Autora: Sarah Crish Cullen
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Meyer.
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CURANDO UN CORAZON
Capítulo 24. Una Nueva Vida
Más de un mes había pasado desde nuestra estancia en Forks; en todo este tiempo traté de asimilar todo lo que había sucedido; la enfermedad de mi padre, la confesión de mi madre..
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Un cúmulo de verdades y confesiones que aún trataba de digerir, sobre todo la cuestión de mi padre biológico. Intenté ponerme en el lugar de mi madre; yo también me vi embarazada y sola... y ella aguantó y calló mucho, por no contradecir y enfadar a mi padre... pero podría haberme entendido, había pasado por lo mismo que yo... y por mucho que la relación con ella esté mejorando, todavía no podía olvidar ciertas cosas y actitudes que sufrimos Jake y yo en nuestra infancia... precisamente, los que menos culpa teníamos, éramos los que más habíamos sufrido.
Un cúmulo de verdades y confesiones que aún trataba de digerir, sobre todo la cuestión de mi padre biológico. Intenté ponerme en el lugar de mi madre; yo también me vi embarazada y sola... y ella aguantó y calló mucho, por no contradecir y enfadar a mi padre... pero podría haberme entendido, había pasado por lo mismo que yo... y por mucho que la relación con ella esté mejorando, todavía no podía olvidar ciertas cosas y actitudes que sufrimos Jake y yo en nuestra infancia... precisamente, los que menos culpa teníamos, éramos los que más habíamos sufrido.
Cierto es que ahora la relación era cordial, tirando a buena. Hablaba con ella una vez a la semana, para ver cómo iba mi padre, y ella estar pendiente de mi próximo parto y de cómo estábamos los tres. A mi hermano todavía le costaba hablar con ella de manera educada y calmada, pero poco a poco lo iba consiguiendo.
El ruido del agua hirviendo me devolvió a la tierra. Estaba preparando unos spaguettis con salsa boloñesa, comida favorita de Megan, por cierto. Apenas me faltaban tres semanas para salir de cuentas, y ya no sabía dónde meter mi redondo y enorme vientre. Debido a lo avanzado de mi embarazo, había cogido la baja laboral, aconsejada por todo el mundo, que ahora, a cada movimiento que hacía, ya los tenía pegados a mi como lapas.
Eché la pasta en la olla y me dispuse a buscar el orégano, cuándo Megan entró en la cocina, empujando su carrito de bebés, obviamente de juguete, con dos de sus muñecas dentro.
-Mia mami, los bebés mimen- me señaló a las muñecas, que las llevaba tapadas.
-¿Están durmiendo?; pues entonces no hay que hacer ruido- le dije poniéndome un dedo en los labios y bajando el tono de voz. Sonreí mientras ella asentía, llevándose su dedo a la boca.
-¿El bebé gande mime?- me susurró, señalando mi tripa con su manita.
-Pues...- busqué movimiento, pero ahora estaba de lo más tranquilo, cosa rara -si, está dormido- asentí con la cabeza. Una cosa tenía clara, sería un Swan de los pies a la cabeza... terco... o terca, porque seguíamos sin saber qué era, además ahora apenas podía moverse y cambiar de postura, de modo que tras la última visita al obstetra, al volver de Forks, desistimos por aburrimiento.
Finalmente, Esme y yo decidimos pintar la habitación de un color verde clarito, así servía tanto para niño o para niña. La cenefa de la habitación era muy graciosa, con animales. Por lo menos si era niña ya tendría la ropita... como fuera niño, ya me veía a Rose, Alice y Esme ir corriendo a las tiendas, porque preferí no arriesgarme y no comprar mucha; lo poco que compré eran bodies y pijamitas unisex, con gorritos y manoplas blancos y amarillos. Aparte de eso, todo estaba preparado para recibir al nuevo miembro de la familia.
-Mami, ¿cando vene papá?- preguntó mi pequeña. Iba a responderle, pero oí el ruido del motor del coche.
-Pues acaba de llegar- le dije, cogiéndola de la mano y saliendo al recibidor. Nada más abrir la puerta, corrió a los brazos de Edward.
-¡Oa papi!-.
-Pero si está aquí la princesa de la casa- dijo levantándola y elevándola por encima de su cabeza. Ella rió, agarrando su pelo en sus puñitos.
-¿Has jugado mucho?- le preguntó, todavía con ella en brazos. Asintió con la cabeza, mientras se acercaban a mi posición.
-¿Y para la otra princesa no hay beso?- pregunté con una sonrisa inocente.
-Hummm... creo que mamá está celosa- le dijo a la niña dijo con burla; me dio un pequeño beso, que devolví gustosa.
-¿Qué tal el día?- le interrogué camino de la cocina.
-Tranquilo; sólo tenía una operación programada, de modo que para las doce ya había terminado- me explicó.
-Es verdad, ¿cómo ha ido la trasposición esofágica?- pregunté interesada. Era un procedimiento poco común, que se hacía en contados hospitales del país.
-Bien, con el instrumental nuevo es coser y cantar. Hemos hecho turnos, junto con cardio- me explicaba, dejando a Megan en el suelo.
-De modo que has operado con Emmet- musité interesada.
Una vez la comida estuvo lista, dimos de comer a la pequeña, que cayó rendida en una tranquila siesta, y nos sentamos nosotros, pero el teléfono de mi marido interrumpió nuestra comida y el debate profesional que manteníamos. Habló durante unos minutos, colgando con expresión sorprendida. Le hice un gesto con la cabeza, preguntando quién era.
-Era el doctor Gills; ¿recuerdas el artículo que escribí hace unos meses?- me interrogó.
-¿El de los casos de hipocalcemia aguda en postoperarorios de cirugías de tiroides?- interrogué ansiosa. Le llevó muchas horas y meses hacer las comparativas y el estudio. Asintió con la cabeza.
-Van a publicarlo el mes que viene- me dijo, todavía asombrado.
-¡Edward!-; felicidades cariño- le abracé emocionada. Me apretó entre sus brazos.
-Es una gran noticia- le dije contenta y feliz, para nosotros los médicos era un gran reconocimiento que publicaran algún ensayo de nuestro puño y letra. Pero su cara cambió.
-¿Qué ocurre?-.
-Verás... el doctor Gills quiere que vaya con el a Nueva York, para exponer el caso- me explicó.
-¿A la convención de cirugía general?- interrogué.
-Ajá...-.
-¿Y qué problema hay?- no entendía nada.
-Pues que no te quiero dejar sola; estás apunto de dar a luz y...- lo corté.
-¿Cuándo sería eso?.
-Me tendría que ir mañana por la mañana, y regresar el viernes por la noche- me explicó. Hoy era lunes.
-Pues ya puedes hacer la maleta; Edward, me quedan tres semanas, y no tengo ni una sola contracción- rodé los ojos.
-Ni hablar Bella; mis padres no están -me recordó -y no quiero que estés sola con Megan... casi no te puedes ni mover- dijo. Cierto, Esme y Carlisle estaban en Sacramento, California, en las bodas de plata de unos amigos, y se quedaban toda la semana allí.
-¿Me estás llamando torpe?- mis lágrimas bajaron por mi cara. Estaba muy sensible y nerviosa... y las hormonas no ayudaban para nada.
Se pasó las manos por el pelo, nervioso.
-No quise decir eso cariño... per- no le dejé seguir hablando.
-Debes ir... además está Jake, Emmet... sola sola no estoy- hipé, poniendo un puchero, igual al los de mi hija.
-Está bien... pero que te quede claro que no te he llamado torpe- aclaró serio. Asentí cansada.
-Perdona... las hormonas- me intenté excusar. Me besó en la frente, asintiendo con una sonrisa.
Al final logré convencerle para que fuera, era una gran oportunidad... me costó lo mío, y aún así no se fue muy conforme.
Megan y yo lo llevamos al aeropuerto al día siguiente, quedando en que si pasaba algo le llamaría de inmediato. Regresamos a casa, y el día pasó tranquilo. Por la tarde Megan y yo fuimos a dar un paseo, ya que me convenía andar para que el bebé se terminar de encajar. Terminamos en el parque; Megan se dedicó a corretear y a jugar durante el resto de la tarde, mientras yo leía un libro.
Regresamos a casa casi a las ocho;después de conseguir que la pequeña se metiera a la bañera, estaba dándole su cena cuándo sonó el timbre de la puerta. Al abrirla me encontré con Emmet y Rosalie, parados en el umbral y con una pequeña maleta.
-Hola, qué sorpresa- dije después de darles dos besos.
-¿Dónde podemos acampar?- preguntó mi cuñado, agarrando la maleta y metiéndose dentro de casa. Miré a mi cuñada, que se encogió de hombros mientras me explicaba.
-Edward nos llamó ayer por la noche, y nos dijo que te vigiláramos- aclaró ésta.
-Ya... ¿y para eso tenéis que mudaros a mi casa?- pregunté incrédula.
-Eso mismo les dije anoche, pero ya conoces a los hermanos Cullen, parece mentira que sean médicos- contestó resignada. Rodé los ojos, hablaría con mi marido largo y tendido.
Les hice pasar, dirigiéndonos a la cocina, dónde Megan seguía sentada en su trona.
-¡Tía Ros, tío oso!- alzó sus bracitos y su tío la cogió. La llenaron de besos y de mimos, y Megan encantada de la vida, adoraba sus tíos.
Dejamos a Emmet con la niña, y Rose y yo subimos a preparar la habitación de invitados.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó mientras poníamos las sábanas.
-Ni una sola contracción, así que me parece que tenenos para rato- suspiré con una sonrisa -cuéntame, ¿cómo va todo por el servicio?-.
-Pues sin mayores novedades; al menos hasta que cogí anteayer las vacaciones, el hospital no se ha caído- me explicó con una sonrisa.
-Puedo ir a trabajar perfectamente, no sé por qué tengo que estar en casa- siseé con fastidio. Rose me dio una seria mirada, así que opté por no seguir protestando. Siguió contándome las últimas novedades y cotilleos, hasta que oímos ruidos en la habitación de Megan. Al asomarnos, vimos a Em y a la pequeña, sentados en el suelo, cada uno con una muñeca entre sus brazos.
-Tene hambe, dale el bibe- le dijo a su tío, tendiéndole un biberón de juguete. Emmet rodó los ojos, mientras hacía lo que la niña le indicaba.
-Así no... despacito- le riñó Megan -le haces pupa a la nena-.
Rose y yo nos echamos a reír.
-Parece que el tío oso ha sucumbido al encanto de las muñecas, al fin- dije, burlándome de mi cuñado.
Emmet nos lanzó una mirada furibunda a su novia y a mi, que nos carcajeábamos de lo lindo.
-Vamos a ver qué preparamos de cena; intenta dormirla- le dijo Rose.
Una vez bajamos a la cocina, enterré mi cabeza en la nevera. No había ido a hacer la compra, de modo que optamos por pedir comida a domicilio. Pedimos comida thailandesa, y entre que la niña se durmió, cenamos y recogimos, nos dieron casi las once de las noche.
Al acomodarnos en el sofá, me di cuenta de que me había olvidado mi helado de chocolate. Me levanté y rebusqué por todo el congelador... pero no había, ¡mierda!. Volví a la sala y me senté con cara mustia. Rose dejó su café en la mesita, mirándome preocupada.
-¿Te ocurre algo Bella?-.
-No, es que no he ido a hacer la compra, y no tengo helado de chocolate, y siempre me apetece después de cenar- le expliqué con un puchero. Ella rió, girándose a su novio, que daba un sorbo a una cerveza.
-Emmet, ¿podrías acercarte a por helado?- los ojos de mi cuñado se abrieron de la sorpresa.
-Edward no me dijo que los antojos entraban dentro de las funciones- protestó, mirando la hora. Le puse carita de pena.
-Por fa Em... anda- junté las dos manos, cual niña de primera comunión. Rose arqueó una ceja, mirándole seria.
-Per... vale- se levantó, buscando las llaves del coche.
-De chocolate y almendras tostadas- le recordé.
-Y de fresa con nata- añadió Rose, con una inocente sonrisa.
Oímos los juramentos de mi cuñado, mientras cerraba la puerta. Al de una hora, apareció de nuevo por casa.
-¿Dónde has ido por los helados?, ¿al Polo Norte?- le preguntó Rosalie.
-En todos los sitios que he mirado no había; me he ido hasta la otra punta de la ciudad... para que luego digáis- rezongó cruzándose de brazos. Le dimos un beso en la mejilla, y nos sentamos a devorar las terrinas.
-Dejad algo para mañana... os vais a poner como una vaca- nos advirtió. Me quedé mirándolo con la cuchara en la boca. Rose por poco se lo carga.
-Ya sé que estoy muy gorda, pero es que tu sobrino o sobrina me mata de hambre- me intenté excusar, poniendo un puchero. No pude evitar que una lágrima cruzase mi cara.
-No llores Bella... ainsss... te afecta todo, no le hagas caso a este- me dijo Rose -ves, ¿por qué no estarás calladito?- bufó Rosalie.
-Perdona cuñada- dijo fastidiado. Asentí, y seguí devorando mi helado.
El miércoles y el jueves pasaron sin mayores complicaciones. Debo reconocer que era agradable tener un poco de compañía, aunque al hablar con Edward le medio eché la bronca, por tenerme con niñeras. Por mucho que le dije, lo pude sentir darme la razón rodando los ojos.
El viernes me despertó un doloroso calambre en los riñones. Ya era imposible que estuviera mucho en la cama, de modo que me levanté temprano. Hice el desayuno para todos... pero no se me pasaba, el calambre iba y venía, no era continuo, pero tenía el cuerpo raro.
Al principio pensé que eran contracciones, y sin que Emmet y Rose se percataran, fui al baño y con un espejo de mano me intenté mirar haber si había dilatado algo; podía sonar un poco raro... pero era una de las ventajas de ser médico. Al no ver nada anormal, más que los dos dichosos centímetros que llevaba dilatados desde hace unos días, bajé a la cocina, para reunirme con el resto. La mañana pasó tranquila, y decidí acostarme un rato después de comer. Debía de llevar una hora dormida, cuándo Rose entró en la habitación.
-Bella- me zarandeó con suavidad -Bella, ¿cómo estás?-.
Abrí un poco los ojos.
-Bien, necesitaba echarme un poco- la tranquilicé.
-Vamos a llevarnos a Megan un rato al parque, así descansas; si necesitas algo nos llamas. Estaremos por el barrio- asentí, dándole las gracias.
A eso de las seis de la tarde, el sonido del móvil me despertó. Extrañada lo cogí. Edward no podía ser, ya que había hablado al mediodía con el, justo antes de que cogiera el avión de vuelta. Por suerte, era mi madre. Estuve hablando un buen rato con ella, más de una hora. Al colgar eché una ojeada al reloj... las siete y media de la tarde. Emmet, Rose y la niña todavía no habían vuelto del parque. Bajé a la cocina, parecía que estaba bastante mejor, y ya no me dolían los riñones. Me senté en la silla, con un vaso de leche caliente y unas galletas, justo al acabar de merendar, oí la puerta. Megan estaba encima de los hombros de Emmet, riendo sin parar.
-¿Lo has pasado bien?- interrogué a mi pequeña.
-Tío oso me ha compao chuches- dijo con una sonrisa.
-¿De verdad?- interrogaba divertida. Me hacía mucha gracia oírla hablar.
Nos acomodamos en el sofá de la sala, mientras Megan y Emmet jugaban por el suelo.
-No sé quién es más niño- decía Rose, mirando a su novio con paciencia.
-Tienes que reconocer que será un padre estupendo- observé. Ella asintió con una pequeña sonrisa.
Después de un rato, Emmet subió a bañarla, y Rose y yo nos enfrascamos en la cena. Decidí hacer ensalada de pasta, con pollo relleno.
Ya teníamos todo en la mesa, cuándo sentí un dolor horrible sacudirme la columna. Ahogué un grito, agarrándome a la encimera.
-¡Bella!- Rose se acercó asustada, pero la tranquilicé.
-Tranquila, estoy...- no pude seguir hablando, ya que sentí líquido por mis piernas... estaba rompiendo aguas.
-...de parto- iba a decirle que estaba bien, pero me quedé con la palabra en la boca.
-¡Por dios!; si aún quedaban quince días- murmuró Rosalie, todavía paralizada.
-Díselo al que está aquí- le contesté burlona, señalando mi tripa.
-¡Emmet!- chilló nerviosa -¡Emmet!- éste apareció por la cocina, enojado.
-No chilles, que Megan está medio dormida; ¿qué pasa?-.
-Nos vamos al hospital, acaba de romper aguas- le dijo, señalándome.
Se quedó estático unos segundos, hasta que el chillido de Rosalie le hizo moverse.
-¡Saca el coche del garaje!, ¡muévete!- dicho y hecho, vi a Emmet histérico, dándonos órdenes y buscando las llaves del coche.
-Llévala al coche; voy arriba a por las maletas- desapareció pitando escaleras arriba.
-Hay...- una contracción me dejó sin habla unos minutos.
-Respira Bella, tranquila- Rose me sujetaba una mano, mientras yo intentaba hacer lo que me decía.
-Hay que llamar a mi hermano, la niña- le recordé. Asintió, cogiendo su móvil y marcando. Colgó y volvió a marcar, pero nada.
-No contestan- me dijo frustrada. Emmet llegó a nuestro lado.
-¿Qué pasa?, ¡¿por qué no estás en el coche?- preguntó a voces.
-No chilles- siseó su novia -hemos llamado a Jake para que vengan a buscar a Megan, pero no cogen- le explicó.
-¡Joder!- bramó -¿qué hacemos entonces?-.
-Nos la llevamos, no podemos dejarla aquí. Intentaré localizarles desde el hospital- le dijo.
Rose me ayudó a subir al coche, mientras Emmet volvía a buscar a la niña. Venía con ella en pijama y con un abrigo por encima.
-Mami- me llamó rascándose los ojitos.
-Tranquila cariño, el bebé va a nacer- le dije entre muecas de dolor.
-¿Va a sali ya?- preguntó emocionada. Asentí con una pequeña sonrisa, pero me vino otra contracción, y no pude evitar el chillido de dolor.
Emmet arrancó, mientras Rosalie, girada en el asiento delantero, tomaba mi mano, ayudándome a respirar.
-Eso es Bella, respira- me decía. Me fui calmando, pero las contracciones eran ya muy seguidas. Rose las iba controlando.
-Emmet, acelera; las tiene cada cuatro minutos... a este paso da a luz aquí- le dijo. El camino se me hizo interminable; encima, mi cuñado iba a todo gas, saltándose los semáforos y pillando todos los baches.
-¡Por el amor de dios Em!, ¿quieres ir con mas cuidado?- le chilló rose -así Bella, inspira, expira... muy bien- oímos una fuerte y gutural respiración... de Emmet.
-¡Tú no imbécil, ella!- le dijo su novia.
-¡Me estoy poniendo histérico!- dijo él, tomando la curva, ya veíamos el edificio.
Nada más aparcar, ya estaban Jasper y Alice esperándonos. Subieron conmigo, mientras Emmet y Rose se quedaban a tramitar mi ingreso e intentar localizar a todo el mundo.
Nada más llegar Sally, una de las matronas, tras revisarme, me pasó directamente a dilatación.
-Estás ya de cinco centímetros... ¿quieres epidural?- me preguntó. Asentí con una mueca, e inmediatamente entró Jasper a ponérmela.
-Tranquila- me dijo medio riéndose.
-Es desagradable que te la pongan- le aclaré con un mohín, acordándome de todas las parturientas a las que yo se la ponía.
Al de veinte minutos, la anestesia empezó su trabajo, y pude relajarme un poco. Jazz se quedó conmigo, y enseguida Alice, Rose y Emmet aparecieron por la habitación.
-¿Y la niña?- pregunté.
-Está con Seth y Leslie afuera- me aclaró Alice, mirando el monitor.
-¿Habéis localizado a alguien?- pregunté a Rosalie.
-Jake y Leah vienen para acá, estaban de cena con unos amigos. También hemos llamado a Esme y Carlisle, van a coger el primer avión que puedan- me explicó.
-¿Y Edward?- preguntó Jasper, revisando también el monitor.
-El móvil da apagado; todavía estará en el avión- contestó.
-Su vuelo aterriza en unos minutos, de todas formas sigo insistiendo- dijo ella.
Suspiré con paciencia, que nochecita para ponerme de parto.
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EDWARD PVO
Estaba esperando al equipaje e intentando, sin ningún éxito, encender el teléfono... pero se había quedado sin batería.
Una vez salió mi maleta, cogí un taxi, rumbo a mi casa. Estaba seguro de que me esperaría una pequeña charla, por ponerle a Rose y Emmet de canguros... pero me daba igual lo que dijera. Había estado muy nervioso estos días, no quería separarme de ella en su estado... pero siempre que hablaba con ella me decía que estaba bien y que aun faltaban dos semanas.
Una vez pagué al taxista, abrí la puerta de casa. Reinaba un silencio sepulcral. Extrañado miré el reloj, eran sólo las once menos cuarto de la noche, un poco pronto para que estuvieran en la cama.
Fui encendiendo las luces, pero nada. Al llegar a la cocina y ver la mesa puesta, y la comida encima, un terror se apoderó de mi.
-Mierda- salí corriendo escalera arriba, no había nadie, ni siquiera la niña estaba en su cama. Sin decir una palabra y sin pensar, volé escaleras abajo, camino del garaje.
Mi coche no estaba; supuse que Emmet se lo había llevado al hospital para poder llevar a Megan en su silla, así que cogí el inmenso jeep de mi hermano, pisando el acelerador a fondo.
Llegué al hospital en un tiempo récord. Nada más verme Madison, me dijo el número de habitación de mi mujer. Abrí con un portazo... y estaban todos allí menos la cama y ella.
-¡Por fin!- alabó Alice, elevando los brazos.
-¡¿Se puede saber dónde coño metes el móvil?- chilló Emmet furioso.
-¡No tenía batería, listillo!; se me descargó en el avión- respondí histérico -¿dónde está Bella?, ¿y la niña?- pregunté nervioso.
-Edward, cálmate- me tranquilizó Jasper. -Megan está con Seth y Leslie, y a Bella ya la han metido al paritorio, así que ve a cambiarte- me ordenó. Bajé a mi taquilla, a ponerme mi pijama de trabajo. Una vez volví a maternidad, me encontré con Sally.
-Edward, gracias a dios, llegas justo a tiempo, vamos- me instó. Los chicos me desearon suerte, y me dispuse a seguir a Sally.
Al entrar Bella ya estaba empujando, con el doctor Simmons y Nancy, otra de las matronas. Me acerqué corriendo a la camilla.
-¡Bella!, cariño lo siento; me quedé sin batería y...-.
-No te preocupes- consiguió decir entre jadeos -llegas a tiempo; acabo de empezar a empujar- me dijo con una pequeña sonrisa.
Retiré un poco el sudor de su frente, y me posicioné detrás de ella, sujetando sus manos mientras hacia fuerza.
-Bien, cariño, bien- le animaba.
-Vamos Bella, ya casi está fuera la cabeza; un par de empujones más y está aquí- le dijo el doctor Simmons.
Mi mujer se incorporó un poco, y agarrándose a la camilla, soltó un pequeño grito mientras daba el último empujón con todas sus fuerzas. Menos mal que no le dolía, pero estaba exhausta del esfuerzo. Tomé su mano, y la ayudé a incorporarse un poco para favorecer la fuerza... y llegó.
Un llanto envolvió la habitación. Besé a Bella suavemente, mientras la ayudaba a recostarse de nuevo.
-Muy bien cariño- le dije en voz baja. Ella me sonrió, cansada y agotada. Sally se acercó con un bultito, envuelto en una mantita blanca, que me tendió con una gran sonrisa.
-Enhorabuena Edward... es un niño precioso-. Mis lágrimas ya habían hecho acto de presencia, al igual que las de Bella.
Mi hijo... nuestro pequeño milagro... tenía los ojitos cerrados, y el poco pelo que tenía era de color cobrizo, al igual que el mío. Besé su carita y sus manitas, hablándole.
-De modo que eras chico- Bella rió, mirándonos a los dos, también ella lloraba -pues si que te has hecho de rogar campeón- seguía diciéndole mientras me acercaba a Bella y posaba al niño en su pecho.
-Hola cariño- le saludó, acariciándole una de sus manitas y besando su blanda cabecita -eres tan guapo como papá- le decía.
Me agaché a su lado, regalándole a mi mujer un beso.
-Gracias por este regalo Bella, gracias- le susurré emocionado.
-Te quiero- contestó mientras apoyaba su cara en mi cuello.
-Y yo a ti cariño- miraba embobado a mi mujer y a mi pequeño
-¿No estás desilusionado?; con eso de qué querías una niña- dijo ella. La corté con otro beso.
-No podría estar más feliz de lo que estoy ahora mismo... además... ¿quién ha dicho que no iremos a por la niña?- pregunté con una gran sonrisa.
El doctor Simmons y las matronas rieron por mi comentario, y se acercaron a darnos la enhorabuena.
-¿Cómo se llama?- preguntó Sally, rellenando la partida de nacimiento. Miré a Bella, para que desvelara el misterio.
-Ethan... Ethan Cullen- dijo, mirándome y buscando mi aprobación. Asentí, me gustaba el nombre, y sonaba bien.
Salí para informar a todos, de mientras terminarían de revisar al niño y de preparar a Bella para llevarla de vuelta a su habitación. Nada más verme, se acercaron corriendo. Jake y Leah ya habían llegado.
-¿Qué es?-.
.¿Cómo está Bella?- las preguntas se agolpaban. Levanté las manos pidiendo calma.
-Todo ha salido bien, los dos están perfectos- dije con una sonrisa de oreja a oreja -y es un chico... Ethan- terminé de decir. El chillido de alegría de mi hermano y de Jake no se hizo esperar, mientras chocaban las manos y las chicas me rodearon para abrazarme.
Una vez me felicitaron todos, y mientras llevaban a Bella a su habitación, me fui al servicio de Bella, dónde Seth y Leslie estaban con mi hija. Nada más entrar, se acercaron corriendo.
-¿Cómo ha ido?- preguntó Leslie.
-Los dos están estupendamente bien, y... - me giré hacia Seth -creo que has ganado una apuesta, es un niño- le expliqué con una sonrisa
-¡Felicidades papá!- Seth me abrazó, al igual que Leslie y el resto de servicio.
-¿Megan?- pregunté después de los abrazos. Leslie me condujo a la salita, dónde la pequeña estaba dormida, tapada en el sofá con una manta. Le di un beso en la frente, pero se despertó.
-Hola princesita- saludé mientras la cogía en brazos.
-¡Papi!, ¿onde ta el bebé?- me preguntó ansiosa.
-Enseguida te llevo; tienes un hermanito, se llama Ethan- le expliqué.
-¿Es un nene?- preguntó arrugando el ceño. Asentí, sentándome con ella en brazos.
-Pero da igual que sea nene o nena, porque lo vas a querer mucho, ¿verdad?- ella asintió con la cabeza.
-Quero ver al bebé, ¿como se llama?- volvió a decir.
-Ethan- le dije.
-Ean- repitió curiosa.
-Eso es, ahora vamos a ver a mamá- me fui con ella en brazos, y por el camino me encontré a mis padres, que llegaban corriendo.
-Abela Esme- dijo mi pequeña, señalándola con su dedito.
-¿Ya ha nacido?- preguntó mi madre ansiosa.
-Si, tenéis un nieto guapísimo- les informé, después de saludarles. Mis padres me abrazaron emocionados, y los cuatro nos fuimos a la habitación de Bella. Todos estaban allí, en torno a la cunita.
Mis padres se acercaron, embobados con el pequeño.
-Carlisle- mi madre no podía hablar, presa de las lágrimas, con el pequeño en brazos. Mi padre sonreía como nunca, al lado de Emmet.
Megan miraba fijamente a su hermano, y mi madre se lo dio a Bella. Dejé a la niña encima de la cama, y salieron un momento, dejándonos intimidad. Me senté al lado de Bella, mirando a mi pequeño campeón.
-¿Qué te parece?- le preguntamos a la niña.
-Mu chiquitín- dijo ella, que lo miraba de arriba abajo, sonriendo.
-¿Quieres darle un beso?- le preguntó Bella. Sin decir nada, se inclinó, dejando un muah, como ella decía, en su manita.
Bella y yo observamos la escena con una sonrisa. Los cuatro encima de la cama, con Megan haciéndole carantoñas a su hermano. Abracé a mi mujer, besando su cabeza... y agradeciéndole a la vida por todo lo que ahora tenía; una mujer estupenda, a la que amaba con locura, y dos hijos preciosos... no podía pedir nada más.
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