Autora: Lady Cornamenta / Mrs Valensi
Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
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DULCE VENGANZA
(Bella's POV)
Él no había dicho aquello. Él no había dicho aquello. Él no podía haber dicho aquello.
Me quedé mirándolo a los ojos como una idiota, apreciando todos los matices de verde que estos presentaban.
Entonces, accedí. Asentí con cuidado, respondiendo a su pregunta.
Cerré los ojos, con mi corazón latiendo a una velocidad descomunal. Respiré profundamente y pude sentir como su dulce aliento se entremezclaba con el mío. Entonces, sus labios se posaron… sobre mi mejilla.
Abrí los ojos con desilusión, aún con la boca de Edward pegada a un lado de mi cara.
Entonces, me entraron ganas de reír con amargura, de llorar de la frustración.
¿Realmente pensaba yo que él quería besarme?
Tuve la necesidad de separarme bruscamente de su cuerpo.
—Esto… Edward… necesito ir al baño —comenté rápidamente, para luego escabullirme hacia allí.
Cerré la puerta, con más fuerza de la que hubiese deseado, y me apoyé contra la pared.
¿Cómo podía, a pesar de todo, seguir guardando esperanzas de algo tan idiota e imposible?
(Edward's POV)
Me alegraba el hecho de poder pensar rápido, incluso en situaciones tan particulares como aquélla. Después de analizar mis palabras, me di cuenta de que podían tener un significado totalmente común. Claro que nunca le pedía permiso a Bella para besarla en la mejilla, pero ese es un detalle del que ella no debía percatarse. Su constante falta de atención, por supuesto, era una ventaja.
Cuando se fue hacia el baño, dejé escapar todo el aire que había estado conteniendo, de forma violenta. Aún acostado en la cama, me pasé las manos por el rostro varias veces. Si seguía así, me volvería completamente loco.
Bella volvió, pocos minutos después, y ambos comimos en silencio, escuchando de fondo el programa que había quedado en la televisión. En lo que me pareció siglos, los dos acabamos con la cena y me ofrecí a dejar las bandejas en el fregadero. Con un asentimiento carente de palabras, Bella me pasó su bandeja. Nuevamente me refugié en la cocina, intentando aclarar mis ideas. Me mojé un poco el rostro y, después de pasar mis manos por él unas cuantas veces, volví a la habitación.
—Bella… ¿quieres ocupar tú la cama? —pregunté, cuando la vi mirando su teléfono móvil de forma distraída.
Alzó los ojos y pude ver un extraño brillo en ellos. De hecho, aquel brillo, para mí, resultaba bastante conocido.
—Era él… —balbuceó—. El muy idiota… pretende que coja el teléfono —murmuró, con voz llorosa.
De forma inusualmente torpe, me acerqué a ella y la abracé fuertemente. En aquel momento, comenzó a llorar con fuerza. Me quedé allí, junto a ella, hasta que pudo calmarse. Entonces, me separé de su cuerpo, con cuidado, y tiré de su mano. La obligué a meterse dentro de la cama y la arropé, mientras ella se secaba sus lágrimas con la mano torpemente.
Me acerqué un poco a su rostro y deposité un beso en su frente.
—Duerme, mi pequeña —pedí, en un susurro—. Olvida a ese idiota.
Desvió sus ojos de los míos y asintió suavemente.
La observé por unos segundos y después comencé a caminar para dirigirme a la sala. Improvisaría algo en el sillón, ya que quizás aquella noche ella preferiría estar sola y tranquila. Sin embargo, sentí su pequeña mano alrededor de mi brazo antes de que pudiera irme.
—No, quédate… —rogó suavemente.
Me volví para mirarla e, inevitablemente, una suave sonrisa se dibujó en mi rostro.
Rodeé la cama con cuidado, sin quitar mis ojos de ella ni por un segundo. Entonces, levanté las mantas y me acomodé a su lado, como siempre habíamos hecho durante toda nuestra vida. Me regaló una suave, pero tensa, sonrisa. Después, sus brazos se amoldaron a mi cintura y escondió su rostro en mi pecho. Sintiendo una agradable sensación de calidez, acaricié su cabeza, deposité un suave beso en su cabello y apagué la lámpara de la mesita de noche.
Con la lluvia y la respiración de Bella a mi lado como canción de cuna, caí rendido en un profundo sueño.
(Bella's POV)
Si había algo que odiaba, realmente, era sentirme impotente. Así era como me sentía con Mike, después de lo que había hecho. Necesitaba devolverle el favor, necesitaba hacer algo perverso, algo cruel, tan sólo para sacarme aquella horrible frustración de haber sido traicionada. Por otro lado, Edward no me ponía las cosas demasiado fáciles: sentir la calidez de su cuerpo, la suavidad de sus labios contra mi frente y su tenue respiración, teniendo en cuenta lo sensible que me encontraba, no me hacía ningún bien. Sin embargo, lo necesitaba allí, a mi lado, para soñar con todos aquellos imposibles entre nosotros.
Suspiré.
Debía de tener alguna vena masoquista o algo por el estilo.
Con un dedo, dibujé la sonrisa pacífica que se encontraba en el rostro dormido de mi acompañante. Pasé las yemas de mis dedos por su piel de porcelana, deteniéndome en aquellos puntos específicos que más me gustaban, como esos adorables hoyitos que se formaban en sus mejillas cuando sonreía. Pasé la mano, de forma despreocupada, por su quijada y él frunció suavemente la nariz. Segundos después, sus párpados se abrieron, revelando sus hermosos y adormilados ojos verdes.
Contuvo un bostezo y después me dedicó una sonrisa.
—Buenos días, pequeña —murmuró, con aquella mirada intensa y misteriosa que me resultaba nueva y diferente—. ¿Dormiste bien?
Asentí lentamente, sin poder despegar mis ojos de los suyos.
Fue bueno pasar toda una tarde con Edward. Después de todo, si bien la situación entre nosotros había estado algo… tensa después del beso, las cosas que habían sucedido con Mike habían creado una especie de tregua entre nosotros dos. Además, no podía negar que los brazos de Edward me hacían sentir totalmente reconfortada. Toda la frustración que sentía parecía desaparecer cada vez que él me abrazaba o me besaba en la frente.
Eran ya las ocho y media de la noche del domingo, cuando a Edward le pareció que sería bueno llevarme a casa, ya que al día siguiente debíamos asistir a clases y tenía unas cuantas cosas que preparar. Me sentía mejor que el viernes, aunque la frustración seguía allí, contenida dentro de mi pecho. Claro que Edward no tenía por qué saber aquello.
—Bueno, pequeña, nos vemos mañana, ¿de acuerdo? —dijo suavemente cuando nos encontrábamos en la puerta del edificio.
Asentí y besé tímidamente su mejilla.
—Gracias por todo —dije, a media voz y con una suave sonrisa—. Hasta mañana, Edward.
(Edward's POV)
Conduje por las calles con velocidad, intentando despejar un poco mi cabeza. Amaba pasar tiempo con Bella y había disfrutado el fin de semana; pero, en el estado de confusión en el que me encontraba, las cosas podían tornarse un poco estresantes de vez en cuando.
Pronto llegué a mi apartamento y me tomé mi tiempo para ordenar mis libros y trabajos de la universidad. Luego cené en la tranquilidad de mi hogar y me fui a la cama, bastante más temprano de lo normal. Por supuesto, di unas cuantas vueltas antes de que el sueño se apoderara de mí, con la fragancia de Bella aún impregnada en las sábanas.
La mañana siguiente me levanté más temprano de lo normal. Preparé el desayuno con tranquilidad y comencé a comer, mientras miraba las noticias matutinas en la televisión. Estaba observando un informe sobre el tráfico de cocaína, cuando mi móvil sonó. La lejana música provenía de mi habitación, por lo que tuve que correr hacia allí para alcanzarlo. Al ver que se trataba de un mensaje, lo abrí y no pude más que reír.
"He logrado que Bella quiera salir del apartamento. Te espera aquí. Sé amable. Por cierto, si no matas a la mosca, la mataré yo, porque el zumbido se me está haciendo insoportable. Te quiero, hermanito".
Me sentí tentado de enviarle algún mensaje, diciéndole que la venganza no era algo bueno, sobre todo para alguien como ella, que siempre se metía en graves problemas por sus maquiavélicos planes. Sin embargo, sabía que tenía poco tiempo para llegar a tiempo y, además, tratándose de Mike, podía hacer lo que le diera la gana.
Aún con una sonrisa dibujada en mi rostro, a causa del mensaje de Alice, tomé mis cosas de la universidad y las llaves, para después salir del apartamento. Me subí a mi vehículo, acomodando algunas cosas en el asiento trasero, de forma despreocupada. Encendí el vehículo y, después del característico rugido del motor, comencé a atravesar las calles de la ciudad, con prisa. Pocos fueron los minutos que tardé en llegar al apartamento donde convivían Alice, Angela y Bella. Alcé la mirada y, apenas la fijé en la entrada, divisé la figura femenina trotando hacia el auto.
—Buenos días —me saludó Bella. Sus suaves labios se posaron rápidamente en mi mejilla.
—Buenos días —respondí, dedicándole una sonrisa, mientras volvía a arrancar.
Nos quedamos en silencio durante todo el viaje. Cuando apenas habíamos recorrido unas pocas manzanas, sintonicé la emisora de radio favorita de Bella, gesto que me agradeció con una suave sonrisa. Minutos después llegamos a nuestro destino; aparqué en uno de los pocos lugares libres cerca del campus, mientras Bella tomaba mis cosas y las suyas. Empezamos a caminar por los amplios jardines de la universidad, aún en aquel cómodo silencio en el que ambos nos encontrábamos sumidos. Entonces, cuando estábamos a unos pocos pasos del edificio principal, Bella se quedó congelada en su lugar. La observé, extrañado, al notar que había dejado de caminar, para después seguir la dirección de su mirada. Entonces, mis ojos se encontraron con el idiota de Mike Newton, apoyado contra las grandes y antiguas paredes.
—Edward —balbuceó ella—, ¿podemos irnos?
Tomé aire varias veces, intentando controlarme. Sin embargo, cuando Bella estaba en medio, no tenía caso que lo intentara.
Me acerqué a ella y tomé, con cuidado, una de sus manos.
—Enseguida nos iremos —aseguré—, pero primero hay algo que debo hacer.
Caminé con determinación hacia Mike, quien pronto fijó sus ojos en mí. Sin apartar la mirada ni un segundo, acorté la distancia que nos separaba, quedando tan sólo a unos pocos pasos de él. Me miró con una ceja alzada, antes de hablar.
—Quiero hablar con ella, Cullen, no contigo —comentó, creyéndose alguien realmente inteligente. Gran error—. No sé si no te habías dado cuenta…
—Cierra el pico, Newton —pedí, con determinación—, y aléjate de ella.
Se carcajeó, con patética ironía.
Contrólate, Edward, contrólate.
—¿Crees que voy a hacerte caso?, ¿a ti? —preguntó, con burla—. Bella es mía, Cullen, mía.
De acuerdo, al demonio con el autocontrol.
Sintiéndome completamente ajeno a mis movimientos, en unos pocos segundos, sentí como mi mano, cerrada en un puño, volaba hasta su rostro. Lo vi tambalearse hacia atrás, mientras llevaba los dedos a su nariz, la cual sangraba levemente. Me miró, con el horror pintado en su rostro.
—Yo que tú, lo haría —respondí, dándome media vuelta. Lo observé por encima de mi hombro—. Y no hables nunca más de ella como si fuera un objeto, ¿de acuerdo?
Con las miradas de los curiosos sobre la escena, caminé nuevamente hacia donde se encontraba Bella. Mirándome con los ojos como platos, ni siquiera se inmutó cuando pasé mi brazo por su cintura. Acerqué un poco mi rostro a ella, hasta que reaccionó. Me miró, frunciendo el ceño.
—Mejor vamos —sugerí.
Temía su reacción, ya que no parecía decidida a moverse. Aún podía ver la sorpresa en cada parte de su rostro, así como también la confusión. Entonces, cuando pensé que me iba a gritarme, que iba a decirme que estaba loco o algo parecido, una tenue sonrisa se extendió por sus labios.
—Estoy de acuerdo. Y gracias.
Sorprendido, sonreí, mientras empezábamos a caminar.
Tenía que darle las gracias a Alice por aquel mensaje.
Después de todo, la venganza resultaba bastante agradable.
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