Excursionismo (Al estilo Cullen)
Bella sudaba y jadeaba mientras trababa de mantener el ritmo de Edward.
—¿Ya llegamos? —murmuró sarcásticamente, saltando por encima de varias piedras grandes y siguiendo a Edward a un pequeño claro. Él miró alrededor, escudriñando, y sonrió.
—Sí.
Bella apoyó su espalda contra un gran árbol, y se deslizó para sentarse en la base.
—Gracias a Dios —refunfuñó, suspirando de alivio. El excursionismo realmente nunca había sido su fuerte. Inspeccionó su alrededor. No había nada especial en ese lugar; sólo árboles y troncos como en cualquier lugar del bosque. Había estado lloviendo de vez en cuando un poco, tenía el cabello ligeramente húmedo por la llovizna.
—¿Por qué vinimos aquí? —preguntó Bella, después de pensar un momento. Edward le sonrió torcidamente y se sentó a su lado, sus fríos dedos quitaron el cabello del cuello de ella para luego ser sustituidos por sus labios.
—Alice tuvo una visión —murmuró de manera angelical. Bella se obligó a sí misma a concentrarse.
—¿Acerca de? —preguntó ella, tratando de no retorcerse cuando la lengua de Edward salió para trazar la línea de su pulso.
—Ella dijo que vendríamos hasta acá y que nos íbamos a satisfacer en gran medida. Luego me rogó que le vertiera lejía en los ojos —dijo Edward, riéndose entre dientes. Había dejado de hacer lo que estaba haciendo, y ahora Bella podía pensar con claridad de nuevo. Jadeó
—Oh Dios, ¿nos vio teniendo sexo aquí? Pobre Alice… —suspiró ella, pensando en su futura hermana y en sus visiones, estremeciéndose ligeramente.
—También dijo que te olvidarías de ella en cuanto te besara —dijo Edward, presionando sus labios en los de ella.
Y justo como Alice había predicho, ella ya no estaba en los pensamientos de Bella. Nada más Edward y sus labios estaban en estos. Ella le devolvió el beso con entusiasmo, con sus dedos retorciéndose en el cabello de él. Bella estaba sobrepasada por un pensamiento, y un único pensamiento; quería que fuera diferente de las otras veces. Quería que fuera rudo.
—Edward —dijo ella con apremio, apartando sus labios.
—¿Hmm? —suspiró él, sus ojos se trabaron en los de ella, con sus manos todavía en su cintura. Su rostro estaba lleno de inquietud mientras la miraba.
—No te preocupes —dijo Bella rápidamente—. Es sólo que tengo una petición.
—Cualquier cosa —dijo él de inmediato.
—Yo… quiero que esto sea rudo —susurró, desviando la mirada de la de él.
Con un dedo frío movió la cara de ella a su posición inicial. No dijo nada, sólo buscó sus ojos con los suyos mientras ella se sonrojaba. Finalmente, habló.
—Tengo una condición. Si te estoy lastimando, voy a parar. Espero que me digas si te hago daño. Lo digo en serio, Bella. El saber que te he causado daño alguno, en cualquier modo, sería una tortura para mí y de la peor forma.
Ella asintió con la cabeza, para proyectar que comprendía. Para ella verlo sufrir también sería la peor tortura.
De repente, él la empujó contra el árbol, dejando toda suavidad a un lado. Ella vio un fuerte deseo en sus ojos que no había visto nunca antes. Eso la excitó, y también la asustó un poco. Se preguntó si la misma mirada estaba presente en sus propios ojos. Él no perdió tiempo, removiendo su impermeable y suéter, y ella a él. Se besaron con fiereza, Edward permitiendo menos control de sí mismo. Eso no era como cualquier otro beso que hubieran compartido antes. Ese beso era salvaje, indomable, tan lleno de pasión y deseo, lo que hacía que la cabeza de Bella tuviera vértigo. Él se apartó para quitarle la camiseta y el sostén, mientras Bella se maldecía en silencio por llevar tantas capas de ropa esa mañana. Él aplastó sus labios de vuelta a los de ella por un breve momento, luego los bajó hasta el hueco de su cuello, en donde ella sintió los dientes de él rozar la línea de su pulso. Eso la entusiasmaba y excitaba, a sabiendas de que sus dientes estaban tan cerca, a sabiendas de lo que harían con ella en poco tiempo.
Sintió que él introducía brutalmente un seno en su boca mientras que su mano apretaba con fuerza el otro. Dejó escapar un pequeño gemido. Una vez más, mientras él se apartaba, sintió los dientes de él rozar la punta de su pezón. Bella se quitó sus jeans con rapidez, siguiendo con sus bragas. Edward, ya desnudo y esperando, dejó escapar un pequeño gruñido y la levantó, con sus manos en el trasero de ella, presionando la carne con fuerza. Se deslizó en su interior con un movimiento lento, y colocó la espalda femenina de nuevo contra el árbol.
Y luego comenzó la charla obscena.
—Eres tan jodidamente estrecha. Y caliente. Eso me pone absolutamente salvaje —gimió Edward, saliendo y entrando de golpe en ella. Bella sintió la corteza del árbol arañar su espalda, pero estaba demasiado ocupada siendo sorprendida por lo que Edward había dicho. Estaba aún más sorprendida por el efecto que esas palabras tenían en ella. Estas enviaron un escalofrío por su columna vertebral, y se encontró a sí misma cada vez más excitada.
Edward pareció darse cuenta de su expresión.
—Así que te gusta cuando hablo sucio —meditó, saliendo de ella pero esta vez sin volver a entrar. Ella hizo un mohín, con la corteza hundiéndose en su piel.
—¿Te gusta cuando entro y salgo de ti? —le preguntó Edward, con la cara a una pulgada de la de ella.
—Sí —dijo ella sin aliento. Estaba sorprendida incluso de que hubiera conseguido decir aquella sencilla palabra.
—¿Sí qué? Di algo indecente, Bella —murmuró Edward, con su frío aliento en la cara enrojecida de ella.
—Umm. Me gusta lo que me provocas —dijo con timidez, demasiado cobarde para decir una verdadera obscenidad.
—¿Qué te provoco? —le preguntó él, con sus ojos penetrando los de ella. No había manera de que ella pudiera responder, no con él mirándola así…
—Tú… me llenas tan completamente… me encanta la sensación de tu… tu —se obligó a decir la palabra—, polla la primera vez que entra en mí.
Estaba casi segura de que nunca se había ruborizado tan fuerte en toda su vida. Echó un vistazo a la cara de Edward y vio que lo que había dicho había tenido un efecto en él. Parecía muy contento de que ella hubiera dicho una mala palabra. Se deslizó en ella se nuevo con un fuerte empuje y ella sintió la aspereza de la corteza arañar su piel una vez más; no lo suficientemente duro como para extraer sangre, gracias a Dios, pero sí lo suficiente como para elevar su ánimo.
Bella sentía el increíble placer de todo, pero la curiosidad pudo más que ella.
—¿Qué te provoco, Edward? —preguntó ella, dejando escapar un gemido. Él entró en ella una vez más, apretando los dientes, antes de responder.
—Tú… tú me pones demasiado duro, demasiado rápido. Siento mi polla alzarse cada vez que veo sólo un poco de tu piel expuesta, o cuando tienes un orgasmo, ese es mi favorito. Porque estás disfrutando mucho algo que yo te hago, y quedas completamente desecha… —le dijo con una sonrisa torcida, todavía golpeando dentro y fuera con una fuerza considerable. Quitó una de sus manos del trasero de ella y comenzó a frotar su clítoris. Bella, ya cerca gracias a lo que él acababa de decir y a sus fuertes arremetidas, se vino casi al instante, después de que él comenzara a frotar el pequeño botón.
Esta vez no se sintió tan avergonzada a como solía sentirse, porque a Edward le gustaba. Gimió su nombre, y con un gruñido de ella, él también se vino. Ella se apoyó contra su frío pecho por un momento, jadeando pesadamente. Él la besó suavemente, y examinó los arañazos de su espalda con el ceño fruncido.
—Lo siento. Debí haber pensado en eso —dijo él, enfadado consigo mismo.
—No, está bien, no dolió. Se sintió bien —le dijo Bella, aún tratando de recobrar el aliento.
—Eres sádica —le dijo él con una sonrisa, saliendo de ella, sosteniéndola firme mientras ella trataba de encontrar su equilibrio. Se las arregló para no caer y comenzó a ponerse de nuevo sus bragas y jeans, todavía no completamente recuperada de su orgasmo.
Edward ya estaba vestido, ayudándola con una pequeña sonrisa y riéndose entre dientes.
—¿Qué es tan divertido? —le preguntó Bella.
—Nunca imaginé que estaría cambiándote —le dijo él con una sonrisa. A propósito le rozó cada uno de los pezones con su pulgar mientras le ponía el sujetador, enviando un pequeño estremecimiento a través del cuerpo de ella.
—Siempre hay una primera vez —le dijo Bella, sonriendo mientras se ponía su camiseta por la cabeza. Edward sostenía su abrigo para ella, y ella se deslizó en el con gratitud.
—Recuérdame agradecerle a Alice cuando lleguemos a casa —dijo Edward pensativo, pasando su brazo por la cintura de ella. Bella se ruborizó y asintió, esperando que su futura cuñada dejara de tener visiones de su vida sexual.
—Escuela mañana —dijo Edward casualmente, mientras paseaban por el bosque. Bella hizo una mueca.
—No me lo recuerdes —murmuró ella, pensando en sus clases. No podía esperar hasta que todas hubieran terminado. Edward rodó los ojos.
—No será tan malo —le dijo él, con una sonrisa jugando en sus labios.
—¿Sabes algo que yo no sepa? —preguntó Bella, instantáneamente recelosa.
Edward amplió los ojos inocentemente.
—No, claro que no. Simplemente estaba diciendo que mañana no será tan malo como piensas —dijo, con tono suave. Bella no se lo tragó, pero no insistió.
Esta vez viajaron por el bosque más rápido, Bella preguntándose qué iba a pasar mañana, y Edward diciendo nada, con una silenciosa sonrisa jugando en sus labios.
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