jueves, 15 de diciembre de 2011

CP - CAP 1.Mejores Amigos


Autora: Lady Cornamenta / Mrs Valensi


Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)

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MEJORES AMIGOS

(Bella’s POV)

Trabajaba en un café del centro de la ciudad como cajera. Nada grande, a decir verdad; pero me servía para pagar mis gastos básicos y algún que otro lujo que me gustaba darme de vez en cuando. Alice decía que debía abandonar aquel trabajo cuando antes, pero, honestamente, no estaba en condiciones de rechazar un puesto estable como el que tenía. En un principio, había comenzado como camarera; pero la señora Brown, dueña del local, se había dado cuenta de que el equilibrio y yo no hacíamos una buena pareja, sobretodo cuando un cliente casi se había muerto por el impacto de todo el contenido de mi bandeja en su cabeza. Aquello había sido una buena razón para enviarme a trabajar detrás de la caja registradora.

—Son dieciocho dólares —dije, de forma desganada, al muchacho que esperaba su cuenta.
El joven me pagó y se fue a esperar su pedido.

Apoyé mis codos contra la barra, hundiendo la cabeza entre mis manos, con cansancio. No eran ni las cinco y media de la tarde del viernes y lo único que quería hacer era dormir, dormir y dormir. La semana tenía la capacidad de dejarme sin ganas de nada. Suspiré por enésima vez en diez minutos, cuando una brillante y familiar cabellera negra me llamó la atención entre la multitud. Efectivamente, segundos después, una alegre Alice apareció frente a mí.

—¿Cuánto falta para que acabe tu turno? —preguntó animadamente.

—Unos… —miré mi reloj— veinte minutos.

—Realmente no sé por qué sigues con este trabajo —musitó, jugando distraídamente con un sorbete.

Le dirigí una mirada reprobatoria.

—De acuerdo, de acuerdo, te espero en alguna mesa, entonces —replicó con resignación—. ¡Debemos hacer un largo paseo! —agregó luego, cambiando su mueca por una enorme sonrisa.

La miré con desconfianza.

—¿A qué te refieres exactamente con paseo? —pregunté.

—Ya lo verás —aseguró alegremente, mientas se abría paso entre la gente para ocupar una mesa.

Oh, oh. Aquello no podía significar nada bueno.

Cuando por fin acabé mi turno, me acerqué a la mesa de Alice, quien se encontraba hablando por teléfono móvil. Cuando llegué, se despidió, cortó la comunicación y se puso de pie con entusiasmo. Después de dejar el dinero sobre la mesa, me tomó de la mano y me arrastró fuera del local. No comprendí qué era lo que quería hasta que me vi dentro deArmani, un costoso local de ropa en el que Alice trabajaba como dependienta. Mi amiga me sonrió inocentemente mientras yo intentaba huir.

—¿Qué planeas, Cullen? —pregunté, mirándola acusadoramente.

—Saldremos hoy por la noche para asistir a la inauguración de un nuevo bar—me comentó, muy tranquila—, y, obviamente, necesitas algo que ponerte.

Le sonreí fingidamente.

—Alice, sólo quiero llegar a casa y dormir —repliqué—. Dor-mir.

Ella rió de forma melodiosa.

—Míralo así —expuso—. Cuanto más rápido terminemos aquí, más tiempo tendrás para dormir la siesta. Saldremos tarde.

Suspiré y me dejé arrastrar a la zona de los probadores por mi maquiavélica amiga.

Después de unos cuantos minutos dando vueltas y llevando prendas de aquí para allá, logré convencer a Alice de que un pantalón oscuro, algo ajustado, y una camisa roja, bastante más pegada al cuerpo de lo que me gustaban a mí, eran suficientes. Después de un breve intercambio de opiniones, mi amiga aceptó. Ella ya tenía sus bolsas cuando yo estaba saliendo del probador. Después de pagar mis prendas, las dos salimos del local y buscamos un taxi. Pronto llegamos a nuestro apartamento, con el sol ya poniéndose por el horizonte. Cuando llegamos a nuestro piso, Angela ya se encontraba allí. Estaba sentada en la mesa, escribiendo en su ordenador.

—¿Sesión de tortura? —preguntó nuestra amiga, señalando las bolsas.

Asentí, mientras Alice rodaba los ojos.

Dejé mis bolsas apoyadas contra un mueble y, sin molestarme siquiera en cambiarme, me dejé caer sobre el amplio sofá color crema. Escuché la risa de mis amigas mientras murmuraba:

—Estoy muerta.

—Puedes morir en paz —me aseguró Alice, divertida—. Te despertaré dentro de unas horas.
Se lo agradecí con una sonrisa de satisfacción, antes de hundir mi cabeza entre los almohadones.

No supe exactamente cuánto tiempo pasé ahí. Sentí que estaba de vuelta en el mundo real cuando escuché un agradable sonido en mi oído, el cual me incitó a sonreír. Giré y suspiré con tranquilidad, removiéndome. Sentí una mano sobre mi hombro y el susurro de mi nombre. Abrí los ojos con cuidado, para encontrarme con dos hermosos trozos de esmeralda. Edward me sonrió de forma dulce, mientras pasaba una mano por mi cabello.

—Bella durmiente, es hora de despertar —susurró de forma suave.

Agradecí que fuera él quien me despertara y no Alice, ya que mi amiga tenía la costumbre de sacarme del mundo de los sueños de formas poco agradables. La voz de terciopelo de Edward era perfecta para despertar de una buena siesta.

Me incorporé con cuidado en el sillón, frotándome los ojos, ante la divertida mirada de mi acompañante, quien se encontraba arrodillado a mi lado. Con cuidado, se puso de pie y se sentó en el sofá, pasando una mano por mis hombros y atrayéndome un poco hacia su pecho.
—Alice me dijo que te necesita allí dentro —comentó, con un susurro confidente, señalando la puerta de mi cuarto, que se encontraba cerrada—. Si tienes algún problema, sólo grita —bromeó.

Le regalé una sonrisa mientras me ponía de pie. Sólo en aquel momento me percaté de que ya parecía estar listo para salir. Vestía unos jeans sueltos y oscuros, contrastando con una camisa blanca. Sabía que, igualmente, cualquier cosa que se pusiera le quedaría dolorosamente bien.

Sacudiendo mi cabeza, me alejé hacia mi cuarto. Cuando entré, me encontré con Alice enfundada dentro de un bonito vestido rosado por arriba de las rodillas. Caminando con naturalidad sobre aquellos zapatos de tacón que yo no podría usar en mi dia, me empujó dentro del baño, pasándome una toalla y ropa interior.

—¿Crees que podré bañarme sola? ¿O vendrás también a lavarme el cabello? —ironicé, cuando cerró la puerta en mis narices.

Vamos, Bella, no te pongas difícil —me pidió des del otro lado de la puerta—.Dúchate y sal cuanto antes, que no tenemos mucho tiempo.

Suspiré y giré el grifo de la ducha. Metí la mano debajo de las gotas de agua para cerciorarme de que la temperatura fuera la ideal. Cuando se encontraba bien caliente, como a mí me gustaba, comencé a quitarme la ropa con tranquilidad, ignorando la petición de Alice. Después de todo, necesitaba relajarme un poco y despertar mis músculos agarrotados. Nada mejor que una lenta ducha con agua caliente.

Estaba metiéndome debajo del agua, cuando escuché que mi amiga hablaba desde la habitación. Parecía realmente alterada.

¡Por dios, Bella! ¡No tengo laca! —chilló—. ¡Debo salir a comprar! ¡Enseguida regreso! —añadió.

Lo próximo que escuché fue un fuerte portazo.

Solté una suave risa, mientras rebuscaba el jabón con una de mis manos. Mejor, tendría más tiempo para mi baño.

Pronto mis músculos se sintieron un poco menos doloridos. Cuando pensé que ya había estado suficiente tiempo bajo la ducha, me envolví en una toalla y comencé a secarme rápidamente. Me puse la ropa interior oscura, que Alice debía de haber sacado de alguno de mis cajones, y volví a envolverme con la toalla. Salí del baño y entré en mi habitación, chocando con unos ojos del color de las esmeraldas en el camino. Mi temperatura corporal aumentó de forma considerable, respondiendo estúpidamente a su presencia en mis condiciones. A pesar de que sucedía a menudo, nunca me terminaba de acostumbrar a aquello.

Tú no le interesas, Bella. No lo atraes.

Con el desalentador pensamiento que siempre trataba de tener en mente, comencé a rebuscar los pantalones que había comprado con Alice. No tardé demasiado en cambiarme mientras Edward, dándome cierto espacio, se encontraba de espaldas a mí, observando las fotografías pegadas en la pared. Allí había algunas con mis padres, con mis amigos de la secundaria, con el grupo de la universidad y de cuando era muy pequeña.

—Te veías adorable con ese vestido azul —comentó Edward, señalando una fotografía de mi sexto cumpleaños.

—Oh, el azul me favorece —repliqué con falsa pomposidad, mientras acababa de abrocharme la camisa que Alice me había comprado. Me acerqué hasta donde estaba Edward y, por detrás, me apoyé sobre sus hombros, dejando mi cabeza a la par de la suya—. Además, era joven.

Mi amigo rió suavemente.

—Oh, sí, ya puedo verte algunas arrugas —bromeó, volviéndose para tomarme de la mano—. Ven, vamos a mostrarle a Alice lo bonita que has quedado.

Acostumbrada a aquel tipo de comentarios, que ya no me generaban ningún tipo de vana ilusión, comencé a andar detrás de Edward. Ambos nos acomodamos en el sofá, hasta que Alice llegó con su compra y me arrastró dentro de la habitación otra vez.

Cuando acabó de hacerme un extraño peinado con el que no me sentía para nada cómoda, ambas salimos de la habitación. Edward, que pasaba los canales de forma aburrida, nos dirigió una mirada y luego, sonriente, se puso de pie. La pequeña Cullen nos aseguró que nos encontraríamos con Angela, Ben, Jasper, Jessica y Mike en el bar mientras abandonábamos el apartamento. Consideré seriamente atrincherarme dentro de él y no salir hasta el lunes, pero el empujoncito que me dio Edward para que entrara en el ascensor acabó con todas mis posibilidades.

Viajamos en el Volvo plateado, transitando las ajetreadas calles de Washington. Pronto llegamos a la zona más céntrica, donde todos los locales se encontraban en plena actividad, a pesar de estar cerca de medianoche. Aparcamos en uno de los pocos lugares libres que quedaban en la calle que Alice nos había indicado, nos bajamos del coche y comenzamos a mezclarnos entre la multitud. No me extrañó en absoluto que el local que mi amiga había elegido fuera el mas llamativo y escandaloso de la zona.

Entramos al lugar y la excitación podía sentirse en cada rincón, entremezclada con el humo y las luces de diversos colores. Inconscientemente, tomé la mano de Edward, quien iba detrás de Alice, para no perderme entre la animada multitud. Con la fuerte música retumbando en mis oídos y los gritos de la gente que parecía tener bastante alcohol en la sangre, comencé a subir unas escaleras, guiada por la mano de mi compañero. Cuando llegamos arriba, los rostros de nuestro grupo se hicieron presentes. Se encontraban sentados en unos pequeños sofás individuales, alrededor de una mesa pequeña.

Mike se acercó a mí y me tomó por la cintura, obligándome a soltar la mano de Edward. Me besó de forma descuidada, mientras un trago rojo bailoteaba en una de sus manos.

—¿Quieres, mi amor? —preguntó, ofreciéndome su bebida, con un tono de voz que parecía no pertenecerle.

Negué suavemente, haciendo una mueca de disgusto cuando su aliento a alcohol me golpeó de cerca.

Después de una buena ronda de tragos y alguna que otra charla, todos fueron a bailar al centro de la pista ubicada en el piso inferior. Después de que Alice intentara por todos los medios convencerme, fui con ellos. Sin embargo, cuando ni siquiera había pasado media hora, me escabullí entre la gente para volver a subir las escaleras. Yendo con cuidado para no matarme en el proceso, llegué al final de las mismas y volví a acomodarme en la mesa. Me estiré hacia delante para alcanzar la bebida que Mike había estado tomando y le dí un profundo trago. Me encogí de hombros, de forma inconsciente, al darme cuenta de que sabía bastante bien.

Cuando lo acabé, dejé el vaso sobre la mesa y me acomodé en el pequeño sillón, intentando hacer oídos sordos a la repetitiva música que sonaba de fondo y que estaba comenzando a taladrarme la cabeza. Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, deseando desaparecer, aún cuando sabía que era algo totalmente imposible.

Sin embargo, como siempre solía suceder, cuando abrí los ojos y alcé la cabeza, misuperman personal llegó, luciendo una conciliadora sonrisa torcida.

—¿Crees que podrás soportar diez minutos más mientras busco a Jasper y le digo que nos vamos a casa? —preguntó Edward, con un gesto comprensivo en su rostro.

Le sonreí, llena de agradecimiento.

—Por supuesto —aseguré—. Te espero.

—¿Quieres que avise a Newton? —preguntó suavemente, cerca de mí.

Negué con la cabeza, mientras ponía los ojos en blanco.

—No te molestes —repliqué—. La última vez que lo vi abajo, estaba abriéndose paso hacia la barra, totalmente emocionado, comentando algo sobre un happy hour.

Mi acompañante rió de forma melodiosa, antes de bajar.

Edward tardó menos de diez minutos en volver a mi lado. Ayudándome a atravesar la multitud sin perder ninguna parte de mí por el camino, mi amigo consiguió alcanzar la entrada del local, en la cual aún se encontraban grupos de gente ansiando entrar. Caminamos un poco hasta alcanzar el Volvo y Edward me abrió la puerta para que entrara en el lado del copiloto. Después de que se lo agradeciera con una sonrisa, dio la vuelta y se acomodó en su lugar.

El viaje de regreso fue más rápido que el de ida, quizás porque ya eran más de las dos de la mañana. Edward aparcó el auto enfrente del edificio donde yo vivía y me siguió cuando comencé a andar hacia el mismo. Entramos y tomamos el ascensor, procurando hacer el menor ruido posible. Después de todo, no sólo vivían adolescentes en aquel lugar, sino que también había alguna que otra familia.

Entramos en la sala y, después de sacarme los zapatos, solté un suspiro de satisfacción que hizo reír a Edward. Colgué mi cartera del perchero y saqué mi teléfono móvil. Después de cerciorarme de que no había ningún mensaje o llamada perdida, lo arrojé de forma despreocupada sobre la pequeña mesita. Vi a Edward caminar lentamente y acomodarse en el sofá. Imitándolo, me desplomé yo también y me incliné sobre su lado. Él pasó su mano por mis hombros, mientras yo estiraba mis piernas sobre el mueble y me acomodaba sobre su pecho. Aquellos fueron los últimos recuerdos que quedaron en mi mente antes de caer en un profundo sueño.

(Edward’s POV)

Molesto. Era un ruido molesto.

Intenté abrir los ojos, pero la claridad que se filtraba por la ventana me dificultó el proceso. Aún sin ver con nitidez, con los párpados entrecerrados, comencé a tantear la mesa ubicada frente al sofá, con cuidado de no despertar a Bella. Alcancé el pequeño aparatito que generaba aquel insoportable sonido y lo miré. Primero se me presentó de una forma borrosa, pero después me di cuenta de que era el teléfono móvil de Bella. Adivinando qué era lo que estaba tocando, cogí la llamada y me llevé el pequeño aparato a la oreja.

—¿Sí? —pregunté con voz adormilada. Me aclaré la garganta—. ¿Quién habla?

¿Cullen? —inquirió una inconfundible voz des del otro lado, aunque quizás algo distorsionada por el alcohol—. ¿Qué haces tú con el móvil de mi novia?

Rodé los ojos. ¿Ahora se las daba de novio celoso?

El pobre tonto pensaba que yo podía robarle a Bella.

Ja. Seguro.

—Estaba sobre la mesa, Newton, y tomé la llamada —expliqué, como si hablara con un niño pequeño—. Bella está durmiendo.

Pásame con ella —pidió, pronunciando las palabras con dificultad—. Necesito hablar con ella.

—A ver, Newton, ¿tú no entiendes el significado de está durmiendo? —inquirí, dejando escapar un involuntario suspiro de fastidio.

¡Quiero hablar con ella! —protestó, cual niño pequeño.

Suspiré con cansancio. Mike Newton y el alcohol eran una combinación totalmente desagradable y fastidiosa.

—Cuando se despierte le diré que te llame —pronuncié rápidamente, en un tono casi profesional—. Hasta luego, Newton.

Y, sin más, corté la comunicación.

El pequeño reloj del teléfono marcaba las siete y media de la mañana y supuse que recién acababa de terminar todo el ajetreo en la discoteca. Antes de que Mike tuviera la oportunidad de llamar otra vez, apagué el teléfono y volví a dejarlo, con cuidado, en la mesita. Realmente no me importaba si se arrancaba todos los pelos de la cabeza intentado comunicarse.

Bella se removió incómoda en sueños, mientras murmuraba algo acerca de Mike y lo mal que le pegaba el alcohol. Creí que estaba despierta, mas me llevé una sorpresa al verla voltear, aún con los ojos cerrados, y acomodarse del otro lado. Sonreí ante el pensamiento de que hasta su inconsciente sacaba las mismas conjeturas que yo. Con cuidado, acaricié el cabello de aquella muchacha a la que podía declarar mi mejor amiga. Tratando de no despertarla, rocé suavemente mis labios contra su frente.

—Hasta mañana, mi Bella.

Una sonrisa surcó su rostro mientras se acurrucaba a mi lado.

Entonces, pude volver a dormir sin problemas.

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