miércoles, 11 de enero de 2012

LSAE&B - CAP 8: El Volvo




El Volvo

— ¿Adónde vamos exactamente? —le preguntó Bella a Edward, al girar en uno de los caminos desiertos de terracería en Forks. Él no respondió; sólo detuvo el auto y apagó el motor, volviéndose para sonreírle.

—Hemos tenido sexo en casi todas partes excepto en mi Volvo —le informó, desabrochándole el cinturón de seguridad. Se inclinó hacia ella y pasó sus labios sobre la línea de su pulso; Bella se estremeció.

— ¿Y exactamente qué vamos a hacer respecto a eso? —le preguntó a él sin aliento. Sintió sus labios crisparse en una sonrisa torcida contra su carne.

—Remediarlo. Inmediatamente —deslizó su cuerpo sobre el de ella, oprimiendo su pelvis contra la de Bella. Ella dejó escapar un gemido y atacó su boca, sus lenguas luchaban. Las prendas fueron esencialmente arrancadas; en el espacio cerrado era demasiado tiempo para consumir como para una eliminación cuidadosa.

Edward apretó sus pechos, tirando de los pezones hasta que se volvieron pequeños y duros puntos, antes de envolver uno con su boca. Bella gimió, sintiendo su centro volviéndose más húmedo a cada segundo. Edward se apartó por un segundo.

—Me encantan tus tetas, Bella. Tan rosas y atrayentes… —le dio al que acababa de lamer un pequeño apretón y Bella sintió una sacudida de placer dispararse a través de ella. Edward… hablando así, en su Volvo, bueno, era increíblemente excitante.

—No te detengas, Edward —murmuró ella, colocando su mano en su entrepierna. Él rió entre diente y quitó su mano.

—Llegaremos allí, amor, lo prometo. Quiero continuar con mi exploración.

Bella se retorció mientras él lamía, chupaba y mordisqueaba en su camino a su entrepierna, dejando con su paso pequeños fuegos artificiales en su cuerpo.

Edward arrancó sus bragas con facilidad, mirando su coño con una ceja arqueada.

—Lo sabía, podía olerte, pero no me esperaba esto, Bella. ¿Qué demonios te excita tanto? —le preguntó él, introduciendo un dedo en sus pliegues. Ella dejó salir un jadeo, y sus caderas se sacudieron por voluntad propia. Edward soltó una risita.

—Tú, tú y tus palabras —se las arregló para decir. Él sonrió e introdujo un segundo dedo.

— ¿Mis palabras? Entonces, seguiré hablando. Tú coño está tan cálido y húmedo, Bella. ¡Y tu olor! Tu olor me pone frenético —tomó su lengua y la pasó por sus pliegues, y sobre su clítoris, revistiendo su lengua con su sabor. Bella dejó escapar un fuerte gemido, y Edward siguió con su charla obscena.

—Podría pasar el resto de mi existencia degustándote con mi lengua. Esto es mucho más potente que tu sangre. ¿Sabes lo que me haces, Bella? Me pones tan duro. Me encanta la sensación de la primera vez que tu coño se envuelve alrededor de mi polla, y la forma en que se aprieta cuando te corres. ¿Pero sabes cuál es la mejor parte? —preguntó Edward, quitando sus dedos y moviendo sus labios a su oído.

Bella nunca había estado tan excitada en su vida. Negó con la cabeza. No confiaba en sí misma como para hablar.

—Ver que te corres. Tu rostro… es hermoso y erótico. Ahora, ¿qué es lo que quieres, Bella? —preguntó Edward, lamiéndose los dedos. Bella no necesitó pensar demasiado al respecto; la necesidad era casi dolorosa.

—A ti. Te quiero a ti, en mí, ahora —estaba sorprendida con la severidad de su dicho, y Edward le dedicó una sonrisa antes de arrancar su propia ropa interior y hundirse en ella.

—Tan condenadamente apretada —gimió, golpeando dentro y fuera de ella. El Volvo estaba sacudiéndose con la fuerza de sus estocadas. Bella no podía explicarlo; este Edward hablando sucio hizo algo en ella, y en unos instantes se sintió correr, con el nombre de él en sus labios y sus ojos observándola amorosamente.

—Eso es todo, amor. Creo que me voy a… —Edward se vino justo después de ella, con sus labios en su garganta mientras se vaciaba dentro de ella. Bella jadeó ligeramente al tiempo que Edward salía de ella y la besaba con suavidad.

—No fui demasiado brusco contigo, ¿verdad? —preguntó con preocupación, checando su cuerpo por alguna marca visible. Ella negó con su cabeza, sonriendo.

—No, definitivamente no.

De pronto, el sonido de las sirenas de policía llegó a sus oídos.

FIN

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