Autora: Sarah Crish Cullen
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Meyer.
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CURANDO UN CORAZON
Capítulo 12. Vida en Familia
La luz que entraba por el hueco de las cortinas me hizo abrir los ojos. Lentamente me fui desperezando, mientras una sonrisa se apostaba en mi cara, recordando la pasada noche. Giré la cabeza, mirando a Edward, que dormía tranquilamente. La sabana le llegaba por la cintura, dejando su musculoso y fuerte pecho al aire. No pude evitar pasar mis dedos, suavemente, por aquellos abdominales; él, como respuesta se revolvió ligeramente, mientras se pasaba la mano por la cara.
El reloj marcaba las ocho y media de la mañana; decidí no despertarle, y llamé al servicio de habitaciones, encargando el desayuno. Me di una rápida ducha, y justo cuándo terminaba de atarme el albornoz, llamaron suavemente a la puerta.
La chica dejó el carrito en el marco de la puerta, mientras le daba una pequeña propina. Edward se empezaba a desperezar. Llené las tazas con café, y me senté a su lado, mientras el lentamente abría los ojos; al verme, una sonrisa se extendió por su cara.
-Buenos días- me dijo bostezando.
-Buenos días bello durmiente- me incliné hacia él, mientras que con la nariz recorría su cuello, dándole tiernos mimos. Sus manos buscaron mi cintura, y me hizo sentarme encima de él.
-Me encanta que me despiertes así, ¿lo sabías?- me preguntó, todavía un poco adormilado.
-Lo tendré en cuenta para el futuro- susurré divertida, mientras subía por su cuello a buscar su boca. Al juntarse éstas, Edward se incorporó, haciendo que nuestro beso se hiciera más profundo. Me acarició el labio inferior con la lengua, y mi reacción fue abalanzarme contra esos labios. Nuestras lenguas se movían como un tornado, ansiosas pero a la vez dulces y delicadas. Un hormigueo empezó a recorrer mi cuerpo al notar cierta parte íntima de mi novio despertarse también. Dejó mi boca, para besar mi cuello y parte de la clavícula, que quedaba libre debajo del albornoz. Leves gemidos volvieron a salir de mi garganta, pero recuperé la cordura para poder hablarle.
-Ed...Edward...me estás volviendo loca- jadeé bajito.
-Eso pretendo- contestó mientras seguía entretenido con mi clavícula. No pude evitar empezar a respirar con dificultad, mientras mis manos acariciaban sus hombros y brazos.
-Lo de anoche fue fantástico- le confesé, inclinándome hacia su oído. Levantó la vista, mientras esbozaba una sonrisa.
-Sólo hay un pequeño problema- dijo mientras miraba mis labios, acercándose lentamente y quedando a unos poco milímetros. Me tensé un poco, con la poca experiencia que tenía en relaciones quizá él no habría disfrutado lo suficiente.
-Que en este instante estás vestida- murmuró en mi boca, mientras me desabrochaba el albornoz y lo quitaba de nuestro camino.
Mis pechos quedaron expuestos a su mirada. Pasé mis manos por su cuello mientras nos enzarzábamos en otro apasionado beso. Sus manos lentamente empezaron a acariciar mis senos, mientras que las mías trazaban líneas imaginarias en su espalda. No pude hacer otra cosa que volver a buscar su boca, necesitaba sus besos tanto como respirar.
Lentamente se fue deslizando por la cama, hasta que quedó completamente tumbado. Ahora era mi oportunidad de devolverle todo el placer que me regaló ayer.
Dejé su boca y empecé un camino de besos desde su cuello hasta su abdomen. Besé y saboreé cada trozo de su pecho, lenta y sinuosamente. Mis manos pasaron alrededor de su ombligo, que también besé, y llegaron a esa uve que me trastocaba. Al retirar la sábana, su erección, mas que notable, hizo acto de presencia en todo su esplendor. Lo miré un poco alucinada, anoche no me di cuenta, no estaba nada pero que nada mal...
Tras unos momentos de vacilación, decidí ser atrevida, y con mis manos, un poco temblorosas, lo tomé.
Empecé a acariciarlo suavemente, mientras él jadeaba y gemía de una forma más que considerable. No pude evitar besar suavemente la punta de su masculinidad, y noté cómo se estremecía, a la vez que se incorporaba un poco, ligeramente asombrado.
-Bella...- susurró en un pequeño suspiro -no tienes porq...- no le dejé continuar, mientras me acercaba y besaba su boca, lamiendo suavemente su labio inferior.
-Shissst...- murmuré, a la vez que le ponía una mano en el pecho, indicándole que se recostara de nuevo.
Mi boca empezó a regalarle placer, mientras el cerraba los ojos y se abandonaba. Pude sentir cómo agarraba suavemente mi pelo, marcando el ritmo que él quería. Noté cómo su cuerpo se arqueaba ligeramente, y la mención de mi nombre me indicó que iba a llegar.
-Bella... dios...Bellaaa-.
Rápidamente me retiré, y me posicioné encima, haciendo que nuestros cuerpos fueran uno. Lentamente empecé a moverme, apoyando mis manos en su pecho; las suyas rápidamente se movieron a mis pechos, acariciándolos. Me incliné para besar su boca, pero el se adelantó, incorporándose y rodeándome más fuerte la cintura con sus brazos. Mis sensibles pezones se juntaron con su pecho, sudoroso al igual que el mío. Llevé mis manos a su pelo, enredándolo entre mis dedos, tirando de él presa del placer que me recorría entera.
-Edward...- jadeé.
-Bella, más, más rápido cariño- respondió, agarrando más fuerte mis caderas e intentando llevar el ritmo que quería.
Un hormigueo me recorrió el vientre, y arqueé mi espalda; eso hizo que el agarrara uno de mis pezones... y no pude más, dejé salir un grito mientras sentía que él se tensaba.
Ambos llegamos al punto álgido entre gritos y jadeos. Me rodeó con sus brazos, mientras pequeños espasmos sacudían mi cuerpo.
Apoyé la cara en su hombro, a la vez que él dejaba tiernos besos en el cuello y en mi clavícula.
-Bella- me llamó Edward. Levanté la vista, y me perdí en sus ojos; el verde esmeralda brillaba de una manera que no podía identificar. Suavemente una de sus manos llegó a mi cara, acariciándola con cuidado. Lentamente nuestros labios se unieron en un beso pausado y tierno. Una vez nos separamos, sonrió mientras me abrazaba con fuerza.
-Te quiero Bella- murmuró muy bajito.
-Y yo también- respondí. Permanecimos así unos minutos, hasta que me acordé del desayuno.
-Me parece que el café se ha enfriado un poco- suspiré. El rió suavemente, mientras me besaba el pelo.
Con cuidado salí de sus brazos, y me volví a poner el albornoz. Comprobé el café, estaba un poco frío pero se podía tomar. Le tendí una taza, que cogió a la vez que me hacía una seña para que me sentase a su lado. Entre sonrisas y caricias cómplices, terminamos de desayunar.
-Bien, ¿qué te parece si nos preparamos y salimos?, hace un día estupendo- me propuso mirando la ventana, donde el sol ya se colaba a raudales. Asentí mientras me dirigía al baño, tenía que ducharme de nuevo. Giré la cabeza hacia Edward, que se había quedado sentado en el borde de la cama.
-¿No me acompañas?- le pregunté pícara, mientras le guiñaba un ojo. Lentamente se acercó a mi, todavía desnudo, y me contestó.
-Por supuesto... debemos contribuir al ahorro del agua- dijo con una sonrisa traviesa; solté una pequeña carcajada, empujándole hacia el baño.
Una vez nos duchamos y vestimos, nos dispusimos a salir. Antes de abandonar el hotel, llamé a mi hermano y a Esme, para ver cómo estaba todo.
El padre de Leah se recuperaba poco a poco, aún así se quedarían allí una semana más. Y Esme me puso al corriente de lo que hizo ayer mi niña; se la veía encantada cuidando de ella. Dejé salir un suspiro, mientras cerraba el móvil. Edward se acercó, para rodearme con sus brazos.
-¿Todo bien mi vida?- interrogó.
-Si...sólo echo de menos a Megan, nunca he estado tanto tiempo separada de ella- le expliqué; Edward me observó unos momentos, atentamente.
-¿Quieres que regresemos?-me interrogó.
-No, tranquilo; mañana ya volvemos, y parece que todo está bien- le tranquilicé dándole un pequeño beso.
Salimos del hotel agarrados de la mano, mientras nos dirigíamos al antiguo embarcadero. Íbamos hablando tranquilamente, disfrutando de nuestra compañía y de la conversación. Al llegar allí, observé el paisaje. Viejos barcos de pesca permanecían amarrados, meciéndose suavemente. Al terminar el paseo, había un pequeño edificio, con una cruz encima; supuse que sería una pequeña capilla.
-¿Qué es eso?- le pregunté a Edward, señalando el edificio.
-No lo sé, parece una pequeña iglesia- meditó mientras tiraba de mi mano -ven, vamos a averiguarlo-.
Al llegar allí nos detuvimos, efectivamente era una pequeña iglesia. La fachada era de un color gris claro, llamaba la atención las pequeñas cruces de madera a ambos lados de la puerta, también de color madera oscuro. Atravesamos la desvencijada verja; el pequeño jardín que la rodeaba estaba muy bien cuidado. La puerta estaba entreabierta, de modo que entramos. La pequeña iglesia, casi capilla, era preciosa. Muy sencilla, apenas tenía seis filas de bancos de madera, bastante antiguos. El retablo del altar era muy sencillo, y la mesa que lo presidía, de mármol gris blanquecino, también.
Lo que le daba un toque romántico eran las vidrieras ovaladas, que adornaban las paredes laterales, con figuras que parecían de la Edad Media.
Después de admirar y recorrer los alrededores, comimos en un pequeño restaurante italiano. Por la tarde decidimos coger el coche para visitar otros lugares de la costa, a cada cual más hermoso y espectacular. Acabamos cenando en el pequeño restaurante del hotel ya que estábamos agotados de las excursiones.
Nada más cerrar la puerta de la habitación, me acerqué a Edward, abrazándole por la cintura. -Gracias por estos días- musité contra su pecho.
Me levantó la cara, y sin decir palabra alguna, me besó. Llevé mis manos a su cuello, mientras él me arrastraba hacia la cama, donde volvimos a dedicarnos tiernas caricias y sensaciones durante el resto de la noche.
EDWARD PVO
El tiempo volaba con mi preciosa novia y su pequeña en mi vida. Habían pasado dos meses desde aquellos días que compartimos juntos, y todo era fantástico.
Poco a poco iba superando mis temores y mis indecisiones. Todavía recuerdo con una sonrisa tonta en mi cara la primera vez que hicimos el amor. Tan tímida y a la vez tan pasional; Bella era mi complemento perfecto; cada día el recuerdo de Sophie era menos doloroso y por las noches, en la soledad de mi apartamento, ya no me consumía en el pasado, sino que pensaba en el futuro. Futuro en el que Bella y Megan estaban en mi vida; puede que parezca descabellado pensar así, tan sólo llevábamos unos meses de relación... pero era lo que mi corazón me decía, aunque debía dejar que las cosas fluyesen por si solas.
Ella había encajado muy bien en mi familia, se llevaba de maravilla con mi madre, y ésta, a su vez, se había convertido en una especie de abuela postiza para Megan.
Y yo me llevaba muy bien con Jake y Leah. Ambos éramos fanáticos del baloncesto, y nos reuníamos, cada vez que las guardias me lo permitían, en casa de Bella a cenar y ver los partidos. Emmet se nos unía también y a veces Jasper y Alice.
Y lo que pensé que nunca sucedería, ocurrió. Pensaba que no volvería a enamorarme y a querer compartir mi vida, cómo había hecho con Sophie... pero me equivoqué, cada día me enamoraba más de ella, era imposible no hacerlo. Observarla preparar el desayuno cada vez que me quedaba a dormir en su casa, descalza y normalmente con mi camisa o mi camiseta puesta era excitante y sensual... o verla arrullar amorosamente a Megan, era una imagen tan tierna... incluso nuestras risas en la cama cuándo traía a la pequeña con nosotros por las mañanas; ya gateaba a toda velocidad, y poco a poco de iba poniendo de pie, aunque la mayoría de las veces terminaba sentada en el suelo, y empezaba a pronunciar pequeñas sílabas sueltas con su vocecilla. Intentábamos que dijera mamá, pero de momento no lo conseguíamos.
Me desperté de mis pensamientos mientras aparcaba enfrente de su casa. Era viernes, y libraba todo el fin de semana, al igual que ella, que había tenido guardia tres fines de semana seguidos. Hoy también libraba, debido al acumulo de horas, de modo que hasta el lunes no trabajaba.
Saqué mi mochila con la ropa para este fin de semana,y me dispuse a subir. Abrí con cuidado la puerta, con las llaves que ella misma me había dado, por si la pequeña estaba dormida... pero no, ya que nada más cerrar la puerta, me la encontré gateando a toda velocidad hacia dónde yo estaba.
Dejé mi mochila y la chaqueta para agacharme mientras la cogía.
-Hola preciosa- la saludé, besando uno de sus sonrojados mofletes. Ella rió suavemente, mientras que apoyaba su cabecita en mi hombro.
-¿Dónde está mamá?- la interrogué mientras nos dirigíamos al salón. Allí me encontré a Bella tumbada en el sofá, tapada con una manta. Me acerqué preocupado, y me senté en la orilla de éste, acomodando a Megan en mis piernas.
-Hola cariño- la besé dulcemente... y noté que sus labios ardían.
-¿Estás bien?; no tienes muy buena cara- le interrogué preocupado, mientras le ponía mi mano en su frente... ardía de fiebre.
-Hola, ¿qué tal tu día?- me preguntó con la voz ronca, apenas podía hablar.
-Bella, estás ardiendo, ¿desde cuándo tienes fiebre?- interrogué con preocupación.
-Ayer me dolía un poco la garganta; me tomé un paracetamol para el dolor, pero hoy me he levantado peor que ayer- me explicó, haciendo un esfuerzo por hablar.
-¿Por qué no me llamaste?- seguí preguntándole, mientras dejaba a Megan en el suelo.
-Pensaba que se me pasaría- refunfuñó arrugando la frente.
-A la cama señorita- le dije mientras la cogía en brazos y la llevaba al dormitorio. La acosté en la cama y la tapé, tiritaba de frío aún estando ardiendo.
Abrí el primer cajón de la cómoda, donde ella tenía el estetoscopio. La ausculté y la miré la garganta, que estaba roja en inflamada.
-¿Te duele aquí?- pregunté mientras le palpaba la parte superior de la garganta; ella emitió un ruidito en protesta, haciendo un gracioso mohín con su boca.
-Cariño, tienes amigdalitis- le informé mientras la arropaba -voy a ir a la farmacia en un momento, ¿tienes recetario en casa?- le pregunté. Ella asintió, mientras señalaba el segundo cajón de la cómoda.
-Vuelvo ahora mismo- le besé en la frente. Dejé a Megan sentada en su cuna y salí hacia la farmacia, que por suerte estaba enfrente de su casa.
Al subir me dirigí de nuevo a su habitación, pero me la encontré intentado levantarse.
-¿Dónde te crees que vas?- le pregunté cruzado de brazos en el marco de la puerta.
-A preparate la comida,, supongo que no habrás comido- explicó en un hilo de voz. Me acerqué a ella mientras la conducía de nuevo a la cama.
-De eso nada, tú a descansar- le regañé en broma, mientras ella suspiraba frustrada. Ella se tumbó de nuevo, mientras yo preparaba el antibiótico. Le pasé dos pastillas con un vaso de agua, que ella se tomó sin rechistar. Le dí también paracetamol para la fiebre. Cerró un momento los ojitos, y me senté a su lado en el otro lado de la cama, abrazándola.
-Ahora tienes que descansar, yo me encargaré de las dos; ¿Megan ha comido?- le pregunté. Ella afirmó con la cabeza, mientras me abrazaba más fuerte.
-Entonces duerme un poco, ¿quieres comer algo?- ella negó.
-Me duele demasiado la garganta para poder tragar- balbuceó bajito. Le besé suavemente la frente, mientras me levantaba.
-Ahora intenta dormir un poco, y no te preocupes de nada- Bella asintió suavemente, a la vez que cerraba los ojos, la fiebre la dejaba agotada. La acomodé y me incorporé para dejarla descansar.
-Gracias- susurró bajito, mientras esbozaba una débil sonrisa.
-De nada mi amor- le dije al oído, pero ya estaba completamente dormida.
Salí sin hacer ruido, y me dirigí a ver a la niña, que se había quedado dormida. La tapé un poco, mientras la observaba dormir; hacía el mismo gesto que Bella cuándo dormía, arrugando un poco el labio superior. La acaricié la manita, mirándola con cariño. Ese pequeño ángel se había ganado mi corazón por completo, al igual que su madre.
Cerré con cuidado la puerta, mientras mientras me dirigía a la cocina.
Después de comer saqué los informes que tenía pendientes de revisar; me senté en el sofá, con un café en la mano, mientras los leía. Mi móvil sonó, y lo cogí rápidamente, para que mis chicas no se despertaran, era mi madre.
-Hola mamá- la saludé.
-Hola hijo, llamaba para invitaros a comer mañana en casa- me explicó.
-Pues no va a poder ser; Bella tiene anginas, está en la cama- le expliqué mientras apartaba uno de los informes.
-Vaya por dios, ¿cómo va?- preguntó preocupada.
-Bien, pero necesita descansar, tenía bastante fiebre- le seguí contando.
-¿Y la niña?, ¿quieres que vaya por ella?- preguntó.
-No hace falta, no es contagioso como si tuviera gripe- la tranquilicé.
-¿Seguro qué no necesitas que te eche una mano?- volvió a preguntar.
-No, de verdad, no es necesario, gracias mamá- le agradecí.
-Está bien, pero si necesitas algo me llamas; mañana te llamaré de nuevo- dijo a modo de despedida.
-Gracias mamá, te informaré- me despedí.
-Adiós hijo- se despidió para colgar.
Pasó un buen rato, y a eso de las cinco de la tarde, oí a Megan por el walkie. Fui a echarle un vistazo, y me la encontré de pie, agarrada a los barrotes.
-Hola preciosa, ¿ya no tienes sueño?- le pregunté mientras la cogía y le hacía cosquillas en la tripa. Ella se carcajeó graciosamente, mientras que se agarraba a mi cuello y escondía su carita. La cambié el pañal y me dispuse a darle la merienda. Mientras le daba la compota de frutas, llamaron al timbre. Al abrir me encontré a mi madre, cargada con bolsas del supermercado.
-Hola mamá, ¿qué haces aquí?- interrogué extrañado mientras le daba un beso.
-Hola hijo... pues vine a ayudarte un poco, sobre todo con la comida- me explicó divertida.
Mi madre me conocía demasiado, y sabía que la cocina no era mi fuerte para nada. Se dirigió a la cocina, y la seguí. Una vez allí saludó a la niña, y se dispuso a sacar las bolsas del supermercado. Seguí dando de comer a Megan, mientras ella se ponía un delantal.
-Eres todo un padre- me dijo con una sonrisa, mientras intentaba que la niña tomase otra cucharada. La sonreí de vuelta, mientras Megan intentaba meter la mano en el plato.
-Bueno... algo parecido- aclaré.
-Edward... si Bella y tú os casáis en un futuro... -empezó a preguntar, pero me adelanté a contestar.
-Eso lo dirá el tiempo- dije sonriendo... pero sí que lo había pensado. Si todo iba bien entre nosotros, le pediría a Bella que Megan llevara el apellido Cullen.
Ella me sonrió de vuelta, mientras se disponía a dejarnos provisiones cómo para una guerra. Casi a las ocho y media de la noche, ella se despidió, y mientras se ponía el abrigo, me daba mil y una indicaciones.
-Te he dejado comida para todo el fin de semana, y caldo y sopas para Bella; mañana me pasaré a comer con vosotros, papá y Emmet están de guardia- me explicó.
Una vez se marchó, fui a echar un vistazo a Bella, que no se había despertado en toda la tarde. Me acerqué a su lado, mientras comprobaba su temperatura. Ella se revolvió, y lentamente abrió sus ojitos.
-¿Cómo te sientes cielo?- le pregunté suavemente.
-Mejor... pero cansada, ¿la niña?- preguntó sentándose en la cama.
-Bien, ha dormido la siesta, ha merendado y ahora voy a bañarla y a darle la cena- le enumeré, mientras ella sonreía.
-Eres un padre estupendo- dijo suavemente. Me reí un poco, mientras le daba un pequeño beso en la mejilla.
-Espero serlo- le confesé.
Ella se apoyó en mi pecho, mientras que Megan entraba gateando por la puerta. La alcé para sentarla en la cama, entre Bella y yo.
Cogí a Megan de las manos, ya que quería ponerse de pie, pero no le duró mucho el equilibrio. Ambos reímos, mientras se intentaba volver a levantar.
-Igual de torpe que la madre- dijo Bella mientras rodaba los ojos.
-E igual que adorable- le susurré, mientras la besaba suavemente -voy a bañarla y a darle de cenar; después cenaremos algo, mi madre ha venido y nos ha dejado la comida- le expliqué, mientras ella me miraba.
Iba a protestar, pero la acallé de nuevo besándola.
-Ya sabes cómo es, y no te preocupes; mañana va a venir a comer con nosotros- le dije poniéndome de pie y saliendo con la niña en mis brazos.
-¿Quieres que te ayude?- me preguntó.
-No señorita, tienes que seguir descansando, por lo menos hasta que te baje la fiebre- la reprendí suavemente.
Después de bañar y darle el biberón a la pequeña, ésta no tardó en caer rendida. Calenté un poco de sopa para Bella, y con una bandeja, con su cena y la mía, me dirigí al dormitorio. Ella se incorporó, mientras yo dejaba la bandeja y me sentaba a su lado.
-No tengo mucha hambre- me dijo haciendo un puchero.
-Pero debes tomar líquidos, sino te vas a deshidratar- le dije mientras le tendía el tazón con la sopa. A regañadientes lo cogió, mientras yo daba un mordisco a mi sandwich. Una vez terminó, me aseguré de que tomaba la medicación y me fui a recoger a la cocina.
Al meterme en la cama, Bella se acurrucó en mis brazos, mientras la abrazaba con cariño. -Gracias por todo Edward- balbuceó bajito.
-No tienes que agradecerme nada cariño- le susurré en su oído, a la vez que lo besaba.
-Te amo...- murmuró, ya completamente dormida.
Una extraña sensación se apoderó de mi pecho, haciendo latir mi corazón como un loco. Sonreí de vuelta, mientras me acomodaba para dormir, con ella en mis brazos.
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