Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
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OPS
Bella's POV
Realmente, estaba sumida en un estado de inconciencia. Desde que Edward había dicho todo aquéllo, con tanta sinceridad, todo lo que estaba a mi alrededor había desaparecido por arte de magia. Sentía sus labios amoldándose a los míos, sentía sus manos en mi cintura y, aún bajo el agua, el tacto de su piel me hacía sentir perfectamente bien. Todavía me costaba entender como todo había cambiado tan… drásticamente, pero no podía quejarme. Que Edward correspondiera mis sentimientos era lo que siempre había deseado y, finalmente, parecía que aquello era algo posible.
Claro, que mi cerebro terminara de asimilarlo era algo diferente.
Después de unos segundos, ambos necesitábamos aire, por lo que no sólo nos separamos, sino que también salimos a la superficie de la piscina. Sus ojos verdes se clavaron en los míos, y sentí como la calidez se apoderaba de mis mejillas. Lo escuché reír suavemente.
—Eres tan adorable —comentó, acariciando uno de mis sonrosados pómulos. Me aferré la borde de la piscina, con una mano, para no hundirme. Realmente, Edward podría conseguir aquéllo.
—Y tú eres tan… tan… —¿Había alguna palabra para definirlo? «Perfecto», ciertamente, no le hacía justicia.
Volvió a reír.
—Tan… ¿qué? —preguntó, notablemente divertido.
—Tan… tú —respondí yo, encogiéndome levemente de hombros.
Nuevamente, escuche la hermosa melodía de su risa.
—¿Eso es bueno o malo? —preguntó, acercándose un poco más a mí.
Sonreí suavemente.
—Para mí, está perfecto —apoyé mis manos en sus hombros, antes de posar mis labios sobre los suyos.
Todo eso se sentía tan bien. ¿Estaba soñando?, ¿o realmente todo estaba sucediendo?
—Será mejor que salgamos —comentó Edward, separándose de mí sólo lo suficiente como para poder hablar—. Alice empezará a preguntarse qué estamos haciendo, y eso es peligroso.
Reí, asintiendo suavemente.
Edward me ayudó a salir de la piscina y me pasó la mano por la cintura, sabiendo que mi torpeza podía proporcionarme un buen golpe gracias al resbaloso suelo. Cuando llegamos a la pequeña terraza para tomar sol, Esme y Carlisle se encontraban casi inconcientes. Con una sonrisa, Edward me hizo un gesto para que no hiciera ruido y, alejándonos del lugar, los dejamos dormir en paz. Simplemente cogimos un par de toallas y entramos al hotel. Pronto tomamos el ascensor y, en medio de besos furtivos, llegamos a nuestra habitación. Ambos dejamos las toallas en la pequeña cocina y nos tiramos en el sofá, sin preocuparnos demasiado en no mojarlo. Sentí uno de los brazos de Edward atraparme por la cintura, y me recosté sobre su pecho, que ya estaba seco.
—¿Crees que podamos atrincherarnos aquí y no salir hasta navidad? —pregunté, mirándolo con una pequeña sonrisa.
Me devolvió el gesto, mientras depositaba un beso sobre mi coronilla.
—Nada me gustaría más, pequeña —aseguró—; pero, si no acompañamos a Alice a comprar los regalos, lo más posible es que tire la puerta abajo.
Reí suavemente.
—Tienes razón —coincidí—. Creo que lo mejor es que vaya a bañarme ya mismo.
Le sonreí, mientras él asentía, y me puse de pie. Sin embargo, antes de que pudiera avanzar, Edward me tomó del brazo y me obligó a caer de nuevo en el sofá. El brazo que tenía libre se deslizó por mi cintura, atrayéndome contra él. Sentí sus labios contra los míos, moviéndose fieramente. Pasé mi mano desocupada por su cuello, queriendo borrar la inexistente distancia entre nosotros. ¿Cómo podía haber resistido tanto tiempo con él sin hacer aquéllo?
Cuando nos separamos, Edward acarició mi mejilla.
—Te quiero tanto —expresó, con una voz tan llena de adoración, que produjo que mi corazón latiera con más fuerza.
—Creo que sé como se siente —respondí, dándole un corto beso en los labios—. Me voy a bañar, antes de que Alice compre un tanque de guerra para tirar esa puerta.
La risa de Edward fue lo último que escuché antes de encerrarme en el baño.
(Edward's POV)
—Estás hermosa.
Bella se sonrojó, mientras se acomodaba a mi lado en el sofá. Traía unos tejanos ajustados y una camisa azul que le quedaban increíblemente bonitos. Sonrió tímidamente y se apoyó contra mí. Besé su cabello, que desprendía aquel exquisito aroma tan propio de ella.
—Oye, Edward… ¿crees…? Bueno, ¿tú crees que debemos contarles a todos sobre esto…? —preguntó suavemente.
—Estoy seguro de que se lo contaré a Jacob —apunté, intentando quitarle un poco de dramatismo al asunto. Una pequeña sonrisa asomó en sus labios. Le acaricié el hombro con suavidad—. Tranquila, Bella, lo haremos todo a su tiempo.
Ella asintió suavemente, un poco más relajada.
—¿Te parece bien en noche buena? —pregunté, con una sonrisa.
Ella asintió enérgicamente. Entonces, su sonrisita se volvió algo burlona.
—¿Piensas decirle a Jacob también? —inquirió, notablemente divertida.
—Por supuesto —respondí rápidamente—, no puedo esperar a ver su cara cuando me vea besándote —comenté, soltando una carcajada.
—Y… ¿qué harás con Charles? —preguntó tímidamente Bella, mientras mis dedos se enredaban juguetonamente en su cabello.
—Hablaré con él —aseguré, mirando al frente—. Igualmente, creo que Charles siempre lo supo de alguna forma.
Me miró, confundida.
—¿A qué te refieres? —inquirió.
—Nunca mostré un verdadero interés por él —respondí, girando un poco el rostro para mirarla—. Era una agradable compañía pero no era lo que yo quería —con una pequeña sonrisita, acerqué mis labios a los suyos.
—Pero, entonces, ¿tú nunca…? —el pequeño rostro de Bella se tiñó de varios colores—. ¿Tú nunca estuviste… quiero decir…?
No pude reprimir una fuerte carcajada. ¡A veces podía ser tan adorable!
—¿Si estuve con alguno de ellos de esa manera? —pregunté, mirándola intensamente—. No lo creo. Sólo hay una persona que ha despertado ese deseo en mí, y está muy lejos de ser como Charles…
Parpadeó, sorprendida, y su rostro se puso aún más rojo. Solté otra risita mientras la observaba. Ella no tenía ni idea de todas las cosas que provocaba en mí, y quería dejárselo en claro. Sin embargo, también sabía que aquel no era el momento indicado.
—No te estoy presionando —comenté divertido, besándole suavemente la nariz—. Todo a su tiempo, Bella. Ya soy demasiado feliz estando contigo —sonreí ampliamente, después de mis honestas palabras.
Entonces, mientras nos dábamos un corto beso, los golpes en la puerta nos distrajeron.
Ajá. Hora de las compras con Alice.
Le sonreí tiernamente a Bella, antes de que ambos nos encamináramos hacia la puerta.
Toda la noche estuve con aquella estúpida sonrisa plasmada en mis labios. Era feliz, increíblemente feliz; y ni siquiera la noche de compras de Alice podía molestarme. Las sonrisas cómplices con Bella, las caricias furtivas, los besos a escondidas... todo era absolutamente perfecto.
Habíamos recorrido ya unas diez o quince tiendas, escondiéndonos los unos de los otros para escoger nuestros regalos de navidad. Después de salir de un local de electrodomésticos, Alice secuestró a Bella y a Rose… literalmente. Ni siquiera pudimos verlas desaparecer, pero Jasper estaba seguro de que mi pequeña y demoníaca hermana había sido la culpable de aquéllo. Nosotros, resignados, nos sentamos en una banca y Emmett se ofreció a ir a buscar algunos refrescos. Mi padre y mi madre aún estaban en el hotel, ya que esa misma tarde llegarían Charlie y Renée, los padres de Bella.
—Entonces, parece que todo finalmente salió bien, ¿no? —preguntó Jasper, sonriendo de forma condescendiente.
—¿Eh?
—Que todo salió bien —repitió—. Bella y tú…
Lo miré, con los ojos increíblemente abiertos.
—¿Tú cómo…? —pregunté, atónito.
Jasper río entre dientes, mientras se inclinaba un poco hacia delante.
—Soy muy observador, Edward —aseguró—, y es demasiado claro que has tenido un radical cambio de humor… al igual que Bella.
Sonreí.
—Estoy demasiado feliz, Jazz —comenté, con aquella expresión soñadora que se plasmaba en mi rostro cada vez que pensaba en todo lo que había sucedido—. Aún no puedo creerlo.
—Me alegro por ti —aseguró mi amigo, golpeando mi espalda suavemente—. ¿Cuándo lo haréis público? —bromeó.
—Esperaremos a navidad —respondí seriamente—. Creemos que es una noticia importante.
—Ya lo creo que sí.
Finalmente, la tortuosa tarea de comprar los regalos llegó a su fin. Había conseguido escaparme con Jasper el tiempo suficiente para que ambos pudiéramos comprar los regalos para nuestras parejas. Había elegido el obsequio perfecto para Bella; era posible que ella me matara, pero no podía negarme nada. ¡Era mi primer regalo como…!
Entonces caí en la cuenta de que nosotros, aún, no éramos nada. Por lo menos, no formalmente.
Sonreí, de forma casi inconciente.
Se lo pediría en el momento apropiado.
(Bella's POV)
Las compras con Alice siempre habían sido un suplicio. Sin embargo, estaba tan feliz que ni siquiera cosas como aquélla parecían afectarme. Mi pequeña y perspicaz amiga lo notó, al igual que Rose, pero les dije que tan sólo se debía a que estaba emocionada frente a la perspectiva de la navidad con toda la familia. La excusa pareció suficiente para que ambas siguieran su camino… o, quizás, el descuento de zapatos fue el culpable de que el interrogatorio llegara a su fin.
Aproveché el momento en el que ellas se perdían entre las grandes vitrinas que exhibían el calzado para ir a escoger el regalo de Edward. No tenía un sueldo descomunal, pero había ahorrado lo suficiente para poder comprarles algo a todos. Por supuesto, él no era la excepción.
Después de encontrar un buen regalo y de sacar a mis amigas de aquella jungla de zapatos, las tres volvimos a donde los chicos nos esperaban, con algunas bolsas en sus manos y unas amplias sonrisas en sus rostros.
—¡Debemos ir a dormir! —exclamó Alice, mirando su reloj—. ¡Es tarde, y mañana será un día demasiado largo!
Todos coincidimos con ello. Después de todo, las compras podían resultar realmente agotadoras.
Nos repartimos en los automóviles para llegar al hotel. Por supuesto, cuando llegamos, no pude salvarme de los abrazos de oso de mi madre y de las palabras preocupadas de Charlie, interesado sutilmente por mi salud, mis estudios y… bueno, mis amoríos. Evadiendo el último tema, conseguí que Alice los distrajera un poco. Mientras la pequeña del grupo les contaba todo lo que habíamos hecho en el último tiempo, sin tener nada que envidiarle a la velocidad de habla de Renée, yo observaba la escena desde lejos. Estaba realmente feliz de tener a mis padres y a mis amigos conmigo.
—Los extrañabas mucho, ¿cierto? —comentó la voz suave de Edward, apoyando su mano en mi cintura.
Giré mi rostro un poco para observar el suyo, mientras asentía.
Todos ocuparon el ascensor rápidamente. Edward y yo, que habíamos llegado últimos, tuvimos que esperar, ya que los ascensores eran tan sólo para seis personas. Me pareció ver que Jasper nos guiñaba un ojo antes de que las puertas se cerraran… quizás había sido mi imaginación. Entonces, en el mismo instante en el que el ascensor se puso en funcionamiento, Edward me atrapó por la cintura y, antes de que pudiera decir algo, tenía sus suaves labios sobre los míos. Con una sonrisa en mis labios, apoyé mis codos en sus hombros, elevándome un poco del piso, y enredé mis dedos en su sedoso cabello broncíneo. Separándonos ocasionalmente para tomar aire y volviendo a juntar nuestras bocas, ambos entramos al ascensor besándonos. Edward quitó una mano de mi cintura para presionar algún botón, y luego volvió a centrar toda su atención en mí. La mano que había abandonado mi cuerpo comenzó a acariciar uno de mis costados, mientras la boca de Edward se volvía más y más demandante. Mordió mi labio inferior con fuerza y nuevamente me pregunté cómo había podido estar tanto tiempo con él sin hacer aquéllo.
—De acuerdo, Rose, me alegra saber que no somos los únicos que nos liamos en lugares públicos —comentó aquella jocosa y gruesa voz que yo conocía tan bien.
Oh, oh.
Edward y yo giramos nuestras cabezas lentamente, aún abrazados y vimos ocho pares de ojos fijos en nosotros. La sonrisa burlona de Emmett, los rostros incrédulos de mis padres y los de Edward, la cara de emoción de Alice, la mueca arrogante y satisfecha de Rose y la diversión de Jasper.
Mi acompañante y yo nos miramos con pavor y luego volvimos a mirar al frente.
Debíamos unas cuantas explicaciones.
¿Por qué los ascensores sólo se descomponían en las películas?
¡Agh!
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