El azul iba muy bien con mi piel. Al menos con este pijama. La camiseta era de tirantes y se pegaba un poco al cuerpo. Los pantalones eran de talle bajo y muy cómodos. Alice sí que tenía buen gusto para la ropa. Rápidamente estaba llegando a la conclusión de que nadie debería apostar contra Alice.
Miré mi reflejo en el espejo, mis ojos fijándose al instante en la esmeralda que tenía alrededor del cuello. La sostuve con cariño entre los dedos. Tenía que amarme tanto como yo le amaba: nadie compraría algo así por alguien si no lo hacía. Estaba esperándome al otro lado de la puerta. Podía oír la televisión encendida. Probablemente estaba estirado en la cama del hotel.
Nueva York era todo lo que había oído que sería. Habíamos llegado esta mañana. Estábamos en The Marriot Marquee, justo en Times Square. Había un restaurante en el piso de arriba llamado 'The View' y Edward dijo que desde allí podríamos ver como la bola caía perfectamente.
Después de ver nuestra habitación, Edward me había llevado a hacer turismo. Nuestra primera misión era bajar y hacer algunas fotos mientras fuera de día de Times Square. Quería hacer muchísimas fotos para Rosalie. Me sentía culpable sabiendo que estar en Nueva York para año nuevo era su sueño, pero yo era la que lo estaba viviendo. Quizás Edward querría ir a medias conmigo y regalarle a Rose un viaje aquí para la próxima Navidad. Me pregunté si tendría la suerte suficiente para todavía estar con Edward la próxima Navidad.
La intensidad entre nosotros daba un poco de miedo, pero era tan maravillosa. También todo el mundo parecía verdaderamente contento por nosotros. Con todos los libros que había leído y las películas que había visto, sabía que las cosas no podían ir mejor. También sabía lo especial que era encontrar al hombre correcto al primer intento. Era casi inaudito. Salí de mis pensamientos y abrí la puerta del baño.
Edward estaba en la cama con sus pantalones de franela, con la barbilla apoyada en los brazos desnudos mientras veía la televisión. Me miró y sonrió. "He encontrado tu programa favorito, Bella," dijo.
Entré en la habitación y me subí a su lado. Miré la televisión y empecé a reírme. "¡Has encontrado Foster! ¿Está Cheese en este episodio?"
"No lo sé. Estoy intentando seguirlo, pero..."
"Edward, necesitas dejar de pensar que vas a encontrar una gran verdad ahí. Disfrútalo sólo por el valor cómico. ¡Quiero decir, en serio! ¡Hay un monstruo gigante con enormes dientes y un cinturón con una hebilla en forma de cráneo al que le da miedo su propia sombra!" grité, y Edward se encogió. "¡Me acabo de dar cuenta! ¡Eduardo es Edward es español! ¡Eres un amigo imaginario!"
Se puso de lado, mirándome. "¿Y tú cuál eres?" preguntó con una sonrisa.
"Yo soy la chica que se inventa todos los amigos," dije, moviendo las cejas.
"¿Tenías un amigo imaginario, Bella?"
Lo pensé durante un segundo, intentando recordar si lo tuve o no. "No que yo recuerde. ¿Pero quién necesitaría uno con Emmett como hermano mayor?"
Edward se rió por lo bajo. "Creo que entiendo a lo que te refieres."
Lo empujé para que cayera sobre su espalda y me subí encima de él. "¿Lo entiendes, Tutor-boy?"
Sonrió y sus ojos brillaron. Sentí sus manos en mis costados y debajo de mi camiseta.
"Y Alice piensa que no tienes un lado malvado," me reí por lo bajo.
Me incliné hacia abajo, presionándome contra él, y le besé. Me devolvió el beso con entusiasmo, abriendo mi boca y deslizando dentro su lengua. Me moví para estar más cómoda y Edward gimió. Sonreí y me moví otra vez.
"Bella," suspiró.
"Sólo estoy poniéndome cómoda," susurré.
"Eres una mentirosa horrible, y lo sabes."
"Compenso eso al ser buena en otras cosas." Empecé a hacer dibujos con los dedos sobre su pecho desnudo.
"¿Te das cuenta de que en casa todos están convencidos de que somos inocentes y saludables jóvenes sin la menor inclinación a estar juntos de esa manera?"
"Parece que nos ven como una pareja de niños de doce años. Pero ya hemos hablado suficiente de ellos. ¿Estás emocionado por mañana?"
Le brillaron los ojos y supe que lo estaba. "Bella, prácticamente he esperado toda mi vida para ver esta ópera. Y tenerte a mi lado... es más de lo que podría haber soñado."
"¿Qué sueñas? Es difícil saberlo ya que no hablas mientras duermes."
"Sobretodo sueño con estar contigo. Viajar por el mundo contigo. Y otras veces, sueño con tocar el piano, pero siempre estás entre el público viéndome."
"¿Qué soñabas antes de estar conmigo?"
"Nada."
"Tenías que soñar con algo."
"No recuerdo soñar nada. Solía despertarme mucho por la noche. Quizás por eso no recuerdo tener sueños. Pero ya no me pasa eso. Contigo en mis brazos, mis noches son tranquilas y llenas de sueños bonitos."
"¡Eres tan dulce! Pero no tienes que halagarme. De todos modos dejo que me metas mano, Tutor-boy."
Se rió alegremente, echando la cabeza hacia atrás. Le sonreí, me encantaba ese sonido y la expresión de su cara cuando estaba verdaderamente feliz.
"A veces, Bella..." se rió por lo bajo. "... a veces creo que dices cosas sólo para ver como reacciono. Eres casi tan mala como Alice."
"Puede que sí, pero no te lo voy a decir. Una chica tiene que tener sus secretos." Miré a la televisión. Me reí y la señalé. "¡Está Cheese!" Me quité de encima de Edward y me estiré a su lado.
Se puso de lado y me rodeó con un brazo. Empezó a besarme por el hombro, el cuello, y otra vez al hombro. Intenté ignorarle y seguir viendo la televisión. Le sentí sonriendo contra mí mientras mi respiración se volvía más superficial.
Moví la cabeza y dejé caer el pelo sobre su cara. Se rió y se tumbo boca arriba. Le sonreí con malicia, viéndole por el rabillo del ojo. Me encantaba su lado pícaro. Era un lado de él que sólo era para mí. Sabía que sería menos frecuente una vez que las clases empezaran así que me aseguré de que lo disfrutaba al máximo.
"Estaba pensado," dijo de repente.
"¿Qué estabas pensando?" pregunté, girándome para mirarle.
"Me preguntaba si tenías planes para mañana por la mañana."
"No. Lo único planeado es la Ópera. ¿Por qué?"
"¿Te molestaría mucho si quisiera que fuera una sorpresa?"
Respiré hondo. Las sorpresas no me gustaban mucho. Normalmente involucraban que yo fuera el centro de atención y que me sonrojara. Pero tenía que admitirlo, hasta ahora, todas las sorpresas de Edward habían sido fantásticas. "Vale. Pero me debes una, Tutor-boy."
"Cualquier cosa que quieras."
"¿Cualquier cosa, eh? ¿Incluye eso que me finalmente me digas la nota de tu composición?"
"No," se rió por lo bajo. "Todavía no."
Me acerqué más a él, pasando una mano por su pelo. Suspiró y cerró los ojos, con una pequeña sonrisa en los labios. Me incliné y le susurré al oído.
"¿Incluye que nos enrollemos conmigo totalmente en topless?"
Dejó de respirar durante un segundo antes de abrir los ojos y girar la cabeza para mirarme. "¿Estás preparada para eso?"
Me senté de rodillas y Edward también se incorporó. Fijé mis ojos en los suyos mientras me quitaba la camiseta y la tiraba detrás de mí. Lentamente levantó los brazos alrededor de mi espalda. Ahora el broche se le daba mucho mejor ya que había estado teniendo tanta práctica.
Esta mañana había descubierto que podía hacerlo sola sin mucho dolor, pero la verdad es que me gustaba que él lo hiciera. Me gustaba como sus dedos apenas me rozaban la piel mientras él se aseguraba de no fuera para tanto. ¡Era todo un caballero!
Desabrochó el último corchete y respiró temblorosamente mientras quitaba los brazos. Me miró fijamente como si estuviera esperando que desapareciera. Bajé los tirantes, dejando que me viera por primera vez. Me lo quité completamente y lo tiré al lado de mi camiseta.
"Eres preciosa, Bella," susurró.
Parecía que no se podía mover. Sabía que esto era tan nuevo para él como para mí y eso me daba confianza. Me acerqué más a él, suavemente empujándole con una mano apoyada contra su pecho. Dejó sus manos sobre mis caderas mientras levantaba una pierna sobre él, asegurándome de que no me caía accidentalmente. Me incliné lentamente hacia abajo, presionando nuestra piel. Me recorrió la espalda con los dedos mientras nos mirábamos fijamente durante una inconmensurable cantidad de tiempo. Esto era amor. Esto era estar enamorado. Mis libros no le hacían justicia.
Pasamos el resto de la noche besándonos y tocándonos y susurrando palabras de amor. Fue absolutamente fantástico. Donde nuestra piel se tocaba parecía surgir una corriente eléctrica. Había pensado que los besos de anoche habían sido extraordinarios, pero esto era muchísimo mejor. Edward siempre parecía saber la mejor manera de tocarme para que el corazón se me acelerase y me resonara en los oídos. Sólo podía esperar que yo le devolviera algo de esto.
"Edward," dije contra sus labios.
"Mmm," contestó, reacio a acabar el beso.
Le empujé los hombros y paró. Me miró con una sonrisa tonta, haciéndome reír. Apoyé la cabeza contra su hombro y me acarició el pelo.
"¿Has tenido un buen día?" susurré.
"El mejor," me susurró.
"¿Cuál ha sido tu parte favorita?"
"Esta, justo aquí y ahora. Simplemente tenerte entre mis brazos."
"Te amo, Edward."
"Te amo, Bella."
Cerré los ojos y sonreí con alegría. Era tan maravilloso... lo a salvo y cómoda que me sentía en sus brazos. Estaba tan cómoda que me apetecía quedarme dormida tumbada encima de él.
Me desperté primera por la mañana, todavía en sus brazos. Le observé dormir un rato, preguntándome con qué estaría soñando. Entonces se me ocurrió una idea genial. Me deslicé de sus brazos y me puse la camiseta. Fui hasta el pequeño sofá de la habitación. Cogí el menú del servicio de habitaciones y llamé. Pedí un desayuno sorpresa para Edward. Si él podía sorprenderme con una cena, era justo que se lo devolviera.
Esperé junto a la puerta, para escuchar al camarero antes de que llamara. Le escuché venir y rápidamente abrí la puerta. Me puse un dedo contra los labios y el camarero me sonrió. Me quité de en medio y metió el carrito dentro. Pagué la comida y le di una propina. Me saludó con la cabeza antes de irse silenciosamente. Cerré la puerta y volví a la cama.
Edward todavía estaba profundamente dormido. Ahora estaba boca arriba y estaba estirado con los pies debajo de la almohada. Anoche nos quedamos dormidos al pie de la cama. Me reí por lo bajo mientras le miraba.
Pensé en la mejor manera de despertarle. Decidí que el olor de nuestra comida sería lo mejor. Levanté la tapa de su plato de crepes. Los empapé con sirope, justo como a él le gustaban, y lo llevé hasta la cama. Me subí con mucho cuidado y me senté de rodillas. Moví el plato cerca de su nariz. Vi como su nariz se movía y una sonrisa tonta le fue apareciendo en la cara.
"Edward," susurré.
Su sonrisa se hizo más grande y suspiró mientras se ponía de lado. Extendió un brazo y sólo encontró la cama vacía. Frunció el ceño y arrugó las cejas. Abrió los ojos y miró el sitio donde esperaba que yo estuviera. Entonces me vio por el rabillo del ojo. Giró la cabeza y sonrió alegremente.
"¿De verdad creías que iba a irme a hacer turismo sin ti?" pregunté.
"No. Peor. Creí que sólo eras un sueño."
Le sonreí, queriendo besarle, pero tenía un plato de crepes en el medio. "¡Sorpresa!" dije, extendiendo el plato. "Te he traído el desayuno a la cama."
"La última vez que comí en la cama, tenía diecisiete años y estaba enfermo con gripe."
"Bueno, ¡eso hace que esta sorpresa sea mucho mejor!"
Edward se sentó y cogió el plato. "Gracias, Bella."
"De nada." Le besé en los labios rápidamente. "Voy a por el mía y podemos comer."
Me bajé de un salto de la cama y fui corriendo hasta el carrito. Había pedido huevos con queso y una rosca de pan con crema de queso. Llevé mi plato hasta la cama. Edward extendió el brazo para cogerlo. ¿He mencionado que es considerado? Se lo di y me subí en la cama. Me lo devolvió cuando me senté. Comimos en silencio, intercambiando miradas y sonrisas.
Cuando acabamos, cogí los platos y los dejé de nuevo en el carrito. Me giré hacia Edward. "¿Listo para empezar nuestro día?"
Asintió, sonriendo.
"¿Crees que tus sorpresas son tan buenas?"
"Espero que sí." Le dio unos golpecitos a la cama. "Pero tenemos tiempo de sobre. Quería hablar primero contigo."
Fruncí un poco el ceño, pero fui a sentarme a su lado. Tenía la cara seria y sus ojos estaban preocupados. Me pregunté que podía estar molestándole.
"¿Sobre qué?"
"La verdad es que es sobre la universidad." Edward me cogió de la mano y me la besó. "Me preguntaba si no te importaría que organizásemos nuestras clases para que acabásemos con nuestros días al mismo tiempo."
"¡Es una idea genial!" dije, sonriéndole. "Me siento un poco tonta por no haberlo pensado."
Su sonrisa era preciosa. Había estado preocupado porque no sabía si yo querría reorganizar nuestras clases. ¡A veces podía ser tan tonto!
"Sería mejor si fuésemos a la misma universidad, pero esto también funcionará."
"Edward, tus padres ya están gastando suficiente en mi educación. Ir a tu universidad sería el doble de caro y no voy a aceptar más dinero para las clases."
"Lo sé," sonrió con malicia. "Por eso se me ocurrió esta idea." Me puso en su regazo y hundió la cara contra mi cuello. "Te echo tanto de menos cuando estamos separados, Bella."
"Yo también te echo de menos. Pero tenemos suerte."
"¿Y eso?"
"Nuestras familias no nos dicen que pasamos demasiado tiempo juntos o que necesitamos concentrarnos en otras cosas. O que nos hemos encariñado demasiado pronto. Parecen contentos de verdad de que estemos juntos."
"Mi familia sólo está aliviada de verme feliz. No es que antes yo estuviera necesariamente triste. Es sólo que no me abría a los demás y no dejaba que nadie lo viera."
Levanté el brazo y pasé la mano por su pelo. "Estabas protegiéndote. Deben entender eso. Yo lo hago."
"Lo entienden. Pero eso no les hizo más fácil el verme distante.
"Emmett me contó el otro día que no cree que mis padres me reconocerían. Dice que tiene que pellizcarse porque salgo hasta tarde por la noche en vez de quedarme leyendo en mi habitación. También dice que está seguro de que les hubieras encantado."
"Hemos sido bastante patéticos," Edward se rió por lo bajo.
"Yo creo que no," dije, levantándole la barbilla para ver sus maravillosos ojos verdes. "Creo que estábamos esperándonos y estábamos esperando el momento perfecto, cuando estuviésemos listos para estar juntos."
"Es una buena forma de mirarlo." Edward cruzó la distancia entre nosotros y me besó.
Rozó mis labios con la lengua y abrí la boca para él. Profundizó el beso y nos movió para que él estuviera tumbado sobre mí. Cuando finalmente nos separamos para respirar, teníamos las caras sonrojadas mientras intentábamos recuperar la respiración. Le sonreí y recorrió con los dedos desde mi sien hasta mi mandíbula.
"Bella."
"Deberíamos arreglarnos ahora, Edward. Si nos quedamos en esta posición más tiempo, nuestros cuerpos puede que se rebelen contra nuestras mentes y corazones."
Se rió por lo bajo mientras se quitaba. La ausencia de su peso y calidez me entristeció, pero sabía que era necesario. Todavía no era el momento. Todavía no nos conocíamos el tiempo suficiente.
Cogí mi ropa y me dirigí al baño. Me duché rápido, sabiendo que Edward también querría ducharse. Me vestí y me hice una cola en el pelo. Salí del cuarto de baño y le vi sentado en el borde de la cama con su ropa en las manos.
Me sonrió. "Ya veo que estás mejor. Echaré de menos ayudarte."
"¿De qué estás hablando?" pregunté, intentando averiguar como lo sabía.
Se levantó y se acercó a mí. Miré hacia arriba para poder verle mejor. Una vez más, me encontré fantaseando con besarle y tocarle. Cuando me dio un suave tirón de la cola me sacó de mis pensamientos.
"Te traiciona, Bella," dijo, sonriéndome dulcemente.
"¡Oh!" me reí por lo bajo. "Bueno, siempre puedes ayudarme a quitármela."
Se rió por lo bajo y me besó en la frente. Cerró la puerta tras él. Esperé hasta que la ducha estuviera sonando durante varios minutos. Entonces cogí un cojín, me lo presioné fuertemente contra la cara y grité contra él. Me sentía un poco más en control cuando bajé el cojín. Las estúpidas hormonas estaban tonteando conmigo de repente. Ahora entendía los comentarios que Emmett hizo mientras desayunábamos.
Encendí la televisión y encontré otro episodio de Foster. Me concentré en la serie y dejé que mi mente vagara a cosas simples y lejanas de la perfección que era Edward.
Duró exactamente veinte minutos, justo hasta que abrió la puerta y salió sin camiseta, flexionando los músculos mientras se frotaba el pelo húmedo con una toalla. Solté un grito ahogado y se me olvidó respirar. Paró en seco, mirándome cautelosamente. Respiré hondo, me sonrojé, y me giré de nuevo hacia la televisión en un rápido movimiento. Le vi temblando con una risa silenciosa por el rabillo del ojo. ¡Dios! ¡Este hombre hacía que eso también fuera sexy! ¡Ridículo!
Cerré los ojos y empecé a respirar profundamente, contando lentamente en mi cabeza. No estaba preparada. Sabía que él no estaba preparado. ¡Lo que no sabía era por qué mi estúpido cuerpo estaba intentando discutir conmigo! Pensé en las consecuencias de rendirse antes de estar preparada. Posiblemente podría arruinar lo que habíamos estado construyendo y nada valía tanto como eso. Sonreí, contenta de haberme tranquilizado con pensamientos racionales.
Abrí los ojos, preparada para acabar de ver los dibujitos. Pero en vez de los amigos imaginarios, ¡estaba mirando a dos ojos verde esmeralda y estaba atrapada! ¡¿Cómo demonios iba a mantener la calma con él justo aquí?!
"¿Estás bien?" preguntó.
Asentí lentamente con la cabeza, todavía incapaz de apartar mis ojos de los suyos. Llegados a este punto me daba miedo moverme. Tenía la sensación de que el más diminuto de los movimientos por mi parte acabaría con mis brazos alrededor de su cuello y mis manos en su pelo. Una vez que eso pasara, ya no sería responsable de mis actos.
"¿Estás segura?" preguntó.
Asentí de nuevo. 'Sólo muévete, Edward. Por favor, muévete. Aléjate un poquito. Todavía mejor, vuelve al cuarto de baño,' supliqué en mi cabeza.
¡Maldito Emmett! Esto era su culpa. Yo no había pensado en nada más que besos hasta su charla en el desayuno. ¡Idiota!
"Es hora de irse," dijo Edward, levantándose, y yendo hacia el sofá. "Necesitarás las botas y una abrigo gordo. Está empezando a nevar un poco."
Ahora que estaba a una distancia prudente, empecé a moverme. Me bajé de la cama, dejando que mis pies tocaran el suelo. Cogí mis botas de la maleta, poniéndomelas rápidamente. Cuanto antes estuviera fuera en el agradable aire frío, mejor estaría.
Me giré para encontrar mi abrigo y vi que Edward lo estaba sujetando para mí cerca de la puerta. Me acerqué a él y me lo dio. Deslicé dentro los brazos. Me giró y subió la cremallera por mí. Le miré fijamente, sonriendo como una tonta, estoy segura. Se inclinó y me besó suavemente antes de darme la mano y guiarme fuera de la habitación.
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