Autora: Sarah Crish Cullen
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Meyer.
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CURANDO UN CORAZON
Capítulo 10. ¡Feliz Navidad!
Los días pasaban rápidos y tranquilos. Desde hace unas semanas, Edward estaba en mi vida y en la de mi hija... y me sentía tranquila, centrada... y sobre todo, por primera vez, sentía que le importaba a alguien, quitando a mi hermano y mi cuñada. Quedaban dos días para Nochebuena. Edward estaba trabajando, y yo libraba todo el día.
Estaba en casa de mi hermano, hablando con el, mientras Leah atendía al teléfono. Llevaba un buen rato hablando; al acabar salió con cara apesadumbrada.
-¿Pasa algo cielo?- le preguntó Jake.
-Era Rachel; mi padre sufrió un infarto hace tres días- explicó mientras se sentaba, con la mirada perdida. Inmediatamente nos tensamos, pensando lo peor.
-¿Cómo está?- pregunté.
-Bien, está estabilizado, y según me ha dicho mi hermana, fuera de peligro- dijo con una mueca de pena.
-¿Quieres que vayamos?; puedo dejar a Jerry a cargo del taller unos días- le propuso mi hermano, mientras la rodeaba por los hombros.
Me miró con pena, para después continuar.
-¿Vendrías con nosotros Bella?; te prometimos que pasaríamos las navidades juntos, y... -no la dejé terminar.
-No Leah; es una situación de urgencia y lo comprendo; por mi no os preocupéis. Además para Megan es un viaje muy pesado para tan pocos días- la tranquilicé.
-Pero no queremos dejarte sola Bella- saltó mi hermano.
-No pasa nada Jake; además está Edward, no te preocupes- le dije.
Pareció meditarlo unos instantes, hasta que por fin asintió. Jake se marchó para dejar todo arreglado, mientras que Leah y yo nos quedamos preparando las maletas; ya que partían en cuánto mi hermano regresara.
-¿Seguro que estarás bien Bella?- me volvió a preguntar.
-Tranquila; ahora lo que importa es tu padre. Estaré bien; me deben unos días de vacaciones, le explicaré la situación a la doctora Sanders, no me pondrá pegas- la expliqué.
-Además está Edward; tu hermano no lo reconoce, pero se va más tranquilo de saber que no estás sola- me dijo con una sonrisa.
Sonreí, pensando en él. A mi hermano no se le escapaba ninguna... pero me daba algo de pena tener que cenar sola el día de Nochebuena. Edward me contó que cenaría con sus padres y con Emmet... y no quería entrometerme, eran días para pasar en familia.
Al de un buen rato mi hermano regresó; me despedí de ellos, advirtiéndoles que me avisaran de cualquier cambio. La familia de Leah hacía muchos años que se había mudado de Forks a Seattle, así que no pregunté a mi hermano si pasarían por casa. Decidí ir al hospital para arreglar mis vacaciones, así que aunque tardara un poco, decidí ir a pie, ya que la silla de la niña era un incordio en el autobús.
Nada más poner un pie en el servicio, Rosalie se me acercó corriendo.
-Mira quién está aquí, hola Megan- saludó a mi hija, mientras la sacaba de la sillita y la cogía en brazos.
-También existo Rose- me burlé, mientras ella graciosamente me sacaba la lengua.
-A ti te veo casi todos los días- me respondió sonriendo, mientras se dirigía con la niña a la salita de descanso.
Allí estaban Angela, Mandy, Newton y Emmet.
-Bella, ¿no tenías libre hoy?- me preguntó Mandy a modo de saludo, mientras ella y Angela se acercaban a darle un beso a Megan.
-Tenía... pero ha surgido una emergencia; al suegro de mi hermano le ha dado un infarto, y se han tenido que ir a Seattle- expliqué.
-¿Cómo está?- me preguntó Emmet.
-Lo poco que sé es que está estabilizado y parece ser que fuera de peligro. Ha sido un susto muy grande, pero ya está. Vengo a pedir unos días de vacaciones, para poder quedarme con Megan. ¿Está la doctora Sanders?- pregunté, una vez terminé de contarles.
-La pillas por los pelos, ya se va, está en su despacho- me explicó Mike.
-¿Os quedáis con ella?- pregunté, a que Rose asintió encantada.
Me dirigí al despacho de mi jefa, para explicarle la situación y ver si me podía dar unos días libres. Me dijo que no me preocupara, y que estuviera tranquila con mi hija. Al volver a la salita, me encontré a mi hija mordisqueando una galleta, mientras Emmet la tenía en brazos, y el resto la observaba. Me reí, mientras me sentaba al lado de Rose.
-¿Todo arreglado?- me preguntó.
-Si, estoy de vacaciones hasta el 3 de enero, me las debían- aclaré, mientras Mike me miraba con envidia.
-Qué suerte- masculló entre dientes, decidí ignorar el comentario, rodando los ojos.
-¿Dónde está Edward?- pregunté a Emmet.
-Está en una derivación intestinal con Jasper... llevan casi tres horas, deben estar por terminar- me explicó, mientras jugaba con la pequeña.
Asentí, mientras me ponía un café y me sentaba con ellos. Al de un rato, Edward y Jasper entraban por la puerta. En cuanto me vio, vino hacia mi, con preocupación.
-Bella, ¿estáis bien?, ¿le pasa algo a Megan?-
-No, estamos bien tranquilo- le contesté mientras le daba un beso en la mejilla -es sólo que he venido a pedir unos días de vacaciones- le aclaré, para después contarle lo ocurrido con el padre de Leah.
-Vaya, lo lamento- musitó.
-Si bueno, lo importante es que está bien, después te cuento... ¿te falta mucho?- le pregunté.
-No, firmo unas altas y me cambio, ¿me esperas aquí?-
-Ajá- afirmé con la cabeza.
Al de un rato, Edward aparecía por la puerta, preparado para irnos. Cogió a la niña, mientras nos despedíamos del resto. Al llegar al coche, después de acomodar a Megan, la pregunta que no quería escuchar salió a relucir.
-¿Y qué vas a hacer en Nochebuena?- preguntó, para después continuar -¿por qué no se te ocurrirá pensar que cenarás sola?- me interrogó con una ceja alzada.
Resoplé nerviosa... era la pregunta que quería evitar a toda costa.
-Edward, cariño... yo te lo agradezco mucho, pero no quiero invadir vuestra casa; son fechas muy señaladas y familiares y...- no me dejó terminar, y rodeándome con sus brazos, habló.
-Bella, no voy a permitir que pases estas fechas sola; ahora tú también eres mi familia- me explicó pacientemente.
-Edward, de veras te lo agradezco... pero no insistas- le contesté.
-¿Por qué no?; Bella, ya me disgustaba no estar contigo en Nochebuena, pero entendía que querías estar con tu hermano y con Leah... por favor; ¿crees que cenaría tranquilo, sabiendo qué estás sola?- me explicó de nuevo, esta vez un poco enojado.
-No- respondí cual niña pequeña.
-Eres muy terca... ¿te da miedo conocer a mi familia?; a mi padre ya lo conoces, y a Emmet... y mi madre se muere por conocerte... por conoceros a las dos- me rogó.
-No es eso- respondí pesadamente.
-¿Entonces cual es el problema?- interrogó extrañado.
¿Cómo le decía que no me gustaba invadir la intimidad de un hogar así por así?, ¿y si no le gustaba a Esme?... ¿y si no me consideraba buena para su hijo, cómo sabía que consideraba a Sophie?; me había dejado claro que en su familia era bien recibida... pero no me atrevía.
-Edward, por favor no insistas, no- prácticamente le suplique.
-No he conocido a nadie tan cabezota en mi vida- murmuró entre dientes, un poco enfadado.
Aquel comentario, insignificante y sin maldad, lo reconozco, en ese mismo instante me dolió.
-¿Ella no era así, verdad?- pregunté dolida.
-Bella, ¿qué dices?- me miró sorprendido.
Mi reacción fue sacar a la niña del coche, para sentarla en la silla; me miraba alucinado, sin saber qué hacer.
-Supongo que ella era menos cabezota que yo- balbuceé, intentando contener las lágrimas.
-Cariño por favor, en ningún momento quise compararte con ella, yo no...- no lo dejé terminar.
-Lo mejor es que me vaya, adiós Edward- le dije dándole la espalda y andando lo más rápido que mis pies me dejaban. Oí que me llamaba a lo lejos, pero apresuré el paso, y me fui ya llorando a pleno pulmón.
Llegué a casa, y después de dar de comer a Megan me tumbé poca abajo en la cama, agarrando la almohada y llorando como nunca lo había hecho, ni siquiera en mi niñez. Apagué el móvil, y dejé que el contestador sonara; sólo atendí una llamada, y fue la de mi hermano, explicándome que habían llegado bien y que el padre de Leah estaba muy estabilizado.
El día anterior a Nochebuena únicamente salí de casa para ir al supermercado, a comprar mi cena, que no sería mucha, y un regalo para Megan. El regalo de Edward hacía tiempo que lo tenía, era una foto de los tres, hecha en esa tarde que fuimos al parque Golden Gate, encuadrada en un bonito marco de madera oscura. El día lo pasé deprimida y triste, con una opresión rara en el pecho.
Antes de irme a la cama, encendí mi teléfono, para encontrarme con llamadas y mensajes de Edward. No abrí ninguno de los mensajes, y lo volví a apagar. Sabía que hoy trabajaba todo el día, ya que después también tenía vacaciones, por lo que supuse no habría pasado por casa. Después de meditarlo mil y una veces, no me atreví a llamarle. Sabía que había exagerado, y estas eran las consecuencias.
A la mañana siguiente tampoco salí de casa, ya que Megan tenía fiebre. Por la mañana estaba alrededor de 37 y medio; preocupada, la fui controlando todo el día y dándole antipiréticos.
Estaba incómoda, y lloraba mucho, no podía dormir y sólo quería estar en mis brazos. A eso de las seis de la tarde, la puse de nuevo el termómetro, marcaba 39 de fiebre. Alarmada, la ausculté el pecho y la miré la garganta con una cuchara, quizás fueran unas anginas o un catarro fuerte, pero no veía nada, y en casa no tenía más instrumental. Así que la abrigué bien y me dirigí al hospital en un taxi.
Nada más entrar por las urgencias de pediatría, Leslie, la novia de Seth, vino corriendo.
-Bella, ¿qué pasa?- me preguntó mientras me llevaba a un box vacío.
-Lleva todo el día con fiebre, pero hace un rato le ha subido bastante. Le he dado antipiréticos, pero no le baja. La he revisado en casa, pero el pecho está limpio, y las amígdalas no parecen rojas ni inflamadas- le expliqué mientras la tumbaba en la camilla y la quitaba el abrigo.
-Voy a buscar a alguien, quédate aquí- me dijo mientras salía, y una vez rellenó los papeles.
Estaba tratando de calmarla, cuándo el médico hizo su aparición.
-Bella- me giré sobresaltada. Carlisle, el padre de Edward, venía hacia mi, con el historial de Megan en la mano. Me quedé petrificada, seguro sabía la discusión que habíamos tenido.
-Hola Carlisle, ¿cómo es que vienes tú?- le pregunté extrañada.
-Los dos pediatras que hay de guardia están ocupados; mi turno estaba a punto de terminar, y Leslie vino a pedirme ayuda- me explicó amablemente.
Le sonreí tímidamente, mientras dejaba el historial en la camilla y se acercaba a nosotras, ya que Megan seguía en mis brazos.
-¿Así que esta pequeña señorita es Megan?, ¿puedo?- dijo mirando a la niña, que se había calmado un poco. Asentí mientras se la pasaba; estaba llena de lágrimas, y con la carita roja.
-Me habían dicho que eras muy guapa, y tenían razón- le dijo, mientras la tumbaba en la camilla. Leslie llegó para ayudarnos. Una vez le expliqué a Carlisle de nuevo, éste se concentró en revisarla. Al cabo de unos minutos, se volvió hacia mí, mientras Leslie vestía a la niña.
-Bien, no es nada alarmante, Megan tiene una otitis severa en los oídos, pero en cuanto empiece a tomar antibióticos, mejorará- me dijo. Suspiré aliviada, mientras asentía con la cabeza.
-Ahora vamos a pincharle la primera dosis, para que le alivie cuánto antes; el resto puedes dárselo por vía oral- me explicó, mientras Leslie le pasaba la jeringuilla. Lloró al sentir el picazón, pero al de unos pocos minutos, se empezó a relajar, quedándose adormilada, agotada por la fiebre.
Me despedí de Leslie cuándo me entregó el medicamento, y salió de la habitación. Cogí de nuevo a la niña, y me giré para despedirme.
-Muchas gracias por todo Carlisle, no sé cómo agradecértelo-
-No se merecen Bella- me respondió, e hizo una pausa -Bella ¿por qué no vienes a casa?; Edward nos ha contado que tu hermano ha tenido que marcharse y estás sola estos días- me preguntó. Bajé la mirada, mientras el me hacía sentarme en una silla.
-Yo...yo te lo agradezco Carlisle, pero ya le dije a Edward que son fechas para pasar en familia y...-no me dejó terminar.
-Bella, el no pretendía compararte con Sophie en ningún momento. Comprendo que sientas miedo de los fantasmas del pasado, pero créeme si te digo que Edward está muy triste por lo que pasó- me explicó amablemente.
Me mordí el labio, mientras una lágrima escapaba de mi ojo.
-Sé que no lo hizo con esa intención, y que saqué las cosas de quicio... es sólo que tengo miedo- respondí apenada, mientras apretaba a mi niña.
-¿De qué, Bella?- inquirió suavemente.
-De no gustaros, de no ser buena para Edward... se que soy una carga por ser madre... y no quiero que creáis que sólo busco un padre para ella- le dije señalando a Megan- Tomó aire, para mirarme con cariño.
-Bella... no podemos pensar eso de ti... desde que estáis juntos vemos a Edward reír de nuevo, tranquilo, feliz... y no sabes lo que eso significa para nosotros- me dijo.
No supe qué responder, la emoción no me dejaba hablar.
-Tú y Megan sois su vida ahora; el no te considera una carga, y adora a la niña cómo si fuera suya- me explicó.
Sonreí algo roja de vergüenza y de nervios.
-Gracias Carlisle, te prometo que hablaré con el- le dije.
-Bella, por favor, ven a casa. Edward va a quedarse unos días con nosotros, siempre lo hace en estas fechas; y no quiero que estando así la niña te quedes sola- me ofreció de nuevo.
-Pe...pero es que... verás, no os he comprado nada y no...- me interrumpió de nuevo, poniéndose de pie.
-Bella, el mejor regalo para nosotros es ver a Edward feliz... además, Esme se muere por conocerte- me respondió guiñándome un ojo.
Sonreí, para asentir. No podía rechazar el ofrecimiento, después de todo lo que me había contado... y quería ver a Edward, y pedirle perdón.
Carlisle me llevó a casa y me ayudó a coger lo que necesitaba para mi y la niña. Metí ropa para las dos para varios días, así como pañales y biberones... y el pequeño regalo para Edward. Una vez acomodamos todo en el coche, nos pusimos rumbo a su casa. Llevaba a la pequeña en brazos, ya que la silla del auto estaba en el coche de Edward. Carlisle y yo íbamos en animada charla, mientras tomaba la salida hacia Alamo Square, una de las zonas más elegantes de San Francisco. El coche se detuvo ante una preciosa casa de color amarillo claro, con detalles blancos en las ventanas, puertas y columnas. Eran las típicas casas victorianas de San Francisco, todas pegadas las unas a las otras, y rodeadas de parque. Carlisle metió el coche al garaje, y subimos por las escaleras interiores. Me dijo que ya bajarían ellos a por el equipaje. Megan seguía dormida en mis brazos...me temblaban las piernas y mi corazón galopaba furioso, por el encuentro que iba a producirse.
EDWARD PVO
Llevaba casi dos días sin poder pegar ojo. Bella y yos habíamos discutido. Quizá no debí insistir en el tema de venir a casa de mis padres a cenar... pero en ningún momento quise compararla con Sophie. Mi madre escuchó mi historia pacientemente, y con pena, al igual que Emmet.
Después de que me hicieran ver que debía darle tiempo, lo acepté a regañadientes. Lo que más me dolía era que no tendría a mi novia y a mi niña conmigo esa noche, y encima ellas estaban solas.
Oímos ruidos en el garaje. Papá debía haber llegado. Se paró en el marco de la puerta.
-Hola familia... mirad qué me he encontrado por el hospital- dijo divertido. Los tres le miramos sin comprender, y al apartarse casi me da un infarto.
-Bella- susurré. Estaba pálida y ojerosa, y agachaba la mirada, levemente intimidada. Llevaba a Megan en brazos, estaba dormidita. Inmediatamente me acerqué a ellas y las abracé con fuerza.
-Perdóname Edward... tenía miedo- me dijo temblorosa contra mi cuello.
-¿Por qué mi vida?- le interrogué confuso.
-No quería que pensaran que sólo quería un padre para Megan- hizo una pausa- y se que no puedo compararme a Sophie, y yo...- no pudo seguir, ya que rompió a llorar.
-No Bella; no pretendí compararte con ella- le aclaré, quitándole las lágrimas.
-Lo se... y siento que hayamos discutido; sabes que me gusta que me hables de ella- me dijo entre sollozos.
-Y yo lo siento también cariño... y quiero que te quede clara una cosa; Bella, yo te quiero, y quiero todo lo que tu quieras, y Megan es parte de ello; no me siento obligado a nada, y ya te dije que cuidaría de ti y de la niña... y gracias a vosotras, tengo un motivo por el que seguir viviendo- la susurré muy muy bajito, pegando su frente a la mía.
-Yo también te quiero... te queremos, y mucho- me respondió con una dulce sonrisa.
Sin poder contenerme más, la besé. Añoraba sus caricias y sus besos. Ella me rodeó la cintura, mientras mis manos agarraban su preciosa carita. Su lengua y la mía se encontraron, y tuve que reprimir un gemido que quería salir de mi garganta. Poco a poco nos fuimos separando, después de unos minutos, a la vez que oímos un suspiro exagerado. Rodé los ojos, mientras me giraba. Emmet nos miraba divertido, mi padre con una mezcla de alivio y orgullo... y mi madre ansiosa por acercarse.
-Tranquilos, os hemos dado intimidad- replicó mi hermano.
Avancé con Bella, agarrándola de la cintura, mientras mi madre se acercaba con una sonrisa de oreja a oreja.
-Mamá, ella es Bella- le presenté a mi novia. Mi madre le dio un gran abrazo, que Bella correspondió.
-Por fin, tenía muchísimas ganas de conocerte- le dijo emocionada.
-Es un placer señora Cullen; sentimos presentarnos así sin avisar...- empezó a decir Bella avergonzada, pero mi madre la cortó.
-No por favor, estás en tu casa Bella, y llámame Esme- la reprendió con cariño. Mi novia sonrió tímida, mientras le daba las gracias.
-Y supongo que esta preciosidad es Megan- preguntó, mirando a la niña, que había abierto sus ojitos. Asentí con una sonrisa, mientras Bella giraba a la niña. La noté algo rara, estaba muy adormilada.
-¿Me la dejas?- pidió. Bella le tendió a la niña. Mi madre estaba feliz.
-Cómo puedes ver le encantan los niños- aclaró mi hermano.
-Y qué lo digas, tengo unas ganas locas de ser abuela... pero éstos dos no se deciden- dijo ella rodando los ojos, mientras le cogía de la manita.
-Bueno... Edward casi te ha hecho abuela- contraatacó. Le miré con enfado, mientras Bella se ponía colorada.
-Disculpa a Emmet Bella... no sabe estarse calladito- siseé furioso. Ella le quitó importancia al asunto.
-Si a tu madre no le molesta... a mi tampoco- dijo tímida.
-Gracias Bella, y cómo me va importar; mírala Carlisle, es una muñequita- le dijo a mi padre, que se había acercado a mi madre. Observé que mi padre le ponía la mano en la frente.
Me giré hacia Bella.
-¿Por qué estabais en el hospital?- interrogué preocupado.
-Bella vino a urgencias con la niña- explicó Carlisle escuetamente, y me tensé al instante.
-¿Por qué no me llamaste?- le pregunté, pero Bella agachó sus ojos de nuevo... y enseguida la entendí. -Ya está cariño, pero deberías haberlo hecho- la reprendí suavemente, mientras le daba un suave beso en la frente.
Emmet y yo nos acercamos con preocupación a mi madre, que seguía con Megan en brazos. -¿Qué le pasa?- preguntó mi hermano, tomándole el también la temperatura.
-Ha estado con fiebre todo el día; intenté bajársela en casa, pero por la tarde le subió a treinta y nueve y medio- explicó Bella.
-Tiene una otitis aguda; le he pinchado amoxicilina para aliviarle el dolor- aclaró mi padre, para después seguir -no quería darle antibióticos, no es muy recomendable dárselo a bebés... pero si los toma un par de días mejorará más rápido, y la pobre lo ha pasado mal todo el día- nos relató mi padre.
Asentí despacio, mientras vi que la pequeña me tendía, no se si consciente o inconscientemente, los bracitos para que la cogiera. Mi madre me la tendió. La besé la carita y las manos, todavía debía tener algo de fiebre, pero su respiración ya era tranquila.
Mi padre volvió a tomar la palabra.
-Emmet, ayúdame. Hay que subir el equipaje de Bella y de Megan al cuarto de Edward. Mi hermano asintió, mientras desaparecían por la puerta. Giré para mirar a Bella, sorprendido y feliz por la noticia.
-Tu padre insistió en que me quedara unos días, hasta que regrese mi hermano; me explicó que pasabas aquí unos días en estas fechas- me explicó tímidamente, desviando la mirada... pero no pude hacer otra cosa que abrazarla con el brazo que tenía libre.
-Eso es estupendo cariño- musité contra su pelo.
Mi madre carraspeó, y Bella se separó sonrojada.
-Bien, voy a poner un cubierto más en la mesa. Montaremos vuestra antigua cuna para que la niña esté cómoda- canturreó feliz mientras salía hacia el salón.
Rodeé a mi novia por los hombros, mientras la guiaba escaleras arriba, hacia mi habitación. Megan seguía con los ojitos abiertos. Una vez allí, Bella observó con detenimiento la habitación, mientras yo tumbaba a Megan en la cama para quitarle el abrigo.
-¿Te gusta?- le interrogué.
-Wow... es enorme, y muy bien decorada, por cierto- dijo acercándose a mi.
-Una de las aficiones de mi madre es la decoración- le expliqué... e hice una pausa, para ver cómo le decía lo siguiente -¿no te importa, ¿verdad?- .
Ella arqueó sus preciosas cejas, esperando una aclaración.
-Que compartamos habitación- respondí suavemente, mientras pude sentir mi sonrojo... dios... me sentía cómo un adolescente ante su primera cita. Ella dibujó una sonrisa cómplice en su cara, mientras sus manos se posaban en mi pecho. Sus pequeñas y a la vez sinuosas caricias cada día me encendían más.
-¿Crees que mi importa?- preguntó a modo de respuesta, mientras se mordía el labio inferior. Ahogué un gemido, adoraba ese inocente pero a la vez sensual gesto de ella.
-Supongo que no- le susurré a la vez que me acercaba a sus labios.
Una de mis manos se enredó en su melena, mientras que la otra se posó en la parte baja de su espalda, atrayéndola hacia mí. Ella rodeó los brazos alrededor de mi cuello, mientras nos fundíamos en un tierno beso; no pude evitar mordisquear su labio inferior, y ella me permitió entrar en su boca. Aquel beso encendió ciertas partes de mi cuerpo que llevaban mucho tiempo dormidas. Cada vez el beso era más profundo... y esta vez el deseo se hizo más que presente. Mi boca, en un acto reflejo, voló hacía su cuello, donde no pude evitar dejar pequeños besos y tiernos mordiscos, mientras sentía que sus dedos se enredaban en mi pelo, dándoles pequeños y a la vez placenteros tirones.
Bella gemía intentando no hacer ruido, pero cada vez esa tarea se iba convirtiendo en un imposible.
Por desgracia, no estábamos solos en casa... y tuve que frenarme a mi mismo antes de que fuera imposible parar. Me separé lo mínimo de su cuerpo, para susurrarle al oído- -Bella... aquí no cariño-. Ella puso una de sus adorables muecas de frustración a la vez que asentía, mientras yo reía suavemente y dejaba un casto beso en su cuello de nuevo.
Al de un segundo llamaron a la puerta, y mi padre y Emmet entraron con el equipaje de Bella y de la niña. Ella se giró, alegando que iba a ponerle el pijama y a intentar que comiera algo. La sonreí de vuelta, mientras mi hermano y yo nos fuimos al cuarto de al lado, para montar la cuna. Una vez que Megan consiguió dormirse, bajamos a cenar: la cena transcurrió entre animadas charlas, brindis y buenos deseos.
Estaba pletórico. No había tenido Navidades en dos años, y hoy en esa casa se respiraban distintas emociones; superaciones, ilusiones... amor.
Desde que Bella apareció en mi vida, el hueco que dejó Sophie en mi corazón cada vez se iba cerrando poco a poco... y eso sólo podía significar una cosa... me estaba enamorando cómo un loco de Bella Swan.
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