Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
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FORZANDO LO INEVITABLE
Bella's POV
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FORZANDO LO INEVITABLE
Bella's POV
Edward tenía muchas capacidades; sin embargo, últimamente, su habilidad para sorprenderme era la que más se estaba haciendo presente. Después de sus palabras, me quedé mirándolo fijamente. No podía entender aquello: ¿Qué era lo que temía?, ¿Qué Jacob ocupara su lugar, que lo desplazara de su puesto de «la persona más cercana a mí»?
Suspiré.
—Edward, él nunca llegará a se como tú —apunté. Aquella frase abarcaba demasiados aspectos—. Nunca ocupará tu lugar, si eso es lo que te preocupa.
Sus intensos ojos se clavaron en los míos, mientras tomaba mi mano. Nuevamente, la extraña escena me tomó por sorpresa: ¿desde cuando nuestras conversaciones y contactos se habían vuelto tan… íntimos?
—Yo… simplemente… no te preocupes —balbuceó. Luego una extraña sonrisa se posó en su rostro—. ¿Por qué no vemos alguna película hasta que Alice diga que es tiempo de salir?
Le sonreí suavemente, intentando despejar mi mente de todas las dudas que me asaltaban.
—De acuerdo —respondí, mientras el tiraba de mi mano.
Edward comenzó a pasar los canales, y acabamos viendo no una película, sino una serie sobre un grupo de genios algo… idiotas. Estábamos acostados sobre la amplia cama, riéndonos hasta el punto de que las lágrimas se escapaban de nuestros ojos, cuando alguien golpeó la puerta. Mientras se sujetaba el estómago, Edward se puso de pie y se dirigió a la entrada de nuestra suite. Pocos segundos después, Alice se encontraba de pie en la habitación. Traía un bonito vestido verde oscuro y unos zapatos que debían tener unos de diez centímetros de tacón.
—Lo supuse —apuntó, mirándome de arriba a abajo—. Tú te vienes conmigo —agregó señalándome.
Cuando Edward volvió, ella sólo se limitó a darle una bolsa.
—Tú ponte eso —ordenó—. Salimos en una hora.
Claro, cuando llegamos a la habitación de Alice, fui sometida a un largo y tortuoso cambio de imagen, ya que para mi amiga unos pantalones simples y una camisa no eran suficientes para una noche en Nueva Jersey. Después de que me pusiera un vestido negro, unos zapatos bajos y de que Alice me arreglara el cabello, ambas salimos de la habitación. Jasper, cuya vestimenta ya había pasado por el ojo crítico de su novia, se encontraba sentado en el sofá, leyendo un grueso y viejo libro.
—Iré a buscar a Edward —comentó, con una sonrisa.
Alice aprovechó los últimos minutos para arreglarme un poco más el peinado. ¿Por qué no luchaba contra ella? Oh, simplemente ya había aprendido hacía mucho tiempo que no tenía sentido nadar contra la corriente… o, en este caso, pelear con Alice. De alguna forma u otra, siempre conseguía lo que quería. Por eso estaba algo aterrada con su maquiavélico plan. Incluso mi rostro estaba comenzando a tornarse rojo al recordarlo, sobre todo sabiendo que, tarde o temprano, debería actuar.
Después de todo, que Alice jurara por su nombre era algo… preocupante.
Muy preocupante, de hecho.
(Edward's POV)
Jasper y yo nos dirigimos al aparcamiento del hotel, donde pudimos subirnos a nuestros autos. Una vez que los mismos estuvieron listos, nos entretuvimos conversando en la entrada del edificio. Jasper aún mostraba un semblante escéptico cada vez que hablaba conmigo. Cuando se quedó callado por unos cuantos segundos, simplemente observándome con aquel aire misterioso, resoplé con impaciencia.
—¿Qué? —pregunté, algo agresivamente.
—Nada —respondió, sencillamente—. Me estaba preguntando a mí mismo si en algún momento decidirías hacer algo con el asunto de Bella…
—No —contesté de inmediato—, no hay nada que hacer.
Él alzó una ceja, mientras los gritos de Alice llegaban hasta nosotros.
Le dirigí una mirada de advertencia, antes de volverme hacia las chicas.
Debí haberme quedado demasiado interesado en Bella, porque mi amigo mi tomó del brazo y me arrastró a mi auto.
—Claro, no quieres hacer nada pero te quedas mirándola como si fuera la última botella de agua en el desierto —apuntó, irónicamente.
Pero… ¡demonios! ¿Qué podía hacer yo si Bella se veía… radiante?
Hicimos el mismo camino que en la mañana, con el fin de ir a buscar a Rose y Emmett, quienes se subieron a mi vehículo. Asomando la cabeza desde el asiento trasero, la novia de mi hermano comenzó a dar indicaciones, mientras Jasper nos seguía con su auto, tan sólo a unos metros de distancia. Después de doblar en unas cuantas calles, seguir derecho en otras y esquivar a algún que otro transeúnte distraído, llegamos a un bar que, según las palabras de Emmett, había abierto hacía tan sólo unas semanas.
—Es de los mejores de la ciudad —le comentó Rose a Bella, mientras bajábamos del coche.
Efectivamente, el lugar era espacioso y lleno de luces y decoraciones, algo extravagante quizás, pero atractivo. La gente bailaba en una pista del centro mientras; en el piso de arriba, había muchos bebiendo y conversando, en un ambiente un poco más ameno. Emmett habló con un muchacho, que parecía trabajar allí, y pronto nos encontramos ubicados en una de las tantas mesas del piso superior, en un rincón tranquilo y apartado.
—Me gusta el lugar —comentó Alice, girando su cabeza en todas las direcciones, mientras se sentaba en uno de los largos taburetes.
Jasper se sentó a su lado, mientras asentía.
Todos nos acomodamos en la mesa y pedimos algo para beber; sin embargo, antes de que le dijéramos al camarero todo lo que queríamos, Alice y Bella comenzaron una pequeña discusión entre ellas. Pude escuchar cosas como «trago», «plan» y «locura», pero nada tenía sentido para mí.
—Para nosotras, que sean tres destornilladores (1) —apuntó Alice, sonriéndole al camarero.
—Serán dos destornilladores, y un jugo de naranja —corrigió Bella, mirándola amenazadoramente—. Eso es todo.
Alice le sacó la lengua a Bella, mientras el camarero se retiraba de la mesa, con una sonrisa en sus labios.
—Bella, ¿qué puede hacerte un trago? —preguntó Emmett, notablemente divertido—. ¡Vamos, amiga, estás de vacaciones en Nueva Jersey!
—El lugar no cambia mi sensibilidad frente al alcohol, Emmett —apuntó Bella, con el ceño fruncido—. Tengo… mis motivos —apuntó, desviando sus ojos de la mesa.
Dejamos aquel tema de conversación cuando llegaron las bebidas, aunque Emmett aprovechó todas las ocasiones para burlarse del jugo de Bella. Después de una segunda ronda de tragos, en la que Bella evitó por todos los medios el alcohol, Alice propuso que nos dirigiéramos a la pista de balie. La vi cuchicheando con Rose, mientras Jasper acaparaba la atención de Bella; aquello sonaba sospechoso, pero, viniendo de mi hermana, nada era extraño.
Alice tuvo otra discusión con Bella, mientras bailábamos todos juntos, pero se transformó en algo privado, ya que su charla quedaba opacada por la fuerte música. Después de que mi hermana le dirigiera una intensa mirada a Bella, ella comenzó a murmurar cosas para sí, enfurruñada. Bailamos un poco más todos juntos, hasta que las parejas decidieron tomarse un tiempo para ellas. Bella, como siempre que sucedían ese tipo de cosas, se quedó conmigo.
—Me imagino que no quieres bailar, ¿cierto? —pregunté, con una sonrisa comprensiva.
Sabía cuanto aborrecía cualquier cosa que tuviera relación con sus pies y su coordinación.
—Es lo que menos deseo en este momento —respondió ella, con las mejillas arreboladas.
Tomé su mano y la conduje escaleras arriba.
—¿De verdad no piensas tomar nada de alcohol esta noche? —pregunté, no juzgándola por ello, sino con auténtica curiosidad. No es que Bella fuera una alcohólica, pero generalmente se permitía tomar algún que otro trago.
—Preferiría no hacerlo… esta noche —explicó y su rostro se tiñó de un fuerte rosa, mientras lo ocultaba detrás de su cabello.
Tomé su barbilla, para obligarla a alzar la mirada.
—¿Por qué no? —pregunté, hipnotizado con sus ojos.
—S-supongo que… simplemente no es una buena idea —apuntó. Sus ojos se clavaron en la mesa—. Es mejor así.
Decidí dejar el tema de lado. Evidentemente, había un motivo para que Bella no quisiera probar alcohol aquella noche.
No pasamos mucho más tiempo allí, o quizás sí, no podía decirlo a ciencia cierta. Me había quedado hablando con Bella, quien parecía algo cansada. Después de ello, se había acomodado a lo largo del sofá, con la cabeza sobre mi regazo. Yo había comenzado a dejar suaves caricias en su cabello hasta que, a pesar del bullicio del lugar donde nos encontrábamos, se había quedado dormida. Cuando los chicos habían anunciado que era hora de irnos, la había tomado entre mis brazos, con cuidado de no despertarla, y me había encaminado detrás de ellos.
—Yo manejaré tú auto, Jazz, tú maneja el de Edward así no tiene que soltar a Bella —comentó Alice, con una mirada soñadora sobre mí.
Rodé los ojos, mientras me acomodaba en el asiento trasero de mi Volvo, con Bella aún entre mis brazos.
Emmett y Rosalie se subieron con Alice al coche de Jasper, mientras éste se acomodaba en el asiento de conductor de mi vehículo. El trayecto no fue demasiado largo, pero yo decidí entretenerme a observar la acompasada respiración de Bella, sus párpados cerrados y sus labios entreabiertos.
—Edward… —murmuró Bella. Abrí los ojos con sorpresa. Ella seguía dormida.
—¿Ella acaba de decir tu nombre, o fue mi imaginación? —preguntó Jasper, mirándome por uno de los espejos.
Asentí.
Sonrió divertido, mientras volvía a mirar al frente.
Pronto llegamos al hotel y no fue tarea difícil cargar a Bella. Alice estacionó el auto de Jasper, después de haber dejado a Emmett y Rosalie, y su novio hizo lo mismo con mi vehículo. Dejando los coches en su lugar, los cuatro entramos al hotel. Alice abrió la puerta de mi habitación y luego se despidió, en silencio, mientras Jasper agitaba su mano a modo de despedida. Me adentré en la habitación y, con la nariz, prendí las luces. Empujé suavemente la puerta con un pie y luego me encaminé hacia la habitación. Apoyé a Bella sobre la cama y me quedé observándola por unos minutos, admirando todas las pequeñas cosas que me encantaban de ella. Murmuró algo incomprensible y rodó por el lecho, hasta quedar de costado. Sonreí y me dirigí al baño.
Cuando regresé, sin embargo, Bella ya no se encontraba dormida. Por el contrario, se encontraba sentada en medio de la cama. Tenía el rostro adormilado y, en una de sus manos, sostenía una gran botella de champaña.
—¿Qué haces con eso? —pregunté, sobresaltándola. Sus ojos se clavaron en mí—. Perdón, no quería asustarte…
—No te preocupes —comentó, con voz pastosa—. No lo sé, la trajo uno de los botones; dijo que era un regalo del hotel.
¿Un regalo del hotel…? Me encogí de hombros.
—Deberíamos beberla, entonces —apunté.
Tomé las dos copas que reposaban sobre la bandeja de plata, ubicada sobre una pequeña mesa frente a la cama. Quitándole la botella a Bella y abriéndola cuidadosamente, llené las dos copas con el contenido. Le pasé una a mi acompañante, que miró el contenido dudosa. Como si estuviera en medio de un debate interno, se quedó mirando la copa fijamente. Después de un rato, simplemente se encogió de hombros.
—¿Por qué brindamos? —le pregunté.
—Por que los botones no interrumpan nunca más los sueños placenteros —comentó ella, haciéndome reír—. Salud.
—¡Salud! —ambos bebimos el contenido de nuestras copas.
Bella sirvió otra copa e insistió en que yo propusiera el motivo del brindis en esa oportunidad. Mirándola, así como se encontraba, con los ojos brillantes y las mejillas sonrosadas, sólo pude responder una cosa:
—Por ti —sorprendida por mis palabras, chocó su copa con la mía.
Después de un rato tonteando, con la televisión encendida y la botella dando vueltas por la habitación, Bella comenzó a acurrucarse a mi lado, en la cama. Yo, que me encontraba acostado a lo largo, quité uno de mis brazos de debajo de mi cabeza, para pasarlo por sus hombros. Cuando la atraje más hacia mí, sentí sus manos aferrarse a mi cintura. Intentando hacerme el desentendido del escalofrío que me había recorrido de pies a cabeza, intenté concentrarme en cambiar los canales de la televisión.
—¿Tienes frío? —preguntó Bella, suavemente.
—No, no, estoy bien —respondí, en tono susurrante.
Ella, sin embargo, apretó un poco más su agarre. De repente sentí como una de sus finas piernas se enredaba entre las mías. De forma torpe, logró pasarla hacia el otro lado de mi cuerpo, quedando a horcajadas sobre mí. La miré, sorprendido, mientras ella clavaba sus ojos castaños en mi rostro.
—Yo no tengo frío —apuntó, y supuse que el alcohol tenía algo que ver en su tono de voz tan… ¿provocativo?
—Pequeña, estás borracha —expliqué, como si estuviera hablando con un niño pequeño.
—No, no lo estoy —respondió, inclinándose un poco.
—Sí, si lo estás —repliqué.
—No, ¡no, Edward! —chilló—. No sigas así porque sino tendré que callarte.
—¿Ah, sí?, ¿así que vas a callarme? —pregunté divertido—. ¿Piensas pegarme?
—No, pienso besarte.
Antes de que pudiera comprender las palabras que había pronunciado con aquel tono seguro, tomó mi cara entre sus pequeñas manos y se inclinó hacia delante. Sus labios presionaron los míos, en un principio, suavemente y volviéndose más demandantes poco a poco. En un estado de momentánea inconciencia, busqué el camino hacia la profundidad de su boca, consiguiéndolo casi instantáneamente. Giré sobre la cama, quedando ella aprisionada bajo mi cuerpo, mientras nos separábamos para respirar.
—Bella… ¿tú…comprendes… en dónde… te estás… metiendo? —pregunté, todavía con poco aire—. Estás tentando a tu suerte.
Ella no me respondió. Simplemente, se colgó de mi cuello y volvió a besarme con la misma intensidad de antes.
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