Autora: Lady Cornamenta / Mrs Valensi
Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
_____________________________
ES SOLO FICCION
(Bella's POV)
Cuando llegué a mi apartamento, pensé que estaba vacío, ya que la sala de estar se encontraba completamente a oscuras. Sin embargo, me acerqué al ver luces en una de las habitaciones. Alice estaba dentro de ella, acomodada sobre su cama, leyendo lo que parecía ser una revista de moda; a su lado reposaban una pequeña libreta y un bolígrafo. Cuando me escuchó, alzó la vista y me dirigió una sonrisa.
—¿Cómo fue todo con el moscardón? —preguntó inocentemente.
—El principio fue terrible —aseguré, con un suspiro—. Afortunadamente, Edward llegó al rescate.
Una sonrisa pícara surcó su rostro, que luego cambió por una mueca pensativa.
—Ya me lo parecía —apuntó, llevando un dedo a su barbilla—. No recuerdo haberme caído por las escaleras en las últimas horas —aseguró de forma traviesa.
Reí de forma tímida.
—Fue lo único que se me ocurrió —comenté.
Ambas nos dirigimos a la cocina y preparé dos tazas de café, mientras Alice se sentaba en uno de los taburetes de la barra. Le dejé su taza enfrente y tomé asiento yo también. Entonces, después de unos minutos de silencio, recordé las últimas palabras de Edward.
—¿Alice, qué planes tienes para mañana? —pregunté, casi de forma amenazante.
Ella sonrió inocentemente, batiendo las pestañas.
—Escupe —musité, mirándola con los ojos entrecerrados.
—Iremos a una fiesta que organizan los gerentes de Armani —explicó rápidamente, como quien no quiere la cosa—. La realidad es que están buscando personal, y yo les dije que tenía alguien para presentarles… —. Me quedé mirándola sin comprender—. Les dije que mi amiga Isabella sería una excelente dependienta.
—¿¡Eh!? —exclamé, con la taza de café balaceándose peligrosamente entre mis manos—. ¿Que tú dijiste qué?
—Sí, Bella, tú puedes ser una excelente dependienta —aseguró rápidamente, sin permitirme el derecho a réplica—. Aprendes rápido, eres cordial y, sobretodo, vives con una loca obsesionada por la moda —se señaló a sí misma, con una sonrisa—. Además, lo que más les importa es la responsabilidad y seriedad en el trabajo, y sabes que tú tienes mucho de ello.
La siguiente media hora escuché a Alice enumerar los beneficios de trabajar en un lugar tan prestigioso, entre los que se destacaban el abundante salario, las escasas horas de trabajo y la interacción con reconocidos personajes mediáticos. Sabía que Alice odiaba el trabajo que tenía actualmente y, aunque tenía claro que todos aquellos beneficios a mí no me importaban, realmente apreciaba el esfuerzo que mi mejor amiga estaba haciendo. Probablemente, si Jessica se enteraba que Alice me estaba otorgando aquella posibilidad a mí en vez de a ella, querría matarme.
—De acuerdo, ¿y dónde será la fiesta? —pregunté, resignada, con una suave sonrisa.
Alice bajó de su taburete para colgarse de mi cuello.
—¡Gracias! —chilló animadamente—. Es en un hotel del centro —explicó—. ¡Conocerás a Cath! Es una mujer tan agradable y divertida y tenemos tantas cosas en común —me siguió contando, hablando a toda velocidad.
Parpadeé, aturdida, pero ella no pareció notarlo.
—Mañana te arreglaré. ¡Tengo un vestido hermoso para ti!
Una emocionada Alice dejó la cocina para dirigirse, con alegría, a su habitación. Suspiré, preparándome mentalmente para la sesión de tortura que tendría al día siguiente. Tuve suerte que estaba demasiado cansada como para pensar en ello y, apenas mi cabeza tocó la almohada, el sueño comenzó a apoderarse de mí, hasta que me quedé completamente dormida.
El sábado disfruté de la posibilidad de poder despertarme tarde, sin ningún tipo de incidente trágico de por medio. Pasé todo el día en el apartamento, adelantando trabajos para la universidad, ya que presentía que el evento de Alice me dejaría sin ganas de nada. Cuando el reloj del salón dio las siete de la tarde, había acabado con casi todo mi trabajo. Sólo me quedaba recoger algunos textos de la biblioteca ubicada en la zona más céntrica, para utilizarlos el lunes, pero tenía todo el domingo para hacerlo. Tan sólo segundos después de haber dejado mi trabajo a un lado, la pequeña Cullen me arrastró dentro del baño. Salí envuelta en una toalla y la siguiente hora tuve que dedicarla a arreglarme de la mano de mi diminuta y demoníaca amiga. De su amplio guardarropa tomó un vestido azul eléctrico que, según sus propias palabras, había comprado especialmente para mí. Como siempre, el ojo crítico de Alice acertó, porque la prenda parecía hecha a medida para mi cuerpo.
Cuando acabamos con la vestimenta, mi amiga me pasó unos peligrosos zapatos plateados, con un taco que me daba miedo de sólo mirarlo. A regañadientes, después de haber habido una pelea de por medio, me los calcé con cuidado. Me puse de pie y caminé un pequeño tramo, sabiendo que temería por mi vida toda la noche.
Una vez que Alice me hubo arreglado el cabello, comenzó a maquillarme. Estaba acabando de aplicarme sombra azul sobre los párpados, cuando escuchamos el portero eléctrico. Mi amiga me dejó el brillo labial para que me lo pasara, mientras desaparecía por la puerta de mi habitación, llena de energía. Me coloqué el brillo sobre los labios, con cuidado, poniéndome antes de pie frente al espejo. Me eché una mirada rápida, para evaluar como estaba.
—Estás hermosa, pequeña.
Mi corazón dio un vuelco involuntario cuando escuché la voz de terciopelo de Edward. Me volví para verlo de pie en la puerta. Mis ojos se abrieron con clara sorpresa cuando lo vi enfundado en un traje negro, con camisa blanca y corbata azul. De forma inconciente, el pensamiento de Mike vestido elegantemente vino a mí y la comparación lo dejó, claramente, fuera de juego. Después de todo, Edward era cien veces más compatible con aquella prenda y aquel estilo.
Le sonreí tímidamente, mientras me acercaba a él, teniendo cuidado de no matarme.
Con delicadeza pasó su brazo por mi cintura y ambos salimos de la habitación.
Cuando llegamos al sala de estar, Alice y Jasper se encontraban acomodados en el sillón, bastante cerca el uno del otro y hablando en melosos susurros. Carraspeé suavemente, intentando no mirar a Edward. La pareja se separó rápidamente y ambos nos dirigieron una cálida sonrisa.
—¡Os veis tan bien juntos! —exclamó Alice soñadoramente. Se quedó mirando a Edward—. Me alegro que hayas aceptado la corbata que te envié —le dijo con alegría.
Rodé los ojos. Debí suponer que alguna coincidencia de ese tipo debía ser producto de la soñadora cabecita de Alice Cullen.
Salimos los cuatro del apartamento, caminando tranquilamente. Edward y yo nos subimos en su Volvo, mientras Alice y Jasper se dirigían al automóvil de éste último. El viaje transcurrió en silencio, mientras Edward sólo se dedicaba a seguir a Jasper por las bulliciosas calles de Washington. Poco tiempo después, llegamos al centro de la ciudad y nos detuvimos frente a un lujoso hotel, ubicado en una de las calles principales. La gente que ingresaba en él se encontraba vestida de gala y todos parecían modelos de televisión. Entre los tres hermosos jóvenes que venían conmigo, me sentí algo fuera de lugar. Suspiré cuando Edward abrió la puerta de mi lado y tragué pesadamente antes de bajar.
Nos acercamos a un hombre enfundado en un traje, de pie en la puerta del lugar. Con una sonrisa deslumbrante, Alice se acercó a él dando elegantes pasitos. El hombre sacudió la cabeza, antes de volver a mirar a mi amiga.
—¿Nombre? —preguntó.
—Alice Cullen y prometido e Isabella Swan y prometido —habló rápidamente.
Abrí los ojos con sorpresa y miré a Edward, de pie a mi lado, que parecía tan sorprendido como yo. Apenas nos permitieron la entrada, ingresamos en un lujoso vestíbulo, decorado con elegancia. Me acerqué a Alice lo más rápido que mis zapatos me permitían caminar, y la miré amenazadoramente.
—¿Cómo que prometidos? —pregunté, en un extraño balbuceo, que perdió todo tipo de efecto intimidante—. ¿Qué has hecho, Alice Cullen?
Ella se encogió de hombros.
—Debéis fingir que sois prometidos, al igual que Jasper y yo hemos estado haciendo desde que comencé a trabajar —comentó, con total despreocupación—. Te recuerdo que la seriedad es la característica más requerida en una cadena tan prestigiosa —prosiguió, mientras esperábamos el ascensor—. ¿Qué mejor que un prometido para acentuar tu compromiso con las cosas y la gente?
La fulminé con la mirada.
Estaba completamente segura de que toda aquella historia no tenía nada que ver con el trabajo ni la seriedad que yo podía tener. Simplemente, debía de ser otro de sus tantos planes de unirme con su hermano de alguna forma que fuera más allá de la amistad. ¡Vamos, si ni siquiera tenía una buena excusa!
Jasper y Edward se acercaron a nosotras, y yo sólo atiné a mirar al último, con terror.
—Acaba de contármelo —comentó, señalando con el pulgar al novio de su hermana—. No te preocupes, todo saldrá bien —aseguró, con una cálida sonrisa.
Luego enredó su brazo alrededor de mi cintura, de forma despreocupada, como usualmente lo hacía. Alice simplemente me guiñó un ojo, antes de salir del ascensor.
¿Y yo había dicho que sería una noche difícil?
Corrección: aquélla sería una noche imposible.
(Edward's POV)
Entramos en un amplio salón decorado con diferentes matices de crema y dorado. Apreté mi mano un poco más contra la cintura de Bella, ya que parecía extremadamente nerviosa. De hecho, yo también estaba un poco sorprendido y alterado, sobre todo luego de que Jasper me comentara el maquiavélico plan de mi hermana; mas intentaba mostrarme impasible. Después de todo, yo sabía que era el único que lograba tranquilizar a Bella.
Inconcientemente, me encontré sonriendo como idiota.
Un hombre enfundado en un traje nos guió hasta una mesa redonda para ocho personas. Allí ya se encontraba otra pareja joven, hablando en susurros y dirigiéndose miradas dulces. Alice, Jasper, Bella y yo nos acomodamos frente a la reluciente vajilla de plata y nos quedamos observando las cosas que sucedían a nuestro alrededor.
Pronto el lugar siguió llenándose de gente, vestida elegante y llamativamente. Pasamos una media hora allí sentados, escuchando de fondo la charla que Alice mantenía con la joven sentada en nuestra mesa, la cual se había presentado con el nombre de Leah. Estábamos bebiendo el champagne que uno de los mozos había llevado a la mesa, cuando las fuertes luces que iluminaban el lugar se volvieron más tenues y un gran reflector enfocó el pequeño escenario ubicado al fondo del salón. Una mujer, luciendo un largo vestido color oro, salió por uno de los laterales y se ubicó en el medio, donde un micrófono solitario la esperaba.
—Bienvenidos a un nuevo evento de Armani —habló con voz profunda y cordial. Su mirada se quedó en nuestra mesa por unos cuantos segundos—. Gracias a todos por venir —hizo una pequeña pausa—. Espero que disfruten de la noche.
Con aquellas palabras, se perdió por el costado del escenario. Todos respondieron con un cordial aplauso, al que nos unimos por respeto. Después, una suave música comenzó a llenar el lugar, incitando a las parejas a ponerse de pie. Alice arrastró a Jasper fuera de la mesa. Yo simplemente miré a Bella y le tendí la mano, con una suave sonrisa plasmada en mi rostro.
—¿Bailamos?
—Edward, ¿realmente quieres terminar sin un pie? —preguntó, en un susurro, claramente incómoda.
—Vamos, yo te llevaré y me aseguraré de conservar ambos pies —la tranquilizé, con un guiño, y una suave sonrisa apareció en su rostro, haciéndome sentir mejor—. Vamos.
Tomé su mano suavemente y ambos nos pusimos de pie. Buscamos un lugar en la amplia pista, más bien apartado del centro. Allí se encontraba un poco más oscuro, ya que las luces apuntaban al medio, por lo que supuse que Bella estaría más cómoda. Dirigiéndole una sonrisa para que se tranquilizara, enredé mis brazos en su cintura, mientras ella apoyaba tímidamente sus manos en mi cuello. La acerqué un poco más a mí y sonreí contra su cuello. Realmente me gustaba tener a Bella cerca. Con ella, las cosas siempre habían sido diferentes. Me sentía cómodo, tranquilo; sentía que podía ser yo mismo, sin importar cuándo ni dónde. Con ella, simplemente era yo.
—Lamento interrumpirlos, parejita —comentó la inconfundible voz de Alice, no sin cierto pícaro retintín.
Alcé la cabeza con cuidado y me encontré no sólo con mi hermana, sino también con aquella alta mujer que había hablado en un principio. Su vista pasó de mí a Bella y luego volvió a mirar a Alice.
—Os presento a Catherine Von Brown, gerenta general de la sucursal de Armani en Washington —habló Alice solemnemente—. Catherine, ellos son Bella Swan, la muchacha de la que te hablé, y Edward, su prometido y mi hermano.
La mujer sonrió, paseando su vista entre nosotros.
—Un gusto —habló, con su voz profunda—. Hacéis una muy bonita pareja.
(Bella's POV)
Inevitablemente, mi corazón comenzó a latir con algo más de fuerza cuando la tal Catherine alegó que quedábamos bien juntos. El brazo de Edward atravesó mi cintura y su mano reposó en uno de mis costados, atrayéndome contra su cuerpo. Sonreí tenuemente, aunque estaba segura de que mis nervios podían sentirse a kilómetros de distancia.
—¿Hace cuánto que estáis juntos? —preguntó Catherine, con una sonrisa cordial.
—Nos conocemos desde muy pequeños —comentó Edward naturalmente—, pero salimos desde hace dos años.
Gran mentiroso; pero se lo agradecía, porque yo era patéticamente mala en ello.
—¿Y ya tenéis planeada la boda? —preguntó, con cierta emoción, nuestra acompañante.
Miré a Alice, con el horror pintado en cada una de mis facciones.
—Oh, no, aún no —comentó despreocupadamente la pequeña Cullen. Eso de mentir bien debía de ser algo genético—. Están en esas épocas… ya sabes… no están un segundo en paz —comentó pícaramente, guiñándole un ojo a Catherine.
Ella simplemente rió entre dientes, de forma elegante.
—Yo no los veo muy… fogosos —comentó, levemente escéptica, con una sonrisa aún en su rostro—. ¿Es mi impresión o no se han tocado en toda la noche?
Aquel comentario, tan propio de Alice, me dio una idea de por qué mi pequeña amiga decía que ella y Catherine tenían tantas cosas en común.
Inevitablemente, me sonrojé y miré tímidamente a Edward.
Lo vi con aquella sonrisa ladina tan propia de él, y sus ojos se volvieron hacia los míos. Entonces, realmente me asusté. Su mirada esmeralda tenían aquel brillo, ese destello que yo conocía demasiado bien. Cuando la mirada de Edward tenía aquel matiz peligroso, nada bueno podía pasar.
Entonces, sentí que su agarre en mi cintura se afianzaba, inclinándome hacia delante. Su rostro quedó más cerca y, después de dirigirme otra sonrisita ladina, posó sus labios sobre los míos, en un beso dulce y fiero que me sacudió el estómago violentamente. Mi corazón comenzó a latir de forma descomunal, mientras, por instinto, pasaba mis brazos alrededor del cuello de Edward y hundía mis dedos en su cabello de bronce.
Entonces, desconecté mi cabeza.
Estaba besando a Edward, por primera y quizás última vez.
¿Qué más daba?
No hay comentarios:
Publicar un comentario