martes, 3 de enero de 2012

LCC. Capitulo 8: Turno de Mediodia


Mi despertador sonó y rápidamente estiré el brazo y lo golpeé. Me giré, intentando tirar de las mantas, pero se habían enganchado. Me giré otra vez para ver con que se habían enganchado y dejé escapar un grito ahogado al ver la figura durmiente de Edward encima de mis mantas.

Sonreí, recordando mi intento de despertarlo anoche. Dormía profundamente y no parecía hablar. Hice una mueca. Esperaba que no hubiera hablado anoche o la noche antes. Solía decir cosas muy embarazosas mientras dormía.

Le miré hasta que mi despertador sonó otra vez. Lo dejé sonar durante un minuto, esperando que le despertara. Lo apagué cuando no pareció estar haciendo mucho. Me senté y pasé los dedos por su pelo de color bronce. Era más suave de lo que había imaginado. No tan suave como sus labios, me dije a mí misma, sonrojándome al recordar anoche.

“Edward,” le llamé, sacudiéndole el hombro.

Solamente se movió un poco. Empujé su hombro con un poco más de fuerza.

“Despierta, Edward.” Iba a empujarle de nuevo, pero cogió mi muñeca en el aire.

Abrió los ojos lentamente y me miró fijamente. Parecía confundido sobre donde estaba y lo que yo estaba haciendo allí.

“Te quedaste dormido,” le aclaré.

Me soltó el brazo y se sentó lentamente. Se paso las manos por el pelo.

“Sólo lo estás haciendo peor,” me reí por lo bajo.

Sonrió dulcemente. “Lo sé.”

“¡Pero si habla!” me reí.

“Hacía bastante tiempo que no dormía tan profundamente,” admitió, frunciendo un poco el ceño.
“Sin problema,” dije, frotándole la espalda, esperando que dejara de fruncirlo. “¡Al menos no roncas como Emmett!”

Se rió por lo bajo y me miró. “Gracias, Bella.”

“¿Por qué?”

“Por aliviar mi aprensión. No estoy acostumbrado a despertar en habitaciones desconocidas.”

“Pensé que ayer habíamos llegado a la conclusión de que no éramos desconocidos,” dije, empujándole en el hombro con las manos.

Sonrió, pero no le alcanzó los ojos.

“¿Me estás diciendo que no tienes dos o tres libros negros escondidos debajo del colchón en tu casa?”

Sonrió, sus ojos al fin iluminándose. “¡Ni uno!”

“¡Bien!” dije alegremente. “Eres demasiado bueno para eso de todos modos. Puedes quedarte y despertarte un poco más antes de irte a casa. Desafortunadamente, yo tengo que prepararme para el trabajo.”

“Turno de mediodía, ¿verdad?” preguntó Edward.

“¡Sí!” dije, sacando mi ropa. “Asegúrate de decirle a Alice que me lo pasé muy bien ayer y dale las gracias otra vez de mi parte.”

“Lo haré,” contestó tranquilamente, viéndome cruzar la habitación y dirigirme a él.

Le besé en la sien y le despeiné el pelo. “Despiértate más antes de conducir. Todavía pareces estar medio dormido. Odiaría que mi tutor favorito tuviera un accidente de tráfico. Ya hablaremos más tarde.”

Me dirigí al cuarto de baño para empezar mi día. Me duché, me depilé, y me vestí con la ropa del trabajo. Tenía que llevar vaqueros negros y zapatillas de deporte negras con la necesaria camiseta negra con letras amarillas. Decidí que mi pelo pedía una cola hoy. Rápidamente me cepillé el pelo todavía húmedo y lo sujeté con dos gomillas.

Me detuve delante de la puerta de Emmett y llamé una vez. “¡Me voy al trabajo, Em! Son las diez en caso de que te lo estés preguntando.”

No respondió. Supuse que estaba o todavía durmiendo o ya se había ido. Nunca abría la puerta de su habitación si podía evitarlo. La tenía muy desordenada. Eché un vistazo en mi propia habitación y vi que Edward se había ido.

Bajé las escaleras y entré en la cocina dando saltitos. Busqué en uno de los muebles hasta que encontré mi escondite de las barritas de cereales. Cogí una y me dirigí al salón. Una vez que encontré mi delantal y mi bloc, cogí las llaves y salí.

Hacía bastante sol para un día de Seattle. Me subí en mi camión, sonriendo cuando el motor rugió. Me encantaba mi camión, sobre todo porque lo había comprado por mi cuenta. Pero también me encantaba porque era prácticamente indestructible.

Me dirigí al trabajo, tarareando para mí, sin molestarme en poner la radio. Angela estaba en el aparcamiento cuando llegué. Bajé de un salto y la saludé.

“¡Hey, Ang! ¿Habéis hecho tú y Ben algo divertido este fin de semana?”

“Sólo ver una película de ninjas que ha salido,” dijo Angela, cogiéndome del brazo. “¿Cómo ha sido tu fin de semana?”

“¡Genial!” le contesté alegremente. “Edward tiene una colección de CDs muy guay. ¡Alice no era tan mala como Emmett decía que era con las compras! Y todos fuimos al cine anoche. Rosalie es fantástica y sin lugar a dudas podría acostumbrarme a tenerla cerca. Jasper también es bastante buena gente. ¡Oh! ¡Casi se me olvida lo mejor! ¡Edward va a ayudarme con matemáticas para que no suspenda!”

“¡Eso es fantástico!” dijo Angela, abrazándome. Lo que más me gustaba de Angela era que siempre sabías que realmente se alegraba por ti. “Sé lo preocupada que has estado por esa clase.”

“¡Sí! Ayer hizo mis deberes conmigo durante tres horas y al final, entendía dos de las soluciones.

Lo mejor es que no hablemos de que eran dos de quince,” me reí por lo bajo.

“¡Hey, Bella!” me llamó Mike tan pronto como Angela y yo entramos por la puerta trasera.

“Hey, Mike,” contesté. “¿Has tenido un fin de semana agradable hasta ahora?”

“No ha sido demasiado malo. ¿Has hecho ya todos tus deberes?” preguntó Mike.

“Casi,” contesté.

“¿Crees que puedes salir a cenar conmigo esta noche?” preguntó Mike.

“Lo siento, Mike. No estoy interesada en salir con alguien ahora mismo. Tengo que concentrarme en la universidad,” dije. “Pero gracias por preguntar.”

Me adentré algo más en la cocina y me até mi delantal. Tenía mi bloc y mi bolígrafo y salí para ver si ya tenía alguna mesa. Tenía una pareja de personas mayores en una de las mesas con banco en un rincón. Apunté lo que querían para beber y fui a la cocina para cogerlo. Podía oír a Angela armándole un escándalo a Mike cuando doblé la esquina.

“No deberías haber mentido así. ¡Bella se pondrá furiosa si se entera!” le regañó Angela.

“Ya le he cambiado,” se defendió Mike. “Simplemente podrías no decírselo.”

“Como lo hagas otra vez, Mike,” le advirtió Angela.

Puse los ojos en blanco, preguntándome si quería saberlo. Entré en la habitación y los dos dejaron de habar, desviando sus miradas. Cogí las bebidas y volví con la vieja pareja.

“Bella,” me llamó Angela. Me giré y vi que estaba detrás de mí.

“¿Qué pasa, Ang?” pregunté.

Me sonrió y señaló detrás de ella. “Tienes una segunda mesa.”

Miré detrás de ella y vi a Edward mirando fijamente el menú. Sonreí ampliamente y empecé a andar. Paré, recordando la discusión en la cocina.

“¿Ang?”

“¿Sí, Bella?”

“¿Es eso por lo que Mike y tú estabais discutiendo?” pregunté.

Angela se rió por lo bajo. “Mike está un poco celoso e intentó sentarlo en mi sección. Le reconocí e hice que lo arreglara.”

“Gracias,” dije, abrazándola.

“Sin problema,” se rió. “Me alegro de ver que has hecho un nuevo amigo.”

Puse los ojos en blanco mientras la dejaba y me dirigía hacia Edward. “¿No es un poco temprano para almorzar para ti? Da la casualidad de que sé con bastante seguridad de que sólo has estado levantado sobre una hora.”

Edward me sonrió, inclinándose hacia el banco. “No soy una persona de desayunos.”

“¿Te los ha arruinado el bacon?”

“Algo así.”

“¿Qué te gustaría para almorzar?”

“¿Qué recomiendas?”

“El filete, pero yo me lo tomaría con una batata en vez de una patata al horno.”

“Entonces me tomaré eso con una coca cola, por favor.”

“Eres claramente mi cliente más educado del día hasta ahora. Ahora vuelvo.” Me alejé andando y me fui a la cocina.

Angela estaba esperándome en la puerta. “¡Bella!” cantó. “¡Es tan mono y sonríe cada vez que te acercas a él! ¡Y tú también, ya que estamos!”

“Sólo le conozco desde hace algunos días,” dije.

“Sí, ¡pero has oído a Emmett hablar sobre él durante meses!” presionó Angela.

Me mordí el labio, pensando otra vez en anoche.

“¿En qué estás pensando?” preguntó Angela.

Miré a nuestro alrededor para ver si estaba Mike antes de inclinarme más cerca de ella. “Anoche le besé.”

“¡Bella!” gritó.

Puse una mano sobre su boca. “¡Calla!”

Asintió con la cabeza y quité la mano.

“Todos estábamos jugando a verdad y atrevimientos y me retaron a que lo hiciera.”

“¿Tu primer beso era un reto? ¡Es algo totalmente Bella!” Angela se rió por lo bajo. “Estabas siendo cabezota, ¿verdad?”

“Aprecio el apoyo, Ang,” contesté, poniendo los ojos en blanco.

“Bueno, ¿cómo fue?” preguntó, sus ojos brillando de alegría por mí.

“Bastante bueno,” dije, intentando no sonrojarme pero fallando miserablemente.

“Lo mejor es que te encargues de su pedido y le lleves la bebida antes de que piense que te has olvidado de él,” ordenó Angela.

Rápidamente escribí su pedido y se lo di a Tyler. Serví una coca cola y se la llevé a Edward. “Ahora vuelvo. Tengo que ir a mi otra mesa.”

“Tómate tu tiempo,” contestó Edward.

Me dirigí a la vieja pareja y me aseguré de que estaban bien. Los dos ordenaron ensalada y entré en la cocina para encargar lo que querían. Volví una vez más para comprobar si querían algo. Estaban realmente monos juntos.

Para cuando acabaron de contarme como se conocieron, Tyler tenía su pedido listo. Cogí las ensaladas y se las llevé. Prometí volver a su mesa pronto. Cuando volví a la cocina, la comida de Edward ya estaba acabada.

La llevé a su mesa y se la di. “¡Aquí tienes!”

“Estuviste hablando con ellos un rato,” dijo, moviendo la cabeza en la dirección de la vieja pareja.

“Sí,” dije, sonriendo. “Esos son Frank y Cecile. Llevan casados cincuenta años. Se conocieron en un crucero al que sus padres les habían arrastrado. Se chocaron mientras Frank estaba jugando con herraduras de caballo con unos amigos que había hecho. ¿Te puedes creer que jueguen con herraduras de caballo en un barco? ¡Bueno! Cecile se había enamorado y Frank también. Estuvieron en contacto durante un año antes de que Frank de repente apareciera en la puerta de Cecile con rosas y un anillo.”

“¿Te han contado todo eso?”

“Claro,” dije. “Me he dado cuenta de que la gente mayor se abre rápidamente si estás dispuesto a escucharles. Demasiada gente ignora las generaciones mayores.”

“Bella, ¿te importaría decirles que su almuerzo va a ser pagado? Me gustaría invitarles,” me dijo Edward.

“De acuerdo,” dijo, sonriéndole ampliamente. Realmente tenía un alma muy buena. “Estoy segura de que les encantará. Y te traeré otra coca cola. Mientras tanto, ¡come!”

Me sonrió mientras desenrollaba sus cubiertos. Me acerqué a la vieja pareja.

“¡Tengo el mejor regalo de un domingo por la tarde para vosotros jovencitos!” dije. Me giré un poco y les señalé a Edward. “Mi amigo es un gran fan de cruceros y herraduras de caballo. Le conté vuestra historia y ha decidido pagar por vuestro almuerzo.”

“Bella, querida,” me llamó Cecile, cogiendo mi mano entre las suyas. “Es un hombre muy bueno por hacer eso.”

“Sí,” contesté. “Edward es un buen amigo. Si Frank no se pusiera muy celoso, quizás puedes darle un besito en la mejilla cuando os vayáis a ir.” Guiñé un ojo a Frank.

“Creo que puedo confiar en ella con uno pequeño,” dijo Frank, sonriendo a su mujer. “Algo más que eso y tendré que espantarle con un palo.”

“¡Oh, Frank!” se rió Cecile, dándole un golpe con la mano.

“¡Bueno, vosotros dos! Tengo que llevarle a Edward otra coca cola. ¿Necesitáis algo más?” pregunté.

“Estamos bien, Bella,” contestó Frank. “Cuida de tu joven amigo.”

Me dirigí a la cocina y saqué a Angela. “Mi vieja parejita es demasiado mona. ¡Edward va a pagar su almuerzo! He convencido a Cecile para que le de un besito cuando se vayan. Estate atenta en caso de que me los pierda.”

Angela se rió por lo bajo mientras salía con una bandeja llena de comida. Mike entró tranquilamente es la cocina justo después.

“Hey, Bella,” me llamó Mike.

“Hey,” contesté, con mi atención en llenar un vaso.

“¿Quién es el chico que pidió estar en su sección?” preguntó Mike.

“Ese es mi amigo Edward,” contesté. “Estaba aquí con mi hermano el viernes por la noche. Mi hermano está saliendo con la hermana del novio de su hermana.” Sonreí, sabiendo que Mike tardaría casi todo el día en entender eso.

“¡Oh!” fue su única respuesta.

“Tengo que volver ahí fuera,” dije, pasando por su lado con el vaso.

Justo cuando salí y empecé a dirigirme hacia la mesa de Edward, vi a Frank y Cecile hablando con él. Me paré y los miré, esperando para ver lo que pasaría. Cecile le dio un gran beso en la mejilla y los ojos de Edward casi se salen se su cabeza. Me reí tan discretamente como podía, intentando no derramar su bebida.

Una vez que Frank y Cecile se fueron, me acerqué a la mesa. “Aquí tienes tu coca cola.” Sonreí con malicia al ver la marca de barra de labios en su mejilla. “Parece que has estado ocupado mientras yo no estaba.”

Los ojos de Edward se precipitaron a mi cara rápidamente. “¿Qué quieres decir?”

“Tienes algo justo aquí,” dije, pasando un dedo sobre la marca.

Sentí como si electricidad estática estuviera pasándome por el dedo cuando le toqué la mejilla. Vi que Edward cerraba los ojos cuando le toqué. Cuando los abrió de nuevo, sus ojos verdes parecían un poco más oscuros.

“Te traeré un paño húmedo.” Me giré y rápidamente volví al refugio que era la cocina.

“Um... Bella,” susurró Angela.

“¿Sí?” dije, haciendo como si estuviera buscando los paños cuando en verdad estaban en un cesto delante de mí. ¡Le había tocado la cara! ¡Y realmente quería hacerlo de nuevo! ¿Qué me pasaba?
“No se que ha pasado, pero Edward acaba de salir corriendo como si estuviera en llamas.”

Volví a la mesa para encontrar que había dejado suficiente dinero para cubrir su comida. No sabía lo que le había molestado, pero esperaba que no hubiera sido yo. No tuve tiempo para reflexionarlo ya que la hora punta había llegado y estuve ocupada el resto de mi turno.

Estaba agotada para cuando salí del trabajo. Me arrastré hasta mi camión y me subí. Conduje directamente a casa, sin comprar comida rápida como hacía normalmente. Esta noche no tenía hambre. Sólo quería quitarme esta ropa. Entré fatigosamente en la casa y dejé caer las llaves sobre la mesa.

“Estoy en casa,” dije.

Nadie respondió. Emmett debe estar fuera con Rose.

Eché el cerrojo a la puerta y me fui a la cocina. No podía recordar por qué había venido aquí. Me quedé mirando la pequeña habitación un momento, intentando que mi lento cerebro funcionase. Mis ojos se posaron en el teléfono y pensé en Edward. Fui hasta allí y llamé a su casa.

“¡Hola!” cantó Alice en el teléfono.

“Hey, Alice. Soy Bella.”

“¡Bella! ¿Cómo te ha ido hoy en el trabajo?”

“Bien. Hey, ¿se encuentra bien Edward?”

“Hoy no le he visto. Está arriba en su habitación.”

“Oh. ¿Podrías echarle un vistazo más tarde? Se pasó para almorzar en el restaurante y se fue con bastante prisa. Sólo quería asegurarme de que no estaba enfermo ni nada por el estilo.”

“Gracias por dejármelo saber, Bella. Me aseguraré de que está bien. Le diré que te llamé más tarde.”

“Gracias, Alice.”

“¡De nada, Bella!”

Colgué el teléfono y me fui al piso de arriba. Tuve la ducha más rápida de la historia de la humanidad y me puse mis pantalones de chándal favoritos con una camiseta. Me metí debajo de las mantas y cerré los ojos fuertemente. Sólo eran las seis y media de la noche, pero estaba muerta.

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