sábado, 4 de febrero de 2012

LLC. Capitulo 26: Navidad Parte I

NAVIDAD PARTE I

Estaba teniendo un sueño sobre Edward bastante interesante. Estábamos tumbados en un prado perfectamente circular lleno de flores. Yo estaba apoyada en un codo, dibujando formas sobre su pecho desnudo. Él tenía los ojos cerrados, pero estaba sonriendo. Cuando abrió los ojos, no eran del color esmeralda que me encantaba. Eran de un extraño color dorado, casi color topacio. Y cuando sonrió, había algo diferente. Se incorporó y me acercó a él, besándome por el cuello. Entonces me mordió, justo donde el cuello y el hombro se unían.

Me desperté de un salto, sentándome en la cama. Me pasé una mano por el enredado pelo, respirando hondo. Maldije mis estúpidos sueños vívidos y mi extraña imaginación. Básicamente había soñado que el hombre que amaba era un vampiro. ¿Por qué demonios soñaría eso? Me reí en voz baja, al darme cuenta de que incluso siendo un vampiro y mordiéndome, no tenía miedo de que Edward me hiciera daño.

Todavía estaba profundamente dormido. Me encantaba verle dormir. Estaba siempre tan tranquilo y angelical. Cuando dormía, ninguna preocupación ni responsabilidad le encontraba. Su cerebro no creaba visiones raras que le hicieran hablar en sueños. Me alegraba que tuviera eso, pero estaría mintiendo si dijera no que me daba un poco de envidia.

Me apoyé en un codo y pasé la mano libre por su pelo, apartándoselo de la cara. Me hacia gracia como se comportaba su pelo. Era la única cosa que enseñaba el lado travieso que él no dejaba que nadie viera. Me alegraba que no me lo ocultara. Hablando de cosas traviesas...

Me moví hasta que estuve sentada sobre él. Me incliné y empecé a besarle cariñosamente, pero con firmeza. No mucho después le sentí sonreír contra mis labios. Sus brazos me rodearon la espalda, apretándome más contra él. El beso continuó durante bastante tiempo, pero ninguno de nosotros se quejó.

Cuando finalmente nos separamos, le susurré, "Buenos días, Edward."

"Sí que los son."

"¿Entonces no te importa que te despierte con un besito?" pregunté, subiendo y bajando las cejas.

"Ni un poco. De hecho, no creo que esté lo suficientemente despierto. Creo que deberías besarme otra vez."

Sonreí y alegremente le concedí su petición. Decidí ser un poco atrevida esta mañana. Deslicé las manos por debajo de su camiseta, sintiendo los músculos que antes sólo había visto. Se le escapó un suave gemido y flotó hasta mi boca. Nunca antes había sentido algo así y mi cuerpo se calentó. Era una sensación fantástica y esperaba que lo hiciera otra vez. Enrolló su lengua con la mía. Apreté más mis labios contra los suyos, queriendo que el beso nunca acabara.

De repente, las manos de Edward estaban tocándome la piel de la espalda. Dejé escapar un grito ahogado contra sus labios. Se paró y de alguna manera conseguí decir. "No. Sólo estaba sorprendida."

Rápidamente empecé a besarle otra vez, esperando que me escuchara. Lo hizo y la sensación de tener sus manos por mi espalda era increíble. Por esto Angela siempre quería estar a solas con Ben. Por esto Emmett y Rose estaban siempre escabulléndose. ¡Sentirse así por alguien y que creara esos sentimientos en tu interior! Pero yo no estaba preparada para más con Edward y me alegraba saber que él tampoco estaba preparado para más. Esto era suficiente.

Edward suavizó el beso hasta que fueron suaves besitos. Me sonrió y se la devolví. "Sin lugar a dudas prefiero despertarme contigo por las mañanas. No creo que vaya a poder soportar mi despertador otra vez."

"Yo tampoco," suspiré, apoyando la cabeza en su pecho.

Presionó su cabeza contra la mía y respiró hondo. Sonreí, sabiendo que estaba inhalándome como yo hacía muchas veces con él.

"¡Knock, knock!" dijo Alice mientras llamaba a la puerta.

"Estamos despiertos, Ali," dijo Edward. "Ahora bajamos."

"Alguien está de buen humor esta mañana," cantó Alice. Escuchamos su risa apagándose mientras se alejaba de la puerta.

"¿Qué le ha dado esa impresión?" pregunté, mirando a Edward a sus preciosos ojos color esmeralda.

"He usado su apodo."

"¿Te has dado cuenta de que lentamente estoy consiguiendo que me cuentes todos tus secretos?" tiré del cuello de su camiseta.

"¿Te has dado cuenta de que yo he estado haciendo lo mismo contigo?"

"¿Lo crees?"

"Lo sé." Su sonrisa maligna era impresionante.

"Entonces cuéntame un secreto."

"Hay una cosa que puedo hacer que te hará sonreír, quieras o no."

"¿De verdad? ¿El qué?"

Edward sonrió torcidamente y sus hoyuelos aparecieron. Sonreí a la vez que él. "¿Lo ves?" se rió.

"¡Bien!" suspiré. "Pero yo sé una cosa que puedo hacer que hará que dejes de respirar."

"¡No lo creo!" se rió por lo bajo. "Tú eres a la que se le olvida respirar."

Tiré del cuello de su camiseta y le besé justo debajo del cuello. Dejó de respirar y sonreí triunfantemente. "¿Lo ves?" dijo, devolviéndole sus palabras.

Rápidamente me levanté y fui a coger mi bolsa del armario. Sentí que sus brazos me rodeaban y sentí su cálida respiración en la parte de atrás del cuello. Suavemente me besó en la nuca, haciendo que esta vez fuera yo la que dejara de respirar.

Se rió por lo bajo, "Dos pueden jugar a este juego." Me giró para tenerme de frente. "¿Cómo está tu lado?"

"Un poco mejor hoy. Aunque todavía necesito ayuda para vestirme."

"Todavía no te vas a vestir. Es hora de abrir los regalos y eso lo hacemos en pijama." Edward me empujó hacia la puerta.

"Al menos, primero podrías dejar que me peinara y me lavara los dientes."

"¿Por qué? Estás preciosa."

"Porque haría que me sintiera mejor."

"Entonces hazlo, por favor." Me besó en la frente y me soltó.

Entré corriendo en el cuarto de baño y me pasé el cepillo por el pelo. Me lavé los dientes rápidamente. Volví corriendo a la habitación para encontrarme a Edward apoyado contra la pared, como un Dios Griego. Me sonrió y paré en seco. Realmente me estaba sonriendo y me amaba. Era la chica con más suerte del mundo.

Edward se rió por como me había parado. Me cogió de la mano y la agarró fuertemente. Me guió por el pasillo y nos encontramos con Emmett y Rosalie. Los cuatro bajamos las escaleras y entramos en el salón. Jasper y Alice estaba sentados en el suelo al lado del árbol dándose un beso. Esme y Carlisle salieron de la cocina llevando dos bandejas de tazas humeantes.

"Tenemos chocolate caliente para todos," dijo Esme, sonriendo alegremente. Ella y Carlisle soltaron las bandejas.

Los ojos de Edward brillaban mientras me miraba. "Esme hacer el mejor chocolate."

"Edward, querido, creo no eres muy imparcial," le regañó Esme.

"¡Nunca!" Edward se rió y besó a su madre en la mejilla. Parecía un poco sorprendida por eso, pero muy feliz. Alice y Carlisle sonrieron con orgullo mientras Edward le daba a su madre un fuerte abrazo.

Me senté en un extremo del sofá, recogiendo las piernas. Edward se sentó a mi lado y me dio una taza. Le di un sorbito, con cuidado para no quemarme la boca. Sabía tan bien que le di un sorbo más grande.

Edward, con delicadeza, apartó la taza de mis labios. "Despacio, Bella. No queremos que te quemes."

"¡Esme, está excelente!" dije, saboreando el aroma de la deliciosa bebida. Me sonrió y asintió.

"¿Quién va a ser Santa este año?" preguntó Alice, botando en el suelo al lado del árbol. Tenía una gran sonrisa en la cara y sus ojos avellanos brillaban de alegría. (a.n.: se refiere a Santa Claus, o Papá Noel, si lo preferís.)

"Es el año de Edward," dijo Carlisle. Alice hizo un mohín.

"Hazlo tú, Alice," ofreció Edward. "Eres mejor Santa que yo."

Alice dio unas palmadas y gritó. "¡Gracias! Pero aún así más vale que debajo de este árbol haya un regalo para mí de tu parte."

"Por supuesto," Edward se rió por lo bajo. Me rodeó los hombros con un brazo y me apoyé en él con agradecimiento.

"¡Bella!" gritó Alice, saltando y bailando hasta mí. Me dio el regalo. Estaba envuelto en un papel azul con copos de nieve blanco.

Me giré hacia Edward, sonriendo. "¿Hiciste que envolviera mi propio regalo?"

Edward sonrió y se encogió de hombros. Cogió mi taza y se inclinó, poniendo la suya y la mía en la mesa. Cuando se sentó recto otra vez, rasgué el papel, triste de ver que mi mejor trabajo envuelto era destruido. Tiré de la tapadera de la caja y miré fijamente mi regalo. No pude evitar gritar y yo normalmente no grito. Dejaba eso a las personas llenas de vida como Alice. Lo levanté y lo abracé fuertemente. Me giré y besé a Edward en los labios.

Emmett silbó y me separé, sonrojándome. "¿Qué te ha regalado, Squirt?"

Lo levanté para que lo viesen. "Es un ejemplar de Orgullo y Prejuicio forrado de cuero."

"¿No tienes ya ese libro?" preguntó Emmett.

"Tiene uno de pasta blanda, pero se está cayendo a pedazos," Edward se rió por lo bajo. "¿Cuántas veces lo has leído, Bella?"

"Perdí la cuenta hace mucho," me encogí de hombros.

"Edward," cantó Alice, extendiéndole un regalo. "Este es de Bella."

Me sonrojé otra vez mientras Edward cogía el regalo. Esperaba que le gustase. No había podido pensar en nada y Alice me aseguró que a Edward le gustaría esto. Le haría daño a mi bolsillo perderme días de trabajo, pero si había a Edward feliz, valía la pena.

Le quitó la tapa a la pequeña caja y levantó las dos estrechas tiras de papel. "Bella, esto es demasiado," me dijo mientras fruncía el ceño. "Necesitas el dinero para la universidad."

"Por favor acéptalos, Edward," dije, empujándole las manos al pecho. Luché contra las lágrimas que quería caer. Había estado tan nerviosa sobre si le gustaría el regalo. ¡Sólo se estaba fijando en el precio! ¡Era mi dinero y lo gastaba donde quería! "Alice me ayudó a conseguirlos. Dijo que siempre quisiste verlo."

"Pero Bella..."

"Edward," advirtió Alice.

La miré, sonriendo un poco. Ella sabía lo nerviosa que había estado por su reacción, pero es que había estado pensando que no sería un buen regalo. Nunca pensé que me había sentir mal por comprarlos.

"¿Qué te ha regalado, Edward?" preguntó Esme, intentado aliviar la tensión.

"Bella me ha regalado entradas para ver El Fantasma de la Ópera en Nueva York en Año Nuevo," contestó Edward, todavía frunciendo el ceño.

"Edward, siempre has querido ver eso," dijo Carlisle. "¿Por qué eres tan desagradecido con Bella?"

"¡No!" gritó Edward con sorpresa. "Al menos no lo soy queriendo." Se giró y me miró. "Bella, me encanta tu regalo. Es perfecto. Es sólo que no me gusta la idea de que gastes el dinero para la universidad en mí."

"No necesitas preocuparte por mis finanzas," dije, todavía luchando contra las lágrimas. Quizás si explicaba lo de la ayuda de Alice, estaría feliz con su regalo. "Alice y yo hicimos un trato. Yo compraba las entradas y ella cubría el hotel y los gastos del viaje. Así que la verdad es que ella está pagando casi todos los gastos. Yo sólo he comprado las entradas."

"Vuestro vuelo sale el domingo por la mañana y volvéis el martes por la noche," le informó Alice. "Bella ya ha pedido los días libres en su trabajo. No hay nada más que decir, Edward, excepto agradecérselo a Bella."

Edward sonrió, pero todavía podía ver la preocupación en sus ojos. ¡Mi nerviosismo se convirtió en enfado! ¡Cómo se atrevía! ¿Cómo podía pensar que tenía derecho a decidir como gastaba mi dinero?

Le acerqué a mí y le susurré ferozmente. "¡Esto no es justo, Edward Cullen! ¡Qué me has regalado un móvil por el amor de Dios! ¡Uno que estarás pagando indefinidamente! Y me has hecho más de un regalo. Esto es todo lo que yo podía hacer por ti y me estás haciendo sentir mal por eso. Por favor, no te preocupes o te sientas culpable, Edward. Por favor, acéptalo. Sólo quería que tuvieras algo muy especial."

Le solté y me dio un fuerte abrazo. "Lo siento mucho, Bella. No quería herir tus sentimientos. Y tienes razón, no estaba siendo justo. No tenía derecho para reaccionar de esa manera. Lo siento mucho. Y el regalo me encanta, de verdad."

Me separé y le quité las entradas a Edward. "Intentemos esto otra vez," dije, sonriéndole. "Edward, ¡mira lo que te he comprado por Navidad!"

"¡Entradas para la Ópera!" Edward se rió, besándome en la frente. "Son perfectas, Bella."

"¡Por fin!" saltó Alice. De broma le dio un tortazo a Edward en la cabeza.

Jasper le extendió a Alice una caja y esta se la dio a Emmett. "¡Te toca, Em!"

Emmett alegremente cogió el papel y rasgó el papel. Era un nuevo juego para su Xbox. "¡Guay!" gritó Emmett. "¿A quién tengo que agradecérselo?"

"A Jasper y a mí," contestó Alice.

"¡Gracias, chicos!" dijo Emmett. Cogió a Alice y la besó en la mejilla. Alice le dio unas palmaditas en la cabeza y entonces se giró a Jasper para que le diera otro regalo. Seguimos así hasta que todo el mundo había acabado de abrir uno sus regalos. Después de eso, Alice cambió el proceso para que cada persona pudiera abrir el resto de sus regalos antes de pasar a la siguiente.

A Rose le regalaron Alice y Jasper un par de zapatos. Emmett una tarjeta de regalo visa para que comprara, sabiendo que él no tenía el gusto apropiado para elegir algo para ella. Carlisle y Esme le regalaron un pase para pasar todo un día en un spa. Edward le regaló un CD que le había mencionado. Yo le regalé un libro de las actuales modas en Europa.

Rose le regaló a Emmett un juego de guerra y Edward uno de carreras. Yo le regalé una camisa muy elegante y le dije que era para que llevara a Rosalie a algún sitio especial. Carlisle y Esme le regalaron un certificado que le servía para otro año en su gimnasio favorito.

A Jasper le regalaron lo mismo ya que sabían que a los chicos les gustaba hacer ejercicio juntos. Alice le regaló un traje nuevo, completo con calcetines y zapatos. Rosalie le regaló un libro sobre la vida con un adicto a las compras. Alice pensó que realmente era una buena idea y se rió cuando lo vio. Edward le regaló el mismo juego que le había regalado a Emmett así podrían jugar en las dos casas. Yo le regalé una colección de cartas de amor de la época de la Guerra Civil. Parecía muy contento con eso.

Alice le regaló a Edward un traje nuevo, pero sin los zapatos. Me reí por cómo básicamente ella se hacía cargo de vestir a todos los miembros de su familia y amigos. Emmett y Rose le regalaron una recopilación de CDs de famosos conciertos de piano. Jasper le regaló un libro sobre la vida de Debussy. Alice, Carlisle y Esme le regalaron un paquete con toda la información y los billetes para nuestro viaje a Nueva York.

Jasper le regaló a Alice una preciosa pulsera con un colgante con forma de bolsa de la compra. Edward le dio un colgante con forma de tarjeta de crédito. Emmett y Rose le regalaron un colgante con forma de vestido y otro con forma de barra de labios. Yo le dí una tarjeta que le permitía llevarme de compras cualquier día que eligiera y durante tan tanto tiempo como quisiera. Prácticamente me rompió por la mitad cuando me abrazó después de que se la diera. Carlisle y Esme le dieron otro pase para que fuera con Rosa al spa un fin de semana.

Esme le regaló a Carlisle un jersey. Edward y Alice le regalaron un GPS para su coche. Emmett, Jasper y Rose le regalaron un jersey de los RedSkins y entradas para un partido (para que todos los chicos fueran con él). Yo le regalé un bloc de notas que decía 'Del Escritorio del Dr. Carlisle Cullen' en la parte de arriba. Alice me había ayudado mucho con este.

Esme recibió una pulsera de diamantes que era claramente de Carlisle. Yo le regalé un delantal amarillo con rosas y guantes para el horno a juego. Edward se fue corriendo al piso de arriba y volvió cargando el retrato, manteniendo la parte de delante escondida.

"Mamá, a Alice se le ocurrió la idea, y Emmett, Rose y Jasper nos ayudaron," dijo Edward.

Todos nos levantamos y nos acercamos un poco para poder verlo mejor. Era demasiado grande para ponerlo más cerca con las bandejas de por medio. Emmett lo cogió por el otro lado y ayudó a Edward a darle la vuelta para que todos lo viéramos.

Era una pintura al óleo de Edward sentado en un sillón orejero con Alice sentada en el brazo izquierdo. Alice llevaba un precioso vestido verde y que compensaba perfectamente su pelo negro y sus ojos avellanos. Edward llevaba pantalones negros y una camiseta blanca. Contrastaba perfectamente con su tono de piel y brillantes ojos verdes, especialmente con los tonos marrones del sillón en el que estaba sentado. Parecían un príncipe y una princesa sentados juntos.

Esme ni siquiera podía hablar. Se puso a llorar y hundió la cara en el pecho de Carlisle.

"Creo que no le ha gustado," bromeó Edward. "Probablemente deberíamos ver si podemos devolverlo."

"¡No te atrevas!" gritó Esme. Todos nos reímos y al poco ella también se unió, limpiándose las lágrimas.

"¿Entonces te gusta?" preguntó Alice, botando delante de ella.

Esme la cogió y la abrazó fuertemente, besándola en el pelo. "Es perfecto, Alice." Le indicó a Edward que se acercara. Jasper rápidamente sostuvo el lado de Edward, que se acercó y dejó que Esme le abrazara junto con Alice. "Mis queridos hijos. Me hacéis sentir como la mujer con más suerte del mundo."

"¡Vuelta al árbol!" cantó Alice. "¡Bella necesita acabar con sus regalos!"

Me senté, con Edward a mi lado otra vez. Alice me dio una gran caja. "Este es de Jasper y mío, Bella. Esperamos que te guste."

Tuve que apoyarla en las piernas de Edward por lo grande que era. La destapé y moví el papel que había dentro. Podía ver que era ropa. Me levanté y la saqué de la caja. Era un precioso vestido negro. Tenía cuello de pico y se cerraba alrededor del cuello. Había un corazón plateado en el medio y una delgada cadena iba desde la punta del corazón hasta la cintura y pasaba por los lados del vestido.

"¡Alice!" grité. "Es precioso. ¿Pero cuándo me pondré algo como esto?"

"¡En la Ópera, tonta Bella!" Alice se rió. Me dio otra caja. "Este es de Emmett y Rosalie y va con el vestido."

Le di el vestido a Alice, que lo metió con cuidado en la caja. Abrí mi nuevo regalo para encontrarme un par de tacones plateados. Incluso parecían bastante seguros. Me tiré entre Emmett y Rose y les abracé fuertemente. "Gracias."

"No hay de qué," Rosalie se rió por lo bajo. "Sí que agarras fuerte, Bella."

Les solté y me levanté. "Lo siento," solté una risita.

"¡Siéntate!" dijo Alice, empujándome encima de Edward. "Hay más."

"¡Ya no más!" contesté, moviendo las manos. "Esto ya es demasiado."

"Ni un poquito," bromeó Alice, sonriendo malignamente. Me dio una pequeña caja rectangular. "Este es de Carlisle y Esme."

Quizás este no sea tan malo, me dije. La caja no era muy grande por lo que dentro no podía haber algo muy caro. La abrí y me quedé mirándola fijamente. Sentí alegría, miedo, anhelo, y egoísmo.

Miré sus sonrientes caras, las lágrimas deslizándose por la mía. "No... no puedo..."

"Puedes," dijo Esme, dándome un abrazo. "Y lo harás."

"¿Qué es, Squirt?" preguntó Emmett. Le di la caja. "¡Guau!"

"¡Sí!" me reí, limpiándome las lágrimas y mirando al cheque que había en la caja. "Son mis dos próximos años de universidad, todos mis libros y prácticas y algo más."

"Bella," dijo Carlisle, abrazándome fuertemente. "Nunca hemos conocido a alguien que se merezca más una educación universitaria. Por favor, acepta nuestro regalo sin preocupaciones ni culpabilidad."

"Tendréis que dejarme hacer algo para devolvéroslo. No puedo aceptarlo sin hacer nada," protesté.

"Puedes visitarnos para alegrarnos los días," dijo Esme, besándome en la mejilla y acariciándome el pelo.

"Bella," dijo Emmett con severidad, cogiéndome por los hombros y girándome para que le mirase. "Llevo años viéndote trabajar duramente y he dejado que te salgas con la tuya al no dejar que te ayude. Pero no voy a dejar que dejes pasar este regalo. Carlisle y Esme te están dando la oportunidad de ir a la universidad a tiempo completo y graduarte como deberías. Te mereces esto y lo aceptarás." Me quedé mirándole fijamente. Me sonrió y miró detrás de mí. "Edward, haz entrar en razón a tu novia para que acepte este regalo."

"Bella," dijo Edward suavemente.

Emmett me soltó los hombros y me giré para mirar a Edward, sabiendo que en el fondo aceptaría este regalo. Le miré a los ojos verdes y me derretí. La esperanza, el amor, la adoración que había en ellos me decía que esto era un regalo de futuro, no por pena.

Le cogí las manos y las apreté tan fuerte como podía. Miré a Carlisle y Esme. "Gracias. Lo aceptaré gustosamente. Y os haré orgullosos de la decisión de darme esta oportunidad."

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