Autora: Sarah Crish Cullen
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Meyer.
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CURANDO UN CORAZON
Capítulo 23. Sentimientos Enfrentados
-¿Cómo que un infarto cerebral?- conseguí reaccionar al de un minuto, volviendo a preguntarle a mi madre.
-Ayer por la tarde, cuando llegué a casa, me lo encontré en su despacho, tendido en el suelo y sin conocimiento; le trasladaron en ambulancia a Seattle; le han estado haciendo pruebas toda la noche, y hoy por la mañana han confirmado el resultado- hablaba atropelladamente y muy deprisa, apenas la entendía.
-¿Y sus constantes?; ¿le han hecho un TAC craneal?; ¿ha sufrido hipoxia cerebral?- empecé a bombardear a mi madre con preguntas.
-Bella, me lo han explicado más o menos, pero yo no soy médico... lo único que les he entendido es que no saben cuánto ha estado su cerebro sin oxígeno- mi madre, sin quererlo, confirmó mis sospechas acerca de la hipoxia -además, le mantienen completamente sedado en la UCI- siguió relatando.
El silencio reinó entre la línea de teléfono durante unos minutos... no podía ser que ahora ocurriera ésto... ¿es qué nunca íbamos a poder vivir tranquilos?.
-Bella... tu padre está muy mal, y los médicos no me dan muchas esperanzas; sé que no tengo derecho a pediros ésto... pero os ruego que vengáis- volvió a pedirme mi madre.
-Voy a llamar a Jake, te llamo después- colgué, con la mirada perdida. No me había dado cuenta de qué Edward había parado el coche, mirándome preocupado.
Le conté todo lo que me había dicho mi madre, entre lágrimas. Por muy mal que me lo haya echo pasar, era mi padre... y ni Jake ni yo éramos como ellos; por supuesto que iríamos, aunque tuviera que sedar a mi hermano y meterlo inconsciente en el avión.
-Tengo que ir a Forks- le dije al terminar de contarle lo sucedido. Edward simplemente asintió.
-Pero yo me voy contigo y con Jake; ni te plantees que te voy a dejar sola- apostilló serio. No pude hacer otra cosa que asentir, ya que por mucho que le dijera que no era necesario, no me iba a enfrascar en una discusión que de antemano tenía perdida.
Salimos pitando a casa de Carlisle y Esme; Edward les contó lo que ocurría... y yo hable con mi hermano. Se quedó en silencio unos momentos... pero obviamente no puso reparos en ir a nuestro antiguo hogar, diciéndome incluso que Leah y la niña venían también.
Después de una intensa charla con Edward y mis suegros, decidimos llevarnos también a Megan, ya que no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar allí. Mi marido se fue al hospital, para explicar lo que había pasado y pedir permiso en el trabajo, y yo reservé los billetes para el día siguiente a la mañana. Carlisle y Esme se ofrecieron a acompañarnos; les agradecí su preocupación, diciéndoles que si empeoraba o pasaba algo malo, inmediatamente los avisaría.
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El vuelo hasta Seattle se hizo un poco largo, pero afortunadamente, lo aguanté bien, al igual que las niñas. Megan permaneció dormida casi todo el trayecto, en el regazo de Edward, y yo apoyada en su hombro.
-Tranquila mi vida... todo estará bien- me susurraba al oído; agradecía que hubiese venido conmigo, sus palabras me tranquilizaban.
Nada más aterrizar, la familia de Leah, que vivía en Seatlle, estaba allí para recibirnos. No les veía desde hacía tres años, desde la boda de mi hermano. Después de presentarles a mi marido y de que todos me tocaran la tripita, se ofrecieron a llevarnos hasta nuestra casa en Forks. Mi madre me había dicho que estaría allí, esperándonos para comer y después ir todos juntos al hospital.
Me puse muy nerviosa al volver esa fachada blanca. Todo estaba igual que cuándo me fui, hace ya más de un año. Al bajar, noté que mi hermano tenía la mirada fija en un punto indeterminado de la imponente casa; para él eran muchos recuerdos... hacía más de cuatro años desde la última vez que estuvo allí. Los hermanos de Leah nos ayudaron a descargar las cosas, marchándose rápidamente y quedando Jake y Leah con ellos por la tarde, en el hospital.
María nos recibió con lágrimas en los ojos. Ella llevaba trabajando toda la vida en nuestra casa, y era la que mejor sabía todo por lo que habíamos pasado Jake y yo.
-Bella...¡Jacob!- se apresuró a abrazarnos, sorprendida de ver allí a mi hermano. Le devolvimos el abrazo con cariño... aunque siempre permaneció en casa de mis padres, nos quería mucho.
-¿Cómo te encuentras Bells?- me preguntó, haciendo alusión a mi prominente tripa.
-Bien María, un poco cansada-.
-¿Y tú, hombrecito?- mi hermano sonrió, ella siempre le había llamado así.
-Estoy bien, como siempre- contestó. Edward y Leah se quedaron atrás, con las niñas en brazos. María les miró sorprendida.
-¡Qué alegría más grande!; habéis venido todos. Tu madre piensa que sólo veníais Jake y tu- nos explicó, acercándose a ellos.
-María, el es Edward, mi marido- le presenté. Ella, tan efusiva como siempre, le dio una cálida bienvenida.
-Es un placer conocerla- le dijo Edward con una pequeña sonrisa. Megan la miraba fijamente.
-¿No le dices hola a María?- le dijo mi marido a la niña. María miraba a mi hija con una gran sonrisa... la última vez que la vio tenía un mes y medio, antes de irnos a San Francisco.
-Oa- dijo con su peculiar vocecilla, un poco avergonzada. Después se giró hacia Leah, que tenía a Mailin en brazos. Después de abrazar a Leah, ya la conocía, cogió en brazos a la pequeña.
-Mi hombrecito es padre... felicidades Jacob, es muy guapa- mi hermano asintió orgulloso, rodeando a su mujer por los hombros. Mi cuñada estaba muy nerviosa; la última vez que vio a mi madre no fue precisamente un encuentro agradable. Nos hizo pasar adentro, explicándonos que mi madre estaba hablando por teléfono y que bajaba enseguida. La casa seguía igual que siempre; todo en su sitio, limpio, inmaculado...
-Le diré a Paul que suba luego el equipaje y...- mi madre apareció por la puerta de la sala. Parecía que le habían echado diez años encima de golpe. Nos miraba fijamente a los seis, sobre todo a las pequeñas. María decidió, sabiamente, dejarnos a solas.
-Bella, Jake... habéis venido- susurró.
-Claro que hemos venido- le dijo mi hermano.
-Y además... estáis aquí todos... pensé qu...- no se acercaba a nosotros para saludarnos, estaba muy sorprendida.
-Si las niñas te molestan aquí, podemos irnos a un hotel- le dije.
-¡No!; no por favor... aquí hay sitio de sobra para todos; ¿cómo estás Leah?- mi cuñada se envaró, pero al ver que mi madre no llevaba mala intención, como otras veces, se relajó.
-Muy bien señora Swan, lamento mucho todo lo qué ha ocurrido- expresó mi cuñada. Mi madre le dio las gracias, asintiendo con una pequeña sonrisa, y mirando fijamente a la hija de mi hermano.
-¿Cómo se llama?- le preguntó.
-Se llama Mailin, la adoptamos hace unos meses- le explicó Jake.
-Tu hermana me lo comentó, es muy guapa- le dijo. Parecía que iba a hacer un ademán por cogerla, pero bajó los brazos ante la mirada de mi hermano. Después se giró hacia donde estábamos nosotros.
-Mamá, te presento a Edward- ella asintió con un movimiento de cabeza, aceptando la mano que le ofrecía mi marido.
-Encantado de conocerla señora Swan; siento mucho lo que ha pasado-.
-Tenía ganas de conocerte; Bella me ha hablado mucho de ti- estaba sorprendida, mi madre era amable... supongo que la situación lo hacía así. Megan miraba todo a su alrededor, inquieta y cansada.
-Papá.. teno hambe- protestó arrugando el entrecejo. Mi madre rió divertida al escuchar la graciosa voz.
-Tiene las mismas expresiones que tú cuándo eras pequeña- me confesó; -¿cómo te encuentras?, ¿ya sabes que es?- me preguntó, señalando mi tripa.
-Está en mala posición y no podemos saberlo- le aclaré.
Un incómodo silencio se hizo presente en la habitación; no sabía qué decirle a mi madre, eran muchas cosas, muchos malos recuerdos...
-Voy a ver cómo va la comida... uhmmm... ¿os espero en media hora para comer?- nos preguntó con cautela.
Mi hermano y yo asentimos, y nos fuimos arriba, para acomodar a las niñas y deshacer el equipaje. Por suerte, mi antigua habitación tenía cama de matrimonio.
-¿No ha ido tan mal, verdad?- le pregunté a Edward. Éste suspiró mientras dejaba a Megan en el suelo, que se dirigió rauda hacia un oso de peluche que había junto a la almohada, el único recuerdo que quedaba de mi infancia allí.
-En principio no, se ha sorprendido mucho al vernos a todos aquí... pero creo que le ha hecho ilusión ver a las niñas; al fin y al cabo, son sus nietas- me explicó.
-También estará aturdida por todo lo que ha ocurrido con mi padre- añadí preocupada, sentándome a su lado. Me rodeó con sus brazos por los hombros.
-Tranquila cariño; no quiero que te pongas nerviosa antes de tiempo- dijo, aludiendo a que todavía tenía que ver a mi padre.
-Estoy preocupada; lo que hablamos por teléfono con el doctor Terry... no pude acabar la frase.
-Bella, todavía le están haciendo pruebas, pero... -se quedó callado. Ambos sabíamos que a mi padre le iban a quedar secuelas importantes... y que, casi seguro, no podría volver a ejercer su profesión. La puerta se abrió de repente, dejando entrever la figura de mi madre. Seguía rodeada por los brazos de Edward, que nos lo apartó en ningún momento.
-Perdón, pensé que os habríais acomodado en otra habitación- dijo avergonzada.
-No, aquí estaremos bien los tres, no te preocupes- le aclaré. Megan se acercó a ella, tirándole de la falda. Mi madre se agachó a su altura, esbozando una sonrisa.
-¿Qué deseas, pequeña?- le preguntó con un tono de voz cariñoso. Edward y yo mirábamos la escena en silencio.
-Awa; teno sez- hice ademán de levantarme para cogerla, pero mi madre se adelantó, cogiéndola en brazos.
-Vamos a la cocina con María- le dijo a Megan, pero me miró, pidiéndome permiso. Asentí alucinada... mi madre nunca había tratado así a mi hija. Edward me dio una sonrisa de ánimo, parecía de verdad que mi madre estaba ilusionada con las niñas.
Decidimos cambiarnos de ropa y organizarnos un poco en mi dormitorio, para la noche. Al bajar, nos encontramos a mi madre, todavía con Megan en brazos, charlando con Leah mientras le daba la papilla a Mailin. María revoloteaba de un lado a otro, poniendo la mesa. Megan extendió los brazos para que su padre la cogiera. Edward se acercó a mi madre con una sonrisa amable.
-Parece que tiene hambre- le dijo a ésta.
-¿Necesitáis ayuda?- nos ofreció.
Le agradecí el ofrecimiento, diciéndole que podíamos nosotros dos. Le puse un poco de la sopa de verduras que María había preparado, y efectivamente, tenía hambre, ya que se la tomó sin rechistar. Después de que las niñas terminaran de comer, ambas se quedaron dormidas. Las acostamos y bajamos a comer los mayores.
La comida pasó mayoritariamente en silencio, interrumpido solamente cuándo Jake o yo le preguntábamos a mi madre por cómo encontró a mi padre y cómo seguía su estado. Ella apenas pudo contarnos mucho, alegando que Edward y yo nos entenderíamos mejor con el médico que le estaba tratando. Después de un buen rato, nos fuimos rumbo al hospital. Leah se quedó en un parque que había enfrente con las niñas, ya que su familia se había acercado a verla.
Subí en el ascensor, franqueada por Jake y Edward en un completo silencio. El doctor Terry nos esperaba en la la unidad de cuidados intensivos, alertado de nuestra llegada.
-Supongo que son los hijos del doctor Swan- nos saludó.
-Jake Swan- le dijo mi hermano, estrechándole la mano.
-Isabella Cullen- le dije ofreciéndole mi mano; una vez la estrechó con cordialidad, le presenté a Edward, que repitió el gesto. Después de saludar a mi madre de nuevo, nos hizo pasar a los cuatro a un pequeño despacho, con una mesa y dos sillas. Mi madre y yo nos sentamos, permaneciendo Edward y Jake de pie.
-Bien, cómo ya les informé ayer, su padre ha sufrido una isquemia cerebral- empezó a relatar. Edward le aclaró a Jake en voz baja que ese era el nombre técnico del infarto cerebral.
-En el TAC se observa la obstrucción de la arteria cerebral media- nos dijo enseñándonos la prueba. Edward y yo nos acercamos.
-Ahí está- dijo mi marido, señalando el coágulo; Jake miraba sin entender nada.
-¿Qué quieres decir?- preguntó confuso.
-El coágulo ha taponado la arteria, de modo que una parte de su cerebro se ha quedado sin oxígeno y sin riego sanguíneo- le explicó.
-La arteria media cerebral es la rama principal de la carótida interna. Su territorio comprende áreas motoras, visión periférica, lenguaje...- acabé de explicarle.
-Es decir... que puede que esas funciones estén afectadas- resolvió con una mueca seria. Asentí, mientas el doctor Terry nos seguía explicando.
-El equipo de neurocirugía ha estudiado la situación; al estar solo en el momento en el que ocurrió, no sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo estuvo su cerebro sin oxígeno. Le hemos estabilizado y sedado, ya que según los estudios que le hemos hecho, puede haber riesgo de otro episodio- nos dijo.
-¿Le han puesto tratamiento con anticoagulantes?- preguntó Edward. El doctor asintió.
-Si, por supuesto; el coágulo es de casi dos centímetros de diámetro- nos aclaró.
-Demasiado grande- susurré horrorizada. Edward me cogió de la mano, viendo que me ponía muy nerviosa.
-Bella siéntate- me dijo Jake, llevándome de vuelta a la silla. Mi madre me miraba preocupada y asustada.
-Estoy bien mamá- dije restándole importancia, acariciando mi tripa y respirando tranquila.
-¿Cree que quedarán secuelas?- Edward hablaba con el médico de mientras.
-No lo podemos asegurar, como bien sabe... pero me temo que la parálisis del lado izquierdo sea irreversible- expresó el doctor.
-¿Y el habla y otras funciones?- seguía interrogando.
-Eso no lo sabremos hasta que se retire la sedación; si no se repiten nuevos microinfartos, en cuarenta y ocho horas lo iremos despertando; ahí se verán las consecuencias- nos dijo.
Estaba horrorizada; si mi padre despertaba, aunque algunas de sus funciones se vieran afectadas, el sabría de sobra en que estado se encontraría. El doctor Terry nos dejó a solas, intentado digerir las nada alentadoras noticias.
-Es horrible- dijo mi madre, a punto de llorar.
-Y lo triste, es que el sabrá perfectamente en que estado va a quedar- Edward me leyó el pensamiento. Jake lo miró sin comprender, al igual que mi madre.
-Es neurocirujano Jake, ésto- dije señalando su TAC cerebral- es su especialidad; no va a poder volver a ejercer la medicina; ¿sabes lo qué significa eso para un médico?- le intenté explicar -¿qué una enfermedad, que conoces al milímetro, te corte los pocos años de carrera que te quedan?-.
Jake y mi madre comprendieron la gravedad de lo que les contábamos... si mi padre superaba estas cuarenta y ocho horas, sería como si hubiera muerto en vida.
Una enfermera nos interrumpió, para acompañarnos hasta donde estaba mi padre. Mi madre dijo que prefería esperarnos fuera. Jake y yo entramos, y la imagen me impresionó mucho, más de que me imaginaba. Estaba tendido en esa fría e impersonal cama, pálido y demacrado, con muchos cables conectados a su cuerpo, principalmente en los brazos y la parte superior del tórax.
-¿Para qué es todo esto, Bells?- preguntó mi hermano angustiado, señalando los cables.
-Bueno, las vías intravenosas de los brazos le suministran suero, la sedación y los medicamentos; los sensores para las constantes vitales- le expliqué, señalando los cables que tenían a la altura de corazón- -se reflejan aquí- le indicaba en la pantalla sus latidos y su tensión arterial -por el momento está estable- corroboré, mirando la pantalla de nuevo.
-El tubo endotraqueal está conectado al respirador, le ayuda a ventilar- terminé de explicarle.
¿Crees que saldrá de ésta?- me preguntó.
-Ya has oído al médico Jake; hay que esperar- le contesté. Se quedó callado unos momentos, meditando qué decir.
-¿Sabes una cosa?; puede que suene cruel... pero ¿crees que el tiempo pone a cada uno en su sitio?- preguntó, mirándome fijamente.
-No lo sé Jake... nunca nos ha querido -dije con lágrimas en los ojos -pero nadie se merece ésto- terminé de decir.
-No llores Bells... aún todo lo que hemos vivido... es nuestro padre, y no le desearía nada malo- me consoló, abrazándome.
Jake salió un momento, para bajar a ver a Leah y a las niñas. Edward y mi madre entraron en la habitación. Al ver mis ojos rojos, se acercó preocupado.
-¿Estás bien cariño?- me interrogó, abrazándome por detrás. Una de sus manos se posó en mi tripa, haciendo círculos con su dedo.
-Si, estoy bien, no te preocupes -asentí con un suspiro, dándome la vuelta para mirarle cara a cara.
-Bella, deberíamos irnos a casa; aquí no podemos hacer nada, y quiero de descanses, debes estar agotada- me dijo serio. Iba a decir algo, pero mi madre se adelantó.
-Haz caso a Edward; no sé cómo te tienes en pie, con la paliza del viaje y después venir hasta aquí-. En el fondo, tenían razón, estaba reventada.
-¿Vienes con nosotros?- le pregunté a mi madre; justo en ese momento, entraba Jake en la habitación.
-Me quedaré un poco más- dijo ella, mirando a mi padre.
-¿Te vas a casa?- me preguntó. Asentí.
-¿Quieres que nos llevemos a Leah y a la niña?- preguntó Edward. Habíamos venido en dos coches, de modo que no había problema.
-Pues casi sí, Mailin ya está cansada de estar en el carro. Yo esperaré a mamá- dijo mi hermano -tranquila, si pasa algo os llamaré- me advirtió.
El trayecto hasta casa fue silencioso, ya estaba anocheciendo, y las niñas iban dormidas. Megan apenas se despertó para cenar y volver a dormirse. Mientras metía a Megan en la cama, oí llegar a mi madre y a Jake.
En la cocina, María nos había preparado una cena ligera. Nos sentamos los cinco a la mesa; no había ningún cambio en su estado, según nos explicó mi madre, de modo que nos fuimos a la cama una vez cenamos. Nada más acostarme, me abracé a Edward, llorando en silencio. Me rodeó con sus brazos, susurrándome palabras de consuelo e intentando animarme lo mejor que podía. Me dormí envuelta en sus brazos, y no supe nada más de mi hasta el día siguiente.
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A pesar de que estaba agotada, ya no podía permanecer mucho tiempo en la cama. Mi enorme tripa de siete meses me impedía coger una buena postura. Abrí los ojos. Edward dormía profundamente a mi lado, ya que le había oído levantarse un par de veces en la noche para atender a Megan, pero no había tenido fuerzas ni para abrir los ojos.
Fue la propia Megan la que me terminó de espabilar, saliendo de la cama supletoria y acercándose a mi.
-Mami- me llamó. Me incorporé sentándome en la cama.
-Shhhsss, no despiertes a papá; ¿quieres desayunar?- asintió con la cabeza. Ambas nos pusimos las zapatillas y bajamos a la cocina. La ayudé a bajar despacito la inmensa escalera, de la mano, y llegamos a la cocina. María estaba preparando el desayuno.
-Buenos días María-.
-Buenos días a las dos; pensé que tardaríais más- nos dijo acerándose a nosotras.
-Megan se suele despertar temprano, y yo ya no aguanto mucho en la cama- ella asintió, posando una mano en mi vientre. Sonrió al notar el movimiento del bebé.
-Se mueve mucho, apenas para- le expliqué.
-A ve, a ve- mi hija alzó la mano, queriendo tocarme también la tripa. María y yo nos reímos, y ésta la sentó en el mostrador de la cocina. Le puse la manita debajo de la mía.
-¿Lo notas?- Megan me miraba extrañada.
-¿El bébe lloa?- preguntó.
-No cariño, no llora, lo que pasa es que se estira y da pataditas- le expliqué.
-Quere sali pa jugar mío- repuso con una gran sonrisa. María y yo nos echamos a reír.
-Me recuerda tanto a ti cuándo eras pequeña, tanto físicamente como en el carácter y en los gestos- dijo en un suspiro.
-Si, eso me dijo mi madre ayer- le contesté, desviando la mirada.
-Tu madre está muy contenta de teneros aquí a todos Bella; se acordó mucho de ti el diez de julio- me contó, esbocé una sonrisa, acordándome del día de mi boda.
-Yo también me acordé de ellos María, a pesar de todo- le respondí -Y Jake también- añadí. Al ver su cara, supe qué es lo que iba a decir -te he traído fotos, ¿pensabas que no verías a Jake de padrino?- su cara mostró una gran sonrisa.
-En cuánto demos de desayunar a esta señorita me las muestras- repuso satisfecha -fui a comprar ayer por la tarde cereales para las niñas, y galletas, no teníamos nada de eso- me dijo mientras se daba la vuelta.
Le di las gracias mientras sentaba a Megan en un taburete y le ponía el babero. María me acercó un bol con leche templada y cereales. Se los tomó sin rechistar, además de tres galletas de avena. Una vez desayunó la bajé, y se fue a explorar el salón, que estaba al lado de la cocina. Subí a por el álbum en un momento, y mientras yo tomaba café descafeínado y un croissant, María miraba detenidamente las fotos. Le iba explicando quién era cada uno, señalándole a los padres de Edward y a su hermano.
-Que guapísima estás hija... y tu hermano, debió ser una boda preciosa-. Asentí mientras seguía explicándole anécdotas de ese día. Justo en ese momento, mi madre entraba en la cocina, con mi hija en brazos.
-Buenos días- saludó con una sonrisa.
-Buenos días- saludamos María y yo.
-¿Has descansado?- me preguntó acercándose a mi -¿la niña ha estado cómoda?-.
-Si, no te preocupes- le agradecí. Sus ojos se iluminaron un poco al ver el álbum abierto en la mesa. Una vez María le sirvió el café, ésta salió un momento, y mi madre se sentó a mi lado, con Megan en sus rodillas.
-¿Puedo?- le acerqué las fotos. Cogí a la pequeña, mientras mi madre miraba las fotos en silencio. Las ojeaba minuciosamente.
-Abela Esme- dijo mi hija, señalando a la madre de Edward. Mi madre me miró sin comprender.
-Si cariño, la abuela- le dije acariciándole el pelo -son los padres de Edward- le expliqué a mi madre. Asintió en silencio, y siguió mirando las fotos.
-Qué guapos estáis en ésta- estudié la foto, iba camino del altar, del brazo de mi hermano.
-Si... estaba echa un flan- recordé.
-¿Podría..uhmmm... podría tener algunas copias?- me preguntó con prudencia.
-Claro, puedo encargarlas en Seatlle esta tarde; elige las que más te gusten- le ofrecí.
Eligió unas cuantas, entre ellas una de Jake y Leah con su hija, otra en la qué estábamos Edward y yo solos; a la salida de la iglesia, con Megan; una en la que posábamos Jake y yo, con Edward, Leah y las niñas, y en la estábamos Jake y yo entrando a la iglesia.
En ello estábamos, cuándo Edward entró por la cocina, aún en pijama.
-Buenos días cariño- me dio un pequeño beso -buenos días señora Swan- se giró hacia mi madre.
-Hola- saludé de vuelta, levantándome para ponerle un café. Se sentó al lado de mi madre, mientras cogía a la niña.
-Hola princesita-.
-Oa papá- Megan le rodeó el cuello con sus bracitos.
-Salís muy guapos- dijo mi madre, señalando las fotos.
-Fue un día bonito, y muy divertido- le respondió Edward.
-Tus padres deben querer mucho a Megan- dijo mi madre con una sonrisa triste.
-Para ellos es su nieta desde el primer momento en que la vieron- le expliqué a mi madre -no sé si lo sabes, Megan se apellida Cullen- mi madre estaba sorprendida.
-Le di mi apellido a la niña antes de casarnos- aclaró mi marido. Mi madre sopesó su siguiente frase.
-No lo sabía- musitó.
-Aunque no sea su padre biológico, la ha querido siempre cómo si lo fuera- le dije, mirando a Edward con una sonrisa.
-Eso se ve; gracias Edward, por cuidar de ellas y quererlas- mi madre estaba al borde de las lágrimas -siento mucho eso que dije... bueno... lo de que encontraste un padre para tu hija bastarda; tu padre no lo acep...- la corté.
-Mamá, déjalo; ya está- la actitud de mi madre estos días me sorprendía; nunca la había visto tan comprensiva y tan arrepentida.
Edward me guiñó un ojo mientras se sentaba al lado de mi madre. Nos preguntaba cosas de Megan y de nuestra vida en San Francisco. Al de menos de cinco minutos, Jake y Leah entraron en la cocina, con Mailin en brazos.
-¿Habéis descansado?- les preguntó mi madre.
-Si, la niña duerme como un lirón, en eso no tiene problemas- dije Leah. Megan bajó de las rodillas de Edward, acercándose a su prima y haciéndole cariños.
-Malin, amos a jugar- le decía una y otra vez.
Nada más entrar Jake y mi cuñada por la puerta, mi madre se quedó callada, olvidando la conversación que manteníamos los tres. De repente se puso muy nerviosa, algo la reconcomía por dentro.
-Quisiera contaros algo- nos dijo.
-Yo me llevo a las niñas fuera- nos ofreció María, que salió con ellas rumbo al jardín.
Mi madre tomó aire para empezar, pero no le salían las palabras.
-Quiero ante todo, pediros perdón; por todo lo que sucedió cuándo vuestro padre estuvo en San Francisco- empezó a relatar.
-Mamá, por favor- me dolía recordar ese episodio, y el susto de que le hubiera pasado algo a mi bebé.
-No quiero hablar de eso- siseó mi hermano, apartando su mirada de la mesa.
-Tenéis que saber por qué vuestro padre se ha comportado así con vosotros todos estos años- siguió explicando. Edward y Leah se miraron, e hicieron amago de dejarnos a solas, pero mi madre los paró.
-Quedaos, por favor- Edward me miró, buscando mi afirmación. Asentí con la cabeza, mientras tomaba su mano.
-Veréis... Charlie no es vuestro padre biológico- dijo mi madre, cerrando los ojos.
Se me congeló la respiración en ese instante; ¿ésto era una broma?... ¿por qué nunca nos dijeron nada?. Me quedé estática en mi sitio.
-¿Qué estás diciendo?- mi hermano se envaró. Las aletas de su nariz se ensancharon, bufando de rabia.
-¿Por qué nunca nos has dicho nada?- mis ojos se llenaron de lágrimas, mis hormonas me revolucionaban los sentimientos.
-Vuestro padre no quería- ella suspiró apenada -cuándo conocí a vuestro padre era un hombre maravilloso; atento, educado, simpático... me enamoré de él como una colegiala, que es lo que era- recordó con una sonrisa melancólica.
-Al empezar a salir, vuestro padre estaba empezando la residencia de medicina. Fue entonces cuándo empezó a destacar, centrándose en sus estudios y en su carrera. Cada día pasaba menos tiempo conmigo- nos seguía explicando. Los cuatros escuchábamos atentos, sin decir nada; mi hermano me miraba noqueado.
-En el último año de su residencia, me di cuenta de que el carácter de tu padre había cambiado, vivía por y para sus estudios, de modo que nos separamos. Y yo rehíce mi vida- nos explicó -entonces conocí a un muchacho honrado y noble; trabajaba de mensajero. Nos enamoramos nada más vernos... y al de pocos meses, me quedé embaraza de ti- dijo, mirando a Jake.
-Yo tenía apenas veinte años, estaba en plena carrera universitaria. No llegasteis a conocer a mis padres; ellos tenían dinero y una posición social importante... y nunca aceptaron esa relación-.
Edward me agarraba de la mano, dándole caricias por debajo de la mesa; apoyé mi cabeza en su hombro, siguiendo el relato de mi madre.
-Me echaron de casa, y obviamente me fui con él- recordaba con lágrimas en los ojos -fue un año maravilloso; tres meses después que tú nacieras -dijo mirando a mi hermano -tuvo un accidente mientras estaba trabajando... y murió- dijo cerrando los ojos. Leah se llevó la mano a la boca, horrorizada.
-Su furgoneta de reparto se salió de la calzada- dijo ella, en voz baja -desde que dejé la casa de mis padres, habíamos vivido con lo justo y necesario. Pedí ayuda a vuestros abuelos, ya estaba embarazada de ti- me sonrió triste -pero me la negaron... de modo que acudí a vuestro padre-.
Calló un momento, perdiéndose en sus recuerdos.
-¿Por qué?- preguntó mi hermano -¿por qué nunca hemos sabido nada de ésto?- le reprochaba enfadado. Leah le apretó en hombro, instándole a que dejara seguir hablando a mi madre.
-Vuestro padre me dijo que aun me amaba... y yo le creí. Se ofreció a criaros como hijos suyos, dándoos su apellido; pero nunca me perdonó que yo, en ese tiempo, hubiera estado con otro hombre-.
-No lo entiendo, se supone que estabais separados- le dije, confusa.
-Ya conoces el carácter de tu padre, celoso, posesivo, frío... -prosiguió el relato -me di cuenta de mi error cuándo tu naciste; por mucho que os hubiera reconocido como sus hijos, nunca os querría como tal- sollozó.
-No quiso tener hijos propios; y el se centró en su carrera y en sus conferencias. Sabía que tenía amantes en cada ciudad a la que iba... y yo, sobrepasada por la situación, os eché indirectamente la culpa a vosotros- explicó agachando la cabeza, avergonzada y humillada.
-¡Eso no es excusa!; ¡nosotros no teníamos culpa de nada!- bramó mi hermano, golpeando la mesa con el puño.
-Lo sé Jake... y créeme que he pagado mis errores con creces; me he perdido la vida de mis hijos- balbuceó en voz baja -reconozco que yo también busqué consuelo en brazos ajenos-.
-Pero la abuela Swan nos quería... y no éramos sus nietos- dije yo.
-Ella os quiso mucho, pero nunca quiso contradecir a su hijo- aclaró -vuestro padre me dijo al casarme con él que si os decía algo de ésto en el futuro, se desentendería de vosotros. Quería que tuvierais la mejor educación posible, un hogar y...- la corté.
-La educación la tuvimos... por eso mi padre me echó en cara el haberse ocupado de mi, de pagarme la carrera- respondí furiosa, recordando una vez más el incidente en nuestra casa.
-Cuándo te quedaste embarazada de Megan, cierto es que me enfadé mucho... porque al no saber quién era el padre, te vi sola, criando a tu hija... y no quería que cometieras mis errores, cosa que tu padre me echó en cara en ese momento- confesó.
-Sé que jugué con fuego esa noche... y me quemé... pero era mi vida, y yo decidí tener y criar sola a mi hija en ese momento- le respondí furiosa.
-Te juzgué mal Bella... y cuándo llamastes aquí, diciendo que te casabas y que estabas otra vez embarazada... no pensé que Edward adoptaría a Megan, y que la querría tanto... que os querría tanto; espero me disculpes, por haberte juzgado mal- Edward le dio una sonrisa de ánimo, asintiendo con la cabeza.
-¿Y la noche en que yo discutí con papá y me fui de casa?- le interrogó Jake.
-Tu padre nunca aceptó que no quisieras ir a la universidad... y no aceptó tu relación con Leah por...- no la dejó terminar.
-¿Por pertenecer ella a una familia normal y corriente?, ¿sin dinero?; pues déjame decirte que el dinero no da la felicidad... a la vista está- siseó furioso.
-Lo sé Jake... pero yo no quería que os faltara de nada...- mi hermano la cortó enfadado.
-Tú misma no has mirado otra cosa que el dinero y el que dirán ajeno... no me vengas con cuentos... y si tu te enamoraste de nuestro... padre...- mi hermano hizo una mueca extraña al decirlo- ¿por qué no me apoyaste?; el tampoco tenía dinero ni posición- rezongó cabreado. Leah aguantaba las lágrimas, tratando de calmarlo.
Mi madre agachó la cabeza, quitándose las lágrimas.
-Lo sé Jake... tú y tu hermana nunca tuvisteis culpa de nada... y yo cansada, hastiada de este infierno, la pagué con vosotros- admitió con voz rota.
-Por eso, aunque él te pedía el divorcio... -até cabos de muchas cosas.
-Tu padre quería el divorcio... pero si nos divorciábamos, no se haría cargo de vosotros... mis padres me desheredaron y podríamos haber acabado los tres en la calle...- la corté.
-No digas más- le pedí.
Respiré profundamente, asimilando todo lo que mi madre nos estaba diciendo. Ella había sufrido y aguantado lo que no está en los escritos... pero eso no me valía; ¿por qué nos trató también así... sin cariño, ni amor...?.
-¿Por qué nos lo cuentas?, ¿por qué ahora?- pregunté con un hilo de voz.
-Ayer, al veros todos aquí... a ver a mis nietas... se me encogió el corazón; me he perdido muchas cosas-.
-Demasiadas- dijo mi hermano, con tono sarcástico.
-Cuándo te llamé por teléfono, dos días antes de que te casaras... quería decirte tantas cosas...- sonrió triste- le insistí a tu padre que me dejara ir a Santa Cruz, quería veros, aunque fuera de lejos... pero no me dejó- explicó.
-Nos dijo que nos volviéramos a pisar esta casa, que ya teníamos otra familia- recordó mi hermano.
-Sé que los padres de Edward son una gente encantadora... y que os han acogido a todos en la familia- dijo señalándonos a los cuatro -eso le reventó a tu padre, me lo confesó-.
-¿Y si papá se recupera?; ¿le explicarás qué lo sabemos?- interrogué.
-Si- afirmó -y me da igual lo que piense- añadió. Suspiró, meditando las palabras que iba a decir a continuación.
-Sé que no se puede olvidar y perdonar fácilmente, pero no quiero perderme ver crecer a mis nietos... y recuperar un poco la relación con vosotros; la casa, desde ayer, parece otra- nos dijo con pena en su voz.
-No, no se puede- dijo mi hermano, con un hilo de voz -¿cómo se llamaba?- interrogó.
-¿Quién?- preguntó mi madre, sorbiéndose las lágrimas.
-Nuestro... padre biológico- le aclaró.
-Cómo tu... Jacob- .
-Necesito salir fuera- dije levantándome.
Salí al jardín, observando a María con las niñas. Lloré amargamente, por todo lo que había escuchado en la cocina. El corazón me oprimía el pecho, después de esa confesión de mi madre. Ella también había sufrido... pero no podía olvidar todo el infierno que había vivido de la noche a la mañana.
-Bella- me llamó mi hermano.
Me di la vuelta, abrazándole fuertemente. Ambos lloramos de rabia, de enfado, de incomprensión...
-No llores más Bells... no te conviene en tu estado- me dijo una vez nos separamos. Asentí con la cabeza, mirándole fijamente.
-¿Crees que podremos?- le pregunté simplemente.
-No lo sé Bells... no se puede olvidar todo de la noche a la mañana- hizo una pausa -¿tú que piensas?-.
-Creo lo mismo, pero podemos retomar la relación poco a poco, y dejar que vea a las niñas- le propuse.
-Me parece bien, poco a poco- dijo él. Me dio una sonrisa de ánimo, acercándose a las niñas. Mailin gateaba y Megan la seguía, también gateando.
Me quedé observando a mi hija y a mi sobrina jugar por el jardín, felices y ajenas a todo, hasta que sentí los brazos de mi marido rodearme. Entrelacé nuestras manos, unidas en mi vientre.
-¿Estás bien preciosa?- asentí con un suspiro, apoyando mi cabeza en su pecho.
-Asimilando y entiendo muchas cosas, muchas actitudes y situaciones- confesé. Me dio un beso en el pelo.
-Es normal cariño... ¿qué vais a hacer tú y Jake?- me interrogó. Me di la vuelta, abrazándome a su pecho.
-Jake y yo no somos cómo ellos... cierto que no se puede olvidar y perdonar de un día para otro -tomé aire -pero me gustaría que viera a las niñas, e intentar tener una relación cordial- le expliqué.
-Es vuestra decisión; a Megan le gustará tener otra abuela- me dijo con una dulce sonrisa.
-¿Te parece bien?- le pregunté con cautela, mordiéndome el labio inferior.
-Bella... si no lo intentáis y le dais otra oportunidad, conociéndoos a Jake y ti, os lo vais a reprochar siempre; no ha sido fácil para tu madre, explicaros todo eso... y no la intento disculpar... pero ella también lo ha pasado mal- me explicó.
-Lo sé-.
-Y además, tú lo has dicho, no sois como ella... y sé que con el tiempo las cosas irán mejor- me animó con una bella sonrisa.
Me perdí en sus ojos, que me miraban fijamente, con un amor y cariño que cada día crecía más, y más, y más...
-Gracias por estar a mi lado y apoyarme- le agradecí.
-Lo prometimos hace casi tres meses... en lo bueno y en lo malo- me recordó, guiñándome un ojo.
-Te amo- confesé en voz baja.
-Y yo a ti cariño- me dio un pequeño beso, apretándome en sus brazos todo lo que mi enrome barriga le permitía. Reímos por la situación, y no nos dimos cuenta de que mi madre nos observaba, con Leah a su lado, con los brazos entrelazados.
-¿Todo bien?- Leah señaló mi tripa. Asentí riéndome. Leah me guiñó un ojo, parece que ella y mi madre habían estado hablando dentro ellas dos solas.
Megan se acercó corriendo hacia nosotros.
-Mami, mami, tío lobo nos va a llevar a los columpos- dijo emocionada.
-Entonces habrá que vestirse- le dijo Edward.
-Pero quero awa- se quejó. Edward la cogió y la puso a nuestra altura.
-¿Se la pides a la abuela Renee?- le dije, señalándole a mi madre. Ella frunció la frente, pero enseguida asintió. La bajamos y se fue como una flecha hacia ella.
-Abela Enee... teno sez- mi madre me miró emocionada. Asentí con una sonrisa, observando como mi madre la cogía en brazos y le daba un beso, camino de la cocina.
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estado de mi padre mejoró. Tal y como nos había dicho el doctor Terry, a los dos días le retiraron la sedación, y poco a poco despertó... las secuelas no se tardaron en ver. Su lado izquierdo estaba paralizado totalmente, y de forma permanente. Apenas podía hablar, pero nos entendía y reaccionaba a ciertos estímulos.
Jake y yo hablamos con mi madre, a mi padre le darían el alta dentro de poco, dos semanas a lo mucho, y había que decidir qué hacíamos. Ella no quiso internarlo en una residencia, era su decisión y había que respetarla; pero mi padre iba a necesitar muchos cuidados, y María y ella no podrían solas.
Aconsejados por Carlisle y Edward, decidimos contratar a una enfermera, para que ayudara a mi madre y a María. En su despacho del piso inferior instalamos una cama articulada y todo lo necesario para que el estuviera cómodo. Los primeros días en casa fueron complicados; Jake y yo nos acercamos a hablarle un par de veces, pero siempre terminaba volviendo su vista hacia otro lado. Tal y como predijimos, aunque no pudiera hablar, conocía de sobra su estado, y lo que le pasaba, se le notaba.
Mi madre estaba feliz, ejerciendo de abuela y recuperando el tiempo con las niñas. Megan era una chiquilla abierta y cariñosa, y enseguida las cogió cariño, a ella y a María. Mi madre prometió ponerles un tobogán y columpios en el jardín, y una piscina por si veníamos en verano. En la repisa de la chimenea, enmarcadas y grandes, ahora reposaban las fotos que mi madre me pidió. Las colocó con mimo y cuidado, y la de Jake y yo caminando al altar estaba en su tocador, en el dormitorio.
Nos despedimos de ella con un cariñoso abrazo, teníamos que volver a San Francisco y a nuestros trabajos. Prometimos mantener el contacto, para saber del estado de mi padre y que ella estuviera al tanto de nosotros y de las niñas... y de la próxima llegada del nuevo miembro de la familia.
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