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CURANDO UN CORAZON
Capítulo 21. Se feliz Bella
El silencio reinó durante más de un minuto por la línea telefónica. No quería saber para qué me llamaba mi madre, dos días antes de mi boda... y después de la que organizó mi padre con su visita.
Edward observó mi rostro, y prefirió dejarme a solas. Cogió a Megan y salió sin hacer ruido, dándome una pequeña sonrisa de ánimo, que yo devolví en agradecimiento. Al fin, la voz de mi madre hizo acto de presencia.
-Bella... ¿cómo estás?- su tono de voz era suave... incluso pude oír cierto deje de inquietud.
-Bien- respondí, todavía algo sorprendida por su llamada.
-Me alegro- contestó con afecto. No pude evitar sonar cínica al responderla.
-¿De verdad te alegras?-.
-Bella... yo... tu padre me contó lo ocurrido cuándo estuvo en San Francisco... no puedo creer que llegara tan lejos... no pensé que te increparía de esa forma en tu estado y...- la corté, lo único que me faltaba era oír sus reproches, ya que seguro nos culparía a Jake y a mi por su sucedido.
-Si has llamado para defenderlo, no quiero continuar con está conversación; bastante me echó en cara en el embarazo de Megan... adiós mamá- iba a colgar pero su voz me detuvo.
-¡No!; por favor Bella... no pretendo excusarlo... jamás pensé que llegaría tan lejos y... -su suspiro se oyó por teléfono- quería disculparme- siguió con pesadumbre.
-Un poco tarde para eso mamá- contesté seria.
-Sólo quería disculparme, de verdad... y desearte que seas muy feliz Bella... el sábado te casas-.
-Sí -afirmé con una sonrisa- Edward es lo mejor que me ha pasado... aparte de mis hijos- le expliqué.
-Por lo poco que me ha contado tu padre, estoy segura de que Edward es una buena persona- respondió. Titubeó un poco para hacerme la siguiente pregunta... pero no pude evitar hacerle yo otra.
-¿Ya no piensas que le he engatusado para ejercer de padre con mi hija bastarda?- era lo que me había dicho la noche que le llamé, para decirles que me casaba. Su silencio, para mi, valió más que mil palabras... pero cambió de tema.
-¿Y Jake?-.
-Él y Leah están bien... son padres- le conté. Al ver el mutismo de mi madre, seguí hablando.
-Han adoptado una niña vietnamita; se llama Mailin- le conté.
-De modo... que tengo dos nietas- dijo en un murmullo. Estaba sorprendida... era la primera vez que mi madre se dirigía así a mi hija... pero preferí morderme la lengua.
-Tres en diciembre... todavía no sé lo que voy a tener- le recordé. Permaneció en silencio unos minutos, asimilando la información.
-Me... me alegro mucho por vosotros... bueno -se le notaba nerviosa -no te molesto más, supongo que estarás muy liada- dijo en tono de despedida.
-Adiós mamá-.
-Sé feliz, Bella... adiós- la línea se cortó.
Me quedé sentada en la cama, con el teléfono entre mis manos; no entendía el trasfondo de esa llamada... pero según me dijo Edward más tarde, al hablarlo con él, puede que simplemente quisiera felicitarme y desearme lo mejor. No me convenció mucho... pero había que reconocer que, por una vez, no me había increpado ni había intentado discutir.
Los días pasaron rápido... se acercaba el momento... y estaba muy nerviosa, ya era imposible negarlo. El día anterior a la boda, el viernes, cenamos con la gente que ya había llegado; por suerte, casi teníamos el hotel exclusivamente para nosotros, ya que no era muy grande. Nosotros estábamos allí desde el jueves, supervisando los últimos detalles... y poco a poco fuimos recibiendo a nuestros amigos y familiares.
La cena transcurrió entre risas y brindis, deseándonos lo mejor a Edward y a mi. Esa noche decidí retirarme temprano, ya que no sabía si podría conciliar el sueño; Edward dormiría en otra habitación, según él, para cumplir con la tradición. Me acompañó hasta la puerta, cargando a Megan, completamente dormida sobre su hombro. Una vez la dejó en la cama, se volvió para despedirse de mi.
-Intenta descansar cariño... y tranquila- me guiñó un ojo cómplice. Me acerqué para darle un casto beso en los labios.
-Descansa tú también... mañana tenemos una cita- exclamé expectante... y feliz.
-Cierto... ¿era a las siete de la tarde, verdad?- inquirió burlón. Negué con la cabeza, divertida, a la vez que me acercaba para volver a besarle.
-Te estaré esperando- murmuró con su frente pegada a la mía, una vez terminamos nuestro beso. Me acarició tiernamente la mejilla mientras se alejaba para darse la vuelta, camino del ascensor.
…Y aquí me encontraba, sentada frente al tocador de la habitación, mientras la peluquera del hotel terminaba de darle los últimos retoques a mi peinado. Apenas quedaban dos horas para la ceremonia... tan sólo faltaba ponerme el vestido, tarea en la que me ayudarían Rose, Leah y Alice. Esme se había marchado hace un rato, para ayudar a Edward y estar con él, cómo correspondía a la madrina. Mis cuñadas y mi amiga ya estaban vestidas. Rose de rojo hasta los pies (era su color fetiche) y su melena rubia cuidadosamente ordenada en unos bucles preciosos que le caían hasta media espalda; Alice, de verde botella, también largo, y palabra de honor; Leah, de diferentes tonos desde naranjas hasta marrones, y con un precioso recogido.
Mi maquillaje ya estaba listo, tal y cómo yo lo quería, sutil y discreto. Las suaves sombras melocotón y el rímel hacían mis ojos más grandes. Muy poco colorete (bastante tenía con el mío propio) y un suaves gloss, sin apenas color, cubrían mis labios.
-Mami gapa- me giré, observando a mi niña entrando de la mano de Leah, que la acababa de vestir en el salón de la habitación. Llevaba un vestido color marfil, con un precioso lazo de seda verde atado a la cintura, y zapatitos también en color marfil. Su pelito, que le llegaba por los hombros, estaba retirado de la cara por unas delicadas horquillas con unas diminutas flores en el mismo tono verde que el lazo. Intenté retener mis lágrimas, observando lo preciosa que estaba mi hija.
-Tu eres la que está guapa, cielo- le dije mientras la tomaba de las manos; no quise cogerla por miedo a arrugar el vestido. Ya no podía contener la emoción, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
-NOOOOOO... prohibido llorar aquí- exclamó Alice.
-Eso... que bastante vamos a llorar todos luego- dijo Rose, a lo que Leah le dio la razón. Una vez la peluquera terminó, observé el resultado final. Mi pelo estaba recogido en un precioso moño a la altura de mi cuello, con algunos mechones sueltos, dándole un toque fresco y juvenil. En un lateral llevaba el tocado, que consistía en unas flores de organza.
Entre las tres pasaron el vestido por mi cabeza, con cuidado de no arruinar el maquillaje y el peinado. Éste se ajustó a mi cuerpo como un guante; no me dejaron mirarme al espejo hasta que no estuvo todo colocado.
El corte por debajo de mi pecho, hecho de un delicado encaje, realzaba mi busto, para después caer ligero, en innumerables capas de gasa y tul, hasta el suelo. No llevaba cola, y los tirantes, un poco anchos, hechos del mismo encaje que el del pecho, le daban un aire romántico; las innumerables capas de suave tela de la falda hacían que mi vientre apenas se notara... incluso si el embarazo estuviera menos avanzado podría jurar que no lo estaba. Pero mi bebé dio una pequeña patadita, haciéndose notar. Leah se agachó para atarme los zapatos... y ya estaba preparada. Megan me miraba alucinada.
-Como una pincesa- exclamó, pasando su pequeño dedo por la suave gasa de la falda. Me agaché a su altura, para abrazarla conmovida.
-Estás preciosa Bella- Leah empezaba a emocionarse -verás cuándo Edward te vea-.
-Se quedará pasmado- añadió Rose. Al momento tocaron a la puerta, y Alice fue a abrir.
Mi hermano, resplandeciente y orgulloso en su papel de padrino, y muy guapo con un traje oscuro y una flor en la solapa, apareció con Mailin en sus brazos, envuelta en un gracioso vestidito blanco y rosa. Leah cogió a su hija, y Jake se dirigió a nosotras.
-Pero que guapa está mi pequeña- le dijo a Megan. Al agacharse a su altura, ésta le dio un suave abrazo.
-Bells... estás radiante- me dijo una vez se levantó a mi altura.
Alice miró la hora, y nos puso sobreaviso.
-Chicos, tenemos que empezar a movernos- Rose cogió a Megan, que me dio un besito, para salir por la puerta, seguidas de mi cuñada y mi sobrina y de la propia Alice.
Nos quedamos solos unos momentos.
-Estás guapísimo- le piropeé, quitando una inexistente arruga de su chaqueta.
-Tú también hermanita...- se quedó unos instantes callado, meditando -no se me dan muy bien estas cosas -sonrió nervioso – sabes que siempre te apoyaré en tod...- no le dejé terminar.
-Jake... sin ti... no se qué hubiera sido de mi todos estos años... gracias- una pequeña lágrima asomó por mi ojo. Mi hermano alzó mi mentón con su dedo, obligándome a mirar sus ojos.
-¿Sabes?; ahora estoy tranquilo... Edward os cuida y os adora a Megan y a ti... no podías haber encontrado un hombre mejor Bells- dijo con una sonrisa.
-Ya lo sé... aunque tampoco podría tener un hermano mejor que el que tengo- repuse.
-Te quiero hermanita... y siempre me tendrás... en todo momento- aseguró serio y rotundo, pero a la vez emocionado.
-Lo mismo te digo- contesté mientras nos abrazábamos. Al separarnos, se giró y se fue al salón; volvió con un precioso y pequeño bouquet de tulipanes, de color amarillo pálido.
Sonreí emocionada mientras lo tomaba, mis amigas habían tomado nota de mis gustos. Jake me ofreció su brazo, que tomé casi temblando, por culpa de los nervios.
-Es la hora... debo entregarte sana y salva... sino cierta persona me colgará- bromeó, para que me me relajara un poco.
Respirando profundamente y fuertemente agarrada a su brazo, salimos camino de la iglesia... dispuesta a unirme al hombre más maravilloso del mundo.
En unos poco minutos ya habíamos bajado del coche, y estábamos a las puertas. El delicado olor de las flores que la adornaban llegó hasta mi. Respiré largo y tendido, cuándo los primeros acordes de la música me indicaron que era mi turno.
Avanzamos con paso lento, mientras dedicaba una pequeña sonrisa a toda la gente que nos quería y que estaban acompañándonos en este día... hasta que mis ojos se toparon con los suyos; estaba al lado de Esme, que lloraba emocionada. Como era de esperar, muy guapo, enfundado en un traje negro, y dedicándome una sonrisa que quitaba el aliento.
EDWARD PVO
Mis nervios estaban a punto de estallar. Había llegado hace casi media hora, dando el brazo a mi madre, elegantísima con un traje color burdeos, con una chaquetilla a juego. Era una tarde calurosa y ya empezaba a atardecer, pero el mar, a sólo unos metros de la pequeña capilla, hacía que una suave brisa refrescara el ambiente. Me moría de ganas de ver a mis princesas, no podía aguantar más.
Dí la bienvenida a todo el mundo en la puerta de la iglesia. Casi todo mi servicio y el de Bella estaban aquí, con nosotros, aparte de la familia. Seth me guiñó un ojo cómplice al adentrarse en la iglesia, al igual que Tyler; todos iban acompañados por sus respectivas parejas.
Jasper y mi hermano se encargaban de acomodar a la gente ahí dentro, el murmullo y el jaleo llegaban hasta fuera... y eso que no llegábamos a cincuenta personas.
Una vez casi todo el mundo estuvo dentro, vi llegar a Leah con mi sobrina en brazos, en compañía de Alice y de Rose, que cargaba Megan. Mi hija, nada más verme, le hizo un gesto para que la bajara, para echar a correr hacia mi.
-Papi, papi- la recibí con los brazos abiertos.
-Pero que guapa está mi niña... pareces una princesa- le dije después de darle un beso; estaba guapísima con ese vestido.
-No... mami si es una pincesa- me dijo en voz baja, cual secreto de estado; sonreí embobado, mientras repasaba con ella la sorpresa para Bella.
-¿Recuerdas que cuándo el abuelo te diga tienes que acercarte y darme los anillos?- le susurré en voz baja. Ella asintió enérgicamente con la cabeza. Bella decía que era muy pequeña para eso, de modo que se pensaba que no lo iba a hacer.
Le di otro beso, antes de pasársela a mi padre, que entró con ella en brazos a la iglesia. Alice, Rose y Leah me desearon suerte y también se adentraron. Me giré hacia mi madre; su cara mostraba alegría y emoción. Sus ojos me miraban con orgullo y cariño; no hacía falta decirnos nada, mis padres ya me lo habían dicho antes de partir a la iglesia.
Le ofrecí mi brazo, entrando en la pequeña capilla; al llegar al altar me posicioné en mi lugar. Los primeros bancos estaban ocupados por mi padre, con Megan en brazos; a su lado Leah con mi sobrina; mi hermano y Rose, y Jasper y Alice, ya que Jasper firmaría como mi testigo, al igual que Alice por parte de Bella.
La impaciencia me carcomía por dentro... hasta que el órgano de la capilla empezó a sonar. Con quince minutos de retraso Bella, fuertemente agarrada al brazo de Jake, empezó a caminar por el pequeño pasillo. La espera había valido la pena... estaba seguro de que no recordaría con exactitud los detalles del vestido que llevaba... pero siempre recordaría lo preciosa que estaba mientras caminaba hacia mi, la luz que emanaba de sus ojos y sus mejillas sonrojadas a cuenta de sus nervios.
Nuestras miradas se encontraron, y por el gesto que apareció en su cara, supe que estaba intentando contener las lágrimas. Estaba tan embobado mirándola, que no me di cuenta de que ya habían llegado al altar. Jake se adelantó para abrazarme, y se retiró a su sitio. Le tendí la mano a mi novia, que la cogió temblorosa. Unidos avanzamos unos pasos, hasta quedar enfrente del sacerdote.
-Estás... uffsss... preciosa- murmuré en voz baja, mirándola fijamente.
-Tú también estás muy guapo- balbuceó, sonriendo levemente. Se giró, para entregarle el ramo a mi madre y se lo guardara durante la ceremonia.
Nuestras manos estuvieron unidas durante toda la misa, que gracias a la simpatía del sacerdote, fue amena y no muy larga. Apenas me di cuenta de cuándo llegamos a la parte del consentimiento.
Mi voz sonó clara al decir el sí, quiero; la de Bella, trémula y temblorosa... observé su cara, y sus lágrimas ya habían hecho acto de presencia. Mi mano quitó una que bajaba por su mejilla.
En el momento en que el sacerdote pidió los anillos, le indiqué a Bella que se girara y mirara al frente; nuestra hija se acercaba con un pequeño cojín, donde descansaban las sencillas alianzas. Nos agachamos a su altura, para recogerlas.
-Gracias cariño- le dijo Bella, besándola entre lágrimas. Le di otro beso, y se las entregué al cura. Éste le dio a Bella la mía, y sin apartar sus ojos de los míos, me la puso. Hice lo mismo con la suya, con una sonrisa que no me cabía en la cara. Por fin el cura dijo las palabras mágicas.
-Por el poder que me concede la iglesia yo os declaro marido y mujer; lo que dios ha unido, que no lo separe el hombre-.
Nuestras manos y miradas permanecían fijas el uno sobre el otro. La fui acercando a mi cuerpo, para terminar rodeando su cintura y por fin besar a mi esposa. Sus manos fueron directas a mi nuca y a mi pelo, acercándome más a ella. Ni los aplausos de la gente allí reunida consiguieron que nos separáramos en un largo minuto. Tuve que dejarla respirar, así que poco a poco me separé de sus labios, pero nuestras frentes permanecieron unidas.
-Te amo- susurró sólo para mi.
-Y yo a ti cariño... os amo a los tres- le susurré de vuelta, dando una pequeña caricia a su vientre y girando mi vista hacia Megan, que aplaudía desde los brazos de mi padre. Éste la posó en el suelo, y rápidamente corrió hacia nosotros. La tomé en brazos, mientras rodeaba la cintura de mi mujer con el otro. Le dimos cada uno un besito en la mejilla; ella nos abrazó como pudo a los dos a la vez, riendo contenta.
Esme le tendió el ramo a Bella, y nos guiñó un ojo cómplice. No nos dimos cuenta de que la gente había ido saliendo de la capilla.
Afiancé a Megan en mis brazos, y cogí la mano de Bella. A la salida los tres fuimos bombardeados por una lluvia de arroz y pétalos de rosa.
Bella me miraba con una sonrisa mientras se pegaba a mi cuerpo, Megan reía mientras la gente chillaba "vivan los novios" y aplaudía a rabiar.
Una vez pasó la peculiar lluvia, la gente se agolpó a nuestro alrededor, abrazándonos y felicitándonos sin parar. Recibimos la enhorabuena emocionada de nuestra familia, sobre todo de mis padres y de Jake y Leah. No recuerdo a cuánta gente abracé y agradecí su presencia... y eso que éramos pocos.
Ya en el hotel, nos acomodamos en el salón, adornado para la ocasión. En nuestra mesa estábamos acompañados por mis padres, mi hermano y Rose y Jake y Leah. Bella acomodó a la niña en su regazo, y la cena dio comienzo... es increíble lo que puede comer y beber la gente en una boda. Nuestra pequeña no tenía mucha hambre, de modo que enseguida se escapó para jugar con los hijos de Tyler y de mi compañero Mark. Bella la miró con una sonrisa.
-Me parece que hoy no va a cenar mucho- me dijo con una divertida mueca.
-Por una noche no creo que pase nada -musité con una sonrisa -¿cómo te encuentras?- puse una mano en su vientre; nuestro bebé se había contagiado de la alegría general, ya que no paraba de moverse.
-Agotada después de tantas emociones... pero feliz- hizo una pausa -no puedo creer que ya estemos casados- suspiró emocionada, mirando la alianza con una sonrisa.
-Por fin eres completamente mía- murmuré sobre sus labios, para después besarla. Al oír los silbidos y exclamaciones de la gente, entre ellas la de mi hermano y Jake, nos separamos.
-Compórtense, hay menores en la sala- se burló Emmet, y las risas generalizadas no se hicieron esperar.
La cena fue muy divertida; a petición de la gente, sobre todo de Emmet, Jake y Jasper, tuvimos que levantarnos y besarnos varias veces, a lo que accedimos sin que nos tuvieran que insistir mucho. Pasamos por las mesas, saludando de nuevo a la gente y conversando con todos de forma más tranquila.
Una vez terminaron la cena y los innumerables brindis, Bella se puso de pie, para entregar su ramo de novia. Alice y Mandy, sentadas en una mesa contigua, mandaron guardar silencio al salón.
-Al igual que le pasó a Leslie, no tengo ni hermanas ni primas a las que dárselo... pero desde hace poco tiempo tengo una nueva cuñada... y aunque todavía no lo es oficialmente, sé que lo será algún día; pero lo más importante... Rosalie, gracias por ser mi amiga- le dijo tendiéndole el ramo.
Rose se levantó para abrazarla, con lágrimas en su cara y observadas por Emmet, que tenía una gran sonrisa. Una vez se separaron, Bella le dirigió a mi hermano una sonrisa maliciosa.
-Bien... creo que debéis besaros- la gente coreó la idea.
-¡Vamos Emmet, que no se diga!- le interpeló Jasper a todo pulmón.
-¡Bésala Em!- animó Jake, riendo y aplaudiendo sin parar.
Mi hermano alzó una ceja, levantándose de la silla. Cogió a Rose por la cintura, e inclinándola sobre su brazo, le plantó un beso de película. Todos silbamos y aplaudimos la escena. Una vez liberó a Rose, se giró hacia mi.
-Supéralo hermanito- la carcajada general no se hizo esperar.
Pasamos al jardín, donde se celebraría el baile. Apenas hacía un poco de aire, lo cual nos venía de perlas para refrescarnos un poco.
En el dentro, una preciosa carpa, adornadas con flores y velas, hacía la veces de pista. Alrededor de ésta había varias mesas para que la gente pudiera sentarse y conversar mientras tomaban algo de beber. En una esquina, una improvisada barra de bar esperaba a la gente.
La música empezó a sonar, y tomé a Bella de la mano. Una preciosa balada de Celine Dion, una de las cantantes favoritas de mi mujer, llenó la estancia. Suavemente la atraje hacia mí, rodeándola todo lo que su tripa me dejaba, ella se acurrucó en mis brazos, con sus manos por mi cuello, y lentamente empezamos a girar.
-¿Está la señora Cullen disfrutando la velada?- le susurré. Esbozó una leve sonrisa al oír su nuevo apellido.
-Todavía me va costar acostumbrarme a eso de señora Cullen- confesó con una risa -ha salido todo perfecto- suspiró satisfecha.
-Cierto- afirmé mientras la miraba intensamente -te amo... cómo pensé que nunca volvería a amar a nadie... te amo, Isabella Cullen- murmuré acercándome a sus labios.
-Te amo- susurró contra mis labios, antes de que éstos se unieran en un beso lleno de emoción y cariño.
La canción terminó, dando paso a otra; Jake se acercó a nosotros.
-¿Me la prestas?- Bella me miró con una sonrisa antes de girarse hacia su hermano, para bailar con él, y yo saqué a bailar a mi madre.
-Estoy tan contenta Edward- me confesó.
-Yo también mamá... después de aquello pensé que no volvería a levantar cabeza y...- no pude seguir, ya que me interrumpió.
-No puedes hacerte una idea de lo orgullosos y felices que estamos tu padre y yo... has encontrado una mujer excepcional Edward- me explicó con cariño.
-Te he hecho abuela por partida doble- añadí divertido, a lo que ella asintió.
-Espero que seáis muy felices... ambos habéis sufrido mucho en la vida, y os lo merecéis tanto-.
-Gracias mamá- agradecí emocionado sus palabras; ellos habían sufrido por mi más que nadie. Seguí bailando con ella, hasta que la canción terminó.
Una hora después, la música lenta pasó a otro ritmo mucho más movido y moderno; después de bailar con Rose, Leah, Alice, Mandy... baile hasta con la jefa de mi mujer, me acerqué hasta una mesa, donde mis padres, el doctor Gills y su mujer y la doctora Sanders estaban enfrascados en una divertida tertulia.
Bella se acercó a mi, rodeándome con sus brazos. Le acaricié la espalda con cariño, observando ambos el espectáculo que había en el centro de la pista.
Mi hermano, Jake, Jasper y Seth, ya sin chaqueta y sin corbata, bailaban una pegadiza canción, cada uno con un vaso en la mano y moviéndose cual adolescentes en una discoteca. Sus respectivas mujeres y novias los miraban rodando los ojos.
Bella rió a mi lado, divertida por la escena. La cara de mis padres era de resignación absoluta.
-Parece que Emmet se ha coronado como el animador oficial- exclamó la doctora Sanders entre risas.
Las chicas vinieron a buscar a Bella, y la sacaron a la pista para, según ellas, menear un poco las caderas. Me uní a los chicos, que no paraban de hacerme insinuaciones sobre la noche de bodas.
La fiesta siguió hasta la madrugada, hasta que la música pasó de nuevo a un ritmo lento. Acerqué a Bella a mi cuerpo, que se abrazó a mi, apoyando su mejilla en mi pecho. La gente joven aún no se había retirado. Mis padres ya hacía un rato que se habían subido a dormir, con Megan y Mailin; el doctor Gills y su esposa y la doctora Sanders también se habían retirado ya, aludiendo que ya eran viejos y era el turno de la juventud.
-¿Cómo lo llevas?- pregunté aludiendo a su vientre, suponía que estaría agotada.
-Tranquilo... estoy cansada... pero todavía puedo hacer un esfuerzo para más tarde- me guiñó un ojo, dedicándome una provocativa mirada.
-Entonces tendremos que retirarnos enseguida... no sabes las ganas que tengo de arrancarte ese vestido, señora Cullen- sonreí maliciosamente. Ella me miró fijamente, sus ojos delataban el deseo que teníamos de poder retirarnos a nuestra habitación.
-¿Así que las hormonas sólo me afectan a mi?- preguntó burlona. Hice un gesto con mi cara, sopesando la respuesta.
-Creo que esta noche me están afectando también a mi- bromeé. Ella se inclinó, pegando su cara a la mía.
-¿Y a qué estamos esperando?- dijo muy muy bajito, mordiéndose el labio inferior.
Ese gesto fue mi perdición; sin decir una sola palabra, la tomé de la mano, adentrándonos en el hotel. En el ascensor no me pude contener más y ataqué sus labios, en un beso desenfrenado; su lengua invadió mi boca sin contemplaciones. Al llegar a nuestro piso, la cargué hasta la puerta de nuestra habitación. Ella rió al intentar abrir la puerta subida encima mío, por mi impaciencia, ya que recorría una y mil veces su cuello con mis labios y mi lengua.
Cerré con el pie, hasta adentrarme en la habitación y posarla en el suelo. Miré fijamente a mi mujer, que se puso de puntillas, agarrando mis cabellos para que bajara un poco la cabeza y besarla de nuevo. Fue un beso más calmado y reposado, lentamente sus manos fueron a las mangas de mi chaqueta, deslizándola hasta que cayó al suelo.
Sin dejar de besar sus suaves labios, empecé a buscar la cremallera de su vestido... pero unos golpes en la puerta hizo que nos volviéramos extrañados... pero al segundo Bella volvió a colocar sus manos en el primer botón de mi camisa.
-No vayas- balbuceó con la respiración entrecortada. Volví a mi tarea, buscando la dichosa cremallera... pero los golpes volvieron, más fuertes que la primera vez. Nos miramos algo preocupados.
-Tenemos que abrir, no sea que le pase algo a la niña- mi mujer asintió, y me encaminé hasta la puerta. Abrí preocupado... y mis ojos se abrieron desmesuradamente... no podía asimilar el espectáculo que tenía lugar frente a mis narices.
Si alguna vez tuve ganas de ahorcar a mi hermano... este era el momento perfecto.
Emmet, Jasper, Seth y Jake, sin chaqueta y sin corbata, y con unos enormes sombreros mejicanos, que no tenía ni idea de dónde los habían sacado, entraron como Pedro por su casa a la habitación.
-¿Qué tal Edward?- me saludó Jasper tan tranquilo; se tambaleaba ligeramente, y su aliento apestaba a alcohol.
-¿Se puede saber qué demonios hacéis?, largo de aquí ya- les ordené... no era posible que nos hicieran esto en nuestra noche de bodas.
La cara de Bella no tenía precio, mirando alternativamente a cada uno, ahogando las risas. Emmet se adelantó un paso, erigiéndose cual director de orquesta.
-Y uuuuuuuno, dosooooss... treeeeeeesssss...- levantó los brazos, empezando a cantar una ranchera. Jake y Seth simulaban tocar una guitarra imaginaria entre sus manos y haciéndole los coros a Emmet... y Jasper imitaba el rasgar de las cuerdas con la garganta, marcando el ritmo de la canción... la verdad es que era muy cómico. Mi mujer no pudo aguantar más, dejándose caer en la cama, sujetándose la tripa de la risa.
No me di cuenta de que la puerta seguía abierta, y entraron las respectivas novias y mujeres, pero ellos no se dieron cuenta.
Emmet seguía a lo suyo.
-Tarrrddde o temmmprano serrrrreeeeee tuyaaaaaaaa... mío tu seraaaassssssss- cantaba mi hermano, apenas se le entendía mucho, mañana tendría una resaca del demonio... al igual que los otros tres. Un golpecito en el hombro le hizo callarse de repente. Enmudeció al ver a Rosalie, roja de enfado y de vergüenza. Hizo un gesto a los chicos, como si de verdad estuviera parando la canción... y por poco de cae de bruces contra el suelo.
-Emmet... ¿se puede saber qué haces?-.
-Mejor dicho... ¿qué diantres hacéis aquí?- interrogó Leah en tono amenazador. Pude ver a Jake encogerse ligeramente.
-Vamos caramelito, no te enfades... estamos... hip... rondando a los novios- explicó Jasper a Alice, que golpeaba furioso su pie contra el suelo.
-Fuera de esta habitación ya, panda de tarugos- Rose cogió del brazo a Emmet, arrastrándolo a la puerta.
-No te enojes osita ... a Bella le ha gustado- rezongó cual niño pequeño.
-Ni osita ni osito ni nada... fuera de aquí ya- volvió a decirle.
Mi hermano iba a protestar... pero algo vio en la cara de Rose, ya que no dijo nada y salió de la habitación. Alice agarró a Jasper de la camisa, sacándolo de allí. Leah simplemente le hizo una seña con la cabeza a su marido, que salió sin decir ni pío. Leslie le dio una colleja a Seth mientras salían por la puerta.
Leah fue la última en salir, dándonos una mirada de disculpa y cerrando la puerta sin decir ni pío; aún se oía la divertida pelea por el pasillo.
Bella seguía sentada en la cama, riendo sin parar, y yo también terminé riendo, mientras me sentaba a su lado.
-Me los cargo a todos- intenté sonar serio, pero no podía. Bella se tumbó en la cama, todavía riendo
.
-No te enfades Edward... tienes que reconocer que ha sido muy divertido- dijo ella, quitándose una lágrima, a cuenta de la risa.
Me posicioné a su lado, quedando mi cara a la altura de la suya.
-Me pregunto qué obsesión tendrá mi hermano con las rancheras- siseé entre dientes. Bella ya había parado de reír, y acercó su boca a la mía.
-Mañana se lo preguntamos... ¿por dónde íbamos?- preguntó sensualmente; sus ojos me devoraban, presos de la ansiedad.
-Creo que por aquí- murmuré, juntando nuestros labios y besándola, ya con impaciencia.
Esta vez ya no hubo más interrupciones. Conseguí quitar el vestido, dejando a mi esposa... mi esposa... sonaba demasiado bien, con un conjunto de lencería blanco con encaje. Como pude me deshice de mi ropa, y acomodé a Bella en la cama. Observé por un momento su cuerpo en silencio. Con cuidado pasé la mano por su barriguita, dándole suaves caricias.
-Cada día estoy más grande- protestó ligeramente. Negué con la cabeza.
-No digas eso... nunca has estado tan bonita y hermosa como ahora... - se sonrojó por lo que le dije, y se movió para quedar sentadas a horcajadas encima mío. Puse una mano en su espalda, recorriéndola de arriba a abajo. Mis manos se pararon en su sujetador, y sin decir una sola palabra, se lo quité.
-Túmbate- mi voz ya era ronca y baja; ella hizo lo que le dije, y lentamente fui deshaciéndome del resto de su lencería. Recorrí con la vista su cuerpo una última vez, antes de inclinarme sobre su cuello, besándolo suavemente.
Mis manos ya no pudieron estarse quietas, acariciando y recorriendo cada parte de su cuerpo. Ella tiró de mi pelo para acercame a su boca, impaciente por encontrarse con la mía. Apenas podíamos respirar, nuestras bocas no se daban tregua alguna.
-Te quiero- murmuraba entre beso y beso. Sus manos recorrían mi pecho; su tacto sobre mi piel era suave, pero a la vez quemaba.
-Yo te amo mi vida... te amo- mis palabras fueron reemplazadas por besos, que fueron desde sus labios hasta sus pechos. Ella agarraba y apretaba mis brazos con fuerza, gimiendo entrecortadamente.
La suave piel y el sabor dulce de sus pechos me volvieron loco. Los besé, lamí y succioné hasta la saciedad, no me cansaba de ellos, y no me cansaría nunca. Rocé con mi nariz y mis labios todo el camino desde sus senos hasta su parte más personal, deteniéndome un momento en su tripa, y regalándole un sonoro beso. Mis manos y mi boca la hicieron llegar a la cima del placer varias veces esa noche. Ella gemía y se retorcía debajo de mi, diciendo mi nombre una y otra vez, presa de la excitación.
Me empujó de nuevo para quedar nuestras cabezas a la par; el beso que me dio, unido al, movimiento de sus manos sobre mi intimidad, hizo que el que jadeara su nombre, con voz ronca y fiera, fuese yo.
Sus caricias sobre mi miembro, libre hace mucho rato de cualquier ropa, me hicieron perder la cordura.
-Bella... ahhhh...- ella me miró expectante, mientras se tumbaba de nuevo en la cama. Sin decir una sola palabra, me posicioné entre sus piernas, entrando lentamente, de una sola vez.
Callé el gemido que salía de su garganta con un profundo beso, que ella devolvió gustosa y entregada. Mis manos buscaron las suyas, y nuestros dedos de entrelazaron con fuerza. Cada gemido era silenciado por un beso, mientras nuestros cuerpos bailaban una danza en perfecta sincronía.
Hubo un momento en el que sentí a Bella alzar sus caderas. Ese pequeño gesto, unido a la profundidad del acto, conllevó que ahogara un grito en su cuello, a la vez que ella intensificaba el agarre de sus manos contra las mías, abandonándonos al placer absoluto.
Nos quedamos unos minutos en silencio, abrazados y dejando que nuestras respiraciones volvieran a normalizarse. Pude sentir un suave besito en mi cuello, me giré para encarar a Bella, que sonreía agotada.
-Ha sido increíble... todo el día lo ha sido- dijo ella con una pequeña sonrisa.
-Si, la verdad es que todo ha salido bien- le di la razón mientras nos acomodábamos en la cama, ya que empezaba a estar incómoda.
Ella se abrazó a mi, quedándose dormida enseguida. Observé con cariño a mi esposa... ella y Megan me habían salvado, devolviéndome la ilusión por la vida... y yo se lo agradecería con creces, como bien había dicho el sacerdote, todos los días de mi vida.
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