Y Emmet, por qué cardiólogo?, no le pega mucho- pregunté curiosa.

-Te voy a contar un secreto... iba para ginecología... pero no había plazas en el programa de residencia- dijo con una mueca graciosa.

Me eché a reír, mientras le decía.

-Eso le pegas más- le dije entre carcajada y carcajada.

El se unió a mis risas. Cuándo nos tranquilizamos, seguimos hablando sobre cosas triviales. Me contó que le encantaba la música en general, leer y el baloncesto; en eso se parecía a mi hermano Jake. También las películas de suspense, y que odiaba las series de médicos.

Una vez nos sentamos en el sofá para tomar un café, me tocó a mi ser interrogada.

-Bien, ahora me toca a mi- dijo cual niño pequeño.

-Hecho- respondí con una risita.

-Por qué anestesista?; ya sé que no te llevas bien con tu padre, ¿pero no te gustaría haber sido neurocirujana, cómo el?; además, nunca he conocido a alguien que la haga cómo primera opción- preguntó.

-¿De verdad?- pregunté asombrada.

-Te sorprendería saber que Jasper iba para hematólogo, y Mike para cirujano. Mandy y Tyler para oncología- me contó.

-Vaya, que bien te lo sabes- le dije con una graciosa mueca.

-Ya sabes que los cirujanos y los anestesistas vamos de la mano siempre, es el servicio con quién más tenemos que tratar, y con quién entramos a operar- añadió.

-Eso es verdad; y respondiendo a tu pregunta anterior, antes de tener que elegir especialidad si sopesé la posibilidad de hacer cirugía. Pero un día, oyendo hablar a mi padre a escondidas con un colega suyo, decía que las únicas ramas que te daban prestigio en medicina eran esa o neurología... así que se puede decir que fue por llevarle la contraria... a partir de ahí empecé a repasar y a leer cada una de las especialidades, y anestesiología me gustó- hice una pausa bajando la mirada -puede que no salve vidas cómo vosotros, en una mesa de operaciones...- iba a seguir, pero Edward me interrumpió, dejando la taza de café sobre la mesa y obligándome a mirarlo, levantando mi mentón con su dedo.

-Bella, salvas vidas... tu especialidad está enfocada para eso; ¿acaso reanimar a los pacientes que entran en parada no es salvarlos?- me dijo un poco enojado.

Al ver que no contestaba, siguió hablando.

-Y en el quirófano, vosotros estáis al tanto de las constantes del paciente. Yo no se más que lo básico en cuánto a reanimación; así que no digas esas cosas, porque no son verdad- me explicaba paciente. Mientras lo hacía, su mano había pasado de mi mentón a mi mejilla, dándole suaves caricias, casi imperceptibles... y haciendo que mi corazón estuviera a punto de sufrir un colapso. Me quedé hipnotizada por sus ojos, que me miraban con ternura. Lentamente, cómo si un imán nos atrajese, nos fuimos acercando el uno al otro, mi respiración se agitó por momentos, y mis mejillas ardieron. Justo cuándo podía sentir su aliento en mi cara, el llanto de Megan interrumpió en momento.

Me aparté rápidamente y me levanté de un salto, presa de los nervios. Ni siquiera observé su cara cuándo fui a ver que le ocurría. Volví de de unos minutos, con la niña en brazos. Pude fijarme en su rostro, levemente sonrojado y parecía nervioso.

-Debo irme Bella, se ha hecho tarde- me dijo abruptamente, levantándose y dirigiéndose hacia la puerta, con paso rápido.

-Edward; si he hecho algo que te ha molestado, lo siento...- susurré confusa; parecía que lo quería tanto como yo... lágrimas de impotencia se empezaban a acumular en mis ojos.

-No Bella, no es culpa tuya, es sólo que...- empezó a darme explicaciones, pero corté de raíz.

-No es necesario que me expliques nada Edward, creo que he malinterpretado las cosas. Buenas noches, ya nos veremos en el hospital- le dije mientras abría la puerta, invitándole muy sutilmente a dejarme sola.

Salió cabizbajo por la puerta.

-Buenas noches Bella- se despidió de mi en voz muy baja.

Cerré deprisa, ya que no quería que viera mis lágrimas. Me dirigí al sofá, y abrazando a Megan, lloré, descargando todo lo que llevaba dentro.

Parecía que estábamos tan bien juntos... quizá sólo estuviese nervioso... o quizá no le gustaba lo suficiente. De repente, mis inseguridades de toda la vida volvieron a mi.

¿Qué hombre querría salir con alguien que tiene una niña pequeña?; era demasiada responsabilidad si la relación se volvía seria; una cosa era que a Edward le gustaran los niños, cómo lo demostraba con Megan y otra muy distinta ser padre.

Tampoco podría competir con el recuerdo con Sophie...por lo que me había contado él mismo, era guapa, simpática; la amaba profundamente... cierto es que las comparaciones son odiosas, y más si la otra persona está muerta.

Todo el fin de semana lo pasé deprimida y muy baja de ánimos. Jake y Leah no estaban, se habían ido de escapada romántica. Alice me llamó para ir de compras el sábado, pero me excusé, alegando que estaba cansada. No se si se lo tragó o no, pero algo de mi tristeza debió notar en mi tono de voz, ya no insistió, cosa rara en ella, diciéndome que hablaríamos en el hospital.

PVO EDWARD

Entré por la puerta de mi apartamento, y me derrumbé. No era cómo otras veces, que me derrumbaba por el recuerdo de Sophie, sino por el daño que le había hecho a Bella, y todo por mis inseguridades y mis miedos.

Tenía miedo, miedo de volver a ser feliz con alguien y de que, en un segundo, el destino arranque de tu lado a tu razón de vivir.

Porque para mi, Bella se había convertido en mi ilusión de vivir de nuevo... Hasta ahora no me había dado cuenta; cada mañana despertaba ansioso por verla en el hospital, aunque fuera un segundo. Me encantaba escucharla, que me contara sus problemas tanto dentro como fuera del hospital, y que me hablara de la niña.

Me senté en el sofá, sujetando mi cabeza entre las manos; lo que más me dolía era que la había hecho daño. Necesitaba hablar con alguien, así que tomé mi móvil, llamando a la persona que mejor me escucharía.


-¿Qué pasa Eddie?- preguntó Emmet al otro lado de la línea.

-¿Podrías venir a mi casa?; necesito hablar- respondí escuetamente.

-¿Noche larga?- me preguntó simplemente.

-Si- contesté.

-Llevaré unas pizzas y cervezas- dicho ésto colgó.

Al de media hora estábamos delante de las pizzas, Emmet comiendo sin parar mientras yo apenas tomaba un sorbo de cerveza.

-Tú dirás- me invitó a empezar.

Tomé aire, contándole la historia desde el principio, desde ese día de verano que me topé con Bella en la entrada, hasta lo ocurrido esa tarde en su casa.

-¿Así qué te entró el miedo escénico?- preguntó mordaz una vez terminé de contarle lo sucedido. Le fulminé con la mirada, y ya se puso serio.

-Era para aligerar el ambiente... está bien- rodó los ojos -ahora en serio, ¿por qué no me contaste nada antes?; Y Jazz, será capullo, no ha soltado prenda el tío- añadió con una mueca.

Me reí; la verdad es que con mi hermano no puedes evitar reírte de la situación más seria posible, siempre sacaba el lado gracioso de las cosas.

-¿Quieres saber mi opinión?- me preguntó después de unos minutos.

-Pues si- suspiré.

-Bella te gusta demasiado, eso es obvio- empezó a meditar -y si te soy sincero, me alegro hermano, de verdad- me dijo con una sonrisa sincera.

Asentí con otra, mientras tomaba un trozo de pizza.


-No sabía que tenía una hija... y suelo enterarme de esas cosas- dijo pensativo.

-Si dejaras el mundo de Rosalie Hale por unos minutos te habrías enterado, lo sabe todo el mundo- le expliqué, alzando una ceja.

-Ja ja ja.. muy chistoso hermanito- respondió enojado.

-¿Te gusta mucho, no?; es de las pocas chicas que no ha caído bajo el hechizo Emmet- le cuestioné.

-Pensé que hablábamos de ti, esta noche a mi no me toca- contestó, intentado evadirse del asunto.

Dejamos aparcado el tema por un rato, hablando del trabajo y de otros asuntos. Antes de despedirse y de marcharse a su casa, volvió a sacar de nuevo el tema.

-Edward... si te de verdad quieres estar con ella, entierra el pasado. No te digo que la olvides, pero es hora de seguir adelante. Me voy, mañana tengo guardia por la noche y quiero aprovechar para descansar, nos vemos- me dijo mientras chocábamos las manos.

-Adios Emmet- le dije mientras cerraba la puerta.

Me dolía, pero Emmet y Jasper tenían razón. Debía superar mis temores y empezar de nuevo, y quería hacerlo... pero con Bella a mi lado.

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