Autora: Lady Cornamenta / Mrs Valensi
Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
CUALQUIER SIMILITUD CON LA REALIDAD
(Edward's POV)
Sabía que aquéllo que estaba haciendo no estaba dentro de los parámetros normales de nuestra amistad; pero, por primera vez, no me importaba pensar en lo que estaba haciendo. Había sido un impulso, un simple beso entre mejores amigos, una muestra de cariño insignificante, con el fin de ayudar a Bella. Sin embargo, la realidad me golpeó con crudeza. Los labios de la muchacha a quien consideraba mi mejor amiga moviéndose suavemente contra los míos; su cintura aprisionada entre mis brazos; sus dedos hundidos en mi cabello. Todo era demasiado agradable; más de lo que debería, de hecho.
Me separé de Bella, quizás con más brusquedad de la que hubiese deseado.
—Creo que puedo retractarme de mis palabras —comentó la jocosa voz de Catherine, que me parecía lejana.
A pesar de que teníamos público, no podía despegar mis ojos de Bella. De su rostro confuso, de sus labios rojos, de sus mejillas sonrosadas.
—Creo…yo creo… que voy a ir al baño —balbuceó Bella, de forma entrecortada—. Permiso.
—Te acompaño —se ofreció Alice rápidamente.
Cuando me volví para mirarla, el rostro de mi hermana era una perfecta mezcla de estupefacción y alegría.
Entonces, Bella comenzó a caminar torpemente entre la gente, con la pequeña Alice pisándole los talones. Catherine me dirigió una sonrisa de lado, antes de que una pareja la abordara para conversar. Con destreza, me escabullí y caminé hasta la mesa, dejándome caer en la silla que antes había ocupado. Solté un pesado suspiro y alcé mi rostro, encontrándome con los curiosos ojos de Jasper.
—Hey, Edward, ¿estás bien? —inquirió.
—No —sentencié secamente.
Todo aquello no estaba nada bien.
(Bella's POV)
Estaba caminando entre la gente, pero sentía que mis pies no tocaban el suelo. Parecía encontrarme en otra dimensión, en un mundo completamente paralelo. ¿Qué demonios acababa de pasar? ¿Edward me había…? ¡Dios, hasta pensarlo me resultaba completamente absurdo!
Obligando a mis pies a andar más rápido, me metí dentro del tocador y comencé a mojarme levemente el rostro, teniendo cuidado de no arruinar el maquillaje. Pocos segundos después, Alice apareció por la puerta del baño y me dirigió una mirada precavida. Yo, simplemente, cerré el grifo de agua y me apoyé contra la pared de aquel blanco reluciente. Entonces, dejé escapar un pesado suspiro mientras cerraba los ojos. Hasta respirar, en aquel momento, me resultaba algo muy complicado.
—¿Estás…bien? —preguntó cuidadosamente Alice, acercándose a mí.
Negué con la cabeza.
—¿Qué…qué acaba de pasar? —pregunté, en un susurro.
Quizás estaba loca. Quizás había sido producto de mi interminable imaginación. Quizás…
—Edward te besó —respondió ella, temiendo mi reacción, aunque con una tenue sonrisa surcando su rostro.
Negué con la cabeza nuevamente.
—Fue un truco —apunté, con la mirada perdida—. Era para ayudarme. Tú conoces a tu hermano, siempre me ha ayudado, siempre —comenté rápidamente, en un balbuceo confuso.
Asintió, con algo de desilusión en su mirada.
—¿No te molesta si me voy a casa? —pregunté, a media voz—. No me siento muy bien.
Negó lentamente con la cabeza.
—Vamos, ven —pidió, pasándome un brazo por la cintura, de forma cariñosa.
Comencé a caminar a su lado, aún con la calidez de los suaves labios de Edward sobre los míos. Había tocado el cielo con las manos y ahora estaba cayendo lentamente.
Sólo esperaba que el impacto no fuera demasiado fuerte.
(Edward's POV)
Le conté a Jasper lo que había sucedido y él tan sólo me escuchó, sorprendiéndose un poco más a medida que el corto relato avanzaba. Sin embargo, antes de que pudiera terminar, Alice y Bella hicieron aparición en escena. Ésta última evitaba mi mirada y parecía algo perdida.
—Edward, ¿puedes llevar a Bella a casa? —preguntó Alice suavemente—. Creo que Catherine, después de lo que pasó, no dudará que sois una pareja estable.
Asentí suavemente, no sin cierta vergüenza, mientras me ponía de pie. Bella comenzó a caminar adelante y yo la seguí, de forma cautelosa. Los dos nos metimos en el ascensor, en completo silencio. Ella comenzó a acomodarse el cabello de forma ida frente al amplio espejo, con una mueca pensativa plasmada en su rostro. Entonces, súbitamente, se volvió hacia mí.
—Gracias —dijo, con voz suave, mientras una sonrisa no muy convincente aparecía en sus labios.
—¿Por qué? —inquirí.
—Por ayudarme… con lo de Catherine y eso… —balbuceó, rehuyendo a mis ojos.
Pasé una mano por mi cabello, levemente incómodo.
—Con respecto a eso, yo…
—Edward, no te preocupes —me cortó rápidamente Bella, poniendo las manos en mis hombros—. Sé que lo hiciste para ayudarme.
Las puertas del ascensor se abrieron, y yo me quedé un poco rezagado cuando ella comenzó a caminar rápidamente, a duras penas, con aquellos tacones altos.
En silencio, ambos nos subimos al Volvo yempecé a conducir, oyendo sólo de fondo la emisora de radio que estaba sintonizada. Pronto llegamos al edificio donde vivía Bella, iluminado por las suaves luces de la calle. Mi amiga me miró antes de salir del auto, con una mueca que se me antojó inescrutable.
—¿Estás segura de que…? —pregunté vacilante—. ¿Realmente todo está bien?
Ella asintió y, con una sonrisa extraña, se inclinó hacia mí.
—De verdad, Edward —me abrazó de forma rígida, casi mecánica—. Estoy bien, gracias.
Después de darme un rápido beso en la mejilla, bajó del coche y escapó hacia su apartamento.
¿Realmente estaba bien?
Suspiré.
Quizás sólo era yo el que no se estaba sintiendo nada bien.
Tardé unos segundos en volver a poner mi vehículo en marcha para dirigirme a mi apartamento, presuroso. Abrí la ventana para que el viento, soplando con intensidad debido a la velocidad, me despejara un poco la cabeza. Llegué y, después de aparcar correctamente, me bajé de mi automóvil y comencé a caminar hacia mi edificio, con las manos en los bolsillos.
Estaba completamente abrumado.
Apenas llegué, ni siquiera me molesté en cambiarme. Tan sólo me quité la chaqueta, me aflojé la corbata, me desabroché los últimos botones de la camisa y me dejé caer sobre el sofá de la sala. No sabía por cuánto tiempo me había quedado mirando el techo, pero, en algún momento de la noche, debí de quedarme profundamente dormido. Sólo me quitó de mi sueño un golpeteo que parecía lejano. Poco a poco fue haciéndose más claro, seguido de repetidos timbrazos. Intenté aclarar mi cabeza y, mientras abría los ojos, comprendí que el sonido provenía de la puerta de mi apartamento. Con cuidado me puse de pie y, después de tambalearme peligrosamente y recuperar mi estabilidad, apoyándome en la pared, abrí la puerta. Me sorprendí notablemente cuando me encontré con el rostro de Jasper, quién parecía igual o más sorprendido que yo.
—¿Jasper? ¿Qué haces aquí? —pregunté, de forma adormilada.
Con una mueca divertida, alzó los libros que traía entre sus manos.
Me golpeé la frente con la palma de la mano. ¡El trabajo de Biología Celular! ¿Cómo lo había olvidado?
Jasper me dirigió una rápida ojeada.
—¿Estás bien? —preguntó, confundido—. ¿Hay algo de lo que quieras hablar? —inquirió luego, de forma suspicaz.
Dejé escapar un suspiro. ¿Por qué siempre debía ser tan perceptivo?
—Pasa —gruñí, mientras él reía suavemente.
Después de dejar todos sus libros sobre la mesa, Jasper me explicó la suerte que había tenido que el portero lo reconociera y lo dejara entrar. Luego se sentó en el sofá y me analizó detenidamente con la mirada. Pasé una mano por mi cabello, seguramente más desordenado de lo normal, mientras me acomodaba a su lado.
—Te ves mal, hermano —comentó.
—Muchas gracias —respondí secamente, con claro sarcasmo, mientras dejaba caer mi cabeza sobre el respaldo del sofá.
—¿Tan mal te dejó lo de ayer?
—Más de lo que te imaginas.
Aquello lo respondí siquiera sin pensar y, segundos después, caí en la cuenta de lo que había dicho, mientras de fondo oía la risita de mi amigo. Maldije entre dientes. ¡Condenado Jasper! ¿Tenía siempre que saberlo todo?
Nos quedamos en silencio. Mi amigo se quedó observándome, a la espera de que alguna palabra saliera de mis labios apretados —que no fueran maldiciones hacia su persona, claro—. Suspiré un par de veces y me dispuse a contarle el motivo del beso, cosa que no había conseguido la noche anterior, cuando Alice y Bella habían interrumpido. En el momento en que acabé con la pequeña, pero no por eso menos importante, parte del relato, Jasper me observó, pensativo.
—Entonces… ¿qué es lo que te preocupa? —preguntó, aunque algo en su rostro me dijo que en realidad no era un total misterio para él—. Si dices que lo hiciste para ayudar…
—Sí, pero Jasper… —balbuceé rápidamente, clavando mis ojos en la blanca pared ubicada frente al sofá—. Yo… quiero decir… no lo sentí como algo… fingido.
Aunque no lo estaba mirando, estaba seguro de que Jasper me observaba cautelosamente.
—¿Quieres decir que… sentiste algo? —preguntó mi amigo.
—No quería dejarla ir —balbuceé, perdido en mis pensamientos—. No se si sentí algo, pero me noté diferente…
Un nuevo silencio volvió a envolvernos.
—¿Sientes que… pasa algo con ella?
La pregunta de Jasper fue sorpresiva, pero rápidamente me encontré negando con la cabeza.
—Quizás estabas confundido —probó Jasper, con voz tranquila—. Siempre tuviste frente a tus ojos lo que buscabas, pero no pudiste verlo.
Lo estudié en silencio, con una mirada interrogante.
—¿Hasta cuándo duró tu relación con Tanya? —preguntó.
Lo miré, con el ceño fruncido. ¿A dónde quería llegar?
Tanya Denali, una compañera de la preparatoria, había sido mi… novia por unos cuantos meses. Sin embargo, lo nuestro no funcionó. Nunca conseguía estar atado a una chica por más de unas semanas, hasta que llegó Tanya. Lo intenté con ella, pero nunca pudimos, realmente, sacar algo bueno de nuestra relación. Entonces, fue en aquel momento en el que me di cuenta que no era un problema de las chicas. Todo aquéllo era un problema propio.
Pero… ¿qué era lo que Jasper intentaba probar?
—Tú no nos dijiste que no estabas interesado en las mujeres hasta que… Bella comenzó a salir con Tyler —apuntó mi amigo casualmente.
Fruncí el ceño.
—¿Y…?
Lo escuché reír, mientras negaba suavemente con la cabeza.
—¿No te das cuenta, Edward? No era un problema de las chicas —explicó, aún con una sonrisa—. No te interesaban las chicas con las que salías, te interesaba ella. Sólo ella. Estaba esperando a que te dieras cuenta por ti mismo.
Automáticamente, negué con la cabeza, de forma suave. Aquéllo no podía ser. Ella era Bella, mi Bella. Ella era mi mejor amiga, mi pequeña, esa que siempre había estado en el momento justo, toda mi vida. Ella no podía ser más que eso. Yo lo tenía muy claro.
¿Realmente lo tenía tan claro?
Suspiré.
—¿Necesitas que te diga lo evidente? —preguntó la suave voz de Jasper, aún con aquel aire cauteloso.
—No, gracias —murmuré.
Quizás, todo estaba bastante claro.
Aunque no de la forma que yo había creído
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