jueves, 15 de diciembre de 2011

CP - CAP 7. ¿Te molestaría?



Autora: Lady Cornamenta / Mrs Valensi


Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)




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¿TE MOLESTARIA?
(Bella's POV)
Estaba completamente segura. No había mejor refugio en el mundo que los brazos de Edward.

No sabía cuánto tiempo habíamos pasado allí, bajo la lluvia, unidos el uno al otro en un fuerte abrazo. Sin embargo, no quería que aquello terminara nunca. Mi mente amaba divagar a partir de aquel tipo de situaciones, y la calidez de su cuerpo contra el mío resultaba exquisitamente agradable. Suspiré. Era momento se acabar con aquello si no quería volverme completamente loca.

Cuando alcé el rostro, él se quedó observándome con cuidado. Entonces, se separó de mí y me atrajo por los hombros contra su cuerpo. Juntos y en silencio, comenzamos a caminar, hasta que vi su reluciente Volvo aparcado en una extraña posición diagonal. Sin soltarme siquiera un segundo, Edward me acompañó hacia el lado del copiloto y me obligó a entrar. Me apartó algunos cabellos húmedos del rostro y pronto encendió la calefacción. Después, corrió hacia el otro lado y se sentó frente al volante. Con un suave rugido, el motor arrancó rápidamente.

La ciudad se convirtió en manchas borrosas, mientras Edward conducía por las calles a toda velocidad. En un tiempo récord, llegamos a la puerta de su apartamento y él bajó, tan presuroso como antes. Casi sin darme cuenta, lo encontré a mi lado, ayudándome a salir del coche. En silencio, pasó una mano por mi cintura y me acompañó así, sin soltarme, hasta que estuvimos en la sala de su apartamento. Entonces, se posicionó frente a mí, tomándome suavemente por los hombros.

—¿Estás mejor? —me preguntó, con un suave susurro.

¿Realmente estaba mejor?

Asentí, aunque el sollozo que se me escapó, cuando quise afirmarlo con palabras, arruinó toda la credibilidad de mi respuesta. Edward chasqueó la lengua suavemente y me atrapó entre sus brazos, volviendo a abrazarme con fuerza.

—Te juro que si llego a cruzarme con ese idiota, tendrá que comprarse una cara nueva —gruñó Edward contra mi oído, estrechándome un poco más contra él.

Con cuidado, me condujo hasta el pulcro sofá de la sala y me acomodó de forma cuidadosa en su regazo. Lo miré, mientras él alejaba de mi rostro algunos cabellos húmedos, poniéndolos detrás de mi oreja, y él estableció contacto visual conmigo. Estuvimos un rato mirándonos a los ojos, hasta que su voz se hizo oír.

—Deberías llamar a Alice y Jasper y decirles que estás bien —apuntó dulcemente—. Estaban muy preocupados.

Asentí con lentitud y me puse de pie.

Ya se me había pasado por la cabeza que mis amigos habían llamado a Edward, lógicamente. Pensando en ello, marqué rápidamente el teléfono de Alice. Por supuesto, mi amiga comenzó a gritarme en un principio, por haberla preocupado y por haber tenido esa reacción frente a mi idiota exnovio. Luego, cuando logré tranquilizarla, me pidió perdón y comenzó a despotricar contra Mike y Jessica. Finalmente, al ver que no era un tema del que me interesara hablar, me preguntó cómo me sentía.

—De verdad, Alice, no te preocupes —pedí—. Estoy bien, no pasa nada —mentí, caminando por el pasillo, lejos de Edward.

Mira que, si me lo pides, ya mismo mando a matar a Mike Newton —aseguró, con voz amenazante—. Tengo algunos conocidos de la vida que no tendrían ningún problema en partirle el cuello o algo parecido.

—Alice, déjalo —rogué, con una tenue sonrisa en mi rostro—. Ya hablaremos de ello. No asesines a nadie sin mi consentimiento, por favor.

La escuché reír de forma melodiosa.

De acuerdo —aceptó, con fingida resignación—. Hasta luego, amiga.

—Hasta luego.

Corté la comunicación y, arrastrando los pies, volví a la sala, donde Edward se encontraba aún sentado en el sofá. Cuando llegué, me dirigió una cálida sonrisa.

—¿Por qué no te das una ducha? —propuso cortésmente—. Si sigues así, pescarás un resfriado.

Asentí, mientras él se ponía de pie.

(Edward's POV)

Bella se había ido a bañar y yo me dirigí al lavadero, con el fin de poner nuestras ropas a secar. Sentía dentro de mi aquel extraño sentimiento que me impulsaba a querer destruir todo lo que se encontraba a mi alrededor. Suspiré varias veces, intentando calmarme, mientras colgaba todas las cosas mojadas. Una vez que acabé con aquella tarea, di un último y largo suspiro, antes de encaminarme por el pasillo que llevaba a mi habitación. Cuando alcancé la puerta, la empujé con cuidado y me adentré en mi cuarto. Comencé a rebuscar en el armario una camisa para reemplazar la que se había empapado. Podía oír con claridad el sonido del agua cayendo del otro lado de la puerta. Me acerqué y di un suave golpecito a la misma, mientras intentaba ponerme la prenda.

—¿Está todo bien, pequeña?

—Sí, sí —aseguró ella rápidamente.

Comencé a abotonarme la camisa cuando escuché ruidos dentro del baño y el agua dejó de correr. Segundos después, Bella apareció en el umbral de la puerta, con una toalla envuelta alrededor del cuerpo. Su cabello castaño, húmedo, adornaba sus pálidos hombros. Desvié la mirada y la dejé pasar a la habitación. Sin dirigirle otra mirada, comencé, nuevamente, a rebuscar algo en mi armario. Con cuidado, le pasé una camisa y unos pantalones de pijama oscuros, que me quedaban algo pequeños.

—Ten, pequeña —comenté, mientras le pasaba las prendas—. Esto te quedará bien.

Sentí que la camisa y el pantalón abandonaban mis manos y fijé mi vista en la pared. Comencé a andar por la habitación, con algo de incomodidad, siempre de espaldas a ella. Entonces, la vida me puso a prueba justo cuando menos lo esperaba. En mi improvisada y nerviosa caminata, mis ojos se chocaron con el espejo. Entonces, la figura de Bella apareció frente a mí. Sabía que debía apartar los ojos y seguir con mi camino, obviando el hecho de que ella estaba allí, en ropa interior y con la espalda descubierta, frente a mis ojos. Sin embargo, no podía moverme. Mis ojos la recorrieron una y otra vez, intentando grabar su figura en mi mente. Fueron varios segundos los que me quedé allí, que se hicieron eternos al pasar por cada parte de su cuerpo. Entonces, mientras intentaba abrocharse el sujetador, algo en mí hizo contacto. Comencé a caminar más rápido de lo que hubiese deseado, mientras pasaba una mano por mi rostro, con frustración.

¿Qué demonios estaba haciendo?

Sin embargo, a pesar de mi incomodidad, no me esperaba aquello para nada.

—¿Edward? —llamó tímidamente Bella.

—¿Sí? —pregunté, aún sin volverme.

—¿Podrías ayudarme con esto? —preguntó, con vacilación—. Alice lo compró y la verdad es que no es de mi estilo…

Me volví para encontrarme con Bella de espaldas a mí. Sus manos sostenían en su espalda los broches del sujetador de encaje, mientras me miraba por encima de su hombro. Caminé hasta ella como un autómata, intentando que mis manos dejaran de moverse. Con cuidado, deslicé mis manos por el broche e intenté unir ambos extremos. Suspiré varias veces, haciendo lo posible para concentrarme del todo en el broche.

¡Vamos! ¿Qué mierda me estaba pasando?

—Edward, ¿estás bien? —preguntó la suave voz de Bella, sobresaltándome.

Asentí torpemente. Entonces vi que el sujetador ya se encontraba perfectamente colocado.
—Ahora te haré algo para comer y llamas a Alice o a Angela para avisarles que te quedarás a dormir aquí, ¿de acuerdo? —avisé rápidamente—. No quiero que salgas con esta lluvia… otra vez.

Bella dibujó una tenue sonrisa en su rostro, mientras asentía.

Con urgencia, salí de la habitación y prácticamente corrí hacia la cocina. Comencé a improvisar algo para la cena, mientras aquellas imágenes no me dejaban en paz. ¡Dios, se suponía que ella estaba mal por lo que Mike le había hecho y yo no podía pensar en otra cosa!

Ella era la prioridad ahora. Nada más.

Con aquella certeza de que ella estaba preocupada por otro chico, tomé dos platos, acomodándolos en diferentes bandejas. Con cuidado, serví un poco de gaseosa en un par de vasos y busqué los cubiertos en el cajón más cercano a mí. Pocos minutos después, con la cena lista, me dirigí hacia la habitación. Allí, Bella se encontraba sentada sobre mi cama, mirando algo en la televisión. Con movimientos lentos, me senté a su lado, intentando que el contenido de las bandejas se mantuviera en su lugar.

—¿A qué se debe esta cena en la cama? —preguntó, divertida, mientras tomaba la pequeña bandeja de madera que le correspondía.

Me encogí de hombros suavemente.

—Nada, simplemente se me ocurrió que estarías más cómoda —comenté, restándole importancia.

Bella parpadeó varias veces, mirándome, y luego vi como dejaba su bandeja sobre la cama. Entonces, sus brazos me rodearon con fuerza, haciendo que mi espalda topara contra el colchón de la cama, quedando ella acostada sobre mi cuerpo. Sentí su respiración en mi cuello y mi corazón, involuntariamente, se sobresaltó.

—Gracias, Edward —dijo con voz tenue, casi llorosa—. Gracias por todo.

—No tienes nada que agradecerme, pequeña —aseguré, acariciando su cabello mojado—. Sabes que lo haría todo por ti.

Bella alzó la cabeza, aún recostada sobre mi cuerpo, y nos miramos con intensidad. Creo que nunca habíamos compartido una mirada tan íntima y cómplice como aquélla. Fue entonces cuando, apenas después de romper el contacto visual, Bella pareció percatarse de la comprometedora posición en la que nos encontrábamos, porque en su rostro apareció un evidente sonrojo. Reí entre dientes, mientras pasaba una mano por su cálida mejilla.

—Eres tan adorable —murmuré, con una voz ronca que no sentía como propia.

Dios… Realmente, ¿qué me estaba pasando?

Sonrió nerviosamente, y vi que tenía la intención de levantarse. Sin embargo, enredé mis brazos en su cintura, reteniéndola. Besé su frente con cuidado, su pequeña nariz y luego me quedé observando fijamente sus labios. ¿Sería aquella la prueba de fuego?

Entonces, las palabras salieron de mi boca casi de forma involuntaria.

—Bella —llamé en un murmullo ronco, apenas audible—. ¿Te molestaría si te besara?

Sus ojos se abrieron de par en par y los míos también, rompiendo aquel universo en el que había quedado completamente perdido.

¿Yo había dicho aquello?

Oh.


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