martes, 6 de marzo de 2012

Entre el amor y la guerra



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Capitulo 5.- Entregando el cuerpo

Edward pov

-¿aun no despierta?- pregunte a mi madre cuando bajaba las escaleras que llevaban a su habitación.

La mía esta justo debajo. No me parece correcto compartir la habitación si Bella aun no sabe que ya estamos casados.

-hijo lo que tu esposa ha vivido estos día ha sido demasiado, una persona podría nunca pasar por esto en toda su vida. Necesita descansar. Sé paciente. Llevas tres días solo preguntando y tal vez debas pasar más tiempo a su lado que en el pueblo… - dijo seriamente.

En el pueblo esta Victoria. Aun no me decido a mandarla lejos y es bien conocido que es mi amante.

-mama no hay nada que decir sobre eso. Iré a ver a Bella- dije pasando por su lado.

-¡¡¡¿Qué harás cuando Bella se entere?!!! ¡¡¡¡¿Serás de esos esposos que mantienen  a la esposa como yegua de cría y solo visitan su cama para procrear más, mientras se divierten con otras mujeres?!!!!- grito mi madre  mientras yo entraba a la habitación de Bella.

Sus palabras resonaron en mi cabeza. Sé que tiene razón pero no puedo dejar a Vicky. No puedo.

Me acerque despacio a donde mi esposa duerme. Tan frágil se ve que olvide por un momento que es tan capaz como yo de correr al galope, manejar una espada, el sable y por lo que vi en el bosque el arco y flecha.

Nada queda de ese coraje que la llevo a ganarse el respeto de los integrantes del consejo. Apenas el recuerdo. Me senté a su lado. Sin entender este sentimiento de protección que me invadió, acaricie su rostro. Esta fría. Pálida. Hermosa.

Abrió sus ojos sin mirar nada por un segundo, entonces su expresión cambio. Me miro antes de llorar y con la fuerza que saco de no sé donde se lanzo mis brazos. La apreté contra mí.

-¿muertos?- susurro contra mi pecho.

-lo siento Bella, así fue. De verdad lo siento- dije antes de jalar de ella y ponerla en mis piernas, abrazarla y consolarla como la niña que es.

Bella pov

Todo me es una pesadilla, desde el momento que cruce la puerta de la habitación esa noche. Las palabras de Tania no me ayudan, he matado a un hombre… de verdad lo hice hecho. No me arrepiento de eso, me arrepiento de no haberme asegurado que Alice no me seguía. No es algo que se soporte fácilmente.

Al menos no tuvo pesadillas, como yo.

Y el viaje al castillo no fue tan sencillo, mi casi esposo, ha dudado de mi tras haberme visto apenas tres días.

¿Sería así nuestro matrimonio?

¿Tendré que someter mi independencia?

¿Podre hacerlo?

Y después las palabras de Jake… “tus padres, ambos están muertos”.

Como dije, todo fue una pesadilla… hasta que me abrazo.

Necesitaba sentir el calor de alguien. No es Jake pero servirá.  Me quede ahí llorando en sus brazos hasta que el sol estuvo en lo alto.

-¿Cuándo paso?-

-hace tres días, te desmayaste cuando Jake te lo dijo y pensé que traerte era lo mejor. Bella ya estamos casados- dijo en un susurro lo último.

Me separe un poco.

-¿ya…? hum es decir… ¿tú y yo…? - No pude terminar la frase pero busque en la cama alguna señal de lo que hubiera pasado ahí.

-no, no para nada… no habías despertado. Hum… pediré que te traigan algo de comer, y después platicaremos sobre esto, temo que nuestro matrimonio no es válido hasta consumarlo…-

-oh, ¿quieres hacerlo justo ahora?- pregunte suplicando internamente que dijera que no.

-no creo que sea necesario apresurarnos tanto. Mira, aun estas de duelo y lo entiendo, tomate el tiempo que necesites. Nadie necesita saber que entre nosotros no ha pasado nada. Vamos a conocernos un poco más, cuando te sientas mejor las cosas se darán solas- dijo antes de levantarse y marcharse.

Me quede mirando la puerta por donde se perdiera. Después mire la habitación. Es grande, mi cama tiene un dosel en madera negra con cortinas blancas que rodea toda la estructura. Junto a mi cama esta el tocador del mismo material y color que mi cama. Un banco pequeño que se esconde en el espacio del centro. Un espejo enorme cubre la pared justo en proporción al tocador, rematado en un marco a juego con todo lo demás. Una alfombra en rojo oscuro cubre el suelo en la parte de la cama y en gris oscuro en el resto.

En la pared de la derecha hay una especie de cuarto más pequeño donde esta toda mi ropa aunque no se cómo ha llegado ahí. En ese lado también hay un espacio desnudo del piso junto al vestidor, donde se halla una tina enorme empotrada al piso. Con cortinas en color uva que dan privacidad.

Frente a la cama esta la pared que contiene la chimenea. Grande y situada justo a la mitad justo a la altura de la cama. En la parte de arriba tiene varios cuadros de paisajes. Todos hermosos.

 Se parece un poco a mí habitación en Eorlingan. Mi castillo, mi casa. Mi gente.

Y recordé que ya no es así, que mis padres ya no están, mi hermana ahora casada y  lejos; el hombre con quien estoy “casada” apenas me ha dirigido la palabra solo lo suficiente para explicarme la situación.

Y llore.

Llore hasta que el sol se metió.

Y seguí hasta que mis ojos quedaron secos. No veo como puedo estar mejor, nada parece animarme, nada me hace sentir mejor.

La rutina es la misma, Bree la muchacha que se encarga de la limpieza y de atenderme es a quien más veo, Esme la madre de mi esposo, llega un rato por la tarde para platicar conmigo, aunque en sí es para intentar enseñarme una técnica nueva de bordado, por desgracia, mi cabeza no está para eso y tras dos horas de intentos se marcha, con algún paño arruinado, de todas formas regresará con otro, la sonrisa en los labios y esa mirada que me recuerda a mi madre.

 A veces mi esposo me visita en la habitación. Se sienta en el extremo de la cama y me pregunta sobre como estoy, si he comido… cosas sin importancia, pero no es siempre. Hay días en que no lo veo. Tampoco es que lo necesite, necesito a Jake y está muy lejos de mí.

Necesito a mis padres y no están en este mundo, necesito a mi hermana, pero… está del otro lado del territorio.

Por primera vez me sentí con ganas de morir.

-¿Cómo te sientes hoy?- pregunto mi esposo por la mañana cuando entro seguido de Bree y otra mujer, con bandejas en las manos cada una.

-hum, bien ¿Qué haces?- pregunte cuando dejaron todo en el tocador y se marcharon las mujeres.

-desayunare contigo por supuesto. Ya me canse de comer solo abajo y de que Bree regrese las charolas casi intactas. Necesitas comer bien o te enfermaras. Además llevas dos semanas encerrada aquí, creo que es tiempo de que empieces a salir, me he tomado el día para enseñarte el castillo completo- dijo mientras ponía una de las charolas en mis piernas.

-esto es muy lindo de tu parte pero no es necesario, puedo recorrer el castillo sola, es solo que no me agrada a idea de salir- dije mientras hacía el intento de comer.

Estaba aun acostada, bueno, ahora sentada con la espalda apoyada al cabezal de la cama, con mi bata de dormir y el cabello apenas peinado. Sentó junto a mí, en el banquito del tocador con un tazón de avena, parecido al mío pero más grande, entre las manos. Había queso, fruta y algo de vino. Jugo de frutas, galletas y café por supuesto. Por algún motivo el desayuno me supo mejor que en otras ocasiones aunque no fue mucho lo que comí.

-bueno si no quieres salir está bien, podemos quedarnos aquí y platicar un poco, tengo noticias de tu hermana. Su matrimonio fue validado por el sacristán del castillo de los Hale, así como el de mi hermano. No pudieron irse de viaje con el asunto de los Masen pero ya están instalados en los castillos respectivos. Emmet  y Rosalie se quedaron en Mor Anon, el segundo castillo de los Hale y Alice con Jasper se mudaron a Arlingan- dijo mientras prestaba toda mi atención.

-tiene sentido si está cerca del territorio de los Hale… ¿nos mudaremos?- pregunte con la cuchara a medio camino.

-¿te quieres mudar? ¿A dónde?- pregunto sin dejar de comer, al parecer tiene apetito para varios días.

-no sé, creo que es algo que debes decidir tu, Eorlingan es el castillo mayor y es muy bonito, también esta Anduingan, está mucho más cerca de tus tierras- dije.

Después de acabarse el contenido del tazón, siguió con algo de fruta picada, medio plato de queso, una de las jarras de jugo y para terminar, todas las galletas. Yo apenas pude con medio tazón.

-¿no comerás más?- pregunto

-no, ¿quieres?- pregunte sarcástica.

-sí- y dicho eso, se acabo lo que quedaba.

En todos los platos.

Y a esa mañana siguieron otras. Mi esposo cada vez parece comer más, aunque en realidad es menos ya que empecé a acabarme mi ración.

-¿Qué te parece si hoy comemos en el salón que está abajo y después salimos a conocer el resto de la torre?- pregunto.

-me parece bien, pero… de verdad no es necesario que me acompañes, creo que puedo hacerlo sola, tendrás cosas que hacer- dije.

-¿no quieres que este cerca de ti?- pregunto un poco molesto.

O eso me pareció.

-no es así, sé lo que soy y como me comporto, sé lo que la mayoría de los hombres piensa de mí, no quiero imponerte mi presencia o que lo hagas porque te sientas comprometido- dije mirando a otro lado.

-no me molesta nada de lo que hasta ahora se de ti. Y debes de saber que no me molesta tu presencia- dijo con una especie de sonrisa.

-entonces me gustaría comer y salir contigo- dije sonriendo.

Y así fue.

Esa tarde me enseño la torre completa.

La habitación que él usa, aunque no entramos porque yo no quise. Me enseño el camino hacia la cocina, ya que cada torre y la parte central, que es donde Esme y Carlisle viven, tiene su propia cocina. Me enseño las bodegas de provisiones y la de armamentos.

Estoy segura que la última es para levantarme el ánimo. Ese ánimo que no parece querer quedarse en mí, pues apenas me quedo sola la tristeza y el dolor regresan.

-estuve pensando… que si te parece bien… me gustaría que compartiéramos la habitación- dijo unas semanas después que empezáramos la rutina de salir a caminar por las tardes.

Apenas después de cenar en mi habitación y de que se llevarán los trastos vacíos porque como de costumbre, él arrasa con la comida.

-me parece que no necesitas preguntar, es tu casa y es tu derecho- dije sonrojándome.

-sí, pero aun no somos marido y mujer y no quiero incomodarte más, has avanzado mucho estas seis semanas, al menos ya no lloras todo el tiempo y no quiero hacer algo que pueda ponerte mal de nuevo. Ha sido interesante este tiempo que hemos pasado juntos. Eres muy especial Bella. Espero ser un buen esposo - dijo tomando mi rostro suavemente.

Jamás me había tocado así, me abrazaba, me tomaba la mano pero nada más. Los momentos que pasábamos juntos eran de platicas maratónicas. De anécdotas y a veces solo para ayudarlo con el manejo del castillo Arlingan y Eorlingan de los Swan y que ahora eran propiedad de mi esposo.

Acerco sus labios a los míos, fue un contacto suave. Lento. Cálido. Poco a poco fue incrementando la presión, la fuerza. Hasta que sin saber en qué punto me entregue, me besaba con un fuego que borraba todo lo demás que no fueran sus labios. Lo abrace rodeando su cuello con mis brazos mientras me empujaba con su cuerpo hasta dejarme sobre la cama.

-tus labios son justo como pensé- susurro mientras sus manos desataban los listones de mi camisón de dormir.

-¿has pensado en mis labios?- pregunte entre besos y besos.

Sus manos en mi espalda me hacían difícil pensar coherentemente e imposible hablar con sentido.

-sí, eres mi esposa, claro que he pensado en tus labios y en tus manos, tu calor, tu cuerpo… tan hermoso, suave donde quiera que toco- dijo mientras bajaba sus labios por mi cuello, pasando por mi clavícula.

Siguiendo hacía mi hombro. Siempre con besos y caricias suaves. Su barba de días me raspaba despacio, pero de alguna manera me parece muy placentero.

Sin saber que responder decidí dejarme llevar. Eso se siente bien, una necesidad entre mis piernas apareció incrementando rápidamente. Y mis pezones erguidos y sensibles empezaron a ser dolorosos.

Tomo entre sus labios uno de ellos mientras con su mano envolvía el otro. Mordía suavemente, besaba y chupaba por igual. Alternadamente. Mientras mis manos se aferraban a su cabello. No quise que dejara de hacerlo. Gemí despacio cuando sus manos recorrieron mi costado bajando la ropa. Me desnudo por completo mientras se quitaba todo quedando desnudo y en toda su extensión.

Es hermoso, su cuerpo definido es amplio sin ser demasiado. El vello que cubre su pecho es apenas más oscuro que su cabello.

-¿quieres que siga esposa?- pregunto de pie frente a mí.

 Con su virilidad al tope y mi necesidad creciendo.

-si… esposo- dije apenas mientras se acostaba a mi lado.

Bajo lentamente con sus labios por mi cuerpo, beso el espacio entre mis senos y siguió por mi estomago hasta llegar a mi vientre. Bajo aun más. Sentí sus manos abrir mis piernas y un segundo después su boca entre mis pliegues, sobre mi botón. Su lengua. Acariciándome. Despacio, lento, caliente, a veces solo mi botón, a veces sobre todo y otras veces la metía haciéndome gritar un poco más.

-Edward….- suplique sin saber que es lo que deseo.

Edward pov

Es perfecta, su sabor me tiene idiotizado. Es adictivo. La manera como susurro mi nombre, con toda la excitación impregnando su voz me encendió de una forma casi irracional. Me puse mucho más duro. Seguí tomando su miel, no me es suficiente aun cuando la sentí retorcerse bajo mis caricias. Toque su centro mojado suavemente con mi dedo.

Lo metí despacio y la escuche gemir más alto. Seguí lamiendo, chupando y moviendo mi dedo todo al mismo tiempo. Ella gimió más todavía. Decidí hacerla llegar. Metí otro dedo mientras se incrementaban sus gemidos.

Esta enloqueciéndome, estoy babeándome. Necesito entrar. Moverme dentro de ella o me correr fuera. Solo de verla así. Perdida bajo mis manos. En mis dedos. Por fin se corrió en mi boca. Es completamente embriagador.

-por favor… hazme tuya esposo- pidió entre gemidos.

Eso es lo que más deseo. Subí no sin antes lamer un poco más, la tuve gritando de nuevo. Me puse sobre su cuerpo, abrió sus piernas un poco más dejando que mi punta se acomodara en su entrada. Mojada como esta no tarde nada en penetrarla. Su calor me está enloqueciendo.

Me moví despacio hacía adelante mientras sus ojos se fijaban en los míos. Una mueca pequeña de dolor cruzo su rostro cuando rompí su barrera. Me detuve del todo esperando no hacerle daño. Me sonrió mientras sus manos me recorrían la espalda y sin pena alguna me jalo mas hacía ella.

-haz algo por favor, siento que voy a explotar… me gusta….- dijo mientras me jalaba hacía sus labios.

Me moví mientras la besaba. Mis manos se soldaron a sus senos y mis dedos a sus pezones. Estaba a nada de correrme. Pero logre hacerla llegar de nuevo antes de dejarme caer agotado y aunque no lo creyera posible con otra mujer que no fuera Victoria, satisfecho, muy satisfecho.

-gracias… fue maravilloso- me dijo mientras me salía de su cuerpo.

-gracias a ti Bella, me has dado un gran regalo, creo que estaremos muy bien- dije mientras la abrazaba, desnuda completamente y mas dormida que despierta.

Sin querer pensé en Victoria. Había evitado visitarla como solía hacerlo, desde que Bella despertara. Y me hacía el propósito de pasar más tiempo con mi esposa. Aunque había visitado la cama de mi amante a lo largo de los dos meses de casado. La tarde anterior había sido la última, hasta ahora.

No puedo dejar de amar a Victoria pero ahora, justo ahora, teniendo a mi esposa, porque ahora sí es mi esposa, desnuda y entre mis brazos me surge un sentimiento que no quiero analizar.

Mi decisión de alejarme de Victoria es más fuerte cada día, aunque aun me falta ese algo que me impulse. La amo pero… Bella merece más respeto del que le he estado dando.

Con eso en mente me dormí. Como siempre Victoria inundo mis sueños, en algún momento de la noche me desperté. Queriendo borrar todo rastro de la mujer que amo, tome a mi esposa de nuevo. Y seguí así hasta que el sol salió. Amándola en cuerpo.

Solo en cuerpo.

Al menos se que cumplir con mi deber de esposo no será complicado.

Bella responde a mis deseos, no es tímida.

Y es hermosa. Aun más cuando su mirada se cargaba de deseo.

Morir entre sus piernas no es para nada un sacrificio.

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