miércoles, 11 de enero de 2012

CP - CAP 14: Tomando cartas en el asunto


Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
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TOMANDO CARTAS EN EL ASUNTO

Bella's POV

Pronto todos nos acomodamos en los automóviles, para emprender el camino hacia el apartamento de Emmett y Rose. Agradecí que Alice y Jasper me permitieran viajar con ellos para que Edward y sus padres estuvieran más cómodos, porque no encontraba aún el valor suficiente para mirarlo a la cara. ¿Qué podía decirle después de aquél acercamiento tan íntimo y comprometedor?

Pronto cruzamos las calles de la ciudad, hasta que llegamos a una bulliciosa avenida.. Sabíamos que Rosalie había realizado una exhaustiva búsqueda hasta hallar el apartamento perfecto y, sin dudas, aquel concurrido y ruidoso barrio era perfecto para ella. Jasper aparcó y, detrás de nosotros, Edward acomodó su Volvo. Alice enseguida salió corriendo del auto, apresurada por tocar el timbre del apartamento. Todos fuimos a su encuentro, justo cuando alguien atendió el portero eléctrico.

—¿Si? —preguntó la inconfundible voz de Rosalie, por el aparato.

—Entrega especial para la señorita Rosalie Hale —anunció Alice, con un tono solemne que no iba para nada con ella.

Todos tuvimos que contener las risas.

—Eh… ya le abro —respondió Rosalie.

Un chirrido indicó que la puerta podía abrirse y Alice, con ayuda de Jasper, empujó la pesada puerta de entrada. Como si se tratara de una importante misión secreta, todos comenzamos a subir por las escaleras del apartamento, ya que Rose y Emmett vivían en el segundo piso. Cuando llegamos a la puerta correspondiente, nos agachamos —idea de Alice, por supuesto—, para que nadie pudiera vernos por la mirilla. La pequeña del grupo tocó el timbre y luego volvió a inclinarse. Hubo algunos ruidos detrás de la puerta y después Rosalie apareció detrás de ella. Lucía tan radiante como siempre, y su rostro denotaba curiosidad cuando miró al frente. Claro, cuando bajó la vista y nos vio a todos allí, no pudo hacer más que llevarse las manos a la boca, con clara sorpresa.

—¡Emmett, ven aquí! —gritó, mientras nosotros nos poníamos de pie.

Después de eso, comenzó a repartir abrazos entre nosotros. Pronto Emmett se unió al grupo y, mostrando una expresión igual de sorprendida y alegre en su rostro, comenzó a asfixiarnos a todos con sus enormes brazos.

—Me alegro de que vuelvas a ahogarme con tus abrazos, hermanito —comentó Alice, colgándose de su espalda.

Emmett mostró una sonrisa radiante, mientras Rosalie nos invitaba a pasar.

Todos nos acomodamos en el amplio salón del apartamento, donde Alice y Esme comenzaron a contar que era lo qué estábamos haciendo allí, cómo había sido el viaje de cada uno y dónde nos estábamos alojando. Emmett pidió emocionado que nos quedáramos a cenar, asegurando que él se encargaría de preparar una buena comida para todos. Temiendo lo que podía llegar a hacer, Esme lo siguió a la cocina, acompañada de un divertido Carlisle. Rosalie rodó los ojos, notablemente entretenida con la situación, para luego volverse hacia nosotros.

—Así que… ¿cómo os está yendo la universidad? —preguntó.

—Oh, muy bien —respondió Alice—. Todo marcha excelentemente… en especial para nuestra linda Bella. No es así, ¿cariño?

Miré a mi amiga confundida.

—¿A qué te refieres? —pregunté.

Ella me dedicó una pícara mirada, antes de volverse hacia Rosalie.

—La muchachita está saliendo con su guapo profesor de arte —murmuró, como si fuera algo totalmente secreto, mientras le guiñaba un ojo.

Instantáneamente, mi rostro adquirió el color de un farolito.

(Edward's POV)

Apreté mis manos en puño, intentando distraerme de la conversación. Realmente me hacía sentir enfermo saber que Bella salía con aquel tipo, con aquel sucio bastardo que había necesitado recurrir a algo tan bajo como la extorsión para conseguir una cita con ella. Desvié mi mirada del rostro sorprendido y pícaro de Rosalie, chocándome con los ojos de Jasper en el camino. Me dirigió una mirada de apoyo, ladeando la cabeza.

—¿Y?, ¿qué tal está? —preguntó Rosalie, emocionada.

Alice rió.

—Es muy guapo —respondió rápidamente mi hermana.

—No es nada importante, Rose, de verdad —explicó Bella, y pude imaginarme su rostro sonrojado, mientras yo simplemente paseaba mis ojos por la ventana que se encontraba detrás de Jasper—. Quizás volvamos a salir, pero…

Me puse bruscamente de pie. Aquéllo era demasiado para mí.

—Rosalie, ¿podrías decirme donde está el baño? —pregunté, intentando ocultar mi alteración.

No creí haberlo logrado muy bien, porque todas las miradas se posaron en mí, con aspecto curioso. La novia de mi hermano se puso de pie, también notablemente confundida, y me señaló una puerta al final del largo corredor.

—Utiliza aquél, porque Emmett ha decidido dejar todas sus cosas tiradas en el otro —comentó, rodando los ojos.

Después de agradecerle rápidamente, caminé hacia el baño y cerré la puerta fuertemente. Apoyé mis manos a ambos lados del lavabo y observé mi demacrado rostro. Me concentré en tranquilizarme, después de mojarme repetidas veces la cara. Suspiré e intenté no pensar en Jacob y Bella. Ella tenía derecho a hacer lo que quisiera con su vida amorosa, yo no tenía ningún derecho sobre ella más que el de «mejor amigo», por lo que no podía reclamar lo que no me pertenecía.

Salí del cuarto de baño, escuchando los gritos de Emmett. De acuerdo, quizás sólo era Emmett riéndose de algo, pero su estruendosa voz rebotaba por las paredes del apartamento. Cuando llegué a la sala, efectivamente, mi hermano se retorcía de la risa, tirado en el sofá; Jasper y Alice se reían más prudentemente, mientras Bella refunfuñaba cosas entre dientes.

—¡Deberías… haber visto… tu cara! —exclamó Emmett, aún sin aire.

Bella lo miró de forma asesina.

—Deberías haberme dado la botella también, para poder romperla en tu cabeza —le respondió, mientras ponía algunos platos sobre la mesa.

—¿Qué ha sucedido? —pregunté, confundido, haciendo que todos repararan de mi presencia.

Bella levantó el poco flequillo que cubría su frente: un claro círculo rojo había quedado marcado en su blanca frente. Fruncí el ceño, aún más perdido que antes, mientras ella volvía a ocultar el golpe.

—Emmett ha decidido que era buena idea hacer un brindis y, bueno, tú sabes, cuando uno descorcha la champaña… —explicó Alice, conteniendo una risita.

Rodé los ojos.

—¿No puede pasar una hora sin que, de alguna forma u otra, Emmett termine golpeando a Bella? —pregunté en general, haciendo sólo que mi hermano riera más fuerte.

Rodé los ojos nuevamente. No tenía remedio.

Cuando Rosalie terminó de arreglar, con ayuda de mi madre, el desastre que Emmett había realizado en la cocina, todos compartimos una abundante cena familiar, conversando sobre nuestras vidas, nuestros próximos proyectos y la navidad que compartiríamos todos juntos. Alice parecía muy entusiasmada con la idea de ir a comprar los regalos, como sucedía siempre que se trataba de compras, y quería tener tiempo para hacerlo: de hecho, creí escucharla decir algo sobre «mañana mismo ».

Cuando terminamos con la comida y la charla posterior a ella, decidimos que sería bueno regresar al hotel; después de todo, Rosalie y Emmett querían que, ya entrada la madrugada, hiciéramos un recorrido por el centro y paráramos en algún bar. Una vez que abandonamos el apartamento, todos nos subimos a los vehículos y regresamos al hotel.

—Creo que voy a dormir un poco —comentó Alice, envolviendo un brazo en la cintura de Jasper.

—Apoyo la moción —comentó su novio, con una sonrisa cansada en sus labios.

—Nosotros iremos a recorrer un rato —apuntó mi padre, mientras mi madre asentía.

Las miradas se posaron en Bella y en mí.

—Yo quiero darme ese baño que aún estoy deseando —expresó mi compañera, mirando significativamente a Alice.

Me encogí de hombros.

—La siesta no parece mala idea.

Después de que Alice murmurara algo en el oído de Bella y ésta se pusiera del color de un tomate, cada uno se dirigió a su correspondiente habitación. Bella comenzó a rebuscar un par de prendas en su maleta, mientras yo me dejaba caer sobre la amplia y confortable cama. Encendí la pequeña televisión de plasma que colgaba de la pared, para luego comenzar a cambiar los canales con aburrimiento. Escuché como la puerta del baño se cerraba y como el agua comenzaba a correr. Intentando no preocuparme por aquéllo, fijé mi vista en el televisor. Estaba escuchando las últimas noticias internacionales, cuando una melodía me distrajo. A unos cuantos metros de la cama, sobre una amplia cómoda ubicada cerca de la puerta, pude ver el teléfono celular de Bella. Me levanté, con pereza, y caminé hasta él.

—Un mensaje nuevo… —leí en un murmullo.

Seguramente debía ser Alice, aclarando a qué hora saldríamos exactamente.

Despreocupadamente lo abrí; pero claro, no esperaba encontrarme con aquéllo. Y menos de aquel remitente:

"Realmente he disfrutado la última cita y me gustaría que volviéramos a salir. He llamado a tu casa, pero supongo que no estabas, porque nadie ha respondido. ¿Te gustaría hacer algo hoy por la noche, pequeña? Cariños. Jake"

Un claro gruñido se escapó de mis labios, mientras apretaba los dientes fuertemente.

¿Quién era aquel fulano para llamarla «pequeña»?

—¿Edward?, ¿qué sucede?

La voz de Bella me asustó y el teléfono resbaló de mis manos, produciendo un ruido seco al hacer contacto con la mullida alfombra. La mirada de ella se clavó en el pequeño aparato y, con paso lento, llegó hasta él para recogerlo. Cuando lo tomó entre sus manos y leyó el mensaje, una expresión sorprendida se dibujó en su rostro. Me miró y, entonces, las palabras simplemente se deslizaron por mis labios.

—No deberías llamarlo —apunté rápidamente.

La sorpresa de Bella se acrecentó.

—¿Por qué? —inquirió, recelosa.

—Porque no es un buen tipo, Bella.

Nos quedamos mirándonos fijamente, y supuse que Bella sólo quería un fundamento para mis apresuradas y torpes palabras. Suspiré, sabiendo que me arrepentiría de aquéllo apenas saliera de mis labios.

—Porque no quiero verte con él, Bella —aseguré—. Porque, cada vez que te veo con ese idiota, me siento enfermo, me muero de celos.

Bella abrió los ojos, si es que aquello era posible, aún con más sorpresa.

Sí, ya podía sentir el arrepentimiento en la punta de mi lengua.

Era un idiota.

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