jueves, 15 de diciembre de 2011

CP - CAP 9. Novedades


Autora: Lady Cornamenta / Mrs Valensi


Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)


_____________________________

NOVEDADES

(Bella's POV)

Era bueno que Edward no me hubiese salido con cursos de moral en aquél preciso momento. Siempre había mantenido su discurso de que a los problemas se les debía hacer frente; pero me alegraba que, en aquél momento, su filosofía de vida hubiese sido diferente. Claro que, a pesar de todo, no podía negar que me encontraba sorprendida por su forma de proceder; es decir, ¿Edward pegándole a alguien?

Aquéllo, sin dudas, era nuevo.

Y se había sentido demasiado bien.

Me encontré sonriendo como idiota, mientras Edward conducía por las calles de la atestada ciudad. Cuando frenamos en un semáforo, se volvió para mirarme, con una tenue sonrisa surcando su rostro.

—¿Qué tienes ganas de hacer? —me preguntó, con voz dulce.

—Sorpréndeme —respondí, mientras sintonizaba la radio.

Edward sonrió de lado, antes de volver a moverse, con destreza, por las calles de la ciudad.

—Recuerda que tú lo pediste —apuntó, antes de virar, con habilidad, en una de las esquinas.

Lo miré con horror, aún cuando la sonrisa torcida surcaba su hermoso rostro. Igualmente, no estaba asustada; después de todo, Edward siempre había sabido todo sobre mí; sabía que me gustaba y que no, casi tan bien o mejor que yo.

Efectivamente, cuando llegamos a una amplia plaza, alejada del centro de la ciudad, supe que no me equivocaba al dejar nuestro destino en manos de Edward. Después de haber dado vueltas por el centro de Washington por más de dos horas, ambos nos bajamos del Volvo y comenzamos a caminar por el espeso paisaje verde, decorado con flores de todas las tonalidades. Caminamos hasta el centro y atravesamos una fuente, hasta llegar bajo uno de los tantos árboles dispersos por el lugar. Edward, sin preocuparse demasiado por el frío, se quitó su chaqueta y la apoyó sobre el césped. Lo miré reprobatoriamente, pero el sólo me dio un suave empujón. Aquéllo bastó para que yo cayera sentada sobre su chaqueta y él se carcajeara a gusto.

—Iré a comprar algo para comer, ¿te parece? —apuntó, ladeando la cabeza—. Creo que por aquí hay un buen negocio de comida rápida.

Abrí la boca, con fingida sorpresa.

—¿Edward Cullen me dejará arremeter contra una sucia hamburguesa y un paquete de grasosas patatas fritas a las once de la mañana? —pregunté. Sabía que él no era muy partidario de la comida chatarra.

Simplemente, ante mi pregunta, dejó escapar su melodiosa y sincera risa.

—Creo que, esta vez, podemos hacer una excepción —apuntó, guiñándome un ojo y dándose la vuelta.

Me quedé prendada a su gesto por unos cuantos segundos, mientras él se alejaba por el parque.

Poco tiempo después, volvió con la comida que había prometido. Apenas apoyó la bolsa sobre mi regazo, aquél olor característico de ese tipo de locales me inundó los sentidos. Edward sonrió ante mi reacción y se permitió soltar una carcajada cuando mi estómago gruñó.

—¡No he tenido tiempo de desayunar! —me quejé, divertida, mientras le golpeaba el brazo.

Simplemente, amaba la relación que tenía con Edward. Mas allá de todo lo que sentía cuando él estaba cerca, había algo de su presencia que me era imprescindible. El hecho de escuchar su aterciopelada voz, de oír sus chistes sin maldad, de sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo o sus besos en mi frente, me resultaba algo tan indispensable como respirar.

—Bella… ¿estás bien? —me llamó, de forma cuidadosa.

Parpadeé varias veces, antes de mirarlo y sonreír.

—Si, todo bien —aseguré, llevándome algunas patatas a la boca.

—¿En que pensabas? —inquirió, suavemente.

—En ti —respondí, sin pensar.

Automáticamente, cuando vi sus ojos sorprendidos, mi rostro comenzó a ser adornado por diferentes tonalidades de rojo.

(Edward's POV)

Mi corazón había comenzado a latir como loco. Me reprendí a mi mismo por aquella reacción idiota y extraña, ante la respuesta de Bella. Su rostro se sonrojó con violencia y comenzó a balbucear cosas carentes de sentido, por lo menos para mí.

—Estaba pensando… en nosotros —apuntó, sin dejar que mi corazón se tranquilizara—. Quiero decir, en esta… relación que compartimos.

Claro. Ella hablaba de nuestra amistad.

Nuestra perfecta e intachable amistad.

Suspiré.

—¿Sabes? —preguntó, en un susurro quedo, mientras sus ojos se clavaban en la hierba. Sus mejillas seguían de aquel adorable color rosado—. No se que haría sin ti, realmente.

Sonreí con suavidad, mientras tomaba su barbilla.

—El problema del asunto aquí es qué haría yo sin ti —apunté, hablando con total sinceridad.

Bella echó los brazos alrededor de mi cuello y depositó un suave beso en mi mejilla.

Compartimos una tarde allí, sentados bajo la sombra del árbol, sumando otra a las tantas que habíamos pasado juntos de aquella manera. Nos quedamos hablando de cosas idiotas, de la gente que pasaba e incluso, hasta que, por alguna de esas cosas de la vida, terminamos hablando de Mike Newton.

—Pero, realmente, ¿lo querías tanto? —le pregunté, con duda.

Ella negó suavemente con la cabeza.

—De hecho, no —respondió, destilando sinceridad en cada una de sus palabras.

La miré, bastante confundido.

—Entonces… ¿por qué estaba tan mal luego de… bueno, de eso? —inquirí.

Los ojos castaños de Bella se desviaron de los míos, mientras soltaba un suspiro y se encogía de hombros.

—Supongo que por no ser lo suficientemente buena para él… —balbuceó, dejando que una cortina de cabello le cubriera el rostro— o para nadie —agregó, en una voz apenas audible.
Mi corazón comenzó a latir fuertemente dentro de mi pecho y las palabras se agolparon en mi garganta de forma repentina. Entonces, una de mis manos viajó a su mentón, mientras la otra acomodaba su cabello detrás de su oreja.

—Bella, tú eres hermosa, no sólo como persona, sino también físicamente —aseguré, mirándola a los ojos.

Parpadeó sorprendida, respirando con dificultad.

—Mike es un idiota, porque contigo se había ganado la lotería —afirmé, mientras acariciaba su suave mejilla—. Tienes suerte de haberte deshecho de él.

Todo aquéllo que decía era verdad. Claro, no sabía si hablaba también se mi propia suerte.

(Bella's POV)

Edward siempre encontraba las palabras para hacerme sentir mejor, aunque algo en mi interior se encogiera ante el pensamiento de que sólo hablaba como mi mejor amigo. Cavilando sobre todo aquéllo, un suspiro se me escapó cuando llegábamos al campus, al día siguiente. Bajé del automóvil de Edward y ambos nos dirigimos a nuestras respectivas clases, después de que él me prometiera recogerme por mi clase de arte.

La mañana pasó más lenta de lo que esperaba, aunque, finalmente, mi clase favorita llegó: el taller de arte. Dejé salir un suspiro de satisfacción, mientras todos nos acomodábamos en nuestros respectivos lugares. Grande fue mi sorpresa cuando, minutos después, en vez de ver ingresar a la señora Lynder, nuestra habitual profesora de arte, un alto hombre entró en su lugar. Con más de un metro ochenta, el sujeto lucía joven y fuerte. Su cabello, de color castaño oscuro, iba recogido en una pequeña coleta y su piel trigueña refulgía bajo la luz del salón. Dirigió una mirada general a la clase.

—La señora Lynder ha tenido un problema familiar —habló el joven, con voz gruesa y profunda— y ha tenido que viajar de urgencia a México, por lo que yo seré su profesor por algunas semanas.

Un murmullo general cruzó la clase.

—Mi nombre es Jacob Black —se presentó—. Espero que podamos trabajar en paz.

El profesor Black resultó ser una persona muy interesante y terriblemente apasionada por el arte. Introduciéndonos en el tema con naturalidad, nos otorgó una tarea sencilla, por ser el primer día: una composición libre. Faltaban unos pocos minutos para acabar la clase y yo estaba finalizando mi trabajo, cuando sentí una voz a mis espaldas.

—Es una buena combinación de colores y tienes una buena perspectiva —apuntó. Me giré, para encontrarme con los ojos oscuros de Jacob—. Nada mal…

—Swan —respondí, rápidamente—. Bella Swan.

Sonrió.

—Un gusto, señorita Swan —aseguró y, después de dedicarme otra sonrisa, siguió caminando por las filas de grandes escritorios, con las manos detrás de la espalda.

Pocos minutos después, las clases del día finalizaron. Me quedé rezagada en la puerta, bajo el marco de la misma, esperando a que Edward llegara por mí. Jacob, que estaba recogiendo sus libros, me miró y alzó una ceja, levemente divertido.

—¿Esperas a alguien? —preguntó, suavemente.

—Sí, a mí —una voz de terciopelo respondió, incluso antes de que yo pudiera abrir la boca—. Edward Cullen, un gusto —se presentó, rápidamente.

Los ojos de Jacob se abrieron momentáneamente, para luego recobrar la compostura. Entonces, alzó una de sus pobladas cejas y una suave sonrisa, algo irónica, se posó en sus labios.

—¿Edward Cullen? —preguntó, con cierto tono de familiaridad—. Así que tú eres el famoso Edward Cullen…

Edward y yo no pudimos hacer otra cosa que mirarnos, confundidos, para luego voltear a ver al joven profesor.

¿Qué quería decir con famoso?

No hay comentarios:

Publicar un comentario