Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. La autora solo jugó con ellos creandoles una vida paralela y las traductoras: traduciendo esa vida xD Jajaja... _______________________________________________
Clases:
Me dirigí hacia la puerta principal cuando Emmett estaba saliendo.
“¡Hey, Tutor-boy!” me llamó.
Sonreí con malicia. “Es mejor que la otra elección.”
Emmett me dio una fuerte palmada en el hombro. “Está arriba. ¡Asegúrate de que saca buena nota!”
“Por supuesto,” contesté, levantando la mano para llamar a la puerta.
Emmett se rió por lo bajo y me giré para mirarle. “Lo mejor es que entres, Edward. Está en su habitación y nunca te oirá llamar.”
Hice lo que me dijo y entré en la casa. Lo primero que escuché era música. Era el rasgueo de una guitarra y una dulce voz cantando suavemente. (a.n.: la canción que aparece a continuación es ‘Bubbly’, de Colbie Caillat, os recomiendo que la busquéis u os la descarguéis, así os hacéis una idea de lo que está cantando Bella, a mí es una canción que me gusta bastante, la letra de la canción no la voy a traducir)
The rain is falling on my window pane
But we are hiding in a safer place
Undercover staying dry and warm
You give me feelings that I adore
But we are hiding in a safer place
Undercover staying dry and warm
You give me feelings that I adore
Me dirigí a la habitación de Bella, preguntándome que CD estaría escuchando ahora mismo. Empujé la puerta para que se abriera y me paré en seco.
Its starts in my toes, make me crinkle my nose
Wherever it goes, I always know
You make me smile please stay for a while now
Just take your time, wherever you go
Bella estaba tocando la guitarra y Bella estaba cantando. Me vio y paró inmediatamente, y casi se le cayó su instrumento.Wherever it goes, I always know
You make me smile please stay for a while now
Just take your time, wherever you go
“No, no pares por mí,” dije suavemente.
“¡Ah!” dijo, agitando la mano. “Sólo estaba tonteando. ¿Estas listo para darme clases?”
“Eso era mucho mejor que tontear, Bella,” contesté.
“¿Lo crees?” preguntó, arrugando la nariz.
“Tengo un poco de experiencia personal con la música,” bromeé. “Creo que es prudente decir que sé de lo que estoy hablando.”
“Oh,” dijo Bella. De repente sonrió y mi día entero se alegró. “Gracias, Edward. ¡Emmett no es un fan! Aunque, eso puede que tenga más que ver con mi elección de canciones que con otra cosa.
¿Cómo han estado hoy tus clases?”
“Bien,” contesté. Me di cuenta de que sus dedos estaban cubiertos de tiritas. “¿Qué ha pasado?” pregunté mientras le levantaba la mano.
Bella se sonrojó mientras decía, “Las cuerdas son nuevas. No quería cortarme los dedos así que me los envolví. ¡Bueno! Cuéntame algo más de la universidad. ‘Bien’ no es muy descriptivo,” dijo mientras cogía su mochila y sacaba su libro de matemáticas.
Dio unas palmaditas a su lado en la cama. La miré lleno de dudas.
“A no ser que nos quieras en la mesa de la cocina.” Había visto mi aprensión.
Sacudí la cabeza y me senté a su lado. “Sólo ha sido un día largo. Hoy mis clases parecían durar demasiado.”
“Me encantaría estar de acuerdo contigo, Edward, pero mi clase de matemáticas siempre parece demasiado larga. Y hoy ha sido la más horrible hasta el momento. Te juro que ese hombre sabe lo mal que se me da.”
“Debo suponer que ha aumentado los deberes.”
“Sí. Examen Final el Viernes.”
“Estarás preparada.”
“¡Ja!” Bella se rió por lo bajo, agitando su largo pelo marrón. “Eres un auténtico humorista, Edward.”
Me levanté y fui hasta el pequeño equipo de música. Rebusqué entre sus CDs, buscando el adecuado.
“¿Qué estás haciendo?” preguntó.
“Estoy buscando algo de Beethoven.”
“Está en la estantería a tus pies.”
Me agaché y encontré exactamente lo que estaba buscando. Puse el CD en el equipo de música y lo encendí. Volví a la cama, donde Bella me estaba mirando fijamente, un ceja levantada como pregunta silenciosa.
“Me he dado cuenta durante los años que tener música clásica de fondo ayuda a memorizar cosas. Pensé que podría funcionar contigo,” le expliqué.
“Llegados a este punto, ¡intentaré cualquier cosa!” Bellas abrió su cuaderno para enseñarme su trabajo.
“Puede que haya hablado demasiado pronto,” bromeé. “Claramente parece saber tu debilidad.”
“Las matemáticas son mi kriptonita,” se rió por lo bajo.
“Empecemos con lo que hicimos el sábado. Empieza con los dos que te salieron bien y después escoge uno de los otros.”
Bella hizo lo que le dije e hizo de nuevo los dos que le salían. Pudo resolverlos otra vez sin tener que mirar su trabajo previo. Suspiró fuertemente cuando escogió un nuevo problema.
“Relájate, Bella. Sólo son matemáticas.”
“¡Eso es lo que tú dices! Tú no estas en peligro de suspender.”
“No te dejaré suspender.”
Me miró llena de dudas.
“Te propongo un trato. Voy a venir el miércoles para ayudarte, ¿verdad?”
“Sí.”
“Si cuando me vaya todavía no le has cogido el tranquillo, vendré el viernes por la mañana antes de tu examen.”
“Pero tú tienes tus clases, Edward.”
“No a primera hora los viernes.”
“¡Gracias!” dijo mientras su cara se iluminaba con una sonrisa.
“Vuelta al trabajo,” dije, señalando severamente su libro de matemáticas. Aunque no podía quitarme la sonrisa de la cara.
Bella se rió por lo bajo, pero empezó a trabajar en el problema que había escogido. Vi como sus ojos escaneaban la página, intentando sacar la respuesta del texto. Se estaba dando golpecitos con el bolígrafo en el labio. No pude evitar recordad lo que fue sentir sus labios contra los míos.
Cuando finalmente decidió por donde empezar, sus ojos se abrieron mucho y una sonrisa apareció en su cara. Escribió su respuesta, tomándose su tiempo en comprobarla antes de entregármelo. Cerró los ojos y cruzó los dedos y después las piernas.
Hice lo que pude para no reírme porque ya estaba lo suficientemente nerviosa. Revisé lo que había hecho y me alegré al ver que lo tenía bien. “Bella.”
Abrió un ojo y me echó un vistazo. “¿Cómo de mal está?”
Hice como que fruncía el ceño, “Bueno...”
“¡Argh!” gritó, escondiendo la cara entre sus manos. “¡Voy a suspender! Nunca antes he hecho eso.”
“Bella, lo siento, sólo estaba bromeando,” me reí. “Lo tienes bien.”
Levantó la cabeza y me miró cautelosamente. “¿Estás siendo serio? ¿Lo tengo bien?”
“¡Sí, Bella!” contesté, poniendo los ojos en blanco.
Me quitó su cuaderno y me dio un golpe con él. “¡Estúpido Tutor-boy!”
Entonces me sonrió y supe que sólo estaba bromeando. Intentó los otros catorce problemas que la habían dejado perpleja el sábado y los tuvo todos bien menos uno.
“Este es el único que está mal, Bella. ¿Por qué está mal?”
Miró fijamente el libro y su solución. Dejé que se tomara su tiempo. Necesitaba saber como resolverlo correctamente para poder pasar a su siguiente trabajo. Sus cálidos ojos marrones brillaron y supe que había encontrado su error.
“Se me ha olvidado bajar este aquí, así que mi respuesta es 235.”
“¡Excelente!”
“Eres un buen tutor de verdad, Edward. Quizás tú deberías ser el profesor.”
“No tengo la paciencia requerida para una habitación llena de niños.”
“Pues pareces aguantarme bien,” resopló.
“Tú no eres irritante,” bromeé.
“Eso lo dices ahora,” suspiró. Abrió la página de su nuevo trabajo y la miró. La preocupación le arrugó las cejas. “Déjame intentar el primero sola y veremos que pasa.”
“Sigue adelante, no faltaría más.”
Se rió por lo bajo y agitó la cabeza.
“¿Qué?” le pregunté.
“La manera de la que hablas.”
“¿Sí?” pregunté cautelosamente.
“¡Relájate, Edward!” dijo, poniendo su mano sobre la mía. “Me gusta. Es educado y anticuado. Diferente, ¡pero un diferente realmente bueno!” Removió la mano y eché de menos su calidez contra mi piel.
Podía ser amigo de Bella, me dije a mí mismo. Pero ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo antes de que quiera ser algo más que amigos? ¿Y si ella no quería nada más que amistad? Me di cuenta de que no importaba. Tenerla como amiga siempre sería mejor que no tenerla en absoluto en mi vida.
“¡Me rindo!” gritó de repente, lanzando su libro de matemáticas a la otra punta de la habitación.
Intenté esconder mi sonrisa mientras recogía su libro. “El libro no tiene la culpa.”
“Lo sé.”
Volví a poner el libro delante de ella. Me estiré en la cama para imitar su posición. Pasamos los siguientes quince minutos desmontando el problema y la solución, línea por línea.
“Entonces si esto es 12 y la primera parte está bien, ¿X es 172?” preguntó, mirándome. Sus ojos estaban llenos de esperanza y su ceja estaba arrugada.
“¡Correcto!” me reí. “Lo has conseguido.”
“¡Gracias! ¡Gracias!” cantó mientras me cogía la cara y me besaba en las mejillas. “¡Eres el mejor tutor del mundo!” se levantó de un salto y me cogió de la mano. “¡Hora de celebrar! ¡Voy a hacer la cena!”
La seguí al piso de abajo y en la pequeña cocina. “No tienes que hacerlo.”
“Actualmente, sí que tengo. Incluso si eliges no comer, ¡Emmett estará pronto en casa y necesita sustento!”
Vi como sacaba un pimiento verde y amarillo con un pack de pechugas de pollo y una cebolla. Lentamente lo cortó todo en pequeñas tiras. Me pregunté si su lentitud era por precisión o a causa de sus tendencias torpes. Cuando lo echó todo en una cacerola y lo puso al fuego, la casa se llenó con el olor. Bella parecía ser una cocinera muy buena.
“Edward, alcánzame del mueble que hay al lado del frigorífico los envoltorios para las fajitas, por favor.”
Hice lo que me pidió y encontré la caja fácilmente. Me giré para dársela y nos chocamos. Automáticamente puse los brazos alrededor de su cintura para incorporarla. Me sonrió mientras cogía la caja.
“Gracias.”
“De nada,” dije.
Se rió por lo bajo y sentí como mi ceja se levantaba. “Puede que quieras soltarme para que no se me quemé la cena.”
No me había dado cuenta de que todavía la estaba sujetando. La solté y sentí como mi cara se ponía roja.
Se rió profundamente. “Alice dice que sólo haces eso dos veces al año y que ya te ha cogido las dos veces.”
“Alice dice muchas cosas,” murmuré, sentándome junto a la mesa.
Bajó el fuego y puso los envoltorios de las fajitas en el horno. Se sentó a mi lado y echó los pies sobre mi regazo. “¿Qué más dice Alice?”
“Piensa que estás loca por no disfrutar yendo de compras.”
“Eso lo he averiguado por mi cuenta. Cuéntame algo que no sepa.” Su cara y sus ojos se iluminaron de repente. “¡Ya sé! ¡Cuéntame si tus padres han averiguado que tenía fiestas salvajes mientras estaban fuera!”
“No había ni el más tenue signo de una fiesta en ningún lugar cercano a mi casa,” me reí por lo bajo. “Todavía ignoran completamente que tienen una niña taimada a la que llaman hija.”
“Puedo decir que realmente no quieres decir eso,” dijo, mirándome fijamente. “Cada vez que hablas de tu hermana, tus ojos se alegran.”
“No le digas eso,” advertí. “Ya se considera a cargo de mi felicidad. Información como esa sólo prolongará mi sufrimiento.”
“Odiaría verte sufrir, Edward.”
Sonrió mientras quitaba los pies y se levantaba. Quitó la cacerola del fuego y sacó los envoltorios de las fajitas del horno. Justo cuando estaba apagándolo todo, Emmett vino saltando por la puerta.
“¿Qué estás cocinando, guapa?” dijo Emmett mientras le daba un abrazo a Bella.
“Fajitas,” dijo Bella, intentando empujarle. Bella miró detrás de Emmett. “¿Dónde está Rose?”
“Ella y Jasper unos asuntos que atender,” dijo Emmett, dejándose caer en una silla. “Hey, Edward. ¿Cómo le está yendo con matemáticas?”
“Mucho mejor,” dije, con orgullo. “Ha tenido diecisiete correctos hasta ahora.”
“Sí, pero dos los tuve bien el sábado por lo que no creo que esos deberían contar,” dijo Bella mientras le daba a Emmett un plato lleno de comida.
“¡Huele fantásticamente, Bella!” dijo Emmett con seriedad.
“Gracias,” dije cuando Bella me dio un plato.
Se sirvió el suyo y se sentó a mi lado. “¿Cómo te ha ido el día, Em?”
“Ya sabes como me fue en el trabajo esta mañana,” contestó Emmett. “Pero esta noche ha estado bastante bien. Rose me dejó que la llevara a patinar sobre hielo un rato.”
“¿Y los dos habéis sobrevivido?” bromeó Bella.
“No todas las chicas son tan torpes como tú, hermanita,” Emmett se rió por lo bajo.
Bella le sacó la lengua y me reí.
“Bueno ¿qué tenéis planeados vosotros dos niños locos para esta noche?” preguntó Emmett.
“Más matemáticas,” dijo Bella, picoteando de su comida.
“Tienes el resto de la semana. ¿Por qué no lo dejamos por esta noche y seguimos el miércoles?” ofrecí. “Estoy seguro de que tu profesor no añadirá mucho más trabajo antes de tu examen final el viernes.”
“¡Sí, Bella!” dijo Emmett. “¡Tómate un descanso, Squirt! Eso no los haces lo suficiente. Tú y Edward podéis ver una película o jugar a algún videojuego o algo así.”
“¿Por qué, Emmett!” preguntó Bella con una gran sonrisa. “¿Dónde estarás?”
“Pensé que podría pasarme y visitar a Rosalie en un rato,” contestó Emmett, mirando fijamente su comida.
“Me lo imaginaba,” Bella se rió por lo bajo. “Supongo que no habrá necesidad de que me preocupe con despertarte para el trabajo.”
Emmett levantó la cabeza y sonrió alegremente. “¡Cállate, Bella!”
“¡Eso está bien!” suspiró, todavía sonriendo. “¡Abandonar a tu hermana pequeña! ¡Ya lo cojo!”
Emmett cogió un trozo de pimiento de su envoltorio y lo tiró hacia la cabeza de Bella. “¡Cállate ya!”
Bella lo esquivó fácilmente y le sacó la lengua a su hermano.
“¡Además! No te estoy abandonando. ¡Te voy a dejar en las muy competentes manos de Edward! Solamente no te quedas levantada hasta tarde. Tienes trabajo mañana.” Emmett se terminó lo que le quedaba de comida y llevó su plato hasta el fregadero. Lo aclaró y lo dejó allí. Cuando se volvió, despeinó el pelo de Bella y la besó en la mejilla. “¡Cierra las puertas!”
“¡Sí, señor!” Bella soltó una risita mientras le hacía un rápido saludo.
“¡Ya nos veremos, Eddie!” dijo Emmett mientras desaparecía por la puerta.
“¿No tenías un mes libre de Eddie por comportarte el viernes?” preguntó Bella, sonriéndome.
“Emmett tiene una memoria a corto plazo muy pequeña,” contesté.
“¡Sí! ¡Por eso sigue trayendo bacon a casa y yo sigo tirándolo fuera!”
Nos comimos el resto de la comida en silencio. Podía decir que la mente de Bella estaba muy lejos. Sus ojos marrones tenían una expresión vidriosa. Me pregunté en qué estaría pensando. No estaba seguro de si estaba bien por mi parte pregunta así que me mantuve callado.
Lavamos los platos juntos, yo lavándolos y ella secándolos. Después volvimos a su habitación y puso un DVD. Me apoyé en sus almohadas y en la cabecera de la cama mientras que ella apoyó la cabeza en mi hombro. Ella vio la película hasta que se quedó dormida. Yo la vi a ella. Esa fue la noche que dijo mi nombre en sueños por primera vez.
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