Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
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SIN ALCOHOL POR FAVOR
(Bella's POV)
El tiempo me había enseñado que no debía beber alcohol; en algunas ocasiones, ni siquiera debía olerlo. Realmente no era una puritana ni nada, pero parecía que todo lo que tomaba se me subía pronto a la cabeza, sin escalas. Cuando me había quedado dormida en el bar, había creído que había cumplido con mi cometido de no beber en toda la noche. Pero claro, mis planes tenían la particularidad de no salir como esperaba que lo hicieran. Aquella bendita botella de champaña y el endemoniado botones que había respondido a las órdenes de traerla.
Claro, después de unos cuantos brindis, encontrarme pegada a Edward no era una tarea fácil. Cualquier excusa idiota, como pensar que tenía frío, me había servido para lanzarme sobre él… literalmente hablando, claro. Y, al tener sus labios tan cerca, pues… la carne es débil. Y mi autocontrol también, por supuesto.
Finalmente, Alice había conseguido que su plan se llevara a cabo: me había lanzado sobre Edward, como ella me había dicho que hiciera, sin ningún tipo de remordimiento o tapujo.
¡Hurra!
Sus labios se movían sobre los míos de forma sumisa e insoportablemente lenta, y me sorprendió que la extraña predicción de Alice se cumpliera:
"Tranquila, él responderá. Él no se apartará si tú tomas la iniciativa".
Sin embargo, aquéllo no duró tanto como yo hubiese deseado. Cuando Edward giró,
posicionándose sobre mí, sentí que algo tan sencillo como respirar se volvía una tarea sumamente complicada.
—Bella… ¿tú…comprendes… en dónde… te estás… metiendo? —preguntó Edward, respirando entrecortadamente. Los mechones de cabello broncíneo caían sobre mi rostro—. Estás tentando a tu suerte.
¿Y tenía que importarme aquéllo, cuando ni siquiera sabía de qué demonios estaba hablando?
Edward no se había negado a mi beso. Quizás tuviera suerte y estaba tan ebrio como yo… aunque yo ni siquiera estuviera realmente ebria. De acuerdo, sabía que había que aprovechar las oportunidades. Colgándome de su cuello, volví a acercar su rostro al mío. No fue un beso suave o lento como en la ocasión anterior; por el contrario, parecía una guerra de nuestras bocas, una lucha absurda y encantadora. Mientras mis manos despeinaban sus suaves cabellos, sus dedos comenzaron a depositar suaves caricias al costado de mi cuerpo. Tuvimos que separarnos para tomar aire, y yo volví a girar, quedando nuevamente sobre él. Casi en un impulso ajeno a mi cuerpo, comencé a desabotonar la pequeña camisa de mi pijama. Sin embargo, sentí la amplia mano de Edward frenando las mías.
—Bella, ¿podrías dejar de desnudarte? —pidió, mirando hacia la ventana.
Ignoré sus palabras y me incliné para besar su cuello. Con la luz de la luna y las suaves sombras que proyectaba el televisor, su piel marmórea lucía increíblemente tentadora. Lo sentí tensarse ante el contacto, y sus manos me alzaron por los hombros. Sus ojos verdes resplandecían, formando los matices más hermosos que había visto en mi vida. De acuerdo, quizás el alcohol tenía la culpa de ello, pero decidí ignorarlo.
—Bella, esto no está bien —apuntó. De una forma que me pareció casi mágica, se encontró de pie a mi lado, mientras me acomodaba sobre la cama—. Lo mejor será que tú duermas aquí y que yo… duerma en el sofá.
No me sentía con las fuerzas suficientes para refunfuñar ni para levantarme del lecho, por lo que simplemente tomé su mano, intentando retenerlo de alguna manera.
Por supuesto, él pudo deshacerse de mi agarre y salir de la habitación.
El sonido de la ducha fue lo último que pude escuchar antes de quedarme dormida, sumida en una profunda frustración.
¡A Edward yo no le interesaba! ¿Cuándo demonios iba a comprender eso?
(Edward's POV)
Bella era mi perdición, de aquéllo no había duda alguna; pero ¿cómo podía haber dejado las cosas ir tan lejos? Ella estaba levemente ebria y yo, después de todo, era un hombre. Su mejor amigo, sí, pero un hombre al fin y al cabo.
Después de dejarla tumbada en la cama, decidí que una ducha no me haría mal para despejar mi mente. Abriendo la llave de agua y dejando correr más la fría que caliente, me dí un rápido baño. Volví a ponerme el piyama y salí hacia el living. Afortunadamente, cuando pasé por la habitación, Bella estaba sumida en un profundo sueño. Sin embargo, pude escuchar claramente cuando, con voz adormilada, murmuró:
—Edward…
Antes de cometer algún tipo de locura, seguí hacia el living. Que estuviera soñando conmigo no ayudaba demasiado a mi objetivo de mantenerme alejado.
La noche fue larga, sobre todo porque fue una tarea difícil dejar de reproducir la escena con Bella en mi fantasiosa mente. Claro que, cuando por fin pude pegar los ojos, el tiempo pasó demasiado rápido. Tan rápido que, antes de lo imaginable, alguien me estaba sacudiendo por el hombro. La voz cantarina y alegre sólo podía ser de una persona. Por supuesto, seguía haciéndome el dormido.
—¡Edward, levántate de una jodida vez! —pidió Alice.
Abrí sólo un ojo, mirándola con molestia.
—Déjame dormir.
Volví a cerrar mi párpado.
—¡Son las doce del mediodía, Eddie! —replicó, sacudiendo mi hombro nuevamente—. ¡No voy a perderme de un hermoso día soleado!
—¡Que emoción! —murmuré yo con ironía, incorporándome. Quedé sentado en el sofá y mi hermana se acomodó a mi lado.
—Ahora que estás en total uso de tus facultades… creo —habló, con el ceño fruncido—, ¿podrías explicarme que haces durmiendo en el sofá? —preguntó.
—Eh, me sentía mal… me sentía mal —comenté rápidamente. La ceja alzada de Alice me indicó que no me creía ni una palabra—. No quería incomodar a Bella.
—Así que, como Bella, tú haz decidido no decirme nada… —Alice suspiró, y una sonrisita ladina se posó en sus labios.
Mi corazón latió más aprisa cuando oí su nombre.
—¿Ella ya se despertó? —pregunté.
Asintió.
—Estaba abajo, desayunando —explicó rápidamente mi hermana, poniéndose de pie—. Y sería bueno que tú hicieras lo mismo… evidentemente, pasó algo, y me gustaría saber qué pero…
—Alice, no insistas, por favor —pedí, llevando el pulgar y el índice al puente de mi nariz.
Toda aquella situación me estaba superando.
—No, yo no insistiré —apuntó seriamente, asintiendo—; deberías ser tú quien insistiera.
La miré confundido, mientras ella se iba de la habitación sin decir nada más.
Pronto me cambié y bajé tan rápido como mis pies me lo permitieron. Cuando llegué al lujoso comedor del hotel, sólo Jasper y mi padre se encontraban allí; él primero tenía un periódico entre sus manos y, al verme, alzó la cabeza.
—Llegas tarde para el desayuno —comentó, con una media sonrisa.
—Lo sé —apunté rápidamente—. ¿Y Bella?
—En la piscina, creo, con Alice y tu madre —respondió, con una mueca en su rostro—. Se supone que nosotros estamos en camino hacía allí.
Suspiré. Aquélla no sería una tarea fácil.
Los tres nos pusimos de pie y nos dirigimos a la piscina al aire libre del hotel, donde ya había bastante gente disfrutando del soleado día. En una esquina del lugar, encontramos a mi madre, que estaba leyendo una revista y tomando sol. Mi padre se acomodó a su lado, mientras ella nos comentaba que Alice y Bella se había ido a nadar un poco. Jasper me acompañó a la piscina y, a lo lejos, pudimos ver como nuestras dos compañeras se encontraban en medio de una guerra de agua. Antes de que Jasper avanzara hacia ellas, lo tomé del brazo. Él se volvió para mirarme.
—Jazz, ¿podrías… entretener un poco a Alice? —pregunté, algo incómodo—. Necesito hablar con Bella.
Jasper sonrió de lado.
—No te preocupes —me guiñó un ojo y se sumergió en el agua.
Vi como Jasper hablaba con Alice y la cargaba hasta llevarla a un extremo de la piscina, mientras ella reía histéricamente. Bella se quedó sujeta del borde, por lo que nadé hacia ella. Cuando salí del agua, pegó un respingo y su rostro automáticamente adquirió un tono rosado. Estaba evitando mi mirada, por lo que supuse que debía recordar algo de lo que había sucedido la noche anterior.
—Bella… ¿podríamos hablar? —pregunté suavemente.
Ella asintió, clavando la mirada sobre el agua.
Compartimos un silencio profundo por algunos minutos. A lo lejos vi como Jasper y Alice salían de la piscina y se dirigían al interior del hotel, con una toalla alrededor de los hombros de ambos.
Suspiré profundamente, volviendo a clavar los ojos en mi acompañante.
—Sobre lo de ayer…
—Vas a decirme que fue un error, ¿no? —preguntó suavemente, y sus ojos castaños se fijaron en los míos—. Quiero decir, tú… no… a ti yo no te…
—No —respondí sinceramente. Sus cejas de alzaron con incredulidad—. No me arrepiento en lo absoluto, porque desde la fiesta, cuando tuve la oportunidad de besarte, no he deseado otra cosa que volver a hacerlo, una y otra vez…
Tomé aire, después de haber hablado sin parar.
—Pero… ¿c-cómo? ¿t-tú…?
—No, Bella, yo no —respondí rápidamente, imaginándome lo que quería decir—. Tú siempre fuiste, eres y serás la única —admití, mirándola fijamente, casi en un trance—. Pensaba que no podía tenerte, por lo que me resigné. No eran las otras, eras tú, nadie más.
Bella parpadeó varias veces, y parecía congelada en su lugar.
—Te quiero, Bella, y sólo deseo que lo tengas en claro —apunté y mis ojos viajaron por la gran piscina.
—Yo también te quiero, Edward —respondió ella, en voz muy baja—; desde siempre.
Volví a posar mis ojos en ella. Una pequeña sonrisa nerviosa asomaba en sus labios. Instintivamente puse mi mano en su pequeña mejilla, sosteniéndome del borde de la piscina con la otra. No podía decir con exactitud cuánto tiempo estuvimos observándonos, pero todo lo que me rodeaba dejó de importarme cuando su tibia boca se posó sobre la mía. Aquel beso expresó todas las cosas que no podíamos decir con simples palabras. Todas esas cosas que nunca habíamos pronunciado en voz alta, que nunca habíamos podido expresar, sin necesidad de un buen pretexto o unos cuantos vasos de alcohol.
Nos hundimos en el agua, mientras ella pasaba sus brazos por mi cuello y yo la atrapaba por la cintura, y me dí cuenta que aquel beso sabía mejor que todos los que nos habíamos dado antes.
Sabía a sinceridad, y me encantaba.
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