OH SEÑOR CULLEN
Bella se dirigía a la clase de Inglés con rapidez, esperando que el Sr. Mason no la reprendiera demasiado duro. Hoy había sido uno de esos raros días soleados; a Edward no le habían permitido salir de casa, dejándola desdichada. Se la había pasado todo el almuerzo pegada al teléfono público de la escuela, hablando con él. El tiempo había escapado de ella. Finalmente lo hizo, arrastrándose por las puertas y tratando de no tropezar con sus propios pies.
El aula estaba vacía. Frunció el ceño, mirando alrededor. Nadie, ninguna señal de vida en la pequeña aula. Estaba a punto de dar media vuelta e irse, pero una voz la detuvo. Una voz muy familiar.
—Buenas tardes, Señorita Swan —dijo Edward, entrando en el salón, vistiendo el tipo de traje que un profesor usaría. Una camisa de vestir azul claro, fajada dentro de unos prístinos pantalones caqui. Cerró la puerta detrás de él, echando el cerrojo y cerrando las persianas.
Bella estaba sin habla. Tenía un millón de preguntas corriendo por su mente; ¿Cómo Edward había arreglado aquello? ¿A dónde había ido la clase? ¿Cómo se las había arreglado para llegar a la escuela sin que el sol revelara su mortal secreto?
—Edward —comenzó ella—. ¿Cómo…
—Llámeme Sr. Cullen, por favor —le dijo él, sonriendo con indulgencia. Ella lo miró fijamente; sin duda esto era una especie de situación 'juego-de-roles', y hasta ahora ella no había estado haciendo un buen trabajo. Arregló sus rasgos a una apresurada sonrisa.
—Claro, Sr. Cullen —dijo, tomando asiento en el frente del aula.
Lo tenía que admitir, Edward se veía HOT como profesor. Él caminó hacia ella lentamente, sin apartar sus ojos de su rostro. Llegó a su pupitre y se inclinó, de modo que su cara estaba sólo a unos pocos centímetros de la de ella. Ésta sintió que su corazón latía salvajemente y tragó saliva audiblemente.
—Dígame, Señorita Swan, ¿Qué hizo para acabar en detención? —le preguntó a ella, con una sonrisa sexy en su rostro. Bella se obligó a concentrarse.
—Llámeme Bella, por favor. Y uh, no estaba consciente de que hubiera hecho algo malo —le respondió, con un leve rubor apareciendo en sus mejillas.
—Muy bien, Bella. Yo estaba bajo la impresión de que estaba provocando disturbio en su clase de Biología —dijo Edward seriamente, con su rostro todavía a sólo centímetros del de ella.
Ahora Bella estaba en verdad confundida. No entendía a dónde iba Edward con eso.
—¿Qué clase de disturbio? —le preguntó, frunciendo el ceño ligeramente.
—Ser demasiado hermosa, por supuesto. Es difícil concentrarse cuando usted es increíblemente sexy.
—No puedo imaginar cómo es eso —dijo secamente, con las mejillas volviéndose de un color rosa más oscuro—. ¿Así que cuál será exactamente mi castigo?
Edward no respondió; aplastó sus labios en los de ella, con sus dedos haciéndose nudos en su cabello. Bella respondió abriendo su camisa de un jalón, los botones salieron volando por todas partes.
—Me gustaba esa camisa —murmuró Edward, mientras se apartaba para quitar la camiseta de Bella.
—Desquite —dijo ella con una sonrisa, presionando su cuerpo contra el de él. Volvió a pegar sus labios contra los de ella y ésta suspiró en su boca. Sintió que Edward la cogía y la colocaba en el borde del amplio escritorio del profesor al frente de la sala. Él desabrochó su sujetador y lo arrojó a un lado, apartando su boca de la de ella y arrastrándola hacia abajo a sus pechos, su húmeda y fría lengua lamió sus pezones, poniéndolos duros. Se bajó los pantalones con alarmante velocidad; siguiendo con las bragas de ella. Luego volvió a los pechos femeninos, succionando y lamiendo sus pezones de nuevo, poniéndola frenética. Ella dejó escapar un pequeño gemido. Edward besó y lamió a su manera descendiendo lentamente a su coño, excitándola más y más. No hubo bromas esta vez; fue al grano, deslizando su fría lengua en su coño, lamiendo su clítoris mientras ella gemía su nombre, tratando de ser silenciosa.
—Tienes una A+ en este curso —jadeó Bella, tratando de evitar que sus muslos temblaran. Edward dejó lo que estaba haciendo para alzarle una ceja.
—Yo soy el profesor, ¿recuerdas? Yo te evalúo. Hasta ahora estás pasando con total éxito —le dijo a ella, volviendo a lo que estaba haciendo. Bella dejó escapar un lloriqueó mientras él lamía su clítoris repetidamente. Podía sentirse a sí misma a punto del orgasmo.
—Ed- Sr. Cullen, voy a… —jadeó, cuando sintió que Edward se metía su clítoris en su boca y lo succionaba. Se vino, temblando y gimiendo en voz baja. Edward le dedicó una sonrisa torcida y en los dos segundos en que Bella había cerrado los ojos y vuelto a abrirlos, él estaba desnudo. Ella trató de calmarse, poner sus pensamientos en orden, pero fue en vano. Había un solo pensamiento en su mente, y ese era Edward.
Él se colocó en su entrada y se deslizó en ella con un gemido, con sus manos aferrando la cintura de ella con fuerza. Ella dejó escapar un suspiro de satisfacción y trató de retroceder y avanzar para encontrarse con los empujes de Edward. Él quitó una mano de las caderas de ella y usó su frío dedo para frotar su ya hinchado clítoris. Bella dejó escapar un gemido tan pronto como él lo tocó; todavía estaba increíblemente sensible de la última asistencia que él le había dado. Lo frotó en pequeños círculos, hasta que ella estaba justo en el borde de nuevo.
Él también estaba muy cerca. Con un pequeño gruñido, se vino, gimiendo el nombre de Bella al tiempo que hacía sus últimos empujes, todavía frotando su clítoris. En ese momento Bella se vino de nuevo, con su cuerpo retorciéndosele y sudando. Apenas se dio cuenta que Edward había salido de ella mientras su placer disminuía. La levantó en sus fuertes y fríos brazos como si fuera una muñeca de trapo, y la besó dulcemente. Bella se las arregló para encontrar su voz.
—¿Sr. Cullen? —preguntó sin aliento.
—¿Sí, Bella?
—¿Das clases privadas íntegramente?
Él levantó el rostro de ella y la miró a los ojos con los suyos color topacio.
—Por ti, haría cualquier cosa —le dijo con su aterciopelada voz angelical.
Bella se derritió en otro charco cosa pegajosa ante sus palabras. Tenía que hacer algo para Edward… pero necesitaba ayuda. Necesitaba a Alice.
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