Autora: Sarah Crish Cullen
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Meyer.
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CURANDO UN CORAZON
Capítulo 15. Enterrando Miedos
EDWARD PVO
Papá... esa simple palabra, dicha de forma inocente por mi niña , hizo que un cúmulo de sensaciones se atoraran en mi garganta. La emoción que sentí fue tal, que parece que huí despavorido de casa de Bella, pero no es así en absoluto.
Un sentimiento que nunca había tenido apareció en mi interior... amaba a esa pequeña, y ahora tenía más claro que nunca que quería ser su padre.
Y la más importante de todas, amaba a su madre, con todo mi corazón. Amaba a Bella no sólo por haberme dado la oportunidad de ser padre con Megan... sino que la amaba por cómo es ella.
Adoraba sus manías, sus dulces despertares, sus pucheros de pena para conseguir algo, muy al estilo Alice, su mal genio Swan, cómo decía Jake...
La amaba porque ella me había enseñado, poco a poco y con una paciencia infinita, a enterrar los fantasmas del pasado, a recordar a Sophie sin hacerme daño, me había enseñado que hay que vivir en el presente, sin pensar lo que puede venir en el futuro... ella, que tan mal lo había pasado en su niñez y adolescencia en su hogar, era la persona más valiente y optimista que había conocido.
La soledad que había sentido esas semanas, estando separados, fue horrible y angustiosa. Cada cosa que hacía u observaba me recordaba a ella, y cada vez que eso sucedía, un dolor se adueñaba de mi pecho, dejándome intranquilo y nervioso.
Era un dolor distinto a todo lo que había sentido hasta el momento... y era por tener que separarme de mi amor, y tener que verla casi todos los días y no poder abrazarla, no poder tener nuestras conversaciones y puntos de vista, no discutir qué hacer para cenar o ver quién bañaba a Megan...
Y pensar que una simple palabra, como era papá, había bastado para que reaccionase... qué tonto he sido... ¿por qué no se lo he dicho antes... si la amo con locura?.
Pero no era tiempo de lamentaciones, ahora era tiempo de "deshacerme" del pasado y recuperar a las que, esperaba, fueran mi mujer y mi hija en un futuro no muy lejano.
A la mañana siguiente, llamé al hospital, para pedir un día por asuntos propios. No pedía muchos permisos de ese tipo, así que me lo concedieron sin problemas. Le mandé un mensaje a Bella, diciéndole que me había surgido un asunto que resolver y que la vería al día siguiente en el hospital.
Me vestí y cogí el coche. Paré a las puertas de ese lugar que no había pisado desde aquel día. Compré un pequeño ramo de margaritas blancas, sus flores preferidas, y lentamente me acerqué al lugar dónde ella descansaba. Suspiré pesadamente, mientras dejaba las flores apoyadas en la lápida de mármol blanco.
-Hola Sophie... te resultará raro verme aquí después de más de dos años... pero creo que te lo debía- murmuré en voz baja.
-Te preguntarás qué hago aquí... -sonreí a medias -es mi particular manera de decirte adiós... no quiero que pienses que te voy a olvidar, porque no es así en absoluto... pero creo que ha llegado el momento de pasar página -hice una pausa, para proseguir -se llama Bella, y estoy enamorado de ella; sabes que te quise más que a mi vida... y que te querré siempre... pero no puedo vivir sumido en los recuerdos- dije, mirando hacia el horizonte.
-Estoy seguro de que Bella te hubiera encantado, lo curioso es que no os parecéis en absoluto -sacudí mi cabeza, negando con una sonrisa -tiene una niña, acaba de cumplir un añito... se llama Megan, y es preciosa; y si Bella me acepta, la voy a adoptar y darle mi apellido- afirmé con decisión.
-No me parece bien comparar, no sería justo; nunca dudé del amor que nos teníamos, cómo ahora tampoco dudo de lo que siento por Bella... simplemente las circunstancias de la vida lo han hecho así... ella es ahora mi vida, y mi futuro-.
Hice una pequeña pausa; no me había dado cuenta de que llovía ligeramente, apenas unas insignificantes gotas.
-Siempre estarás en mi corazón Sophie... nunca te olvidaré- con esas palabras, mirando al cielo, me di la vuelta, dejando en aquel lugar una parte de mis recuerdos y de mi vida anterior.
Una vez me monté en el coche, me sentía en paz y tranquilo conmigo mismo. Suspirando, tomé el camino de vuelta a casa. Miré el reloj, se me había pasado casi toda la mañana. Al llegar de nuevo a mi apartamento, llamé a la persona que necesitaba ver a continuación.
A eso de las cuatro de la tarde, el timbre sonó. Presuroso fui a abrir.
-Hola Edward, me alegro de volver a verte- me saludó con un abrazo.
-Hola Tanya... estás igual que siempre- le dije con educación.
-Jjajaja... no sé qué decirte, el trabajo y los niños absorben parte de mis energías- dijo mientras se quitaba la chaqueta y yo la invitaba a pasar al salón.
Una vez serví los cafés, comenzamos a hablar.
-¿Cómo te ha ido en este tiempo?- me preguntó con cautela, mientras daba vueltas al café con la cucharilla.
-Bueno... he pasado mis momentos... verás Tanya, he conocido a alguien- le dije sin rodeos. Ella me escuchaba atentamente, mientras le contaba la historia de Bella. Ella asentía y no me interrumpía. Al acabar, se tomó unos minutos para hablar.
-Me alegro por ti Edward, mucho... y si quieres que te diga la verdad, ya era hora- apuntó con una sonrisa, para después proseguir -¿me has llamado por eso?-.
-Bueno... eres el único familiar de Sophie que vive por aquí cerca... verás... tengo algunas cosas de ella, y quisiera que se las hicieras llegar a su madre- le expliqué. Ella asintió.
-Hace mucho que no tengo noticias de la tía Martha, se que se mudó a New Jersey unos meses después del accidente; ya sabes que mi madre y ella, aunque son hermanas, no se han llevado especialmente bien- me recordó.
Asentí despacio, mientras me levantaba para servirme otra taza de café.
-¿Y Laurent y los niños, están bien?- le pregunté.
-Bien, Laurent trabajando mucho... tiene entre manos una buena oferta de trabajo, estamos sopesando el mudarnos a Los Ángeles- me contó.
-¿Y tú trabajo?- pregunté extrañado.
-Lo hemos estado hablando, y la oferta que le ha hecho ese bufete de abogados es muy buena, tanto laboral como económica... y yo podría dedicarme unos años a los niños, sabes que aún son pequeños- me contaba.
Estuvimos hablando un rato más, hasta que ella se levantó.
-Bien, debo irme... los niños salen en una hora de natación- me explicó mientras se ponía la chaqueta.
-Te ayudaré a bajar las cajas- le dije. Una vez bajamos las dos cajas con los enseres de Sophie y las cargamos en su coche, se volvió para despedirse de mi.
-¿Estás seguro de qué no quieres quedarte con nada de ésto?- me preguntó por última vez.
-No- suspiré -es mejor así... gracias por venir, me ha gustado volver a verte; dale recuerdos a Laurent y a los niños- le dije mientras la abrazaba.
-Y tú dáselos a tus padres y a Emmet; haces muy bien Edward, créeme, por muy prima que fuese de Sophie, me alegra que rehagas tu vida, eres muy joven y debes vivir- me recordó por enésima vez esa tarde.
-Gracias por todo Tanya... espero que os vaya muy bien- le deseé de corazón.
-Cuídate Edward- me dio un beso en la mejilla y se montó en el coche, para desaparecer calle abajo.
Me quedé en el portal, con los brazos cruzados, sabía que hacía lo correcto... con una sonrisa, entré a mi apartamento, dispuesto a seguir con el plan trazado.
A pesar de que estuve toda la noche dándole vueltas al asunto, me quedé completamente dormida... y lo primero que hice a la mañana siguiente, nada más llegar al hospital y cambiarme, fue dirigirme al laboratorio. Sandy, una de las chicas que trabajaba allí, era bastante simpática y amable, además me debía un favor. Tuve suerte, ya que estaba de turno de mañana. Le pregunté si podía hacerme unos análisis, incluyendo hormonas de embarazo; ella abrió mucho los ojos, pero asintió.
Por los cálculos que me salían, debía estar de casi unas seis semanas. Me sacó tres tubitos, y me dijo que me pondría un mensaje al busca hacia la última hora de la mañana.
Le di las gracias, y me dirigí a mi servicio, para poder desayunar, ya que había venido en ayunas para los análisis.
Me extrañó mucho el mensaje de Edward de que se tomaba el día libre... pero por una parte lo agradecía, así no le daba explicaciones del por qué de los análisis.
Desayuné y me preparé para el by-pass que tenía con Emmet. No podía entender cómo este hombre, tan bromista y vacilón, podía ser uno de los más importante cardiólogos de la Costa Oeste, era increíble. Una vez terminamos, le pregunté por Edward, a ver si sabía el porque no había venido al trabajo. Se encogió de hombros, diciendo que no sabía nada.
El resto de la mañana la pasé tranquila en reanimación, haciendo las rondas y poniéndome al día con los informes. Mandy estaba operando, y Alice y Rose estaban de tarde esa semana, así que estaba con Ángela, que aunque era muy amable y simpática, cómo casi nunca coincidíamos, apenas sabía de ella.
A la una y media del mediodía, mi busca sonó; lo cogí y era Sandy. Me encaminé con paso apresurado al laboratorio... el corazón me latía deprisa. Allí estaba Sandy, esperándome en la puerta.
-¿Y bien?- pregunté ansiosa.
-Enhorabuena mamá- me felicitó dándome los resultados. Mis ojos se ensancharon, leyendo los informes.
-Tienes una beta de 160... eso significa que estás de unas seis semanas, día arriba día abajo- me explicó lentamente.
Negué con la cabeza.
-Pero... ¿cómo es posible?, ¿me ha fallado la píldora?- pregunté para mi misma, asombrada. Sandy me miró extrañada... pero enseguida dio en el clavo.
-¿Has tomado alguna medicación que contrarresta los efectos?; no sé...ansiolíticos, antibióticos...- empezó a preguntar, y caí.
-La amigdalitis... los antibióticos, claro- ahora sí que me cuadraba... aunque en unos pocos días estuve bien, tuve que terminarme las dosis.
-Pues ahí lo tienes... y pasa más de lo que crees, créeme... a mi hermana le pasó lo mismo- me explicó.
Asentí... ni Edward y yo caímos en la cuenta... ¿qué iba a hacer ahora?.
-¿Edward lo sabe?- me preguntó Sandy. Negué con la cabeza.
-No... no digas nada, por favor- le pedí, primero debía hablar con él.
-No te preocupes Bella- me aseguró de que no saldría nada de sus labios. Me despedí de ella y me dirigí del nuevo a mi servicio. Por suerte, ya casi era la hora de salir, y me apresuré a cambiarme y marcharme a casa.
Una vez llegué allí, me despedí de Leah, que se iba a trabajar, y me senté en el sofá, completamente alucinada y sorprendida.
Estaba embarazada... un hijo, mío y de Edward... tenía un cúmulo de sensaciones; por una parte estaba feliz... pero por otro lado... tenía miedo, miedo de la reacción de Edward, cómo se lo tomaría; encima justo ahora, que estábamos separados.
Lloré de rabia, de alegría, de impotencia... pero una cosa tenía clara, tenía que decírselo a Edward. Decidí darle una sorpresa, e ir a su apartamento. Esperé a que Megan se despertara, y después de prepararla, salimos hacia allí. Fuimos dando un agradable paseo, sólo había estado un par de veces, ya que por Megan, siempre dormíamos en mi casa. Al llegar a la esquina mis ojos se ensancharon por la imagen que vi. Edward estaba metiendo unas cajas en un coche, seguido de una chica muy guapa. Le vi cerrar el maletero, y abrazarla. Después se montó en el coche, y ella se fue.
¿Quién era ella?... ¿Edward se estaba mudando?...Ayer me dijo que me echaba de menos, y hoy el asunto pendiente que le había impedido ir a trabajar era ese... una ola de tristeza se apoderó de mi, y empecé a llorar a mares... y la rabia que sentí fue tal, que me encaminé con paso firme hacia su casa, dispuesta a decirle cuatro verdades.
Mis nervios estaban que iban a explotar, mis dedos repiqueteaban nerviosamente en el asa de la sillita de la niña. Nada más bajar del ascensor, aporreé el timbre. No tardó mucho en abrirme.
-Bella- me dijo nada más abrir la puerta -qué sorpresa, pasa por favor- me dijo apartándose.
Será cretino, encima estaba tan tranquilo.
Se agachó para sacar a Megan del carro y cogerla en brazos.
-Hola mi niña- le dijo mientras la besaba. Ella reía suavemente, mientras que le rodeaba el cuello con sus bracitos. Se adelantó para darme un beso en la mejilla, pero le aparté la cara.
-¿Podemos hablar?- le pregunté fríamente. Me miró extrañado por mi reacción, pero me indicó que pasara a la sala. Una vez allí, le hice la pregunta sin rodeos.
-¿Así que te mudas?- interrogué desafiante. El me miró sorprendido, mientras ponía a Megan en el suelo.
-¿Cómo lo has sabido?- me preguntó extrañado.
-Te he visto abajo... con ella... metiendo las cajas en su coche- susurré desviando la mirada, enfocando mi vista en la ventana.
El pareció meditar unos instantes, hasta que se empezó a reír.
-De modo que es eso... Bella cariño, ¿no crees que antes de imaginarte cosas debes preguntar?- me dijo divertido, acercándose a mi.
-No me toques- le contesté desafiante. El se apartó un poco, sorprendido por las contestaciones que le estaba dando.
-Bella... no es lo que te imaginas- se explicó.
-Lo que no entiendo, es que ayer te plantes en mi casa, diciendo lo mucho que me extrañas, me beses... y hoy me encuentro con esto- le dije sin poder contener las lágrimas. El me miraba con los brazos cruzados, muy seriamente.
-¿Has terminado?- me preguntó. Asentí ,mientras hice el amago de ir a por Megan, para ponerla en la sillita. Quería irme de allí cuánto antes, pero me cogió del brazo.
-Suéltame- le ordené, pero no lo hizo.
-No hasta que me escuches... por favor- suplicó desesperado. Suspiré y asentí.
-Esa chica que viste abajo es Tanya... -le interrumpí bruscamente.
-No me interesa saber su nombre-. El negó con la cabeza, mientras proseguía.
-Es una prima de Sophie... le llamé para ver si podía venir a buscar unas cosas de ella, para que se las diera a su madre- me empezó a explicar.
Mi mente procesaba lo que me estaba contando... no entendía nada. Al ver mi titubeo, me preguntó.
-¿Te importaría sentarte, por favor?- me invitó, señalando el sofá. Asentí, mientras el se acomodaba a mi lado.
-¿Por qué no has ido a trabajar?- le pregunté extrañada.
Tomó aire, para empezar a explicarse.
-Verás... creo que primero de todo, te debo una disculpa... por haber huido ayer de tu casa- dijo con una sonrisa; le miré sin entender nada.
-Cuándo Megan me llamó papá, cierto que me quedé sorprendido... pero me sirvió para darme cuenta de algo- me explicó.
-¿De qué?- pregunté suavemente.
-De que no puedo estar un sólo segundo más alejado de vosotras... alejado de ti. Hoy he ido al cementerio a ver a Sophie... a despedirme de ella... necesitaba hacerlo, para poder cerrar ese capítulo de mi vida- me explicaba con una mirada de melancolía.
-Edward...- no quería que sufriera así, pero no me dejó terminar.
-Después llamé a Tanya... ella es la prima de Sophie, y le pedí que viniera para llevarse las pocas cosas que todavía tenía de ella; ella está casada, y tiene dos hijos- me explicó con una pequeña sonrisa.
Estaba sopesando toda la información que me había dado, pero había algo que no entendía.
-¿Entonces por qué te mudas?- pregunté extrañada, no me cuadraba nada.
El tomó aire, se levantó y se arrodilló enfrente de mío... no... no podía ser, empecé a hiperventilar. Cogiendo mi mano, me habló con una mirada llena de ternura y amor.
-Bella... voy a vender este apartamento; iba a empezar a buscar una casa para poder criar a Megan... y si dios quiere y tu me aceptas, a los hijos que tendremos en el futuro. Te amo, con todo lo que eres, con tus defectos y manías, con tu sonrisa y tu malhumor, con la hija que me has dado -me dijo mirando a Megan con cariño -déjame que cuide de ti, de vosotras... sé que he sido un cobarde, por no habértelo dicho antes, pero he terminado entendiendo que no se puede vivir con miedo...y estas semanas separados, he tenido mucho miedo... miedo de volver a perder lo más valioso que tengo- dijo bajando la vista, mientras acariciaba suavemente mi mano.
-Edward... -apenas podía hablar, las lágrimas y la emoción no me dejaban hacerlo, pero el siguió su discurso.
-Bella, nunca hemos hablado de matrimonio... y no sé lo que piensas al respecto; se que llevamos poco tiempo saliendo, pero es lo que me dicta el corazón... y me harías el hombre más feliz del mundo si aceptaras ésto- me dijo abriendo la palma de la mano, y mostrándome un anillo de oro blanco, muy moderno de diseño, con pequeños brillantes cuadrados, que lo rodeaban por completo.
-Cásate conmigo- susurró muy muy bajito, mirándome embelesado.
Las lágrimas ya habían hecho acto de presencia; no podía creer lo que me estaba diciendo... me amaba, me quería... y quería qué me casara con él. Cerré los ojos, mientras todas las imágenes pasaban en mi mente, como un álbum de fotografías. Y pensar que casi le monto el mayor espectáculo del siglo, sin saber nada de la historia. Lentamente me solté de su agarre, y me puse de pie, necesitaba unos segundos para poder digerir la noticia...
Me acerqué suspirando a la ventana... sabía que lo que él había hecho hoy, el despedirse de Sophie, sacar sus pertenencias de casa, lo había hecho por mi, por nosotras... para mi era una prueba de amor, del amor que me ofrecía y nos daba.
Una cosa tenía clara, lo amaba... era increíble cómo en los pocos meses que llevábamos juntos me había hecho tan dependiente de él, porque no podía imaginar mi vida con otro que no fuera él... lentamente me volví, para quedar enfrente suyo. Tomé aire, para responderle.
-Edward... siento haber dudado de ti, perdona por haber pensado mal de Tanya- le dije avergonzada. Estas hormonas van a matarme, pensé para mis adentros.
El negó con la cabeza, sonriendo levemente.
-No te disculpes Bella, no pasa nada- me dijo suavemente.
-Y en cuánto a lo otro... -cerré los ojos un momento -claro que acepto... que aceptamos los tres- le contesté con lágrimas en los ojos. Su reacción no fue otra que abrazarme con fuerza. Aspiré su aroma, que tanto había extrañado, mientras me acurrucaba de nuevo en sus brazos.
El se separó de mí, para ponerme el anillo en el dedo corazón de la mano izquierda, una vez lo colocó, me acercó a el para besarme. Por fin volvía a sentir sus labios contra los míos, los había extrañado tanto... me besaba con ansia, con cariño, con paciencia, con amor... ese amor que hasta hace unos minutos pensaba que no me correspondía, que equivocada estaba.
-Bella... mi amor, no sabes lo feliz que me haces, gracias, gracias, gracias- repetía una y otra vez, besando cada parte de mi rostro. Una vez nos separamos, cogió a Megan, besándola y abrazándola.
-Papá- dijo ella en voz baja, y yo con una sonrisa, asentí.
-Si cariño, es papá... y ya no se va a ir a ninguna parte- le dije. Edward nos abrazó a ambas, llorando emocionado. Pero al momento levantó la vista.
-Cariño...¿por qué has dicho aceptamos los tres?- preguntó extrañado.
Sonreí, mientras cogía a Megan en brazos. Me miró sin entender nada... no sabía cómo decírselo, y a veces un gesto vale más que mil palabras. Cogí una de sus manos, posándola en mi vientre y la mantuve ahí, junto con la mía.
-Edward... yo... venía a decirte una cosa- suspiré entrecortadamente- vamos a ser padres- le dije, mirándole con una pequeña sonrisa. Al principio su cara no cambiaba, pero pronto fue apareciendo una sonrisa emocionada en su cara. Apretó más mi vientre, sin hacerme daño, mientras me preguntaba.
-Bella... ¿es cierto?... quiero decir... ¿lo has confirmado?- me preguntó emocionado. Asentí con la cabeza, mientras me abrazaba con fuerza, bueno, nos abrazaba, ya que seguía con Megan en brazos.
Al de unos minutos, ya que seguía sin decir nada, le pregunté.
-¿Estás bien?-. El se separó para mirarme, tenía los ojos llenos de lágrimas.
-Soy tan feliz... gracias por este regalo Bella...pero no entiendo cómo ha pasado- dijo extrañado.
-¿Recuerdas la amigdalitis y los antibióticos...?- no necesité terminar la frase, ya que rodó los ojos, asintiendo con la cabeza.
-No me digas más...¿te digo una cosa?- me dijo con una sonrisa. Asentí con la cabeza.
-Benditos sean los antibióticos... porque me han hecho el hombre más feliz del mundo en estos momentos- me dijo en un susurro, para después besarme con pasión.
Una vez deshicimos el beso, miré la hora; para Megan ya era tarde.
-Es tarde Edward, y Megan tiene que bañarse y cenar- le dije suavemente. El asintió con una sonrisa, mientras me decía.
-¿Puedo irme con vosotras?; no quiero estar un minuto más separado de mis chicas... y de mi pequeño o pequeña- dijo con una sonrisa.
-Claro que sí... pero antes respóndeme a una cosa- le demandé. Me miró, esperando mi pregunta.
-¿Ibas a comprar una casa sin antes decirme nada?- interrogué extrañada.
-Ehhmmm... sí... una vez la tuviera, pensaba suplicarte hasta que me aceptases- dijo con una sonrisa de nervios y vergüenza -ahora estoy más tranquilo, la vas a elegir tú- me explicó.
-La elegiremos los dos- respondí, acercándome a él para besarle suavemente.
-Tu y yo- me susurró cariñosamente, mientras me rodeaba la cintura con los brazos.
Ahora todo estaba bien, estábamos los tres juntos... bueno, los cuatro. Algo me decía que todo iba a salir bien, que nada podía pasarnos ni salirnos mal... estaba con el, entre sus brazos... y era lo único que necesitaba para sentirme viva.
Papá... esa simple palabra, dicha de forma inocente por mi niña , hizo que un cúmulo de sensaciones se atoraran en mi garganta. La emoción que sentí fue tal, que parece que huí despavorido de casa de Bella, pero no es así en absoluto.
Un sentimiento que nunca había tenido apareció en mi interior... amaba a esa pequeña, y ahora tenía más claro que nunca que quería ser su padre.
Y la más importante de todas, amaba a su madre, con todo mi corazón. Amaba a Bella no sólo por haberme dado la oportunidad de ser padre con Megan... sino que la amaba por cómo es ella.
Adoraba sus manías, sus dulces despertares, sus pucheros de pena para conseguir algo, muy al estilo Alice, su mal genio Swan, cómo decía Jake...
La amaba porque ella me había enseñado, poco a poco y con una paciencia infinita, a enterrar los fantasmas del pasado, a recordar a Sophie sin hacerme daño, me había enseñado que hay que vivir en el presente, sin pensar lo que puede venir en el futuro... ella, que tan mal lo había pasado en su niñez y adolescencia en su hogar, era la persona más valiente y optimista que había conocido.
La soledad que había sentido esas semanas, estando separados, fue horrible y angustiosa. Cada cosa que hacía u observaba me recordaba a ella, y cada vez que eso sucedía, un dolor se adueñaba de mi pecho, dejándome intranquilo y nervioso.
Era un dolor distinto a todo lo que había sentido hasta el momento... y era por tener que separarme de mi amor, y tener que verla casi todos los días y no poder abrazarla, no poder tener nuestras conversaciones y puntos de vista, no discutir qué hacer para cenar o ver quién bañaba a Megan...
Y pensar que una simple palabra, como era papá, había bastado para que reaccionase... qué tonto he sido... ¿por qué no se lo he dicho antes... si la amo con locura?.
Pero no era tiempo de lamentaciones, ahora era tiempo de "deshacerme" del pasado y recuperar a las que, esperaba, fueran mi mujer y mi hija en un futuro no muy lejano.
A la mañana siguiente, llamé al hospital, para pedir un día por asuntos propios. No pedía muchos permisos de ese tipo, así que me lo concedieron sin problemas. Le mandé un mensaje a Bella, diciéndole que me había surgido un asunto que resolver y que la vería al día siguiente en el hospital.
Me vestí y cogí el coche. Paré a las puertas de ese lugar que no había pisado desde aquel día. Compré un pequeño ramo de margaritas blancas, sus flores preferidas, y lentamente me acerqué al lugar dónde ella descansaba. Suspiré pesadamente, mientras dejaba las flores apoyadas en la lápida de mármol blanco.
-Hola Sophie... te resultará raro verme aquí después de más de dos años... pero creo que te lo debía- murmuré en voz baja.
-Te preguntarás qué hago aquí... -sonreí a medias -es mi particular manera de decirte adiós... no quiero que pienses que te voy a olvidar, porque no es así en absoluto... pero creo que ha llegado el momento de pasar página -hice una pausa, para proseguir -se llama Bella, y estoy enamorado de ella; sabes que te quise más que a mi vida... y que te querré siempre... pero no puedo vivir sumido en los recuerdos- dije, mirando hacia el horizonte.
-Estoy seguro de que Bella te hubiera encantado, lo curioso es que no os parecéis en absoluto -sacudí mi cabeza, negando con una sonrisa -tiene una niña, acaba de cumplir un añito... se llama Megan, y es preciosa; y si Bella me acepta, la voy a adoptar y darle mi apellido- afirmé con decisión.
-No me parece bien comparar, no sería justo; nunca dudé del amor que nos teníamos, cómo ahora tampoco dudo de lo que siento por Bella... simplemente las circunstancias de la vida lo han hecho así... ella es ahora mi vida, y mi futuro-.
Hice una pequeña pausa; no me había dado cuenta de que llovía ligeramente, apenas unas insignificantes gotas.
-Siempre estarás en mi corazón Sophie... nunca te olvidaré- con esas palabras, mirando al cielo, me di la vuelta, dejando en aquel lugar una parte de mis recuerdos y de mi vida anterior.
Una vez me monté en el coche, me sentía en paz y tranquilo conmigo mismo. Suspirando, tomé el camino de vuelta a casa. Miré el reloj, se me había pasado casi toda la mañana. Al llegar de nuevo a mi apartamento, llamé a la persona que necesitaba ver a continuación.
A eso de las cuatro de la tarde, el timbre sonó. Presuroso fui a abrir.
-Hola Edward, me alegro de volver a verte- me saludó con un abrazo.
-Hola Tanya... estás igual que siempre- le dije con educación.
-Jjajaja... no sé qué decirte, el trabajo y los niños absorben parte de mis energías- dijo mientras se quitaba la chaqueta y yo la invitaba a pasar al salón.
Una vez serví los cafés, comenzamos a hablar.
-¿Cómo te ha ido en este tiempo?- me preguntó con cautela, mientras daba vueltas al café con la cucharilla.
-Bueno... he pasado mis momentos... verás Tanya, he conocido a alguien- le dije sin rodeos. Ella me escuchaba atentamente, mientras le contaba la historia de Bella. Ella asentía y no me interrumpía. Al acabar, se tomó unos minutos para hablar.
-Me alegro por ti Edward, mucho... y si quieres que te diga la verdad, ya era hora- apuntó con una sonrisa, para después proseguir -¿me has llamado por eso?-.
-Bueno... eres el único familiar de Sophie que vive por aquí cerca... verás... tengo algunas cosas de ella, y quisiera que se las hicieras llegar a su madre- le expliqué. Ella asintió.
-Hace mucho que no tengo noticias de la tía Martha, se que se mudó a New Jersey unos meses después del accidente; ya sabes que mi madre y ella, aunque son hermanas, no se han llevado especialmente bien- me recordó.
Asentí despacio, mientras me levantaba para servirme otra taza de café.
-¿Y Laurent y los niños, están bien?- le pregunté.
-Bien, Laurent trabajando mucho... tiene entre manos una buena oferta de trabajo, estamos sopesando el mudarnos a Los Ángeles- me contó.
-¿Y tú trabajo?- pregunté extrañado.
-Lo hemos estado hablando, y la oferta que le ha hecho ese bufete de abogados es muy buena, tanto laboral como económica... y yo podría dedicarme unos años a los niños, sabes que aún son pequeños- me contaba.
Estuvimos hablando un rato más, hasta que ella se levantó.
-Bien, debo irme... los niños salen en una hora de natación- me explicó mientras se ponía la chaqueta.
-Te ayudaré a bajar las cajas- le dije. Una vez bajamos las dos cajas con los enseres de Sophie y las cargamos en su coche, se volvió para despedirse de mi.
-¿Estás seguro de qué no quieres quedarte con nada de ésto?- me preguntó por última vez.
-No- suspiré -es mejor así... gracias por venir, me ha gustado volver a verte; dale recuerdos a Laurent y a los niños- le dije mientras la abrazaba.
-Y tú dáselos a tus padres y a Emmet; haces muy bien Edward, créeme, por muy prima que fuese de Sophie, me alegra que rehagas tu vida, eres muy joven y debes vivir- me recordó por enésima vez esa tarde.
-Gracias por todo Tanya... espero que os vaya muy bien- le deseé de corazón.
-Cuídate Edward- me dio un beso en la mejilla y se montó en el coche, para desaparecer calle abajo.
Me quedé en el portal, con los brazos cruzados, sabía que hacía lo correcto... con una sonrisa, entré a mi apartamento, dispuesto a seguir con el plan trazado.
A pesar de que estuve toda la noche dándole vueltas al asunto, me quedé completamente dormida... y lo primero que hice a la mañana siguiente, nada más llegar al hospital y cambiarme, fue dirigirme al laboratorio. Sandy, una de las chicas que trabajaba allí, era bastante simpática y amable, además me debía un favor. Tuve suerte, ya que estaba de turno de mañana. Le pregunté si podía hacerme unos análisis, incluyendo hormonas de embarazo; ella abrió mucho los ojos, pero asintió.
Por los cálculos que me salían, debía estar de casi unas seis semanas. Me sacó tres tubitos, y me dijo que me pondría un mensaje al busca hacia la última hora de la mañana.
Le di las gracias, y me dirigí a mi servicio, para poder desayunar, ya que había venido en ayunas para los análisis.
Me extrañó mucho el mensaje de Edward de que se tomaba el día libre... pero por una parte lo agradecía, así no le daba explicaciones del por qué de los análisis.
Desayuné y me preparé para el by-pass que tenía con Emmet. No podía entender cómo este hombre, tan bromista y vacilón, podía ser uno de los más importante cardiólogos de la Costa Oeste, era increíble. Una vez terminamos, le pregunté por Edward, a ver si sabía el porque no había venido al trabajo. Se encogió de hombros, diciendo que no sabía nada.
El resto de la mañana la pasé tranquila en reanimación, haciendo las rondas y poniéndome al día con los informes. Mandy estaba operando, y Alice y Rose estaban de tarde esa semana, así que estaba con Ángela, que aunque era muy amable y simpática, cómo casi nunca coincidíamos, apenas sabía de ella.
A la una y media del mediodía, mi busca sonó; lo cogí y era Sandy. Me encaminé con paso apresurado al laboratorio... el corazón me latía deprisa. Allí estaba Sandy, esperándome en la puerta.
-¿Y bien?- pregunté ansiosa.
-Enhorabuena mamá- me felicitó dándome los resultados. Mis ojos se ensancharon, leyendo los informes.
-Tienes una beta de 160... eso significa que estás de unas seis semanas, día arriba día abajo- me explicó lentamente.
Negué con la cabeza.
-Pero... ¿cómo es posible?, ¿me ha fallado la píldora?- pregunté para mi misma, asombrada. Sandy me miró extrañada... pero enseguida dio en el clavo.
-¿Has tomado alguna medicación que contrarresta los efectos?; no sé...ansiolíticos, antibióticos...- empezó a preguntar, y caí.
-La amigdalitis... los antibióticos, claro- ahora sí que me cuadraba... aunque en unos pocos días estuve bien, tuve que terminarme las dosis.
-Pues ahí lo tienes... y pasa más de lo que crees, créeme... a mi hermana le pasó lo mismo- me explicó.
Asentí... ni Edward y yo caímos en la cuenta... ¿qué iba a hacer ahora?.
-¿Edward lo sabe?- me preguntó Sandy. Negué con la cabeza.
-No... no digas nada, por favor- le pedí, primero debía hablar con él.
-No te preocupes Bella- me aseguró de que no saldría nada de sus labios. Me despedí de ella y me dirigí del nuevo a mi servicio. Por suerte, ya casi era la hora de salir, y me apresuré a cambiarme y marcharme a casa.
Una vez llegué allí, me despedí de Leah, que se iba a trabajar, y me senté en el sofá, completamente alucinada y sorprendida.
Estaba embarazada... un hijo, mío y de Edward... tenía un cúmulo de sensaciones; por una parte estaba feliz... pero por otro lado... tenía miedo, miedo de la reacción de Edward, cómo se lo tomaría; encima justo ahora, que estábamos separados.
Lloré de rabia, de alegría, de impotencia... pero una cosa tenía clara, tenía que decírselo a Edward. Decidí darle una sorpresa, e ir a su apartamento. Esperé a que Megan se despertara, y después de prepararla, salimos hacia allí. Fuimos dando un agradable paseo, sólo había estado un par de veces, ya que por Megan, siempre dormíamos en mi casa. Al llegar a la esquina mis ojos se ensancharon por la imagen que vi. Edward estaba metiendo unas cajas en un coche, seguido de una chica muy guapa. Le vi cerrar el maletero, y abrazarla. Después se montó en el coche, y ella se fue.
¿Quién era ella?... ¿Edward se estaba mudando?...Ayer me dijo que me echaba de menos, y hoy el asunto pendiente que le había impedido ir a trabajar era ese... una ola de tristeza se apoderó de mi, y empecé a llorar a mares... y la rabia que sentí fue tal, que me encaminé con paso firme hacia su casa, dispuesta a decirle cuatro verdades.
Mis nervios estaban que iban a explotar, mis dedos repiqueteaban nerviosamente en el asa de la sillita de la niña. Nada más bajar del ascensor, aporreé el timbre. No tardó mucho en abrirme.
-Bella- me dijo nada más abrir la puerta -qué sorpresa, pasa por favor- me dijo apartándose.
Será cretino, encima estaba tan tranquilo.
Se agachó para sacar a Megan del carro y cogerla en brazos.
-Hola mi niña- le dijo mientras la besaba. Ella reía suavemente, mientras que le rodeaba el cuello con sus bracitos. Se adelantó para darme un beso en la mejilla, pero le aparté la cara.
-¿Podemos hablar?- le pregunté fríamente. Me miró extrañado por mi reacción, pero me indicó que pasara a la sala. Una vez allí, le hice la pregunta sin rodeos.
-¿Así que te mudas?- interrogué desafiante. El me miró sorprendido, mientras ponía a Megan en el suelo.
-¿Cómo lo has sabido?- me preguntó extrañado.
-Te he visto abajo... con ella... metiendo las cajas en su coche- susurré desviando la mirada, enfocando mi vista en la ventana.
El pareció meditar unos instantes, hasta que se empezó a reír.
-De modo que es eso... Bella cariño, ¿no crees que antes de imaginarte cosas debes preguntar?- me dijo divertido, acercándose a mi.
-No me toques- le contesté desafiante. El se apartó un poco, sorprendido por las contestaciones que le estaba dando.
-Bella... no es lo que te imaginas- se explicó.
-Lo que no entiendo, es que ayer te plantes en mi casa, diciendo lo mucho que me extrañas, me beses... y hoy me encuentro con esto- le dije sin poder contener las lágrimas. El me miraba con los brazos cruzados, muy seriamente.
-¿Has terminado?- me preguntó. Asentí ,mientras hice el amago de ir a por Megan, para ponerla en la sillita. Quería irme de allí cuánto antes, pero me cogió del brazo.
-Suéltame- le ordené, pero no lo hizo.
-No hasta que me escuches... por favor- suplicó desesperado. Suspiré y asentí.
-Esa chica que viste abajo es Tanya... -le interrumpí bruscamente.
-No me interesa saber su nombre-. El negó con la cabeza, mientras proseguía.
-Es una prima de Sophie... le llamé para ver si podía venir a buscar unas cosas de ella, para que se las diera a su madre- me empezó a explicar.
Mi mente procesaba lo que me estaba contando... no entendía nada. Al ver mi titubeo, me preguntó.
-¿Te importaría sentarte, por favor?- me invitó, señalando el sofá. Asentí, mientras el se acomodaba a mi lado.
-¿Por qué no has ido a trabajar?- le pregunté extrañada.
Tomó aire, para empezar a explicarse.
-Verás... creo que primero de todo, te debo una disculpa... por haber huido ayer de tu casa- dijo con una sonrisa; le miré sin entender nada.
-Cuándo Megan me llamó papá, cierto que me quedé sorprendido... pero me sirvió para darme cuenta de algo- me explicó.
-¿De qué?- pregunté suavemente.
-De que no puedo estar un sólo segundo más alejado de vosotras... alejado de ti. Hoy he ido al cementerio a ver a Sophie... a despedirme de ella... necesitaba hacerlo, para poder cerrar ese capítulo de mi vida- me explicaba con una mirada de melancolía.
-Edward...- no quería que sufriera así, pero no me dejó terminar.
-Después llamé a Tanya... ella es la prima de Sophie, y le pedí que viniera para llevarse las pocas cosas que todavía tenía de ella; ella está casada, y tiene dos hijos- me explicó con una pequeña sonrisa.
Estaba sopesando toda la información que me había dado, pero había algo que no entendía.
-¿Entonces por qué te mudas?- pregunté extrañada, no me cuadraba nada.
El tomó aire, se levantó y se arrodilló enfrente de mío... no... no podía ser, empecé a hiperventilar. Cogiendo mi mano, me habló con una mirada llena de ternura y amor.
-Bella... voy a vender este apartamento; iba a empezar a buscar una casa para poder criar a Megan... y si dios quiere y tu me aceptas, a los hijos que tendremos en el futuro. Te amo, con todo lo que eres, con tus defectos y manías, con tu sonrisa y tu malhumor, con la hija que me has dado -me dijo mirando a Megan con cariño -déjame que cuide de ti, de vosotras... sé que he sido un cobarde, por no habértelo dicho antes, pero he terminado entendiendo que no se puede vivir con miedo...y estas semanas separados, he tenido mucho miedo... miedo de volver a perder lo más valioso que tengo- dijo bajando la vista, mientras acariciaba suavemente mi mano.
-Edward... -apenas podía hablar, las lágrimas y la emoción no me dejaban hacerlo, pero el siguió su discurso.
-Bella, nunca hemos hablado de matrimonio... y no sé lo que piensas al respecto; se que llevamos poco tiempo saliendo, pero es lo que me dicta el corazón... y me harías el hombre más feliz del mundo si aceptaras ésto- me dijo abriendo la palma de la mano, y mostrándome un anillo de oro blanco, muy moderno de diseño, con pequeños brillantes cuadrados, que lo rodeaban por completo.
-Cásate conmigo- susurró muy muy bajito, mirándome embelesado.
Las lágrimas ya habían hecho acto de presencia; no podía creer lo que me estaba diciendo... me amaba, me quería... y quería qué me casara con él. Cerré los ojos, mientras todas las imágenes pasaban en mi mente, como un álbum de fotografías. Y pensar que casi le monto el mayor espectáculo del siglo, sin saber nada de la historia. Lentamente me solté de su agarre, y me puse de pie, necesitaba unos segundos para poder digerir la noticia...
Me acerqué suspirando a la ventana... sabía que lo que él había hecho hoy, el despedirse de Sophie, sacar sus pertenencias de casa, lo había hecho por mi, por nosotras... para mi era una prueba de amor, del amor que me ofrecía y nos daba.
Una cosa tenía clara, lo amaba... era increíble cómo en los pocos meses que llevábamos juntos me había hecho tan dependiente de él, porque no podía imaginar mi vida con otro que no fuera él... lentamente me volví, para quedar enfrente suyo. Tomé aire, para responderle.
-Edward... siento haber dudado de ti, perdona por haber pensado mal de Tanya- le dije avergonzada. Estas hormonas van a matarme, pensé para mis adentros.
El negó con la cabeza, sonriendo levemente.
-No te disculpes Bella, no pasa nada- me dijo suavemente.
-Y en cuánto a lo otro... -cerré los ojos un momento -claro que acepto... que aceptamos los tres- le contesté con lágrimas en los ojos. Su reacción no fue otra que abrazarme con fuerza. Aspiré su aroma, que tanto había extrañado, mientras me acurrucaba de nuevo en sus brazos.
El se separó de mí, para ponerme el anillo en el dedo corazón de la mano izquierda, una vez lo colocó, me acercó a el para besarme. Por fin volvía a sentir sus labios contra los míos, los había extrañado tanto... me besaba con ansia, con cariño, con paciencia, con amor... ese amor que hasta hace unos minutos pensaba que no me correspondía, que equivocada estaba.
-Bella... mi amor, no sabes lo feliz que me haces, gracias, gracias, gracias- repetía una y otra vez, besando cada parte de mi rostro. Una vez nos separamos, cogió a Megan, besándola y abrazándola.
-Papá- dijo ella en voz baja, y yo con una sonrisa, asentí.
-Si cariño, es papá... y ya no se va a ir a ninguna parte- le dije. Edward nos abrazó a ambas, llorando emocionado. Pero al momento levantó la vista.
-Cariño...¿por qué has dicho aceptamos los tres?- preguntó extrañado.
Sonreí, mientras cogía a Megan en brazos. Me miró sin entender nada... no sabía cómo decírselo, y a veces un gesto vale más que mil palabras. Cogí una de sus manos, posándola en mi vientre y la mantuve ahí, junto con la mía.
-Edward... yo... venía a decirte una cosa- suspiré entrecortadamente- vamos a ser padres- le dije, mirándole con una pequeña sonrisa. Al principio su cara no cambiaba, pero pronto fue apareciendo una sonrisa emocionada en su cara. Apretó más mi vientre, sin hacerme daño, mientras me preguntaba.
-Bella... ¿es cierto?... quiero decir... ¿lo has confirmado?- me preguntó emocionado. Asentí con la cabeza, mientras me abrazaba con fuerza, bueno, nos abrazaba, ya que seguía con Megan en brazos.
Al de unos minutos, ya que seguía sin decir nada, le pregunté.
-¿Estás bien?-. El se separó para mirarme, tenía los ojos llenos de lágrimas.
-Soy tan feliz... gracias por este regalo Bella...pero no entiendo cómo ha pasado- dijo extrañado.
-¿Recuerdas la amigdalitis y los antibióticos...?- no necesité terminar la frase, ya que rodó los ojos, asintiendo con la cabeza.
-No me digas más...¿te digo una cosa?- me dijo con una sonrisa. Asentí con la cabeza.
-Benditos sean los antibióticos... porque me han hecho el hombre más feliz del mundo en estos momentos- me dijo en un susurro, para después besarme con pasión.
Una vez deshicimos el beso, miré la hora; para Megan ya era tarde.
-Es tarde Edward, y Megan tiene que bañarse y cenar- le dije suavemente. El asintió con una sonrisa, mientras me decía.
-¿Puedo irme con vosotras?; no quiero estar un minuto más separado de mis chicas... y de mi pequeño o pequeña- dijo con una sonrisa.
-Claro que sí... pero antes respóndeme a una cosa- le demandé. Me miró, esperando mi pregunta.
-¿Ibas a comprar una casa sin antes decirme nada?- interrogué extrañada.
-Ehhmmm... sí... una vez la tuviera, pensaba suplicarte hasta que me aceptases- dijo con una sonrisa de nervios y vergüenza -ahora estoy más tranquilo, la vas a elegir tú- me explicó.
-La elegiremos los dos- respondí, acercándome a él para besarle suavemente.
-Tu y yo- me susurró cariñosamente, mientras me rodeaba la cintura con los brazos.
Ahora todo estaba bien, estábamos los tres juntos... bueno, los cuatro. Algo me decía que todo iba a salir bien, que nada podía pasarnos ni salirnos mal... estaba con el, entre sus brazos... y era lo único que necesitaba para sentirme viva.
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