jueves, 15 de diciembre de 2011

CUC - CAP 19 Preparativos y boda entre amigos




Autora: Sarah Crish Cullen

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Meyer.
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CURANDO UN CORAZON

Capítulo 19. Preparativo y boda entre amigos

Casi tres semanas habían pasado desde la visita de mi padre; como consecuencia de ello tuve que permanecer una semana en reposo, debido a una bajada fulgurante de mi tensión. Hacía unos días que había vuelto al trabajo, olvidando poco a poco el soberano disgusto que todos nos habíamos llevado.



Nuestra casa ya estaba casi terminada. Los muebles del salón y nuestro dormitorio ya estaban montados, así como el cuarto de Megan. Era un mini mundo de princesas y muñecas, con los muebles blancos con detalles lilas. Las paredes, rosas con mariposas lilas y muñecas y princesas Disney en ellas. La verdad es que Esme había hecho un trabajo estupendo, la habitación era el sueño de cualquier niña.



Ya la habíamos pasado a la cama, con una barrera de seguridad, para reutilizar la cuna para el nuevo miembro de la familia. El mes que viene compraríamos el resto de los muebles. Seguíamos sin decorar la habitación, ya que todavía no sabíamos que era, no se dejaba ver. Esme y yo decidimos que si para el final del verano seguíamos sin saberlo, pintaríamos la habitación con un color neutro, tanto para niño o para niña. Además, si era niño necesitaría ropita nueva, no le iba a llevar con vestiditos.


Alice me sacó de mi ensoñación, sentándose a mi lado.


-¿Cómo te encuentras?- preguntó con una sonrisa.


-Bien... pero un poco cansada... además el calor ya empieza a afectarme- suspiré fastidiada, mirando mis pies, que empezaban a hincharse.


-Dentro de poco llegarás a la mitad del embarazo, es normal... por cierto, quería preguntarte cómo van los preparativos- interrogó.


-Van poco a poco... la semana pasada fuimos a Santa Cruz, a hablar con el párroco y con el hotel para la cena; nos falta escoger el menú, el papeleo del registro, a eso vamos en cuánto acabe mi turno ...- empecé a enumerar, pero Alice me cortó.


-¿Y tú vestido?- preguntó escéptica.


-Pues no lo he pensado mucho; además... con esta tripa- señalé con una sonrisa mi abultado vientre, de dieciséis semanas. Alice bufó exasperada.


-Bella, que estés embarazada no significa que no puedas ir de blanco; te propongo una idea-.


-Dispara- inquirí curiosa; en ese momento llegó Rosalie, sentándose a mi lado y poniendo atención.



-Mi prima Lucille es modista, y ha hecho algunos trajes de novia por encargo, podrías hablar con ella. Estoy segura de que te hará un vestido precioso- afirmó pagada de si misma.



-Me parece una idea estupenda, ella te podrá aconsejar que ponerte- añadió Rosalie.



-Iremos a verla mañana por la tarde... quizá pueda hacerle un vestido a Megan también- dije contenta; quería que mi niña fuese preciosa.



-¿Me dejarás vestirla?, por favor...- me rogó Alice con carita de pena, al igual que Rose. Sonreí, que chantajistas eran.



-Está bien, me gustaría que Esme y Leah vinieran también- les advertí.



-Por supuesto... también tiene una tienda, y las invitadas podremos echar un vistazo- nos siguió explicando.



-¿Y las flores de la iglesia... y el ramo?- me interrogó curiosa Rose.



-No lo he pensado tampoco- exclamé, lo había olvidado por completo.



-Entonces Rose y yo tenemos trabajo- dijo muy resuelta Alice, significando que ellas se encargarían, y sería una sorpresa para mi.



-Bien... pero para eso tendréis que saber al menos mis gustos- exclamé riéndome. Ellas me miraron ansiosas.



-Me gustan los tulipanes- era una flor curiosa, que siempre me había llamado la atención.

Seguimos concentradas en otros pequeños detalles, hasta que llegó la hora de salida.



Nada más poner un pie fuera del hospital, ya estaban Edward y mi niña esperándome. Hoy era un día importante para nosotros tres. Íbamos al registro, a llevar la documentación necesaria para la boda... y para que el apellido de Megan pasara de Swan a Cullen. Nada más verme, Edward dejó a la niña en el suelo, que vino corriendo hacia mi, extendiendo sus bracitos.



Agachándome a su altura, la recibí en mis brazos.



-Oa mami- me saludó con un pequeño beso.



-Hola cariño, ¿qué has hecho hoy?- la interrogué curiosa mientras la cogía en brazos y andaba hacia Edward. Cada día me costaba más cogerla en brazos, ya que una de las pocas cosas que llevaba mal en el embarazo era la espalda.



-He ido al parque con papi- me contó con una tímida sonrisa.



-¿Y habéis jugado mucho?- seguí interrogando.



-Siiiii... he subido al columpo y al toogan- me relató.



-Tobogán- corregí divertida -¿y no te daba miedo?, el tobogán está muy alto-.



-Nooo- dijo como si fuera obvio -papi me ha ayudao- dijo señalando a Edward con su dedito -y tío oso se ha subido mío- añadió con una sonrisa -abela Esme le ha castigao-.



Me carcajeé de lo lindo, llegando a la altura de Edward.



-¿Así que Emmet se ha subido al tobogán y tu madre le ha castigado?- indagué divertida. Éste rodó los ojos, negando frustrado.



-Ni me lo recuerdes... por poco tengo que pagar los daños al ayuntamiento... hola cielo- se inclinó para besarme suavemente.



-Hola- saludé de vuelta, mientras escondía mi cara en su pecho. Me dio otro pequeño beso en el pelo, mientras me rodeaba con sus brazos. Cerré los ojos, descansando unos instantes.



-¿Cómo ha ido el día?- preguntó mientras abría el coche.



-Bien, al final he tenido que entrar en quirófano; Jasper tiene gripe y no ha venido a trabajar. He operado con el equipo de trauma, una fractura de tibia y peroné con fijación interna- le relaté.



-¿Y cómo ha ido tu primera experiencia con trauma?- siguió preguntando.



-Bueno- me encogí ligeramente de hombros -no es mi especialidad favorita, que digamos- rezongué con un puchero. Me escuchaba divertido, mientras Megan se quejaba desde su sillita.



-Teno hambre- dijo un poco enfadada.



-Ya enseguida comemos cariño- le dijo Edward, mientras se volvía y le ajustaba bien uno de los cinturones que la sujetaba. Era un padre estupendo, no podía haber otro cómo él.



-¿Dónde iremos a comer?- le interrogué mientras me abrochaba el cinturón. ç

-A dónde tu quieras- respondió resuelto.



-Han abierto un wok bastante grande en Hilton con Ashbury, y queda cerca del registro civil- le propuse.



Asintió con una sonrisa mientras salía del recinto hospitalario; por suerte, al ser las tres de la tarde, el tráfico estaba tranquilo, ya que la mayoría de la gente ya había salido a comer.



-Mami- la pequeña interrumpió una de nuestras charlas profesionales.



-Dime Megan- me volteé para verla. Tenía una pequeña arruguita en la frente, señal de que estaba pensando la pregunta.



-¿Cuándo va a salir el bebé?- interrogó curiosa. Edward esbozo una sonrisa, al igual que yo.



-Cariño, el bebé tiene que estar en la tripita de mamá para crecer y que pueda salir... pero para navidades estará con nosotros- le explicó.



-¿Lo va a traer Santa Claus?- siguió preguntando.



-Mas o menos...- respondí.



-¿Tienes ganas de que nazca?; tendrás que ayudarnos a cuidarlo- le dijo Edward.



-Siii...y para jugar- dijo contenta... -pero tío oso y tío lobo dicen que va a ser nene- refunfuñó. Mi hermano y Emmet... siempre igual.



-Ninguno lo sabemos- le respondí.



-Yo quero una nena- siguió refunfuñando. Arqueé una ceja, mientras Edward esbozaba una sonrisa pilla.



-¿Ves?, Megan también quiere otra niña- canturreó Edward con tono inocente.


-Traidores... cómo salga niño me voy a reír- exclamé con fingido enfado.


La conversación siguió hasta que llegamos al restaurante. Una vez dimos su comida a Megan, no tardó en quedarse dormida. La acomodamos en su sillita, y Edward y yo nos dispusimos a comer.


-No entiendo cómo puedes comerte eso... pica muchísimo- dijo Edward. Me encogí de hombros, a mi me sabía delicioso.


Después de comer, y con Megan todavía dormida, nos dirigimos hacia el registro. Una vez allí Edward sacó una pequeña carpeta que le había preparado la noche anterior. Después de que entregamos el papeleo necesario para contraer matrimonio, nos dirigimos hacia otra sala, donde nos hicieron pasar a un pequeño despacho.


El funcionario, una vez leyó los documentos que le entregamos, se dirigió a Edward.

-Así pues, según lo previsto en los artículos 25/2 y 27/3 del código civil, ¿está dispuesto a reconocer a Megan Swan como hija suya, dándole todos los derechos que al otorgarle su apellido le corresponden y corresponderán en un futuro?-.


-Estoy dispuesto- afirmó con voz firme y decidida.


-Firme en estos documentos- le indicó el funcionario. Una vez firmó toda la pila de papeles, salimos de allí, quedando la semana que viene para recoger el nuevo certificado de nacimiento de Megan, con el cambio de apellido.


Una vez fuera, me abracé a Edward, y todas las lágrimas que había conseguido retener salieron de mis ojos.


-Ya está, no puedo creerlo- murmuré emocionada.


-Yo tampoco puedo creerlo, por fin- musitó en voz baja, devolviéndome el abrazo y besándome.


Me separé cuándo necesité tomar aire; cariñosamente, limpió mis lágrimas. Megan seguía dormida en su sillita, ajena a todo.

-Estas hormonas- refunfuñé.


Rió suavemente, mientras agarraba la sillita de la niña.


-¿Quieres un helado?- me preguntó.


-Por supuesto, tenemos que celebrarlo... ¿con chocolate y almendras caramelizadas?- pregunté con un gracioso puchero.


Se carcajeó mientras asentía. Dimos un paseo hasta Market Street, iba saboreando mi fantástico y suculento helado e íbamos mirando tiendas. Paramos en el escaparate de una tienda de bebés.


-Mira qué cositas- exclamé emocionada- pero no podemos comprarle nada... no se deja ver- protesté con cara de pena.


-Si quieres podemos entrar y echar un vistazo- me sugirió. Asentí mientras me acababa el helado.


A la media hora salimos de la tienda, con varias bolsas, llenas de pequeños bodies y pijamitas que valían tanto para niño como para niña. Decidimos ir a encargar el cuarto del bebé, ya que mañana tenía cita con las chicas para ir a ver el tema del vestido. Al final encargamos un armario, estanterías, el cambiador y la bañera. Las compramos a juego de la cuna que ya teníamos. También compramos una sillita de paseo más ligera para Megan, ya que ésta la necesitábamos para el pequeñín.


Entre unas cosas y otras, llegamos a casa a la hora de la cena. Bañé a Megan mientras Edward le hacía la cena. Una vez en su cama con sus tres muñecas favoritas, bajé a cenar.

Nos sentamos en el sofá a ver un rato la tele, después de recoger la cocina.


-No me has dicho a dónde vas mañana- me preguntó muy interesado.


-De compras- sonreí inocentemente.


-Ya, eso ya lo sé... me refiero qué vas a comprar- siguió interrogando.


-Un vestido- me encogí de hombros despreocupadamente, a ver si lo adivinaba.


-¿Otro vestido?, ¿no te gusta el que vas a llevar el sábado?- preguntó confuso. El sábado era la boda de Seth y Leslie.


-No es para la boda de Seth... además me llevo a Megan; las chicas van a venir también, y tu madre- le expliqué. Pareció meditar unos instantes, hasta que debió caer en lo que era.


-Seguro que estarás preciosa- me dijo con una sonrisa.


-El diez de julio saldrás de dudas- respondí inocentemente. Puso un pequeño puchero... pero me mantuve firme.


-Esto no te lo puedo contar, Alice y Rose me matarían... pero podemos hacer un trato- le propuse divertida.


-Te escucho-.


-Me dice tus opciones de nombres... y yo te digo las mías... y de paso te explico cómo va a ser el vestido- era un tema que me traía de cabeza, los nombres de niña.


Pareció meditarlo unos instantes.


-Humm... a ver... no- respondió resuelto.


-Por favor- rogué mientras me acercaba para besarle.


Siguió negando, con una divertida sonrisa.


-No... recuerda el trato que hicimos... además, ¿crees que me explicarías cómo va a ser tu vestido de novia?- me preguntó arqueando las cejas. Obviamente, no se lo iba a decir, pero si colaba con lo de los nombres...


-Está bien- reconocí con una mueca -¿pero ni las ideas que barajas?- probé de nuevo.


-Bueno... me gustan varios... Nathalie, Sarah, Kelsey, Valerie, Ashley, Eileen... y unos cuántos mas- dijo resuelto.


Me sorprendí no ver un nombre entre toda esa lista.


-¿No quieres llamarla Sophie?- pregunté. Tenía asumido que si era una niña se lo pondría.


-No... créeme que lo pensé... pero serían demasiados recuerdos- dijo pausadamente.


-A mi no me importaría- le aclaré.


-Gracias cariño... pero ya lo pensé y no- me dijo abrazándome y besándome la frente.

-¿Y tú que has pensado?, ¿cómo se llamará mi hijo?- interrogó.


-Pues... Ethan, Ian, Dylan, Daniel, Owen... y otros que tengo en mente- dije resuelta.


Meditó por unos segundos.


-No están mal... ¿y ninguno en concreto?- preguntó con una sonrisa.


-¿Me vas a decir el tuyo?- devolví la pregunta. Negó cómicamente.


-Pues yo tampoco te lo digo- sólo me faltó sacarle la lengua, como los niños pequeños.


-Me encanta que refunfuñes cómo una niña pequeña- susurró en mi cuello, dejando un pequeño besito. Me reí suavemente, mientras me iba a cercando a sus labios, para darle un profundo beso.


Después de unos minutos, se separó de mi, para apagar la televisión y conducirme a nuestra habitación, entre besos y caricias.


A la mañana siguiente, una vez llegó Esme para quedarse con Megan, salimos hacia el hospital. La mañana pasó tranquila, y a las tres salimos rumbo de vuelta a casa. Después de comer, Edward se despidió de nosotras, alegando que se pondría la día con los historiales, y Esme y yo salimos de casa, camino de encontrarnos con las chicas. Una vez dimos con la dirección que Alice me había dado, y dado que era temprano, nos sentamos en un café enfrente, en la terraza, así las veríamos llegar. La primera en llegar fue Leah, seguida de Rosalie, y por fin, Alice.


La boutique de su prima estaba en un elegante edificio, en el segundo piso. Estaba exquisitamente decorado, con las paredes de un suave color café, y espaciosos y confortables sillones de cuero blanco.


Alice saludó efusivamente a su prima, y después nos fue presentando.


-Y ella es Bella, la novia- dijo dejándome la última.


-Es un placer conocerte, Alice me ha hablado de ti, enhorabuena por partida doble- me contestó, señalándome mi tripa.


-Gracias- contesté con una sonrisa.


-Pasad conmigo, por favor; hay sitio para que todas se pongan cómodas- la seguimos por un largo pasillo, el piso era enorme. Nos hizo pasar a un pequeño salón, con una mesa de madera en el centro, rodeada por sillas. Una vez acomodadas, estrajo de uno de los armarios una enorme carpeta. Al abrirla, miles de diseños dibujados exquisitamente ocuparon la mesa


-Bien... antes de que pueda aconsejarte, debes darme una idea de cómo te imaginas tu vestido- me explicó.


-Pues... me lo imagino largo, obviamente; vaporoso pero a la vez ligero; de tirantes, ya que será pleno verano; me gustaría una cola mínima. La pedrería no me gusta mucho, prefiero el encaje sencillo- enumeré con los dedos. Ella asintió, tomado notas en un block.


-¿Complementos?- interrogó.


-No quiero llevar velo; prefiero un tocado bonito- pensé en voz alta.


-¿Joyas que llevarás?; deben ir coordinadas con el vestido- siguió interrogando.


-Sólo mi anillo de compromiso y unos pendientes largos, de oro blanco y brillantes con una pequeña perla al final. Pertenecieron a mi abuela, no soy muy de cadenas y collares- aclaré.


Una vez tomó nota de todo, se dispuso a explicarnos.


-Bien. Lo primero de todo, creo que el estilo imperio es el que mejor te iría. Realzaría tu pecho, y después caería suelto, dándote libertad de movimiento , y nos curaríamos en salud, ya que tu vientre seguirá creciendo- dijo. Todas asentimos de acuerdo.


-¿Y por qué no palabra de honor?- sugirió Rose mirándome.


Medité unos instantes, pero deseché la idea.


-Prefiero tirantes, aunque sean finos- rebatí.


Mientras íbamos hablando, Lucille iba haciendo un boceto a grandes rasgos, que luego nos mostró.


Después de tener la idea general, nos trajo varios muestrarios de telas. Esme preguntaba por la calidad de los encajes y los tules. Una vez elegimos, me tomó medidas, quedando en un mes para ir a la primera prueba.


-Debes venir con el sujetador que vayas a llevar, para ajustar el vestido al milímetro, y con los zapatos para adaptar el bajo- me recomendó.


-¿Has pensado en los zapatos?- me preguntó Alice -me gustaría que te pusieras unos buenos taconazos... pero obviamente no irías nada cómoda- aclaró pensativa.


-Podrías ponerte un tacón de tres centímetros; bajitos y cómodos- me sugirió Esme.


Asentí después de meditarlo. Una vez terminamos conmigo, Ale y Rose se dirigieron a ella.

-También queremos que le hagas un vestido a la niña- dijo Alice.


-Ohh... una pequeña princesita- dijo Leah con una sonrisa.


Salimos de allí tres horas después. Esme, Leah y Rose con sus vestidos encargados también. Eran espectaculares y muy bonitos; Esme tenía una sonrisa de oreja a oreja, ya que su vestido de madrina, largo hasta los pies, era precioso. Únicamente faltaba Alice... y le costaría encontrar algo, conociéndola...


El sábado amaneció despejado y caluroso. Me levanté muy temprano, y salí como un rayo, directa a la peluquería. La boda era a las doce y media. A las nueve en punto de la mañana ya estaba allí como un clavo; por suerte me cogieron la primera, de modo que fui bien de tiempo.


Volví a las once a casa, y rápidamente subí a vestirme. Edward ya estaba preparado, y estaba abajo con la niña, que esta noche se quedaba a dormir con Esme y Carlisle. Oí el timbre y bajé las escaleras para ir a darle un beso a Megan.


-Estás preciosa- me dijo Carlisle, guiñándome un ojo.


Llevaba un vestido azul, con un lazo atado detrás del cuello, ajustado hasta debajo del pecho, muy del estilo de mi traje de novia. La suave tela de gasa de diferente azules caía hasta por debajo de mis rodillas.

El recogido que llevaba hacía mi cuello más estilizado. Y dejaba a la vista los pendientes de mi abuela, los mismos que llevaría en mi boda. Unos graciosos zapatos plateados, bajitos y cómodos, con una tira de gasa azul, para sujetarlos a los tobillos, un chal plateado y un pequeño bolso de mano, también plateado, completaban mi atuendo.


Edward estaba guapísimo, con un traje negro, camisa también negra y una corbata en diferentes azules, íbamos a conjunto.


Me tomó de las manos, para hacerme girar.


-Sencillamente preciosa- susurró en mi oído. Me sonrojé, haciendo que el mínimo colorete que llevaba se notase aún más. Mis ojos, delineados de negro, y las sombras plateadas suaves hacían que se vieran más grandes y expresivos.


-Mami guapa- aplaudió Megan, desde los brazos de Esme.


Después de charlar unos minutos con ellos, oímos un claxon.


-Emmet y Rose ya están aquí- dijo Edward. Nos despedimos de Megan y de Carlisle y Esme, que después de hablar unos minutos con Emmet y Rose, se alejaron camino de su casa.

Rose le cedió el asiento del copiloto a Edward. El jeep de Emmet era inmenso, podría viajar allí un equipo entero de fútbol.


Rose estaba espectacular, con un vestido negro corto, y una graciosa chaquetilla roja. Llevaba el cabello suelto, con una flor también roja en un lateral. Emmet muy guapo, con su traje negro y corbata... de balones de baloncesto.


Edward y yo nos carcajeamos de lo lindo al verla, era muy graciosa. A nuestro lado Rose bufaba frustrada.


-Espera que la vea Jasper... Emmet no se ha desprendido de esa corbata desde la graduación del instituto- nos relataba un divertido Edward.


Las risas siguieron durante todo el camino, hasta llegar a la iglesia... pero al llegar no había absolutamente nadie.


-¿Tan pronto llegamos?- dijo Emmet con el ceño fruncido. Edward abrió los ojos por la sorpresa.


-¡Emmet, está es la iglesia de St. John!- exclamó enfadadísimo.


-Ya lo sé- respondió el aludido, como si fuera obvio.


-¡Idiota, la boda es en la iglesia de St. Andrew´s!- le chilló Rosalie. La cara de Emmet palideció unos segundos, pisando el acelerador a fondo, cual piloto de rallies.


-¿No dijiste que sabías cual era?- le preguntó Edward.


-Un fallo lo tiene cualquiera... además, todas son iguales- se defendió pagado de si mismo.


Una vez sorteamos el inmenso tráfico, pues las iglesias estaban de una punta a otra, conseguimos llegar a tiempo. Alice y Jasper ya nos estaban esperando, acompañados de Mandy y Tifanny, la doctora Sanders, Tyler y su mujer y Ángela y su marido. Mike no había podido venir al final.


-¿Dónde estabais?, por poco llegáis- nos dijo Alice, mirándonos con el ceño fruncido. 

Llevaba un vestido color vino, hasta media pantorrilla. Un gracioso lazo adornaba el cuello, y su pelo estaba liso y sin las puntas locas. Un tocado negro con varias plumas pequeñitas completaba el atuendo.


-Es una larga historia- musité voz baja, mientras Edward y Rosalie rodaban los ojos enfadados.


-¿Qué?, al final hemos llegado, eso es lo importante- levantó las manos.


Edward le fulminó con la mirada, tomándome de la mano para entrar. En la puerta saludamos a un muy nervioso Seth, que nos dio una cálida bienvenida.


La iglesia no era muy grande, y era muy acogedora. Los bancos y el altar estaban exquisitamente adornados. Rosas blancas y fressias combinaban a la perfección con pequeñas hojas verdes y lazos de rafia en diferentes tonos marrones.


Apenas pasaron cinco minutos desde que nos sentamos, cuándo vimos a Seth posicionarse en el altar con su madre y madrina al lado.


El órgano empezó a sonar con la Marcha Nupcial, y se abrieron las puertas; Leslie estaba preciosa, del brazo de su padre. Llevaba un vestido muy bonito, con algo de vuelo en la falda y un largo velo de encaje. Apenas levantaba la mirada del suelo, y sonreía trémulamente, presa de los nervios.


La emoción se apoderó de mi, pensando que en poco más de un mes sería yo la que estuviese en su lugar. Edward me miró con cariño, adivinando lo que me ocurría. Tomados de la mano, seguimos la ceremonia, que fue preciosa, y no muy larga.


Las chicas y yo lloramos cómo unas magdalenas, y yo sin parar de pensar que dentro de un mes me tocaba a mi.


La misa terminó, con Seth y Leslie corriendo hacia el coche bajo una lluvia de arroz y pétalos. La comida fue divertidísima, estábamos todos juntos en una mesa redonda, charlando y riendo sin parar.


Después de cortar la tarta, entre los aplausos de todos, los novios se acercaron a la mesa, toda la boda nos miraba.


-Bueno...no sabía que hacer con el ramo; no tengo hermanas y todas mis primas ya están casada...pero después de pensarlo se me ha resuelto el problema- dijo emocionada...mientras me miraba.


-Bella..es para ti- me dijo mientras me lo tendía.


La gente aplaudía, y más en nuestra mesa.


Roja de vergüenza...y emocionada otra vez, me levanté para cogerlo mientras la abrazaba.

-Lo mereces...no podía dárselo a alguien mejor- me dijo al oído.


-Gracias Leslie- le dije dándole un beso -que seáis muy muy felices- la deseé de corazón.

-Y vosotros-me dijo con una sonrisa, guiñándome un ojo.


Me volví a sentar, mientras Edward me miraba con cariño y me susurraba al oído.


-¿Y tú a quién se lo pasarás el año que viene?-.


-Pues no sé... a ver si alguno se anima- le dije, mirando a nuestros amigos, pero mi cuñado nos interrumpió.


-A ver...futuros...un beso ¿no?. Así vais ensayando para julio-.


-¡Que se besen!, ¡que se besen!- empezaron a cantar todos, mientras aporreaban la mesa.

Edward y yo nos reímos, mientras nos dimos un corto pero dulce beso, mientras la gente estallaba en gritos en nuestra mesa. Nos separamos, yo un poco roja y mi novio diciéndole a su hermano que se la guardaba.


Tras la comida, los novios abrieron el baile con el acostumbrado vals. Al finalizar éste, la música pasó a otro ritmo mucho más moderno, de modo que nos arrancamos a bailar. Dos horas después de que empezara el baile, decidí sentarme unos minutos a descansar. Pude ver a Emmet, ya sin corbata, haciendo un amago de bailar "Staying alive", para el cachondeo de Edward, Jasper y del propio Seth.


Las chicas no podíamos hacer otra cosa que reír a carcajada limpia. Pasado otro rato, nos dieron un pequeño refrigerio de cena, para seguir con la fiesta. Edward y yo estábamos sentados en una mesa, hablando con Tyler y su mujer, cuándo vimos cómo Rosalie y Emmet daban suelta, por fin, a su pasión contenida; se besaban cómo si su vida dependiera de ello, mientras muy sutilmente iban desapareciendo de escena.


-Me parece que nos hemos quedado sin chófer- le susurré divertida a Edward.


-¿Crees que íbamos a volver con él?, ni pensarlo- replicó burlón.


La fiesta siguió hasta altas horas de la madrugada, bailando con todos y disfrutando sin parar; bien entrada la noche tomamos un taxi de regreso a casa; tenía los pies inexistentes, y entré por la puerta con los zapatos en una mano, y la corbata de Edward y el ramo en la otra.

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