Cuando llegué a la puerta de casa estaba todavía riéndome. Edward casi se echa todo el café encima cuando arranqué mi camión. Entré en la casa y tiré las llaves en la mesita que teníamos al lado de la puerta. Vi los zapatos de Rose cerca de las escaleras y sonreí.
Emmett por fin había traído a alguien a casa. Tenía mucha suerte de tenerle. Mientras la mayoría de los chicos traían chicas todo el tiempo, Emmett nunca lo hizo. Me dijo que está era también mi casa y que no haría nada que me hiciera sentir incómoda. Era un buen hermano mayor.
Subí corriendo las escaleras y golpeé su puerta. “¡Estoy en casa! ¡Gracias por olvidarme anoche!” los escuché riéndose al otro lado de la puerta. “Voy a prepararme. Rose, Alice ha dicho que estará aquí en una hora”
“¡Gracias, Bella!” dijo Rose.
Entré en mi habitación, feliz de que mi hermano hubiera encontrado a alguien. Todos sus amigos parecían ser buena gente. Era fácil hablar con Edward. Podía distanciarse si le hacías la pregunta equivocada, pero aparte de eso, parecía realmente interesante. No me hizo preguntas sólo para que hablase. Él de verdad quería saber mis respuestas.
Cogí la ropa y me dirigí a la ducha. Cuando empecé a lavarme el pelo con mi champú de fresa, pensé en lo nerviosa que estaba ayer. Había estado tan preocupada porque Emmett quisiera mudarse. En vez de eso, parecía que quizás Rosalie es la que se mudaría. Eso no me importaría. Estaría bien tener una chica cerca.
Suspiré cuando ese pensamiento me llevó hasta recuerdos de mi madre y mi padre. Todavía les echaba de menos, pero no tanto como el primer año. Intentaba con fuerza no pensar en ellos con demasiada frecuencia. Un estruendoso golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
“¡Aligérate, Squirt! Otras personas también necesitan el agua caliente.”
“¡Ahora mismo salgo, Em! ¡Aguántate!” Grité.
Rápidamente acabé de ducharme, me sequé, y me vestí. Como de costumbre mi pelo no estaba dispuesto a colaborar por lo que me lo recogí en una cola.
“¡Ya he salido!” Grité mientras bajaba las escaleras e iba a la cocina.
Me hice una tostada y me senté después de servirme zumo de naranja, preparada para disfrutar el desayuno. Fui rápidamente interrumpida por el teléfono. Gemí mientras me dirigía hacia allí. Todavía no teníamos uno inalámbrico. Descolgué el teléfono, mirando con deseo mi tostada.
“¡Hola!” dije.
“¿Bella?”
“¡No! Soy Jane Austen. ¿Qué puedo hacer por ti?”
Se rió entre dientes y supe exactamente quien era.
“¿No acabo de salir de tu casa hace un momento?”
“Sí, pero olvidaste hablar con Alice sobre tus deberes de matemáticas. Pensé que debía recordártelo,” dijo Edward.
“Eso sería importante,” suspiré. Extendí el cable y volví junto a mi tostada. “¿Hasta dónde pierde la cabeza tu hermana en lo referente a las compras?”
Se rió y sonreí. “Pensé que Emmett te lo había advertido,” contestó.
“Em es conocido por exagerar una o dos veces,” me reí por lo bajo. Le di un mordisco a la tostada, esperando que él estuviera hablando hasta que yo acabase de masticar.
“Alice se toma las compras muy seriamente. Las trata como la única verdadera forma de arte. Ten mucho cuidado, Bella. Te devolverá a tu casa con un armario entero,” me previno.
Me tragué la tostada y solté una risita. “No tiene nada que hacer contra mi testarudez. Te apuesto que salgo de allí con un solo conjunto.”
“Creo que aceptaré esa apuesta,” se rió por lo bajo.
“¿Y cuáles son los premios?” pregunté.
“Bueno, si tu ganas, te ayudaré con matemáticas durante el próximo semestre gratis.”
“¿Quién está en el teléfono, Squirt?” preguntó Emmett, su voz resonando en la pequeña cocina.
“Edward,” dije, alejando el teléfono.
“¡Buenos días, Eddie!” Emmett se rió por lo bajo, inclinándose hacia el teléfono. “¿Cómo estás esta mañana?”
“Bien, gracias,” contestó Edward con rigidez.
Emmett me quitó el teléfono de la mano.
“¡Hey!” grité.
Me empujó de vuelta a la silla. “He oído que mi hermana ha pasado la noche en tu cama. Supongo que fuiste un perfecto caballero con ella. No me gustaría tener que romper tu bonita cara.”
“¡Emmett!” grité. “¡Dame el teléfono ahora!”
Pateé en el suelo para acentuar mi enfado. Me lo devolvió y se rió.
“Perdón por eso,” le dije a Edward. “Puede comportarse como un verdadero oso a primeras horas de la mañana.”
“Está intentando mostrar preocupación de hermano, creo,” dijo Edward.
Me reí alegremente. “¡Sí! Ha tenido mucha suerte estos años. No ha tenido que pasar por ‘conocer al novio de tu hermana pequeña’ todavía. Creo que se lo he puesto muy fácil.” Miré el reloj, sorprendida al ver que la mayoría de mi hora se había ido. “Te veré luego, Edward. Quiero acabar de desayunar antes de que Alice llegue para torturarme.”
“Adiós, Bella.”
“Adiós, Edward.” Colgué el teléfono y seguí con mi desayuno.
Justo cuando acabé de fregar los platos, sonó el timbré. Corrí hasta la puerta y la abrí para encontrarme a Alice meciéndose sobre los talones.
“Estás un poco emocionada, ¿no?”
“¡Bella!” Alice cantó, mientras entraba en la casa bailando. “¡Es día de compras! ¿No es eso para emocionarse?” se paseó por el salón y se dirigió a la cocina. “¡Me gusta! ¡Es acogedor!”
“Gracias,” contesté. Me planté en el segundo escalón y grité al piso de arriba. “¡Alice está aquí!”
“¡Ya voy!” contestó Rosalie.
“¿Está todavía aquí?” preguntó Alice, dándose la vuelta para mirarme.
“Ha pasado la noche aquí,” me reí por lo bajo. “¡Oh, Alice! ¡Tengo que pedirte un favor!”
“¡Lo que sea, Bella!” dijo alegremente mientras se acercaba brincando.
“Edward me contó lo del cine. De la única manera que puedo ir es si me dejas en tu casa a las 2 como muy tarde. Tengo deberes de matemáticas en los que tengo que sacar buena nota y Edward se ofreció a ayudarme.”
“¿De verdad?” preguntó Alice, sus ojos color avellana cada vez más abiertos.
“Me dijo que se le daban bien. ¿Por qué? ¿Me ha mentido?” pregunté, algo molesta.
“No, se le dan muy bien,” contestó Alice. “Lo que pasa es que no ofrece su ayuda muy a menudo.”
“Oh,” dije, sintiéndome un poco culpable por dudar de él. “Bien, entonces me alegro de que se ofreciera. Se me dan fatal y voy a suspender si no consigo buenas notas esta semana.”
“¿Sobre qué estás gritando tan temprano por la mañana, Alice?” preguntó Rosalie mientras bajaba las escaleras.
Sonreí con malicia cuando vi su bolso de viaje. Miró el bolso y luego a mí, sonriendo tímidamente.
“¡Edward se ofreció a ayudar a Bella con matemáticas!” dijo Alice alegremente.
“¿Tu hermano Edward?” preguntó Rosalie.
“¿Qué otro Edward conoces?” contestó Alice, poniendo los ojos en blanco.
“¿Por qué es Edward el gran tema de conversación hoy?” preguntó Emmett mientras nos quitábamos de las escaleras para dejarle pasar. “¿No acabo de asustarle para que colgase?”
“¡Lo has intentado!” dije escandalosamente, empujándole.
“¿Edward ha llamado?” preguntó Alice, impresionada de nuevo.
“¿No usa normalmente el teléfono?” pregunté, mirándoles. Nadie contestó. Me encogí de hombros y empecé a buscar mi monedero. “Estoy lista. ¡Vámonos!”
Me fui con Alice y Rose, pero no antes de ver a mi hermano enrollarse en la puerta con su novia. Rose me dio la misma sonrisa tímida otra vez cuando se subió en el Porshe de Alice.
“¡Hora de comprar!” cantó Alice.
“Bella, gracias por venir hoy,” dijo Rose.
“Gracias por invitarme,” contesté.
“Estás de acuerdo con...” pero Rose no acabó la pregunta.
Agité la mano hacia ella. “Por mí no hay ningún problema. Le haces feliz y nadie se lo merece más.”
“¡Gracias, Bella!” dijo Rose alegremente.
“Ni lo menciones,” contesté. “Pero tengo que advertírtelo, si rompes su corazón, me aseguraré de que te arrepientas.”
“’Guau!” dijo Alice con sobrecogimiento. “Eres tan protectora con Emmett como yo con Edward.”
“Y yo con Jasper,” añadió Rosalie. “No te preocupes, Bella. Nunca haría nada que hiciera daño a Emmett. Es demasiado tierno.”
“Ahora que ya hemos aclarado eso,” me reí. “¿Dónde vamos a comprar hoy?”
“¡Nos vamos al centro comercial!” dijo Alice animadamente. “Lo miré está mañana en Internet y están teniendo muchísimas rebajas por ser Navidad.”
“Emmett mencionó que tienes un trabajo a tiempo parcial envolviendo regalos,” dijo Rosalie.
“Sí,” contesté. “Los martes y los jueves por la noche en el kiosco del centro.”
“¿Cómo te va?” preguntó Alice.
Levanté las manos para enseñarles mis cortes con las tijeras y los papeles. “¡Bastante bien! ¡Todavía no me he amputado ningún dedo!”
“Pensé que Emmett estaba bromeando sobre eso,” dijo Rose.
“¡Ya le gustaría!” me reí por lo bajo. “Hemos estado bastante en urgencias durante los años. He tenido la suerte de no necesitar nunca una cirujano.”
“¿Os lo pasasteis bien Edward y tú anoche?” preguntó Alice.
Me encogí de hombros. “Sí. Tiene una impresionante colección de CDs.”
“¡Es su orgullo y alegría después de su piano!” Alice se rió entre dientes. “¿Se comportó?”
“¿A qué te refieres?” pregunté, observando atentamente su cara.
“¿Habló o simplemente escuchó música?” aclaró Alice. “A veces puede ser tímido sin razón alguna.”
“No, estuvo bien. Jugamos un poco a las veinte preguntas,” respondí.
Parecía que algo había mordido a Alice.
“No dejo de ver esa expresión en tu cara. ¿Qué pasa? ¿Es tu hermano muy cerrado con la gente o qué?”
“¡No!” gritó Alice. “¡Nada de eso! Es sólo que... Edward tuvo una ruptura bastante mala hace algunos años y no se ha comportado como sí mismo desde entonces. ¡Pero tú no te has enterado por mí!”
“¿Por qué querría alguien ser cruel con tu hermano? Parece bastante simpático,” dije.
“Si yo tuviera la respuesta para eso,” Alice suspiró. “Pero este no es el lugar ni el momento. Ha pasado bastante tiempo desde que mi hermano hico el esfuerzo de ser agradable con alguien sin que yo le forzase. Es un buen cambio.”
“¡Entonces me alegro de servir para algo!” bromeé.
Alice aparcó el coche y nos dirigimos al centro comercial. Me cogió del brazo, haciéndome su prisionera para las compras. “¿A qué tienda vamos primero, Bella?”
“La que tu prefieras, Alice. Normalmente sólo compro libros,” contesté.
“Tendremos que cambiar eso,” dijo Alice.
“Quizás la próxima vez. Esta vez tengo una apuesta que ganar.”
“¿Qué tipo de apuesta?” preguntó Alice, botando delante de mí.
“Le aposté a Edward que podía irme con sólo un conjunto y cuando me ayudes a ganar, tendré clases gratuitas de matemáticas durante el próximo semestre,” la informé.
“¡Oh, esto es demasiado bueno para ser verdad!” Rosalie se rió. “¡Alice, tienes que dejarla ganar!”
“Sólo bajo la condición de que en nuestra próxima salida de compras, yo elijo todo,” me ofreció Alice.
“Si consigo dos vetos,” le dije como contra-oferta.
“¡De acuerdo!” dijo Alice, extendiendo la mano.
Se la di y sonreí. “No das tanto miedo como Emmett decía.”
“¡Tú tampoco!” se rió Alice.
Pasamos las siguientes cuatro horas en varias tiendas. Alice mantuvo su parte del trato y me fui con un nuevo par de vaqueros de talle bajo y un bonito jersey azul con cuello de pico. Paramos en mi casa el tiempo suficiente para que yo dejase el conjunto y cogiera mi maleta. Entonces nos fuimos a su casa.
“¡Cariño, ya estoy en casa!” dijo Alice mientras entrábamos.
“¡Ya bajo, querida!” vino desde el piso de arriba.
Alice se rió por lo bajo y se giró para mirarnos. “No tiene ni idea de que hay alguien conmigo. ¡Se va a poner rojo!”
Las tres nos sentamos en el sofá y observamos las escaleras para ver si Alice tendría razón.
Edward bajó las escaleras, todavía abrochándose la camiseta. Podías ver claramente la parte superior de su muscular pecho.
“¿Has matado a alguien hoy y simplemente has destrozado sus pies?” Levantó la mirada y nos vio a las tres. Se paró en seco y se puso rojo. “Veo que tenemos compañía, Alice. ¡Qué descortés por tu parte no haberlo mencionado!”
“¡Se me debe haber olvidado!” dijo Alice alegremente. “Y en serio, Edward. Ya deberías saber que siempre hay que bajar totalmente vestido. ¡Nunca sabes a quién he invitado!”
“Muy cierto,” murmuró Edward mientras se dirigía a la cocina.
“Esa era una tonalidad de rojo muy interesante,” me reí.
“Sólo puedo conseguir que lo haga unas dos veces al año,” dijo Alice. “Esa ha sido mi segunda vez, estaba un poco preocupada de que no lo conseguiría ya que sólo quedan dos semanas para que se acabe el año.”
“¿Qué le hiciste la primera vez?” pregunté.
Alice sonrió ampliamente. “Entré en su habitación cuando estaba vistiéndose una mañana. Ahora comprueba dos veces que ha cerrado el pestillo de la puerta.”
“¡Eres malvada, Alice!” me reí, apoyándome en su hombro.
“¡Gracias, Bella!” dijo Alice animadamente.
“Alice y yo vamos a probarnos la ropa nueva,” dijo Rose mientras se levantaba. “Tú vete a hacer los deberes para que podamos ir al cine,”
“¿Ya me estás mandando?” bromeé. “Pensé que esperarías al menos otra semana.”
“Prefiero ir directa al grano,” Rosalie se rió por lo bajo.
“Creo que nos vamos a llevar bien, Rose,” dije seriamente. “Entiendes mi sentido del humor.”
Cogí mi maleta y me fui a la cocina. Edward estaba mirando por la ventana. Me aclaré la garganta para no sobresaltarle.
Se giró lentamente, con una expresión pensativa. Cuando se dio cuenta de que era yo, sonrió. “¿Lista para abordar las matemáticas?”
“Sí,” dije. “Y ya que estamos, he ganado Tutor-boy.” (a.n.: Bella va a llamar esto a Edward bastantes veces, la traducción sería ‘Chico-tutor’ pero como creo que suena muy mal voy a dejarlo como ‘Tutor-boy’)
“¿En serio?”
Me encogí de hombros. “Pregunta a Alice si no me crees.”
“No es necesario. Me fío de ti, Bella.”
“¡Bien! ¡Porque yo confío en que me ayudes a aprobar!” Me senté junto a la mesa de la cocina y saque mi libro de matemáticas. Esperaba de verdad que Edward supiera como explicar. Necesitaba aprobar esta clase.
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