miércoles, 11 de enero de 2012

CP - CAP 12: Una mente maquiavelica



Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
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UNA MENTE MAQUIAVELICA
Bella's POV.

Jacob era un tipo muy agradable y divertido, de eso no tenía ninguna duda. La salida, si bien había sido muy convencional, me había resultado muy entretenida y me había permitido conocerlo bastante. No podía decir que él me gustaba, pero me agradaba mucho.

Y, en las condiciones en las que me encontraba, eso estaba más que bien.

Sin embargo, siempre sucedía lo mismo. La comparación con el muchacho que me quitaba el sueño era algo que nunca podía faltar cuando conocía a un joven, por más que intentara evitarlo con todas mis fuerzas. La sonrisa de Jacob no era tan hermosa como su sonrisa torcida, su cabello no tenía aquél matiz broncíneo que tanto me gustaba, sus ojos no destellaban como esmeraldas cuando la luna daba de frente en ellos…

—Entonces… ¿me vas a contar que tal te fue o vas a seguir perdida en tu universo? —preguntó Alice, mirándome con una ceja alzada.

—La cita estuvo bien, Alice —respondí distraídamente, mientras terminaba de empacar todas mis cosas—. Te lo vengo repitiendo desde hace una semana.

Siete días después de mi cita con Jacob, era oficial nuestro tan ansiado receso invernal. Para que todos tuviéramos la oportunidad de viajar y, al mismo tiempo, aprovecháramos las pequeñas vacaciones, Alice había organizado un pequeño viaje a Nueva Jersey. Así podíamos matar dos pájaros de un tiro: veríamos a Emmett y a Rose, junto con sus padres, que estarían de visita por esas fechas; así como también podríamos disfrutar de la ciudad y sus entretenimientos.

—Pero siempre me dices lo mismo: «estuvo bien, Alice, estuvo bien» —comentó con tono aburrido—. ¡Quiero detalles! ¿Crees que está muy interesado en ti?, ¿quedaron en volver a salir?, ¿él te gusta?, quiero decir, ¿realmente te gusta?

La miré frunciendo el ceño. Alice siempre quería saber sobre mi vida amorosa, pero últimamente no notaba aquél entusiasmo en su voz, sino que más bien sonaba como mi madre, intentando averiguar si estaba saliendo con el chico correcto, si consumía drogas o algo por el estilo.

—¿Desde cuándo te has convertido en Sherlock Holmes? —pregunté, doblando un pesado abrigo oscuro y metiéndolo en la maleta. Le dirigí una rápida mirada—. Generalmente esos no son los detalles que tú buscas.

Alice parpadeó, confundida, y me dio la espalda, tomando una enorme pila de ropa entre sus pequeñas manos.

—Sólo quiero saber como le fue a mi amiga en una cita, ¿es mucho pedir eso? —comentó rápidamente, para después soltar una risita nerviosa—. ¿Jacob te gusta?

—Es un buen chico —respondí. Un suspiro se escapó de mis labios—, pero no es él —agregué, en un suave susurro.

Alice dejó caer la pila de ropa sobre mi cama y frotó mi espalda suavemente.

—Lucha por él, entonces —pidió.

La miré y la expresión en mi rostro debió de ser un poema.

—¿Estás hablando en serio? —pregunté, destilando incredulidad en cada una de mis palabras.

—Bella, las cosas han cambiado mucho —explicó, con aquel aire misterioso que usaba siempre que hablaba sobre el futuro y esas cosas que a ella tanto le gustaban—. Pelea por él, inténtalo.

—Pero…

—Créeme —pidió—, yo sé lo que te digo. Si se te presenta una oportunidad, no dudes en aprovecharla.

Pero yo no sabía de qué demonios estaba hablando.

Como si nuestra charla nunca hubiese existido, una risueña sonrisa apareció en su pequeño rostro.

—Debo ir a llamar a Jazz —canturreó con alegría—. Mañana deben venir a buscarnos bien temprano si queremos llegar antes que mis padres.

Con aquellas palabras, salió de la habitación, dando alegres saltitos y tarareando alguna canción que no pude identificar.

Suspiré.

¿Cómo se suponía que debía actuar, entonces?

(Edward's POV)

—Realmente, no puedo creer que tengas tantas maletas —le comenté a mi hermana, mientras cargaba aquel enorme bolso color verde chillón en la cajuela del auto de Jasper—. Nos vamos una semana, Alice, no un año.

—Tengo que ser precavida, Eddie —comentó, alzando las cejas y dibujando una sonrisa en su rostro. Se acercó a mi oído—. Además, llevo algunas cositas para Bella —comentó en un susurro.

Después de sus palabras, me guiñó un ojo, para luego alejarse rumbo al apartamento.

Suspiré. Era definitivo: ni ella ni mi mejor amigo iban a dejarme en paz. De hecho, no dejaban de hacer alusión a «mi asunto», como solían llamarlo, desde el día en que había dicho —o, mejor dicho, como siempre me recordaba mi hermana, gritado— que estaba enamorado de Bella. Jasper, como siempre, era un poco más sutil con el tema; Alice, por el contrario, no desaprovechaba ninguna oportunidad para meterse conmigo y recordarme lo que había hecho.

Una vez que habíamos terminado de cargar el interminable equipaje de Alice y las escasas maletas de Bella, me subí al asiento de conductor de mi Volvo. Habíamos decidido llevar los dos vehículos, ya que teníamos un largo camino que recorrer y, por cualquier problema, tendríamos la forma de manejarnos. Además, cuando estuviéramos en Nueva Jersey, sería más cómodo tener dos coches para movernos por los alrededores.

Bella se subió del lado del copiloto, con una especie de canasto entre sus manos.

—¿No quieres que ponga eso en la cajuela? —pregunté, señalando el gran bolso de mimbre.
Ella me miró, haciendo una mueca extraña con el rostro.

—No, Alice dijo que eran provisiones para el viaje y todas esas cosas —comentó, como si realmente pensara que mi hermana estaba loca… cosa que, muy a mi pesar, era cierta.

Reí, mientras metía las llaves en el contacto.

El trayecto comenzó tranquilo: pronto dejamos la ciudad, tomando la carretera rodeada de grandes campos verdes y frondosos árboles. Bella se ocupó de la música, poniendo uno de los discos que se encontraban guardados en la guantera de mi vehículo. No podría decir en que momento había comenzado a cantar, pero sólo me di cuenta cuando escuché la voz de Bella haciéndome los coros. Ambos nos miramos rápidamente y comenzamos a reír.

—Somos patéticos, ¿lo sabías? —comentó.

—Oh, yo creo que haríamos un buen dúo —respondí, mientras tomaba una curva.

Después de unos cuantos kilómetros, cuando llegamos a Bethlehem, decidimos parar en una cafetería para almorzar algo ya que, si bien Alice se había ocupado de poner algunos tentempiés en la bolsa que llevaba Bella, todos teníamos ganas de comer algo más elaborado pasadas las dos de la tarde. Conseguimos una mesa cerca de la ventana y los cuatro ordenamos un poco de comida, mientras comentábamos nuestros planes; mejor dicho, mientras Alice nos contaba todos los planes que tenía para nosotros.

—¡No saben el hotel que he reservado! —exclamó, con su inagotable entusiasmo—. ¡Les encantará!

La pícara sonrisa que bailoteaba por sus pequeños labios no me dio buena espina, pero, cuando abrazó a Jasper, no quise imaginarme cuales eran sus verdaderos planes. Ellos ya eran mayorcitos como para que yo me metiera en sus asuntos.

Afortunadamente, la camarera trajo nuestro pedido antes de que pudiéramos agregar algo más, y todos nos dedicamos a comer en silencio, sólo interrumpido por algunos ocasionales comentarios.

Cuando todos acabamos nuestro tardío almuerzo, decidimos que era hora de retomar el viaje, ya que aún teníamos un largo camino por delante y el objetivo era llegar antes de que oscureciera. Volvimos a nuestros respectivos vehículos y comenzamos nuevamente a perdernos por los espesos paisajes repletos de vegetación y árboles. Pudo haber pasado una hora como cinco, el punto es que no tenía noción del tiempo cuando comenzamos a transitar las calles de Nueva Jersey.

(Bella's POV)

El viaje había transcurrido con tranquilidad. Edward y yo no habíamos hablado demasiado, sólo nos habíamos dedicado a cantar las canciones que inundaban el vehículo y a reírnos, de vez en cuando, de lo patéticos que lucíamos. Gran parte del camino, también, lo desperdicié mirando por la ventana, sin enfocarme realmente en el verde y monótono paisaje; más bien iba concentrada en las palabras de Alice. ¿Qué iba a hacer?

Corrección: ¿qué pretendía mi demoníaca amiga que hiciera?

En mi ensoñación, vi como el paisaje rural comenzaba a cambiar, convirtiéndose en una zona urbana, repleta de edificios, vehículos y gente. Edward comenzó a seguir el automóvil de Jasper por las atestadas calles de la ciudad, ya que evidentemente sólo Alice conocía el camino que nos llevaría hacia el hotel. Después de unas cuantas vueltas aquí y allá, el vehículo de nuestros amigos se detuvo y Edward hizo lo suyo con su Volvo, aparcando detrás de ellos. Los muchachos se encargaron de las maletas, mientras Alice no dejaba de dar saltitos a mi alrededor. Los cuatro entramos por un lujoso recibidor y ni siquiera quise imaginar cuánto había gastado la pequeña Cullen en nuestras «pequeñas y humildes vacaciones». Sin embargo, no pude dentarme en la entrada, ya que la diminuta y maquiavélica Alice me empujó hasta la recepción, donde una joven se encontraba sentada detrás de un escritorio. Su mirada, vanidosa y aburrida, se paseaba por las hojas de alguna revista.

—Disculpe, señorita —llamó Alice. La muchacha alzó los ojos, como si la interrupción de mi amiga le resultara un verdadero fastidio—, tengo dos reservaciones a nombre de Alice Cullen.

La joven recepcionista, con aquel aire aburrido y desganado, comenzó a teclear algunas cosas en la pantalla de su ordenador.

—Dos suites dobles en el último piso —cuchicheó la muchacha. Se estiró un poco y tomó dos juegos de llaves—. Aquí tenéis.

Alice le dirigió una irónica mirada de agradecimiento, mientras nos movíamos. Los muchachos nos esperaban al pie de las escaleras, cargando el equipaje. Mi amiga se colgó del cuello de su novio y le comentó algo al oído; después, se volvió para mirarme con una enorme sonrisa.

—Aquí tenéis vuestra llave —comentó, mientras me la entregaba.

Edward y yo nos miramos confundidos.

—Pero… ¿tú y yo no…?

Alice se encogió de hombros.

—La verdad es que me gustaría compartir algo de tiempo con Jazz —apuntó, tomando la mano de su novio—, y como vosotros nunca tuvisteis ningún inconveniente en dormir juntos…
La sonrisa que se dibujó en sus labios me dejó todo claro.

Y sólo una cosa pasó por mi mente: iba a matar a Alice Cullen.

(Edward's POV)

Mi hermana nunca daba puntada sin hilo, y eso era algo que había aprendido a lo largo de toda una vida junto a ella. Sabía que todo aquello era un plan elaborado minuciosamente por su demoníaca cabecita. No era algo que me dijeran los hechos, no señor: yo conocía aquella cara. Y, honestamente, me daba bastante miedo.

—De acuerdo, subamos de una vez —pedí, intentando dar por acabado el asunto.

Estábamos dirigiéndonos a tomar el ascensor, cuando el ruido de unos tacones contra el suelo de reluciente mármol nos hizo volvernos a todos. Una muchacha, que debía tener nuestra edad o unos años más, se acercó a nosotros. Vi que sus ojos, de un color azulado, se posaban sobre mí.

Tardó algunos segundos en hablar.

—Me he olvidado de daros… las copias de las llaves para la piscina cubierta —comentó, sin quitar sus ojos de los míos. Extendió las llaves y las tomé—. ¿Necesitáis algo más? —preguntó coquetamente.

—No, muchas gracias —gruñó Bella a mi lado.

La muchacha la ignoró asombrosamente.

—Bueno, cualquier cosa que necesitéis, podéis llamarme —apuntó, con una mirada sugerente—, incluso compañía —agregó, guiñándome un ojo.

De acuerdo, aquéllo había sido directo.

—No, creo que mi novio ya tiene suficiente compañía —apuntó Bella.

Me volví para mirarla, confundido, y vi que ella parecía totalmente avergonzada por sus palabras. Me tomó de la manga de la camisa y me arrastró tras ella. Yo sólo me dejé llevar, mientras escuchaba las suaves risas de Alice y Jasper detrás de mí.

Supuse que Bella lo había hecho para hacerme ahorrar explicaciones con la muchacha, aunque yo hubiese amado que sus palabras fueran ciertas.

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