jueves, 15 de diciembre de 2011

CP - CAP 10. Chantaje emocional



Autora: Lady Cornamenta / Mrs Valensi


Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)




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CHANTAJE EMOCIONAL

BELLA'S POV

Jacob se quedó mirándonos y su sonrisa de ensanchó. Sus ojos viajaron del rostro de Edward al mío con velocidad, repitiendo el proceso varias veces. Segundos después, sólo sacudió la cabeza de izquierda a derecha.

—No, nada importante —apuntó, rápidamente—. Si me disculpan, muchachos, debo ir a preparar una clase.

Y, sin más, pasó entre nosotros, para perderse por los pasillos de la universidad.

Edward y yo compartimos una mirada confusa, antes de encogernos de hombros.

Sin tiempo para preocuparnos por aquello, los dos nos dirigimos a la cafetería, con el fin de comer algo. Sin embargo, cuando terminamos de pedir nuestra comida, me frené en mi lugar. Edward lo notó, ya que se volvió hacia mí. Entonces, una mueca de entendimiento cruzó su rostro.

—¿Prefieres que vayamos a comer afuera? —inquirió comprensivamente, al observar hacia la mesa donde se encontraban todos, inclusive Mike.

Negué. Mike no se convertiría en un problema para mí.

—Tranquilo, seguro que todavía está asustado por lo de ayer —comenté, con una pequeña sonrisa.

Edward rió melodiosamente, mientras nos acercábamos a la mesa.

Estábamos por sentarnos, cuando el brazo de Edward se acomodó en mi cintura, de forma posesiva. Le dirigí una mirada curiosa, en total silencio, a la que sólo respondió encogiéndose de hombros. Carcajeándome suavemente, me senté a la mesa. Sentí que el ambiente se tensaba al instante, pero intenté ignorarlo.

—¿Y Angela y Ben? —pregunté confundida.

Ahora que lo pensaba, no los había visto tampoco en clase.

—Oh, no quieres saberlo —apuntó rápidamente Alice, con una sonrisa pícara.

Me sonrojé furiosamente, mientras Edward y Jasper reían con ganas.

Ignoramos a Mike y a Jessica toda la comida. Ellos no intervinieron y supuse que tenía algo que ver con Alice, ya que mi ex novio no dejaba de mirarla con desconfianza. Además, después del golpe que Edward le había propinado la mañana anterior, Mike debía estar algo asustado.

Antes de que todos terminaran de comer, pude escaparme con mi compañero, con la excusa de que debíamos ir a buscar algunos libros. Después de haber conseguido todo lo necesario, al ver que todavía faltaba algo de tiempo para dirigirme a mi trabajo, con Edward decidimos dirigirnos a los exteriores del campus. Caminamos un poco y nos sentamos bajo la sombra de un pequeño árbol. Pasamos allí un rato, charlando, hasta que la pequeña Alice llegó hasta nosotros. Nos dirigió una mirada de reproche, antes de hablar.

—Podríais haberme avisado que estabais aquí, ¿no? —cuestionó, con las manos en la caderas.

—Pensamos que tú podrías predecirlo —bromeó Edward, haciéndome sonreír.

Alice gesticuló, produciendo una risa falsa.

—Vámonos —murmuró.

Con una sonrisa, ambos nos pusimos de pie. Salimos, detrás de la pequeña Alice, hacia el automóvil de Edward.

(Edward's POV)

Aquel texto que descansaba sobre mis manos me estaba resultando absurdamente aburrido. Fingiendo leer, paseé mis ojos por las interminables líneas de palabras, las cuales comenzaban a difuminarse bajo mis cansados ojos. Finalmente aventé el libro sobre el sofá y eché la cabeza hacia atrás. Jasper, que se encontraba sentado en el piso con algunos apuntes a su alrededor, soltó una risotada.

—¿Has terminado ya? —inquirió, escéptico.

—Nada me gustaría más —respondí, dejando escapar un suspiro—. Creo que ni siquiera he empezado.

—Vamos, que no es tan terrible —apuntó mi amigo—. Es verlo en el libro o en los cadáveres.

—Prefiero los cadáveres —aseguré—. No es como si la sangre y todo eso me diera miedo.

Debían ser ya más de las ocho de la noche y todavía no habíamos logrado siquiera empezar nuestro proyecto para la universidad. Estaba cansado, abrumado pero, sobre todo, mortalmente aburrido.

—¿Crees que podamos empezarlo mañana? —pedí, alzando mi cabeza.

—Sin problemas —respondió Jasper, tomando sus cosas—. De hecho, yo también estoy un poco cansado.

Le sonreí, mientras lo ayudaba a juntar todas sus cosas.

Jasper era un gran amigo. Él había sido quien me había apoyado siempre, sin importar cosas como mis elecciones o con quién salía o dejaba de salir. Cuando le comenté lo que me sucedía, nunca se había mostrado reticente; sino, por el contrario, me había otorgado todo su apoyo, haciendo, incluso, alguna que otra broma al respecto. En Jasper había encontrado un amigo sincero, que me escuchaba y me tranquilizaba siempre que lo necesitaba.

Además, alguien que pudiera controlar a Alice no se encontraba todos los días.

Cuando Jasper se fue, no hice demasiado: comiendo algo rápido, acallé los reclamos de mi estómago, para después comenzar a acomodar mis cosas de la universidad. Dejé todo sobre la mesa de la sala, sin preocuparme demasiado por ello. Casi de forma inconciente, me metí bajo la ducha y me aseé de forma rápida. Finalmente me dejé caer sobre mi cama. Necesitaba dormir un poco… o, quizás, mucho.

Por supuesto, las horas que dormí no me ayudaron demasiado. No fue fácil levantarme pero, después de una buena taza de café, me encontraba lo suficientemente preparado como para comenzar otro día. Conduje hasta el departamento de Bella, quien me esperaba en la puerta como todas las mañanas… bueno, todas aquellas en las que no se quedaba dormida. Con alegre caminar, Bella llegó hasta mi coche y se acomodó en el asiento del copiloto.

—Buenos días, Edward —saludó, con una sonrisa.

Inevitablemente, se la devolví.

—Buenos días, pequeña —respondí, mientras avanzábamos nuevamente por las calles de Washington.

Llegamos pronto a la universidad y, después de acordar encontrarnos para el almuerzo, nos separamos. Las clases se sucedieron de forma tediosa, ya que aún estaba lo suficientemente adormilado como para prestar atención. Si realmente quería comprender lo que el profesor estaba diciendo, quizás tendría que haber considerado la posibilidad de llevar conmigo un recipiente con café a todas las clases.

—¿Estás seguro de que dormiste algo ayer? —me preguntó Jasper, mientras caminábamos por los pasillos del lugar.

—Sí, es sólo que últimamente siento como si no durmiera nada —comenté, mientras intentábamos ingresar en la cafetería, cuya puerta estaba bloqueada por varios estudiantes.

Jasper soltó una suave risa, que parecía tener un significado oculto.

—Quizás necesites algo de compañía —apuntó, como quien no quiere la cosa, adelantándose.

Rodé los ojos, antes de seguirlo.

Nunca iba a dejarme en paz.

Pedimos algo de comer y, después de conseguir nuestro almuerzo, nos dirigimos a la mesa que ocupábamos usualmente. Creía que allí ya se encontraban todos pero, cuando paseé la vista rápidamente por el lugar, me percaté de que faltaba alguien.

—¿Y Bella? —inquirí, frunciendo el ceño.

—Estaba buscando a Jacob, su profesor de arte —respondió rápidamente Alice—. Tenía que entregarle un trabajo.

Confundido, y algo inquieto también, me senté a la mesa. Comencé a comer distraídamente, mientras mis amigos charlaban sobre alguna cosa relacionada con el receso que teníamos en inverno. Evidentemente Alice había planeado una visita a nuestro hermano, Emmett, y su novia, Rosalie, quien también era hermana de Jasper. Ambos estaba viviendo en Nueva York, y Alice se había entusiasmado mucho con la idea de ir a visitarlos.

—¡Ya tengo los pasajes! —exclamó mi hermana—. Los saqué por teléfono.

—¿Saben Emmett y Rose que los visitaremos? —preguntó Jasper, notablemente divertido.

Alice se encogió de hombros.

—Quería que fuera una sorpresa.

No capté mucho más de su conversación, ya que nuevamente comencé a divagar sobre el paradero de Bella. Terminé mi comida y, pidiendo disculpas, me levanté de la mesa. Con determinación, atravesé los pasillos de la universidad, buscando el salón de arte. Cuando llegué, efectivamente, mis sospechas se confirmaron: Bella estaba allí con el tal Jacob.

Ambos se volvieron cuando me oyeron carraspear suavemente.

—¿Edward? —preguntó Bella, confundida—. ¿Qué haces aquí?

Me encogí de hombros, fingiendo naturalidad.

—Nada, te estaba buscando y Alice me dijo que estabas aquí —respondí, ante la atenta mirada de Jacob.

Bella se quedó mirándome, hasta que Jacob movió unas hojas, distrayéndola.

—Bella, creo que con esto estará bien —apuntó el nuevo profesor, mirando las grandes hojas repletas de formas y colores—, son todas muy buenas —agregó, con una sonrisa.

Bella sonrió en respuesta y yo tuve que contener un suave gruñido.

—De cualquier modo, creo que seria bueno que consiguieras una carpeta para tus trabajos…

 —comentó Jacob, acomodando las hojas en una pila— ¿por qué no vas a fijarte si quedó alguna en mi despacho?

Bella asintió y, después de dedicarme una sonrisa, salió del salón.

Jacob se dedicó unos segundos más a acomodar sus cosas, mientras un tenso silencio se extendía en el lugar. Después, sus ojos se alzaron y se posaron en los míos. Una tenue sonrisa surcó su rostro trigueño, mientras yo me apoyaba en el marco de la pequeña puerta del salón.

—Así que resulta ser que Edward Cullen estudia aquí —comentó, con cierto retintín en su voz.
Apreté los dientes, mirándolo con los ojos entrecerrados.

—¿Puedo preguntarle de dónde me conoce? —mascullé.

Una gruesa carcajada llenó el ambiente.

—Bueno, digamos que mi hermano Charles me cuenta sobre sus… aventuras —apuntó, como quien no quiere la cosa.

Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

—¿Entonces…?

—Sí, Cullen, conozco bastantes… detalles sobre ti —cortó, con voz demasiado suave para mi gusto—; pero no te preocupes, nadie tiene por qué enterarse nada.

La sonrisa en su rostro me generó un molesto estremecimiento.

—¿A qué se refiere? —pregunté, con desconfianza.

—Veo que eres muy amigo de Bella —apuntó, sonriendo con suficiencia—. ¿Qué te parece si hacemos un trato? —preguntó y, sin darme tiempo a responder, añadió:— Tú me consigues una cita con ella y tu secreto está a salvo conmigo.

Abrí la boca debido a la incredulidad.

¿Acaso aquel idiota me estaba… chantajeando?


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